No vengo acá a ser juzgada. No quiero su opinión, tampoco me interesan sus consejos.
Estoy acá porque sé que son pajeros y van a disfrutar la historia. Punto.
De chica me gustó el sexo, pero por miedo o tabú de ser juzgada de puta, simplemente me encerraba en mí habitación a mirar incontables horas de porno. Cómo si una chica no pudiera conseguir sexo, yo me guardaba en la privacidad de mí cuarto a tocarme hasta que me quedaba dormida después de incontables orgasmos a mí misma.
Qué ironía. Desde siempre fui objeto de deseo. Rubia, tetona y como mí hermana me decía "cara de gato".
No sé si culpa del porno, genética o qué, pero es verdad. Cualquier vestidito que me ponía, automáticamente parecía una puta buscando pija.
Me hubiera encantado realmente ser esa persona que aparentaba. Pero era una pelotuda que se iba después del boliche a dormir o a tocarse, confieso, casi siempre la segunda opción.
Cómo todas, tuve mí novio a quien me cansé de cogerlo, realmente lo exprimia. Probé de todo, siempre impulsado por mí y siempre en el entorno seguro que era nuestra relación.
Me aburría coger con él pero era mí única opción. Eso o volver con mis dildos.
Esa relación no duró más que a los inicios de la universidad. Ahí dejé, era un aburrido, un mediocre.
También la mediocre era yo, pero en los estudios. Realmente no se me daba bien, nunca pude pasar de la primer materia.
Empecé a trabajar, mí físico me ayudó mucho, me tomaban de todos lados. Siempre atención al público. Quién iba a negarse a una rubia con cara de puta y un escote enorme?
Igualmente duraba poco, realmente no podía tener constancia en nada. Faltaba, mentía que me enfermaba, me distraía, etc.
Intenté buscar mí vocación y nunca aparecía.
Un día, llorando en la plaza luego de que me echen de no sé que trabajo ya, un señor de 50 años, 30 años mayor a mí de hecho, me acercó un pañuelo.
"Tranquila, hoy parece un gran problema, pero mañana solo va a ser una anécdota"
Tenía razón, ya ni me acuerdo cuál era el motivo más de que me echaron.
Me sonrió con su barba blanca bien prolija y se presentó "soy Pedro".
"Hola...snif snif... Josefina"
Se sentó en silencio a mí lado y sin hablar, me acompañó el momento.
Sola empecé a contarle después de un rato.
"Mirá, enfrente hay un bar, te invito una merienda"
Estábamos en Recoleta, el bar era súper cute, tazas súper delicadas y yo inocentemente y muy de barrio, solo pedí un tostado con café con leche.
No había terminado mí taza que estaba a puras risas.
Era un encanto de persona. Tenía sus particularidades como todos, pero era muy dado con la charla y me alegró aquella tarde.
"Vivís lejos? Te llevo si querés que ya me tengo que ir yo"
Me dijo que le quedaba de paso (mentira que descubriría después). Me llevó hasta Avellaneda, cuando el vivía a pocas cuadras de ahí.
Fuimos hasta una cochera y un BMW azul estaba esperando. Se notaba nuevo.
El señor, de casi 1,80, con algo de pancita pero mínima, me abrió la puerta siendo un caballero y se subió después.
La charla siguió todo el viaje. Realmente no me quería bajar en un momento.
"Es muy tonto pedirte el teléfono?" Se lanzó Pedro para mí sorpresa. Poco sabía yo de esto aparte, siempre esquivaba esas situaciones.
"No estás casado, no?"
"No tranquila, me divorcié hace dos años" fué su sincera respuesta en este caso.
Fui a agarrar el teléfono de él para escribir mí número y se abalanzó a darme un beso.
No sé porque no lo frené, no me gustaba ni un poco, no era feo pero lejos de ser lindo para mí y más con semejante diferencia de edad.
Sin embargo, algo me hizo acceder. No sé si lo vulnerable que estaba, su labia o simplemente las ganas de soltarme alguna vez en la vida.
Dejé que sus labios jueguen con los míos mientras nuestras lenguas se enredaban. Sentía su barba suave y su mano acariciando mí pierna.
Dejé que el momento fluya, pensaba por dentro que quizás era una fantasía cumplida para él.
Pensaba que nunca se imaginaría estar comiéndose una mocosa de 20 añitos en su auto de esta forma.
Entre tantos pensamientos, sentí su mano apretando mí entrepierna. Un pantalón de vestir delgado era lo único que separaba las yemas de sus dedos de mí clítoris en ese momento.
La situación me asustó y lo separé.
Ya había caído la tarde, no sabía en qué calle de mí barrio estábamos ni si alguien conocido podía pasar.
"No Pedro, perdón, hasta acá"
Se rió delicadamente, nunca sacó su mano de la entrepierna, pero sí estiró su otro brazo por debajo de su asiento.
"Vamos a un lugar más tranquilo juntos, dale?"
Me había dejado sobre mí pierna un sobre.
Sin responder, revisé lo que tenía.
Lo guardé en mí mochilita y moví en vertical mí cabeza dando señal de un sí rotundo.
Fui todo en viaje chupándole la pija. Después de mí confirmación, bajó su pantalón y llevó mí cabeza a su verga. Yo realmente hacía mucho tiempo que no tenía una de verdad en mí boca.
Lo que fué un primer momento algo asqueada por su pija arrugada y con algunos pelitos, se convirtió en un desahogo oral de mí parte. Empecé por educación y seguí por pasión y lujuria.
Entramos a un telo de la zona conmigo prendida a su venosa verga.
Entramos a una habitación increíble, tenía todos los lujos.
"Sacate la ropa y ponenos el jacuzzi"
Fueron órdenes. Las acaté. En segundos estaba completamente desnuda con mis tetas frente a él, las mismas que tanta gente deseó ver y yo negué.
Prendí el hidro y lo ayudé a desvestirse.
Doblé su ropa, su cuerpo desnudo era poco impactante, buscaba distraerme de eso.
Él mientras tanto, masajeaba mí cola y con sus dedos rozaba mí conchita y mí ano. Quisiera decirles que no estaba mojada por ese señor, pero si, estaba empapada. Algo de todo ésto me traía loca. O simplemente es que me moría por una chota.
Se llenó el agua y nos metimos.
Nos estuvimos besando un buen rato mientras tomamos un champagne helado que nos habían traído.
Sus dedos siempre siguieron jugando con mis agujeritos, aunque nunca perdía de foco mis tetas. De a ratos, por largos minutos se dedicaba a chuparlas con enorme énfasis. Me calentaba muchísimo esto, jamás me habían comido así las lolas.
Me subió a un borde y hundió su cara entre mis piernas. Su lengua y barba jugaban con mí conchita. Sus manos fuertes apretaban mí cadera con mucha fuerza y mis gemidos eran totalmente genuinos. Mis jadeos y mis agarrones a su pelo también. Mis ojos daban vueltas, esa chupada inigualable a todas las previas que recibí me llevó al orgasmo en pocos minutos. Su barbita tenía restos de mí acabada. Lo sé porque me comió la boca intensamente y podía sentir mí propio sabor. Mí propio placer, la culpa de que ese viejo me haya hecho acabar así.
Estaba lista, él lo sabía. Puso mis pierna sobre sus hombros y jugando con la punta de su pija, recorrió mí empapada rayita.
Respiraba hondo y mordía mis labios.
Quería pedirle pija desesperadamente pero no quise regalarme así.
Afortunadamente me la clavó hasta el fondo casi como leyendo mis pensamientos.
Ese cincuentón me estaba destrozando la conchita. Me encantaba.
No tuvo ni media duda, me dió para que tenga desde el principio.
Tenía una de sus manos en mi teta, apretaba mí pezón haciéndome doler, pero también delirar de placer.
Me dió un buen rato, me sorprendió su resistencia a pesar de notarlo agitado.
Sentí después de un rato que me tocaba a mí tener gratitud con él. Lo guíe hasta el borde y me monté encima. Moví la pelvis como en tantos videos porno había visto y en las mil y un veces que desleché a mí ex.
Pensé que iba a acabar al segundo como pasaba con él, pero no, Pedro aguantaba. Incluso, llevó uno de sus dedos a mí culo y lo metió sin aviso.
Entró más fácil de lo que me gustaría admitir.
Me llevó a mí segundo orgasmo mientras seguía saltando su pija.
Quise caer rendida por un segundo pero sus manos en mí cadera me hicieron seguir subiendo y bajando.
"Tomas la pastilla?"
"No no" fué mí sincera respuesta.
Entendí todo.
Salí de encima y metiéndome de nuevo en 4 en el jacuzzi, dejé mí lengua a centímetros de esa pija.
Lo siguiente fué una fuerte descarga que me llenó la carita de leche y varios restos fueron a parar a mí boquita.
Qué puta me sentí.
En ese momento lo primero que pensé fué en qué rica era la leche y como había pasado tanto tiempo sin tomarla.
No dejé nada de lo que fué dentro de mí y sobre mis labios que incluso relamí.
Me sumergí debajo del agua por un segundo para limpiarme y cuando salí, ahí estaba Pedro mirando incrédulo el caramelito que acababa de cogerse.
Nos fuimos a la cama y desnudos como estábamos, nos quedamos a los besos.
Me recorría todo el cuerpo con sus manos, por mí parte, yo acariciaba su pija que aún seguía flácida en respuesta a sus atrevidas manos.
Él me soltó y se giró, buscó en sus bolsillos.
"Espero lo repitamos, me encantó y quiero verte muy seguido"
Me dejó 300 USD sobre mí vientre. Esto se sumaba a los 2 mil que ví en el sobre antes de aceptar.
Descubrí algo en lo que por fin era buena.
Sonreí y nuevamente acepté con la cabeza. Cerré el trato con un beso pasional mientras me montaba sobre él una vez más.
Estoy acá porque sé que son pajeros y van a disfrutar la historia. Punto.
De chica me gustó el sexo, pero por miedo o tabú de ser juzgada de puta, simplemente me encerraba en mí habitación a mirar incontables horas de porno. Cómo si una chica no pudiera conseguir sexo, yo me guardaba en la privacidad de mí cuarto a tocarme hasta que me quedaba dormida después de incontables orgasmos a mí misma.
Qué ironía. Desde siempre fui objeto de deseo. Rubia, tetona y como mí hermana me decía "cara de gato".
No sé si culpa del porno, genética o qué, pero es verdad. Cualquier vestidito que me ponía, automáticamente parecía una puta buscando pija.
Me hubiera encantado realmente ser esa persona que aparentaba. Pero era una pelotuda que se iba después del boliche a dormir o a tocarse, confieso, casi siempre la segunda opción.
Cómo todas, tuve mí novio a quien me cansé de cogerlo, realmente lo exprimia. Probé de todo, siempre impulsado por mí y siempre en el entorno seguro que era nuestra relación.
Me aburría coger con él pero era mí única opción. Eso o volver con mis dildos.
Esa relación no duró más que a los inicios de la universidad. Ahí dejé, era un aburrido, un mediocre.
También la mediocre era yo, pero en los estudios. Realmente no se me daba bien, nunca pude pasar de la primer materia.
Empecé a trabajar, mí físico me ayudó mucho, me tomaban de todos lados. Siempre atención al público. Quién iba a negarse a una rubia con cara de puta y un escote enorme?
Igualmente duraba poco, realmente no podía tener constancia en nada. Faltaba, mentía que me enfermaba, me distraía, etc.
Intenté buscar mí vocación y nunca aparecía.
Un día, llorando en la plaza luego de que me echen de no sé que trabajo ya, un señor de 50 años, 30 años mayor a mí de hecho, me acercó un pañuelo.
"Tranquila, hoy parece un gran problema, pero mañana solo va a ser una anécdota"
Tenía razón, ya ni me acuerdo cuál era el motivo más de que me echaron.
Me sonrió con su barba blanca bien prolija y se presentó "soy Pedro".
"Hola...snif snif... Josefina"
Se sentó en silencio a mí lado y sin hablar, me acompañó el momento.
Sola empecé a contarle después de un rato.
"Mirá, enfrente hay un bar, te invito una merienda"
Estábamos en Recoleta, el bar era súper cute, tazas súper delicadas y yo inocentemente y muy de barrio, solo pedí un tostado con café con leche.
No había terminado mí taza que estaba a puras risas.
Era un encanto de persona. Tenía sus particularidades como todos, pero era muy dado con la charla y me alegró aquella tarde.
"Vivís lejos? Te llevo si querés que ya me tengo que ir yo"
Me dijo que le quedaba de paso (mentira que descubriría después). Me llevó hasta Avellaneda, cuando el vivía a pocas cuadras de ahí.
Fuimos hasta una cochera y un BMW azul estaba esperando. Se notaba nuevo.
El señor, de casi 1,80, con algo de pancita pero mínima, me abrió la puerta siendo un caballero y se subió después.
La charla siguió todo el viaje. Realmente no me quería bajar en un momento.
"Es muy tonto pedirte el teléfono?" Se lanzó Pedro para mí sorpresa. Poco sabía yo de esto aparte, siempre esquivaba esas situaciones.
"No estás casado, no?"
"No tranquila, me divorcié hace dos años" fué su sincera respuesta en este caso.
Fui a agarrar el teléfono de él para escribir mí número y se abalanzó a darme un beso.
No sé porque no lo frené, no me gustaba ni un poco, no era feo pero lejos de ser lindo para mí y más con semejante diferencia de edad.
Sin embargo, algo me hizo acceder. No sé si lo vulnerable que estaba, su labia o simplemente las ganas de soltarme alguna vez en la vida.
Dejé que sus labios jueguen con los míos mientras nuestras lenguas se enredaban. Sentía su barba suave y su mano acariciando mí pierna.
Dejé que el momento fluya, pensaba por dentro que quizás era una fantasía cumplida para él.
Pensaba que nunca se imaginaría estar comiéndose una mocosa de 20 añitos en su auto de esta forma.
Entre tantos pensamientos, sentí su mano apretando mí entrepierna. Un pantalón de vestir delgado era lo único que separaba las yemas de sus dedos de mí clítoris en ese momento.
La situación me asustó y lo separé.
Ya había caído la tarde, no sabía en qué calle de mí barrio estábamos ni si alguien conocido podía pasar.
"No Pedro, perdón, hasta acá"
Se rió delicadamente, nunca sacó su mano de la entrepierna, pero sí estiró su otro brazo por debajo de su asiento.
"Vamos a un lugar más tranquilo juntos, dale?"
Me había dejado sobre mí pierna un sobre.
Sin responder, revisé lo que tenía.
Lo guardé en mí mochilita y moví en vertical mí cabeza dando señal de un sí rotundo.
Fui todo en viaje chupándole la pija. Después de mí confirmación, bajó su pantalón y llevó mí cabeza a su verga. Yo realmente hacía mucho tiempo que no tenía una de verdad en mí boca.
Lo que fué un primer momento algo asqueada por su pija arrugada y con algunos pelitos, se convirtió en un desahogo oral de mí parte. Empecé por educación y seguí por pasión y lujuria.
Entramos a un telo de la zona conmigo prendida a su venosa verga.
Entramos a una habitación increíble, tenía todos los lujos.
"Sacate la ropa y ponenos el jacuzzi"
Fueron órdenes. Las acaté. En segundos estaba completamente desnuda con mis tetas frente a él, las mismas que tanta gente deseó ver y yo negué.
Prendí el hidro y lo ayudé a desvestirse.
Doblé su ropa, su cuerpo desnudo era poco impactante, buscaba distraerme de eso.
Él mientras tanto, masajeaba mí cola y con sus dedos rozaba mí conchita y mí ano. Quisiera decirles que no estaba mojada por ese señor, pero si, estaba empapada. Algo de todo ésto me traía loca. O simplemente es que me moría por una chota.
Se llenó el agua y nos metimos.
Nos estuvimos besando un buen rato mientras tomamos un champagne helado que nos habían traído.
Sus dedos siempre siguieron jugando con mis agujeritos, aunque nunca perdía de foco mis tetas. De a ratos, por largos minutos se dedicaba a chuparlas con enorme énfasis. Me calentaba muchísimo esto, jamás me habían comido así las lolas.
Me subió a un borde y hundió su cara entre mis piernas. Su lengua y barba jugaban con mí conchita. Sus manos fuertes apretaban mí cadera con mucha fuerza y mis gemidos eran totalmente genuinos. Mis jadeos y mis agarrones a su pelo también. Mis ojos daban vueltas, esa chupada inigualable a todas las previas que recibí me llevó al orgasmo en pocos minutos. Su barbita tenía restos de mí acabada. Lo sé porque me comió la boca intensamente y podía sentir mí propio sabor. Mí propio placer, la culpa de que ese viejo me haya hecho acabar así.
Estaba lista, él lo sabía. Puso mis pierna sobre sus hombros y jugando con la punta de su pija, recorrió mí empapada rayita.
Respiraba hondo y mordía mis labios.
Quería pedirle pija desesperadamente pero no quise regalarme así.
Afortunadamente me la clavó hasta el fondo casi como leyendo mis pensamientos.
Ese cincuentón me estaba destrozando la conchita. Me encantaba.
No tuvo ni media duda, me dió para que tenga desde el principio.
Tenía una de sus manos en mi teta, apretaba mí pezón haciéndome doler, pero también delirar de placer.
Me dió un buen rato, me sorprendió su resistencia a pesar de notarlo agitado.
Sentí después de un rato que me tocaba a mí tener gratitud con él. Lo guíe hasta el borde y me monté encima. Moví la pelvis como en tantos videos porno había visto y en las mil y un veces que desleché a mí ex.
Pensé que iba a acabar al segundo como pasaba con él, pero no, Pedro aguantaba. Incluso, llevó uno de sus dedos a mí culo y lo metió sin aviso.
Entró más fácil de lo que me gustaría admitir.
Me llevó a mí segundo orgasmo mientras seguía saltando su pija.
Quise caer rendida por un segundo pero sus manos en mí cadera me hicieron seguir subiendo y bajando.
"Tomas la pastilla?"
"No no" fué mí sincera respuesta.
Entendí todo.
Salí de encima y metiéndome de nuevo en 4 en el jacuzzi, dejé mí lengua a centímetros de esa pija.
Lo siguiente fué una fuerte descarga que me llenó la carita de leche y varios restos fueron a parar a mí boquita.
Qué puta me sentí.
En ese momento lo primero que pensé fué en qué rica era la leche y como había pasado tanto tiempo sin tomarla.
No dejé nada de lo que fué dentro de mí y sobre mis labios que incluso relamí.
Me sumergí debajo del agua por un segundo para limpiarme y cuando salí, ahí estaba Pedro mirando incrédulo el caramelito que acababa de cogerse.
Nos fuimos a la cama y desnudos como estábamos, nos quedamos a los besos.
Me recorría todo el cuerpo con sus manos, por mí parte, yo acariciaba su pija que aún seguía flácida en respuesta a sus atrevidas manos.
Él me soltó y se giró, buscó en sus bolsillos.
"Espero lo repitamos, me encantó y quiero verte muy seguido"
Me dejó 300 USD sobre mí vientre. Esto se sumaba a los 2 mil que ví en el sobre antes de aceptar.
Descubrí algo en lo que por fin era buena.
Sonreí y nuevamente acepté con la cabeza. Cerré el trato con un beso pasional mientras me montaba sobre él una vez más.
15 comentarios - Sugar
Me encantan tus relatos!! 😊
sacando el 100% de la situación