Durante 1622 fui reclutado como un esclavo en Sakai, un pueblo de Japón. Mi Señor Imai Sōkyū me compro en una venta de esclavos cuando mi barco naufrago en unas costas que desconocía cerca de Osaka. Me salvo de ser decapitado cuando grite No quiero morir en Japones. Fue el único que encontró valor en mi. Después de dos años de probar mi lealtad de diversas formas, Sōkyū me ofreció negociar ciertos cargamentos de té. Pase de ser un Ijin a un Imai, un familiar. Aunque esto ofendía a muchos de la familia trabaje muy arduo durante dos años más para poder ser reconocido. Aunque sabia que nunca tendría el respeto como un hombre de origen. El paso del tiempo mello en mi y me resigne a aceptar mi condición pura de extranjero. James intente huir porque había algo en la cultura que llenaba un vacío en mí. El honor, el respeto, la condición humana de aceptar ser sólo que uno es. Mi señor Sōkyū vió al final en mi un hombre transformado y me arreglo una consorte, O-ume. La conocía por las comidas y negocios que compartíamos con los portugueses. Era la hija de Kiyonobu uno de los hijos del señor de la familia Chaya. Al principio no cedió pues nadie quería emparentar conmigo y lo entendía.
No me faltaban mujeres y siempre fui discreto para visitar a las furcias y saciar mi hombría. Ahí me atendían y no me trataban como un extranjero. Durante algunos años lo visite frecuente y conocí gente de mucho valor para realizar diversas tareas que no eran fáciles a la luz del día. También por supuesto conocer a mujeres dispuestas a endulzar el oido del hombre para revelar ciertas cosas. Oito fue mi mujer favorita. Dispuesta siempre y con una voluntad imperiosa. Podía dar rienda suelta a un coraje escondido que tenía. Me recibía con té negro siempre, y platicábamos un poco. Comprendía mi cargo y lo difícil que era mi situación de extranjero, así que siempre me hacía sentir como su igual, mejor dicho como su superior. Al terminar, la tomaba entre mis brazos y le daba nalgadas en su trasero blanco que pronto enrojecía, ella gemía exageradamente y eso me enfurecía así que la golpeaba mas fuerte para justificar su grito. Me miraba con cierto recelo pero yo le levantaba las caderas, como a una perra, entonces empezaba a penetrarla con apenas escupirle en su pequeña vagina. Cientos de veces ya la había entrado y quizá miles de veces otros hombres, pero de algo estoy seguro, que nadie con la fuerza que yo. Así que le hundía mi pulgar húmedo de sus jugos en su culo. Culo que había comprado y que ella no permitía que nadie mas lo usará. Ahí ella gemía de verdad. La penetraba fuerte rápido, lento mientras mis manos se llenaban de sus suaves nalgas. Después la levantaba y la cargaba frente a mi para elevarla y empezar a penetrarla mirándola a los ojos. Sus ojos aún reflejaban pasión y no eran fríos como las de la mayoría. Eso me hacía sentir especial, o quizá solo era mi percepción. Sus pequeños senos solo eran víctimas de mi boca. Me cobraba mas caro porque solía dejarla con marcas en todo el cuerpo. Ella igual a mi pero tenía prohibido que fueran visibles. Pronto evolucionamos y solía amarrarla para empezar a masturbarla hasta que terminara. Otras veces solía ahogarla con mi verga, cuidando de no matarla. Ella era una especialista en estas perversiones.
Mi señor Sōkyū nos dió un año de matrimonio a cambio de reforzar los negocios marítimos que ya teníamos y de compartir un par de contactos. Nunca comprendí del todo porque mi señor hizo todo esto por mi. Nunca llegaría a sucederlo pues estaban sus hijos probablemente a su muerte yo regresaría a ser un huérfano. Lo único que me imaginaba era que le recordaba a alguien o a una parte de él. A lo mejor a la falta de carácter e inteligencia de sus hijos. Cosas que siempre les reprochaba. O me usaba como conejillo de indias para provocar a sus hijos y llevarlos a que se esforzaran mucho mas. Algo que si conseguía.
Cuando me case con O-ume, fue casi en su contra. Para ella era una deshonra. Sin embargo su sumisión hacia mi era absoluta. Me atendía sin una pizca de mala gana. Al principio la respete y atendí todas las buenas costumbres que un hombre japonés tiene, frente a la sociedad. Dentro de nuestra casas modificaba alguna reglas. Con el tiempo O-ume fue siéndonosla mas cercana, le pedía que me platicara de ella y yo le platicaba de mi vida. Me pregunto si había estado con otras mujeres antes de haber llegado a Sakai. Tuve recelo de platicarle pero insistió tímidamente. O-ume era una mujer muy reservada y tímida, su timidez me recordaba el movimiento de una flor abriéndose. Y tal acción me excitaba de sobremanera. Le dije que le platicaría si prometía que eso no cambiaría la forma en que me ve y que solo era una parte de mi que no me hacía el hombre que era ahora. Ella aceptó con la condición de que le platicara lo más perverso que había hecho. A mi mente vino Oito, pero no podía platicarle eso. Entonces, le dije que en mi país conocí una mujer mayor cuando yo era más joven y que ella me enseño las artes amatorias, O-ume pregunto cuáles eran, y le dije que comerles la vagina, comerles el ano y penetrarlas por ahí, despacio o con rudeza, someterlas pero causando siempre la sorpresa y con lentitud antes que con premura. O-ume me pregunto qué era lo que había hecho con ella ademas de eso. A lo que le respondí que solíamos ir a algunos clubs con antifaz y disfrazados, en dichos clubs yo la exhibía y solía mamarmela en publico. Aunque nadie sabía quienes éramos eso provocaba que ella tuviera orgsamos frente a todos. O-ume pregunto que era un orgasmo y me sorprendí, después recordé que su familia de buena cuna, aunque debía conocer teóricamente qué era, no sabía que sensación. Intente explicarle con mi visión de hombre pero le dije que eso era solo algo que ella podía sentir. Esta platica nos acerco hasta el momento en que lo hicimos.
Durante ese lapso, le dejaba pequeñas tareas, le decía que no usara ropa interior cuando estuviéramos juntos. Que se tocara en la ducha pero no por mucho tiempo. Que me acariciara en las piernas y observara mi erección durante la comida. Llego un momento donde ya no pudo soportar y me pidió que la hiciera suya. Su timidez con que me lo pidió me excito de sobre manera. Bebimos sake y la lleve a la recamara. Donde se empezó a desnudar pero le pedí que no lo hiciera del todo. Le dije que se pusiera el Uchikake que es como un abrigo para el kimono principal. Ella se rehuso argumentando que no podía ofender de esa forma sus costumbres. No le dije nada solo fui indiferente. Aunque estaba muy excitado solo calle y me salí. Algo me grito pero no regrese. Camine en busca de Oito, pero algo me freno y sólo seguí pensando en otra cosa, en como podía acrecentar el negocio familiar.
Dos días de indiferencia bastaron para que O-ume me recibiera con el Uchikake. Su rostro lleno de vergüenza me lo dijo todo. Moví mi cabeza para que fuera al cuarto. Ahí la hice arrodillarse, sentí cierta resistencia pero lo hizo. Mire su cara apenada y casi llena de humillación, saque mi verga y ella asombrada se quedo inmóvil. Le tome del cabello y se la metí a la boca. No hizo nada durante algunos segundos. Después dijo, “he estado practicando” y empezó a mamar con timidez, con lentitud, me miraba a veces y se ponía muy roja, le dije Hazlo mejor se que eres una puta, y ella empezó a comerla con hambre, su cabeza empezó a moverse por si sola y no al compas de mi mano, entonces la solté y sus manos de nieve empezaron a jalármela con el ritmo de su boca. Sentía su lengua suave y su labios virginales rodear mi gruesa verga. Su boca se llenaba de mi carne, entonces la tome de nuevo y empece a hundirla más, su gesto de miedo al mirarme solo me excito mas, ella obediente recibía mis embestidas y mi glande topaba con su garganta, hizo su mejor esfuerzo. La deje solté para dejarla respirar, recupero el aliento y con naturalidad ambas manos empezaron a jalármela, su mirada pidiendo aprobación, yo asentí y regreso a chupármela esta vez con mejor presión en sus labios y su lengua hábilmente se enrollaba en mi verga, su saliva bañaba mi verga y caía al suelo. La afobetee y por unos segundos se quedo pasmada y se llevo la mano a la mejilla, me miro y con un murmullo que fue desapareciendo me dijo “…si, me gusto, hazlo de nuevo”. Con la otra mano la abofetee, y esta vez con ansiedad empezó a mamarmela, la vela perversa, sucia, pero no veía a una puta veía cierta pureza pervertida. Empece a venirme, quizo separarse de mi pero la tome del cabello y la retuve, le dije que no parara y ella siguió pegada masturbándome y exprimiendo mi leche abundante. Me derrame sobre su hermoso rostro, sobre su cabello negrísimo y sobre el Uchikake. Sentí tal éxtasis que cuando recuperé la consciencia seguía yo ahí de pie y ella seguía mamando sin parar. La tuve que separar. Quiso irse a limpiar pero le ordene que se quedara así. Asintió con un gemido ahogado. Antes de dormir me dijo, ahora si serás mi señor.
No me faltaban mujeres y siempre fui discreto para visitar a las furcias y saciar mi hombría. Ahí me atendían y no me trataban como un extranjero. Durante algunos años lo visite frecuente y conocí gente de mucho valor para realizar diversas tareas que no eran fáciles a la luz del día. También por supuesto conocer a mujeres dispuestas a endulzar el oido del hombre para revelar ciertas cosas. Oito fue mi mujer favorita. Dispuesta siempre y con una voluntad imperiosa. Podía dar rienda suelta a un coraje escondido que tenía. Me recibía con té negro siempre, y platicábamos un poco. Comprendía mi cargo y lo difícil que era mi situación de extranjero, así que siempre me hacía sentir como su igual, mejor dicho como su superior. Al terminar, la tomaba entre mis brazos y le daba nalgadas en su trasero blanco que pronto enrojecía, ella gemía exageradamente y eso me enfurecía así que la golpeaba mas fuerte para justificar su grito. Me miraba con cierto recelo pero yo le levantaba las caderas, como a una perra, entonces empezaba a penetrarla con apenas escupirle en su pequeña vagina. Cientos de veces ya la había entrado y quizá miles de veces otros hombres, pero de algo estoy seguro, que nadie con la fuerza que yo. Así que le hundía mi pulgar húmedo de sus jugos en su culo. Culo que había comprado y que ella no permitía que nadie mas lo usará. Ahí ella gemía de verdad. La penetraba fuerte rápido, lento mientras mis manos se llenaban de sus suaves nalgas. Después la levantaba y la cargaba frente a mi para elevarla y empezar a penetrarla mirándola a los ojos. Sus ojos aún reflejaban pasión y no eran fríos como las de la mayoría. Eso me hacía sentir especial, o quizá solo era mi percepción. Sus pequeños senos solo eran víctimas de mi boca. Me cobraba mas caro porque solía dejarla con marcas en todo el cuerpo. Ella igual a mi pero tenía prohibido que fueran visibles. Pronto evolucionamos y solía amarrarla para empezar a masturbarla hasta que terminara. Otras veces solía ahogarla con mi verga, cuidando de no matarla. Ella era una especialista en estas perversiones.
Mi señor Sōkyū nos dió un año de matrimonio a cambio de reforzar los negocios marítimos que ya teníamos y de compartir un par de contactos. Nunca comprendí del todo porque mi señor hizo todo esto por mi. Nunca llegaría a sucederlo pues estaban sus hijos probablemente a su muerte yo regresaría a ser un huérfano. Lo único que me imaginaba era que le recordaba a alguien o a una parte de él. A lo mejor a la falta de carácter e inteligencia de sus hijos. Cosas que siempre les reprochaba. O me usaba como conejillo de indias para provocar a sus hijos y llevarlos a que se esforzaran mucho mas. Algo que si conseguía.
Cuando me case con O-ume, fue casi en su contra. Para ella era una deshonra. Sin embargo su sumisión hacia mi era absoluta. Me atendía sin una pizca de mala gana. Al principio la respete y atendí todas las buenas costumbres que un hombre japonés tiene, frente a la sociedad. Dentro de nuestra casas modificaba alguna reglas. Con el tiempo O-ume fue siéndonosla mas cercana, le pedía que me platicara de ella y yo le platicaba de mi vida. Me pregunto si había estado con otras mujeres antes de haber llegado a Sakai. Tuve recelo de platicarle pero insistió tímidamente. O-ume era una mujer muy reservada y tímida, su timidez me recordaba el movimiento de una flor abriéndose. Y tal acción me excitaba de sobremanera. Le dije que le platicaría si prometía que eso no cambiaría la forma en que me ve y que solo era una parte de mi que no me hacía el hombre que era ahora. Ella aceptó con la condición de que le platicara lo más perverso que había hecho. A mi mente vino Oito, pero no podía platicarle eso. Entonces, le dije que en mi país conocí una mujer mayor cuando yo era más joven y que ella me enseño las artes amatorias, O-ume pregunto cuáles eran, y le dije que comerles la vagina, comerles el ano y penetrarlas por ahí, despacio o con rudeza, someterlas pero causando siempre la sorpresa y con lentitud antes que con premura. O-ume me pregunto qué era lo que había hecho con ella ademas de eso. A lo que le respondí que solíamos ir a algunos clubs con antifaz y disfrazados, en dichos clubs yo la exhibía y solía mamarmela en publico. Aunque nadie sabía quienes éramos eso provocaba que ella tuviera orgsamos frente a todos. O-ume pregunto que era un orgasmo y me sorprendí, después recordé que su familia de buena cuna, aunque debía conocer teóricamente qué era, no sabía que sensación. Intente explicarle con mi visión de hombre pero le dije que eso era solo algo que ella podía sentir. Esta platica nos acerco hasta el momento en que lo hicimos.
Durante ese lapso, le dejaba pequeñas tareas, le decía que no usara ropa interior cuando estuviéramos juntos. Que se tocara en la ducha pero no por mucho tiempo. Que me acariciara en las piernas y observara mi erección durante la comida. Llego un momento donde ya no pudo soportar y me pidió que la hiciera suya. Su timidez con que me lo pidió me excito de sobre manera. Bebimos sake y la lleve a la recamara. Donde se empezó a desnudar pero le pedí que no lo hiciera del todo. Le dije que se pusiera el Uchikake que es como un abrigo para el kimono principal. Ella se rehuso argumentando que no podía ofender de esa forma sus costumbres. No le dije nada solo fui indiferente. Aunque estaba muy excitado solo calle y me salí. Algo me grito pero no regrese. Camine en busca de Oito, pero algo me freno y sólo seguí pensando en otra cosa, en como podía acrecentar el negocio familiar.
Dos días de indiferencia bastaron para que O-ume me recibiera con el Uchikake. Su rostro lleno de vergüenza me lo dijo todo. Moví mi cabeza para que fuera al cuarto. Ahí la hice arrodillarse, sentí cierta resistencia pero lo hizo. Mire su cara apenada y casi llena de humillación, saque mi verga y ella asombrada se quedo inmóvil. Le tome del cabello y se la metí a la boca. No hizo nada durante algunos segundos. Después dijo, “he estado practicando” y empezó a mamar con timidez, con lentitud, me miraba a veces y se ponía muy roja, le dije Hazlo mejor se que eres una puta, y ella empezó a comerla con hambre, su cabeza empezó a moverse por si sola y no al compas de mi mano, entonces la solté y sus manos de nieve empezaron a jalármela con el ritmo de su boca. Sentía su lengua suave y su labios virginales rodear mi gruesa verga. Su boca se llenaba de mi carne, entonces la tome de nuevo y empece a hundirla más, su gesto de miedo al mirarme solo me excito mas, ella obediente recibía mis embestidas y mi glande topaba con su garganta, hizo su mejor esfuerzo. La deje solté para dejarla respirar, recupero el aliento y con naturalidad ambas manos empezaron a jalármela, su mirada pidiendo aprobación, yo asentí y regreso a chupármela esta vez con mejor presión en sus labios y su lengua hábilmente se enrollaba en mi verga, su saliva bañaba mi verga y caía al suelo. La afobetee y por unos segundos se quedo pasmada y se llevo la mano a la mejilla, me miro y con un murmullo que fue desapareciendo me dijo “…si, me gusto, hazlo de nuevo”. Con la otra mano la abofetee, y esta vez con ansiedad empezó a mamarmela, la vela perversa, sucia, pero no veía a una puta veía cierta pureza pervertida. Empece a venirme, quizo separarse de mi pero la tome del cabello y la retuve, le dije que no parara y ella siguió pegada masturbándome y exprimiendo mi leche abundante. Me derrame sobre su hermoso rostro, sobre su cabello negrísimo y sobre el Uchikake. Sentí tal éxtasis que cuando recuperé la consciencia seguía yo ahí de pie y ella seguía mamando sin parar. La tuve que separar. Quiso irse a limpiar pero le ordene que se quedara así. Asintió con un gemido ahogado. Antes de dormir me dijo, ahora si serás mi señor.
0 comentarios - O-ume putita japonesa sometida