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Gina (parte 3)

Cómo tantas veces, Gina manejaba la situación a su antojo, varias veces alterno entre metérsela en la concha y sacarla para refregarsela entre las nalgas, hasta que entendió que era el momento, se inclinó más todavía hasta que su cabeza quedó sobre la almohada y puso mi pija dura como pocas veces en la puerta de su culo, yo atiné a sujetarla por las caderas mientras ella presionaba hacia atrás, poco a poco mi pija empezó a penetrar hacia su interior, el dulce dolor que sentía se transformó en un placer inédito, el roce de mi glande con su cavidad tan apretada me enloquecía, cuándo sus nalgas se apoyaron en mi pelvis se quedó quieta, tomó un respiro como adaptándose a ese órgano que la invadía, se dió vuelta para mirarme y en su mirada extraviada la vi gozar como nunca antes la había visto.
A medida que se fue acostumbrando a tener mi pija clavada en el culo se empezó a mover, primero bien despacio para luego ir poco a poco aumentando el ritmo, hasta que los dos gemiamos desesperadamente.  En este punto ya los movimientos eran demasiado intensos, cuando iba para adelante mi pija salía casi por completo y cuando volvía se la enterraba hasta el fondo, en uno de esos retrocesos se enderezó y se apoyó contra mí, llevando a que me sentara sobre mis piernas, en esa posición acabé, entre espasmos interminables de placer le llene el culo con mi leche caliente.
Después de unos minutos de recuperación, dónde solo nos separaba el suave rumor de nuestras respiraciones, nos miramos a los ojos. Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios. "Eso fue increíble", susurró, apretándose contra mi, pero dispuesta a seguir para aprovechar al máximo el tiempo de hotel, sin más preámbulo volvió a arrodillarse entre mis piernas, comenzó a chuparme la pija semi dormida con una intensidad que me dejó sin aliento. Con su mano libre, deslizó lentamente un dedo lubricado por mi culo. Un escalofrío me recorrió la espalda. La sensación era nueva y desconocida, una mezcla de excitación y nerviosismo.
Con cada centímetro que avanzaba su dedo, mi cuerpo se tensaba y relajaba al mismo tiempo. Gina, notando mi reacción, aumentó la presión, girando su dedo en círculos. Mi respiración se aceleró y un gemido escapó de mis labios.
Cuando ya estuvo completamente dentro, me tomó unos segundos acostumbrarme a la sensación. Era diferente a todo lo que había experimentado antes, pero al mismo tiempo, era increíblemente placentero.
Mientras mi cuerpo se adaptaba, comenzó a mover su dedo con un ritmo suave y constante. Al mismo tiempo, seguía chupando mi pija con una habilidad que me volvía loco, un escalofrío de placer me recorrió el cuerpo, y supe que estaba a punto de acabar.
Gina me miró a los ojos, con una sonrisa pícara en sus labios. Se levantó y se dirigió a la mesa de luz, sobre ella se encontraba su cartera. Sacó un consolador, suave al tacto y con una curva sensual. Me lo mostró, invitándome a tocarlo. Asentí con la cabeza, intrigado y un poco avergonzado, tomó el consolador y lo acercó a mi culo, me acarició suavemente, explorando cada centímetro. La sensación era nueva y excitante, en un punto retiró su dedo y lo reemplazó por el consolador. La transición fue suave y natural, a medida que mi cuerpo se relajaba, Gina aumentó la presión, deslizando el consolador dentro de mí y la sensación de tener el juguete en mí culo fue aún más intensa.
 Al mismo tiempo, su lengua se movía con rapidez sobre la cabeza de mi pija. El placer era tan intenso que me estremecí. Con un gemido, me agarré de las sábanas. Gina, sin perder el ritmo, comenzó a mover el consolador de manera más rápida y profunda. La combinación de su boca y del juguete era una experiencia increíble. Me sentía flotando, perdido en un mar de sensaciones. En un momento de placer supremo acabé en su boca, inundándola con mi leche. Gina mirándome a los ojos se tragó todo, sin dejar caer ni una sola gota.
 El tiempo pasó rápido y llegó la hora de irnos, nos vestimos apresuradamente, la excitación seguía siendo palpable en el aire. La habitación estaba en penumbras, solo iluminada por una luz tenue que se filtraba desde el pasillo, Gina me detuvo con un beso apasionado. Sus manos vagaron una vez más por mi cuerpo, y se posaron en mi cintura. Con un movimiento rápido, giró y se pegó contra la pared. Sus ojos brillaban de deseo mientras me susurraba al oído algo que no alcance a entender. Y allí, con ella apoyada con las dos manos contra la pared, y su pantalón deslizándose por sus piernas, dejando su culo a la vista, volví a estar pronto para cojerla. Sus piernas temblaban, y ella volvía a gemir, mientras yo otra vez la penetraba con fuerza, sintiendo cada músculo de su cuerpo contra el mío. Con un último embiste poderoso, volví a acabar en su interior. Al separarnos, sonrió. 'Creo que tendré que lavar esto a mano', dijo, señalando su pantalón  manchado con mi leche. Nos besamos por última vez en la noche y se fue.

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