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El despertar sexual de mi novia - PARTE 3

PARTE 1:
http://www.poringa.net/posts/relatos/5783566/El-despertar-sexual-de-mi-novia---PARTE-1.html


PARTE 2:
http://www.poringa.net/posts/relatos/5783725/El-despertar-sexual-de-mi-novia---PARTE-2.html


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La noche caía sobre la playa, suavizando el ambiente con un manto de silencio y calidez. El sonido del mar se mezclaba con las risas ahogadas que emanaban de nuestros labios mientras nos abrazábamos en la cama, nuestros cuerpos desnudos y pegados como si hubiéramos sido esculpidos juntos. Los rayos de luz de la luna atravesaban la ventana, iluminando su rostro con una luminosidad etérea que hacía resaltar cada detalle de su belleza. Sus ojos, ahora más seguros, miraban hacia mí con una mezcla de curiosidad y emoción que no podía ocultar.


"¿Estás lista para esto?" le pregunté, mis palabras tiernas pero cargadas de deseo. Su respuesta fue un suspiro, un movimiento tímido de cabeza que confirmaba lo que ambos sabíamos desde hace mucho tiempo: esta noche sería diferente.


Ella se acomodó entre las sábanas, sus manos juguetonas acariciando mi pecho mientras yo la observaba, intentando memorizar cada uno de sus gestos. "Siento que estoy soñando", susurró, sus dedos trazando círculos sobre mi piel. La hizo reír cuando le devolví el gesto, mi mano acariciando suavemente el contorno de su pecho, provocando un ligero rubor que se extendió por su cuello.


Le tomé la mano y la llevé a mi pene, que ardía de deseo. Ella lo tocó con timidez al principio, pero luego, como si algo dentro de ella se hubiera liberado, comenzó a moverla con más decisión. "Se siente tan duro y caliente…" murmuró, su voz llenada de asombro y algo de temor. Le dije que no se preocupara, que todo iba a estar bien, que yo estaría allí para ella.


Su respiración se aceleró mientras se sentía más cómoda con el contacto, sus dedos explorando cada centímetro de mi pene. "¿Crees que podré hacerlo bien?" preguntó, mirándome con esos ojos que parecían decirme tanto sin palabras. Le respondí con un beso apasionado, asegurándole que estaba seguro de eso.


Bajé la cabeza, tomé uno de sus pezones en mi boca, chupando suavemente mientras mi mano ahuecaba su otro pecho, haciendo rodar el pezón entre mi pulgar e índice. Ella jadeó, sus caderas se sacudieron ligeramente como si no pudiera evitarlo. "¡Ah!" Ella gritó suavemente, sus manos agarrando mi cabello mientras alternaba entre sus pechos, volviéndola loca de placer.


Ella me giró y se sentó encima de mí, nuestras piernas entrelazadas y nuestros cuerpos alineados. Su sexo, tan delicado y húmedo, ahora se encontraba frente a mi pene, listo para el acto final. "No tengas prisa", le dije, tratando de calmar sus nervios. Ella asintió, pero su impaciencia era palpable, sus movimientos eran más decididos.


Con cuidado, ella comenzó a descender, deslizándose sobre mi pene, ajustando su cuerpo al mío hasta que finalmente, con un gemido ahogado, lo sentí entrar en ella, llevándose su virginidad con él. Fue un momento de intensa sensación, como si nuestros cuerpos se fusionaran en un solo ser. Ella se detuvo por un instante, permitiendo que su cuerpo se acostumbrara a la sensación, sus manos apoyadas en mis hombros para mantener el equilibrio, sus ojos cerrados y su respiración agitada.


"Dios, es increíble", suspiró, su voz quedando atrapada en el aire caliente de la habitación. Yo solo podía asentir, incapaz de articular palabras. Cada movimiento de su cuerpo era una sinfonía de placer, una danza que estábamos destinados a bailar juntos.


Ella comenzó a moverse con más seguridad, sus caderas girando en un ritmo que aumentaba gradualmente. "¡Ay!"exclamó cuando una oleada de placer la golpeó, su cuerpo tensándose antes de relajarse. Le pedí que fuera despacio, que disfrutáramos cada segundo de esta experiencia.


Nuestras caricias se tornaron más íntimas, nuestros cuerpos siguiendo un ritmo que parecía dictado por un mandato ancestral. Mis manos acariciaban sus pechos, sus nalgas, luego regresaban a su sexo, ayudándola a encontrar ese punto mágico donde se perdía en el placer. Su respiración era ahora un susurro constante de deseos y satisfacción, sus gimoteos se hicieron más frecuentes y prolongados.


"Quiero sentirte dentro de mí", susurró, su voz llena de una mezcla de anhelo y valentía. Le dije que lo haría, que no había nada de lo que preocuparse. Nos abrazamos con más fuerza, nuestros cuerpos fusionándose en un baile de amor y pasión.


Ella comenzó a moverse con más intensidad, sus caderas girando y bamboleándose sobre mí. "¡Oh, Dios! ¡Esto es increíble!" gritó, su voz llenada de una mezcla de sorpresa y felicidad. Sus manos se agarraron fuertemente a mis hombros, su cuerpo tensándose antes de relajarse nuevamente.


"Disfruta de cada segundo", le dije, mis palabras templadas con afecto y deseo. Ella asintió, su rostro mostrando una mezcla de emoción y placer que no podía ocultar. 


"¡Estoy cerca!" exclamó, su voz llenada de una mezcla de entusiasmo y anhelo. Le dije que no dejara que el orgasmo la distrajera, que continuara moviéndose a su propio ritmo.


Ella obedeció, sus caderas girando y bamboleándose sobre mí con más intensidad. Finalmente, con un grito ahogado, alcanzó el orgasmo, su cuerpo tensándose y relajándose en una serie de contracciones que me enviaron al borde del éxtasis. Sintiendo como asfixiaba mi miembro en su interior y el calor y humedad que lo recorría.


Dejó caer su cuerpo sobre el mío aun temblorosa. Yo aún no había llegado al clímax, me besó con ternura y pasión, diciendo “quiero sentirte acabar dentro de mí”. La coloqué en posición de perrito, sus nalgas eran un poema. Mirarla ahí de espaldas con su trasero a mi disposición, era una invitación a la lujuria. Había vestigios de su virginidad aun, así que la limpié con cuidado.


Me agaché a lamer su vagina y saborear sus jugos. Fue inevitable pasar mi lengua por su virgen ano. Sentí cómo se estremeció y un gemido retumbó en la habitación. ¡mételo por favor! Susurró con su gemido. Me incorporé y la volví a penetrar, esta vez con más lujuria que romance, quería sentirla mía por completo. Sentía como su vagina aprisionaba mi pene, podía sentir cada pliegue de su cavidad mientras ahogaba sus gemidos en la almohada. 


Me pidió cambiar de pose, la coloqué boca arriba y una almohada bajo sus nalgas. Puse sus delicados pies en mi pecho y la penetré profundo, sintiéndola estremecerse al sentirme todo en su interior. Su mirada expresaba lujuria, deseo y goce. El vaivén de la penetración hacía que sus pies se movieran y rozaran eventualmente mi rostro. No pude evitar esa tentación y los tomé y metí en mi boca. Su expresión de sorpresa me motivó a seguir haciéndola conocer más sensaciones. Empecé a recorrer sus pies con mi lengua y metiéndolos en mi boca mientras no dejaba de penetrarla. Su goce era excepcional. Ella se pellizcaba los pezones y no paraba de gemir. "¡Estoy cerca!" exclamé, mi movimiento pélvico aumentó y cuando quise sacarlo, me aprisionó con su vagina haciendo que me corra en abundancia en su interior a la vez que emitió un grito de placer y se arqueaba intensamente en la cama como muestra del intenso orgasmo que acababa de experimentar. 


Nos abrazamos con más fuerza, nuestros cuerpos fusionados hasta sucumbir en un largo sueño...

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