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Mis años perdidos - Parte 2

Por supuesto que en ese entonces yo no lo sabía, pero ahora con la ventaja de mi experiencia y de los años que pasaron… me había empezado a cagar la vida. En ese momento yo ni pensaba en eso. Solo pensaba en lo feliz y despreocupada que me hacía sentir estar en esa casa abandonada con Mariano. La paz y la calma que me hacían sentir sus porros y sus drogas.

Y por supuesto todo lo que cogíamos.

Pasaron los días y luego empezaron a pasar la semanas y yo seguía ahí. En la casa abandonada con el. Y me sentía feliz. Relajada. Llevaba la falsa felicidad de estar o fumada o drogada todos los días, y de estar viviendo con un hombre que me trataba bien y le encantaba cogerme. Si, a mi. A la gordita, a la que todo el mundo parecía abusar o ignorar. Me sentía deseada y amada por primera vez en la vida, como mujer, y no me importaba pero ni un poquito que el que lo hacía era un vago adicto que vivía en una casa abandonada.

No me importaba porque Mariano era mi vago y esa era nuestra casa. Así lo sentía yo. Todas las noches, cuando nos acostabamos en los dos colchones sucios que era nuestra cama de pareja, con mi cabeza dándome vueltas de las pastillas que me tomaba, Mariano me abrazaba, me acariciaba, me miraba a los ojos y me decía que me amaba. Y yo como una nena estúpida le creía y me entregaba completamente a él. A mi amor. Cuando una noche me dijo que quería que yo fuera su novia y que empezáramos a vivir ahí fijo, yo casi lloré de la emoción que me dió.

Por supuesto que yo no lo veía. No veía nada de como Mariano se ocupaba de darme pastillas y tenerme medio idiota todo el tiempo. No veía como un drogadicto de 32 años se aprovechaba y usaba sexualmente a una nena de 16, también todo el tiempo. Para mi, Mariano era mi novio y yo su novia, y yo lo amaba. Me encantaba como me cogía, como me hacía sentir y como me había iniciado en el sexo con el. Adoraba sentir su cuerpo flaquito dándole amor al mio. Y por supuesto me encantaba sentir cuando acababa y me daba su semen. Yo ni pensaba en las enfermedades o cosas que podía tener, ni siquiera que podía perfectamente quedar embarazada de él. Ese era el problema, yo ya no pensaba. Ya en esos primeros días y semanas estaba claro en mi corazón que lo único que quería era estar ahí con él y que nada mas pasaran los días. Que todos los días se fundieran y se hagan uno, nada mas una colección de luces de dia, sombras de noche, y un desfile de porros, pastillas y sexo.

Al poco tiempo empecé a acompañar a Mariano cuando salía a hacer sus cosas. Cuando iba a llevarle droga a alguno de sus clientes y cobrar algo de plata por eso. Salíamos a pedir y a mendigar por las calles y los negocios. A el mucha bola no le daban, pero cuando empecé a pedir yo ahí tenía un poco más de éxito, se ve que yo le daba más lástima a la gente. Salíamos a pedir lo que sea, lo que la gente nos quisiera dar. Plata, comida, ropa, cualquier cosa. Pedíamos en el subte, en los semáforos y en las plazas. A mi ya la vergüenza de pedirle a gente desconocida se me había esfumado. Nos pasabamos algunos días fuera mañana y tarde, volviendo a nuestra casa con lo que habíamos juntado, que siempre era algo. Algo de plata cada día nos daban, también comida. Pero siempre volvíamos con algo. O era plata de las ventas de droga de Mariano, o lo que nos daba la gente. Nos las arreglábamos con lo que podíamos recibir.

Mariano no le daba nada de bola al lugar donde vivíamos, pero a mi me gustaba limpiarlo y arreglarlo lo mas que podía con lo que tenía, para aunque sea hacerlo un poco mas lindo y que pudiéramos estar mejor. Conseguimos otro tacho grande para juntar agua de lluvia y así tener dos, ya que el agua era lo más preciado y siempre nos faltaba. También una vez alguien nos dió una heladerita de camping que la usábamos para guardar la poca comida que teníamos ahí.

Poco a poco, despacito, yo iba limpiando el lugar y haciéndolo más cómodo. A Mariano le encantaba el resultado, pero rara vez movía un dedo para ayudarme. A mi no me importaba, yo estaba arreglando mi casa. Una vez si ayudó, cuando le insistí tanto para que hiciera algo con el pasto que estaba en el jardín de atrás y estaba altísimo. Mi miedo era que se empezara a llenar de bichos. Mariano salió y volvió a las tres horas, con un par de tijeras de jardinería que no sé de dónde las sacó. Con eso, trabajando tranquilos los dos un par de días dejamos el jardín mucho más lindo y lo pudimos empezar a usar. Mariano tenía un tachito chiquito que usaba de parrilla y por supuesto era mucho mejor usarlo en el jardín que adentro.

Yo ya entre la cantidad de drogas que estaba usando todos los días y mi propio desinterés por saber, ya ni sabía cuánto tiempo había pasado y hacía cuanto que yo estaba ahí. Estaba segura de que fueron unos pocos meses, pero no sabría cuántos. Ya estaba empezando a hacer más frío y a llover más, así que seguro habían pasado ya meses.

Por esa época pasó algo que nos trastornó nuestra vida de pareja en casa, por llamar a la situación de esa manera, y ahí comencé por fin a notar que mi relación con Mariano no tenía el color de rosas que yo me había imaginado. Empecé a ver los comportamientos de mierda que tenía.

Todo se desató una noche que volvimos a casa, como cualquier otra noche, luego de haber estado todo el día afuera. Habíamos vuelto con un par de bolsas de comida y otras cosas que nos habían dado cuando llegamos a casa y al llegar a nuestro living vimos que había un tipo ahí. Se había metido alguien y nos estaba revolviendo nuestras cosas.

Yo me quedé helada y con algo de miedo al verlo. El tipo era otro vago, un tipo de la calle, pero me pareció viejísimo. Debía tener como setenta años o por ahí, tenía todo el pelo blanco y una barba también blanca y medio larga. Mariano fue el que se acercó más, entrando al living y diciéndole al tipo que la corte y que dejara de revolver. Yo estaba muerta de miedo en la entrada al living. Mi primer pensamiento era que se iba a empezar a pelear ahí mismo, pero no. Se pusieron a charlar, la buena onda natural que tenía Mariano medio que le puso paños fríos a la situación enseguida. Yo entré al living despacio y me puse a sacar las cosas de las bolsas mientras los dejaba hablar.

Se sentaron los dos a hablar ahí en el living. El viejo dijo que se llamaba Juan y que se había metido ahí buscando un lugar para dormir, que no sabía que había gente viviendo ya. Charlaron un rato y yo cuando terminé con lo mio me sumé a la charla, sentándome al lado de Mariano. Él finalmente le dijo al viejo que estaba todo bien, que se podía quedar y el viejo le agradeció. Pero yo le dije que ahí en nuestro living no, que nosotros dormíamos ahí y que él duerma en alguno de los otros ambientes. Juan dijo que no había problema y nos agradeció. Le compartimos un poco de nuestra comida para cenar, nos quedamos charlando, yo me tomé una pastilla como hacía siempre después de cenar y con cierto alivio lo vi despedirse e irse a otro lado de la casa. Por supuesto que note como el viejo me miraba mientras cenábamos y charlabamos.

Estoy segurísima que esa noche el viejo nos debió haber escuchado a Mariano y a mí cogiendo en nuestros colchones, porque al día siguiente cuando nos levantamos no solo no me sacaba la vista de encima sino que me daba charla todo el tiempo, pegado a mi mientras yo hacía mis cosas. No me tocó ni nada de eso, pero me charlaba todo el tiempo y casi que me desnudaba con la mirada. Mariano estaba en otra, como siempre, y ni se dio cuenta.

Al mediodía después de almorzar Mariano me dijo que se iba a ir a vender unas pastillas a un cliente y que volvía a la tarde, pero me dijo que me quedara para que hubiera alguien en casa y que Juan no se robara nada. Yo le dije que estaba bien, que no tardara mucho. Me tomé una pastilla de las tranquilas para relajarme y me puse a lavar algo de ropa en el jardín. A los dos minutos que Mariano se fue de la casa ya lo tenía al viejo al lado mío, mirándome lavar la ropa y charlando mientras se comía una manzana.

“Queres que te ayude con algo?”, me preguntó.
“No, Juan, gracias… es un poquito de ropa nada más”
Se me quedó mirando un momento y de repente se sonrió, “Parece que la pasaron lindo anoche, eh?”
“Eh?”, le pregunté, “Anoche que?”
“Vos y tu novio”, se rió, “Yo me quería dormir y no podía”
“Uh… bueno, si, puede ser… no nos dimos cuenta del ruido, siempre estamos solos acá.”, le dije.
“No digo por el ruido, linda”, se sonrió, “La verdad que me calentó mucho escucharlos”
Yo lo miré, “Bueno Juan, perdón… es nuestra casa”
“Si, ya se, todo bien…”, me dijo y me miró un momento. Caminó un par de pasos y se me puso por detrás, acariciándome los hombros. Yo me quedé medio dura en ese momento, sin saber bien qué hacer, “A tu novio lo escuché acabar lo mas bien, pero a vos no… puede ser?”
“No se, Juan… no me parece tema de conversación, no?”, le dije mientras volví a refregar la ropa enfrente mio. El no me largó los hombros, seguía acariciando y masajeandome despacito.
“Que pasa, la tiene chiquita tu novio?”, se rió por lo bajo.
Yo suspiré, “Ay no sé, Juan. Que se yo. Bien. Normal. Mira lo que me preguntás.”

El viejo me acercó la cara al oído y me habló bajito, la barba me hacía cosquillas en el cuello, “Querés ver una pija en serio?”, me preguntó y sus manos se deslizaron hasta mis tetas, sintiéndolas por sobre la blusita que yo tenía.
Yo me quise zafar un poco pero el viejo me las apretó más fuerte y me pegó contra el, “Juan.. cortala, me estas tocando…”
“Y que queres, linda… sabes como me calentas?”, se sonrió y me empezó a dar besitos en el cuello mientras me seguía estrujando las tetas, “Desde anoche que te vi te tengo unas ganas. Encima escuchar a tu novio dándote… uff…”
“Juan, basta… va a volver Mariano, cortala por favor…”, le dije bajito. Entre el manoseo del viejo y la pastilla que me había tomado hacía un rato ya me sentía con la cabeza bastante liviana.
El viejo se rió, “Qué va a volver si recién se fue… dale, no seas mala… mira las tetas hermosas que tenes. Dale, chupame la pija un poquito… sabes cuanto hace que no me atiende una nena linda como vos?”
“No, Juan…”, le protesté
El viejo me estrujó más fuerte y me apoyó su bulto en la cola, haciéndomelo sentir bien con sus frotadas, “Dale putita linda… se que te gusta chupar pijas… y esta te va a gustar, vas a ver…”

Yo no le dije nada. Ya me estaba calentando demasiado escuchar al viejo en mi oído tan cerca, más la forma que me estaba estrujando las tetas y como me apoyaba realmente me estaba haciendo agua la boca. Ni pensé en Mariano en ese momento, solo pensaba en que estaba siendo deseada por otro hombre. Al ver que yo no decía nada, Juan me llevó unos pasos a una de las reposeras desvencijadas que había en el jardín y mientras se sacaba su camisa me dijo que le mostrara mis tetas. Yo abrí mi blusita y se las mostré, dejándolas colgar al sol y ante su vista. Se sonrió y me las empezó a estrujar de nuevo.

“Mira lo que son estas gomas hermosas que tenes… te las quiero coger…”, se rió mientras me tocaba.
Lo dejé disfrutarlas un rato con sus manos ya que se sentía muy bien, pero luego de un momento me arrodillé frente a él y se bajó el cierre de su pantalón, dejándome ver la verga que tenía, que ya la llevaba bien dura. El viejo no me había mentido, su verga era gruesa y grande, mucho más que la de Mariano. Yo ya con la cabeza pasada de la pastilla y de calentura nada mas se la comencé a lamer y a chupar. No podía creer que le estaba haciendo eso a un viejo de esa edad, pero la verdad era que me encantaba tener otra pija de otro hombre que me deseaba en mi boca. Encima una asi de linda.
“Uffff… siiiii… que linda putita que sos… que hermosa…”, lo escuché decir y gemir mientras yo lo mamaba. Sentir que en mi boca y gracias a mi lengua y a mis labios se le ponía aun mas dura me calentaba todavía más.


Mis años perdidos - Parte 2


“Siii… chupamela bien, chiquita. Disfruta una verga en serio”, se rió y lo sentí tomarme del pelo, aferrándome ahí y empujando con sus caderas, haciéndome tragar un poco más de su pija, “Tu novio la tiene así de grande como la mía?”, me preguntó. Yo sin sacármela de la boca lo miré desde abajo y le sacudí la cabeza suavemente, el viejo se sonrió, “...toda para vos, putita. Chupamela bien.”

Tener una verga así en la boca me parecía increíble. No podía creer que a esa edad se le pudiera poner así. Así de gruesa, de dura, de hermosa en mi boca. Pensé lo que debía ser sentirla dentro de mi… Se la mamé asi un rato largo que los dos disfrutamos mucho, hasta que lo sentí agacharse, tomarme de los hombros y hacerme acostar en la reposera. Yo me saqué la blusita que tenía colgando y me quedé acostada ahí, con las tetas al aire. La cabeza me daba vueltas de intoxicación y de placer. Logré decirle, “Juan… no me cojas.. Por favor, así no…”
El viejo se sonrió y se sacó los pantalones, montándose encima de mi pecho, “No te preocupes bebe… las tetas te voy a coger nada más….”

Yo le sonreí suavemente y lo ayudé. Cuando puso su verga dura entre mis tetas yo me las tomé y la aprisioné suavemente por los costados, pero como mis pechos eran tan grandes y suaves terminé rodeando toda su pija, enteramente. Al viejo le encantó ver y sentir eso, ver y sentir como las gomas enormes de esa nenita tan joven le envolvían toda su pija vieja y le daban tanto placer. Me las empezó a coger con fuerza, algo que Mariano nunca me había hecho no se por que, y la sensación me resultó muy placentera a mi tambien.


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Juan no duró mucho. Entre la chupada de verga que le había dado recién y la sensación de estar envuelto por mis pechos enormes, el viejo comenzó a gemir fuerte y la sacó, masturbándose rápido. Yo cerré los ojos de placer y de anticipación, y enseguida lo escuché gemir profundo y sentí los cálidos chorros de su leche aterrizando en el mentón, en el cuello y por supuesto en mis tetas que lo estaban esperando. Que placer hermoso que sentí en ese momento, ayudada por la pastilla. Que bello se sentía ser deseada y amada asi por otro hombre, con mis tetas y mi piel mojadas con su semen.


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Juan se recuperó un poco y los dos nos limpiamos. Mientras nos vestíamos me palmeó y acarició un poco el culo, me dijo “Bebita… sos hermosa….”
Yo le sonreí, “... gracias Juan… “
“Te gustó mi pija?”, se sonrió
“Si, obvio…”, le dije.
“Bueno… quedate tranquila que el resto del dia no te jodo. Ni a vos ni a tu novio cuando vuelva”, me dijo con una sonrisa pícara, “Pero a la noche quiero que te vengas ahí donde duermo yo. Asi te la termino de dar.”
“No puedo… yo con Mariano…”, le dije pero me interrumpió.
“Bueno no sé, chiquita. Si la queres ya sabes donde voy a estar a la noche, no?”, se sonrió, “De tu novio ocupate vos si queres.”
“Juan, no se… en serio…”, le contesté. El solo se sonrió.
“Dale, putita linda… se te ve en los ojitos que te moris por sentir como te coge un hombre de verdad…”, me dijo y a mi se me subió una oleada de calentura por dentro que no se como hice para disimular, “Te voy a estar esperando, eh?”, se rió.

No voy a negar que la idea me tentaba y me calentaba mucho, pero por otra parte yo no quería problemas con Mariano si se enteraba. Me imaginaba que se iba a enojar y echarme de la casa o algo peor. Cuando volvió Mariano me quedé todo el día pegada a él, por las dudas que el viejo quisiera intentar otra cosa conmigo. A la noche cenamos los tres en nuestro living, charlamos un rato y cuando el viejo se levantó y se fue al otro ambiente donde el dormía me tiró una miradita cómplice y una sonrisita, sin decir nada.

Yo por suerte me pude contener y me acosté a dormir con Mariano, como todas las noches. No fui a verlo al viejo y el no vino a buscarme. Al otro día Juan me miraba con una calentura en los ojos increíble. No sé si pensó que yo me estaba haciendo desear o que. La verdad que dentro mío sentía muy claramente que el viejo me calentaba mucho. No podía parar de pensar y acordarme de la pija que tenía y pensar lo hermoso que debía ser sentirla toda adentro mio. Por las dudas ese día también me quedé pegada a Mariano todo el tiempo y por suerte él no tuvo que salir para nada durante el día. Lo que sí vi durante el transcurso del día era que a veces cuando yo salía al jardín por cualquier cosa, los vi a los dos que se quedaban charlando bajito entre ellos y algo de sospecha me dio, porque fueron varias veces.

Esa noche después de cenar en el living los tres, unos patys que Mariano hizo en la parrillita del jardín, nos quedamos charlando después de comer. Yo le dije a Mariano que estaba un poco cansada, que me quería ir a dormir y le pedí que me diera una pastilla, como todas las noches. En ese momento no lo entendí, pero el hijo de puta de Mariano me dio dos pastillas y me dijo que me las tomara, para ayudarme a dormir mejor. Cuando vio que yo ya me las había tragado se sonrió y dijo que iba a salir a comprar una cerveza o algo para tomar, dejándome sola con Juan. Era eso lo que habían estado cuchicheando seguramente durante el día. Yo le protesté pero me dijo que volvía enseguida, que iba al kiosco nada más.

El viejo, otro hijo de puta, esperó un rato hasta que vio que me empezaban a hacer efecto las pastillas y se me vino encima, queriendo besarme y manosearme. Al principio algo me lo saqué de encima, pero la cabeza ya me estaba dando vueltas muy rápido y ya empezaba a sentir de nuevo la paz que me daba la droga. Cuanto más cargoso y manoseador se ponía Juan, menos ganas me daban de pelearle y resistirme.

Al final Juan me dijo directamente que me saque la ropa y me acueste en el colchón. Yo directamente hice lo que me dijo mientras el viejo también se desvestía.

“Como me dejaste re caliente anoche, putita…”, se sonreía mirándome mientras yo me desnudaba. Yo me quedé completamente desnuda sobre el colchón y él se había parado enfrente mío, mirándome y masajeandose la verga grande y dura que ya llevaba. A mi ya me costaba enfocarme en él, la cabeza me daba vueltas y vueltas ya, “A ver esa conchita dulce que tenes, mostrasela a papá a ver, linda…”

Yo me abrí bien de piernas para él, dejando que me mire la concha. Ya casi no me importaba nada. Tenía la mirada perdida y la cabeza ya casi en otro lado y muerta de deseo por sentirlo. Con mis dedos me separé los labios vaginales y lo veía como él se sonreía y se masturbaba despacito, sus ojos bebiendo mi cuerpo desnudo tirado frente a él, ofrecido y regalado.


Abuse


“Ufff… como te voy a llenar de leche ese cuerpito, mi amor”, me dijo, “Que caliente me pones, putita, si… prepara el culito también, linda. Ese también te lo voy a romper todo…”, se rió y se me acostó encima. La verdad que el cuerpo desnudo y la barba del viejo me daban algo de cosa, pero la calentura que llevaba y lo empastillada que yo ya estaba pudieron más y lo dejé. Las cosas que me decía me hacían calentar demasiado. Así como yo estaba, completamente abierta de piernas para él, se me puso encima y con algo de esfuerzo me deslizó su pija gruesa y dura en mi conchita, que estaba ya mojada y deseosa de sentirlo. Los dos largamos un gemido hermoso de placer al sentirnos.

Me encantó la sensación de esa verga mas grande adentro mío, abriendome la vagina tan dulce y fuerte a la vez. Empecé a gemir con más volumen mientras Juan me aferró por los hombros y me empezó a bombear, fuerte y profundo. Me cogía mucho más fuerte que Mariano y a mí me encantaba, pese la sensación rara que me daba tenerlo tan cerca. Sus testículos le colgaban muchísimo, producto de su edad, y con cada uno de sus empujones los sentía chocarme contra mi cola y mi ano, lo que me calentaba aun mas. Parte de mi no podía creer que un tipo viejo de la edad de él todavía la pudiera tener tan dura, pero se ve que era verdad que yo lo calentaba mucho. Me cogió duro y profundo, dándome mucho placer al sentir como esa verga me llenaba hasta el fondo. El viejo mientras me cogía me chupaba las tetas, el cuello, la cara y a veces hasta me metía la lengua en la boca. Yo le respondía todo con mucho placer. Cuando se dio cuenta que yo ya estaba casi completamente ida por las pastillas y todo el placer, sentí como se le endureció más la verga adentro mio y me empezó a coger más rápido y fuerte, metiéndomela fuerte hasta los huevos y haciéndome vibrar de placer. Sus embates me hacían sacudir las tetas, haciéndolas mecerse una y otra vez sobre mi pecho.

“Aaahhh… ahhhh ssssiii, putita, como te gusta… aaahh… que mojadita que estas… como te gusta mi verga, mi amor…”, me decía entre sus gemidos y jadeos.
“Mmmhh… mmm si… ay si… “, me escuché a mi misma contestarle
“Como te voy… a llenar de leche, putita… mmmhh… sssiii… que linda concha que tenes….”
Yo me retorcía de placer debajo de él, mi cabeza ya prácticamente volando por otro lado. Sentí los principios de mi orgasmo y empecé a gemir más fuerte, “Aaaaahh… mmmmh… sssi….”

Nos cogimos así un corto rato más hasta que Juan no pudo aguantarse y, gimiendo profundo, empezó a acabar dentro mío con varias embestidas hasta el fondo de mi vagina. Me la estaba metiendo hasta el máximo que llegaba esa verga hermosa y dejándome su semen caliente bien dentro de mí con cada dulce pulsación que sentía de él en mi interior.. Yo tampoco lo pude evitar y comencé a orgasmear con él, sintiendo la sensación increible de como un hombre me llenaba tanto.

“Siiii… siii hija de mil putas, toma toda la lechita… aaaahhh… ufff… te lleno la pancita de nenes… mi amor… que buena que estas putita divina… aaaaahhhh!!!!”, me decía Juan mientras me aferraba fuerte, me dió un último empujón que me hizo ver las estrellas de placer y ahí se quedó, completamente enterrado en mi mientras se vaciaba. Hasta ese momento solo me había cogido Mariano y no tenía comparación con el viejo. Nunca antes había sentido una pija tan grande que me llenara tanto.

Yo nada mas estaba acabando dulcemente, giré la cabeza a un costado mientras gemía y abrí los ojos. Mientras el viejo me estaba dejando sus últimos chorritos de semen en mi concha, lo vi a Mariano parado, apoyado contra una pared del living, masturbandose furiosamente y mirando como el viejo me cogía. Así que ese fue el arreglo. No se que le habría dado Juan a Mariano o con que le habría pagado, pero ahí estaba “mi novio”, viendo y disfrutando como ese viejo linyera desagradable me usaba y me llenaba el vientre con su leche. Nos quedamos mirando un momento los dos, mientras yo disfrutaba también las últimas sacudidas de mi cuerpo en su orgasmo, pero no nos dijimos nada. Solo nos miramos así, mientras a mi todo me daba vuelta, mi cerebro intoxicado de droga y de placer.

El viejo se acostó al lado mio y me acariciaba el cuerpo mientras se recuperaba, diciéndome cosas al oído que yo ni me acuerdo. No lo volví a ver, pero estaba segura que Mariano se había quedado ahí en algún rincón del living mirando. Luego de un rato así, antes de que la droga me sobrepasara y me dejara prácticamente nocaut, si sentí como el viejo me movió y me puso en cuatro, apoyándome sobre el colchón en mis codos y mis rodillas, y sentí el dolor mezclado con placer de su pija lubricada abriéndome fuerte el culo y entrándome hasta el fondo ahí también. Lo último que recuerdo de esa noche es la sensación de las manos de Juan aferrándose fuerte de mis caderas y la fuerza de sus embates, cogiéndome por el culo fuerte y profundo, mientras que los gemidos de placer de los dos retumbaban en las paredes del living. Eso fue lo último, ya que finalmente me desvanecí, sobrepasada de droga. Ni se que mas me hizo Juan y ni se si Mariano se le unió después para cogerme el también.

Cuando le pregunté al otro día, Mariano se hizo el boludo y me dijo que no hubo ningún arreglo con el viejo. Que se había ido a comprar cerveza y cuando volvió nos encontró cogiendo, la escena lo calentó y se quedó mirando. Dijo que después que el viejo terminó conmigo se fue a su ambiente a dormir y él se acostó al lado mio para dormirse. Yo le creía muy poco de todo eso y siempre me quedó la sospecha que habían tenido un arreglo. Me empezó a hacer el cuento de la paz y el amor, del amor libre, que si a mi me pintaba coger con otro que estaba todo bien, claramente dando a entender que él no había tenido nada que ver. Pero nunca me pudo explicar por qué me había dado dos pastillas esa noche en vez de una como siempre.

Durante las dos semanas que siguieron a esa noche, los dos hijos de puta de Juan y Mariano se ocuparon de que yo estuviera más drogada que de costumbre, tanto durante el día como a la noche, para poder aprovecharse de mí cuando quisieran sin que yo les opusiera mucha resistencia. Mariano ya sabía que yo me había vuelto completamente adicta a las pastillas y lo único que tenía que hacer era amenazarme con que no me iba a dar más para que yo le obedeciera. Sabía el miedo y la ansiedad que ya me daba no poder empastillarme y se aprovechaba de eso para controlarme.

En esas dos semanas Mariano ya ni me decía de acompañarlo a vender sus cosas o a pedir, seguía con que quería que me quedara para que Juan no se robara nada. Así que yo me quedaba en la casa durante el día y Juan no se robaba nada. Lo que sí hacía el viejo era, alguna vez durante el día que estábamos solos, cogerme felizmente o hacerme chuparle la pija y tragarme toda su leche. Me había convertido de pronto en la puta de Juan durante el día y, no lo voy a negar, a una buena parte de mi le gustaba como Juan me cogía y las cosas que me decía. A una parte de mi le gustaba ser usada así por un tipo tan viejo.

Y por supuesto a la tardecita o noche cuando Mariano volvía, Juan se retiraba a su ambiente y nos dejaba a los dos “noviecitos” para que hiciéramos nuestras cosas, que eran más que nada fumar porro, comer algo, clavarnos alguna pasti y coger en nuestro colchón. Durante el día yo era la puta del viejo, y por la noche la novia de Mariano. Si, claro, con Mariano yo era su “novia”, aun asi lo sentía yo, pero no me daba cuenta en ese momento lo mal que me estaban usando los dos y como me estaba arruinando la vida.

Tengo que confesar, con bastante vergüenza, que a veces yo me despertaba a la noche, para ir al baño o por cualquier cosa y sigilosamente sin que Mariano se despertara, de la pura calentura que yo tenía, me iba yo sola al otro ambiente donde dormía el viejo y me deslizaba en su colchón con el. A veces él se despertaba al sentirme al lado y otras veces lo despertaba yo chupándosela amorosamente debajo de la frazada. Él se reía y me dejaba hacer lo mío, acariciándome. Nos tapabamos los dos completamente bajo su frazada, nos besabamos largos ratos y nos cogíamos muy bajito, sin hacer ruido para no despertar a Mariano. Juan estaba encantado que yo fuera tan putita con él y que lo buscara aun durante la noche.

Y tenía razón. La verga de Juan me encantaba. Pese a su avanzada edad la tenía más grande que la de Mariano y más dura. Me gustaba demasiado y no podía resistir la tentación de sentir y disfrutar de los orgasmos que esa verga grande y vieja me daba. También me calentaban mucho las cosas que el viejo me decía al oído mientras me usaba. Cuando terminabamos, satisfechos los dos, nos quedabamos besándonos y tocándonos otros largos ratos y finalmente yo me volvía sin hacer ruido al living, acostándome de nuevo con Mariano, con el semen del viejo todavía en mi culo o en mi vagina. Mariano seguía dormido y nunca se avivó de nada.

Juan estuvo con nosotros solamente dos semanas, por suerte. Una tarde yo estaba en el jardín y los escuché tener una discusión muy fuerte, con muchas puteadas de por medio. Vi que Juan agarró sus pocas cosas como una tromba y se fue de la casa. Nunca más lo vi. Cuando le pregunté a Mariano me dijo que Juan le había dicho que quería parte de la plata de Mariano que ganaba con la venta de droga y que si no le daba lo iba a matar y quedarse conmigo. Se pegaron un poco hasta que Mariano, según me dijo él, lo logró cagar a trompadas al viejo y el otro se fue masticando bronca con sus cosas.

Yo estaba tan, pero tan pelotuda en ese entonces que lo único que sentí fue más enamoramiento con Mariano por como se había peleado para defenderme. Cada día estaba más enamorada de ese hijo de puta.

Me gustaría poder decirles que esa época que Juan estuvo en casa con nosotros fue cuando finalmente toqué fondo y reaccioné, pero lamentablemente no fue así y lo peor aun estaba por llegar.

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