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Los secretos (parte1)

La noche estaba tranquila, con la ciudad sumida en el murmullo habitual de motores lejanos y luces intermitentes. Un hombre subió al taxi, agotado después de una larga jornada laboral. Apenas cerró la puerta, el conductor, un hombre de mirada astuta y sonrisa ladeada, inició una conversación casual que pronto tomaría un rumbo inesperado.
—¿Sabes? Siempre me pasan cosas curiosas en este trabajo —comentó el taxista, mirando al pasajero por el retrovisor—. Hace poco, por ejemplo, conocí a una pasajera que… bueno, digamos que dejó una impresión inolvidable.
El pasajero, intrigado y quizás buscando un escape a la rutina, lo animó a continuar.
—¿Qué pasó con ella?
El taxista sonrió, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Era una mujer fascinante, de esas que no ves todos los días. Llevaba un vestido ligero, de esos que parecen hechos para flotar con el viento, y debajo, un conjunto de ropa interior tan diminuto que parecía diseñado para resaltar cada curva. No pude evitar fijarme… claro, de reojo —dijo, con un tono que intentaba sonar casual, pero que dejaba entrever más.
El pasajero rió nervioso, sin saber muy bien cómo responder.
—Lo interesante —continuó el taxista— es que ella sabía lo que hacía. Cada vez que cruzaba las piernas, dejaba ver un poco más de ese conjunto. Me pareció que disfrutaba del efecto que causaba, como en esa película… ¿cómo era? Ah, sí, Bajos Instintos.
El pasajero lo miró fijamente por el retrovisor, notando el brillo en los ojos del conductor.
—¿Y qué pasó después? —preguntó, ahora más involucrado en la historia.
El taxista hizo una pausa, como si estuviera evaluando hasta dónde llegar.
—Bueno, digamos que esa no fue la única vez que la llevé. Ella empezó a pedirme que la buscara casi todas las mañanas. Siempre vestía algo diferente, pero cada conjunto era más atrevido que el anterior. Hubo una vez en que llevaba algo completamente transparente, tan delicado que parecía tejido con aire.
su ropa interior era mucho más osada
un corpiño color piel con la tela delicada que dejaba traslucir unos pezones pequeños pero de un color rosado que contrataba con el broceado de la piel
y la tanga era de igual color y tela . dejando confirmar que ese cuerpo no tenía ni bello corporal 
El pasajero tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago, pero no podía dejar de escuchar.
—Y luego está ese otro conjunto, el del triángulo diminuto adelante. ¿Te conté de ese? —prosiguió el taxista—. Era tan pequeño que apenas cubría algo, 
ella disfrutaba cuando yo la miraba por el espejo retrovisor 
Te cuento esa vez simulo buscar algo en el bolso y se inclinó lo suficientemente bajo que el vestido se subió y su hermosa cola quedo a la vista y confirme que la tanga era solo un fino hilo que se escondía en su glúteos.
El pasajero comenzó a mover las manos inquieto, intentando procesar todo lo que escuchaba. El conductor parecía disfrutar del efecto que sus palabras causaban.
Ah, pero eso no es todo —dijo el taxista, deteniendo el auto frente a una casa que el pasajero reconoció al instante—. Hace poco, ella se dejó olvidada una bolsa en el taxi. Cuando la abrí, descubrí que no era un descuido. Dentro había un conjunto que me había regalado… el mismo que me dejó quitarle aquella mañana que compartimos juntos. Dijo que quería que lo guardara, para que siempre recordara ese día.

El pasajero, ahora completamente tenso, apenas logró murmurar:

—¿Quién es ella?

El taxista se giró lentamente, clavando sus ojos en los del pasajero, y con una sonrisa que mezclaba triunfo y lástima, respondió:

—Es tu esposa, amigo. La mujer que cada mañana se sienta aquí conmigo, mientras tú trabajas. La que me deja descubrir cada prenda que lleva, cada rincón de su cuerpo. La que me regala momentos que no puedo olvidar.
la que se lleva mi esencia en su cuerpo cuando se va a dormir junto a ti 
la misma que gime cuando retiro esas prendas de su cuerpo,ese cuerpo que tú olvidaste,y yo recuperé de su letargo.
Amigo como creías que conocías todas su prendas íntimas 
Yo se las quitaba para después hacerla disfrutar de la vida,vida que tú olvidaste por centrarte en tus problemas insignificantes y gracias a mi volvió a vibrar.
El pasajero abrió la puerta del taxi y salió tambaleándose, incapaz de enfrentar lo que acababa de escuchar. Mientras caminaba hacia su casa, su mente repetía cada detalle, cada imagen que el taxista había pintado con palabras.
El conductor encendió el motor, observándolo desde la distancia mientras desaparecía en la oscuridad.
—Buena suerte esta noche, amigo —murmuró, con una sonrisa burlona antes de arrancar el auto y perderse en la ciudad.

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