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María la esposa insaciable

En un pequeño y pintoresco barrio cercano a la ciudad, existía un rumor que corría de boca en boca como reguero de pólvora. Se decía que la esposa de mi amigo, María, tenía la habilidad de satisfacer a todos los hombres del barrio con su deliciosa boca. El verdulero, el repartidor de agua, e incluso amigos cercanos, todos conocían la reputación de María y sus habilidades sorprendentes en el arte de dar placer.

María era una mujer hermosa, con una sonrisa encantadora y una mirada traviesa que dejaba a más de uno sin aliento. Su marido, mi amigo, era un hombre trabajador y dedicado, pero parecía ignorar por completo las actividades de su esposa. Era un secreto a voces en el barrio que María disfrutaba de atender a los hombres del vecindario mientras su esposo estaba ausente por trabajo.

El verdulero, un hombre mayor con una barba espesa y mirada astuta, solía hacer entregas en la casa de María con la esperanza de que ella le diera la bienvenida con una de sus famosas "chupadas de pija". El repartidor de agua, un joven apuesto y musculoso, también había caído bajo el hechizo de María y no podía resistirse a sus encantos.

A medida que la noticia se extendía por el barrio, los hombres hacían fila para experimentar el placer que solo María podía ofrecer. Sus chupadas eran legendarias, su boca era un santuario de goce y deleite. Los hombres suspiraban de placer y satisfacción, entregándose por completo a la magia de María.
un hombre sin hogar llegó a la casa de María pidiendo ayuda. Estaba hambriento y desesperado por un plato de comida. María, con su corazón bondadoso, lo invitó a pasar y le preparó algo para comer. Pero mientras el hombre devoraba la comida, María notó algo extraño: un bulto enorme en la entrepierna del pantalón del vagabundo.

Intrigada, María se acercó al hombre y le preguntó qué era ese bulto. El hombre, avergonzado, admitió que llevaba mucho tiempo sin tener intimidad con una mujer, y que el simple hecho de estar cerca de María le había excitado de forma incontrolable.

María, sin pensarlo dos veces, se arrodilló frente al hombre y sin decir palabra alguna, comenzó a descubrir el bulto debajo de su pantalón. El hombre, sorprendido y encantado por la generosidad de María, no podía creer lo que estaba sucediendo. Nunca en su vida había experimentado algo así.

Con habilidad y determinación, María aplicó todo su conocimiento en chupar pijas para dar placer al vagabundo. Sus movimientos eran precisos, su boca experta y su pasión evidente. El hombre no podía contener sus gemidos de placer mientras disfrutaba de la increíble experiencia que María le estaba brindando.

A medida que el encuentro continuaba, María se sentía cada vez más excitada por la reacción del vagabundo y por la satisfacción que le estaba proporcionando. Había descubierto una nueva forma de ayudar a los necesitados, utilizando sus habilidades únicas para traer alegría y placer a la vida de aquellos que lo necesitaban.

Finalmente, el vagabundo alcanzó el clímax y María lo dejó satisfecho y agradecido. Ambos se miraron a los ojos con complicidad, sabiendo que habían compartido un momento especial juntos. El hombre se marchó con una sonrisa en el rostro y un agradecimiento sincero en el corazón, mientras María se quedaba pensativa y emocionada por la experiencia vivida.

Pero la última conquista de María fue el compañero de su esposo, a quien apodaban "el Burro" por tener una verga de dimensiones extraordinarias: 24cm de largo y 8cm de grosor. María sabía que conquistar al Burro no sería fácil, pero estaba decidida a probar suerte.

Fue en una tarde calurosa de verano cuando María logró su cometido. Aprovechando que su esposo se encontraba trabajando, invitó al Burro a su casa bajo la excusa de ayudarla con unas reparaciones. Una vez a solas, María no perdió tiempo y comenzó a seducir al Burro con su mirada y sus caricias.

El Burro, incapaz de resistirse a los encantos de María, cayó rendido a sus pies y se dejó llevar por el deseo. Con manos expertas, María desabrochó los pantalones del Burro y sacó a relucir su enorme miembro, provocando gemidos de placer en el hombre.

La boca de María se deslizó lentamente por el miembro del Burro, provocando sensaciones indescriptibles en ambos. Con cada movimiento, María demostraba por qué era considerada la mejor chupadora de pijas del barrio, llevando al Burro a nuevas alturas de placer.

La tarde pasó entre gemidos y susurros, hasta que finalmente el Burro no pudo contener más su excitación y se dejó llevar por un orgasmo intenso. María, satisfecha por su conquista, se despidió del Burro con una sonrisa pícara y la promesa de más encuentros en el futuro.

el compañero de trabajo,”el burro", un hombre con una apetencia insaciable por el sexo. Después de experimentar la deliciosa boca de María, no pudo resistir la tentación de volver por más. María volvió a demostrar por qué era considerada la mejor en lo que hacía.

Después de una intensa sesión de sexo oral, el hombre le pidió a María que se subiera la pollera. No pasó mucho tiempo antes de que estuvieran en pleno acto, con él metiéndole su enorme pija de 24 cm en el culo de María. Los gritos de dolor y placer se mezclaban en el aire mientras él seguía embistiéndola con fuerza.

Durante media hora, el hombre estuvo disfrutando de la estrechez y calidez del cuerpo de María, quien se entregaba completamente a él. A pesar del dolor inicial, María pronto se dejó llevar por el placer y la lujuria del momento, disfrutando cada embestida como si fuera la última.
Pero cuando ya no pudo más, María le pidió a "el burro" que la dejara chuparle un poco más para recibir toda la leche que guardaba en sus testículos en su boca. Él, complacido por la petición, accedió y María se entregó a la tarea con devoción, saboreando cada gota de placer que él le ofrecía.

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