Primera parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/5745349/Mi-psicologo-parte-1.html
Cuando salí de la sesión aún estaba muy caliente y con la pijita muy dura. Él tenía su consultorio en un piso 4. Cuando subí al ascensor pensé en apretar la terraza e ir a hacerme una paja ahí, pero quizás el portero sospeche al verme salir más tarde, casi siempre me cruzaba con el próximo paciente esperando abajo, así que desistí de la idea y esperé en llegar a mi casa para masturbarme pensando el la pija dura de ese señor canoso, entrado en años, con cara de bueno y flequillo peinado hacia un costado.
Llegó la próxima sesión y me hizo pasar como siempre, me dio la mano, y me invitó a acostarme en el diván. Estuve un buen rato callado, no sabía bien qué decir. Empecé a divagar sobre lo que había hecho en la semana, el permanecía serio, sin decir nada, hasta que un momento mencioné que había hablado con Analía, la chica que me gustaba, y que la iba a ver en un cumpleaños ese fin de semana.
– En un cumpleaños?
– Sí, un amigo cumple años y como es del grupo de amigos…
– ¿Y por qué mejor no la invitas a salir?
– Usted ya sabe…
– ¿Qué sé?
– De mi problema…
– ¿Cuál problema?
– Y… que tengo…
– Vení, parate– me dijo. – Mostrame el problema.
– ¿Cómo?
– Qué vengas y me muestres…
Me levanté despacio del diván, sin estar seguro de si había entendido bien, pensando que me iba a mandar a acostar de nuevo riéndose, diciendo que era un chiste pero nada de eso sucedió y terminé parado delante de rubén con mis shorts y sin saber bien qué hacer.
– Bajate los pantalones ahora.
Me los bajé.
– Y el calzoncillo.
– Es que me da mucha vergüenza.
Se quedó en silencio y anotó algo en su libreta y volvió a mirarme.
Entonces se paró, se desabrochó el cinturón, abrió el botón del pantalón beige, bajó el cierre, dejó que su pantalón caiga hasta los tobillos, se bajó un poco el boxer y dejó su pene al aire. Su bello púbico también era blanco, y me sorprendió mucho el tamaño de sus testículos. Su pene no era chico, pero tampoco enorme. Si un poco más grueso de lo normal y aún flácido se notaba que su glande era más ancho que el tronco. Todo en él era pulcro, y el olor que llegó a mis fosas nasales fue como a jabón, o talco, aunque también algo íntimo.
– Ves, no pasa nada– me dijo.
Yo sentí un cosquilleo en la punta del pene, un calor importante en el cuerpo, e imite su movimiento y me bajé el calzoncillo y apareció mi maní.
Él siguió serio, tomó su pene con una mano, el mio con la otra y los acercó. Era como ver a una boa junto a una lombriz, o un gusano.
– Bueno, es un poco más chico de lo normal –dijo. – Pero al menos con la erección no tenés problema.
En efecto, mi pitito se había puesto duro.
– Bueno, habría que compararla ahora paradas – me dijo–. Me vas a tener que dar una mano.
Tomé su pene con torpeza y lo empecé a tocar, a correr el prepucio hacía atrás y adelante.
– Mejor sentate en el diván –me dijo y luego me acercó el pene a la boca.
(continuará...)
Comenten y denle puntos!
Cuando salí de la sesión aún estaba muy caliente y con la pijita muy dura. Él tenía su consultorio en un piso 4. Cuando subí al ascensor pensé en apretar la terraza e ir a hacerme una paja ahí, pero quizás el portero sospeche al verme salir más tarde, casi siempre me cruzaba con el próximo paciente esperando abajo, así que desistí de la idea y esperé en llegar a mi casa para masturbarme pensando el la pija dura de ese señor canoso, entrado en años, con cara de bueno y flequillo peinado hacia un costado.
Llegó la próxima sesión y me hizo pasar como siempre, me dio la mano, y me invitó a acostarme en el diván. Estuve un buen rato callado, no sabía bien qué decir. Empecé a divagar sobre lo que había hecho en la semana, el permanecía serio, sin decir nada, hasta que un momento mencioné que había hablado con Analía, la chica que me gustaba, y que la iba a ver en un cumpleaños ese fin de semana.
– En un cumpleaños?
– Sí, un amigo cumple años y como es del grupo de amigos…
– ¿Y por qué mejor no la invitas a salir?
– Usted ya sabe…
– ¿Qué sé?
– De mi problema…
– ¿Cuál problema?
– Y… que tengo…
– Vení, parate– me dijo. – Mostrame el problema.
– ¿Cómo?
– Qué vengas y me muestres…
Me levanté despacio del diván, sin estar seguro de si había entendido bien, pensando que me iba a mandar a acostar de nuevo riéndose, diciendo que era un chiste pero nada de eso sucedió y terminé parado delante de rubén con mis shorts y sin saber bien qué hacer.
– Bajate los pantalones ahora.
Me los bajé.
– Y el calzoncillo.
– Es que me da mucha vergüenza.
Se quedó en silencio y anotó algo en su libreta y volvió a mirarme.
Entonces se paró, se desabrochó el cinturón, abrió el botón del pantalón beige, bajó el cierre, dejó que su pantalón caiga hasta los tobillos, se bajó un poco el boxer y dejó su pene al aire. Su bello púbico también era blanco, y me sorprendió mucho el tamaño de sus testículos. Su pene no era chico, pero tampoco enorme. Si un poco más grueso de lo normal y aún flácido se notaba que su glande era más ancho que el tronco. Todo en él era pulcro, y el olor que llegó a mis fosas nasales fue como a jabón, o talco, aunque también algo íntimo.
– Ves, no pasa nada– me dijo.
Yo sentí un cosquilleo en la punta del pene, un calor importante en el cuerpo, e imite su movimiento y me bajé el calzoncillo y apareció mi maní.
Él siguió serio, tomó su pene con una mano, el mio con la otra y los acercó. Era como ver a una boa junto a una lombriz, o un gusano.
– Bueno, es un poco más chico de lo normal –dijo. – Pero al menos con la erección no tenés problema.
En efecto, mi pitito se había puesto duro.
– Bueno, habría que compararla ahora paradas – me dijo–. Me vas a tener que dar una mano.
Tomé su pene con torpeza y lo empecé a tocar, a correr el prepucio hacía atrás y adelante.
– Mejor sentate en el diván –me dijo y luego me acercó el pene a la boca.
(continuará...)
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