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Un caliente paseo en el parque

Juana siempre había sido una mujer fiel y dedicada a su esposo, pero últimamente su matrimonio se había vuelto aburrido y monótono. Necesitaba experimentar algo diferente, algo excitante que despertara sus sentidos y la hiciera sentir viva de nuevo.

Un día, mientras paseaba por una plaza, observó a un anciano sentado en una banca. Lo que más llamó su atención fue la prominente protuberancia que se notaba debajo de su pantalón. Juana sintió una mezcla de curiosidad y deseo al ver el bulto y decidió acercarse al anciano.

Hola, ¿cómo estás? dijo Juana con una sonrisa coqueta.

El anciano la miró sorprendido, pero respondió amablemente. Juana se sentó a su lado y comenzaron a conversar. Descubrió que se llamaba Miguel y que tenía ochenta años. A pesar de su avanzada edad, mantenía un semblante atractivo y una mirada llena de experiencia.

Poco a poco, Juana fue seduciendo a Miguel con su charla picante y sus insinuaciones atrevidas, ella estiraba sus largas piernas dejando expuestos sus muslos.
El anciano se sintió halagado y excitado por la atención de una mujer tan joven y atractiva como Juana. 
Ella notó que estaba surgiendo efecto en él y se propuso dar un paso más.En un momento buscó algo en el bolso que llevaba inclinándose lo suficientemente como para dejar expuesta su hermosa cola solo cubierta por una pequeña tanga azul con los bordes de encaje,esta prenda solo cubría lo necesario, y observó que el bulto bajo el pantalón del anciano tomó vida e imaginó que eso era mucho más grande y grueso de lo que todos los días veía en su aburrido matrimonio.
Sin pensarlo dos veces, ella se acercó a él y acarició su entrepierna, sintiendo la dureza de su miembro bajo la tela.
El contacto de juana en su verga lo motivó aún más y esa verga parcialmente dormida empezó a endurecerse en forma lenta pero sin pausa gracias a las caricias de juana y la vista que ella de vez en cuando daba de su culo y sus pechos sin corpiño.
Miguel se estremeció de placer y anticipación. Juana tomó la iniciativa y bajó la cremallera de su pantalón, liberando la enorme verga gruesa que se ocultaba allí. Sin dudarlo, se inclinó y comenzó a acariciarla con sus manos suaves y su lengua juguetona. Sentía el sabor salado de la piel de Miguel y el aroma a masculinidad que emanaba de él.
luego en forma repentina y con una mirada dulce liberó sus pechos no excesivamente grandes pero si lo suficiente para contener esa verga en el medio de ellos.
El anciano gemía de placer mientras Juana le practicaba la mejor mamada que había recibido en años. Ella se entregó por completo al momento, utilizando todos sus talentos para estimularlo con cada lamida, succión y movimiento de labios. Miguel se aferraba a la banca, arqueando la espalda y dejando escapar gemidos roncos de placer.
Juana trataba de prolongar ese momento de placer y lujuria tanto para ella como para el anciano.
dejó de chupar esa hermosa verga y se liberó de su pequeña tanga obsequiándosela a él y después pidiendo un permiso que estaba ya otorgado cruzando una pierna sobre el anciano guiñando un ojo le obsequió el calor de su cueva mojada por el deseo de sentir esa enorme verga adentro,solo necesito un par de sentones y el anciano le pidió por favor que se ponga de rodillas.
Finalmente, el anciano alcanzó el éxtasis y se derramó en la boca de Juana, quien lo recibió con devoción y pasión. Ambos se miraron con complicidad y satisfacción, sabiendo que habían experimentado algo único y excitante juntos.

Después de ese encuentro, Juana se sintió liberada y renovada. Había descubierto una nueva faceta de su sexualidad y había sacudido las bases de su aburrido matrimonio. Aunque sabía que aquella aventura con el anciano no tendría un futuro, le había enseñado que siempre había formas de escapar de la rutina y encontrar

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