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María la esposa fiel y el verdulero del barrio

María era una mujer casada que vivía en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad. Todos los días, después de terminar sus quehaceres domésticos pasaba por el mercado para comprar frutas y verduras frescas.

El verdulero era un hombre mayor, de unos cincuenta años, con una sonrisa amable y unos ojos brillantes. María siempre se había sentido atraída por él, pero nunca había tenido el valor de expresarle sus sentimientos. Un día, mientras estaba buscando tomates, el verdulero se acercó a ella con el enorme bulto que se marcaba en su pantalón María no podía creer lo que veía, pero sintió una extraña excitación recorrer su cuerpo.

El verdulero le sonrió y con voz suave le dijo: "¿Te gustaría probar algo especial hoy, María? ". Sin pensarlo dos veces, María asintió con la cabeza y siguió al verdulero a la parte trasera del mercado. Allí, en un rincón oscuro y apartado, el verdulero se bajó los pantalones y reveló su enorme pija.

María sintió una mezcla de nerviosismo y deseo mientras contemplaba el miembro erecto del verdulero. Sin decir una palabra, se arrodilló frente a él y comenzó a chupar su pija con ansias, sintiendo como el sabor y la textura de su enorme pija que deslizaba por su garganta.
el grosor y la cantidad de venas que esa pija tenía le provocaba una satisfacción tremenda,su tanga estaba empapada de su flujo y solamente pensaba en esa enorme pija entrando y saliendo de su boca.
El verdulero gemía de placer mientras María continuaba su labor con destreza, moviendo su lengua y sus labios con maestría. 
Él verdulero tomó la cabeza de maría y le marcaba el ritmo de la mamada a medida que sentía que la leche subía por su enorme pija maría se percató de eso y aceleró la mamada 
Finalmente, el verdulero alcanzó el clímax y se corrió en la boca de María, llenándola con su semen caliente y espeso.

María se levantó lentamente, saboreando el regusto agridulce en su boca, y miró al verdulero a los ojos. Ambos se quedaron en silencio por un momento, sabiendo que lo que acababan de compartir era algo íntimo y especial.

Después de limpiarse la boca con un pañuelo, María se despidió del verdulero y salió del mercado con una sensación de emancipación y liberación. Había descubierto un nuevo lado de sí misma y había experimentado una excitante aventura que nunca olvidaría.
A partir de ese día, María seguía yendo al mercado todas las semanas, buscando el momento adecuado para volver a encontrarse con el verdulero y repetir la experiencia. Había aprendido que a veces lo inesperado puede llevarnos a descubrir placeres ocultos y emociones intensas que nunca hubiéramos imaginado. Y así, María continuó su vida con una sensación de libertad y satisfacción que no había conocido antes.

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