Los meses que siguieron realmente no fueron buenos. No en lo profesional, yo trabajaba como siempre y me iba bien. Ya hacía tiempo que no agregaba clientes nuevos, pero mis clientes de siempre ya eran bastantes y con ellos siempre tenía trabajo. Si noté que el caudal de clientes nuevos había mermado considerablemente. Yo no había cambiado nada de mi forma de trabajar y por suerte no había cambiado nada de mi aspecto, seguía viéndome como una nena, pero como charlando con las otras chicas algunas me comentaron mas o menos lo mismo se lo atribuí todo a la situación económica del país.
No es por hacerme la superada ni por gastar a nadie. Ya sabía y sé que había muchísima gente que la estaba pasando muy mal y me daban mucha pena. Los veía siempre por las calles. Pero también tengo que decir la verdad, que el mal momento económico del país era algo que yo de vez en cuando veía en las noticias y nada más. A mi no me afectaba en lo más mínimo más que aumentarme todos los meses un poco más mis gastos. Pero yo también aumentaba un poquito el costo de mis servicios. Claro que sabía que yo tenía clientes a los que les costaba pagar y esos fueron los que dejaron de llamarme, pero también tenía la otra mitad de clientes, a los que la crisis no les movía la aguja y ni se mosqueaban por mis aumentos. Al igual que a mí, a ellos la economía no les afectaba.
Ya hacía un poquito más de dos años y medio que había empezado a trabajar y me estaba yendo extremadamente bien. Pero por ese entonces me empezaron a ocurrir algunas cosas bastante feas.
La primera fue que Mora finalmente colgó los botines, por decirlo así. Tuvimos un café de despedida todas con ella y me puso triste verla irse, sonriendonos pero medio derrotada. Ya casi ni tenía clientes así que decidió largar la profesión y dedicarse a hacer changas. Cuidar a chicos o ancianos, limpiar casas de algún conocido, ese tipo de cosas. Sentí que veía a una estrella apagarse, una estrella que yo nunca había visto brillar, pero sabía de alguna manera que lo había sido. Desde antes que yo naciera, inclusive, al igual que las estrellas en el cielo. Quedó en contacto con nosotras en nuestro chat, pero nunca más volvió al bar. A China se le fue su amiga, con la que compartía más por sus edades, pero se lo tomó con humor. China decía que ella nunca iba a largar. Que la iban a enterrar con una pija en la boca.
Todas le festejamos el chiste. Ninguna se lo creyó.
Esa noche me di cuenta de algo, que viéndolo ahora después que pasó tanto tiempo sé que debería haberme dado cuenta antes, pero en mi mente de pendejita que le estaba yendo bien en ese momento no entendí lo que realmente significaba. La gran mayoría de las chicas y mujeres que trabajaban, si les preguntaban en serio y contestaban en serio, dirían que ellas preferirían estar haciendo otra cosa. Lo que sea. Algunas detestaban la profesión, otras lo llevaban mucho mejor, pero la mayoría preferiría no hacerlo.
Pero yo no. Yo era de las pocas a las que les encantaba. Me pagaban cualquier ridiculez de plata por mis servicios y, en mi mente de pendeja, yo creía en un lugar muy íntimo que las otras sentían eso porque no les daba. No les daba para ser como yo, verse como yo y animarse a hacer lo que hacía yo. Y no les daba para ganar como lo hacía yo. Y que si pudiesen ganar lo que ganaba yo, ahí ya cambiarían la canción y dirían cuánto les gustaba la profesión. Eso yo entendí que no era así, pero mucho tiempo después.
Por esa época también empecé a tener problemas serios con el portero de mi edificio. Yo por mis horarios de trabajo no me cruzaba mucho con él, pero aun así hacía lo posible para evitarlo. Ya se había dado cuenta hacía rato que yo trabajaba y me empezó a mirar y a fichar distinto cuando me veía. Los hombres son, en su gran mayoría, simples y directos en sus motivaciones. Yo ya sabía lo que quería y era cuestión de tiempo.
Cuando yo me mudé a ese departamento, el tiempo antes que el tipo se diera cuenta que yo trabajaba era de lo más normal. Nos veìamos solo cuando nos cruzabamos. Y de pronto cuando se dió cuenta de lo que yo hacía y estaba seguro, oh casualidad, se me quería quedar charlando y charlando. Al principio lo intentó bien, de buena manera, discretamente, como lo haría quizás cualquier hombre que quería levantarse una pendeja, no lo culpo. Pero en cuanto pasó el tiempo y vió que yo no le daba nada de cabida se empezó a poner peor. Más insistente y más firme.
Antes que se diera cuenta de lo mio, nada. Después que se dio cuenta llegó al punto de tocarme el timbre al menos una vez por semana para preguntarme cualquier pelotudez. Cosas del consorcio, o que iba a cortar el agua un rato, que si yo tenía presión de agua o goteras… cualquier forrada. A ver si lo dejaba entrar a mi departamento. Yo siempre me lo sacaba de encima, bien y diplomáticamente, como cualquier vecina. Pero un día no pude zafar y me dijo que necesitaba entrar y ver mi baño, que el vecino de abajo decía que le caía agua a su departamento.
Con bastante calma y manteniendo mi fachada diplomática lo dejé entrar y hacer lo suyo. Siempre de buen trato. Tampoco yo quería un problema y que el tipo le dijera al dueño de mi departamento que yo no lo quería dejar entrar y que se me pudra por el lado del dueño también. El tipo fue al baño e hizo la pantomima de ponerse a revisar por todos lados a ver si había agua cayendo, mientras yo lo miraba tranquila ahí cerca y me charlaba un poquito. Por supuesto que no había nada de agua. Estuvo un ratito y se levantó del piso con algo de esfuerzo.
“Bueh… parece que de acá no es.”, me dijo, “O por ahí es un caño de adentro de la estructura, hay que ver.”
“Pero le cae mucho abajo?”, le pregunté.
“No, mucho no, pero algo le cae. Hay que verlo antes que se le ponga peor, viste.”
“Bueno cualquier cosa me avisa, Eduardo, gracias”, le contesté y lo empecé a acompañar a la puerta para que se fuera. Yo no me había vestido para nada sugerente. Estaba en mi casa, un dia de semana a la tarde, con una remera y pantalón de jogging holgado, pero igual sentía los ojos del tipo fichándome de atrás, “Por favor dígame si llega a pasar que hay que hacer un arreglo acá, si?”
“Si… por ahí si hay que romper, pero eso lo veo con el dueño, no te preocupes. No creo”
Cuando llegamos a la puerta la quise ir a abrir pero el tipo se puso de forma que yo no podía, enseguida me dijo, “Ah, para Luciana, otra cosa también…”
“Que cosa?”
Me puso una sonrisita sobradora y se animó, por fin estando en mi departamento y a solas, “Escuchame, te quería comentar, vos sabes que yo sé, no? Lo que haces, digo.”
“Lo que hago?”
“A qué te dedicas.”, me miró.
En otro momento, o quizás cuando yo recién arrancaba a trabajar y estaba bien verde, me hubiese quedado dura y sin saber que contestarle. Pero yo ya estaba curtida y encima curtida especialmente de tipos así. Yo ya sabía las opciones, las sabía de antes. No tenía que pensarlas en ese momento, solo tenía que elegir cómo proceder. Podía hacerme la boluda y decir que no sabía de qué me hablaba. Y así perder vaya una a saber cuanto tiempo yendo y viniendo con este tipo. O también podía dejar de aparentar todo y ver exactamente qué era lo que quería y hasta donde quería llegar. Elegí esa última. Me hinchaba mucho las bolas tener al tipo en casa y quería acortar la cosa y que se fuera.
“Ah, si?”, le pregunté cruzándome de brazos, “Y a qué me dedico?”
“Y atendes tipos… vos me entendes, no?”, se rio.
“Okey, y entonces? Si yo hago eso no se que tiene que ver…”
“Dale…”, me dijo
“No, pará, no se que tiene que ver con vos o con el departamento”, le dije dejando de tratarlo de ‘usted’, “Yo no atiendo a gente acá, Eduardo, no tiene nada que ver.”
Me mirò un momento y se sonrió, “No, pero viste los horarios que tenes… vas y venis… te vestis como te vestis…”
“De nuevo, que tiene que ver? Hubo alguna queja de ruido?”, le pregunté
“No, pero por ahí puede haber algún vecino que se de cuenta… o que se queje.. O que le caiga mal que una chica labure en el edificio”, me dijo.
“Yo no laburo en el edificio, Eduardo”
Se sonrió, “Y yo que sé si no laburas aca? A mi si me pregunta algún dueño por ahí le digo que algo raro puede haber…”
Yo lo miré con cara de nada, bastante irritada ya, “Me estas jodiendo?”, el nada mas se rió un poco, “Que queres Eduardo?”
“Y si atendés a otros, me podes atender a mi, no?”, me pregunto con una sonrisita.
Yo suspiré exasperada, “No, Eduardo, no te voy a atender. No tiene nada que ver, yo vivo acá. Es medio desubicado eso que me dijiste…”, atiné a querer abrir la puerta de nuevo pero el tipo no se moviò de donde estaba, bloqueándola.
“Nenita, no me jodas”, me dijo un poco serio ya, “Si no queres tener problemas con los vecinos o con el dueño, dame bola lo que te digo…”
“No vamos a hacer nada, Eduardo”, le dije muy seriamente. Me dio por las bolas que me quisiera extorsionar con eso en vez de pedírmelo de otra manera mejor, “No me voy a acostar con vos, olvidate.”
“No, por ahí acostarnos no… pero una atención podrías tener no?”, se sonrió, “Pensalo. Hasta por ahí te gusta…”, me dijo y se me acercó, acariciándome el brazo. Yo lo dejé hacer para que no se pusiera peor, pero mi cara lo decía todo.
Yo lo miré seria y al final suspiré fuerte, ya cansada de escucharlo y tenerlo ahí.
“Que querés? Te hago una pajita y te vas?”
El se rió y me seguía tocando el brazo, “Nooo, mi amor… que pajita? Esas me las hago yo.”
“Bueh… Eduardo, no te la voy a chupar acá en mi casa”, le dije seriamente.
“Hay algunos rinconcitos en el edificio, no te preocupes…”, se sonrió, “Estate atenta que cuando termino de laburar te aviso, linda….”. Se acercó y me quiso besar en la boca, pero yo le corrí la cara y me beso en la mejilla, “Uh… que mala onda… vos atendés asi?”, se rió y se fue.
A las pocas horas me mandó mensajes y me dijo que subiera hasta el último piso. Yo fui con bronca y me lo encontré en un recoveco de la escalera. Sin decirnos mucho el viejo se puso contra la pared, yo me arrodillé frente a él. El sacó la pija por la bragueta de su pantalón y yo sin mas la empecé a mamar. No me dio asco el tener que hacerlo, pero no lo disfruté. Estaba más enojada que asqueada y quería que esto pasara rápido. No sabía si darle la peor mamada que di en mi vida profesional para que viera que yo no valía la pena y que no me buscara mas, o darle una de las buenas para que acabe rápido y esto se termine. Se la chupé fuerte y duro, para tratar de hacerlo acabar pronto. Lo único que se escuchaba era el ruido de los ascensores del edificio subiendo y bajando y los gemidos suaves del viejo, con su mano en mi cabecita rubia y disfrutando de mi boca. Diciéndome que putita linda que era. Diciéndome de lo bien que la íbamos a pasar ahora que nos conocimos. Yo no le decía nada. Ni le gemía.
Cuando lo sentí estar cerca de su orgasmo me la saque de la boca y lo empecé a pajear fuerte. Hasta me salí del medio un poco para que acabe en el aire y no en mi cara, lo que el viejo hizo con unos largos gemidos y pulsaciones de su verga en mi mano, su semen saliéndose y enchastrando el piso del pasillo de escaleras. Terminamos y me fui sin decirle mucho más, mientras él se reía, se componía y arreglaba la ropa.
Se le hizo costumbre mensajearme de vez en cuando para que se la chupe en las escaleras, arriba de todo donde no subía nadie, a cambio de su silencio, y me seguìa jodiendo y tocandome el timbre seguido para ver si lo dejaba pasar y que se la chupe ahí, o para intentar cogerme en mi departamento de una vez, pero nunca lo deje. Siempre le daba el mínimo de atención posible. Al menos el viejo desagradable estaba cumpliendo su palabra y no tuve ningún comentario o problema con algún vecino o con el dueño del departamento.
Era una situación de mierda, pero que la tenía que pilotear lo mejor posible para no tener problemas con nadie. Tenía que ser práctica, no idealista.
Mientras ésta situación con el portero había comenzado yo seguía trabajando normalmente los fines de semana. Fue en uno de esos días de trabajo que también me pasó algo feísimo, que nunca me había esperado.
Me acuerdo que era un sábado lluvioso, con esa llovizna finita todo el tiempo que no hacía más que molestar y hacer difícil todo. Yo no tenía clientes esa noche así que me fui al bar con las chicas. Las únicas que estábamos éramos Afrodita, Ruby, Scarlett y yo. China no sabíamos por qué no había ido y Laura estaba trabajando. La noche transcurrió normal, como todas, nosotras tomando café u otra cosa, picando algo y pasando el rato, charlando de cualquier cosa como amigas. No había mucha gente en el bar y estábamos en nuestra mesa de siempre, que era un booth muy lindo y con sillones bastante amplios y cómodos.
Me acuerdo que era ya como la 1 de la mañana y a ninguna nos estaba saliendo nada. Como estaba la noche la gente no salía y para las chicas que trabajaban en la calle eso era siempre terrible. Para nosotras no tanto, pero igual estábamos todas sin actividad. Recuerdo que le hice una seña a Palito desde la mesa cuando me vio para que me traiga un cafecito y seguí charlando. Cuando Palito vino y me lo dejó amablemente como siempre, yo me lo llevé a la boca para sorber despacito y casualmente se me fue la vista hacia la puerta del local, que estaba bastante lejos de donde estábamos nosotras.
Vi que entraron dos tipos por la puerta, tranquilos como si nada. Sentí que se me paró el corazón y casi escupo todo el cafe. Uno de los tipos era mi papá. De todos los malditos bares de Buenos Aires y de todos los días que estaban abiertos, él tuvo que elegir el nuestro. Ese día y esa hora.
Casi tiro todo en la mesa haciendo un enchastre de la desesperación de querer largar el pocillo, y me zambullí para abajo para tratar de esconderme, apoyando la cabeza en la falda a Ruby que la tenía al lado y sintiendo como me crecía la desesperación por dentro de no saber qué hacer. Las chicas se sorprendieron y me preguntaban qué me pasaba. Escuché la voz de Ruby de arriba mio, suave, y sus manos sujetándome suave en los hombros y la cabeza.
“Uy.. mi amor que paso? Te sentis mal?”, me dijo. Yo me largue a llorar ahí mismo, mientras me temblaban las manos y el cuerpo, tratando de esconderme lo mejor posible.
“Ay, que pasó nena? Que pasa?”, escuche a Afrodita preguntarme.
Yo solo atiné a decir entre sollozos y mi desesperación, desde abajo de la mesa, “... es mi viejo… entró mi viejo…”
Sentí las manos suaves de Ruby aferrarme con cariño, tratando de contenerme, “Uh… bueno.. Bueno mi amor, tranqui… tranqui….”
“Quien es?”, escuché a Scarlett mientras la vi por abajo como medio se daba vuelta en su asiento y miraba, “Cuál es, el canoso?”
“S-si… si… está con otro… recién entraron”, no se como hice para contestar.
Las chicas entendieron enseguida y me cuidaron. Ruby me tenía en su falda y me acariciaba, fuera de la vista. Escuché a Scarlett decir arriba de la mesa, “Tranquila… yo voy y lo distraigo… cuando esté, Ruby vos llevatela afuera si?”
Desde que me había ido de casa, hacía dos años y medio, que no había vuelto a ver a mi viejo. Hablamos algunas veces por whatsapp, me preguntaba cómo andaba y yo le decía. No más que eso. A mamá sí la había visto. Varias veces en estos años había ido a verla, alguna tarde cuando sabía que mi viejo no iba a estar. Para verla y que sepa que su hija existía y estaba bien, que le estaba yendo bien. Me preguntaba que hacía y yo le decía que era secretaria en una empresa. Sabía que las cosas en casa seguían igual, por lo que me contaba mi mamá. Yo nada mas la veía cada tres meses o algo así, cuando iba a tomarme un café con ella. Pero a mi viejo… Esa era la primera vez en más de dos años. Si me llegaba a ver y reconocer…
Vi por debajo de la mesa como Scarlett se levantó y rumbeó para la mesa donde se habían sentado mi viejo y el otro tipo. No me dijo pero no hacia falta, yo sabía que no se lo iba a querer levantar, nada más distraerlo. No le iba a costar mucho, sabía que a mi viejo se le iban a ir los ojos con Scarlett. O con cualquiera de las otras dos, en realidad, estábamos todas con ropa de trabajo.
“Ahí se sentó… están charlando…”, la escuche a Ruby mientras no paraba de acariciarme y tratar de calmarme, “Esperamos un ratito y salimos, si? Yo te digo… tranqui mi amor.”
Afrodita llamó discretamente a Palito para que viniera a la mesa y le preguntó si había algún lugar que yo pudiera usar para salir, que no se viera, que no me estaba sintiendo bien. Palito le dijo por lo bajo que si, que podía usar la puerta que usaban los empleados, que nada más le avisara y él nos guiaba.
A los dos minutos sentí que Ruby me aferró, no se si Scarlett le habría hecho una seña o que, “Dale… dale Blondita agarra tus cosas mi amor… vos camina tranquila y ni mires… dale”.
Sentí que me levantó de su falda, yo agarre mi cartera y sin despedirme de Afrodita me puse a caminar para donde Palito nos estaba esperando, para hacernos pasar a las entrañas del bar.
Pero no pude no mirar. Sencillamente no pude. Gire la cabeza y los vi, allá al frente del bar, mi viejo y el otro tipo sentados uno al lado del otro en una mesa, de espaldas a mí, y Scarlett sentada enfrente de mi viejo, dándole charla y sonrisas fatales para que su atención se quedara en ella. No le iba a costar. Fueron solo tres o cuatro segundos, pero lo vi mientras caminaba, entre mis lágrimas.
Ruby caminaba detrás mío, con una mano suave en mi hombro y Palito guiándonos por los recovecos, hasta que llegamos a una puerta a la calle y nos abrió. Le agradecimos y salimos a la llovizna, refugiándonos en la entrada de un edificio al lado del bar mientras yo me pedía un Uber. Por suerte pese a la lluvia no tardó mucho y me despedí de Ruby, abrazándola fuerte y agradeciendole tanto. Y le dije que le agradezca a las otras dos, que la próxima vez las invitaba a todas yo.
Cuando llegue a mi casa me sequé el pelo y me puse ropa seca. Me tiré en mi cama y de nuevo me largué a llorar. No por lo que había pasado, sino por todo lo que se me vino a la cabeza. Porque se me vino todo. Absolutamente todo.
La sonrisa enorme de mi viejo, mirándome entre la gente en un acto escolar. Las noches que yo le apoyaba la cabeza en sus piernas mientras él miraba Futbol de Primera y a mi no me importaba porque yo quería estar con él, y sentir como mi papá me acariciaba el pelo, el distraído con la tele. El abrazo enorme, enorme, que no me largaba más cuando yo había terminado la primaria. Los chistes y comentarios pelotudos que hacía en la mesa, cuando cenábamos como familia, antes del alcohol y antes de su pelea con mamá, que eran tan estúpidos que nos hacía matar de risa a las dos.
Éramos los mismos. Éramos ya tan distintos. A él fue el alcohol y la frustración lo que lo llevó a convertirse en esa pálida y patética imitación del tipo que siempre fue. Un monstruo que usaba la piel de mi viejo. Y a mi fue la codicia y la calentura de ser puta lo que me estaba matando mi llama por dentro. Una putita que quería bañarse en oro, que ya sentía cada vez menos las cosas. Que confundía todo el tiempo practicidad con amoralidad. También un reflejo distorsionado de lo que supe ser y lo que podría haber sido. Mi inocencia ya muerta, caratulada como muerte dudosa hacía tiempo ya.
Esa noche cuando dormí, soñé, lo que es raro ya que yo no soy de soñar, o al menos nunca me acuerdo de los sueños. Pero ese sueño si me lo voy a acordar, y me va a perseguir para siempre. Ni pienso contarlo.
Para despejarme la cabeza me enfoqué más en el trabajo. Y para darme un pequeño break, decidí por fin ir a trabajar un tiempo a Mar del Plata. Recién estaba arrancando la temporada y justo se venía un finde largo así que decidí aprovechar. Más que nada para cambiar de entorno. Si pegaba algún cliente allí, mejor todavía. Le avise a Laura que me iba a ir para allá, ya que siempre me decía que le avisara si me iba a algún lado, para que supiera donde estaba por si pasaba algo.
Me hospedé en un hotel de tres estrellas, modesto pero lindo. Podía haberme ido a cualquiera, hasta a el más exclusivo si quería, pero no lo hice. Primero porque yo iba dentro de todo también a trabajar, no a gastar plata. Y segundo que no quería pisarle el territorio a ninguna otra chica sin saberlo y causar un problema sin quererlo, encima en un entorno que no era el mío y no conocía.
El hotel estaba bastante lejos de la playa, pero no me importaba mucho. Yo salía a caminar tranquila y a pasear mientras rumbeaba para el mar, no me importaba. Me pasaba las tardes caminando en la playa, y por suerte todavía no estaba abarrotada de gente. A veces nada más me mojaba los pies, otras veces me ponía mi traje de baño y algo me metía. Yo siempre fui más amante de la montaña que de la playa, pero me gustaba el mar y ese aroma a agua salada tan particular.
Y por las noches salía a comer y a medio trabajar. Digo medio trabajar porque yo salía, no tenia ningun cliente en Mar del Plata. Salía a caminar por la Rambla, que me gustó mucho. La recorría de punta a punta y varias veces me quedaba largos ratos apoyada en las barandas o miradores, viendo el mar oscuro, escucharlo susurrar aun de noche, y las estrellitas adornando el cielo. Cuando salía la luna sobre el mar era hermoso y mis ojitos lo bebían todo. Iba a boliches, a restaurantes y bares, a lugares de encuentro y veía con quien me encontraba y quien se me acercaba a hablar. A la mayoría los espantaba con el precio, pero uno o dos tuve.
Yo me reía por dentro cuando salía a caminar y por ahí me cruzaba con otra chica que estaba trabajando. Quizás estaba sola o ya del brazo de alguno, yéndose a algún lugar. Nos reconociamos enseguida y nos mirábamos, por ahí un segundo solamente, con eso alcanzaba. Y nos sonreiamos, o alguna me guiñaba un ojo o me tiraba un besito discreto. Era divertidisimo para mi. Parecíamos Masones que se cruzaban por la calle y se daban el saludo secreto y discreto. O como Larry David cuando se cruzaba de la nada con algún otro pelado. Ya había aprendido todos los detalles, las formas de moverse, las formas de vestirse, las de mirar…
De entusiasmada por estar ahí, de semi-vacaciones, me hice unos tatuajes de henna, temporales, nada mas para joder y verme un poco distinta. También me cambié un poco el look, apenas en el maquillaje y en algo de la ropa, para no verme tan nena y por ahí probar una onda un poquito distinta. Aún estaba hermosa, por supuesto, pero mi nuevo look dejaba un poco la inocencia de nena a un lado y era mas bien ya del lado de verme bien perra.
Una noche se me ocurriò ir al famoso Hotel Provincial de Mar del Plata. El tan mentado y tan icónico símbolo de la ciudad. Y por supuesto al famoso casino que albergaba. Tenia curiosidad de ir y quizás conseguía algún cliente ahí también. Me vestí para la ocasión, para que todo el mundo supiera que estaba trabajando y fui. Uno de seguridad en la entrada por supuesto me hizo historia al querer entrar, se dio cuenta a la legua que yo aún era menor, pese a mi aspecto. Bastante macanudo el tipo, me trató bien, pero era firme y no me quería dejar entrar. Nos fuimos a un costado a charlar por un rato largo y finalmente le expliqué que yo estaba trabajando, que no iba a tomar ni a jugar, y haciéndole ojitos de mascotita temerosa, que por favor me dejara entrar ya que necesitaba la plata.
Lo convencí y me dejó entrar, advirtiéndome que no hiciera nada por lo cual me tuviera que sacar. Laburar adentro y levantarme alguno, bueno, está bien. Pero nada de tomar o jugar. Le sonreí dulcemente y le agradecí con un lindo beso en la mejilla. No cuesta nada ser bueno con la gente que es buena con una. La gente se acuerda.
Al entrar al famoso salón del famoso casino del famoso Hotel Provincial de Mar del Plata…. El salón era una sala, mas bien. Grandes partes del enorme salón no estaban habilitadas porque no había la cantidad de gente para que valiera la pena habilitarlas. Habían hecho un cordón con cuerdas divisorias de tela y solamente habían habilitado ese sector, con unas pocas mesas de ruleta y cartas. El bar estaba stockeado bastante flojo y habían puesto unas mesitas para que la gente se siente y tome algo.
Todo el salón olía a whisky barato, colonia Old Spice y el kerosene que usarían para limpiar algún piso.. Había algo de gente, pero cuando entré y vi bien me di cuenta que el más joven de los que estaban en el salón tendría el doble de mi edad, pero fácil. Varios de los viejos me miraban fijo mientras jugaban o se tomaban algo. Yo nada mas caminé tranquilamente hacia una de las mesitas, como si fuera cosa de todos los días que yo fuera ahí, y me senté, mirando mi celu distraídamente y dejándome ver. No fui a buscar o a revolotearle a nadie, iba a dejar que vinieran ellos. Había bastante cantidad de señoras también jugando y ellas me miraban y mucha bola no me daban. Algunas con los maridos. Pero los viejos si se me quedaban mirando.
Cuando vino el mozo finalmente después de una eternidad a atenderme le pedí una Sprite y me preguntó si 7 Up estaba bien. Hasta en eso estaba la decadencia del lugar. Salvando las distancias me parecía estar en el Gran Hotel Budapest, en sus épocas ya recontra pasadas de gloria, con viejos deambulando por ahí y una onda a tiempos ya perdidos que lo impregnaba todo.
Yo tomaba mi gaseosa tranquila, ojeando el lugar y mi celu, pasando el rato y me llamó la atención una de las mesas de ruleta que tenía más lejos. De vez en cuando alguno de los que estaba ahí jugando festejaba algo y se cagaban de risa todos, aplaudiendo. Me cayó bien que la gente ganara así. Bien por ellos. No se si ganaban mucho o poco, yo no podía ver desde donde estaba, pero estaban alegres y festejaban bastante seguido. Aun a la distancia yo miraba la mesa y me crucé miradas con uno de los viejos que estaba jugando. Algo le dijo a uno que estaba con él y ese otro también se me quedó mirando. No le di mucha bola porque sabía lo llamativa que estaba yo en ese lugar y realmente muchos tipos me estaban mirando todo el tiempo. Siguieron jugando un rato más, yo me pedí otra gaseosa y me la estaba empezando a disfrutar cuando veo que los dos viejos de la mesa que estaba ganando se retiraron por fin de la mesa y, riendo, vinieron al bar para tomarse algo. Por supuesto que nos miramos más mientras esperaban sus tragos en la barra. Charlaron entre ellos y cuando recibieron sus tragos, se acercaron por fin. Los vi bien y eran dos viejos en serio, uno debía tener casi setenta ya y era canoso. El otro me pareció un poco más joven de cara, pero ya pelado. Tendría sus sesenta largos seguramente.
“Hola!”, me dijo el canoso con una sonrisa
Yo también le sonreí dulcemente, con el celu en la mano todavía, “Hola!”
“Buenas noches.. Que tal…”, me dijo el pelado.
“Estás esperando a alguien? Nos podemos sentar con vos?”, me preguntó el canoso con su sonrisa. Tenía una linda sonrisa, pero poco más.
“No… no espero a nadie, estaba tomando algo nada más. Sientense.”, les sonreí.
“Muchas gracias”, me dijeron y se sentaron.
“Así me hacen algo de compañía”, les sonreí y me tomé un sorbito mirándolos. Ellos se sonreían y no me podían sacar los ojos de encima, ahora que me habían visto de cerca.
“Yo soy Mario”, me dijo el canoso.
“Agustín”, me sonrió el pelado, “Un gusto. Vos?”
“Blondie”, les dije con una sonrisita.
Mario entendió todo en ese momento. Agustín… no es que era medio boludo, para nada, pero tardaba más en captar las cosas. Agustín me dijo que era un lindo nombre y si era de origen inglés. Mario se cagó de risa y le dijo, “Y si, boludo, que va a ser santiagueño?”
Los dos nos sonreímos y Agustín me preguntó, “Bueno es un lindo nombre igual. Todo bien?”
“Todo bien, y ustedes?”, les pregunté mirándolos un poquito fijo, haciéndoles saber que me estaban interesando.
“Bárbaro”, dijo Mario con una sonrisa y se tomó algo de su trago, “No nos podemos quejar.”
Yo me sonreí, “Mmm. Si. De aca veía que les estaba yendo bien en la mesa. Los felicito.”
“Muchas gracias…”
“Ganaron mucho?”, les pregunté con una pizca de sonrisa pícara en los labios.
Mario se sonrió, “Y … de nuevo, no nos podemos quejar.”
“Mmmm… que bueeeeno….”, les dije.
“Y a vos como te fue? Jugaste?”, me preguntó Agustín.
Yo me sonreí suavemente y me le acerqué un poco a los dos a la mesa, inclinándome un poquito. Les regalé una risita finita y me acomodé el pelo para ellos, “No, dulce, yo no vine a jugar”.
Mario me miró y se sonrió, tomando su trago sin sacarme la mirada de encima. Yo se la mantuve un segundito, dejando que su mirada se clave en mis ojitos azules, “Viniste a buscar compañía?”, me preguntó.
“Si, puede ser…”, le dije sonriendo
“Y encontraste?”, se sonriò Agustin
“No. Bueno, ustedes me encontraron a mi, no?”, le respondí, “Ustedes son hermanos?”
Los dos se rieron, “No, nada que ver. Somos amigos de toda la vida.”
“Que bueno.. Que lindo. Dejaron a las chicas en casa hoy?”, les sonreí.
Mario se rió, “Hoy… y todo el finde. Nos hicimos una escapadita.”, me guiño el ojo.
“Mmm… que lindo escaparse así. Pasarla bien. Hacer alguna travesura, no?”, me sonreí.
“Esa es la idea”, me sonrió Mario, “Vos te prendés?”
Yo me reí alegremente y dejé que me siguieran mirando, “A las travesuras?”, ellos asintieron, “Y a veces si, si es que me sirve.”
“Y qué es lo que te sirve?”, me preguntó Mario
“Querés que te cuente?”, le dije y asintió. Agarró su silla y la llevo alrededor de la mesa, pegándola con la mía y abrazándome los hombros, acariciandome uno despacito mientras yo me acerqué su oído y le empecé a comentar el menú, y como era la cosa, poniéndole una manito en la pierna y sintiéndosela suavemente mientras le hablaba. Agustín nos miraba en silencio, disfrutando su trago.
Cuando terminé de decirle todo, le sonreí y nos quedamos así con las caras cerquita. El también se sonreía, en ningún momento dejando de sentirme la piel del hombro con sus dedos.
“Saladito, no mi amor?”, se sonrió.
Yo le devolví una dulce sonrisa de nena, “Los canapés más ricos son saladitos”, le dije y muy discretamente por debajo de la mesa le deslicé mi manito a su bulto, por sobre el pantalón, sintiendo y haciendo que me sienta.
Mario me acercó la cara y me susurró al oído, sin antes darme un besito en la oreja que me gustó mucho, “Querés que te hagamos compañía los dos?”
Yo también le devolví el gesto del besito, mientras era mi turno de hablarle al viejo en el oído, “... si me van a hacer pasar una linda noche si… si no, me voy a casa. Aburrida.”
“Y que es una linda noche para vos?”, me preguntó de nuevo al oído, estrujándome un poco más el hombro.
Cuando fue mi turno de susurrarle directamente le apreté el bulto más fuerte por debajo de la mesa, “... que dos hombres lindos me hagan sentir bien… y que yo les pueda dar todo lo que ellos quieran…”
Mario se sonrió y me dejó un besito discreto en la mejilla fuera de la vista del salón. Lo miró a Agustín y le asintió, lo que lo hizo sonreír también. Mario me dijo que tanta plata encima no tenía, que si quería me daba una parte en dólares que tenía en su casa y el resto me los transfería. Yo no quería ponerme a discutir y sabía que iba a ser así, si quería trabajar algo ese fin de semana. No me hacía mucha gracia que me transfieran a mi cuenta, pero a veces me pasaba y tanto los clientes como yo sabían que se hacía cuando no había otra alternativa.
Al final acepté. Nos quedamos charlando un rato más mientras nos terminabamos nuestras bebidas, yo todo el tiempo abrazada por Mario mientras los dos nos acariciabamos discretamente. Nos levantamos y nos fuimos del casino. Ya en su auto y durante todo el trayecto a la casa de Mario, yo me subí al asiento de atrás con Agustín y me la pasé todo el viaje con la pija del viejo ya en la boca. El auto tenía vidrios polarizados así que no había problema. Agustin me manoseaba el culo por debajo de la mini, disfrutando del placer que le estaba dando mi boquita y yo disfrutaba de sentirlo y de sentir su mano reteniéndome la cabeza ahí todo el tiempo. Mario nos miraba por el espejo retrovisor y se reía mientras hablaba con su amigo.
Cuando llegamos a la casa de Mario, un lindo chalecito por Punta Mogotes, ya eran como las 2 de la mañana. Entramos a la casa y me fui al baño a ponerme lista para ellos, con una pequeña mudita de ropa interior muy sexy que llevaba bien empacada en mi cartera. Cuando salí y me vieron les encanté.
Admirándome me dijeron que los dos se habían tomado la pastilla y nos quedamos ahí en el living. Ellos se sentaron y yo les di un lindo show sexy con una música suave que habían puesto, que los derritió. Entre besos y manoseos los ayudé a desvestirse y se las empecé a chupar a uno y a otro, ayudando a que la pastilla les empiece a hacer efecto, lo que sucedió bastante rápido.
Una vez que ellos se pusieron listos, entre la pastilla y mis atenciones, me subí encima de uno en el sillón y empezamos a coger, suave y lindo. Mis gemidos, mi apariencia de nena linda y la ropita que me había puesto los estaba volviendo locos. Mientras me cogía dulcemente a uno, sentada encima de él, el otro se paraba al lado y me hacía chuparsela bien fuerte, lo que me encantaba. Cuando por fin el que tenía abajo me acabó en la conchita, el otro se sentó y me lo empecé a coger a el de la misma manera, gimiendo y gritándole todo mi placer de nena que estaba siendo cogida por un tipo grande, y cuànto me encantaba. Dentro mio yo sabía que no era tanto acting. El otro duró menos y también me llenó, y le regalé un dulce, largo y fingido orgasmo montada encima de él.
Para recuperarnos un poco me llevaron a la habitación y nos tiramos los tres en la cama grande matrimonial. Los dos viejos rodeándome cuando yo me acosté y disfrutando tanto de mi cuerpito con sus manos y sus bocas suavemente, mientras yo los acariciaba y complacía su piel con mis manos y sus oídos con mi placer. No necesitaron mucho tiempo para recuperarse. Uno me llevó encima de él de nuevo y mientras nos besamos profundamente sentí como se ajustó la pija empastillada que tenía y me apretó las caderas para abajo, entrándome dulce y profundamente de nuevo en mi conchita.
Enseguida sentí al otro moverse atrás mío y le sentí la punta de su pija buscándome el ano. Lo encontró bastante fácil y me empezó a presionar ahí también. Yo ya estaba muy caliente, entre la pija que tenía adentro ya y la sensación de la otra también queriéndome entrar. Lo ayude un poco cambiando de posición y finalmente lo sentí dentro de mi culo. De pronto me sentí llena de esas pijas viejas y duras y me encantó. Nos empezamos a coger los tres más fuerte y más rápido, ellos disfrutando de mi cuerpo de nena y yo de los de ellos. Yo les gemía y les gritaba todo el placer que me estaban dando, sacándome mis protestas de a dulces grititos con cada empujón de sus caderas sobre mi. Y a ellos les encantaba cogerme asi, a una nena linda asi.
Primero uno y después el otro me llenaron bien con su leche, lo que me hizo estallar de placer, temblando aprisionada entre sus cuerpos y quedándome ahí después, con esos dos machos viejos dentro de mis agujeritos y juntando nuestras tres bocas al mismo tiempo para besarnos y lamernos, nuestros tres cuerpos agradeciéndose todo el placer que que mutuamente se habían dado. Ellos necesitaron un momento para recuperarse y uno trajo algo para tomar a la habitaciòn, yo solo les pedí agua. Una vez mas me quede entre ellos, recibiendo sus caricias y besos suaves y devolviéndoselos.
Cogimos así una vez más, cuando ellos cambiaron. El que me había sentido la conchita ahora me quería por atrás, y viceversa. Yo no tuve ningún problema. Me encantaba que tipos mayores me atiendan así y me encantaba como recibían el placer que mi cuerpito les daba. Me llenaron bien con su leche los dos una vez más y terminamos los tres en la cama, ellos un poco exhaustos y recuperándose.
Yo me levanté y me fui al baño a limpiarme un poco. Realmente estaba sucia de ellos. Dulcemente sucia, si, no me quejaba, pero sucia al fin. Cuando volví a la habitación ahí seguían los dos desnudos en la cama charlando. Mario me sonriò al verme, todavía quedaba bastante de la noche por delante. Me acosté con ellos de nuevo y nos quedamos charlando de cualquier cosa, mientras nuestras manos se recorrian los cuerpos.
Mario me sonrió en un momento y me dijo que cuando ellos hacían éstas cosas, que no era muy seguido, él tenía la costumbre de al final cogerse a Agustin también, ya que a él también le gustaba. Yo lo miré a Agustin y me sonrió, diciendome que era cierto, y si me quería quedar a ver o a participar, ya que tenía buena onda y era muy linda. Yo les sonreí a los dos y les dije que sí, pero que si iba a ser un momento privado entre ellos que ellos querían compartir, que por ahí mejor que yo no estuviera.
Los dos se rieron y me abrazaron muy cariñosamente, me dijeron que nada que ver. Que si yo quería que era bienvenida a quedarme. Les dije que bueno, que me encantaría compartir eso con ellos también, si ellos querían. Les encantó que yo dijera que sí. Agustin se movió al otro lado de Mario y sin decir más, le empezó a acariciar la pija a su amigo y pronto ya se la había llevado a la boca, mamando y probándolo suavemente. Mario me había abrazado y yo lo estaba besando y acariciando, sintiendo sus gemidos de placer en mi boca. Mario me dijo si me quería unir a Agustin y le sonreí, diciéndole que sí. Me aproximé yo también y entre los dos le seguimos disfrutando los huevos y la verga empastillada y dura a Mario, besándonos con Agustin también entre nuestras mamadas. Mario estaba que volaba de placer al ver la escena y a mi me calentó muchísimo.
Pero me calentó mucho más cuando Mario dijo que no aguantaba más y se incorporó. Agustin se dio vuelta con una sonrisa y se puso en cuatro delante de su amigo, ofreciéndose dulcemente a él. Mario lo sujetó de la cintura y se la metió fuerte con una sonrisa, lo que lo hizo gritar al otro viejo de puro placer y dolor, que se lo aguantó muy bien. Yo con una sonrisa pícara me deslicé debajo del cuerpo de Agustín y le empecé a mamar la verga que le colgaba como una fruta. Se le puso dura en mi boca enseguida y los empujones de Mario mientras se cogía fuerte a su amigo me la hacían meter más en la boca. Estuvimos así hasta que sentí los gemidos fuertes de Mario y también los de Agustín. Mario se salió de su amigo y acabó masturbándose, salpicándonos a los dos con su semen, a Agustin en su cola y a mi en el pelo y en la frente. Unos segundos después sentí la leche calentita de Agustín llenándome la boca.
Fue una experiencia increìble y nueva para mi. De la cual aprendí mucho.
De esa experiencia aprendí que el sexo es solamente uno. Somos nosotros, las personas, las que lo clasificamos y dividimos como nos parece. Pero el sexo es uno, sin divisiones de ningun tipo. Por supuesto que unas cosas nos gustan y otras nos parecen repulsivas. Es lógico y natural, no tiene nada de malo. Pero las divisiones no existen, en realidad. En el encuentro más íntimo y más físico de dos personas, que desean darse placer el uno al otro, no hay divisiones. Todo lo que nosotros podemos decir de género, roles… quien le hace que a quien, quien no le puede hacer que a quien… de qué maneras si y de qué maneras no… todo eso es ruido. Nuestro ruido de seres humanos. El encuentro de amor físico entre dos… o más… personas siempre es uno, existe por encima de nuestro ruido y es maravilloso. El sexo es el cielo único que nos cubre a todos y somos nosotros, con nuestras ideas y mezquindades, que nos contentamos con ser solamente criaturas terrenales en lugar de querer buscar alas y ser celestiales.
Que esos dos viejitos divinos me hayan invitado a ser parte de lo suyo, aunque sea esa noche sola, lo consideré un honor. Y que encima me hayan pagado, eso ya directamente era un placer. No se si sus esposas lo sabían y tampoco me importaba. Era cosa de ellos, no mía.
No es por hacerme la superada ni por gastar a nadie. Ya sabía y sé que había muchísima gente que la estaba pasando muy mal y me daban mucha pena. Los veía siempre por las calles. Pero también tengo que decir la verdad, que el mal momento económico del país era algo que yo de vez en cuando veía en las noticias y nada más. A mi no me afectaba en lo más mínimo más que aumentarme todos los meses un poco más mis gastos. Pero yo también aumentaba un poquito el costo de mis servicios. Claro que sabía que yo tenía clientes a los que les costaba pagar y esos fueron los que dejaron de llamarme, pero también tenía la otra mitad de clientes, a los que la crisis no les movía la aguja y ni se mosqueaban por mis aumentos. Al igual que a mí, a ellos la economía no les afectaba.
Ya hacía un poquito más de dos años y medio que había empezado a trabajar y me estaba yendo extremadamente bien. Pero por ese entonces me empezaron a ocurrir algunas cosas bastante feas.
La primera fue que Mora finalmente colgó los botines, por decirlo así. Tuvimos un café de despedida todas con ella y me puso triste verla irse, sonriendonos pero medio derrotada. Ya casi ni tenía clientes así que decidió largar la profesión y dedicarse a hacer changas. Cuidar a chicos o ancianos, limpiar casas de algún conocido, ese tipo de cosas. Sentí que veía a una estrella apagarse, una estrella que yo nunca había visto brillar, pero sabía de alguna manera que lo había sido. Desde antes que yo naciera, inclusive, al igual que las estrellas en el cielo. Quedó en contacto con nosotras en nuestro chat, pero nunca más volvió al bar. A China se le fue su amiga, con la que compartía más por sus edades, pero se lo tomó con humor. China decía que ella nunca iba a largar. Que la iban a enterrar con una pija en la boca.
Todas le festejamos el chiste. Ninguna se lo creyó.
Esa noche me di cuenta de algo, que viéndolo ahora después que pasó tanto tiempo sé que debería haberme dado cuenta antes, pero en mi mente de pendejita que le estaba yendo bien en ese momento no entendí lo que realmente significaba. La gran mayoría de las chicas y mujeres que trabajaban, si les preguntaban en serio y contestaban en serio, dirían que ellas preferirían estar haciendo otra cosa. Lo que sea. Algunas detestaban la profesión, otras lo llevaban mucho mejor, pero la mayoría preferiría no hacerlo.
Pero yo no. Yo era de las pocas a las que les encantaba. Me pagaban cualquier ridiculez de plata por mis servicios y, en mi mente de pendeja, yo creía en un lugar muy íntimo que las otras sentían eso porque no les daba. No les daba para ser como yo, verse como yo y animarse a hacer lo que hacía yo. Y no les daba para ganar como lo hacía yo. Y que si pudiesen ganar lo que ganaba yo, ahí ya cambiarían la canción y dirían cuánto les gustaba la profesión. Eso yo entendí que no era así, pero mucho tiempo después.
Por esa época también empecé a tener problemas serios con el portero de mi edificio. Yo por mis horarios de trabajo no me cruzaba mucho con él, pero aun así hacía lo posible para evitarlo. Ya se había dado cuenta hacía rato que yo trabajaba y me empezó a mirar y a fichar distinto cuando me veía. Los hombres son, en su gran mayoría, simples y directos en sus motivaciones. Yo ya sabía lo que quería y era cuestión de tiempo.
Cuando yo me mudé a ese departamento, el tiempo antes que el tipo se diera cuenta que yo trabajaba era de lo más normal. Nos veìamos solo cuando nos cruzabamos. Y de pronto cuando se dió cuenta de lo que yo hacía y estaba seguro, oh casualidad, se me quería quedar charlando y charlando. Al principio lo intentó bien, de buena manera, discretamente, como lo haría quizás cualquier hombre que quería levantarse una pendeja, no lo culpo. Pero en cuanto pasó el tiempo y vió que yo no le daba nada de cabida se empezó a poner peor. Más insistente y más firme.
Antes que se diera cuenta de lo mio, nada. Después que se dio cuenta llegó al punto de tocarme el timbre al menos una vez por semana para preguntarme cualquier pelotudez. Cosas del consorcio, o que iba a cortar el agua un rato, que si yo tenía presión de agua o goteras… cualquier forrada. A ver si lo dejaba entrar a mi departamento. Yo siempre me lo sacaba de encima, bien y diplomáticamente, como cualquier vecina. Pero un día no pude zafar y me dijo que necesitaba entrar y ver mi baño, que el vecino de abajo decía que le caía agua a su departamento.
Con bastante calma y manteniendo mi fachada diplomática lo dejé entrar y hacer lo suyo. Siempre de buen trato. Tampoco yo quería un problema y que el tipo le dijera al dueño de mi departamento que yo no lo quería dejar entrar y que se me pudra por el lado del dueño también. El tipo fue al baño e hizo la pantomima de ponerse a revisar por todos lados a ver si había agua cayendo, mientras yo lo miraba tranquila ahí cerca y me charlaba un poquito. Por supuesto que no había nada de agua. Estuvo un ratito y se levantó del piso con algo de esfuerzo.
“Bueh… parece que de acá no es.”, me dijo, “O por ahí es un caño de adentro de la estructura, hay que ver.”
“Pero le cae mucho abajo?”, le pregunté.
“No, mucho no, pero algo le cae. Hay que verlo antes que se le ponga peor, viste.”
“Bueno cualquier cosa me avisa, Eduardo, gracias”, le contesté y lo empecé a acompañar a la puerta para que se fuera. Yo no me había vestido para nada sugerente. Estaba en mi casa, un dia de semana a la tarde, con una remera y pantalón de jogging holgado, pero igual sentía los ojos del tipo fichándome de atrás, “Por favor dígame si llega a pasar que hay que hacer un arreglo acá, si?”
“Si… por ahí si hay que romper, pero eso lo veo con el dueño, no te preocupes. No creo”
Cuando llegamos a la puerta la quise ir a abrir pero el tipo se puso de forma que yo no podía, enseguida me dijo, “Ah, para Luciana, otra cosa también…”
“Que cosa?”
Me puso una sonrisita sobradora y se animó, por fin estando en mi departamento y a solas, “Escuchame, te quería comentar, vos sabes que yo sé, no? Lo que haces, digo.”
“Lo que hago?”
“A qué te dedicas.”, me miró.
En otro momento, o quizás cuando yo recién arrancaba a trabajar y estaba bien verde, me hubiese quedado dura y sin saber que contestarle. Pero yo ya estaba curtida y encima curtida especialmente de tipos así. Yo ya sabía las opciones, las sabía de antes. No tenía que pensarlas en ese momento, solo tenía que elegir cómo proceder. Podía hacerme la boluda y decir que no sabía de qué me hablaba. Y así perder vaya una a saber cuanto tiempo yendo y viniendo con este tipo. O también podía dejar de aparentar todo y ver exactamente qué era lo que quería y hasta donde quería llegar. Elegí esa última. Me hinchaba mucho las bolas tener al tipo en casa y quería acortar la cosa y que se fuera.
“Ah, si?”, le pregunté cruzándome de brazos, “Y a qué me dedico?”
“Y atendes tipos… vos me entendes, no?”, se rio.
“Okey, y entonces? Si yo hago eso no se que tiene que ver…”
“Dale…”, me dijo
“No, pará, no se que tiene que ver con vos o con el departamento”, le dije dejando de tratarlo de ‘usted’, “Yo no atiendo a gente acá, Eduardo, no tiene nada que ver.”
Me mirò un momento y se sonrió, “No, pero viste los horarios que tenes… vas y venis… te vestis como te vestis…”
“De nuevo, que tiene que ver? Hubo alguna queja de ruido?”, le pregunté
“No, pero por ahí puede haber algún vecino que se de cuenta… o que se queje.. O que le caiga mal que una chica labure en el edificio”, me dijo.
“Yo no laburo en el edificio, Eduardo”
Se sonrió, “Y yo que sé si no laburas aca? A mi si me pregunta algún dueño por ahí le digo que algo raro puede haber…”
Yo lo miré con cara de nada, bastante irritada ya, “Me estas jodiendo?”, el nada mas se rió un poco, “Que queres Eduardo?”
“Y si atendés a otros, me podes atender a mi, no?”, me pregunto con una sonrisita.
Yo suspiré exasperada, “No, Eduardo, no te voy a atender. No tiene nada que ver, yo vivo acá. Es medio desubicado eso que me dijiste…”, atiné a querer abrir la puerta de nuevo pero el tipo no se moviò de donde estaba, bloqueándola.
“Nenita, no me jodas”, me dijo un poco serio ya, “Si no queres tener problemas con los vecinos o con el dueño, dame bola lo que te digo…”
“No vamos a hacer nada, Eduardo”, le dije muy seriamente. Me dio por las bolas que me quisiera extorsionar con eso en vez de pedírmelo de otra manera mejor, “No me voy a acostar con vos, olvidate.”
“No, por ahí acostarnos no… pero una atención podrías tener no?”, se sonrió, “Pensalo. Hasta por ahí te gusta…”, me dijo y se me acercó, acariciándome el brazo. Yo lo dejé hacer para que no se pusiera peor, pero mi cara lo decía todo.
Yo lo miré seria y al final suspiré fuerte, ya cansada de escucharlo y tenerlo ahí.
“Que querés? Te hago una pajita y te vas?”
El se rió y me seguía tocando el brazo, “Nooo, mi amor… que pajita? Esas me las hago yo.”
“Bueh… Eduardo, no te la voy a chupar acá en mi casa”, le dije seriamente.
“Hay algunos rinconcitos en el edificio, no te preocupes…”, se sonrió, “Estate atenta que cuando termino de laburar te aviso, linda….”. Se acercó y me quiso besar en la boca, pero yo le corrí la cara y me beso en la mejilla, “Uh… que mala onda… vos atendés asi?”, se rió y se fue.
A las pocas horas me mandó mensajes y me dijo que subiera hasta el último piso. Yo fui con bronca y me lo encontré en un recoveco de la escalera. Sin decirnos mucho el viejo se puso contra la pared, yo me arrodillé frente a él. El sacó la pija por la bragueta de su pantalón y yo sin mas la empecé a mamar. No me dio asco el tener que hacerlo, pero no lo disfruté. Estaba más enojada que asqueada y quería que esto pasara rápido. No sabía si darle la peor mamada que di en mi vida profesional para que viera que yo no valía la pena y que no me buscara mas, o darle una de las buenas para que acabe rápido y esto se termine. Se la chupé fuerte y duro, para tratar de hacerlo acabar pronto. Lo único que se escuchaba era el ruido de los ascensores del edificio subiendo y bajando y los gemidos suaves del viejo, con su mano en mi cabecita rubia y disfrutando de mi boca. Diciéndome que putita linda que era. Diciéndome de lo bien que la íbamos a pasar ahora que nos conocimos. Yo no le decía nada. Ni le gemía.
Cuando lo sentí estar cerca de su orgasmo me la saque de la boca y lo empecé a pajear fuerte. Hasta me salí del medio un poco para que acabe en el aire y no en mi cara, lo que el viejo hizo con unos largos gemidos y pulsaciones de su verga en mi mano, su semen saliéndose y enchastrando el piso del pasillo de escaleras. Terminamos y me fui sin decirle mucho más, mientras él se reía, se componía y arreglaba la ropa.
Se le hizo costumbre mensajearme de vez en cuando para que se la chupe en las escaleras, arriba de todo donde no subía nadie, a cambio de su silencio, y me seguìa jodiendo y tocandome el timbre seguido para ver si lo dejaba pasar y que se la chupe ahí, o para intentar cogerme en mi departamento de una vez, pero nunca lo deje. Siempre le daba el mínimo de atención posible. Al menos el viejo desagradable estaba cumpliendo su palabra y no tuve ningún comentario o problema con algún vecino o con el dueño del departamento.
Era una situación de mierda, pero que la tenía que pilotear lo mejor posible para no tener problemas con nadie. Tenía que ser práctica, no idealista.
Mientras ésta situación con el portero había comenzado yo seguía trabajando normalmente los fines de semana. Fue en uno de esos días de trabajo que también me pasó algo feísimo, que nunca me había esperado.
Me acuerdo que era un sábado lluvioso, con esa llovizna finita todo el tiempo que no hacía más que molestar y hacer difícil todo. Yo no tenía clientes esa noche así que me fui al bar con las chicas. Las únicas que estábamos éramos Afrodita, Ruby, Scarlett y yo. China no sabíamos por qué no había ido y Laura estaba trabajando. La noche transcurrió normal, como todas, nosotras tomando café u otra cosa, picando algo y pasando el rato, charlando de cualquier cosa como amigas. No había mucha gente en el bar y estábamos en nuestra mesa de siempre, que era un booth muy lindo y con sillones bastante amplios y cómodos.
Me acuerdo que era ya como la 1 de la mañana y a ninguna nos estaba saliendo nada. Como estaba la noche la gente no salía y para las chicas que trabajaban en la calle eso era siempre terrible. Para nosotras no tanto, pero igual estábamos todas sin actividad. Recuerdo que le hice una seña a Palito desde la mesa cuando me vio para que me traiga un cafecito y seguí charlando. Cuando Palito vino y me lo dejó amablemente como siempre, yo me lo llevé a la boca para sorber despacito y casualmente se me fue la vista hacia la puerta del local, que estaba bastante lejos de donde estábamos nosotras.
Vi que entraron dos tipos por la puerta, tranquilos como si nada. Sentí que se me paró el corazón y casi escupo todo el cafe. Uno de los tipos era mi papá. De todos los malditos bares de Buenos Aires y de todos los días que estaban abiertos, él tuvo que elegir el nuestro. Ese día y esa hora.
Casi tiro todo en la mesa haciendo un enchastre de la desesperación de querer largar el pocillo, y me zambullí para abajo para tratar de esconderme, apoyando la cabeza en la falda a Ruby que la tenía al lado y sintiendo como me crecía la desesperación por dentro de no saber qué hacer. Las chicas se sorprendieron y me preguntaban qué me pasaba. Escuché la voz de Ruby de arriba mio, suave, y sus manos sujetándome suave en los hombros y la cabeza.
“Uy.. mi amor que paso? Te sentis mal?”, me dijo. Yo me largue a llorar ahí mismo, mientras me temblaban las manos y el cuerpo, tratando de esconderme lo mejor posible.
“Ay, que pasó nena? Que pasa?”, escuche a Afrodita preguntarme.
Yo solo atiné a decir entre sollozos y mi desesperación, desde abajo de la mesa, “... es mi viejo… entró mi viejo…”
Sentí las manos suaves de Ruby aferrarme con cariño, tratando de contenerme, “Uh… bueno.. Bueno mi amor, tranqui… tranqui….”
“Quien es?”, escuché a Scarlett mientras la vi por abajo como medio se daba vuelta en su asiento y miraba, “Cuál es, el canoso?”
“S-si… si… está con otro… recién entraron”, no se como hice para contestar.
Las chicas entendieron enseguida y me cuidaron. Ruby me tenía en su falda y me acariciaba, fuera de la vista. Escuché a Scarlett decir arriba de la mesa, “Tranquila… yo voy y lo distraigo… cuando esté, Ruby vos llevatela afuera si?”
Desde que me había ido de casa, hacía dos años y medio, que no había vuelto a ver a mi viejo. Hablamos algunas veces por whatsapp, me preguntaba cómo andaba y yo le decía. No más que eso. A mamá sí la había visto. Varias veces en estos años había ido a verla, alguna tarde cuando sabía que mi viejo no iba a estar. Para verla y que sepa que su hija existía y estaba bien, que le estaba yendo bien. Me preguntaba que hacía y yo le decía que era secretaria en una empresa. Sabía que las cosas en casa seguían igual, por lo que me contaba mi mamá. Yo nada mas la veía cada tres meses o algo así, cuando iba a tomarme un café con ella. Pero a mi viejo… Esa era la primera vez en más de dos años. Si me llegaba a ver y reconocer…
Vi por debajo de la mesa como Scarlett se levantó y rumbeó para la mesa donde se habían sentado mi viejo y el otro tipo. No me dijo pero no hacia falta, yo sabía que no se lo iba a querer levantar, nada más distraerlo. No le iba a costar mucho, sabía que a mi viejo se le iban a ir los ojos con Scarlett. O con cualquiera de las otras dos, en realidad, estábamos todas con ropa de trabajo.
“Ahí se sentó… están charlando…”, la escuche a Ruby mientras no paraba de acariciarme y tratar de calmarme, “Esperamos un ratito y salimos, si? Yo te digo… tranqui mi amor.”
Afrodita llamó discretamente a Palito para que viniera a la mesa y le preguntó si había algún lugar que yo pudiera usar para salir, que no se viera, que no me estaba sintiendo bien. Palito le dijo por lo bajo que si, que podía usar la puerta que usaban los empleados, que nada más le avisara y él nos guiaba.
A los dos minutos sentí que Ruby me aferró, no se si Scarlett le habría hecho una seña o que, “Dale… dale Blondita agarra tus cosas mi amor… vos camina tranquila y ni mires… dale”.
Sentí que me levantó de su falda, yo agarre mi cartera y sin despedirme de Afrodita me puse a caminar para donde Palito nos estaba esperando, para hacernos pasar a las entrañas del bar.
Pero no pude no mirar. Sencillamente no pude. Gire la cabeza y los vi, allá al frente del bar, mi viejo y el otro tipo sentados uno al lado del otro en una mesa, de espaldas a mí, y Scarlett sentada enfrente de mi viejo, dándole charla y sonrisas fatales para que su atención se quedara en ella. No le iba a costar. Fueron solo tres o cuatro segundos, pero lo vi mientras caminaba, entre mis lágrimas.
Ruby caminaba detrás mío, con una mano suave en mi hombro y Palito guiándonos por los recovecos, hasta que llegamos a una puerta a la calle y nos abrió. Le agradecimos y salimos a la llovizna, refugiándonos en la entrada de un edificio al lado del bar mientras yo me pedía un Uber. Por suerte pese a la lluvia no tardó mucho y me despedí de Ruby, abrazándola fuerte y agradeciendole tanto. Y le dije que le agradezca a las otras dos, que la próxima vez las invitaba a todas yo.
Cuando llegue a mi casa me sequé el pelo y me puse ropa seca. Me tiré en mi cama y de nuevo me largué a llorar. No por lo que había pasado, sino por todo lo que se me vino a la cabeza. Porque se me vino todo. Absolutamente todo.
La sonrisa enorme de mi viejo, mirándome entre la gente en un acto escolar. Las noches que yo le apoyaba la cabeza en sus piernas mientras él miraba Futbol de Primera y a mi no me importaba porque yo quería estar con él, y sentir como mi papá me acariciaba el pelo, el distraído con la tele. El abrazo enorme, enorme, que no me largaba más cuando yo había terminado la primaria. Los chistes y comentarios pelotudos que hacía en la mesa, cuando cenábamos como familia, antes del alcohol y antes de su pelea con mamá, que eran tan estúpidos que nos hacía matar de risa a las dos.
Éramos los mismos. Éramos ya tan distintos. A él fue el alcohol y la frustración lo que lo llevó a convertirse en esa pálida y patética imitación del tipo que siempre fue. Un monstruo que usaba la piel de mi viejo. Y a mi fue la codicia y la calentura de ser puta lo que me estaba matando mi llama por dentro. Una putita que quería bañarse en oro, que ya sentía cada vez menos las cosas. Que confundía todo el tiempo practicidad con amoralidad. También un reflejo distorsionado de lo que supe ser y lo que podría haber sido. Mi inocencia ya muerta, caratulada como muerte dudosa hacía tiempo ya.
Esa noche cuando dormí, soñé, lo que es raro ya que yo no soy de soñar, o al menos nunca me acuerdo de los sueños. Pero ese sueño si me lo voy a acordar, y me va a perseguir para siempre. Ni pienso contarlo.
Para despejarme la cabeza me enfoqué más en el trabajo. Y para darme un pequeño break, decidí por fin ir a trabajar un tiempo a Mar del Plata. Recién estaba arrancando la temporada y justo se venía un finde largo así que decidí aprovechar. Más que nada para cambiar de entorno. Si pegaba algún cliente allí, mejor todavía. Le avise a Laura que me iba a ir para allá, ya que siempre me decía que le avisara si me iba a algún lado, para que supiera donde estaba por si pasaba algo.
Me hospedé en un hotel de tres estrellas, modesto pero lindo. Podía haberme ido a cualquiera, hasta a el más exclusivo si quería, pero no lo hice. Primero porque yo iba dentro de todo también a trabajar, no a gastar plata. Y segundo que no quería pisarle el territorio a ninguna otra chica sin saberlo y causar un problema sin quererlo, encima en un entorno que no era el mío y no conocía.
El hotel estaba bastante lejos de la playa, pero no me importaba mucho. Yo salía a caminar tranquila y a pasear mientras rumbeaba para el mar, no me importaba. Me pasaba las tardes caminando en la playa, y por suerte todavía no estaba abarrotada de gente. A veces nada más me mojaba los pies, otras veces me ponía mi traje de baño y algo me metía. Yo siempre fui más amante de la montaña que de la playa, pero me gustaba el mar y ese aroma a agua salada tan particular.
Y por las noches salía a comer y a medio trabajar. Digo medio trabajar porque yo salía, no tenia ningun cliente en Mar del Plata. Salía a caminar por la Rambla, que me gustó mucho. La recorría de punta a punta y varias veces me quedaba largos ratos apoyada en las barandas o miradores, viendo el mar oscuro, escucharlo susurrar aun de noche, y las estrellitas adornando el cielo. Cuando salía la luna sobre el mar era hermoso y mis ojitos lo bebían todo. Iba a boliches, a restaurantes y bares, a lugares de encuentro y veía con quien me encontraba y quien se me acercaba a hablar. A la mayoría los espantaba con el precio, pero uno o dos tuve.
Yo me reía por dentro cuando salía a caminar y por ahí me cruzaba con otra chica que estaba trabajando. Quizás estaba sola o ya del brazo de alguno, yéndose a algún lugar. Nos reconociamos enseguida y nos mirábamos, por ahí un segundo solamente, con eso alcanzaba. Y nos sonreiamos, o alguna me guiñaba un ojo o me tiraba un besito discreto. Era divertidisimo para mi. Parecíamos Masones que se cruzaban por la calle y se daban el saludo secreto y discreto. O como Larry David cuando se cruzaba de la nada con algún otro pelado. Ya había aprendido todos los detalles, las formas de moverse, las formas de vestirse, las de mirar…
De entusiasmada por estar ahí, de semi-vacaciones, me hice unos tatuajes de henna, temporales, nada mas para joder y verme un poco distinta. También me cambié un poco el look, apenas en el maquillaje y en algo de la ropa, para no verme tan nena y por ahí probar una onda un poquito distinta. Aún estaba hermosa, por supuesto, pero mi nuevo look dejaba un poco la inocencia de nena a un lado y era mas bien ya del lado de verme bien perra.
Una noche se me ocurriò ir al famoso Hotel Provincial de Mar del Plata. El tan mentado y tan icónico símbolo de la ciudad. Y por supuesto al famoso casino que albergaba. Tenia curiosidad de ir y quizás conseguía algún cliente ahí también. Me vestí para la ocasión, para que todo el mundo supiera que estaba trabajando y fui. Uno de seguridad en la entrada por supuesto me hizo historia al querer entrar, se dio cuenta a la legua que yo aún era menor, pese a mi aspecto. Bastante macanudo el tipo, me trató bien, pero era firme y no me quería dejar entrar. Nos fuimos a un costado a charlar por un rato largo y finalmente le expliqué que yo estaba trabajando, que no iba a tomar ni a jugar, y haciéndole ojitos de mascotita temerosa, que por favor me dejara entrar ya que necesitaba la plata.
Lo convencí y me dejó entrar, advirtiéndome que no hiciera nada por lo cual me tuviera que sacar. Laburar adentro y levantarme alguno, bueno, está bien. Pero nada de tomar o jugar. Le sonreí dulcemente y le agradecí con un lindo beso en la mejilla. No cuesta nada ser bueno con la gente que es buena con una. La gente se acuerda.
Al entrar al famoso salón del famoso casino del famoso Hotel Provincial de Mar del Plata…. El salón era una sala, mas bien. Grandes partes del enorme salón no estaban habilitadas porque no había la cantidad de gente para que valiera la pena habilitarlas. Habían hecho un cordón con cuerdas divisorias de tela y solamente habían habilitado ese sector, con unas pocas mesas de ruleta y cartas. El bar estaba stockeado bastante flojo y habían puesto unas mesitas para que la gente se siente y tome algo.
Todo el salón olía a whisky barato, colonia Old Spice y el kerosene que usarían para limpiar algún piso.. Había algo de gente, pero cuando entré y vi bien me di cuenta que el más joven de los que estaban en el salón tendría el doble de mi edad, pero fácil. Varios de los viejos me miraban fijo mientras jugaban o se tomaban algo. Yo nada mas caminé tranquilamente hacia una de las mesitas, como si fuera cosa de todos los días que yo fuera ahí, y me senté, mirando mi celu distraídamente y dejándome ver. No fui a buscar o a revolotearle a nadie, iba a dejar que vinieran ellos. Había bastante cantidad de señoras también jugando y ellas me miraban y mucha bola no me daban. Algunas con los maridos. Pero los viejos si se me quedaban mirando.
Cuando vino el mozo finalmente después de una eternidad a atenderme le pedí una Sprite y me preguntó si 7 Up estaba bien. Hasta en eso estaba la decadencia del lugar. Salvando las distancias me parecía estar en el Gran Hotel Budapest, en sus épocas ya recontra pasadas de gloria, con viejos deambulando por ahí y una onda a tiempos ya perdidos que lo impregnaba todo.
Yo tomaba mi gaseosa tranquila, ojeando el lugar y mi celu, pasando el rato y me llamó la atención una de las mesas de ruleta que tenía más lejos. De vez en cuando alguno de los que estaba ahí jugando festejaba algo y se cagaban de risa todos, aplaudiendo. Me cayó bien que la gente ganara así. Bien por ellos. No se si ganaban mucho o poco, yo no podía ver desde donde estaba, pero estaban alegres y festejaban bastante seguido. Aun a la distancia yo miraba la mesa y me crucé miradas con uno de los viejos que estaba jugando. Algo le dijo a uno que estaba con él y ese otro también se me quedó mirando. No le di mucha bola porque sabía lo llamativa que estaba yo en ese lugar y realmente muchos tipos me estaban mirando todo el tiempo. Siguieron jugando un rato más, yo me pedí otra gaseosa y me la estaba empezando a disfrutar cuando veo que los dos viejos de la mesa que estaba ganando se retiraron por fin de la mesa y, riendo, vinieron al bar para tomarse algo. Por supuesto que nos miramos más mientras esperaban sus tragos en la barra. Charlaron entre ellos y cuando recibieron sus tragos, se acercaron por fin. Los vi bien y eran dos viejos en serio, uno debía tener casi setenta ya y era canoso. El otro me pareció un poco más joven de cara, pero ya pelado. Tendría sus sesenta largos seguramente.
“Hola!”, me dijo el canoso con una sonrisa
Yo también le sonreí dulcemente, con el celu en la mano todavía, “Hola!”
“Buenas noches.. Que tal…”, me dijo el pelado.
“Estás esperando a alguien? Nos podemos sentar con vos?”, me preguntó el canoso con su sonrisa. Tenía una linda sonrisa, pero poco más.
“No… no espero a nadie, estaba tomando algo nada más. Sientense.”, les sonreí.
“Muchas gracias”, me dijeron y se sentaron.
“Así me hacen algo de compañía”, les sonreí y me tomé un sorbito mirándolos. Ellos se sonreían y no me podían sacar los ojos de encima, ahora que me habían visto de cerca.
“Yo soy Mario”, me dijo el canoso.
“Agustín”, me sonrió el pelado, “Un gusto. Vos?”
“Blondie”, les dije con una sonrisita.
Mario entendió todo en ese momento. Agustín… no es que era medio boludo, para nada, pero tardaba más en captar las cosas. Agustín me dijo que era un lindo nombre y si era de origen inglés. Mario se cagó de risa y le dijo, “Y si, boludo, que va a ser santiagueño?”
Los dos nos sonreímos y Agustín me preguntó, “Bueno es un lindo nombre igual. Todo bien?”
“Todo bien, y ustedes?”, les pregunté mirándolos un poquito fijo, haciéndoles saber que me estaban interesando.
“Bárbaro”, dijo Mario con una sonrisa y se tomó algo de su trago, “No nos podemos quejar.”
Yo me sonreí, “Mmm. Si. De aca veía que les estaba yendo bien en la mesa. Los felicito.”
“Muchas gracias…”
“Ganaron mucho?”, les pregunté con una pizca de sonrisa pícara en los labios.
Mario se sonrió, “Y … de nuevo, no nos podemos quejar.”
“Mmmm… que bueeeeno….”, les dije.
“Y a vos como te fue? Jugaste?”, me preguntó Agustín.
Yo me sonreí suavemente y me le acerqué un poco a los dos a la mesa, inclinándome un poquito. Les regalé una risita finita y me acomodé el pelo para ellos, “No, dulce, yo no vine a jugar”.
Mario me miró y se sonrió, tomando su trago sin sacarme la mirada de encima. Yo se la mantuve un segundito, dejando que su mirada se clave en mis ojitos azules, “Viniste a buscar compañía?”, me preguntó.
“Si, puede ser…”, le dije sonriendo
“Y encontraste?”, se sonriò Agustin
“No. Bueno, ustedes me encontraron a mi, no?”, le respondí, “Ustedes son hermanos?”
Los dos se rieron, “No, nada que ver. Somos amigos de toda la vida.”
“Que bueno.. Que lindo. Dejaron a las chicas en casa hoy?”, les sonreí.
Mario se rió, “Hoy… y todo el finde. Nos hicimos una escapadita.”, me guiño el ojo.
“Mmm… que lindo escaparse así. Pasarla bien. Hacer alguna travesura, no?”, me sonreí.
“Esa es la idea”, me sonrió Mario, “Vos te prendés?”
Yo me reí alegremente y dejé que me siguieran mirando, “A las travesuras?”, ellos asintieron, “Y a veces si, si es que me sirve.”
“Y qué es lo que te sirve?”, me preguntó Mario
“Querés que te cuente?”, le dije y asintió. Agarró su silla y la llevo alrededor de la mesa, pegándola con la mía y abrazándome los hombros, acariciandome uno despacito mientras yo me acerqué su oído y le empecé a comentar el menú, y como era la cosa, poniéndole una manito en la pierna y sintiéndosela suavemente mientras le hablaba. Agustín nos miraba en silencio, disfrutando su trago.
Cuando terminé de decirle todo, le sonreí y nos quedamos así con las caras cerquita. El también se sonreía, en ningún momento dejando de sentirme la piel del hombro con sus dedos.
“Saladito, no mi amor?”, se sonrió.
Yo le devolví una dulce sonrisa de nena, “Los canapés más ricos son saladitos”, le dije y muy discretamente por debajo de la mesa le deslicé mi manito a su bulto, por sobre el pantalón, sintiendo y haciendo que me sienta.
Mario me acercó la cara y me susurró al oído, sin antes darme un besito en la oreja que me gustó mucho, “Querés que te hagamos compañía los dos?”
Yo también le devolví el gesto del besito, mientras era mi turno de hablarle al viejo en el oído, “... si me van a hacer pasar una linda noche si… si no, me voy a casa. Aburrida.”
“Y que es una linda noche para vos?”, me preguntó de nuevo al oído, estrujándome un poco más el hombro.
Cuando fue mi turno de susurrarle directamente le apreté el bulto más fuerte por debajo de la mesa, “... que dos hombres lindos me hagan sentir bien… y que yo les pueda dar todo lo que ellos quieran…”
Mario se sonrió y me dejó un besito discreto en la mejilla fuera de la vista del salón. Lo miró a Agustín y le asintió, lo que lo hizo sonreír también. Mario me dijo que tanta plata encima no tenía, que si quería me daba una parte en dólares que tenía en su casa y el resto me los transfería. Yo no quería ponerme a discutir y sabía que iba a ser así, si quería trabajar algo ese fin de semana. No me hacía mucha gracia que me transfieran a mi cuenta, pero a veces me pasaba y tanto los clientes como yo sabían que se hacía cuando no había otra alternativa.
Al final acepté. Nos quedamos charlando un rato más mientras nos terminabamos nuestras bebidas, yo todo el tiempo abrazada por Mario mientras los dos nos acariciabamos discretamente. Nos levantamos y nos fuimos del casino. Ya en su auto y durante todo el trayecto a la casa de Mario, yo me subí al asiento de atrás con Agustín y me la pasé todo el viaje con la pija del viejo ya en la boca. El auto tenía vidrios polarizados así que no había problema. Agustin me manoseaba el culo por debajo de la mini, disfrutando del placer que le estaba dando mi boquita y yo disfrutaba de sentirlo y de sentir su mano reteniéndome la cabeza ahí todo el tiempo. Mario nos miraba por el espejo retrovisor y se reía mientras hablaba con su amigo.
Cuando llegamos a la casa de Mario, un lindo chalecito por Punta Mogotes, ya eran como las 2 de la mañana. Entramos a la casa y me fui al baño a ponerme lista para ellos, con una pequeña mudita de ropa interior muy sexy que llevaba bien empacada en mi cartera. Cuando salí y me vieron les encanté.
Admirándome me dijeron que los dos se habían tomado la pastilla y nos quedamos ahí en el living. Ellos se sentaron y yo les di un lindo show sexy con una música suave que habían puesto, que los derritió. Entre besos y manoseos los ayudé a desvestirse y se las empecé a chupar a uno y a otro, ayudando a que la pastilla les empiece a hacer efecto, lo que sucedió bastante rápido.
Una vez que ellos se pusieron listos, entre la pastilla y mis atenciones, me subí encima de uno en el sillón y empezamos a coger, suave y lindo. Mis gemidos, mi apariencia de nena linda y la ropita que me había puesto los estaba volviendo locos. Mientras me cogía dulcemente a uno, sentada encima de él, el otro se paraba al lado y me hacía chuparsela bien fuerte, lo que me encantaba. Cuando por fin el que tenía abajo me acabó en la conchita, el otro se sentó y me lo empecé a coger a el de la misma manera, gimiendo y gritándole todo mi placer de nena que estaba siendo cogida por un tipo grande, y cuànto me encantaba. Dentro mio yo sabía que no era tanto acting. El otro duró menos y también me llenó, y le regalé un dulce, largo y fingido orgasmo montada encima de él.
Para recuperarnos un poco me llevaron a la habitación y nos tiramos los tres en la cama grande matrimonial. Los dos viejos rodeándome cuando yo me acosté y disfrutando tanto de mi cuerpito con sus manos y sus bocas suavemente, mientras yo los acariciaba y complacía su piel con mis manos y sus oídos con mi placer. No necesitaron mucho tiempo para recuperarse. Uno me llevó encima de él de nuevo y mientras nos besamos profundamente sentí como se ajustó la pija empastillada que tenía y me apretó las caderas para abajo, entrándome dulce y profundamente de nuevo en mi conchita.
Enseguida sentí al otro moverse atrás mío y le sentí la punta de su pija buscándome el ano. Lo encontró bastante fácil y me empezó a presionar ahí también. Yo ya estaba muy caliente, entre la pija que tenía adentro ya y la sensación de la otra también queriéndome entrar. Lo ayude un poco cambiando de posición y finalmente lo sentí dentro de mi culo. De pronto me sentí llena de esas pijas viejas y duras y me encantó. Nos empezamos a coger los tres más fuerte y más rápido, ellos disfrutando de mi cuerpo de nena y yo de los de ellos. Yo les gemía y les gritaba todo el placer que me estaban dando, sacándome mis protestas de a dulces grititos con cada empujón de sus caderas sobre mi. Y a ellos les encantaba cogerme asi, a una nena linda asi.
Primero uno y después el otro me llenaron bien con su leche, lo que me hizo estallar de placer, temblando aprisionada entre sus cuerpos y quedándome ahí después, con esos dos machos viejos dentro de mis agujeritos y juntando nuestras tres bocas al mismo tiempo para besarnos y lamernos, nuestros tres cuerpos agradeciéndose todo el placer que que mutuamente se habían dado. Ellos necesitaron un momento para recuperarse y uno trajo algo para tomar a la habitaciòn, yo solo les pedí agua. Una vez mas me quede entre ellos, recibiendo sus caricias y besos suaves y devolviéndoselos.
Cogimos así una vez más, cuando ellos cambiaron. El que me había sentido la conchita ahora me quería por atrás, y viceversa. Yo no tuve ningún problema. Me encantaba que tipos mayores me atiendan así y me encantaba como recibían el placer que mi cuerpito les daba. Me llenaron bien con su leche los dos una vez más y terminamos los tres en la cama, ellos un poco exhaustos y recuperándose.
Yo me levanté y me fui al baño a limpiarme un poco. Realmente estaba sucia de ellos. Dulcemente sucia, si, no me quejaba, pero sucia al fin. Cuando volví a la habitación ahí seguían los dos desnudos en la cama charlando. Mario me sonriò al verme, todavía quedaba bastante de la noche por delante. Me acosté con ellos de nuevo y nos quedamos charlando de cualquier cosa, mientras nuestras manos se recorrian los cuerpos.
Mario me sonrió en un momento y me dijo que cuando ellos hacían éstas cosas, que no era muy seguido, él tenía la costumbre de al final cogerse a Agustin también, ya que a él también le gustaba. Yo lo miré a Agustin y me sonrió, diciendome que era cierto, y si me quería quedar a ver o a participar, ya que tenía buena onda y era muy linda. Yo les sonreí a los dos y les dije que sí, pero que si iba a ser un momento privado entre ellos que ellos querían compartir, que por ahí mejor que yo no estuviera.
Los dos se rieron y me abrazaron muy cariñosamente, me dijeron que nada que ver. Que si yo quería que era bienvenida a quedarme. Les dije que bueno, que me encantaría compartir eso con ellos también, si ellos querían. Les encantó que yo dijera que sí. Agustin se movió al otro lado de Mario y sin decir más, le empezó a acariciar la pija a su amigo y pronto ya se la había llevado a la boca, mamando y probándolo suavemente. Mario me había abrazado y yo lo estaba besando y acariciando, sintiendo sus gemidos de placer en mi boca. Mario me dijo si me quería unir a Agustin y le sonreí, diciéndole que sí. Me aproximé yo también y entre los dos le seguimos disfrutando los huevos y la verga empastillada y dura a Mario, besándonos con Agustin también entre nuestras mamadas. Mario estaba que volaba de placer al ver la escena y a mi me calentó muchísimo.
Pero me calentó mucho más cuando Mario dijo que no aguantaba más y se incorporó. Agustin se dio vuelta con una sonrisa y se puso en cuatro delante de su amigo, ofreciéndose dulcemente a él. Mario lo sujetó de la cintura y se la metió fuerte con una sonrisa, lo que lo hizo gritar al otro viejo de puro placer y dolor, que se lo aguantó muy bien. Yo con una sonrisa pícara me deslicé debajo del cuerpo de Agustín y le empecé a mamar la verga que le colgaba como una fruta. Se le puso dura en mi boca enseguida y los empujones de Mario mientras se cogía fuerte a su amigo me la hacían meter más en la boca. Estuvimos así hasta que sentí los gemidos fuertes de Mario y también los de Agustín. Mario se salió de su amigo y acabó masturbándose, salpicándonos a los dos con su semen, a Agustin en su cola y a mi en el pelo y en la frente. Unos segundos después sentí la leche calentita de Agustín llenándome la boca.
Fue una experiencia increìble y nueva para mi. De la cual aprendí mucho.
De esa experiencia aprendí que el sexo es solamente uno. Somos nosotros, las personas, las que lo clasificamos y dividimos como nos parece. Pero el sexo es uno, sin divisiones de ningun tipo. Por supuesto que unas cosas nos gustan y otras nos parecen repulsivas. Es lógico y natural, no tiene nada de malo. Pero las divisiones no existen, en realidad. En el encuentro más íntimo y más físico de dos personas, que desean darse placer el uno al otro, no hay divisiones. Todo lo que nosotros podemos decir de género, roles… quien le hace que a quien, quien no le puede hacer que a quien… de qué maneras si y de qué maneras no… todo eso es ruido. Nuestro ruido de seres humanos. El encuentro de amor físico entre dos… o más… personas siempre es uno, existe por encima de nuestro ruido y es maravilloso. El sexo es el cielo único que nos cubre a todos y somos nosotros, con nuestras ideas y mezquindades, que nos contentamos con ser solamente criaturas terrenales en lugar de querer buscar alas y ser celestiales.
Que esos dos viejitos divinos me hayan invitado a ser parte de lo suyo, aunque sea esa noche sola, lo consideré un honor. Y que encima me hayan pagado, eso ya directamente era un placer. No se si sus esposas lo sabían y tampoco me importaba. Era cosa de ellos, no mía.
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