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Compendio III
Una vez que David limpió la prueba de su disfrute, Aisha miró a su esposo, sus ojos brillando de lujuria y autoridad.
•¿Pasa algo? – Preguntó ella dulcemente, con un tono levemente sarcástico.
Con timidez, él se atrevió a preguntar…
>¿Puedo… mirar? – consultó David tentativamente, con una voz insegura.
Y justo cuando Aisha se preparaba a responder, les interrumpí…
-¡Ni lo pienses! – respondí con firmeza, con un tono más serio y autoritario, que Aisha nunca había visto en mí.
Tanto Aisha como David se sorprendieron con mis palabras. Pero sin darles tiempo para pensar, empujé a David fuera del dormitorio y cerré la puerta con el cerrojo.
Aisha me miró espantada. Nunca me había visto actuar de esta manera, su desplante habitual perturbado por el enfrentamiento.
•No pensé que te molestara. – comentó, acariciando su pecho.
Pero actué bajo instintos de supervivencia: era la primera vez que conocía a David y nadie me garantizaba que no tomaría sus cuernos de manera violenta. Para mí en esos momentos, era como desactivar una trampa para osos lista para atacar.
Me acerqué hacia ella y la obligué a sentarse.
-Creo que necesitamos conversar antes de seguir. -comenté con firmeza, pero amable.
Aisha me miró desconcertada.
•¿A qué te refieres?
-No entiendo qué pasa. ¿Me lo puedes explicar? – demandé.
Ella dio un gran suspiro, su corazón se notaba acelerado. Aunque nunca me había visto actuar así, se notaba tanto aterrada como caliente al mismo tiempo. Empezó a contarme los eventos de la semana, entrando en detalles sobre cómo había manipulado y humillado a David, empleando sus habilidades en la cama para “domarlo” en el hombre sometido que ahora era.
A medida que escuchaba sus palabras, me sentía poco a poco más perturbado. Cuando terminó de hablar, la contemplé en silencio, meditando la situación.
-Primero que todo, no voy a insultar tu marido. – le respondí asqueado, desestabilizando la autoridad recién ganada de Aisha hacia mí. – Cuando era joven, yo sufrí de bullying y no hay manera que vaya a abusar de otra persona.
Ella dio un suspiro y sus mejillas se enrojecieron. Tenía yo todos los derechos de alardear por encima de David, pero preferí no hacerlo ante un hombre que no conocía. De hecho, le mostré respeto.
-Segundo, si él está presente y hacemos el amor, me llamarás por su nombre. -continué serio. – Serás generosa por su amabilidad, por dejarme jugar contigo.
Al escucharme decir “hacer el amor”, Aisha apretó sus piernas y sonrió. Para estas alturas, ella ya conocía la diferencia entre hacer el amor y tener sexo.
-Y tercero, si él quiere que use condones o me haga exámenes para verificar mi salud, lo haré. Estoy muy consciente que estoy pisando la familia de otro hombre. -Sentencié finalmente.
Aisha accedió a los tres puntos, tratando de complacerme y mostró su disposición besándome profundamente.
La miré con una sonrisa gentil.
-Bien. Entonces, es hora de desayunar. – le dije en un tono más suave.
Y acto seguida, la empecé a besar, mi erección deseosa de explorar sus entrañas y ella suspirando en anhelo.
A medida que empecé a horadar su húmeda y apretada hendidura, besándola y manoseando sus pechos, Aisha me miró suplicante. La miré comprensivamente, habiendo jugado el mismo juego que ella se preparaba a disfrutar y estaba más que dispuesto para complacerla.
•¡Oh, David! ¡Oh, David! – dejó escapar suavemente.
Pude notar su satisfacción al vivir lo mejor de ambos mundos. Sabía yo que sexualmente, Aisha era mía. Pero en el corazón de Aisha, David era su hombre.
Años atrás, cuando Hannah y yo dormíamos juntos en faena, la experiencia era exquisita, porque cada turno me significaba volver a acostarme no solamente con una hermosa, menuda y sexy rubia como lo es ella, sino que también volvía a hacerle el amor a la imagen mental que tenía de Marisol antes de embarazarse.
Entendía yo entonces que los motivos por los que la infidelidad de Aisha había empezado, siendo la ausencia de David en alta mar y su falta de intimidad cuando estaba en casa sus principales detonantes.
Empecé a moverme con más fuerza, rellenándola con mi pene completamente. Su sensación de saciedad era intoxicante y su rostro se contrajo en una expresión llena de pasión y deseo.
Mi ritmo se acoplaba sus gemidos, mi pasión creciendo mientras escuchaba su voz. A pesar de mi enojo, no podía negar el éxtasis de ser yo quien le daba tal placer.
Una vez más, los ojos de Aisha se pusieron en blanco a medida que mi pene le daba en los puntos de placer más íntimos y se sintió embargada por un nuevo y creciente orgasmo.
•¡David, amo tu verga! - exclamó, su voz resonando por el dormitorio.
(David, I love your cock.)
A mi mente regresaba la memoria ese maravilloso polvo que nos pegamos con Debbie, mi uróloga de Adelaide, tras el fallecimiento de su esposo y la misma expresión de satisfacción se reflejaba en el rostro de Aisha.
Nuestro mutuo placer se hizo tan intenso que parecía que nos romperíamos mutuamente.
•¡David! ¡Oh, David, hazlo más duro! ¡Más duro! – ella gritaba, pellizcándose un pecho en el momento, su voz cargada de pasión.
Obedecí, mis caderas azotando las suyas con una fuerza que estremecía la cama completa. El dormitorio se escuchaba solamente el ruido de nuestra pasión y se notaba que Aisha estaba al borde de algo increíble.
Su orgasmo le impactó de manera bestial, su cuerpo entero sacudiéndose de placer.
•¡Necesito tu verga, David! - gimoteó Aisha, con ojos en blanco. - ¡Rómpeme entera! ¡Lléname con tu hijo! ¡Sí, sí, sí!
(Tear me apart. Fill me with your baby)
Las palabras de Aisha escapaban de sus labios con prisa, una declaración de amor y necesidad de su esposo. Mientras los espasmos le impactaban, yo seguía embistiendo con mayor rudeza.
El cuerpo de Aisha se tensó, mis embestidas volviéndose más profundas, tornando sus gemidos en gritos desesperados a medida que empezó a venirse con mayor violencia.
•¡David! ¡Oh, David! ¡Dame más duro! ¡Más duro! ¡Ahhh! ¡Sí! ¡Sí! ¡Necesito tu verga! ¡Ahh! ¡David! ¡Rómpeme otra vez! ¡Fóllame duro! ¡Sí, David! ¡Me vengo! ¡Me vengo otra vez, David! ¡Sí, sí! ¡Dámelo más duro! ¡Más duro! ¡Me encanta! ¡Vamos, David! ¡Empuja más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Oh, sí! ¡Sí! ¡Justo ahí! ¡Ay, dios mío! ¡Lléname, David! ¡Lléname! ¡Quiero tu bebé! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Ahhhhh! – Aisha gritaba sin parar, viniéndose consecutivamente mientras le inyectaba mi semilla.
Colapsamos en la cama, nuestros cuerpos resbalosos por el sudor y el deseo.
Mientras reposábamos en la cama, Aisha me abrazó con fuerza, sintiendo sus ricos senos prensarse sobre mi pecho, mientras que yo envolvía su cabeza con mis brazos.
•¡Gracias, Marco! – susurró, sus ojos fijos en mí.
Nos besamos suavemente, mirándola con comprensión.
-Lo que sea que necesites, Aisha. – le susurré, acariciando sus cabellos.
Empezó ella a llorar, no habiendo sentido nunca el placer de una manera tan intensa.
Cuando pude despegarme, mi carga se desparramó sobre sus muslos morenos. La miré un tanto preocupado, recordando sus deseos de que David la embarazara de nuevo, pero tuve que guardar silencio al contemplar su rostro.
Con un suspiro gentil, Aisha permaneció acostada en la cama, su cuerpo flojo y satisfecho. Nuestro encuentro había sido todo lo que ella había deseado y aun más. Sus ojos me contemplaban amorosos mientras me metía en el baño para ducharme. Sé que ella quería acompañarme, pero el gozo había sido tan fuerte que no podía moverse, saboreando la sensación de sentirme en su interior.
Salí del baño todavía agotado. Me vestí a medias, dado que como les mencioné anteriormente, Aisha me fue desvistiendo en el camino al dormitorio y al ver mi musculatura y mi torso, la calentura de Aisha volvió con creces, mirándome con los mismos ojos que Emma.
Pero a pesar de que sabía que podía darle de nuevo, leyó en mis ojos que tenía otros planes para la mañana.
Abrí la puerta y encontré a un hombre desolado. David se había vuelto a masturbar al menos una vez, las gotas de su orgasmo esparcidas por el mobiliario.
Me presenté ante él, contándole todo sobre mí, desde mi estatus marital hasta mis visitas a su hogar durante su ausencia en el mar.
Podía darme cuenta de que la conversación era tanto humillante como tranquilizadora para David. Le pregunté si acaso él quería que yo rompiera con Aisha.
Me respondió que no estaba seguro. Comprendía que él había dejado a Aisha sola por mucho tiempo e incluso la comprendía un poco. De hecho, él incluso reconoció que pasaba demasiado tiempo en el mar y que apenas le prestaba atención cuando estaba en casa.
Intentando calmar su conciencia, le dije a David que mientras él se iba de viaje, yo me encontraba con Aisha una vez a la semana, durante las mañanas. Como hombre casado, yo comprendía que era necesario mantener todo en secreto, puesto que en ningún momento quería lastimar ni a mi hijo ni a su hija con mi comportamiento.
Finalmente, le confesé que me sentí mal sobre la idea de tener sexo con Aisha en frente suyo, a pesar de que yo le notaba muy entusiasmado, pero le aconsejé que él podía comprar cámaras para que nos grabara, aunque le imploré a David que no se divorciara, dado que Aisha todavía lo ama y Sophie lo necesita en su vida.
Luego de decirle eso, tomé mi ropa y terminé de vestirme, despidiéndome para ir a buscar a Bastián.
Las chicas se sorprendieron al verme tan serio, encontrándolas a ellas mucho más juguetonas. Al tiempo después, cuando Aisha llegó con nosotros, Emma e Isabella notaron que algo más había pasado, aunque Aisha me sonrió con gentileza y me agradeció por lo que había hecho por ella.
Esperamos inquietos la salida de nuestros hijos, pero con la calidez en nuestro corazón que todo estará mejor.
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