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PDB 70 Poniéndome al día (VII)




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Compendio III


Esa fresca mañana de lunes, acordamos (o más bien, las chicas acordaron) que ese día estaría con Aisha.

Según Emma, si ella hubiese tomado su turno ese día, a la siguiente semana no habríamos podido compartir un solo día, porque “habría usado todos sus turnos”. Pero en realidad, creo que lo hizo más que nada por su entusiasmo por tener un trío con Isabella al día siguiente, aunque no niego que pudo haber conocido la estratagema de Aisha de antes.

Nunca había visto a Aisha tan abiertamente fogosa. Pero me gustaba. Era un lado de ella que no había experimentado todavía y me hacía desearla más.

PDB 70 Poniéndome al día (VII)

El camino hacia su casa estuvo lleno de besos y caricias obscenas, donde esa espectacular morenaza no me sacaba las manos de encima, su calentura creciendo al momento.

Una vez que entramos, me cautivó tentándome con sus curvas y su piel morena y carnosa, llevándome a su dormitorio, el cual esperaba que estuviese vacío…

Pero sus besos y caricias la hacían ver empoderada. Poco a poco y sin respeto, me empezó a sacar la ropa y cuando llegamos a la cama, me di cuenta de que no estábamos solos…

>¿Qué demonios pasa aquí? – dijo una voz molesta, saliendo bajo las sábanas.

Nunca en mi vida me habría imaginado que David era un tipo apuesto.

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Debe tener mi edad o ser un par de años más. Es más bajo que yo, pero con una constitución mucho más musculosa y hombros anchos que le dan una presencia imponente, con un encanto rudo acorde a su cargo de capitán de barco.

Con una piel bronceada, claramente amante del sol y una mandíbula cincelada que lo hace ver como un tipo rudo y confiable. Cabello rubio y corto, un tanto despeinado por haberlo interrumpido de su sueño y unos penetrantes ojos azules, con cejas definidas, reflejando una mirada inteligente. Pero quizás, lo más sorprendente de todo es su buen estado físico, con brazos tonificados y un físico sólido y atlético, que se justifica bastante bien por su trabajo, así como el equipo de entrenamiento en su hogar.

Podrán imaginar entonces lo pálido que estaba, con mi erección a media asta tras las caricias de Aisha, aunque ella se mantenía risueña.

•Marco es solo un amigo. – canturreó con una voz dulce e inocente. – Un amigo que necesita ayuda.

>¿Qué? – preguntó, todavía medio dormido.

•Marco es el amigo que te conté. – ronroneó ella, como si fuera una gracia. – El que tuvo el bebé. Lo traje aquí para ayudarle.

El tipo se acomodó el pelo y se descubrió un poco del cubrecama, revelando su torso desnudo e imponente.

>¿Ayudarle en qué? – preguntó, restregándose la cara, como si se hubiera dormido borracho o algo.
Aisha le contempló molesta.

•No has hecho un buen trabajo conmigo en toda la semana. Y Marco es un amigo que lo necesita. – sentenció seria, dejando el desafío en el aire.

(You haven't done a good job with me all week. And Marco is a friend in need.)

Sus palabras sacaron a David de su modorra inmediatamente. Miraba a su esposa, sus pensamientos corriendo a mil por hora.

No podía creer que su esposa podía serle infiel abiertamente… pero a la vez, noté algo de remordimientos de parte de él.

Sin darnos tiempo para procesar lo que pasaba, Aisha se desnudó, revelando un escandaloso set de ropa interior que tanto él como yo habíamos visto antes y que a mí me había vuelto loco al instante. Los ojos de Aisha estaban fijos en David, en una clara expresión seria, desafiante y cargada de deseo.

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•Si puedes durar más tiempo que él, - tentó a su esposo, apuntándome con su mentón. – podrás dormir conmigo. Pero si él gana, seré suya por el resto de la mañana.

Sus palabras resquebrajaron a David. Tragó saliva y me miró serio, sintiéndose intimidado. Sin ningún recato, descubrió a su esposo entre las sábanas, revelando su desnudez, algo que lo congeló e impactó.

Sobra decir que la tensión del momento lo tenía muy intimidado y en esos momentos, su hombría no era envidia de nadie.

Fue entonces que noté a Aisha entregarle un objeto negro y rectangular en la mano.

•¡Tómame el tiempo! – le ordenó ella cediéndole el objeto, con una mirada que revelaba furia, mientras ella se arrodillaba frente a nosotros.

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El rostro de David se llenó de espanto, a medida que su esposa empezaba ya a masajear su minúsculo aparato.

>¡No! ¡No ese estúpido reloj de nuevo! – David protestó, sus palabras resonando en mis oídos.

Ella lo empezó a trabajar fervorosamente con tal velocidad como si pareciera buscar su propio placer.

•Es lo más justo. – le dijo, mirándole a los ojos con una sonrisa perturbadora. - ¿De qué manera mediré tu resistencia?

David sintió la presión entre sus hombros, su pene encogiéndose de nuevo ante la hábil mano de su esposa. Pero no duró mucho.

El ritmo que llevaba Aisha era escandaloso y poco a poco, David tuvo que cerrar los ojos, dado que el cuerpo semi desnudo de la diosa de ébano que tiene por esposa era cautivante.

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•¡Toma mi tiempo! – volvió a ordenar ella, su sonrisa ya ganadora.

Había perdido ya medio minuto de ventaja, desbloqueando el aparato y activando la función de cronometro, la cual parecía conocer casi de memoria.

El cuerpo de Aisha se sacudía de forma cautivante, sus melones vibrando como jalea y su culito deseoso buscando una buena verga…

La respiración de David se volvió agitada, intentando en vano controlarse, pero los dedos de Aisha no eran rivales para él. Tardó menos de cuatro minutos en eyacular, soltando unas escuálidas gotas y mostrando una erección nada admirable ante mis ojos.

Aisha le miró con desdén.

•Ahora, es el turno de mi amigo. – comentó, volteándose a mí.

Al notar el bulto en mis calzoncillos, sonrió ella morbosamente. Como si abriese un regalo en navidad, descubrió mi pene con agrado, mirándome con esos seductores ojos en agradecimiento.

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•Parece que tengo mucho trabajo por delante. – comentó venenosa, midiendo el largo de mi pene en sus manos.

(Looks like I have a lot of work ahead of me.)

El rostro de David se puso lívido, su curiosidad pudiendo más que él. Sus ojos eran inescrutables, con un remolino de emociones: enojo, celos e incluso un poco de excitación. Nunca había visto a su esposa de esta manera, tan desenfrenada y a la vez, controladora.

Empezó a acariciarme suavemente, disfrutando de mi tacto. Con una mano, masajeaba el tallo con cariño, mientras que, con la otra, apretaba mis testículos cariñosamente.

Mientras Aisha me empezaba a dar placer, David nos contemplaba horrorizado y fascinado a la vez. Sus habilidades no tenían rival y era claro que ella había practicado antes.

Con una sonrisa contenta, mirándome a los ojos con dulzura, ordenó nuevamente:

•¡Toma mi tiempo! – con un tono de voz que reflejaba casi una paz.

Petrificado, con casi 2 minutos de ventaja según mis estimaciones, David reinició el cronómetro nuevamente.

Pero era claro que Aisha quería jugar con nosotros. Su mano mantenía un ritmo que ella ya sabía que no me haría acabar y en cambio, torturaba a David con sus comentarios.

•¡Wow, Marco! ¡La tienes demasiado grande! – comentó con una voz fingida. - ¡Apuesto a que tu esposa es una mujer muy feliz! ¡Nunca pensé que fueras… tan dotado!

Aisha empezó a mirar mi erección con mayor deseo, mientras que David nos miraba sin palabras cómo los labios de su esposa se volvían inquietos ante una verga que no era la suya.

•¡Así no llegaré muy lejos! – dijo ella con una voz sedosa de puta. - ¡Creo que disfrutaré de esto mucho!

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Y con la punta de su lengua, empezó a palpar mi glande, mirándome fijamente a los ojos. Poco a poco, como si fuera una frutilla en sus labios, empezó Aisha a besarla, disfrutando su sabor, ante un ritmo que los dos sabíamos que no nos llevaría a ningún lado.

Incapaz de moverse, David contemplaba cómo su esposa devoraba poco a poco la verga de un tipo que, hasta antes de veinte minutos, le era un completo desconocido. Y sin siquiera darse cuenta de sus propios reflejos (probablemente, embelesado por el cautivante culo de su esposa cubierto por esa diminuta tanga), se empezaba a estrujar su propio pene con sus manos.

PDB 70 Poniéndome al día (VII)

Para entonces, su cónyuge no tenía palabras. Con media verga en la boca, Aisha se limitaba solamente a soltar sonidos guturales, que poco a poco, le cortaban el aire.

Por poco a David se le caía la baba al notar cómo su esposa engullía mi hombría hasta la base, sus ojos lagrimeando y haciendo el típico y erotizante “Guck, guck” que las mujeres hacen durante las películas porno, tragando verga más allá de la úvula. Para cuando Aisha tragó casi hasta la base, la mandíbula de David casi caía al suelo, mientras que yo me sentía en el cielo.

Su garganta se apretó en torno a mi punta, haciéndome suspirar. Me faltaba poco, muy poco y apenas podía ya aguantarme.

-¡Aisha, me voy a correr! – le advertí, pero en lugar de apartarse, Aisha me abrazó por el trasero y se la metí profundo en la garganta.

Sus mejillas se hincharon mientras me chupaba, sus ojos me miraban en agradecimiento. El sonido de la garganta de Aisha tragando era el único sonido que rompía el ambiente. Cuando cesó, soltó un suspiro sediento, cansado. No así contenta, tomó mi pene semi erecto, acomodó sus cabellos y con completa calma, limpió mi pene con su lengua, como si fuese un delicioso bocado.

•¡Tiempo! – ordenó ella, su voz sedosa con placer.

En esos momentos, tres miseras gotas salpicaron los pies de Aisha, provenientes del cornudo de David que contemplaba con asombro cómo su esposa se tragaba el semen de otro tipo, su boca y lengua saboreando codiciosamente los restos.

Sus dedos pegajosos tuvieron un poco de problemas para desbloquear la pantalla, teniendo David que limpiarse los dedos con el cubrecama.

Su mirada se volvió desesperanzada.

>Doce minutos, cincuenta y cuatro segundos. – susurró David, su alma dejando el cuerpo ante la incredulidad del tono de su voz.

Mi verga se mantenía erecta, mientras que la de él parecía haberse encogido más. Aisha jugueteaba conmigo, sacudiéndola y azotándola sobre su boca y lengua, con una sonrisa triunfante, sus labios empapados con restos de mi hombría.

•¡Parece que gané! – le dijo a su marido, besándole fervorosamente en los labios, sin dejarle tiempo para reaccionar sobre el contenido del brillo de sus labios. – Ahora bien, ¿Quién limpiará este desorden?

David miró al suelo, su propio semen apilado a los pies de Aisha. Nervioso y sometido por la mirada de su cónyuge, sabía lo que ella buscaba e incapaz de desobedecerle, se arrodilló ante ella para limpiarla con la funda de una sábana.

Mientras este se arrodillaba, Aisha aprovechó a susurrarme al oído lo suficientemente fuerte para que David nos escuchara.

•Ahora, mostrémosle lo que se ha perdido. – su voz, cargada con sensualidad.

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