Capítulo 1: La Rutina Diaria y la Tensión Silenciosa
El sol se filtraba a través de las ventanas del aula mientras Marcos y Ana presentaban su proyecto en la universidad. Habían trabajado juntos durante semanas, y aunque al principio hubo desafíos, su conexión había crecido. Ahora, al frente de sus compañeros, Marcos sentía una mezcla de nervios y emoción.
—Nuestra propuesta se centra en la innovación en la industria —dijo Ana, sonriendo con confianza. Marcos se sentía orgulloso de tenerla a su lado, pero su mente divagaba hacia la reciente experiencia compartida que habían tenido, recordando cómo se habían acercado más allá de lo académico.
La presentación concluyó con aplausos y comentarios positivos de sus compañeros. Ana y Marcos intercambiaron miradas cómplices, conscientes de que algo había cambiado entre ellos, aunque no lo mencionaran.
Después de la clase, un grupo de amigas se reunió para discutir los planes del fin de semana. La conversación fluía, pero Marcos notaba la tensión silenciosa entre él y Ana. Las miradas furtivas y las sonrisas tímidas sugerían un entendimiento secreto que solo ellos compartían.
Ana, con una chispa traviesa en los ojos, comenzó a comentar sobre las últimas tendencias de lencería.
—¿Han visto las nuevas colecciones? —preguntó, mientras sus compañeras se unían al debate sin saber el subtexto de la conversación.
Marcos sintió que su corazón se aceleraba. Los otras amigas rieron y compartieron sus opiniones, ajenos a la carga emocional que las palabras de Ana tenían para él.
—Un poco de audacia nunca hizo daño a nadie —dijo Ana, mirando a Marcos con una sonrisa seductora.
El rubor se apoderó de él, pero no pudo evitar sentirse intrigado por la insinuación. Aunque las demás hablaban de moda de manera ligera, cada comentario de Ana lo hacía recordar su propia vulnerabilidad.
Cuando la conversación se desvió hacia otros temas, la tensión permaneció. Los gestos sutiles, las sonrisas compartidas y la cercanía física hablaban de una intimidad no verbalizada.
Al final del día, Ana se volvió hacia él con una sonrisa enigmática.
—Fue genial trabajar contigo. Tal vez deberíamos hacer algo más… juntos en el futuro —dijo, dejando la frase en el aire.
Marcos sintió un escalofrío recorrer su espalda. La insinuación en sus palabras lo dejó sin aliento. Mientras se despedían y cada uno se marchaba, la atmósfera cargada de posibilidad lo acompañó. Aunque la rutina diaria continuaba, ambos sabían que su vida universitaria no volvería a ser la misma. La tensión entre ellos había crecido, y la expectativa de lo que podría venir se convirtió en una constante en sus pensamientos.
Capítulo 2: La Propuesta del Cosplay
Un día soleado, mientras Marcos revisaba sus notas en la biblioteca, Ana se acercó a él con una energía contagiosa. Su sonrisa brillaba como siempre, y eso hizo que el corazón de Marcos se acelerara un poco más.
—¡Marcos! —exclamó, dejando caer su bolso en la mesa—. ¿Sabías que hay un evento de cosplay en la ciudad vecina este fin de semana?
Marcos levantó la mirada, curioso.
—¿Cosplay? No sé si es lo mío… —respondió, recordando las últimas experiencias compartidas y la nueva tensión entre ellos.
Ana se inclinó hacia él, apoyando las manos en la mesa, lo que hizo que sus miradas se encontraran a una distancia más cercana.
—Vamos, sería divertido. Además, nadie nos conoce allá. Podríamos explorar un poco nuestros lados más atrevidos —dijo, con una sonrisa pícara.
Marcos sintió un cosquilleo en su estómago. La idea de estar en un lugar donde podían ser quienes quisieran, lejos de las miradas conocidas, le pareció intrigante. Sin embargo, la parte del disfraz lo hacía sentir nervioso.
—¿Y qué te gustaría que me pusiera? —preguntó, sintiéndose un poco vulnerable al considerar la idea.
Ana sonrió, como si ya tuviera un plan en mente.
—¡Quiero que te vistas como un personaje atractivo de un anime o un manga! Algo que resalte tu figura y que te haga sentir sexy. Imagínate lo divertido que sería —dijo, su voz llena de entusiasmo.
Marcos no pudo evitar sonrojarse. La idea de vestirse con una vestimenta así en público lo hizo sentir incomodo pero también le despertó una curiosidad que no podía ignorar. Ana estaba tan entusiasmada que era difícil resistirse.
—No sé… —musitó, pero su mente ya empezaba a imaginarse en un disfraz provocativo.
Ana se acercó más, y su tono se volvió más persuasivo.
—Solo piensa en lo que podríamos hacer en el evento. Podrías jugar con la idea de ser un personaje seductor, y yo puedo ayudarte a elegir un traje. Sería una experiencia increíble, y podríamos divertirnos mucho.
Marcos sintió cómo la tensión aumentaba entre ellos. La idea de vestirse de esa manera lo incomodaba y emocionaba a la vez. Ana tenía una manera de hacer que lo imposible pareciera divertido.
—De acuerdo, lo pensaré… —respondió, sintiendo que había cruzado una línea, pero también deseando más de esta conexión que se había ido desarrollando entre ellos.
Ana sonrió ampliamente, satisfecha con su respuesta.
—¡Perfecto! Te enviaré algunas ideas más tarde —dijo, antes de alejarse, dejando a Marcos con un torbellino de emociones.
Mientras volvía a concentrarse en sus notas, Marcos no podía dejar de pensar en la propuesta. La mezcla de nervios y anticipación le hacía sentir que este evento podría ser un nuevo comienzo en su relación con Ana. Había una promesa en el aire, una invitación a explorar no solo un disfraz, sino también su conexión creciente.
Capítulo 3: Preparativos para el Evento
El día del evento se acercaba rápidamente, y la mente de Marcos estaba llena de dudas. A pesar de que Ana había hecho el esfuerzo de convencerlo, aún se sentía reacio. La experiencia con la lencería había sido intensa y abrumadora, y la idea de un disfraz sexy lo dejaba sintiéndose expuesto y vulnerable. Sin embargo, no podía evitar la emoción que también lo invadía al pensar en Ana.
—¿Ya decidiste qué vas a llevar? —preguntó Ana con una sonrisa radiante cuando se encontraron en la cafetería universitaria, la semana del evento.
Marcos sonrió tímidamente, rascándose la cabeza mientras trataba de ocultar su inseguridad.
—Eh, estoy considerando algunas opciones… —dijo, aunque en realidad no había hecho más que pensar en las imágenes que Ana le había enviado.
Ana se inclinó hacia él, la chispa en sus ojos iluminando la conversación.
—Vamos, ¡no hay nada de qué tener miedo! —dijo, manteniendo un tono juguetón—. Te prometo que será divertido. Además, quiero verte en algo que realmente resalte tus… cualidades.
El comentario lo hizo sonrojarse de inmediato, recordando lo que habían hecho juntos. Su mirada se encontró con la de Ana, y en ese instante, Marcos sintió que la tensión que habían compartido antes empezaba a resurgir.
—Está bien —dijo finalmente, dejando escapar un suspiro—. Estoy listo para un nuevo desafío.
Los preparativos comenzaron en el apartamento de Ana, un lugar lleno de luces suaves y posters de anime en las paredes. La atmósfera era acogedora, y a medida que Marcos se adentraba en la experiencia, comenzó a relajarse.
Ana había preparado el traje sobre la cama.
—Quiero que pruebes este—dijo Ana, sosteniendo un disfraz que consistía en un conjunto corto de shorts ajustados y una camiseta que dejaba ver su abdomen—. Será perfecto para ti.
Marcos tomó la ropa con manos temblorosas, sintiendo que era un paso más hacia el abismo de su propia vergüenza. Aun así, no pudo evitar sentir una chispa de emoción. Se cambió en el baño y cuando salió, Ana lo recibió con una sonrisa que lo hizo sentir un poco más seguro.
—¡Dios mío! —exclamó ella, haciendo un gesto dramático—. Te ves increíble. ¡Ese atuendo resalta tu figura a la perfección!
Marcos no sabía si sentirse halagado o avergonzado, pero la mirada de Ana, llena de admiración, lo empujó a sentirse un poco más audaz.
—Ahora viene la mejor parte —dijo Ana, llevándolo hacia el espejo—. ¡Maquillaje!
Marcos se sentó en una silla mientras Ana se movía con agilidad, aplicando productos sobre su rostro. Sus dedos se deslizaban con delicadeza, y la cercanía hizo que la tensión aumentara.
—¿Sabes? Nunca pensé que disfrutaría tanto de esto —confesó Marcos, mirando su reflejo, ya empezando a ver a un nuevo él.
—Yo tampoco —respondió Ana, sonriendo mientras se aseguraba de que todo estuviera en su lugar—. Pero hay algo divertido en experimentar, ¿no crees?
Mientras Ana le aplicaba un poco de rubor, su mirada se volvió traviesa.
—¡Y pensar que antes solo te veía como un compañero de proyectos! Ahora estoy descubriendo un lado muy atractivo de ti —dijo, mientras se acercaba aún más, susurrando—. Me gusta ver cómo te vas transformando.
Marcos sintió su corazón latir más rápido al escuchar sus palabras.
—Creo que me estoy acostumbrando a esto —murmuró, sintiendo la adrenalina del momento.
Cuando Ana terminó, se dio un paso atrás para admirar su trabajo. Marcos no podía creer el reflejo que veía: un chico que, aunque seguía siendo él, parecía desprender una confianza nueva.
—Recuerda, esto es solo un ensayo. —dijo Ana, mientras él se quitaba la ropa y se miraba en el espejo por última vez, un poco más confiado.
Capítulo 4: El Evento de Cosplay
Al llegar al evento, Marcos sintió que la emoción lo invadía a medida que se acercaban al bullicioso centro de convenciones. La atmósfera era vibrante, llena de música, risas y el sonido de los flashes de las cámaras capturando a los cosplayers que se movían con orgullo entre los pasillos. Ana estaba radiante, su disfraz perfectamente ajustado, mientras que Marcos sentía una mezcla de nerviosismo y anticipación.
—Mira esto, ¡es increíble! —exclamó Ana, señalando a un grupo de cosplayers que hacían poses dramáticas en una esquina.
Marcos observó a su alrededor, viendo la creatividad y locura de los trajes. Sin embargo, también sentía una punzada de inseguridad. Aunque se había convencido de que el cosplay podría ser divertido, ver a otros tan seguros de sí mismos lo hizo cuestionar su elección.
Al entrar al área de preparación, la primera sorpresa llegó. La sala estaba llena de espejos, luces brillantes y un aire de camaradería. Los asistentes se ayudaban entre sí a ajustar sus trajes y maquillajes, creando un ambiente de apoyo y entusiasmo.
Ana lo llevó a un rincón donde podrían retocarse antes de salir al gran escenario. Mientras se acomodaban, después de terminar el maquillaje de Marcos, se giró hacia él con una mirada traviesa.
—Oye, quería confesarte algo —dijo, mordiendo su labio inferior—. Hice un par de ajustes en tu disfraz.
Marcos sintió que su corazón se aceleraba. La expresión de Ana era la de alguien que sabía un secreto jugoso, y su curiosidad comenzó a picar.
—¿Ajustes? ¿Qué tipo de ajustes? —preguntó, sintiendo que su voz se quebraba un poco.
"¡Ta da!" dijo mientras alzaba el conjunto frente a él con un tono de humor, aunque sus ojos reflejaban una chispa maliciosa. Era un diminuto top de tirantes, hecho completamente de red negra, que dejaba muy poco a la imaginación y hacía evidente que apenas cubriría lo esencial. Debajo del top, el short era casi una sugerencia, una pieza también de red que apenas alcanzaba a rozar la mitad de las caderas, dejando ver que llevaba un pequeño tanga de hilo dental que asomaría a través de la malla, completando la picardía del atuendo.
“¿Te gusta?” preguntó Ana, aunque más como una afirmación. Mientras él procesaba el atuendo, ella continuó sacando los accesorios, cada uno con un gesto teatral. Las medias altas de red, que llegaban justo por encima de las rodillas, contrastaban con los guantes largos, también de red, que cubrirían hasta sus antebrazos, añadiendo un toque de provocación al conjunto. Pero el toque final fue lo que Ana mostró después con una risa divertida: una diadema con pequeñas orejas de gato de felpa y un collar de mascota con un pequeño cascabel al frente.
—¡Ana! ¿Qué hiciste? —protestó, tratando de ocultar la mezcla de sorpresa y emoción.
—Solo unos toquecitos para que se ajustara más a mi... visión artística —respondió, riendo mientras le acariciaba el hombro—. Quería que te sintieras realmente sexy.
—Pero… ¡es demasiado revelador! No quiero que la gente me mire así.
Ana se inclinó hacia él, con un brillo persuasivo en los ojos.
—¿Y si te digo que serás la sensación? —insinuó, jugando con un mechón de su cabello—. Todos te mirarán, pero no porque te juzguen. Te admirarán.
Marcos dudó.
—Pero… ¿y si se ríen de mí?
Ana se rió suavemente, acercándose más.
—¿Te parece que importa lo que piensen los demás? Este es un lugar para ser tú mismo. Además, si te pones el disfraz, yo prometo que estaré a tu lado. Nadie se atreverá a meterse contigo mientras yo esté ahí.
Ella puso una mano en su brazo, su toque cálido y tranquilizador.
—Piensa en cómo te sentirás al salir. Te darás cuenta de que el miedo es solo una ilusión. Y con ese tanga… —su voz se tornó más seductora—. Resaltará lo mejor de ti. Te verás irresistible.
Marcos sintió que se le aceleraba el pulso, la presión en su pecho comenzaba a aflojarse.
—No sé, Ana…
—¡Vamos, por favor! —interrumpió Ana, poniendo un puchero que hacía que su rostro se viera aún más adorable—. Solo esta vez. Si no te gusta, prometo que no volverás a usarlo. Pero si no lo intentas, te estarás perdiendo de algo increíble.
Marcos miró a Ana, viendo su genuino deseo de que se divirtiera. La presión de sus palabras lo empujó hacia adelante.
—Está bien… —dijo finalmente, su voz temblorosa pero decidida—. Lo haré.
Ana sonrió ampliamente, llena de emoción.
Capítulo 5: Exploración de Fantasías
Marcos se miró al espejo mientras se ajustaba el último accesorio. El top de red se ceñía a su pecho, dejando expuesta la piel de manera provocadora, con apenas los tirantes sosteniéndolo en su lugar. El short era incluso más atrevido de lo que imaginaba; apenas cubría algo, y el tanga de hilo dental era evidente debajo de la malla, resaltando cada curva. Las medias altas subían hasta el muslo, dejando a la vista sus piernas, mientras los guantes largos de red llegaban hasta sus antebrazos, completando la imagen. Al ver su reflejo, una mezcla de vergüenza y sorpresa le cruzó el rostro.
Pero el detalle que más lo hacía dudar era la diadema con las orejas de gatito y el collar que llevaba al cuello, ajustado perfectamente para que el pequeño cascabel tintineara al menor movimiento. Su reflejo parecía a partes iguales ridículo y sorprendentemente llamativo. Se movió un poco frente al espejo, sintiendo la red rozar su piel y el sonido del cascabel, hasta que una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.
"¡Wow, Marcos!" exclamó Ana al verlo, con una sonrisa de asombro y deleite. Se acercó para mirarlo de cerca, observándolo de arriba abajo, como si apreciara una obra de arte. "Te ves increíble... ¡Ese look te queda perfecto!"
Marcos no pudo evitar sonrojarse ante el elogio, sin saber si sentirse orgulloso o querer salir corriendo. Pero la manera en que Ana lo miraba le hacía sentir algo diferente, una chispa de seguridad que no esperaba. Ella dio un pequeño tirón al collar, haciendo sonar el cascabel, y lo miró a los ojos con una sonrisa llena de complicidad.
A medida que avanzaban por el evento, Ana no perdía oportunidad de empujar a Marcos hacia situaciones cada vez más comprometedoras. Con una sonrisa pícara, le lanzaba desafíos constantes. "A ver, gatito, acércate a esos cosplayers y pídeles que se tomen una foto contigo," susurró mientras le daba un empujón hacia un grupo de chicos y chicas que vestían elaborados trajes.
Marcos, consciente de su atuendo revelador y del cascabel que tintineaba con cada paso, se acercó con timidez, pero pronto los demás lo rodearon con curiosidad. "¡Miren al gatito!" exclamó uno de los chicos, lanzando una mirada lujuriosa que lo hizo sonrojarse al instante.
"¡Ay, qué lindo!", comentó una chica mientras lo tomaba de la cintura para que se acercara a la foto. Marcos sintió su mano deslizarse un poco más abajo de lo necesario, hasta su cadera, y mientras ella lo miraba de arriba abajo, no pudo evitar sonrojarse. Otro de los chicos se inclinó hacia él y, con una sonrisa juguetona, le dio un leve tirón a la orejita de felpa que llevaba en la diadema, susurrando un suave “miau” que lo hizo reír nervioso. Los comentarios y miradas de todos eran a la vez humillantes y, en el fondo, llenos de complicidad.
Ana, mientras tanto, no paraba de desafiarlo. "Vamos, gatito, ¡muéstrales tus mejores movimientos! ¡Haz un par de poses provocativas!" le dijo, señalando una tarima improvisada donde otros cosplayers posaban. Entre nervios y risas, Marcos aceptó el reto y subió a la tarima, aunque su rostro estaba rojo de vergüenza. Ana le hizo señas desde abajo, indicándole que girara y posara, levantando una pierna y colocando una mano en la cadera. El público observaba con una mezcla de admiración y lujuria, lanzándole gritos de ánimo y piropos.
"¡Qué gatito tan lindo!" gritó alguien del público, y al instante otros comenzaron a corearlo, provocando una risita tímida en Marcos, quien no podía evitar sentirse sorprendentemente empoderado, a pesar de la humillación juguetona. El cascabel seguía tintineando a cada movimiento, dándole un aire de ternura que contrastaba con su atrevido atuendo.
En un momento, alguien del público se acercó para tomarse una foto con él y, aprovechando el momento, lo sujetó suavemente por la cintura, girándolo para que quedara en una pose que resaltaba su figura. La mano de la persona se quedó un segundo más de lo necesario en su cadera, y Marcos sintió un leve apretón que lo hizo contener la respiración. Aunque el gesto lo incomodaba, también notó que, de alguna manera, estaba disfrutando de la atención.
Ana lo miró desde la distancia, con una sonrisa de satisfacción al ver cómo Marcos comenzaba a soltarse, incluso a sonreír un poco mientras posaba. "¿Ves? Te ves increíble," le dijo al acercarse, dándole un leve empujón juguetón que hizo sonar nuevamente el cascabel. "Eres el mejor gatito de todo el evento."
Marcos no pudo evitar sonreír con timidez, sintiendo cómo, poco a poco, comenzaba a aceptar sus inseguridades y a disfrutar de la experiencia.
Capítulo 6: Un momento a solas
Después de la explosión de energía y risas en el concurso de baile, Marcos y Ana decidieron alejarse del bullicio del evento. Mientras caminaban, se toparon con un rincón tranquilo, un pequeño espacio decorado con luces suaves y espejos. La atmósfera era diferente; el murmullo distante de la multitud se sentía lejano y acogedor.
Ana miró a su alrededor y, con una sonrisa cómplice, empujó a Marcos suavemente hacia el interior. —Aquí estamos, un pequeño refugio —dijo. La calidez de su presencia hizo que Marcos se sintiera aliviado y emocionado a la vez.
—Gracias por empujarme a salir de mi zona de confort —dijo Marcos, aún con el corazón latiendo fuerte por la adrenalina del evento.
Ana se acercó. Sus ojos brillaban con admiración. —Tienes que saber cuánto me impresiona tu valentía. —dijo, riendo suavemente. —Verte disfrutar y ser tú mismo es realmente hermoso.
Marcos sintió que una mezcla de timidez y orgullo lo invadía. —No lo habría hecho sin ti —respondió, sus ojos bajando al suelo. —Tú me has empujado a ser más audaz.
—Eso es lo que quiero —dijo Ana, inclinándose un poco más cerca, su voz suave y sincera. —Verte explorar este lado de ti mismo. Eres más osado de lo que piensas.
La conexión emocional entre ellos se intensificó, y Marcos sintió cómo las palabras de Ana lo tocaban profundamente. Había algo reconfortante en su mirada y en su cercanía. Se atrevían a compartir un espacio que solo les pertenecía a ellos, lejos de las miradas curiosas del resto.
Ana tomó la mano de Marcos, entrelazando sus dedos. —Me encanta verte así, tan libre y auténtico —susurró. En ese momento, el tiempo pareció detenerse, y las risas del evento se desvanecieron en el fondo.
Marcos, sintiendo un impulso inesperado, giró su cabeza para mirarla a los ojos. La intensidad de su mirada le hizo sentir un cosquilleo en el estómago. —¿Sabes? —dijo, con una sonrisa nerviosa—. Esto ha sido una de las mejores experiencias de mi vida.
Ana sonrió, y su mirada se volvió más intensa. —Y aún no ha terminado —dijo, acercándose un poco más. La tensión en el aire se volvió palpable, y Marcos sintió que su corazón latía con fuerza.
Sin pensarlo, Ana se inclinó hacia él y lo besó con una pasión inesperada. Fue un beso lleno de fervor, lleno de la energía acumulada de toda la noche. Marcos sintió cómo el mundo exterior desaparecía, y solo existían ellos dos, atrapados en ese momento.
A medida que el beso se intensificaba, las manos de Ana se deslizaron hacia el culo de Marcos, provocando una oleada de sensaciones. Su toque era atrevido y seguro, lo que hizo que una mezcla de nerviosismo y excitación recorriera el cuerpo de Marcos. Ana, con un movimiento audaz, lo giró y lo apoyó contra la pared.
Marcos sintió su respiración acelerarse mientras Ana bajaba lentamente el short y el tanga hasta sus muslos, dejando su piel expuesta. La sensación de vulnerabilidad lo invadió, pero en ese momento, rodeado por la calidez de Ana, también se sintió increíblemente vivo.
Tomando el control, lo posicionó con cuidado, doblándolo hacia adelante hasta que su culo quedó completamente expuesto. Lo observó durante largos segundos, notando cada detalle: la curva suave de sus caderas, la redondez firme y juvenil de sus nalgas y el pequeño agujero que se escondía entre ellas. Ana no pudo resistir la tentación, y sus manos comenzaron a recorrerlas con curiosidad, separándolas ligeramente.
—Qué agujerito tan lindo tienes —susurró, acercándose aún más. Se inclinó hacia él, humedeció un dedo con su propia saliva y, sin prisa pero con firmeza, lo colocó en el pequeño y suave agujero rosa. Él sintió un escalofrío recorrerle la columna, cada músculo de su cuerpo tenso, expectante.
—Respira hondo —le susurró Ana, con su voz suave y casi aniñada, contradiciendo la seguridad de sus acciones. Sin darle tiempo para reaccionar, presionó el dedo hasta enterrarlo de lleno. Marco soltó un jadeo ahogado y apretó los labios para no hacer más ruido.
Con la otra mano, Pamela bajó hacia el pequeño pene, usando solo el pulgar y el índice para rodearlo, como si fuera algo frágil y delicado. Empezó a estimularlo lentamente, apretando apenas mientras su otro dedo seguía entrando y saliendo de su culo, marcando un ritmo cada vez más profundo. Marcos sentía una mezcla de humillación y vulnerabilidad, sabiendo que estaba completamente a merced de esa mujer que, con su apariencia juvenil y sus gestos calculados, jugaba con su cuerpo como si él no fuese más que un juguete.
—Eres tan delicado... —susurró, casi burlándose mientras observaba sus reacciones.
Él cerró los ojos con fuerza, deseando desaparecer, pero el calor y la vergüenza eran demasiado intensos para ignorarlos. La mano de Ana se movía más rápido y ella decidió añadir un segundo dedo, provocando un gemido involuntario de Marcos. Sintió cómo su cuerpo se retorcía ante la invasión, sus mejillas enrojecidas, y la sensación de ser penetrado solo aumentaba a medida que Ana añadía un tercer dedo.
—Shh… respira —le murmuró, esta vez más suavemente, mientras sonreía al sentir cómo el cuerpo de Marcos cedía por completo.
Marcos no pudo soportarlo más y, con un gemido ahogado, explotó en las manos de Ana. Ella retiró los dedos lentamente, contemplando el espectáculo con una mezcla de fascinación y orgullo mientras una gota de semen se deslizaba lentamente por su muslo, dejando un rastro húmedo.
Ana lo abrazó con ternura después del momento compartido, ambos en silencio, sintiendo la cercanía que trascendía cualquier palabra. Había en su amor una intensidad que solo ellos comprendían, una conexión profunda que les permitía explorar cada rincón de sus emociones, sin reservas. Marcos, aún con el pulso acelerado, la miró y supo que en esa mezcla de juego, complicidad y pasión se encontraba algo único, un amor que los desbordaba y los hacía sentir vivos en su forma más auténtica.
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Gracias por leer 😀
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La presentación concluyó con aplausos y comentarios positivos de sus compañeros. Ana y Marcos intercambiaron miradas cómplices, conscientes de que algo había cambiado entre ellos, aunque no lo mencionaran.
Después de la clase, un grupo de amigas se reunió para discutir los planes del fin de semana. La conversación fluía, pero Marcos notaba la tensión silenciosa entre él y Ana. Las miradas furtivas y las sonrisas tímidas sugerían un entendimiento secreto que solo ellos compartían.
Ana, con una chispa traviesa en los ojos, comenzó a comentar sobre las últimas tendencias de lencería.
—¿Han visto las nuevas colecciones? —preguntó, mientras sus compañeras se unían al debate sin saber el subtexto de la conversación.
Marcos sintió que su corazón se aceleraba. Los otras amigas rieron y compartieron sus opiniones, ajenos a la carga emocional que las palabras de Ana tenían para él.
—Un poco de audacia nunca hizo daño a nadie —dijo Ana, mirando a Marcos con una sonrisa seductora.
El rubor se apoderó de él, pero no pudo evitar sentirse intrigado por la insinuación. Aunque las demás hablaban de moda de manera ligera, cada comentario de Ana lo hacía recordar su propia vulnerabilidad.
Cuando la conversación se desvió hacia otros temas, la tensión permaneció. Los gestos sutiles, las sonrisas compartidas y la cercanía física hablaban de una intimidad no verbalizada.
Al final del día, Ana se volvió hacia él con una sonrisa enigmática.
—Fue genial trabajar contigo. Tal vez deberíamos hacer algo más… juntos en el futuro —dijo, dejando la frase en el aire.
Marcos sintió un escalofrío recorrer su espalda. La insinuación en sus palabras lo dejó sin aliento. Mientras se despedían y cada uno se marchaba, la atmósfera cargada de posibilidad lo acompañó. Aunque la rutina diaria continuaba, ambos sabían que su vida universitaria no volvería a ser la misma. La tensión entre ellos había crecido, y la expectativa de lo que podría venir se convirtió en una constante en sus pensamientos.
Capítulo 2: La Propuesta del Cosplay
Un día soleado, mientras Marcos revisaba sus notas en la biblioteca, Ana se acercó a él con una energía contagiosa. Su sonrisa brillaba como siempre, y eso hizo que el corazón de Marcos se acelerara un poco más.
—¡Marcos! —exclamó, dejando caer su bolso en la mesa—. ¿Sabías que hay un evento de cosplay en la ciudad vecina este fin de semana?
Marcos levantó la mirada, curioso.
—¿Cosplay? No sé si es lo mío… —respondió, recordando las últimas experiencias compartidas y la nueva tensión entre ellos.
Ana se inclinó hacia él, apoyando las manos en la mesa, lo que hizo que sus miradas se encontraran a una distancia más cercana.
—Vamos, sería divertido. Además, nadie nos conoce allá. Podríamos explorar un poco nuestros lados más atrevidos —dijo, con una sonrisa pícara.
Marcos sintió un cosquilleo en su estómago. La idea de estar en un lugar donde podían ser quienes quisieran, lejos de las miradas conocidas, le pareció intrigante. Sin embargo, la parte del disfraz lo hacía sentir nervioso.
—¿Y qué te gustaría que me pusiera? —preguntó, sintiéndose un poco vulnerable al considerar la idea.
Ana sonrió, como si ya tuviera un plan en mente.
—¡Quiero que te vistas como un personaje atractivo de un anime o un manga! Algo que resalte tu figura y que te haga sentir sexy. Imagínate lo divertido que sería —dijo, su voz llena de entusiasmo.
Marcos no pudo evitar sonrojarse. La idea de vestirse con una vestimenta así en público lo hizo sentir incomodo pero también le despertó una curiosidad que no podía ignorar. Ana estaba tan entusiasmada que era difícil resistirse.
—No sé… —musitó, pero su mente ya empezaba a imaginarse en un disfraz provocativo.
Ana se acercó más, y su tono se volvió más persuasivo.
—Solo piensa en lo que podríamos hacer en el evento. Podrías jugar con la idea de ser un personaje seductor, y yo puedo ayudarte a elegir un traje. Sería una experiencia increíble, y podríamos divertirnos mucho.
Marcos sintió cómo la tensión aumentaba entre ellos. La idea de vestirse de esa manera lo incomodaba y emocionaba a la vez. Ana tenía una manera de hacer que lo imposible pareciera divertido.
—De acuerdo, lo pensaré… —respondió, sintiendo que había cruzado una línea, pero también deseando más de esta conexión que se había ido desarrollando entre ellos.
Ana sonrió ampliamente, satisfecha con su respuesta.
—¡Perfecto! Te enviaré algunas ideas más tarde —dijo, antes de alejarse, dejando a Marcos con un torbellino de emociones.
Mientras volvía a concentrarse en sus notas, Marcos no podía dejar de pensar en la propuesta. La mezcla de nervios y anticipación le hacía sentir que este evento podría ser un nuevo comienzo en su relación con Ana. Había una promesa en el aire, una invitación a explorar no solo un disfraz, sino también su conexión creciente.
Capítulo 3: Preparativos para el Evento
El día del evento se acercaba rápidamente, y la mente de Marcos estaba llena de dudas. A pesar de que Ana había hecho el esfuerzo de convencerlo, aún se sentía reacio. La experiencia con la lencería había sido intensa y abrumadora, y la idea de un disfraz sexy lo dejaba sintiéndose expuesto y vulnerable. Sin embargo, no podía evitar la emoción que también lo invadía al pensar en Ana.
—¿Ya decidiste qué vas a llevar? —preguntó Ana con una sonrisa radiante cuando se encontraron en la cafetería universitaria, la semana del evento.
Marcos sonrió tímidamente, rascándose la cabeza mientras trataba de ocultar su inseguridad.
—Eh, estoy considerando algunas opciones… —dijo, aunque en realidad no había hecho más que pensar en las imágenes que Ana le había enviado.
Ana se inclinó hacia él, la chispa en sus ojos iluminando la conversación.
—Vamos, ¡no hay nada de qué tener miedo! —dijo, manteniendo un tono juguetón—. Te prometo que será divertido. Además, quiero verte en algo que realmente resalte tus… cualidades.
El comentario lo hizo sonrojarse de inmediato, recordando lo que habían hecho juntos. Su mirada se encontró con la de Ana, y en ese instante, Marcos sintió que la tensión que habían compartido antes empezaba a resurgir.
—Está bien —dijo finalmente, dejando escapar un suspiro—. Estoy listo para un nuevo desafío.
Los preparativos comenzaron en el apartamento de Ana, un lugar lleno de luces suaves y posters de anime en las paredes. La atmósfera era acogedora, y a medida que Marcos se adentraba en la experiencia, comenzó a relajarse.
Ana había preparado el traje sobre la cama.
—Quiero que pruebes este—dijo Ana, sosteniendo un disfraz que consistía en un conjunto corto de shorts ajustados y una camiseta que dejaba ver su abdomen—. Será perfecto para ti.
Marcos tomó la ropa con manos temblorosas, sintiendo que era un paso más hacia el abismo de su propia vergüenza. Aun así, no pudo evitar sentir una chispa de emoción. Se cambió en el baño y cuando salió, Ana lo recibió con una sonrisa que lo hizo sentir un poco más seguro.
—¡Dios mío! —exclamó ella, haciendo un gesto dramático—. Te ves increíble. ¡Ese atuendo resalta tu figura a la perfección!
Marcos no sabía si sentirse halagado o avergonzado, pero la mirada de Ana, llena de admiración, lo empujó a sentirse un poco más audaz.
—Ahora viene la mejor parte —dijo Ana, llevándolo hacia el espejo—. ¡Maquillaje!
Marcos se sentó en una silla mientras Ana se movía con agilidad, aplicando productos sobre su rostro. Sus dedos se deslizaban con delicadeza, y la cercanía hizo que la tensión aumentara.
—¿Sabes? Nunca pensé que disfrutaría tanto de esto —confesó Marcos, mirando su reflejo, ya empezando a ver a un nuevo él.
—Yo tampoco —respondió Ana, sonriendo mientras se aseguraba de que todo estuviera en su lugar—. Pero hay algo divertido en experimentar, ¿no crees?
Mientras Ana le aplicaba un poco de rubor, su mirada se volvió traviesa.
—¡Y pensar que antes solo te veía como un compañero de proyectos! Ahora estoy descubriendo un lado muy atractivo de ti —dijo, mientras se acercaba aún más, susurrando—. Me gusta ver cómo te vas transformando.
Marcos sintió su corazón latir más rápido al escuchar sus palabras.
—Creo que me estoy acostumbrando a esto —murmuró, sintiendo la adrenalina del momento.
Cuando Ana terminó, se dio un paso atrás para admirar su trabajo. Marcos no podía creer el reflejo que veía: un chico que, aunque seguía siendo él, parecía desprender una confianza nueva.
—Recuerda, esto es solo un ensayo. —dijo Ana, mientras él se quitaba la ropa y se miraba en el espejo por última vez, un poco más confiado.
Capítulo 4: El Evento de Cosplay
Al llegar al evento, Marcos sintió que la emoción lo invadía a medida que se acercaban al bullicioso centro de convenciones. La atmósfera era vibrante, llena de música, risas y el sonido de los flashes de las cámaras capturando a los cosplayers que se movían con orgullo entre los pasillos. Ana estaba radiante, su disfraz perfectamente ajustado, mientras que Marcos sentía una mezcla de nerviosismo y anticipación.
—Mira esto, ¡es increíble! —exclamó Ana, señalando a un grupo de cosplayers que hacían poses dramáticas en una esquina.
Marcos observó a su alrededor, viendo la creatividad y locura de los trajes. Sin embargo, también sentía una punzada de inseguridad. Aunque se había convencido de que el cosplay podría ser divertido, ver a otros tan seguros de sí mismos lo hizo cuestionar su elección.
Al entrar al área de preparación, la primera sorpresa llegó. La sala estaba llena de espejos, luces brillantes y un aire de camaradería. Los asistentes se ayudaban entre sí a ajustar sus trajes y maquillajes, creando un ambiente de apoyo y entusiasmo.
Ana lo llevó a un rincón donde podrían retocarse antes de salir al gran escenario. Mientras se acomodaban, después de terminar el maquillaje de Marcos, se giró hacia él con una mirada traviesa.
—Oye, quería confesarte algo —dijo, mordiendo su labio inferior—. Hice un par de ajustes en tu disfraz.
Marcos sintió que su corazón se aceleraba. La expresión de Ana era la de alguien que sabía un secreto jugoso, y su curiosidad comenzó a picar.
—¿Ajustes? ¿Qué tipo de ajustes? —preguntó, sintiendo que su voz se quebraba un poco.
"¡Ta da!" dijo mientras alzaba el conjunto frente a él con un tono de humor, aunque sus ojos reflejaban una chispa maliciosa. Era un diminuto top de tirantes, hecho completamente de red negra, que dejaba muy poco a la imaginación y hacía evidente que apenas cubriría lo esencial. Debajo del top, el short era casi una sugerencia, una pieza también de red que apenas alcanzaba a rozar la mitad de las caderas, dejando ver que llevaba un pequeño tanga de hilo dental que asomaría a través de la malla, completando la picardía del atuendo.
“¿Te gusta?” preguntó Ana, aunque más como una afirmación. Mientras él procesaba el atuendo, ella continuó sacando los accesorios, cada uno con un gesto teatral. Las medias altas de red, que llegaban justo por encima de las rodillas, contrastaban con los guantes largos, también de red, que cubrirían hasta sus antebrazos, añadiendo un toque de provocación al conjunto. Pero el toque final fue lo que Ana mostró después con una risa divertida: una diadema con pequeñas orejas de gato de felpa y un collar de mascota con un pequeño cascabel al frente.
—¡Ana! ¿Qué hiciste? —protestó, tratando de ocultar la mezcla de sorpresa y emoción.
—Solo unos toquecitos para que se ajustara más a mi... visión artística —respondió, riendo mientras le acariciaba el hombro—. Quería que te sintieras realmente sexy.
—Pero… ¡es demasiado revelador! No quiero que la gente me mire así.
Ana se inclinó hacia él, con un brillo persuasivo en los ojos.
—¿Y si te digo que serás la sensación? —insinuó, jugando con un mechón de su cabello—. Todos te mirarán, pero no porque te juzguen. Te admirarán.
Marcos dudó.
—Pero… ¿y si se ríen de mí?
Ana se rió suavemente, acercándose más.
—¿Te parece que importa lo que piensen los demás? Este es un lugar para ser tú mismo. Además, si te pones el disfraz, yo prometo que estaré a tu lado. Nadie se atreverá a meterse contigo mientras yo esté ahí.
Ella puso una mano en su brazo, su toque cálido y tranquilizador.
—Piensa en cómo te sentirás al salir. Te darás cuenta de que el miedo es solo una ilusión. Y con ese tanga… —su voz se tornó más seductora—. Resaltará lo mejor de ti. Te verás irresistible.
Marcos sintió que se le aceleraba el pulso, la presión en su pecho comenzaba a aflojarse.
—No sé, Ana…
—¡Vamos, por favor! —interrumpió Ana, poniendo un puchero que hacía que su rostro se viera aún más adorable—. Solo esta vez. Si no te gusta, prometo que no volverás a usarlo. Pero si no lo intentas, te estarás perdiendo de algo increíble.
Marcos miró a Ana, viendo su genuino deseo de que se divirtiera. La presión de sus palabras lo empujó hacia adelante.
—Está bien… —dijo finalmente, su voz temblorosa pero decidida—. Lo haré.
Ana sonrió ampliamente, llena de emoción.
Capítulo 5: Exploración de Fantasías
Marcos se miró al espejo mientras se ajustaba el último accesorio. El top de red se ceñía a su pecho, dejando expuesta la piel de manera provocadora, con apenas los tirantes sosteniéndolo en su lugar. El short era incluso más atrevido de lo que imaginaba; apenas cubría algo, y el tanga de hilo dental era evidente debajo de la malla, resaltando cada curva. Las medias altas subían hasta el muslo, dejando a la vista sus piernas, mientras los guantes largos de red llegaban hasta sus antebrazos, completando la imagen. Al ver su reflejo, una mezcla de vergüenza y sorpresa le cruzó el rostro.
Pero el detalle que más lo hacía dudar era la diadema con las orejas de gatito y el collar que llevaba al cuello, ajustado perfectamente para que el pequeño cascabel tintineara al menor movimiento. Su reflejo parecía a partes iguales ridículo y sorprendentemente llamativo. Se movió un poco frente al espejo, sintiendo la red rozar su piel y el sonido del cascabel, hasta que una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.
"¡Wow, Marcos!" exclamó Ana al verlo, con una sonrisa de asombro y deleite. Se acercó para mirarlo de cerca, observándolo de arriba abajo, como si apreciara una obra de arte. "Te ves increíble... ¡Ese look te queda perfecto!"
Marcos no pudo evitar sonrojarse ante el elogio, sin saber si sentirse orgulloso o querer salir corriendo. Pero la manera en que Ana lo miraba le hacía sentir algo diferente, una chispa de seguridad que no esperaba. Ella dio un pequeño tirón al collar, haciendo sonar el cascabel, y lo miró a los ojos con una sonrisa llena de complicidad.
A medida que avanzaban por el evento, Ana no perdía oportunidad de empujar a Marcos hacia situaciones cada vez más comprometedoras. Con una sonrisa pícara, le lanzaba desafíos constantes. "A ver, gatito, acércate a esos cosplayers y pídeles que se tomen una foto contigo," susurró mientras le daba un empujón hacia un grupo de chicos y chicas que vestían elaborados trajes.
Marcos, consciente de su atuendo revelador y del cascabel que tintineaba con cada paso, se acercó con timidez, pero pronto los demás lo rodearon con curiosidad. "¡Miren al gatito!" exclamó uno de los chicos, lanzando una mirada lujuriosa que lo hizo sonrojarse al instante.
"¡Ay, qué lindo!", comentó una chica mientras lo tomaba de la cintura para que se acercara a la foto. Marcos sintió su mano deslizarse un poco más abajo de lo necesario, hasta su cadera, y mientras ella lo miraba de arriba abajo, no pudo evitar sonrojarse. Otro de los chicos se inclinó hacia él y, con una sonrisa juguetona, le dio un leve tirón a la orejita de felpa que llevaba en la diadema, susurrando un suave “miau” que lo hizo reír nervioso. Los comentarios y miradas de todos eran a la vez humillantes y, en el fondo, llenos de complicidad.
Ana, mientras tanto, no paraba de desafiarlo. "Vamos, gatito, ¡muéstrales tus mejores movimientos! ¡Haz un par de poses provocativas!" le dijo, señalando una tarima improvisada donde otros cosplayers posaban. Entre nervios y risas, Marcos aceptó el reto y subió a la tarima, aunque su rostro estaba rojo de vergüenza. Ana le hizo señas desde abajo, indicándole que girara y posara, levantando una pierna y colocando una mano en la cadera. El público observaba con una mezcla de admiración y lujuria, lanzándole gritos de ánimo y piropos.
"¡Qué gatito tan lindo!" gritó alguien del público, y al instante otros comenzaron a corearlo, provocando una risita tímida en Marcos, quien no podía evitar sentirse sorprendentemente empoderado, a pesar de la humillación juguetona. El cascabel seguía tintineando a cada movimiento, dándole un aire de ternura que contrastaba con su atrevido atuendo.
En un momento, alguien del público se acercó para tomarse una foto con él y, aprovechando el momento, lo sujetó suavemente por la cintura, girándolo para que quedara en una pose que resaltaba su figura. La mano de la persona se quedó un segundo más de lo necesario en su cadera, y Marcos sintió un leve apretón que lo hizo contener la respiración. Aunque el gesto lo incomodaba, también notó que, de alguna manera, estaba disfrutando de la atención.
Ana lo miró desde la distancia, con una sonrisa de satisfacción al ver cómo Marcos comenzaba a soltarse, incluso a sonreír un poco mientras posaba. "¿Ves? Te ves increíble," le dijo al acercarse, dándole un leve empujón juguetón que hizo sonar nuevamente el cascabel. "Eres el mejor gatito de todo el evento."
Marcos no pudo evitar sonreír con timidez, sintiendo cómo, poco a poco, comenzaba a aceptar sus inseguridades y a disfrutar de la experiencia.
Capítulo 6: Un momento a solas
Después de la explosión de energía y risas en el concurso de baile, Marcos y Ana decidieron alejarse del bullicio del evento. Mientras caminaban, se toparon con un rincón tranquilo, un pequeño espacio decorado con luces suaves y espejos. La atmósfera era diferente; el murmullo distante de la multitud se sentía lejano y acogedor.
Ana miró a su alrededor y, con una sonrisa cómplice, empujó a Marcos suavemente hacia el interior. —Aquí estamos, un pequeño refugio —dijo. La calidez de su presencia hizo que Marcos se sintiera aliviado y emocionado a la vez.
—Gracias por empujarme a salir de mi zona de confort —dijo Marcos, aún con el corazón latiendo fuerte por la adrenalina del evento.
Ana se acercó. Sus ojos brillaban con admiración. —Tienes que saber cuánto me impresiona tu valentía. —dijo, riendo suavemente. —Verte disfrutar y ser tú mismo es realmente hermoso.
Marcos sintió que una mezcla de timidez y orgullo lo invadía. —No lo habría hecho sin ti —respondió, sus ojos bajando al suelo. —Tú me has empujado a ser más audaz.
—Eso es lo que quiero —dijo Ana, inclinándose un poco más cerca, su voz suave y sincera. —Verte explorar este lado de ti mismo. Eres más osado de lo que piensas.
La conexión emocional entre ellos se intensificó, y Marcos sintió cómo las palabras de Ana lo tocaban profundamente. Había algo reconfortante en su mirada y en su cercanía. Se atrevían a compartir un espacio que solo les pertenecía a ellos, lejos de las miradas curiosas del resto.
Ana tomó la mano de Marcos, entrelazando sus dedos. —Me encanta verte así, tan libre y auténtico —susurró. En ese momento, el tiempo pareció detenerse, y las risas del evento se desvanecieron en el fondo.
Marcos, sintiendo un impulso inesperado, giró su cabeza para mirarla a los ojos. La intensidad de su mirada le hizo sentir un cosquilleo en el estómago. —¿Sabes? —dijo, con una sonrisa nerviosa—. Esto ha sido una de las mejores experiencias de mi vida.
Ana sonrió, y su mirada se volvió más intensa. —Y aún no ha terminado —dijo, acercándose un poco más. La tensión en el aire se volvió palpable, y Marcos sintió que su corazón latía con fuerza.
Sin pensarlo, Ana se inclinó hacia él y lo besó con una pasión inesperada. Fue un beso lleno de fervor, lleno de la energía acumulada de toda la noche. Marcos sintió cómo el mundo exterior desaparecía, y solo existían ellos dos, atrapados en ese momento.
A medida que el beso se intensificaba, las manos de Ana se deslizaron hacia el culo de Marcos, provocando una oleada de sensaciones. Su toque era atrevido y seguro, lo que hizo que una mezcla de nerviosismo y excitación recorriera el cuerpo de Marcos. Ana, con un movimiento audaz, lo giró y lo apoyó contra la pared.
Marcos sintió su respiración acelerarse mientras Ana bajaba lentamente el short y el tanga hasta sus muslos, dejando su piel expuesta. La sensación de vulnerabilidad lo invadió, pero en ese momento, rodeado por la calidez de Ana, también se sintió increíblemente vivo.
Tomando el control, lo posicionó con cuidado, doblándolo hacia adelante hasta que su culo quedó completamente expuesto. Lo observó durante largos segundos, notando cada detalle: la curva suave de sus caderas, la redondez firme y juvenil de sus nalgas y el pequeño agujero que se escondía entre ellas. Ana no pudo resistir la tentación, y sus manos comenzaron a recorrerlas con curiosidad, separándolas ligeramente.
—Qué agujerito tan lindo tienes —susurró, acercándose aún más. Se inclinó hacia él, humedeció un dedo con su propia saliva y, sin prisa pero con firmeza, lo colocó en el pequeño y suave agujero rosa. Él sintió un escalofrío recorrerle la columna, cada músculo de su cuerpo tenso, expectante.
—Respira hondo —le susurró Ana, con su voz suave y casi aniñada, contradiciendo la seguridad de sus acciones. Sin darle tiempo para reaccionar, presionó el dedo hasta enterrarlo de lleno. Marco soltó un jadeo ahogado y apretó los labios para no hacer más ruido.
Con la otra mano, Pamela bajó hacia el pequeño pene, usando solo el pulgar y el índice para rodearlo, como si fuera algo frágil y delicado. Empezó a estimularlo lentamente, apretando apenas mientras su otro dedo seguía entrando y saliendo de su culo, marcando un ritmo cada vez más profundo. Marcos sentía una mezcla de humillación y vulnerabilidad, sabiendo que estaba completamente a merced de esa mujer que, con su apariencia juvenil y sus gestos calculados, jugaba con su cuerpo como si él no fuese más que un juguete.
—Eres tan delicado... —susurró, casi burlándose mientras observaba sus reacciones.
Él cerró los ojos con fuerza, deseando desaparecer, pero el calor y la vergüenza eran demasiado intensos para ignorarlos. La mano de Ana se movía más rápido y ella decidió añadir un segundo dedo, provocando un gemido involuntario de Marcos. Sintió cómo su cuerpo se retorcía ante la invasión, sus mejillas enrojecidas, y la sensación de ser penetrado solo aumentaba a medida que Ana añadía un tercer dedo.
—Shh… respira —le murmuró, esta vez más suavemente, mientras sonreía al sentir cómo el cuerpo de Marcos cedía por completo.
Marcos no pudo soportarlo más y, con un gemido ahogado, explotó en las manos de Ana. Ella retiró los dedos lentamente, contemplando el espectáculo con una mezcla de fascinación y orgullo mientras una gota de semen se deslizaba lentamente por su muslo, dejando un rastro húmedo.
Ana lo abrazó con ternura después del momento compartido, ambos en silencio, sintiendo la cercanía que trascendía cualquier palabra. Había en su amor una intensidad que solo ellos comprendían, una conexión profunda que les permitía explorar cada rincón de sus emociones, sin reservas. Marcos, aún con el pulso acelerado, la miró y supo que en esa mezcla de juego, complicidad y pasión se encontraba algo único, un amor que los desbordaba y los hacía sentir vivos en su forma más auténtica.
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