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Compendio III
A la mañana siguiente, Aisha despertó con un sentimiento de victoria. David seguía dormido, su pene lacio entre sus manos.
Al desayuno, el ambiente estaba radiante. Aunque Calliope había extrañado la compañía de su madre la noche anterior, el placer que había sentido durante la tarde todavía se mostraba en su sonrisa.
Una vez bañada, Aisha escogió cuidadosamente su ropa. Por un lado, tenía que verse lo suficientemente sexy para volverme loco en calentura, por lo que algo con escote era obligatorio. Pero, por otra parte, tenía que dejar a Sophie en la escuela, significando que sus ropas no podían decir que era una puta, a pesar de que ella misma lo deseaba.
Fue así cómo decidió usar una camiseta verde que dejaba entrever los enormes melones maduros que tiene como pechos y unos pantalones cortos de mezclilla para calmar mi gusto por mujeres tipo ama de casa. Una vez lista, se dedicó una sonrisa seductora en el espejo.
Al caminar a la escuela con Sophie, su excitación era palpable. Sabía que ese día volvería estar conmigo. Había soñado por mis caricias durante meses y no aguantaba las ganas de sentirme en su interior.
La escuela estaba repleta de niños y padres, pero la visión de la reveladora camiseta y sus apretados bermudas de mezclilla llamaron la atención de los padres. Sus ojos se enfocaban en sus curvas y susurros de “el trío dorado” se esparcían por la entrada.
Emma, radiante con su falda blanca y su camiseta que permitía rebotar a sus pechos con libertad, caminó junto con Aisha, añadiendo al escandaloso espectáculo. La visión de ambas mujeres juntas era lo suficiente para acelerar el corazón de cualquier hombre.
Y entonces, llegó Isabella, con su blusa roja sin hombros y su falda de cuero, era la epitome de la elegancia y el sex appeal. Sus pechos, tan amplios y turgentes, contrastaban con la tela que apenas los cubría.
Las tres amigas se acercaron a mí. Los niños no se percataron del seductor baile de las madres compitiendo por la atención, pero los padres no podían quitar sus ojos de encima.
Pero luego de convencer a Isabella que, en esa oportunidad, ella no estaba invitada y luego de pasar una refrescante velada de sexo en compañía de Emma y conmigo, Aisha regresó a la escuela a buscar a Sophie.
En el trayecto a casa, Aisha se preguntaba dónde y cómo me acostaba con Cheryl. Habiendo escuchado el rumor a principios de año, la confirmación que le había dado Emma la tarde anterior y la mirada que Cheryl me dio al verme le hacían fantasear en cómo me las arreglaba para acostarme con ella en la escuela, fantasías que por suerte Sophie no se daba cuenta.
Al llegar a la casa, David estaba sorpresivamente esperándolas en el salón principal. Su rostro, una mezcla entre miedo y excitación, hizo a Aisha casi reír.
> ¿Qué tal te fue? – Preguntó él, creyendo todavía que la salida de su esposa con Emma y conmigo era un inocente paseo.
• Bastante bien. – Le respondió ella con una sonrisa levemente arrogante. – Fue… muy satisfactorio. Nos hizo a Emma y a mí volvernos mucho más cercanas.
David estaba tanto aliviado como confundido por el buen humor de su esposa.
> ¿Por qué? ¿Qué pasó? – preguntó.
La sonrisa de Aisha tomó un matiz travieso y reservado que incomodó a David.
• Bueno, digamos que nosotras sabíamos que Marco tenía mucho talento… aunque nunca hubiéramos creído que nos dejaría a las dos tan satisfechas.
> ¿Por qué? ¿Tiene buen gusto eligiendo ropa de bebé? – Interrogó David a Aisha, sus respuestas desconcertantes como acertijos de la esfinge.
La sonrisa de Aisha se hizo más amplia.
• Sí, su gusto es impecable. – Aisha sonrió con satisfacción, echando sal en las despistadas heridas de David. – Yo diría que es delicioso. El mejor que he probado en mi vida.
El último comentario pasó desapercibido para David.
> Vaya, así que a lo mejor tú y Emma no necesitaban ir con él en lo absoluto.
• ¡Oh, no! ¡Lo necesitábamos! – insistió Aisha, su sonrisa maliciosa desconcertando más a su marido. – A Emma y a mí nos abrió los ojos, y estamos seguras de que queremos hacerlo de nuevo.
> ¡Oh! – exclamó David, sin entender a qué se refería Aisha.
Disfrutando su confusión, Aisha se dirigió hacia las escaleras.
• Voy a darme una ducha. – dijo en un tono juguetón. – Todo este encuentro con Marco y Emma me ha hecho sudar.
David tragó saliva, pensando que Aisha iba a masturbarse de nuevo bajo la ducha.
• ¡No te preocupes, cariño! – le dijo en un tono condescendiente y dulce. – La cena será puntual, como siempre.
Y mientras ella meneaba seductoramente las caderas al subir las escaleras, David finalmente se dio cuenta lo sexy que estaba vestida su esposa para ir y comprar ropa de bebé.
Mientras se duchaba de nuevo, Aisha disfrutaba la satisfacción de cornear a su esposo. Aunque amaba a David, habían sido muchos años que él ignoró sus necesidades sexuales, y ahora, tras haber disfrutado de mí y de Calliope, Aisha estaba insegura si volverá a ser una dueña de casa normal y amorosa.
Una vez que la lujuria la hizo suya de nueva, dedeando su sexo, sus pensamientos volvieron hacia mí, como de costumbre. Pero esta vez, se dio cuenta que no solo me había acostado con ella y con su hija Calliope, pero también, con sus dos amigas de la escuela, Isabella y Emma, al igual que la profesora de su hija menor, Cheryl, sin olvidar por supuesto a mi esposa, Marisol.
Los orgasmos vinieron por montones, pensando que yo era un dios del sexo insaciable. Una bestia en la cama.
El último orgasmo que sintió fue fantástico. Aisha nunca se dio cuenta cuándo se metió la botella tan dentro de su sexo. Pero al igual que mi pene, permanecía duro y bien metido en su interior.
Con desesperación, Aisha se envolvió en la toalla y se deslizó al dormitorio de Calliope. Necesitaba con urgencia la lengua de su hija lamiendo su sexo.
A pesar de llegar agotada de sus clases universitarias, Calliope sentía sus ganas renovarse al acostumbrarse a las seductoras bienvenidas de Aisha.
Su madre reposaba en la cama casi desnuda, su bata apenas cubriendo sus pechos. Una alegre sonrisa se posó en los labios de Calliope al entrar y sus ojos brillaban con lujuria.
Aisha se había vuelto muy orgullosa del progreso de Calliope. Aunque los dedos de su hija no eran tan gruesos como los míos, habían adquirido su talento por derecho propio. A través de sus encuentros íntimos, Calliope había aprendido el arte de excitar el clítoris y la vagina de Aisha usando la punta de su lengua.
Calliope se había vuelto una experta comedora de coños. Su abnegación a la hora de proporcionar placer era un rasgo que encendía la pasión de Aisha. Aunque Calliope se masturbaba a veces durante sus sesiones, lo normal era que encontrara placer en dar más que en recibir.
Con cada lamida y chupada, el placer de Aisha crecía. Calliope se había vuelto una experta en dar vueltas con la lengua, y a medida que se acercaba el orgasmo de Aisha, se agarró los pechos color chocolate y los apretó con fuerza.
Calliope lamió con avidez los jugos de su madre, saboreándolos mientras Aisha llegaba al clímax. El vínculo entre ellas se había convertido en algo sagrado y excepcionalmente íntimo.
• ¡Eres tan buena, mi niña! – murmuró Aisha, con la voz llena de satisfacción.
Calliope alzó la vista con una sonrisa, sintiendo orgullo y amor por su madre. Sabía que su hermana Sophie también era parte importante para Aisha, pero en aquellos momentos se sentía el centro del mundo de su madre.
Superficialmente, la cena parecía normal. Pero de alguna manera, había un discreto tono de complicidad entre Aisha y Calliope que incomodaba a David.
Mientras Calliope se servía un pedazo de la lasaña caliente de su madre, preguntó de forma casual:
o Entonces, ¿Cómo te fue con las compras con Marco, mamá?
Había un tono travieso en la voz de su hija que hizo a David alzar una ceja.
Aisha sonrió contenta mientras se limpiaba la boca con una servilleta.
• ¡Fue asombroso! – Le respondió, su rostro brillando de deleite. – Emma y yo lo disfrutamos mucho.
o ¡Oh, ya veo! – comentó Calliope con una sonrisa, burlándose en secreto de su padre. - ¿Consiguieron lo que ustedes buscaban?
Aisha se dio cuenta de las venenosas implicancias en las palabras de su hija mayor. También se sentía excitada de cornear a David abiertamente.
• Sí, ambas quedamos satisfechas. – Aisha respondió, enrojeciendo con dulzura. – Él nos dio justo lo que necesitábamos…
> ¿Qué necesitaban ustedes? – preguntó David, con genuina curiosidad.
Repentinamente, Calliope golpeó violentamente la mesa, asustando sin querer a su hermanita Sophie.
o ¡Maldición, papá! – Calliope interrumpió, dejando su rebeldía juvenil salir. – Lo que cada mujer necesita y lo que un hombre de verdad como Marco puede dar.
David se sintió horrible de enfadar a su hija y no prestó atención a sus palabras…
> Lo… lo siento. – David se disculpó con sumisión.
Pero Aisha miró a su hija furiosa.
• ¡Calliope! No dejaré que tu enojo asuste a tu hermana. - Aisha demandó una disculpa, ignorando los sentimientos de David.
La mirada de Aisha era infranqueable…
o Lo siento, Sophie. No quise hacerlo. – Calliope genuinamente se disculpó con su hermana.
Pero entonces, un extraño silencio permaneció en el aire. Un silencio que solo David y Sophie se percataron al principio…
• ¡Calliope, discúlpate con tu padre también! – Aisha demandó, al darse cuenta.
o ¿Qué? – Calliope contempló a su madre confundida.
Los ojos de Aisha estaban iracundos…
o Lo… siento… papá. – Calliope se disculpó, mayormente preocupado por su madre que por efectivamente sentir remordimientos.
Al terminar la cena, David fue a la sala de estar, perturbado al percatarse que, debido a sus extendidas ausencias, había perdido la mayor parte del respeto de su familia.
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1 comentarios - David y el cronómetro (III)