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Compendio III
Pero a pesar de tener planes con Calliope más tarde, el fracaso en el desempeño de David lo dejó despierto, confundido ante su ineptitud y el deseo irrefrenable por recuperar el poder. No obstante, Aisha vio esto como la oportunidad perfecta para reafirmar su control.
>¿Qué estás haciendo? - preguntó el humillado marido al ver a su esposa abrirse de piernas.
•Solo quiero mostrarte a lo que me refiero. – respondió su esposa, con una sonrisa perversa.
Para su sorpresa, Aisha empezó a masturbarse delante de él. Comenzó a dedearse, agarrándose el pecho para maximizar su placer. Y para mayor sorpresa de David, empezó a excitarse de nuevo.
•¡Toma mi tiempo! – Aisha logró ordenar entremedio de gemidos.
Con torpeza, David logró tomar el celular de su esposa y desbloquearlo impactado al ver que su esposa llevaba al menos 2 minutos enteros dándose placer. Aun así, logró reaccionar y activar el cronómetro.
Aisha le sonrió con malicia a medida que se seguía masturbando. Por primera vez en años, David se daba cuenta de lo sexy que su esposa era: Sus masivos, enormes pechos del porte de sandías; su redondo y rotundo trasero; sus exóticos ojos verdes y su cabello rubio.
David agarró su verga, que todavía estaba adolorida. Instintivamente, empezó a apretar su falo, una mezcla de calentura, dolor y humillación.
La manera que Aisha se movía y sacudía era algo que David nunca había vista. Su boca se inflaba con restos de saliva brillando sobre sus labios hinchados. En los ojos de David, Aisha se veía tan erótica como una estrella del porno.
•¡Ahhh! ¡Me vengo! ¡Me vengo! – Aisha gritó, a medida que sus dedos la penetraban violenta y furiosamente, como si intentasen enterrarse en lo más profundo de su ser.
E inesperadamente para David, alcanzó el clímax también, su verga soltando unas gotas.
Apretó el cronómetro del reloj para detenerlo. El récord era abismal. Había registrado doce minutos y treinta y siete segundos.
Mientras Aisha jadeaba por aire, David estaba a punto de ponerse a llorar.
•¿Lo ves?... ahh… ahh… ¿Ves a lo que me refiero? – preguntó Aisha, antes de prepararse para dormir.
En el caso de David, el sueño le llegó al comienzo del amanecer.
A la mañana siguiente, Aisha tuvo que lidiar con una furiosa Calliope al desayuno. Para cuando Aisha despertó, encontró a David con el pene entre sus manos. Una vez que Lily fue a lavarse los dientes, la madre explicó que pasó la noche con su esposo, irritando aún más a la hija mayor.
La calmó, diciéndole que no tuvieron sexo, sino que le mostró qué tanto debía mejorar. A pesar de que ella misma no sabía lo que estaba haciendo, Aisha sentía dentro de su ser que era necesario.
Que ella necesitaba recuperar el poder en la relación.
Esa mañana, tuvo la agradable sorpresa de verme ir a dejar a Bastián tras el nacimiento de Jacinto, donde Isabella se salió con la suya para pasar la mañana conmigo, mientras que Emma y Aisha se organizaron para el trío al día siguiente.
Al regresar a casa con Sophie de la escuela, Aisha se encontró con David en la sala de estar. Al ver a su esposa, se puso inquieto, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y precaución.
Mientras Sophie subía a hacer su tarea, Aisha caminó seductoramente hacia su esposo.
•Estaré en la ducha, así que no me interrumpas. – le ronroneó en una voz seductora, llena de lujuria. – Hay una parte de mi cuerpo que necesita atención y necesito estar sola. Pero no te preocupes. La cena estará lista como siempre.
Al retirarse, Aisha movía sus caderas, sabiendo que David no podría resistir la tentación de mirarla.
Bajo la ducha, Aisha se masturbó furiosamente, pensando en el próximo encuentro que tendría con Emma y conmigo.
Y una vez más, se escabulló al dormitorio de su hija mayor, saltándole encima para devorar su sexo.
o¡Ahh, mamá! ¡Ahhh, mamá! – Calliope gemía desesperada.
Aisha la dedeaba salvajemente.
•¡Lo siento, cariño! Estoy compensando mi ausencia de anoche. – Dijo Aisha antes de sorber el clítoris de Calliope. – Y también intento compensar la de hoy por adelantado.
A Calliope ya no le importaba, enterrando el rostro de su madre en su desesperado sexo. El placer que Calliope sintió fue magnánimo y el orgasmo que posteriormente experimentó fue fuera de este mundo.
Durante la cena, la sonrisa de satisfacción de Calliope parecía hacerla ver tonta. Sin embargo, solo Aisha y Sophie se dieron cuenta. David todavía se sentía preocupado al ver a su esposa.
•Mañana iré de compras con Emma y Marco después que deje a Sophie en la escuela. – Aisha anunció a su esposo.
El sentimiento de ineptitud regresó con creces y repentinamente.
>¿Quién es Marco? – Preguntó terriblemente confundido.
Sus constantes ausencias en el mar estaban pasando la cuenta, a medida que David se percataba que no conocía nada de su propia familia.
Aisha le dio una mirada silenciosa.
Para mayor humillación, fue la pequeña Sophie la que le explicó que yo soy el padre de Bastián, el niño con el medio hermano recién nacido.
•Él quiere sorprender a su esposa con ropa de bebé y nos pidió ayuda a Emma y a mí. Por eso vamos a ir. – Aisha liberó sus frustraciones pasadas, dado que ni para los embarazos de Calliope ni de Sophie, David hizo tal gesto.
Pero usando esta frustración, Aisha fue a la cama, fingiendo ser indulgente. Se vistió con un seductor babydoll blanco de seda, que contrastaba con su piel oscura y se ajustaba en los lugares precisos.
•Está bien, David. Te daré otra oportunidad para complacerme. – Le dijo en un tono más comprensivo. – Esta vez, seré más clemente y te pediré solo que dures por cinco minutos.
David se sintió aliviado, pensando que sería más manejable.
>Gracias, Aisha. – Respondió en un tono más calmado.
La sonrisa de Aisha mostró una pizca de malicia.
•Oh, estoy siendo muy generosa contigo. – Le dijo con un tono orgulloso. – Te voy a dar la mamada que querías…
David tragó saliva.
•La pregunta es: ¿Puedes aguantar más allá de cinco minutos? – ella le preguntó, entrecerrando los ojos.
David se sintió inquieto. La forma en que Aisha le habló, le causó el efecto contrario: en vez de sentirse excitado, se le hizo más pequeña. La sonrisa de Aisha tampoco le ayudaba, haciéndole sentir incluso más humillado.
•¡Ajusta el reloj! – Ordenó Aisha, mirando a su pequeña verga, no más grande que un dedo.
David cerró los ojos, temiendo no fracasar el desafío que lo estaba desgarrando.
Aunque al principio estaba sorprendida, dado que era la primera vez que el pene de David se veía tan pequeño, Aisha empezó a hacer su magia: poco a poco, la verga de David recuperó su tamaño normal. Quería ser lo más vocal posible, los ruidos de sus chupadas haciéndose cada vez más fuertes.
Para los 2 minutos, el pene de David tenía un tamaño decente. Sin embargo, era irrisoria al compararla con la mía. Aisha estaba convencida que tras meses y meses de darme gargantas profundas, una cosa pequeña como la de David no sería problema, por lo que decidió probar su teoría…
David sentía cómo la boca de su esposa lo tragaba hasta la base. El sonido de su chupada agarrando incluso sus testículos. La cantidad de placer que estaba sintiendo en esos momentos era intolerable y estaba seguro que no aguantaría más.
Le tomó solamente cinco sacudidas de la cabeza de Aisha para alcanzar su límite, viniéndose de una manera tan explosiva que hizo todo su cuerpo sacudir.
•¡Tiempo! - Aisha ordenó, a medida que escupía su semen de la boca.
Para el horror de David, solo duró dos minutos y cuarenta. Ni siquiera un cuarto de los diez minutos que tomó Aisha la noche anterior y ni siquiera alcanzando el récord propuesto por Aisha.
>¡Lo siento, Aisha, lo siento! Yo haré…- David trató de disculparse, pero su esposa lo interrumpió.
•Está bien, cariño, está bien. – Le dijo su esposa en un tono condescendiente. – Ahora, te mostraré cómo me las arreglo para venirme más rápido también.
Aisha se estiró hacia su velador y puso una de las botellas de agua de Calliope entre sus piernas…
>¿Qué estás haciendo? – David preguntó lívido.
•Como te dije, entiendo lo que sentiste. – le respondió con una sonrisa perversa. – Solo quiero mostrarte cómo lo hago yo para venirme más rápido.
El tamaño de la botella era intimidante. No era particularmente demasiado larga comparada con su pene, pero era el ancho o grosor que tenía lo que rompía la confianza de David. Era al menos, tres veces más gruesa que la de David.
Y a medida que la botella se empezó a hacer camino, Aisha soltó un quejido placentero.
•¿Lo ves? Esto es lo que uso cuando viajas. - Le dijo, con una voz alegre al sentir su sexo estirarse. – Esta botella me hace compañía, mientras tú estás meses lejos de mí en el mar.
David no podía creer cómo un objeto de tal tamaño podía entrar en el sexo de su esposa con tanta facilidad…
>Pero… pero…pero nosotros siempre hemos tenido sexo anal…- David alcanzó a decir, aun impresionado.
Aisha dejó escapar un intenso gemido de placer que David no había escuchado desde nunca.
•¡Lo sé! – ella respondió. – Pero mi vagina tiene necesidades…
Y a medida que sus sacudidas empezaron a ponerse más profundas y sus pensamientos a desviaban al trío que tendría con Emma y conmigo, Aisha se acordó de decir:
•¡Toma mi tiempo!
Una vez más, Aisha se las había arreglado para jugar consigo misma por minuto y medio, pero David empezó el cronómetro al ver el sexo de su esposa estirarse.
Decir que la escena era erótica sería obvio. Los enormes pechos del tamaño de melones se sacudían arriba abajo, mientras la enorme botella entraba y salía a un ritmo enloquecedor. Su redondo trasero, seductor, casi le hacía babear, ya que cada de sacudida de la botella le hacía estirarse y apretarse.
Sus gemidos eran encantadores. Sonidos de placer que nunca había escuchado de su esposa antes. Pero en la mente de Aisha, me imaginaba a mí, dándole duro con mi verga. Los besos que compartíamos. La manera salvaje que manoseaba sus pechos.
Ella estaba alcanzando un ritmo dolorosamente vicioso. Asombrado, David veía cómo su esposa se las arreglaba para meterse la botella completa en su interior. Pero, aun así, Aisha sabía que no era suficiente. Mi verga es tan larga y gruesa, que podía presionar su vientre, hazaña que David nunca lograría ni en mil años. Sin embargo, conmigo salía casi tan sencillo como respirar.
Fue una mezcla de frustración y deseo la que hizo a Aisha alcanzar el orgasmo. El cronómetro le dio otro golpe devastador a David: Aisha tomó al menos ocho minutos y veinte segundos para alcanzar el clímax.
Con su sexo todavía latiendo, apretando la botella, Aisha jadeó por aire pidiendo a David que detuviera el cronómetro. Mientras Aisha dormía feliz en el país de los sueños, con la botella todavía clavada entre sus piernas, David perdía una vez más el descanso, reviviendo una y otra vez los sucesos de la noche anterior y la de aquella.
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1 comentarios - David y el cronómetro (II)