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Compendio III
Antes de narrar lo que sigue, debo decir que, durante nuestro matrimonio y noviazgo, Marisol hemos siempre igual de comprometidos y cariñosos.
A pesar de que volvía agotado del trabajo y de mis clases del magister, nunca le hice el quite a mis responsabilidades incluso cuando empezamos a vivir juntos. Es más, en esos tiempos, casi soñaba en llegar a la casa y probar un plato preparado por mi prometida, que recién estaba explorando sus dotes culinarios.
Pero no todas las parejas son así y eso hizo que la dinámica en el matrimonio de Aisha cambiara.
Todo empezó para ella una tarde que David estaba “más romántico” que lo habitual. Mientras él veía televisión, la obligó que se acurrucara a su lado, guiando la mano de su esposa hacia su entrepierna, acción que la indignó bastante al reconocer sus intenciones. La sola idea de darle una mamada le resultaba repulsiva.
Con el tiempo, la presencia de su esposo David se había convertido en una molestia constante para Aisha. Sus pensamientos eran consumidos por sus encuentros sexuales con Calliope y conmigo y la compañía de su esposo coartaba sus libertades. De haber hecho las cosas a su manera, Aisha se habría encerrado en el dormitorio matrimonial a masturbarse tranquila usando sus botellas o en compañía de su hija mayor.
Peor aún era la actitud de David. Él era del tipo de personas que creía que, por tener que trabajar arduamente en alta mar cada dos meses, le daba libertad para ser un vago y hacer lo que le diera en gana cuando estaba en tierra.
> ¡Por favor, Aisha, solo hazlo! - David suplicó, su voz ajena de cualquier afecto genuino o preocupación por los deseos de su esposa.
Aisha se resistió, su mano envolviendo su verga de mala gana para masturbarle. La posibilidad que Calliope la sorprendiera satisfaciendo a su esposo le revolvía el estómago.
• ¡Ni lo sueñes! – le replicó con firmeza. – Mejor usaré mi mano.
Era la primera vez que Aisha se rebelaba, tomando a David por sorpresa.
> ¡Vamos, Aisha! No me has chupado en días. – protestó el esposo, en tono demandante.
• ¿Y qué hay de mí? – Aisha le respondió desafiante. - ¿Cuándo fue la última vez que te preocupaste por mi placer?
La sala se tornó sepulcralmente silenciosa.
> ¡No lo sé! – respondió avergonzado.
• ¡No lo sabes! – repitió Aisha, alzando la voz. – Anoche, te masturbé ¿Y qué hiciste después? ¡Te quedaste dormido!
> ¿Y qué quieres que haga? – preguntó David derrotado.
• Quiero que me lo compenses. – le respondió desafiante. - ¿Me vas a masturbar o lamer mi sexo?
La sola idea de hacer eso a su esposa le causó asco y el desagrado de David era palpable.
> ¡Eso es asqueroso, Aisha!
Pero su esposa no daba su brazo a torcer.
• ¡Tan asqueroso como chupar tu verga! Así que, ¿Qué piensas hacer?
David estaba sin palabras. Su autoridad había sido arrebatada en cosa de segundos, siendo reemplazada por confusión y derrota.
> No lo sé. – comentó sumiso y avergonzado.
• Yo te enseñaré. – le dijo Aisha sonriendo y bajándose sus pantalones de yoga.
David se puso de rodillas, horrorizado al ver a Aisha tomando su asiento en el sofá. Sin vergüenza alguna, Aisha abrió sus piernas, mostrándole su mojada ropa interior.
A pesar de la humillación, David se sentía excitado. Habían pasado años desde la última vez que vio el sexo de su esposa.
> ¿Qué pasa si… Sophie nos sorprende? – preguntó con timidez, en un vano intento por escapar.
Aisha se mantuvo firme.
• Minutos atrás, Sophie no te interesaba. – Le respondió en un tono frío y demandante. - ¡Lámelo!
Pero el asco por el sexo de su esposa era inevitable. A pesar de la sensualidad innata de Aisha, David no se atrevía a tocarla.
• ¡Maldición! ¡Eres un inútil! – Aisha le gritó, agarrando su cabeza y forzándola entre sus piernas. - ¡Lámela!
Casi ahogado por el sexo de su esposa, David empezó vacilante a lamerla por encima de la tela, bajo la mirada furibunda de Aisha. Sus movimientos, torpes, irritando la paciencia de Aisha.
• ¿Acaso te chupo por encima de los pantalones? ¡Hazlo bien! – demandó la esposa.
Y aunque de mala gana obedeció a su mujer, la vista le dio una erección formidable, apresada por sus pantalones. La cantidad de flujo y el aroma del sexo depilado de su esposa eran muy intensos.
• ¡Lámela! – ordenó de nuevo.
Lamió sus labios vaginales sintiéndose inseguro, con una lengua torpe sobre su piel. Comparado conmigo y con Calliope, David lo estaba haciendo horrible.
Ni siquiera chupando el clítoris se comparaba con nosotros. Sin embargo, le causaba gracia ver el pene erecto de David, luchando por escapar de los pantalones.
• Parece que el señor pene quiere salir a jugar…- comentó Aisha burlona, empujándola con su pie.
(Looks like Mr. Johnson wants to come out and play…)
David la miraba impactado, asqueado y sumiso, pero Aisha no se rendía. Ella afirmó su cabeza con mayor fuerza y la acercó más a su sexo.
• ¿Quieres que te chupe? Haz un buen trabajo y te recompensaré. Pero si acabas antes que mí, no te debo nada.
Sus palabras tuvieron su efecto, cambiando el semblante de David de asco a la sumisión. Mientras la seguía lamiendo con torpeza, Aisha sonrió al verlo desabrochar sus pantalones, su patética excusa de pene endurecida y desesperada. David empezó a masturbarse como loco.
Aisha empezó a gemir, aunque estaba fingiendo. Solo quería causar un efecto. Ella sabía que, si su esposo alcanzaba el orgasmo, la situación cambiaría drásticamente a su favor.
Sin siquiera darse cuenta, David empezó a lamerla con mayor disposición. El sabor de sus jugos y su intenso aroma son enviciantes, sin mencionar que sus gemidos de placer eran muy convincentes. Lamentablemente, no le tomó mucho para empezar a venirse, la imagen de su esposa pellizcando su enorme pezón color chocolate siendo demasiado para él.
• Y una vez más, me decepcionas. – le replicó Aisha decepcionada pero honesta. – Ni siquiera estaba cerca y tú ya acabaste. ¿Cómo esperas que te satisfaga?
> ¡Lo…lo siento! – tartamudeó David avergonzado, su rostro cubierto por los jugos vaginales de Aisha.
Aunque no se sentía sexualmente satisfecha, sí se sentía contenta por sus acciones.
• ¡Limpia el desastre que hiciste! – Le ordenó, humillándole aún más. – Me daré una ducha, para acabar con la calentura que no me calmaste. Y no deseo verte hasta la cena.
> ¡Sí, mi amor! – David tartamudeó, mientras Aisha se retiraba victoriosa.
Mientras se duchaba, Aisha no se había dado cuenta de lo divertido que era humillar sexualmente a David. A medida que manoseaba sus pechos y exploraba su ardiente sexo, sentía una mezcla de satisfacción y tristeza. Antes de conocerme, Aisha había experimentado años de espaciado e insatisfactorio sexo. Pero, por otro lado, David había sido un buen proveedor y padre.
La única cosa que tenía clara mientras se secaba con la toalla era que ahora tenía la excusa perfecta para negar tener sexo con David. Aisha no era lo suficientemente cruel para privarlo completamente, pero tendría que arreglárselas con pajas, mamadas y follando sus tetas.
Gozosa, se las arregló para colarse en el dormitorio de Calliope, donde su hija mostraba su placer al ver a su madre tan ligera de ropa. Se masturbaron mutuamente y exploraron sus cuerpos. Tras alcanzar el orgasmo un par de veces, se miraron la una a la otra con amor.
Durante la cena, Sophie mencionó que Bastián había conocido a su hermano bebé. Tanto Aisha como Calliope se impresionaron con la noticia, pero David no tenía idea sobre quién era mi hijo.
Aisha se tomó el tiempo para ponerle al día y por qué era tan llamativo que mis hijos se conocieran, al ser medio hermanos, lo que hizo que David se sintiera todavía más agobiado.
Durante la noche, David le suplicó a su esposa para que tuvieran sexo anal.
• ¿Cómo te atreves a pedírmelo, si no me complaciste por la tarde? – Aisha le preguntó irritada.
> ¡Por favor, Aisha! Hacen meses que no hacemos el amor. – David le imploró.
Aisha se enfureció al instante.
• ¿Llamas eso “hacer el amor”? – preguntó furiosa. – Para que lo sepas, hacer el amor consiste en que insertes tu pene en mi vagina. Hay amor, cariños y orgasmos. Se trata de darse uno mismo a la otra persona. No solo satisfacer tus propios deseos.
> Entonces, hagamos el amor…- le suplicó.
• ¿Estás loco? – Aisha estalló. – David, para empezar, fuiste tú el que dijo que no quería tener sexo vaginal para evitar embarazos. Segundo, no me dejaste satisfecha por la tarde. ¿Cómo esperas que te crea que me dejaras satisfecha ahora? Y tercero, acabas de intercambiar agujeros, así como así. Lo siento, pero esta noche no.
> Pero Aisha, ¡Por favor! …- rogó de nuevo.
Y de aquí en adelante, la dinámica de pareja cambiaría irremediablemente…
Con una amplia sonrisa, Aisha fingió clemencia.
• Está bien. Te propongo algo. Te masturbaré por diez minutos. Si puedes contenerte por tanto tiempo, tendremos sexo. ¿De acuerdo?
David se sintió intimidado.
> ¿Diez minutos? – preguntó nervioso.
• Si no puedes aguantar tanto, no vale la pena que tengamos sexo, ¿Entiendes?
David tragó saliva, complicado.
> De acuerdo…- se las arregló para responder.
Aisha se acostó a su lado, sintiéndose entusiasmada. Había estado esperando este momento por un tiempo, ansiosa por enseñarle a David cuánto había aprendido conmigo. Tomó el cronómetro de su celular y lo ajustó para diez minutos, ubicándolo en el velador.
• ¡Ok, comencemos! – susurró Aisha, tomando el pene semi-erecto de David en su mano.
El plan de Aisha era masturbarlo moderadamente, lo suficiente para hacerle creer que duraría el tiempo límite. Entonces, cuando quedaban 2 minutos y si él se seguía aguantando, aceleraría el paso hasta hacerle llegar al clímax antes del límite. Por supuesto, incluso si David soportaba el desafío, ella cumpliría su palabra y tendrían sexo, pero puesto que él estaría demasiado excitado, acabaría en su interior rápido y le daría el derecho a Aisha para protestar.
En pocas palabras, Aisha tenía todas las de ganar.
Lo empezó a masajear con delicadeza, sus movimientos deliberados y precisos. Aisha sabía cuánta presión debía aplicar y el ritmo que lo volvería loco.
David puso los ojos en blanco al sentir el hábil ritmo de su esposa. Nunca se había sentido así y era todo gracias a mí.
• ¡Puedes lograrlo! – le susurró, masajeándolo suavemente con su pulgar. – Solo piensa en mí… y cuánto he extrañado tu pene.
Las palabras de Aisha le causaban escalofríos, cerrando los ojos para aguantar mejor, limpiando su mente de los pensamientos de su esposa cabalgándolo, sus majestuosos pechos color café rebotando mientras la penetraba más y más fuerte.
• ¡Se ve tan dura y larga! ¡Quisiera chuparla! – le dijo con una voz seductora e infantil.
Empezó a imaginarla comiéndole la verga, tragándosela completa.
• ¡Y tus bolas se ven tan hinchadas, que solo quiero lamerlas!
Eso fue demasiado para él y David empezó a convulsionar, liberando su semen alocadamente. Al abrir los ojos, se dio cuenta de la sonrisa maliciosa de Aisha.
• ¿Lo ves? Solo duraste tres minutos y cuarenta segundos. ¿Cómo esperas que me sienta satisfecha? – le preguntó con una sonrisa victoriosa.
Pero entonces, su agarre no cedió y ella siguió masturbándolo.
> Aisha, ¿Qué haces? – Le preguntó al sentir la quemazón de su imparable mano.
• ¡Cariño! – comentó, haciendo un mohín. – Esperaría que me dieras unas sacudidas adicionales después de venirte. No puedes ponerte así de blando.
No obstante, la verga de David dolía.
> ¡Vamos, Aisha! ¡Detente! ¡Me duele! – le rogó.
Aisha actuó como una niña…
• Pero David, el pene de un hombre de verdad permanece duro después del orgasmo. – le dijo, todavía estrujándolo.
El dolor era demasiado fuerte para él como para preguntarse cómo su esposa sabía eso.
> ¡Por favor, Aisha, me estás lastimando! – le suplicó por su liberación.
• ¡Está bien! – Aisha accedió. – Alcanzaste a durar solo cuatro minutos y medio, así que no hay sexo para ti hoy.
> ¿Qué? – preguntó con el miembro adolorido.
• Me escuchaste claramente. No me diste satisfacción, así que no hay sexo para ti.
> Pero Aisha…
• ¡Descansa! – le interrumpió. – Tienes un montón de nada que hacer mañana.
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0 comentarios - David y el cronómetro (I)