Esperaba que mi hijo demore algo de media hora. Tenía calculado que mi hermana conversaría con él un rato y luego vendría sin prisa porque su amigo se quedaría hasta tarde para hacer sus tareas.
Por otro lado, Roberto no dejaba de disimular que no me miraba cada vez que me volteaba o no le ponía atención.
Mi casa era un departamento de dos pisos en un segundo piso, era alquilado. En el primer piso del departamento, al entrar estaba la sala de estar, con un televisor frente a los sillones, al avanzar estaba la mesa del comedor y un espejo enorme en la pared frente a la mesa. A la derecha estaba la entrada a la cocina, y a su izquierda el patio de lavandería, donde también dejábamos cajas que contenían distintas cosas. En el segundo piso, al subir las escaleras había un pasadizo mediano al fondo había un almacén, pero había 4 puertas antes de llegar al fondo. Las de la derecha eran las habitaciones de mi hijo y mis hijas, las de la izquierda eran el baño y mi habitación.
Cada que estaba yendo a la cocina, notaba que Roberto me miraba mientras lavaba algún utensilio. Entonces comencé con el plan.
Estaba el vestido verde que mencioné anteriormente.
Era similar a este, pero más claro.
Y se metía en medio de mis nalgas, y se notaba más cuando me inclinaba.
Era imposible que Roberto no mirara, me estaba devorando con la mirada. Pasaba cerca y le preguntaba sobre lo que estaba haciendo. Cada que respondía se inclinaba hacia la mesa y su mano izquierda la llevaba a su entrepierna porque quería ocultar su erección moviendo su pene hacia un lado.
Tengo que resaltar que él vestía una remera color azul, un short color negro y unas zapatillas color blanco. Su short era deportivo, por ende, era delgado y liviano, por eso luchaba por ocultar la erección obvia.
Había terminado de preparar un refresco de naranja. Llevé la jarra a la mesa, lo acomodé, pero intencionalmente hice que se me cayera un borrador acomodando la mesa. Estaba al lado derecho de él.
—No te preocupes, Roberto —dijo eso mientras se agachaba a recoger.
Le di la espalda, antes me había subido el vesti un poco y me incline a recoger el borrador. Supe que esa acción haría que Roberto viera parte de mi ropa interior.
Me tarde unos segundos para que se diera deleite de mi retaguardia. Debe haber sido excitante porque Roberto estaba rojo y acomodándose el pantalón con sutileza. Mi hilo negro debió dejarlo con unas ganas de masturbarse enormes.
Noté también que su celular lo dejó rápidamente en la mesa. Era obvio que me había tomado una foto, pero yo quería que se llevara de mí más que una foto de mi trasero.
—¿Esos ejercicios son fáciles o difíciles? —preguntó de una manera amigable.
Aproveché en acomodarme el escote lo más rápido posible para darle una buena vista de mis senos bien puestos. Notaba que trataba de apartar la vista de mis chicas, pero le resultaba casi imposible. Solo faltaba algo más.
—Eh... S-Sí, s-son f-fáciles... —estaba muy nervioso y tratando de no expresar más bochorno.
—¿Seguro?
—De veras.
—Lo digo porque sigues en ese ejercicio desde hace rato —lo decía de una manera burlona.
No sabía que responder y es ahí donde decidí arremeter con todo. Me incliné para ver el ejercicio matemático, pero en lugar de apoyarme en la mesa y me apoyé en su pierna derecha con mi mano izquierda.
—S-Séñora... —lo decía de una manera que parecía que se iba a desmayar.
—¿Sí? —le hablaba de una manera provocativa, pero el chico ni se percataba.
Entonces mi mano empecé a moverla y toqué su erección. ¡Dios¡ Para ser un jovencito, se notaba que su pene era más grueso de lo aparente.
—S-Señora... —no parecía querer decir otra cosa.
Yo solo frotaba por encima del pantalón su pene, por unos momentos, solo por unos breves segundos me pregunté si estaba bien en engañar a mi marido por una calentura, pero no dudo que él ya se haya acostado con alguien haya en Roma, no dudo que me haya puesto los cuernos en nuestro país. Y si no fuera como pienso... lo siento, pero mi calentura no puede esperar hasta que viaje con mis hijos en menos de un año a Italia.
Me arrodille con paciencia, lo miraba mientras trataba de liberar su pene del short. El chico no salía del asombro. Yo creo que esto iba más allá de una fantasía adolescente para él. Digamos que tuvo la suerte de ser muy cercano a mi hijo y de que yo esté con ganas de probar un pene joven.
—¡¿Qué tenemos acá?! —dije sorprendida con algo de exageración. Agarraba el pene con sus dos manos mientras le bajaba el pellejo con la derecha y lo mantenía recto con la izquierda— Tengo que saber las medidas de este amigo —dijo mirándolo con una mirada de excitación.
Tomé la regla que tenía en la mesa, con mi mano izquierda tiré del pellejo hasta donde se pudiera bajar y alejé sus testículos del tronco. Inmediatamente puse la regla desde la base y lo medí.
—Trece centímetros... parece que desde que naciste... tu pene creció un centímetro por cada año de vida... Ya me imagino su tamaño cuando cumplas veinte —se lo dijo con una voz muy excitante. Se quedó mirándolo y acariciándolo— nada mal para un adolescente... Nada mal...
Él estaba mudo y cercano a un estado de shock que se interrumpió cuando empecé a masturbarlo lentamente. Escupía y le seguía meneando su rabo. Empezó a gemir en voz baja.
Yo estaba disfrutando igual o más que él. El miedo de que mis hijas bajaran o mi hijo llegara ahí mismo me tenía demasiado caliente y con mi vagina empezando a gotear sin dejar de lado un pene de tamaño moderado y grueso. Estaba en mi mejor momento.
De un movimiento deje afuera mis senos a la vista de él. Sin que le dé permiso, puso su mano en una de mis chicas.
Y yo, para acelerar y que no haya algún inconveniente, agaché mi cabeza para babear sobre la cabeza de su pene y lentamente empezar a lamerlo.
Levanté la mirada y puedo recordar exactamente su mirada de sorpresa y excitación a dicha acción. Y sin perder tiempo, engullí todo su pene de golpe. Solo quedaba ver si resistía unos minutos a mis movimientos y jugueteos... Definitivamente iba que disfrutar al máximo ese momento...
30/10/24
0 comentarios - La calentura de una madre #3