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Compendio III
Durante la primera revisión de Jacinto, Erin se percató que Marisol y nuestro hijo estaban bien. Sin embargo, reconoció la misma expresión nerviosa que mi ruiseñor le dio en su embarazo anterior.
• Por favor, no me digan que quieren preguntarme sobre el sexo tras el embarazo de nuevo. – Dijo la especialista en un tono apático.
Marisol y yo nos miramos.
- De hecho, así es. - le respondí.
Erin soltó un suspiro agotado y con frustración.
• Miren, ambos son adultos. Acaban de tener un bebé. ¿No puedes mantenerlo en tus pantalones? – Erin me reprendió.
(Look! You're both adults. You just had a baby. Can't you keep it in your pants?)
+ ¡Sí puede! – interrumpió Marisol. – Pero no es su problema. Es mío.
Marisol casi rompió en llanto y Erin se dio cuenta de mi rostro preocupado, por lo que abrió su mente y me permitió una explicación.
Le conté a Erin que, durante el embarazo, mi esposa se mantuvo constantemente excitada (incluso, diría que más, puesto que antes que su cuerpo reaccionara, Marisol ya temía que pasara esto). Pero al igual que en el embarazo de Alicia, el cuerpo de Marisol perdió sensibilidad en sus últimos meses de embarazo, pero su lujuria prevaleció.
• Puedo prescribirte medicamentos si lo deseas. – Nos ofreció Erin con un tono casi insensible.
Eso alteró más a mi ruiseñor.
+ ¡No! ¡No! ¡Por favor, no lo hagas! – Marisol suplicó. – Lo amo. Es mi mejor amigo y no quiero sentirme diferente.
Erin se fijó en la tristeza de Marisol. Pensó que esta era la manera con la que mi ruiseñor enfrenta la depresión postparto.
• ¡Me tienes en un aprieto! – admitió Erin. – Marisol, la razón por la que no puedes tener relaciones ahora es porque tienes puntos. Cuando tuviste a Jacinto, muchos de tus tejidos internos se vieron comprometidos y algunos se rompieron, lo que produjo cicatrices. Usamos esos puntos para ayudarte a sanar. Se absorben naturalmente en dos o tres semanas, pero el área sigue siendo sensible. Sé que estoy siendo anticuada, pero tener sexo duro está fuera de cuestión durante al menos un mes. También sé que les gusta el sexo anal, pero sigo creyendo que, en tu condición, no es recomendable.
Al ver a Marisol, parecía que la hubiesen castigado por romper una ventana.
- Pero ¿Qué pasa si le induzco un orgasmo? – le pregunté a Erin, reflexionando en sus palabras.
• ¿Qué? – Preguntó la especialista horrorizada.
- Sí. – Proseguí. – El problema de Marisol es que no puede alcanzar el orgasmo. Por lo que pensé que estaría bien si ella alcanzaba el orgasmo por sí misma, sin haber contacto en lo absoluto. ¿Dañaría eso sus tejidos?
Erin nos miró como si estuviéramos locos. Sin embargo, mi ruiseñor me miró esperanzada.
• Chicos, han estado casados por más de 10 años. Jacinto es su cuarto hijo. ¿Por qué es tan importante tener sexo para arriesgarlo todo? – Nos preguntó Erin, tratando de hacernos razonar.
Marisol simplemente sonrió…
+ Porque es maravilloso. – Marisol respondió confiada, mirándome radiante e ilusionada a los ojos. – Doctora, mi esposo y yo estamos enamorados… y el sexo entre nosotros es increíble. Para mí, es como comer helado de vainilla bañado en chocolate y usted me está pidiendo que no coma nada de helado.
Marisol hizo reír a Erin con su simple e infantil explicación.
• Ok, está bien. – Erin accedió, tratando de abrir su mente sin dejar su escepticismo. – Digamos que puedes hacerla alcanzar el orgasmo sin tocarla. ¿Cómo lo harías?
A pesar de tener estudios en medicina y siendo una obstetricia, me dio la expresión que, para Erin, los orgasmos venían producto de la intimidad y cuestionaba mi propuesta.
Me puse nervioso, pero Marisol me miró de una manera coqueta, dispuesta en formar parte de la demostración…
Cerró los ojos y se acomodó en la camilla, suspirando profundamente. A nuestro hijo le estaban sacando unas muestras y tomándole algunos exámenes, por lo que estábamos solamente nosotros en la oficina de Erin.
Y mirando a Marisol, dejé mi inspiración fluir…
Le dije que empezaría con un suave beso en los labios, con la pasión que sé que le gusta. Recorrería su cuerpo con mis manos, deteniéndome en sus pechos, palpando la calidez y su peso cargados con leche. Los apretaría suavemente, haciendo a Marisol suspirar y estremecerse.
Entonces, mis labios buscarían su tibio pezón con forma de frutilla, que hoy en día, son el orgullo de Marisol.
Le expliqué a Erin que antes del embarazo, Marisol era bastante plana y que, con el nacimiento de las gemelas, se volvió la voluptuosa mujer que hoy es.
Le dije que chuparía su pezón con un hambre que haría mi esposa enroscar los dedos de sus pies. Marisol gimió, estirando su espalda, sus caderas empezando a moverse.
Entonces, presionaría mi erección en torno a su muslo, para hacerle saber lo mucho que me excita.
Mientras la hostigaba, le susurraría palabras dulces al oído, con una voz suave y seductora, que ya le estaba causando escalofríos en la espalda. Sentiría mis dedos sobre sus muslos, aproximándose a su templo de placer, pero nunca llegando, haciéndola desesperar por la liberación.
Mis toques seguirían siendo más insistentes, palpando las curvas de su cuerpo con suavidad y delicadeza. Marisol ya se sacudía sobre la camilla, su cuerpo suplicando por más.
Sabía que mi esposa estaba cerca del orgasmo y podía sentirlo a través de sus constantes escalofríos. Pero a pesar de mis propios deseos, debía seguir las reglas de Erin: Nada de penetrar, tocar ni lamer.
Por lo que hostigué a mi esposa con mi otra mano, cerca de sus labios, permitiéndole que chupara mis dedos. En esos momentos, la sensación era extraña, porque Marisol chupaba con la misma intensidad a cómo cuando me da mamadas, pero la estaba volviendo cada vez más húmeda, su sexo ya latiendo con urgencia.
Me abstraje de todo, olvidando que solo era una muestra. La forma en que Marisol succionaba mis dedos me puso duro como una vara, ubicándome cerca de ella para que sus dedos sintieran mi forma y empezaran a masajearla.
- ¡Déjame ver tu lindo sexo, ruiseñor! – le dije, en una voz intoxicada con el deseo.
Su apriete sobre mi falo fue soberano. Con su otra mano, se apresuró para estirar su calzoncito y mostrarme su tesoro, abriendo más sus piernas para mostrarme su completo esplendor.
Me mecí más fuerte sobre su mano, la cual hacía su mejor esfuerzo por acariciarme. El calor de su cuerpo era tremendo y no pude resistir mi impulso de lamer su muslo entremedio de sus piernas.
Marisol suspiraba y gemía. Notaba su orgasmo cada vez más cerca, mi lengua y mis labios saboreando su dulce carne
- ¡Aguanta, ruiseñor, aguanta! – Le ordené, chupando ruidosamente sus muslos.
+ ¡Mi amor! ¡Aagh! ¡Mi amor! – Marisol suplicaba, ya en las últimas.
Y fue entonces que Marisol se relajó, sintiendo la calidez fluir de ella. Sinceramente, la habría lamido hasta dejarla limpia y seca, pero las ordenes de Erin eran estrictas. Marisol seguía liberándose, soltando más y más de ella.
Cuando volteé a verle, encontré a Erin con la palma de sus manos metida profundamente entre sus piernas…
- ¡Disculpe, doctora, limpiaré todo! – le dije, tomando un pañuelo y secando los fluidos de mi ruiseñor. – Lamento haber sido demasiado gráfico. Pero así estimularía a Marisol para que tuviese un orgasmo.
Mi ruiseñor me miraba con una sonrisa traviesa y agradecida. Aunque Erin es una desconocida, Marisol se sentía satisfecha por su audiencia. Me tomé mi tiempo para limpiar sin voltear.
Emma limpió su garganta y se adecentó.
• Sí… sí… creo que eso puede resultar. – Logró responder la especialista, recuperando la compostura.
- ¿Afectará esto los tejidos internos de Marisol? – le pregunté, todavía preocupado.
Erin suspiró entre pensativa y aliviada…
• No sabría decirte. – respondió, pensando minuciosamente. – Si les soy completamente honesta, ustedes han sido mis pacientes más difíciles. Ninguna de las parejas que he visto antes experimentó su tipo de problemas, por lo que estas son aguas desconocidas para mí. Si me preguntas conforme a mi lógica, diría que puede funcionar, porque no hay contacto físico de por medio. Pero me preocupa la irrigación sanguínea de los tejidos sensibles. Si ella experimenta sangramiento, podría presentar un riesgo.
- ¿Qué tan a menudo deberíamos hacerlo? – pregunté con un tono racional y confiado al mismo tiempo.
• No lo sé. – Respondió Erin sonrosada. – Como dije, esto es un nuevo tema para mí. Pero sugiero que deberían espaciarlo. Tomar un par de día entre cada encuentro.
+ ¿Días? – Protestó Marisol, haciendo un puchero.
- ¡Sí! – respondí en lugar de Erin. - ¿No lo entiendes, ruiseñor? Te está ofreciendo una alternativa y tenemos que encontrarla a mitad de camino. Sé que deseas que estemos juntos, pero me preocupas demasiado para arriesgarte. Solo te pido que seas paciente, Marisol.
Marisol soltó un suspiro.
+ ¡Está bien! Pero todavía te necesito. Entiendes eso, ¿Cierto? – Me miró con sus lindas esmeraldas.
La besé al instante.
- ¿Habrá problemas si lo hacemos día por medio? – le pregunté a Erin, que todavía estaba impresionada por la dinámica de nuestra pareja.
• Honestamente, no lo sé. – encogió sus hombros. – Pero si ella experimenta hemorragias, tráela de inmediato al hospital.
- De acuerdo. – Le dije, apretando su mano.
Luego que fuimos a buscar a nuestro hijo, noté que Erin nos miró partir. Me pregunté si le habíamos dado un consejo clave para un buen matrimonio.
Pero es así cómo nos la hemos arreglado para atender sus necesidades. Marisol entiende mejor que su cuerpo necesita recuperarse y que nuestro amor va más allá de lo físico.
Los días posteriores siguieron con sus altos y bajos. Marisol luchaba con sus limitaciones fijas, pero yo estuve ahí a su lado, ofreciéndole toques cariñosos y susurrándole palabras de amor. Hemos mantenido nuestra conexión fuerte, aunque no podamos disfrutar de nuestro pasatiempo favorito.
Pero, así y todo, nos hemos entretenido. Día por medio, me doy el gusto de brindar placer a mi esposa sin penetrarla, explorando nuevas e interesantes maneras para hacerle sentir bien. Aunque cada noche, se duerme en mis brazos, sintiéndose deseada y amada.
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