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Fiesta de egresados

La fiesta de egresados había sido un completo descontrol, pura música, risas y alcohol, todo envuelto en una sensación de libertad que solo una noche como esa podía ofrecer. No era el viaje de egresados aún, pero ya sentía la excitación de la despedida, de saber que la etapa del colegio estaba llegando a su fin y que la vida, tal como la conocía, estaba por cambiar. Pero esa noche en particular, lo único que importaba era vivir el momento, dejarme llevar y disfrutar.
Ya había bebido más de la cuenta cuando salí del boliche, las luces parpadeaban y el aire frío de la madrugada golpeaba mi piel, despejando un poco la niebla que el alcohol había dejado en mi cabeza. Me sentía ligera, sin preocupaciones. A la salida, entre risas y empujones, un grupo de chicos me reconoció y uno de ellos se acercó con una sonrisa confiada. No era mi novio, ni siquiera alguien con quien hubiese tenido algo antes, pero no importaba. Sabía muy bien lo que él quería, y yo no tenía ningún problema en dárselo.
Sin decir mucho, comenzamos a caminar hacia una esquina más oscura, lejos del bullicio de la gente que salía del boliche. A medida que nos alejábamos, la adrenalina aumentaba. Me encantaba esa sensación, esa mezcla de deseo y peligro que envolvía la situación. Sabía que cualquiera podría vernos, pero esa era parte de la emoción.
Cuando llegamos a un lugar más apartado, él no perdió tiempo. Se desabrochó el pantalón y yo me arrodillé frente a él, mi corazón latiendo rápido, sintiendo cómo el frío de la calle contrastaba con el calor de mi cuerpo. Me metí su pija en la boca y comencé a chupársela, lentamente al principio, disfrutando de cada reacción, de cada pequeño gemido que él emitía. Sabía lo que estaba haciendo, no era mi primera vez. Ya para ese entonces, era bien conocida por ser petera, algo que no me molestaba en lo más mínimo. Al contrario, me daba cierto poder sobre ellos, sabiendo que les podía dar tanto placer.
A medida que avanzaba, mi excitación aumentaba y sentía cómo su cuerpo respondía. Sus manos se enredaron en mi cabello, guiando mis movimientos, empujándome hacia él. El ritmo se volvió frenético y antes de que me diera cuenta, su respiración se aceleró y con un último gemido, se corrió. El semen salió disparado, manchando mi cara, mi cuello, incluso mi ropa. Me acabó por todos lados, pero lejos de molestarme, eso solo intensificaba mi excitación. Me sentía deseada, poderosa en ese momento, a pesar de estar arrodillada en una calle oscura.
Nos quedamos ahí un rato, en silencio, recuperando el aliento, hasta que finalmente se arregló la ropa y me dio una sonrisa satisfecha. Sabíamos que no había sido más que un momento, algo fugaz, pero ambos lo habíamos disfrutado. Me levanté, limpiándome un poco la cara con la manga de mi abrigo, y nos despedimos sin más.
Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa, todavía podía sentir el calor en mi cuerpo, la adrenalina corriendo por mis venas. Fue una experiencia más, una que me marcó antes del viaje de egresados. Sabía que no sería la última vez que viviría algo así, y de alguna forma, ese pensamiento me hacía sonreír.

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