Kirk estaba en la barra de su bar favorito, disfrutando de una cerveza fría mientras observaba el caos a su alrededor. La música sonaba fuerte, pero su atención estaba fija en una sola cosa: su mejor amiga, Michaelle. Al cruzar la puerta del lugar, el vestido ajustado que llevaba resaltaba su figura voluptuosa. Su cabello negro caía en ondas perfectas sobre sus hombros, y aunque muchos no la miraban, él no podía dejar de notar lo increíble que se veía. Ese vestido ceñido mostraba su trasero, grande y sexy, que, inexplicablemente, nadie parecía valorar. Pero Kirk sabía exactamente lo que quería hacer esa noche.
Desde el momento en que la vio, supo cuál sería el plan: la llevaría a un hotel lujoso y la haría suya. Se levantó de su asiento, cruzando la sala con determinación.
—Michaelle —dijo al llegar a su lado, con una sonrisa ladeada—. Estás increíble esta noche.
Ella lo miró, sorprendida pero con una chispa en los ojos.
—¿Tú crees? —respondió, medio sonriendo, acostumbrada a que Kirk fuera directo, pero nunca tan obvio.
—Créeme, cariño. Todos deberían estar mirándote, pero están ciegos. Yo no. —Kirk la tomó de la mano, su agarre firme pero seductor—. Ven conmigo.
Sin decir más, la sacó del bar y la llevó directamente a un hotel de lujo a pocas cuadras. Al llegar, todo fue rápido, casi frenético. Subieron a la suite más cara del lugar, y al cerrar la puerta detrás de ellos, el ambiente cambió.
—Kirk, ¿qué estamos haciendo? —preguntó Michaelle, su voz baja y temblorosa.
Kirk la miró con intensidad, acercándose hasta que sus cuerpos casi se tocaban.
—Haciendo lo que debería haber pasado hace tiempo. —Su mano recorrió suavemente su cintura antes de deslizarse hasta la parte baja de su espalda, apretándola contra él—. Desde que te vi esta noche, supe que te iba a tener para mí.
Michaelle dejó escapar un pequeño suspiro, sintiendo el calor que irradiaba de él. Sus cuerpos se entendían, el deseo flotaba en el aire.
—Siempre sabes lo que quieres, ¿verdad? —Michaelle sonrió, desafiándolo.
—Especialmente cuando lo que quiero es tan jodidamente irresistible. —Kirk bajó sus labios hasta el cuello de Michaelle, besándola suavemente, antes de que sus manos comenzaran a recorrer su cuerpo, deslizando el vestido hacia arriba, revelando su piel suave y sedosa.
—Hazlo, Kirk —susurró ella, un gemido temblando en su voz.
La tensión entre ellos se disparó en segundos. Kirk la empujó suavemente contra la cama lujosa, deslizándole el vestido con una mezcla de paciencia y urgencia. Él la miraba con devoción, sus dedos recorriendo cada centímetro de su piel, haciendo que Michaelle se estremeciera bajo su toque.
—Te ves mejor de lo que imaginé, Michaelle. Perfecta —murmuró mientras se inclinaba sobre ella, sus labios encontrando los suyos en un beso ardiente, lleno de deseo.
—Quiero que me lo demuestres —le dijo ella, con voz entrecortada, los ojos llenos de fuego.
Kirk no necesitaba más incentivos. Su boca descendió lentamente, dejando un rastro de besos por su cuerpo. Cuando sus labios encontraron sus tetas, ella arqueó la espalda, cada movimiento suyo estaba lleno de pasión.
—Eres mía esta noche —murmuró él, su aliento cálido contra su piel mientras la tomaba, dejándose llevar por el deseo reprimido. Las sábanas de seda se deslizaban bajo ellos mientras sus cuerpos se entrelazaban, con cada suspiro y cada gemido llenando el cuarto de una electricidad imposible de ignorar.
Michaelle lo miró a los ojos, desafiándolo con su mirada. Kirk sonrió y, con un movimiento rápido, la tomó por las piernas, separándolas y posicionándose entre ellas. Sus cuerpos se encontraron en un clímax de deseo; la cama crujía bajo su peso mientras Kirk la penetraba con fuerza, haciéndola gemir de placer.
—Dame más —gritó Michaelle, aferrándose a las sábanas mientras él la empujaba profundamente, cada embestida enviando oleadas de placer a través de ella.
—Así se habla, cariño. Eres tan jodidamente buena —respondió Kirk, aumentando el ritmo, sus movimientos cada vez más frenéticos, sus cuerpos llenos de sudor y deseo.
Los gritos de Michaelle resonaban en la habitación, cada uno un eco del placer que la consumía. La cama se movía al compás de sus cuerpos, el sonido del roce de la piel contra la piel y el chocar de sus cuerpos llenando el aire.
La noche se consumió en esa suite de lujo, donde cada toque era una promesa cumplida, donde los cuerpos se entendían sin palabras, y donde Kirk y Michaelle finalmente cayeron en la lujuria que ambos sabían que estaba destinada a suceder. Cuando finalmente alcanzaron el clímax, la habitación se llenó de gemidos y gritos, el placer culminando en una explosión de éxtasis compartido.
Kirk, temblando de placer, se inclinó sobre ella, sus labios buscando los de Michaelle en un beso profundo, cargado de amor y deseo.
—Eres mía, Michaelle. Para siempre —susurró él, sintiendo cómo su corazón latía al compás del de ella.
Los cuerpos de Kirk y Michaelle seguían entrelazados en la lujosa suite, el aire lleno de sus respiraciones entrecortadas y el suave crujir de las sábanas de seda que se movían bajo ellos. Kirk estaba encima de Michaelle, inclinándose sobre su cuerpo con una devoción casi animal. El sudor de ambos brillaba bajo la tenue luz del cuarto, y la intensidad de sus movimientos hacía que la cama, firme y costosa, se sacudiera con cada empuje.
—Dios, Michaelle… no puedo dejar de mirarte —murmuró Kirk, con la voz ronca, su boca bajando de nuevo hasta su cuello, besándola con una mezcla de lujuria y deseo profundo. Su lengua trazaba líneas húmedas y ardientes, dejando un rastro de besos por su piel.
Michaelle arqueó la espalda, presionando más su cuerpo contra él, sus uñas arañando la piel desnuda de la espalda de Kirk. Lo sentía dentro de ella, fuerte, rítmico, y cada movimiento la acercaba más a un clímax que parecía no tener fin.
—No te detengas… —jadeó ella, su voz rota por el placer, sus piernas rodeando la cintura de Kirk, atrayéndolo más hacia ella—. Quiero que sigas… más duro, Kirk…
Él obedeció sin decir una palabra, acelerando sus movimientos, profundizando con cada empuje mientras sus labios recorrían el contorno de los pechos de Michaelle, mordiendo suavemente su piel. Sus labios se deslizaban por sus pezones, provocando que ella se retorciera de placer, gimiendo en respuesta.
—Eres mía, Michaelle… toda mía —susurró él, con la respiración pesada, su voz cargada de posesión. Sus manos exploraban cada curva de su cuerpo, disfrutando del calor y la suavidad de su piel.
Michaelle soltó un gemido bajo, su cuerpo completamente entregado al de Kirk, sus manos aferrándose a las sábanas, sintiendo cómo todo en ella se desbordaba.
—¡Kirk! —gritó su nombre, su cabeza cayendo hacia atrás, su cabello negro desparramándose sobre las almohadas de seda mientras su cuerpo temblaba incontrolablemente bajo él.
Kirk la sostuvo con firmeza, sin dejar de moverse, disfrutando cada segundo de la reacción de Michaelle, sintiendo cómo su propio cuerpo comenzaba a rendirse al placer. Con un último empuje, ambos alcanzaron el clímax juntos, el sonido de sus gemidos llenando el cuarto, una sinfonía de éxtasis.
El silencio siguió a ese momento, ambos jadeando, aún entrelazados. Kirk se inclinó para besarla suavemente en los labios, sus dedos acariciando su rostro con ternura.
—Nunca pensé que sería así —dijo Michaelle, con la voz apenas audible, su respiración aún agitada, pero una sonrisa satisfecha en sus labios.
—Yo tampoco, pero sabía que sería intenso —respondió Kirk, deslizando una mano por el costado de Michaelle, trazando el contorno de su cadera—. Lo fue, y aún no ha terminado, cariño.
Michaelle lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de lujuria y expectación. Kirk le devolvió la sonrisa, sus dedos bajando lentamente por su abdomen hasta sus muslos, listos para continuar lo que habían empezado. Con un toque firme, se adentró entre sus piernas, acariciando el centro de su deseo, provocando que Michaelle se estremeciera, su respiración se acelerara de nuevo.
—Dame más, Kirk —murmuró ella, deseosa, su voz cargada de urgencia mientras se arqueaba hacia él.
—Estás lista para más —replicó él, su mirada ardiente llena de deseo, y con ese impulso, se dejó llevar por el momento, llevándola a un nuevo clímax de placer.
Kirk no apartó la mirada de Michaelle mientras deslizaba sus manos por su cuerpo desnudo, sus dedos recorriendo lentamente el suave contorno de sus muslos, haciéndola estremecerse de anticipación. Se inclinó hacia adelante, su boca rozando el borde de su abdomen, bajando sus labios más y más, dejando una línea de besos ardientes que hacían que Michaelle soltara pequeños suspiros.
—Kirk… —murmuró ella, su voz entrecortada, sintiendo la humedad en su piel donde la lengua de Kirk se deslizaba lentamente.
—Shh… —él respondió con un susurro, sin dejar de bajar—. Quiero saborearte… toda.
Sus manos fuertes sujetaron las caderas de Michaelle con firmeza, levantándola apenas para acercarse más a su concha. Cuando sus labios finalmente la alcanzaron, Michaelle se arqueó de inmediato, un gemido profundo escapando de su boca. Kirk la besó allí, lentamente al principio, jugando con ella, disfrutando de cada segundo mientras sentía cómo Michaelle se entregaba por completo a su toque.
—Eres increíble… —jadeó él, antes de hundir su lengua profundamente, haciendo que Michaelle casi gritara de placer. Su lengua se movía con maestría, explorando cada rincón de su intimidad, causando que ella se retorciera y se aferrara a las sábanas de satén con fuerza, incapaz de contener los espasmos de placer que la recorrían.
—¡Kirk, por favor… no pares! —suplicó, su voz quebrándose por la intensidad del momento, su cuerpo tensándose más con cada segundo.
Kirk no se detuvo. Sus labios y lengua se movían con más fervor, jugando con cada respuesta de Michaelle, empujándola al borde de un abismo de placer. Las caderas de Michaelle se movían por sí solas, respondiendo al ritmo de Kirk, y cuando él introdujo dos dedos dentro de ella, acompañando los movimientos de su boca, Michaelle gritó de nuevo, su cuerpo vibrando de puro éxtasis.
—Oh, Dios… ¡Kirk! —gritó mientras su cuerpo se desbordaba, alcanzando el clímax con una intensidad abrumadora, sus gemidos llenando la habitación lujosa.
Kirk la observó con satisfacción mientras su cuerpo se convulsionaba. Lentamente, subió de nuevo por su cuerpo, besando cada parte de ella, hasta que sus labios volvieron a encontrarse.
—No he terminado contigo, Michaelle —dijo él, con la respiración entrecortada y los ojos llenos de deseo.
Ella, aún jadeando, lo miró con una mezcla de lujuria y agotamiento, pero no iba a detenerse. Kirk la levantó, girándola para que ella quedara de espaldas a él. Aún temblorosa, Michaelle apoyó las manos en la cama, dejando que Kirk se posicionara detrás de ella. Sentía su calor, su dureza rozando contra su piel, y eso la hacía arder de nuevo.
—Tómame, Kirk… —murmuró, su voz llena de deseo.
Kirk no necesitaba más. Con un gruñido bajo, la penetró profundamente, haciéndola soltar un gemido ahogado. Sus movimientos eran fuertes, cada embestida más profunda que la anterior, y el sonido de sus cuerpos chocando llenaba la habitación.
—Eres perfecta… cada maldito centímetro de ti… —murmuró Kirk, aferrándose a sus caderas, empujando con fuerza mientras Michaelle gemía con cada movimiento, sintiendo cómo su cuerpo se entregaba al placer de manera incontrolable.
Michaelle, completamente entregada al placer, sentía cómo el éxtasis volvía a apoderarse de su cuerpo. La sensación de Kirk dentro de ella, el calor de su piel contra la suya, la intensidad de sus movimientos… todo era demasiado.
—¡Kirk, voy a…! —gritó, sintiendo cómo un segundo clímax la arrasaba, su cuerpo estremeciéndose mientras él continuaba moviéndose con la misma fuerza.
Kirk, sintiendo su propio control desvanecerse, empujó una última vez, gruñendo cuando alcanzó su propio orgasmo, sus cuerpos tensándose al unísono, completamente perdidos en el momento.
Ambos se desplomaron sobre las sábanas, jadeando y empapados en sudor. Kirk la rodeó con sus brazos, besando suavemente su cuello mientras ambos intentaban recuperar el aliento.
—Eres mía, Michaelle —susurró Kirk en su oído, con la voz suave pero cargada de satisfacción.
—Siempre lo he sido —respondió Michaelle, sonriendo mientras se acurrucaba contra él, completamente saciada.
Michaelle, aún jadeante tras el intenso momento, deslizó suavemente su cuerpo por encima de Kirk, mirándolo con una mezcla de satisfacción y deseo renovado. Aún lo sentía duro, y una sonrisa traviesa apareció en su rostro mientras acariciaba su pecho. Quería darle algo más, devolverle el placer que él le había dado antes. Con cuidado, se deslizó hacia abajo por su cuerpo, besando su abdomen, saboreando el sudor en su piel mientras sentía cómo Kirk temblaba ligeramente bajo su toque.
—Es mi turno… —murmuró ella, con una mirada juguetona, sus labios rozando la piel de su pelvis, antes de bajar aún más.
Kirk, sin poder contener un gemido bajo, la observaba con los ojos entrecerrados, su respiración acelerándose mientras Michaelle bajaba más, hasta que finalmente lo tuvo justo frente a su boca. Sin dudar, lo tomó con una mano, acariciándolo lentamente mientras sus labios se acercaban.
—Michaelle… —jadeó Kirk, su cuerpo tensándose de inmediato al sentir el calor de su aliento sobre él.
Michaelle no perdió tiempo. Deslizó su lengua sobre él, lentamente al principio, trazando pequeños círculos alrededor de la punta, saboreando cada centímetro. Los gemidos bajos de Kirk se hicieron más fuertes, y Michaelle, al escuchar su reacción, comenzó a mover su boca con más precisión, tomando más de él, succionando suavemente mientras sus manos seguían acariciándolo.
—Dios… ¡Michaelle! —exclamó Kirk, su cabeza cayendo hacia atrás, completamente bajo el control de las manos y la boca de Michaelle.
Ella sonrió con satisfacción al verlo tan perdido en el placer y aceleró el ritmo. Sus labios subían y bajaban por su longitud, mientras su lengua lo acariciaba en cada movimiento, jugando con la punta, haciendo que el placer se intensificara. Kirk se aferraba a las sábanas, su cuerpo temblando con cada caricia, sintiendo cómo cada segundo lo llevaba más cerca de la liberación.
Michaelle, sintiendo la urgencia en su respiración, lo tomó aún más profundamente, dejándolo gemir más fuerte. Sus manos lo rodearon, acariciándolo con más firmeza mientras su boca trabajaba en sincronía, aumentando la intensidad. Podía sentir el control que tenía sobre él, y eso la excitaba aún más.
—No pares… sigue… —jadeó Kirk, su voz entrecortada, completamente perdido en el placer.
Michaelle no pensaba detenerse. Movía su cabeza con más rapidez, su boca creando una succión más fuerte mientras Kirk se retorcía bajo ella. Sentía cada respuesta de su cuerpo, cómo se tensaba y temblaba con cada movimiento de sus labios, y eso la motivaba a ir más rápido, a darle exactamente lo que sabía que él necesitaba.
—¡Michaelle, joder…! —gritó Kirk, completamente a merced de su placer, su cuerpo acercándose rápidamente al clímax.
Michaelle, con una última mirada hacia él, decidió llevarlo al límite. Tomándolo con fuerza, lo llevó profundamente una vez más, moviéndose con rapidez, su lengua trabajando a la perfección mientras sentía cómo Kirk se tensaba por completo. Un gemido gutural salió de su garganta, y en ese momento, Kirk finalmente se dejó llevar, su cuerpo estremeciéndose mientras alcanzaba el orgasmo, completamente perdido en la boca de Michaelle.
Ella lo sostuvo mientras él se desbordaba, tomando todo con suavidad, disfrutando de cada gota mientras él gemía de satisfacción, sin detenerse hasta que él se relajó por completo, su cuerpo temblando de pura satisfacción. Michaelle finalmente se separó, subiendo de nuevo por su cuerpo hasta que sus labios se encontraron otra vez, dejándole un beso suave en la boca.
—Sabes que no podía dejarte sin esto —susurró ella, sonriendo mientras se acurrucaba a su lado.
Kirk, aún recuperándose, la rodeó con un brazo, respirando pesadamente, completamente complacido.
—Eres… perfecta —murmuró, besando su frente, mientras ambos quedaban sumidos en el silencio satisfecho del momento compartido.
Aunque Michaelle, sentía el calor del momento anterior, se giró, colocándose sobre Kirk. Sus piernas rodearon sus caderas mientras lo miraba con una mezcla de lujuria y desafío en los ojos. El cuerpo de Kirk estaba relajado bajo ella, pero podía sentir la tensión de su deseo mientras ella tomaba el control. Su pecho subía y bajaba con rapidez, sus labios entreabiertos de la excitación.
—Ahora me toca a mí de montarte—susurró Michaelle, apoyando sus manos en el pecho de Kirk y empujándolo suavemente hacia abajo mientras se acomodaba sobre él. Su cuerpo estaba listo, caliente y ansioso.
Kirk no pudo evitar sonreír entre jadeos, sintiendo cómo Michaelle se posicionaba con firmeza sobre él. Su mirada oscura y hambrienta lo decía todo: estaba desesperada por más. Sin dudar, Michaelle comenzó a descender, deslizando su cadera hacia abajo, sintiendo cómo lo tomaba en su interior. Ambos gemieron al unísono "Ohhhh", una oleada de placer recorriendo sus cuerpos. Ella no esperó, comenzó a moverse con rapidez, con una energía inagotable que los tenía al borde de la locura.
—¡Mierda, Michaelle! —jadeó Kirk, aferrándose a sus caderas mientras ella se movía sobre él, su ritmo era salvaje y desinhibido. Podía sentir cada milímetro de su cuerpo, cómo lo apretaba, cómo se movía en un vaivén hipnótico.
Michaelle se inclinó hacia adelante, su cabello negro cayendo sobre el rostro de Kirk mientras sus labios se encontraban con los suyos en un beso profundo y voraz. Su ritmo frenético no se detenía; cada embestida la hacía gemir más fuerte, sus caderas chocando contra las de Kirk con una intensidad que parecía no tener fin. La forma en que su cuerpo se movía, como una batidora, lo envolvía, lo llenaba.
—No pares… sigue así… más rápido… —jadeó Kirk, su voz llena de deseo, apretando las caderas de Michaelle con fuerza, ayudándola a moverse más rápido.
Michaelle soltó un gemido ahogado, sintiendo cómo el sudor recorría su piel, cada músculo tenso por el esfuerzo. Sus movimientos eran más intensos que los anteriores; estaba completamente desinhibida, entregándose al placer. Con cada embestida, podía sentir cómo el placer se acumulaba en su vientre.
—¡Kirk, lo siento tan… profundo y lleno! —gimió ella, su voz temblando mientras sentía cómo el placer la consumía. La forma en que sus caderas giraban y se apretaban a su alrededor era como una mezcla perfecta de control y abandono, haciéndolo perder el juicio.
Kirk, completamente absorto, respondía a cada uno de sus movimientos. Las manos de Kirk subieron por su espalda, sus dedos hundiéndose en su piel mientras la guiaban a un ritmo más intenso. Cada gemido de Michaelle era un eco de su propia excitación; sus ojos estaban cerrados, perdida en un mar de sensaciones.
—¡No pares, Michaelle, por favor! —jadeó Kirk, su respiración cada vez más entrecortada, sintiendo cómo su cuerpo estaba al borde de explotar.
—¡Voy a… voy a…! —gritó Michaelle, sus movimientos alcanzando un frenesí. Con un último empuje, se desbordó, su cuerpo temblando mientras alcanzaba un orgasmo tan intenso que casi la dejó sin aliento.
Kirk, sintiendo cómo Michaelle se estremecía sobre él, ya no pudo contenerse más. Con un gruñido bajo, se dejó llevar por el placer, alcanzando su propio clímax mientras ella seguía moviéndose desesperada, sus caderas chocando una última vez. La mezcla de sus cuerpos en la cama era pura electricidad, un estallido de satisfacción que los dejó exhaustos.
Michaelle, jadeando, se dejó caer sobre el pecho de Kirk, ambos respirando pesadamente, sus cuerpos aún entrelazados en un cálido abrazo.
—Eso… fue… increíble… —susurró Kirk, acariciando el cabello de Michaelle mientras intentaban recuperar el aliento.
—Lo sé…amor —respondió Michaelle, con una sonrisa satisfecha en los labios, sin dejar de aferrarse a él, su cuerpo aún temblando por la intensidad del momento.
Pasaron unos minutos y de nuevo estaban como locos.
Michaelle y Kirk se movían con una urgencia incontrolable, completamente absortos en la necesidad de saciar el fuego que ardía entre ellos. Michaelle, montando a Kirk, se dejaba llevar por una fuerza desenfrenada, sus caderas chocando con él en un vaivén frenético. Sus piernas se apretaban contra sus costados, sintiendo cómo su cuerpo se movía al ritmo de la lujuria.
—¡Mierda, Michaelle… no puedo más! —gruñó Kirk, su voz rasposa, atrapada entre el placer y la desesperación. Cada embestida la sentía profundamente, como si ella lo estuviera devorando por completo. Su concha lo envolvía con una suavidad ardiente, apretando y girando, intensificando el placer en cada embestida.
—¡Más, Kirk… más rápido! —jadeó Michaelle, sus uñas hundiéndose en la piel de su cuello, empujándolo más hacia ella, como si quisiera que él desapareciera dentro de ella. La habitación se llenaba con el eco de sus cuerpos chocando, una sinfonía de gemidos y suspiros que resonaban en el aire denso.
Kirk, casi perdido en el placer, aferró las caderas de Michaelle, ayudándola a moverse con más furia. El sudor recorría su piel, resbalando por su frente mientras ella lo llevaba al límite. Cada vez que ella descendía, lo sentía tan profundo que parecía desbordarse, el placer subiendo en olas implacables.
—¡No pares, joder… sigue así! —rugió Kirk, la voz llena de deseo mientras Michaelle aceleraba, sus caderas chocando con una intensidad salvaje. El ritmo se volvió casi animal, cada embestida resonando en la cama mientras la tensión se acumulaba.
Michaelle, con el cabello descontrolado, se dejaba llevar por el frenesí. Su pecho subía y bajaba, y sus pezones se frotaban contra el pecho de Kirk, enviando corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Su mirada estaba llena de hambre, y su cuerpo se movía como si estuviera poseída, buscando más, más cerca, más intenso.
—¡Kirk, no puedo más… voy a correrme! —gritó, el clímax acercándose a pasos agigantados, pero sin frenar. Cada movimiento la hacía sentir que estaba al borde, cada choque era un golpe de placer que la empujaba más allá de sus límites.
Kirk, sintiendo cómo el cuerpo de Michaelle temblaba sobre él, se entregó al momento, atrapado en la vorágine de placer. Sus manos se aferraron a sus caderas, empujándola más fuerte mientras ambos gemían, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía, buscando esa liberación final.
—¡Dios… Michaelle m_me v-engo! —gruñó Kirk, los ojos cerrados con fuerza, sintiendo cómo el clímax lo arrastraba. El placer era tan abrumador que parecía que iba a estallar en mil pedazos.
Con un último empuje, ambos explotaron juntos, sus cuerpos convulsionando en un orgasmo tan intenso que los dejó sin aliento. Michaelle gritó el nombre de Kirk, sus uñas hundiéndose más en su piel, mientras se estremecía, el placer recorriéndola como una ola. Kirk dejó escapar un rugido profundo, su cabeza cayendo hacia atrás mientras el placer lo consumía, un fuego que lo dejaba completamente exhausto.
Se dejaron caer sobre la cama, sus cuerpos temblando por el esfuerzo, sudorosos y exhaustos, pero satisfechos. Michaelle permaneció sobre Kirk, ambos jadeando, sintiendo aún los ecos de su placer. La conexión entre ellos era palpable, un hilo de energía que los mantenía unidos en el silencio.
—Eres una locura, Michaelle… —susurró Kirk, su voz aún cargada de deseo, acariciando su cabello empapado.
—Lo sé… —respondió Michaelle, sonriendo, sus labios encontrando los de Kirk en un beso húmedo, profundo y lleno de complicidad, mientras sus cuerpos intentaban recuperar el aliento, su hambre finalmente saciada, aunque sabían que no pasaría mucho tiempo antes de que volvieran a buscarse en la noche.
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Desde el momento en que la vio, supo cuál sería el plan: la llevaría a un hotel lujoso y la haría suya. Se levantó de su asiento, cruzando la sala con determinación.
—Michaelle —dijo al llegar a su lado, con una sonrisa ladeada—. Estás increíble esta noche.
Ella lo miró, sorprendida pero con una chispa en los ojos.
—¿Tú crees? —respondió, medio sonriendo, acostumbrada a que Kirk fuera directo, pero nunca tan obvio.
—Créeme, cariño. Todos deberían estar mirándote, pero están ciegos. Yo no. —Kirk la tomó de la mano, su agarre firme pero seductor—. Ven conmigo.
Sin decir más, la sacó del bar y la llevó directamente a un hotel de lujo a pocas cuadras. Al llegar, todo fue rápido, casi frenético. Subieron a la suite más cara del lugar, y al cerrar la puerta detrás de ellos, el ambiente cambió.
—Kirk, ¿qué estamos haciendo? —preguntó Michaelle, su voz baja y temblorosa.
Kirk la miró con intensidad, acercándose hasta que sus cuerpos casi se tocaban.
—Haciendo lo que debería haber pasado hace tiempo. —Su mano recorrió suavemente su cintura antes de deslizarse hasta la parte baja de su espalda, apretándola contra él—. Desde que te vi esta noche, supe que te iba a tener para mí.
Michaelle dejó escapar un pequeño suspiro, sintiendo el calor que irradiaba de él. Sus cuerpos se entendían, el deseo flotaba en el aire.
—Siempre sabes lo que quieres, ¿verdad? —Michaelle sonrió, desafiándolo.
—Especialmente cuando lo que quiero es tan jodidamente irresistible. —Kirk bajó sus labios hasta el cuello de Michaelle, besándola suavemente, antes de que sus manos comenzaran a recorrer su cuerpo, deslizando el vestido hacia arriba, revelando su piel suave y sedosa.
—Hazlo, Kirk —susurró ella, un gemido temblando en su voz.
La tensión entre ellos se disparó en segundos. Kirk la empujó suavemente contra la cama lujosa, deslizándole el vestido con una mezcla de paciencia y urgencia. Él la miraba con devoción, sus dedos recorriendo cada centímetro de su piel, haciendo que Michaelle se estremeciera bajo su toque.
—Te ves mejor de lo que imaginé, Michaelle. Perfecta —murmuró mientras se inclinaba sobre ella, sus labios encontrando los suyos en un beso ardiente, lleno de deseo.
—Quiero que me lo demuestres —le dijo ella, con voz entrecortada, los ojos llenos de fuego.
Kirk no necesitaba más incentivos. Su boca descendió lentamente, dejando un rastro de besos por su cuerpo. Cuando sus labios encontraron sus tetas, ella arqueó la espalda, cada movimiento suyo estaba lleno de pasión.
—Eres mía esta noche —murmuró él, su aliento cálido contra su piel mientras la tomaba, dejándose llevar por el deseo reprimido. Las sábanas de seda se deslizaban bajo ellos mientras sus cuerpos se entrelazaban, con cada suspiro y cada gemido llenando el cuarto de una electricidad imposible de ignorar.
Michaelle lo miró a los ojos, desafiándolo con su mirada. Kirk sonrió y, con un movimiento rápido, la tomó por las piernas, separándolas y posicionándose entre ellas. Sus cuerpos se encontraron en un clímax de deseo; la cama crujía bajo su peso mientras Kirk la penetraba con fuerza, haciéndola gemir de placer.
—Dame más —gritó Michaelle, aferrándose a las sábanas mientras él la empujaba profundamente, cada embestida enviando oleadas de placer a través de ella.
—Así se habla, cariño. Eres tan jodidamente buena —respondió Kirk, aumentando el ritmo, sus movimientos cada vez más frenéticos, sus cuerpos llenos de sudor y deseo.
Los gritos de Michaelle resonaban en la habitación, cada uno un eco del placer que la consumía. La cama se movía al compás de sus cuerpos, el sonido del roce de la piel contra la piel y el chocar de sus cuerpos llenando el aire.
La noche se consumió en esa suite de lujo, donde cada toque era una promesa cumplida, donde los cuerpos se entendían sin palabras, y donde Kirk y Michaelle finalmente cayeron en la lujuria que ambos sabían que estaba destinada a suceder. Cuando finalmente alcanzaron el clímax, la habitación se llenó de gemidos y gritos, el placer culminando en una explosión de éxtasis compartido.
Kirk, temblando de placer, se inclinó sobre ella, sus labios buscando los de Michaelle en un beso profundo, cargado de amor y deseo.
—Eres mía, Michaelle. Para siempre —susurró él, sintiendo cómo su corazón latía al compás del de ella.
Los cuerpos de Kirk y Michaelle seguían entrelazados en la lujosa suite, el aire lleno de sus respiraciones entrecortadas y el suave crujir de las sábanas de seda que se movían bajo ellos. Kirk estaba encima de Michaelle, inclinándose sobre su cuerpo con una devoción casi animal. El sudor de ambos brillaba bajo la tenue luz del cuarto, y la intensidad de sus movimientos hacía que la cama, firme y costosa, se sacudiera con cada empuje.
—Dios, Michaelle… no puedo dejar de mirarte —murmuró Kirk, con la voz ronca, su boca bajando de nuevo hasta su cuello, besándola con una mezcla de lujuria y deseo profundo. Su lengua trazaba líneas húmedas y ardientes, dejando un rastro de besos por su piel.
Michaelle arqueó la espalda, presionando más su cuerpo contra él, sus uñas arañando la piel desnuda de la espalda de Kirk. Lo sentía dentro de ella, fuerte, rítmico, y cada movimiento la acercaba más a un clímax que parecía no tener fin.
—No te detengas… —jadeó ella, su voz rota por el placer, sus piernas rodeando la cintura de Kirk, atrayéndolo más hacia ella—. Quiero que sigas… más duro, Kirk…
Él obedeció sin decir una palabra, acelerando sus movimientos, profundizando con cada empuje mientras sus labios recorrían el contorno de los pechos de Michaelle, mordiendo suavemente su piel. Sus labios se deslizaban por sus pezones, provocando que ella se retorciera de placer, gimiendo en respuesta.
—Eres mía, Michaelle… toda mía —susurró él, con la respiración pesada, su voz cargada de posesión. Sus manos exploraban cada curva de su cuerpo, disfrutando del calor y la suavidad de su piel.
Michaelle soltó un gemido bajo, su cuerpo completamente entregado al de Kirk, sus manos aferrándose a las sábanas, sintiendo cómo todo en ella se desbordaba.
—¡Kirk! —gritó su nombre, su cabeza cayendo hacia atrás, su cabello negro desparramándose sobre las almohadas de seda mientras su cuerpo temblaba incontrolablemente bajo él.
Kirk la sostuvo con firmeza, sin dejar de moverse, disfrutando cada segundo de la reacción de Michaelle, sintiendo cómo su propio cuerpo comenzaba a rendirse al placer. Con un último empuje, ambos alcanzaron el clímax juntos, el sonido de sus gemidos llenando el cuarto, una sinfonía de éxtasis.
El silencio siguió a ese momento, ambos jadeando, aún entrelazados. Kirk se inclinó para besarla suavemente en los labios, sus dedos acariciando su rostro con ternura.
—Nunca pensé que sería así —dijo Michaelle, con la voz apenas audible, su respiración aún agitada, pero una sonrisa satisfecha en sus labios.
—Yo tampoco, pero sabía que sería intenso —respondió Kirk, deslizando una mano por el costado de Michaelle, trazando el contorno de su cadera—. Lo fue, y aún no ha terminado, cariño.
Michaelle lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de lujuria y expectación. Kirk le devolvió la sonrisa, sus dedos bajando lentamente por su abdomen hasta sus muslos, listos para continuar lo que habían empezado. Con un toque firme, se adentró entre sus piernas, acariciando el centro de su deseo, provocando que Michaelle se estremeciera, su respiración se acelerara de nuevo.
—Dame más, Kirk —murmuró ella, deseosa, su voz cargada de urgencia mientras se arqueaba hacia él.
—Estás lista para más —replicó él, su mirada ardiente llena de deseo, y con ese impulso, se dejó llevar por el momento, llevándola a un nuevo clímax de placer.
Kirk no apartó la mirada de Michaelle mientras deslizaba sus manos por su cuerpo desnudo, sus dedos recorriendo lentamente el suave contorno de sus muslos, haciéndola estremecerse de anticipación. Se inclinó hacia adelante, su boca rozando el borde de su abdomen, bajando sus labios más y más, dejando una línea de besos ardientes que hacían que Michaelle soltara pequeños suspiros.
—Kirk… —murmuró ella, su voz entrecortada, sintiendo la humedad en su piel donde la lengua de Kirk se deslizaba lentamente.
—Shh… —él respondió con un susurro, sin dejar de bajar—. Quiero saborearte… toda.
Sus manos fuertes sujetaron las caderas de Michaelle con firmeza, levantándola apenas para acercarse más a su concha. Cuando sus labios finalmente la alcanzaron, Michaelle se arqueó de inmediato, un gemido profundo escapando de su boca. Kirk la besó allí, lentamente al principio, jugando con ella, disfrutando de cada segundo mientras sentía cómo Michaelle se entregaba por completo a su toque.
—Eres increíble… —jadeó él, antes de hundir su lengua profundamente, haciendo que Michaelle casi gritara de placer. Su lengua se movía con maestría, explorando cada rincón de su intimidad, causando que ella se retorciera y se aferrara a las sábanas de satén con fuerza, incapaz de contener los espasmos de placer que la recorrían.
—¡Kirk, por favor… no pares! —suplicó, su voz quebrándose por la intensidad del momento, su cuerpo tensándose más con cada segundo.
Kirk no se detuvo. Sus labios y lengua se movían con más fervor, jugando con cada respuesta de Michaelle, empujándola al borde de un abismo de placer. Las caderas de Michaelle se movían por sí solas, respondiendo al ritmo de Kirk, y cuando él introdujo dos dedos dentro de ella, acompañando los movimientos de su boca, Michaelle gritó de nuevo, su cuerpo vibrando de puro éxtasis.
—Oh, Dios… ¡Kirk! —gritó mientras su cuerpo se desbordaba, alcanzando el clímax con una intensidad abrumadora, sus gemidos llenando la habitación lujosa.
Kirk la observó con satisfacción mientras su cuerpo se convulsionaba. Lentamente, subió de nuevo por su cuerpo, besando cada parte de ella, hasta que sus labios volvieron a encontrarse.
—No he terminado contigo, Michaelle —dijo él, con la respiración entrecortada y los ojos llenos de deseo.
Ella, aún jadeando, lo miró con una mezcla de lujuria y agotamiento, pero no iba a detenerse. Kirk la levantó, girándola para que ella quedara de espaldas a él. Aún temblorosa, Michaelle apoyó las manos en la cama, dejando que Kirk se posicionara detrás de ella. Sentía su calor, su dureza rozando contra su piel, y eso la hacía arder de nuevo.
—Tómame, Kirk… —murmuró, su voz llena de deseo.
Kirk no necesitaba más. Con un gruñido bajo, la penetró profundamente, haciéndola soltar un gemido ahogado. Sus movimientos eran fuertes, cada embestida más profunda que la anterior, y el sonido de sus cuerpos chocando llenaba la habitación.
—Eres perfecta… cada maldito centímetro de ti… —murmuró Kirk, aferrándose a sus caderas, empujando con fuerza mientras Michaelle gemía con cada movimiento, sintiendo cómo su cuerpo se entregaba al placer de manera incontrolable.
Michaelle, completamente entregada al placer, sentía cómo el éxtasis volvía a apoderarse de su cuerpo. La sensación de Kirk dentro de ella, el calor de su piel contra la suya, la intensidad de sus movimientos… todo era demasiado.
—¡Kirk, voy a…! —gritó, sintiendo cómo un segundo clímax la arrasaba, su cuerpo estremeciéndose mientras él continuaba moviéndose con la misma fuerza.
Kirk, sintiendo su propio control desvanecerse, empujó una última vez, gruñendo cuando alcanzó su propio orgasmo, sus cuerpos tensándose al unísono, completamente perdidos en el momento.
Ambos se desplomaron sobre las sábanas, jadeando y empapados en sudor. Kirk la rodeó con sus brazos, besando suavemente su cuello mientras ambos intentaban recuperar el aliento.
—Eres mía, Michaelle —susurró Kirk en su oído, con la voz suave pero cargada de satisfacción.
—Siempre lo he sido —respondió Michaelle, sonriendo mientras se acurrucaba contra él, completamente saciada.
Michaelle, aún jadeante tras el intenso momento, deslizó suavemente su cuerpo por encima de Kirk, mirándolo con una mezcla de satisfacción y deseo renovado. Aún lo sentía duro, y una sonrisa traviesa apareció en su rostro mientras acariciaba su pecho. Quería darle algo más, devolverle el placer que él le había dado antes. Con cuidado, se deslizó hacia abajo por su cuerpo, besando su abdomen, saboreando el sudor en su piel mientras sentía cómo Kirk temblaba ligeramente bajo su toque.
—Es mi turno… —murmuró ella, con una mirada juguetona, sus labios rozando la piel de su pelvis, antes de bajar aún más.
Kirk, sin poder contener un gemido bajo, la observaba con los ojos entrecerrados, su respiración acelerándose mientras Michaelle bajaba más, hasta que finalmente lo tuvo justo frente a su boca. Sin dudar, lo tomó con una mano, acariciándolo lentamente mientras sus labios se acercaban.
—Michaelle… —jadeó Kirk, su cuerpo tensándose de inmediato al sentir el calor de su aliento sobre él.
Michaelle no perdió tiempo. Deslizó su lengua sobre él, lentamente al principio, trazando pequeños círculos alrededor de la punta, saboreando cada centímetro. Los gemidos bajos de Kirk se hicieron más fuertes, y Michaelle, al escuchar su reacción, comenzó a mover su boca con más precisión, tomando más de él, succionando suavemente mientras sus manos seguían acariciándolo.
—Dios… ¡Michaelle! —exclamó Kirk, su cabeza cayendo hacia atrás, completamente bajo el control de las manos y la boca de Michaelle.
Ella sonrió con satisfacción al verlo tan perdido en el placer y aceleró el ritmo. Sus labios subían y bajaban por su longitud, mientras su lengua lo acariciaba en cada movimiento, jugando con la punta, haciendo que el placer se intensificara. Kirk se aferraba a las sábanas, su cuerpo temblando con cada caricia, sintiendo cómo cada segundo lo llevaba más cerca de la liberación.
Michaelle, sintiendo la urgencia en su respiración, lo tomó aún más profundamente, dejándolo gemir más fuerte. Sus manos lo rodearon, acariciándolo con más firmeza mientras su boca trabajaba en sincronía, aumentando la intensidad. Podía sentir el control que tenía sobre él, y eso la excitaba aún más.
—No pares… sigue… —jadeó Kirk, su voz entrecortada, completamente perdido en el placer.
Michaelle no pensaba detenerse. Movía su cabeza con más rapidez, su boca creando una succión más fuerte mientras Kirk se retorcía bajo ella. Sentía cada respuesta de su cuerpo, cómo se tensaba y temblaba con cada movimiento de sus labios, y eso la motivaba a ir más rápido, a darle exactamente lo que sabía que él necesitaba.
—¡Michaelle, joder…! —gritó Kirk, completamente a merced de su placer, su cuerpo acercándose rápidamente al clímax.
Michaelle, con una última mirada hacia él, decidió llevarlo al límite. Tomándolo con fuerza, lo llevó profundamente una vez más, moviéndose con rapidez, su lengua trabajando a la perfección mientras sentía cómo Kirk se tensaba por completo. Un gemido gutural salió de su garganta, y en ese momento, Kirk finalmente se dejó llevar, su cuerpo estremeciéndose mientras alcanzaba el orgasmo, completamente perdido en la boca de Michaelle.
Ella lo sostuvo mientras él se desbordaba, tomando todo con suavidad, disfrutando de cada gota mientras él gemía de satisfacción, sin detenerse hasta que él se relajó por completo, su cuerpo temblando de pura satisfacción. Michaelle finalmente se separó, subiendo de nuevo por su cuerpo hasta que sus labios se encontraron otra vez, dejándole un beso suave en la boca.
—Sabes que no podía dejarte sin esto —susurró ella, sonriendo mientras se acurrucaba a su lado.
Kirk, aún recuperándose, la rodeó con un brazo, respirando pesadamente, completamente complacido.
—Eres… perfecta —murmuró, besando su frente, mientras ambos quedaban sumidos en el silencio satisfecho del momento compartido.
Aunque Michaelle, sentía el calor del momento anterior, se giró, colocándose sobre Kirk. Sus piernas rodearon sus caderas mientras lo miraba con una mezcla de lujuria y desafío en los ojos. El cuerpo de Kirk estaba relajado bajo ella, pero podía sentir la tensión de su deseo mientras ella tomaba el control. Su pecho subía y bajaba con rapidez, sus labios entreabiertos de la excitación.
—Ahora me toca a mí de montarte—susurró Michaelle, apoyando sus manos en el pecho de Kirk y empujándolo suavemente hacia abajo mientras se acomodaba sobre él. Su cuerpo estaba listo, caliente y ansioso.
Kirk no pudo evitar sonreír entre jadeos, sintiendo cómo Michaelle se posicionaba con firmeza sobre él. Su mirada oscura y hambrienta lo decía todo: estaba desesperada por más. Sin dudar, Michaelle comenzó a descender, deslizando su cadera hacia abajo, sintiendo cómo lo tomaba en su interior. Ambos gemieron al unísono "Ohhhh", una oleada de placer recorriendo sus cuerpos. Ella no esperó, comenzó a moverse con rapidez, con una energía inagotable que los tenía al borde de la locura.
—¡Mierda, Michaelle! —jadeó Kirk, aferrándose a sus caderas mientras ella se movía sobre él, su ritmo era salvaje y desinhibido. Podía sentir cada milímetro de su cuerpo, cómo lo apretaba, cómo se movía en un vaivén hipnótico.
Michaelle se inclinó hacia adelante, su cabello negro cayendo sobre el rostro de Kirk mientras sus labios se encontraban con los suyos en un beso profundo y voraz. Su ritmo frenético no se detenía; cada embestida la hacía gemir más fuerte, sus caderas chocando contra las de Kirk con una intensidad que parecía no tener fin. La forma en que su cuerpo se movía, como una batidora, lo envolvía, lo llenaba.
—No pares… sigue así… más rápido… —jadeó Kirk, su voz llena de deseo, apretando las caderas de Michaelle con fuerza, ayudándola a moverse más rápido.
Michaelle soltó un gemido ahogado, sintiendo cómo el sudor recorría su piel, cada músculo tenso por el esfuerzo. Sus movimientos eran más intensos que los anteriores; estaba completamente desinhibida, entregándose al placer. Con cada embestida, podía sentir cómo el placer se acumulaba en su vientre.
—¡Kirk, lo siento tan… profundo y lleno! —gimió ella, su voz temblando mientras sentía cómo el placer la consumía. La forma en que sus caderas giraban y se apretaban a su alrededor era como una mezcla perfecta de control y abandono, haciéndolo perder el juicio.
Kirk, completamente absorto, respondía a cada uno de sus movimientos. Las manos de Kirk subieron por su espalda, sus dedos hundiéndose en su piel mientras la guiaban a un ritmo más intenso. Cada gemido de Michaelle era un eco de su propia excitación; sus ojos estaban cerrados, perdida en un mar de sensaciones.
—¡No pares, Michaelle, por favor! —jadeó Kirk, su respiración cada vez más entrecortada, sintiendo cómo su cuerpo estaba al borde de explotar.
—¡Voy a… voy a…! —gritó Michaelle, sus movimientos alcanzando un frenesí. Con un último empuje, se desbordó, su cuerpo temblando mientras alcanzaba un orgasmo tan intenso que casi la dejó sin aliento.
Kirk, sintiendo cómo Michaelle se estremecía sobre él, ya no pudo contenerse más. Con un gruñido bajo, se dejó llevar por el placer, alcanzando su propio clímax mientras ella seguía moviéndose desesperada, sus caderas chocando una última vez. La mezcla de sus cuerpos en la cama era pura electricidad, un estallido de satisfacción que los dejó exhaustos.
Michaelle, jadeando, se dejó caer sobre el pecho de Kirk, ambos respirando pesadamente, sus cuerpos aún entrelazados en un cálido abrazo.
—Eso… fue… increíble… —susurró Kirk, acariciando el cabello de Michaelle mientras intentaban recuperar el aliento.
—Lo sé…amor —respondió Michaelle, con una sonrisa satisfecha en los labios, sin dejar de aferrarse a él, su cuerpo aún temblando por la intensidad del momento.
Pasaron unos minutos y de nuevo estaban como locos.
Michaelle y Kirk se movían con una urgencia incontrolable, completamente absortos en la necesidad de saciar el fuego que ardía entre ellos. Michaelle, montando a Kirk, se dejaba llevar por una fuerza desenfrenada, sus caderas chocando con él en un vaivén frenético. Sus piernas se apretaban contra sus costados, sintiendo cómo su cuerpo se movía al ritmo de la lujuria.
—¡Mierda, Michaelle… no puedo más! —gruñó Kirk, su voz rasposa, atrapada entre el placer y la desesperación. Cada embestida la sentía profundamente, como si ella lo estuviera devorando por completo. Su concha lo envolvía con una suavidad ardiente, apretando y girando, intensificando el placer en cada embestida.
—¡Más, Kirk… más rápido! —jadeó Michaelle, sus uñas hundiéndose en la piel de su cuello, empujándolo más hacia ella, como si quisiera que él desapareciera dentro de ella. La habitación se llenaba con el eco de sus cuerpos chocando, una sinfonía de gemidos y suspiros que resonaban en el aire denso.
Kirk, casi perdido en el placer, aferró las caderas de Michaelle, ayudándola a moverse con más furia. El sudor recorría su piel, resbalando por su frente mientras ella lo llevaba al límite. Cada vez que ella descendía, lo sentía tan profundo que parecía desbordarse, el placer subiendo en olas implacables.
—¡No pares, joder… sigue así! —rugió Kirk, la voz llena de deseo mientras Michaelle aceleraba, sus caderas chocando con una intensidad salvaje. El ritmo se volvió casi animal, cada embestida resonando en la cama mientras la tensión se acumulaba.
Michaelle, con el cabello descontrolado, se dejaba llevar por el frenesí. Su pecho subía y bajaba, y sus pezones se frotaban contra el pecho de Kirk, enviando corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Su mirada estaba llena de hambre, y su cuerpo se movía como si estuviera poseída, buscando más, más cerca, más intenso.
—¡Kirk, no puedo más… voy a correrme! —gritó, el clímax acercándose a pasos agigantados, pero sin frenar. Cada movimiento la hacía sentir que estaba al borde, cada choque era un golpe de placer que la empujaba más allá de sus límites.
Kirk, sintiendo cómo el cuerpo de Michaelle temblaba sobre él, se entregó al momento, atrapado en la vorágine de placer. Sus manos se aferraron a sus caderas, empujándola más fuerte mientras ambos gemían, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía, buscando esa liberación final.
—¡Dios… Michaelle m_me v-engo! —gruñó Kirk, los ojos cerrados con fuerza, sintiendo cómo el clímax lo arrastraba. El placer era tan abrumador que parecía que iba a estallar en mil pedazos.
Con un último empuje, ambos explotaron juntos, sus cuerpos convulsionando en un orgasmo tan intenso que los dejó sin aliento. Michaelle gritó el nombre de Kirk, sus uñas hundiéndose más en su piel, mientras se estremecía, el placer recorriéndola como una ola. Kirk dejó escapar un rugido profundo, su cabeza cayendo hacia atrás mientras el placer lo consumía, un fuego que lo dejaba completamente exhausto.
Se dejaron caer sobre la cama, sus cuerpos temblando por el esfuerzo, sudorosos y exhaustos, pero satisfechos. Michaelle permaneció sobre Kirk, ambos jadeando, sintiendo aún los ecos de su placer. La conexión entre ellos era palpable, un hilo de energía que los mantenía unidos en el silencio.
—Eres una locura, Michaelle… —susurró Kirk, su voz aún cargada de deseo, acariciando su cabello empapado.
—Lo sé… —respondió Michaelle, sonriendo, sus labios encontrando los de Kirk en un beso húmedo, profundo y lleno de complicidad, mientras sus cuerpos intentaban recuperar el aliento, su hambre finalmente saciada, aunque sabían que no pasaría mucho tiempo antes de que volvieran a buscarse en la noche.
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