Era casi medianoche cuando se escuchó un golpeteo en la puerta. Forent, medio dormido, abrió los ojos, fastidiado por el ruido. Las cajas de la tienda donde había pasado buena parte de la tarde seguían bajo su brazo, marcando su piel con líneas. Al lado de la cama, un vaso de agua a medio tomar se balanceaba al borde de la mesita junto a unos cigarrillos y una botella de fernet ya por la mitad. El ventilador giraba ruidosamente, pero no lograba refrescar la habitación.
Un segundo golpe en la puerta lo hizo levantarse de golpe. Despejó las cajas hacia abajo de la cama y apagó el ventilador con el control remoto. "Pasá," dijo en voz alta.
La puerta se abrió y apareció Greto, recostándose en el marco con una sonrisa torcida, los ojos brillando con una mezcla de picardía y cansancio. Vestía una camisa desabrochada que dejaba ver su torso tatuado, pantalones vaqueros oscuros y unas botas gastadas. Esa pinta tan típica de los porteños, siempre tan casual, pensó Forent con una sonrisa. La camisa era blanca, pero todo lo demás en él gritaba lo contrario.
Greto se sacó las botas en la entrada, dejándolas caer al suelo sin cuidado, y se acercó a Forent, deslizándose bajo las sábanas como si fuera su lugar habitual. Sus manos, frías por el viento de la calle, encontraron la pierna de Forent, apretándola ligeramente. Forent le hizo espacio, abriendo las piernas para que Greto se acercara más, mientras él le daba un beso suave en el cuello, cerca de la mandíbula.
—Che, boludo, ¿me extrañaste? —dijo Greto, con esa típica tonada arrastrada de Buenos Aires.
Forent sonrió. Su acento mexicano se sentía fuera de lugar a su lado, pero lo encantaba. —Un poco —respondió Forent, dándole un beso en los labios.
Greto se rio entre dientes y lo besó de vuelta, sus labios moviéndose con la experiencia de quien ha seducido muchas veces. El contraste entre ambos siempre era evidente; Forent, tan cuidadoso con su apariencia, y Greto, que vivía su día a día sin preocuparse demasiado por su aspecto.
—¿Cuánto tomaste? —preguntó Forent, sabiendo que esa noche había habido alguna fiesta.
—Unos cuantos tragos, nada grave. Sabía que iba a venir para acá, así que me cuidé —respondió Greto, deslizándose aún más cerca de él, sus manos ya explorando la piel de su abdomen.
—No me mientas, Greto. Puedo olerte desde acá —dijo Forent con una sonrisa mientras Greto se reía suavemente y empezaba a besarle el cuello.
—No importa, lo que importa es que ahora estoy acá con vos.
Forent suspiró. —Deberías darte una ducha, estás hecho un desastre.
—¿Ducha? ¿Vos querés que me bañe? —Greto lo miró con fingida sorpresa, pero luego rodó los ojos y se levantó lentamente, desabrochando los pantalones mientras caminaba hacia el baño.
Cuando Greto desapareció tras la puerta del baño, Forent aprovechó la oportunidad. Se levantó rápidamente y sacó las dos cajas moradas que había escondido debajo de la cama. Una risa nerviosa se escapó de sus labios mientras abría la primera.
Había pasado por una tienda de lencería en el centro de Buenos Aires, y por alguna razón impulsiva, había terminado comprando esa ropa interior. Sabía que lo sorprendería, tanto a él mismo como a Greto.
Se quitó la bata y comenzó a vestirse con el contenido de la caja. Primero el bralette, una pieza delicada de encaje rojo que casi parecía una provocación. Luego vino el liguero y las medias, que se deslizaron suavemente por sus muslos mientras intentaba no hacer demasiado ruido. El color rojo resaltaba de manera provocativa contra su piel morena.
El sonido de la ducha terminó, y Forent apresuró los últimos detalles, poniéndose las bragas con un rápido movimiento y escondiendo lo mejor que pudo lo que había debajo sus huevos y la pija. No era perfecto, pero sabía que Greto se encargaría de deshacerse de la ropa pronto.
Cuando la puerta del baño se abrió, Greto salió con una toalla alrededor de la cintura, el cabello húmedo cayendo en su frente. Se detuvo al ver a Forent, quien ahora estaba de pie junto a la cama, la bata apenas cubriendo lo que llevaba debajo.
—¿Y eso? —Greto preguntó con una sonrisa de sorpresa mientras se acercaba lentamente—. Estás más lindo de lo habitual, churro.
Forent le devolvió la mirada con picardía, abriendo ligeramente la bata para que Greto pudiera ver lo que llevaba debajo. —Te lo compré para vos... bueno, y para mí también, claro.
Greto se acercó rápidamente, deslizando la mano debajo de la bata, sintiendo el encaje entre sus dedos. —Qué atrevido... me gusta —susurró antes de empujar a Forent suavemente hacia la cama, dispuesto a disfrutar de una larga noche.
—Amor... —jadea Forent mientras las orejas de Greto rozan suavemente el hueco detrás de su lóbulo—. Dame un segundo...
Forent se maldice internamente. Han rodado por toda la cama, y la otra caja ha terminado bajo el lado opuesto. Para alcanzarla, necesita deshacerse de Greto por un momento. Mientras tanto, Greto, con su acento porteño, le dice con una sonrisa pícara: —No tardes mucho —y le da un apretón en el culo mientras Forent se arrastra a cuatro patas.
Forent logra sacar la caja de debajo de la cama y se la presenta a Greto, enderezándose y bajando la cabeza con una leve inclinación, como si estuviera ofreciendo algo sagrado.
Greto mira la caja con curiosidad y una media sonrisa. —¿Y esto qué es?
—Tendrás que abrirla para descubrirlo, ¿no?
Forent sonríe, mordiéndose el labio. Greto no necesita más palabras. Levanta la tapa y retira el papel que cubre el contenido. Ahora, Forent revela la otra parte de la sorpresa: no iba a ser el único que estaría disfrazado esta noche. Dentro de la caja hay una pieza de encaje negro y tiras, muy parecida a la que Forent está usando en ese momento.
Greto sacude la cabeza, mostrando una expresión de sorpresa y deleite mientras se ríe entre dientes. —¡La puta madre! Siempre te las arreglás para sorprenderme, ¿no?
—Es parte del encanto —responde Forent, alcanzando la mesita de noche para tomar un tubo de lápiz labial rojo. Lo había guardado como parte del juego, y mientras lo aplica en sus labios, sus ojos no se despegan de Greto, quien observa cada uno de sus movimientos como un cazador acechando a su presa. —Pensé que podríamos ponérnoslo juntos. Si te gusta la idea.
Greto arquea una ceja, claramente intrigado. —¿Unión de pareja, dijiste?
—O lo que se te ocurra —dice Forent, acurrucando sus piernas bajo él, felino y expectante.
Greto observa la prenda en sus manos: un par de braguitas negras de satén, con encaje decorando la cintura. Se ríe, su diente astillado al descubierto. —Sos un hijo de puta... pero me encanta —dice mientras pasa la mano por la pierna de Forent, que lleva medias de nylon. El simple roce hace que el cuerpo de Forent se estremezca.
—¿No te gusta lo que ves? —Forent le pregunta con un tono provocador.
Greto levanta la vista y sus ojos brillan de deseo. —¿Qué te hace pensar lo contrario?
Con una sonrisa, Forent se acerca más a él. —Tal vez no sea ropa solo de mujeres —susurra mientras guía la mano de Greto hacia su entrepierna. Aún semi-erecto, el contacto hace que su respiración se acelere, y los dedos de Greto se curvan instintivamente alrededor de él. Forent jadea suavemente.
—Solo ponte la lencería y cogeme, idiota —dice Forent con una sonrisa lasciva.
Greto, encantado de complacer, se recuesta en la cama, levantando las caderas para que Forent le ponga el liguero. Las manos de Forent tiemblan ligeramente mientras asegura el broche por la parte del culo, su respiración se vuelve más pesada con cada movimiento. Luego le indica que levante las piernas para deslizarle las medias, y Greto lo hace sin rechistar, permitiéndole a Forent disfrutar del momento, sabiendo que lo que viene a continuación será aún mejor.
Una vez que ha terminado, Forent se aparta un poco para admirar su obra. Greto luce espectacular, aunque su conjunto no es tan extravagante como el de Forent. Él lleva bragas negras completas y medias lisas, sin adornos ni sujetador. Pero, contra las almohadas, Greto parece una imagen perfecta de deseo, su erección marcándose claramente bajo las braguitas del diablo.
—Te ves increíble. Tan, tan... —Forent se detiene un momento, dejando que la palabra resuene— sexy.
Greto tamborilea con los dedos en sus muslos, buscando algo a lo que aferrarse. —Lo decís porque... —intenta comenzar, pero Forent no le deja terminar.
—Porque es verdad —Forent le acaricia suavemente la mejilla, su dedo trazando líneas como si dibujara sobre un lienzo—. Te amo, Greto.
Greto lo mira a los ojos y sonríe, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. —Yo también te amo, Forent. Mucho. Ahora, decime... —pasa sus manos alrededor de Forent, dándole un apretón firme en el trasero—. ¿Qué quiere mi preciosa chica esta noche?
Un escalofrío recorre a Forent. —Quiero... —traga saliva mientras Greto engancha la punta de su dedo índice entre sus labios, dejándole apenas espacio para hablar—. Quiero que me cogas.
Greto sonríe con picardía. —Ya veo. ¿Querés que mañana pueda caminar, o preferís que te rompa por completo?
Forent suelta una carcajada y le da un golpecito en el muslo. —Cogeme como quieras, y después vemos si puedo caminar o no, ¿si?
Finalmente, Forent se acurruca en el regazo de Greto, y ambos se pierden en el momento que han estado esperando toda la semana. Sus labios se encuentran con urgencia, besándose como si fuera la última vez. Forent lo absorbe todo: el sabor del tabaco, el ligero toque de fernet en su lengua, el calor del cuerpo de Greto contra el suyo.
Todo es tan perfecto, y no necesita nada más.
Sus cuerpos se entrelazan, y mientras los besos se vuelven más intensos, el lápiz labial rojo de Forent se extiende por su rostro, dejando manchas en su cuello y mejillas. Entre sus piernas, su erección crece, y una pequeña mancha húmeda empieza a aparecer en las braguitas de satén.
—Rompeme las medias —murmura Forent con una sonrisa traviesa, sabiendo que esa noche, nada será demasiado.
—Dios —dice Greto—, eres un ángel, Forent.
Se mueve más abajo, acomodándose a gusto. Un gemido se escapa de su boca.
—Un ángel caído, quizás.
Greto ríe.
—Si insistes. —Dibuja círculos en los muslos de Forent—. Nah, yo te veo tal como eres. Puedes hacerte el chico malo en la calle, pero en realidad no eres más que mi buen chico, ¿verdad?
Le da una palmada fuerte, y Forent grita, apretando los hombros de Greto.
—Dios, cógeme.
—En un minuto, cariño.
Cansado de esperar, Forent agarra la mano de Greto, llevándola hacia la parte trasera de su bralette, pero Greto se retira con una sonrisa maliciosa.
—Nah.
—¿Nah?
—Nah. —Sonríe con picardía—. Quiero cogerte con él puesto.
Forent siente su rostro arder. Si no fuera por el poco autocontrol que le queda, ya habría terminado.
—¿Con él puesto?
—Sí. Todo.
Una sonrisa se dibuja en el rostro de Forent. Le da un beso en la comisura de los labios, su corazón a punto de salirse del pecho.
—Entonces, espero que tú también mantengas el tuyo puesto. Y al menos, cógeme con los dedos primero. Trátame como a una dama, ¿sí?
—Lo que tú quieras, amor.
Con un brazo alrededor de la espalda de Forent, Greto lo coloca sobre el colchón. Forent siente cómo Greto le levanta el culo, bajándole las braguitas hasta las rodillas, para luego lanzarlas junto con las de él en la esquina de la habitación. Forent espera que su preparación antes de que Greto llegara dé resultado. Aunque no le molesta demasiado el vello corporal, en ocasiones especiales como esta siempre termina afeitándose para la entrada. A excepción de la fina línea desde su ombligo, la mayoría de su piel está suave como la seda. La felicidad lo inunda cuando Greto lo aprecia, frotando suaves círculos en sus costados y bajando la boca hasta los pezones de Forent, chupándolos a través de la tela fina.
—Oh, no mames, Greto.
Un arco de preseminal salpica el vientre de Forent. Con un sonido de satisfacción, Greto desliza la mano más abajo, llevándola hacia el agujero del mexicano.
—Espera, espera —dice Forent.
El argentino se detiene, parpadeando hacia él.
—En uno de los cajones de la mesita de noche, busca ahí.
Greto no oculta el orgullo en su rostro cuando encuentra el bote de vaselina que Forent había escondido. Abre la tapa y cubre tres de sus dedos con ella. Forent se siente algo ridículo, estirado con el pene, las bolas y el culo expuestos.
—Date prisa —hace un puchero.
El argentino ríe, reprendiéndolo con un pellizco en el pezón con su mano seca.
—Dame un segundo.
—Como si pudiera esperar un segundo —responde Forent.
Es un alivio cuando Greto finalmente coloca una almohada bajo su culo e introduce un dedo.
—¿Está bien?
—Sí. —Forent mueve las caderas, ajustándose—. Sí, se siente bien.
Un poco sensible. Debería haber usado un plug para mantenerse abierto. Respira hondo cuando Greto introduce otro dedo. Una mano en su muslo traza círculos suaves, recordándole a Forent la presencia de Greto mientras se adapta a la presión.
—¿Estás bien, mi amor?
—Sí —sonríe Forent—. Sigue...
Siempre atento, Greto introduce más sus dedos. El cuerpo de Forent los envuelve, reclamándolos o perteneciendo a ellos, no puede saberlo.
—Greto...
—¿Sí?
—¿Puedo... tocarme? Por favor.
Greto asiente.
—Sí, claro, es mejor no ser tóxico.
Con un suspiro agradecido, Forent se mete las manos en el bralette, acariciando sus pezones mientras Greto trabaja sus dedos. Su pene está rojo, palpitando entre sus piernas. Una nueva oleada de excitación lo inunda cuando el argentino encuentra su próstata, arrancándole una serie de gemidos al aire. Ahora, parece el momento adecuado para que Greto introduzca un tercer dedo, estirándolo lentamente.
—Toda mojada —murmura Greto—. Mi chica bonita, mi putita.
la pija de Forent libera una gruesa corriente de preseminal, que gotea por su piel. Ese maldito sabe cómo ponerlo a tono. Por primera vez en la noche —pero no la primera vez en su vida, ni la última— Forent está suplicando.
—Greto, por favor...
Greto suspira de manera melodramática, pero retira los dedos. Forent se incorpora junto a él, observando cómo Greto se cubre el pene con vaselina, el movimiento casi hipnotizante.
—Estás mirando —dice Greto.
—¿Y me culpas? No es mi culpa que seas... tan impresionante, tienes una verga de dioses.
Greto gruñe.
—Algo me dice que no te refieres a mis habilidades con la guitarra cuando toco en la calle.
—¿Cuál fue la nota?
Greto murmura, guardando la vaselina.
—¿Cómo lo quieres, amor?
—Como tú quieras.
Piensa un momento y luego dice:
—Ponte en cuatro entonces.
Forent obedece, arrojando las sábanas al suelo para darles un terreno firme. Debe parecer un desastre en ese momento: el pene mojado entre sus piernas, los pechos asomando bajo su top, su ano húmedo en plena exhibición. Pero no le importa, no cuando es para Greto.
El colchón se mueve cuando Greto se acomoda detrás de él. Forent lanza una mirada por encima del hombro. Greto parece etéreo, con las medias y el liguero, la erección completa entre sus piernas. Todo esto, todo para él.
—Vamos, dime quién eres —susurra Greto, pasando una mano por el cabello de Forent.
Forent traga saliva, sabiendo que esto marcará el tono de todo.
—Soy...
—Dímelo —insiste Greto.
—Soy tu... ah. —Forent gime, sintiendo cómo el grueso pene de Greto comienza a presionar su entrada—. Soy tu buena chica, tu puta.
Greto sonríe audiblemente, empujando más adentro.
—Y yo soy tan afortunado. Eres hermosa mi putita. —dice, dejando caer su cabeza para besar la espalda de Forent—. Eres impresionante mi amor.
Forent gruñe, restregándose contra el frente de Greto.
—Sólo cógeme ya.
—Por favor, señor Greto.
Greto sonríe triunfante y empuja por completo.
—Buena chica.
Siempre suya ¿no?.
Él se lo introduce antes de alejarse, dejando un brillo de saliva sobre la piel de Greto, mientras lo mira en busca de reacciones. Lo único que obtiene son largos y melancólicos gemidos. Lo está haciendo bien, entonces; no es que eso ayude a su propia excitación. Está más tenso que nunca, tanto que es casi doloroso, y el líquido preseminal ha florecido en una mancha más grande. Nunca deja de asombrarse de las cosas que pueden hacer el uno con el otro.
“Dios,” se ríe Greto, “Te encanta ser una puta, ¿verdad?”
Se aleja del pene de Greto por un momento, permitiendo que salte fuera de su boca. “Eso es porque soy tuyo,” dice, luego se desliza más abajo y vuelve a pasar la lengua sobre sus bolas. Siempre es un punto sensible para Greto; a Forent le encanta la pelusa que las rodea, la forma en que se tensan cuando lame un lugar específico. Tal vez sea un poco exagerado pensar así, pero —la forma en que están tan llenas, y todo eso es para él.
“Greto,” dice Forent, la voz tropezando con un gemido, “Voy a correrme.”
Querido dirigir esto a su propio ritmo, Forent acaricia la pantorrilla de Greto a través de sus medias, sus grandes ojos azules encontrándose con los marrones. “Solo un poco más,” promete.
Greto deja escapar otro gemido. Esta vez vacila un poco, como si no pudiera decidir entre el placer y la frustración. Sin embargo, Forent toma esa decisión por él. Envuelve sus labios alrededor de él nuevamente y lo atrae. Forent es un putito feliz cuando está de rodillas, con la boca llena. Chupa pijas como si su vida dependiera de ella. Nunca se detiene. Vuelve a meter a Greto por completo, pero despacio; no quiere que Greto se corra y luego se duerma mientras todavía está duro y necesitado.
“Tranquilo, no quiero que eso pase,” le dice. “Cógeme primero.”
Esa es la única invitación que Greto necesita. Forent apenas tiene tiempo para moverse, dejándose caer mientras Greto lo penetra. Las caderas de Forent lo llevan al borde del placer. Greto está implacable, cada golpe a su próstata hace que se contraiga.
—Mierda.
Es un sonido resonante y suave, pero lleno de desesperación.
—¿Por qué no fuiste tú el primero de mi virginidad?
Se rinde antes de que la marea de euforia pueda derribarlo, pero sus caderas continúan dando saltos, como si fueran responsables de esta delicadeza, la danza del placer que han compartido tantas veces.
Pero esta vez se siente diferente. Más fuerte. Su piel arde, el sudor se desliza por su frente mientras siente cómo Greto comienza a perder el control. Él no es el único, y esta vez la lucha para no correrse es inminente.
“Sí, Greto, más,” gime, y sus palabras tienen un efecto poderoso. Greto se mueve más rápido, más profundo, con un enfoque casi salvaje.
—Oh, puta mierda.
El cuello de Forent se estira hacia atrás, buscando la sonrisa de Greto. “Eso es. Por favor, hazlo.
Voy a correrme... voy a venirme.”
En ese momento, siente que las paredes de su ano comienzan a apretarse, y aunque no sabe cuándo ni cómo, de repente todo se siente increíblemente perfecto.
“Ven aquí, amor.”
Las caderas de Greto no se detienen.
—¿Lo quieres?”
Forent asiente. “Por favor, déjamelo, lo necesito.”
—Te necesito.
Greto muerde su labio, empujándose hacia adentro como si no tuviera otra opción, como si estuviera poseído por la misma música que les había hecho acercarse en un principio esas bandas callejeras.
Forent siente cómo su cuerpo se inunda de ese placer eterno, el único lugar donde puede estar completo.
“Lo estás sintiendo, ¿verdad?”
“Mierda, sí.”
“Putita,” dice Greto, sonriendo con picardía.
“Tu putita,” corrige Forent, mientras su agarre firme en las caderas de Greto lo atrae hacia su regazo. Con los pies de Forent sobre las rodillas de Greto. Pues Greto comienza a embestirlo con una furia inigualable, cada golpe hace que los músculos de Forent se tensen, sintiendo el clímax al acecho. La pija de Greto se endurece dentro de él, provocando gemidos profundos y salvajes.
“Abre los ojos,” susurra Greto, y Forent lo hace, dejando que el mundo se desvanezca ante él.
Greto los ha posicionado frente al espejo en la esquina de la habitación, ofreciendo a Forent una vista perfecta de su unión: ambos, adornados en sus medias, entrelazados, con la pija de Greto hundida profundamente en él. “Dios…” Forent jadea, perdido en el reflejo de su pasión.
“Vamos, sigue,” ordena Greto, con embestidas aún más contundentes. “Puedes hacerlo.”
Incluso sin ese “permiso,” Forent siente que está al borde del precipicio. Sus ojos se arrollan hacia atrás en su cabeza mientras un orgasmo tsunami lo atraviesa. Semen brota de su verga, salpicando su pecho y su estómago, mientras su cuerpo se siente desatado, elevado por el placer.
“¡Mierda, Forent, que rico ay que rico!” Greto empuja aún más profundo, asegurándose de dejar su marca, esparciendo sus rastros en él. “Sos mío, Forent. Sos todo mío.”
Con un chasquido reacio, Forent se retira, recostándose contra el pecho de Greto, escuchando el latido acelerado de su corazón. Los dedos de Greto recorren su costado, lentos y reconfortantes, mientras regresan a la tierra.
Finalmente, se arman de valor para levantarse de la cama para esa importante visita al baño postcoital.
“Adoro cómo tu semen se desborda de mí, pero odio la idea de despertarme con esperma seco por todo mi cuerpo y las sábanas.”
Se lavan rápidamente, dejando la lencería sucia para después, y se acomodan de nuevo en la cama.
“Mi chico guapo,” susurra Greto, plantándole un beso en el pelo húmedo de Forent. “Mi Forent.”
Forent sonríe, entrelazando nuevamente sus manos con las de Greto. La habitación está en penumbras, con un rayo de luz de la calle envolviendo a Greto en un halo de misterio. Forent lo acaricia con ternura y lo besa, un beso suave y prolongado. Su amor es tierno y apasionado, y Forent anhela mostrarle eso, tal como lo han hecho esta noche.
“Te amo, Greto,” murmura Forent, su voz apenas audible entre ellos.
Hay un momento de silencio, una pausa en la que el mundo se detiene.
“Yo también te amo, Forent,” responde Greto, con una sinceridad que llena la habitación.
Y en ese momento, Forent sabe que tiene todo lo que necesita.
Un segundo golpe en la puerta lo hizo levantarse de golpe. Despejó las cajas hacia abajo de la cama y apagó el ventilador con el control remoto. "Pasá," dijo en voz alta.
La puerta se abrió y apareció Greto, recostándose en el marco con una sonrisa torcida, los ojos brillando con una mezcla de picardía y cansancio. Vestía una camisa desabrochada que dejaba ver su torso tatuado, pantalones vaqueros oscuros y unas botas gastadas. Esa pinta tan típica de los porteños, siempre tan casual, pensó Forent con una sonrisa. La camisa era blanca, pero todo lo demás en él gritaba lo contrario.
Greto se sacó las botas en la entrada, dejándolas caer al suelo sin cuidado, y se acercó a Forent, deslizándose bajo las sábanas como si fuera su lugar habitual. Sus manos, frías por el viento de la calle, encontraron la pierna de Forent, apretándola ligeramente. Forent le hizo espacio, abriendo las piernas para que Greto se acercara más, mientras él le daba un beso suave en el cuello, cerca de la mandíbula.
—Che, boludo, ¿me extrañaste? —dijo Greto, con esa típica tonada arrastrada de Buenos Aires.
Forent sonrió. Su acento mexicano se sentía fuera de lugar a su lado, pero lo encantaba. —Un poco —respondió Forent, dándole un beso en los labios.
Greto se rio entre dientes y lo besó de vuelta, sus labios moviéndose con la experiencia de quien ha seducido muchas veces. El contraste entre ambos siempre era evidente; Forent, tan cuidadoso con su apariencia, y Greto, que vivía su día a día sin preocuparse demasiado por su aspecto.
—¿Cuánto tomaste? —preguntó Forent, sabiendo que esa noche había habido alguna fiesta.
—Unos cuantos tragos, nada grave. Sabía que iba a venir para acá, así que me cuidé —respondió Greto, deslizándose aún más cerca de él, sus manos ya explorando la piel de su abdomen.
—No me mientas, Greto. Puedo olerte desde acá —dijo Forent con una sonrisa mientras Greto se reía suavemente y empezaba a besarle el cuello.
—No importa, lo que importa es que ahora estoy acá con vos.
Forent suspiró. —Deberías darte una ducha, estás hecho un desastre.
—¿Ducha? ¿Vos querés que me bañe? —Greto lo miró con fingida sorpresa, pero luego rodó los ojos y se levantó lentamente, desabrochando los pantalones mientras caminaba hacia el baño.
Cuando Greto desapareció tras la puerta del baño, Forent aprovechó la oportunidad. Se levantó rápidamente y sacó las dos cajas moradas que había escondido debajo de la cama. Una risa nerviosa se escapó de sus labios mientras abría la primera.
Había pasado por una tienda de lencería en el centro de Buenos Aires, y por alguna razón impulsiva, había terminado comprando esa ropa interior. Sabía que lo sorprendería, tanto a él mismo como a Greto.
Se quitó la bata y comenzó a vestirse con el contenido de la caja. Primero el bralette, una pieza delicada de encaje rojo que casi parecía una provocación. Luego vino el liguero y las medias, que se deslizaron suavemente por sus muslos mientras intentaba no hacer demasiado ruido. El color rojo resaltaba de manera provocativa contra su piel morena.
El sonido de la ducha terminó, y Forent apresuró los últimos detalles, poniéndose las bragas con un rápido movimiento y escondiendo lo mejor que pudo lo que había debajo sus huevos y la pija. No era perfecto, pero sabía que Greto se encargaría de deshacerse de la ropa pronto.
Cuando la puerta del baño se abrió, Greto salió con una toalla alrededor de la cintura, el cabello húmedo cayendo en su frente. Se detuvo al ver a Forent, quien ahora estaba de pie junto a la cama, la bata apenas cubriendo lo que llevaba debajo.
—¿Y eso? —Greto preguntó con una sonrisa de sorpresa mientras se acercaba lentamente—. Estás más lindo de lo habitual, churro.
Forent le devolvió la mirada con picardía, abriendo ligeramente la bata para que Greto pudiera ver lo que llevaba debajo. —Te lo compré para vos... bueno, y para mí también, claro.
Greto se acercó rápidamente, deslizando la mano debajo de la bata, sintiendo el encaje entre sus dedos. —Qué atrevido... me gusta —susurró antes de empujar a Forent suavemente hacia la cama, dispuesto a disfrutar de una larga noche.
—Amor... —jadea Forent mientras las orejas de Greto rozan suavemente el hueco detrás de su lóbulo—. Dame un segundo...
Forent se maldice internamente. Han rodado por toda la cama, y la otra caja ha terminado bajo el lado opuesto. Para alcanzarla, necesita deshacerse de Greto por un momento. Mientras tanto, Greto, con su acento porteño, le dice con una sonrisa pícara: —No tardes mucho —y le da un apretón en el culo mientras Forent se arrastra a cuatro patas.
Forent logra sacar la caja de debajo de la cama y se la presenta a Greto, enderezándose y bajando la cabeza con una leve inclinación, como si estuviera ofreciendo algo sagrado.
Greto mira la caja con curiosidad y una media sonrisa. —¿Y esto qué es?
—Tendrás que abrirla para descubrirlo, ¿no?
Forent sonríe, mordiéndose el labio. Greto no necesita más palabras. Levanta la tapa y retira el papel que cubre el contenido. Ahora, Forent revela la otra parte de la sorpresa: no iba a ser el único que estaría disfrazado esta noche. Dentro de la caja hay una pieza de encaje negro y tiras, muy parecida a la que Forent está usando en ese momento.
Greto sacude la cabeza, mostrando una expresión de sorpresa y deleite mientras se ríe entre dientes. —¡La puta madre! Siempre te las arreglás para sorprenderme, ¿no?
—Es parte del encanto —responde Forent, alcanzando la mesita de noche para tomar un tubo de lápiz labial rojo. Lo había guardado como parte del juego, y mientras lo aplica en sus labios, sus ojos no se despegan de Greto, quien observa cada uno de sus movimientos como un cazador acechando a su presa. —Pensé que podríamos ponérnoslo juntos. Si te gusta la idea.
Greto arquea una ceja, claramente intrigado. —¿Unión de pareja, dijiste?
—O lo que se te ocurra —dice Forent, acurrucando sus piernas bajo él, felino y expectante.
Greto observa la prenda en sus manos: un par de braguitas negras de satén, con encaje decorando la cintura. Se ríe, su diente astillado al descubierto. —Sos un hijo de puta... pero me encanta —dice mientras pasa la mano por la pierna de Forent, que lleva medias de nylon. El simple roce hace que el cuerpo de Forent se estremezca.
—¿No te gusta lo que ves? —Forent le pregunta con un tono provocador.
Greto levanta la vista y sus ojos brillan de deseo. —¿Qué te hace pensar lo contrario?
Con una sonrisa, Forent se acerca más a él. —Tal vez no sea ropa solo de mujeres —susurra mientras guía la mano de Greto hacia su entrepierna. Aún semi-erecto, el contacto hace que su respiración se acelere, y los dedos de Greto se curvan instintivamente alrededor de él. Forent jadea suavemente.
—Solo ponte la lencería y cogeme, idiota —dice Forent con una sonrisa lasciva.
Greto, encantado de complacer, se recuesta en la cama, levantando las caderas para que Forent le ponga el liguero. Las manos de Forent tiemblan ligeramente mientras asegura el broche por la parte del culo, su respiración se vuelve más pesada con cada movimiento. Luego le indica que levante las piernas para deslizarle las medias, y Greto lo hace sin rechistar, permitiéndole a Forent disfrutar del momento, sabiendo que lo que viene a continuación será aún mejor.
Una vez que ha terminado, Forent se aparta un poco para admirar su obra. Greto luce espectacular, aunque su conjunto no es tan extravagante como el de Forent. Él lleva bragas negras completas y medias lisas, sin adornos ni sujetador. Pero, contra las almohadas, Greto parece una imagen perfecta de deseo, su erección marcándose claramente bajo las braguitas del diablo.
—Te ves increíble. Tan, tan... —Forent se detiene un momento, dejando que la palabra resuene— sexy.
Greto tamborilea con los dedos en sus muslos, buscando algo a lo que aferrarse. —Lo decís porque... —intenta comenzar, pero Forent no le deja terminar.
—Porque es verdad —Forent le acaricia suavemente la mejilla, su dedo trazando líneas como si dibujara sobre un lienzo—. Te amo, Greto.
Greto lo mira a los ojos y sonríe, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. —Yo también te amo, Forent. Mucho. Ahora, decime... —pasa sus manos alrededor de Forent, dándole un apretón firme en el trasero—. ¿Qué quiere mi preciosa chica esta noche?
Un escalofrío recorre a Forent. —Quiero... —traga saliva mientras Greto engancha la punta de su dedo índice entre sus labios, dejándole apenas espacio para hablar—. Quiero que me cogas.
Greto sonríe con picardía. —Ya veo. ¿Querés que mañana pueda caminar, o preferís que te rompa por completo?
Forent suelta una carcajada y le da un golpecito en el muslo. —Cogeme como quieras, y después vemos si puedo caminar o no, ¿si?
Finalmente, Forent se acurruca en el regazo de Greto, y ambos se pierden en el momento que han estado esperando toda la semana. Sus labios se encuentran con urgencia, besándose como si fuera la última vez. Forent lo absorbe todo: el sabor del tabaco, el ligero toque de fernet en su lengua, el calor del cuerpo de Greto contra el suyo.
Todo es tan perfecto, y no necesita nada más.
Sus cuerpos se entrelazan, y mientras los besos se vuelven más intensos, el lápiz labial rojo de Forent se extiende por su rostro, dejando manchas en su cuello y mejillas. Entre sus piernas, su erección crece, y una pequeña mancha húmeda empieza a aparecer en las braguitas de satén.
—Rompeme las medias —murmura Forent con una sonrisa traviesa, sabiendo que esa noche, nada será demasiado.
—Dios —dice Greto—, eres un ángel, Forent.
Se mueve más abajo, acomodándose a gusto. Un gemido se escapa de su boca.
—Un ángel caído, quizás.
Greto ríe.
—Si insistes. —Dibuja círculos en los muslos de Forent—. Nah, yo te veo tal como eres. Puedes hacerte el chico malo en la calle, pero en realidad no eres más que mi buen chico, ¿verdad?
Le da una palmada fuerte, y Forent grita, apretando los hombros de Greto.
—Dios, cógeme.
—En un minuto, cariño.
Cansado de esperar, Forent agarra la mano de Greto, llevándola hacia la parte trasera de su bralette, pero Greto se retira con una sonrisa maliciosa.
—Nah.
—¿Nah?
—Nah. —Sonríe con picardía—. Quiero cogerte con él puesto.
Forent siente su rostro arder. Si no fuera por el poco autocontrol que le queda, ya habría terminado.
—¿Con él puesto?
—Sí. Todo.
Una sonrisa se dibuja en el rostro de Forent. Le da un beso en la comisura de los labios, su corazón a punto de salirse del pecho.
—Entonces, espero que tú también mantengas el tuyo puesto. Y al menos, cógeme con los dedos primero. Trátame como a una dama, ¿sí?
—Lo que tú quieras, amor.
Con un brazo alrededor de la espalda de Forent, Greto lo coloca sobre el colchón. Forent siente cómo Greto le levanta el culo, bajándole las braguitas hasta las rodillas, para luego lanzarlas junto con las de él en la esquina de la habitación. Forent espera que su preparación antes de que Greto llegara dé resultado. Aunque no le molesta demasiado el vello corporal, en ocasiones especiales como esta siempre termina afeitándose para la entrada. A excepción de la fina línea desde su ombligo, la mayoría de su piel está suave como la seda. La felicidad lo inunda cuando Greto lo aprecia, frotando suaves círculos en sus costados y bajando la boca hasta los pezones de Forent, chupándolos a través de la tela fina.
—Oh, no mames, Greto.
Un arco de preseminal salpica el vientre de Forent. Con un sonido de satisfacción, Greto desliza la mano más abajo, llevándola hacia el agujero del mexicano.
—Espera, espera —dice Forent.
El argentino se detiene, parpadeando hacia él.
—En uno de los cajones de la mesita de noche, busca ahí.
Greto no oculta el orgullo en su rostro cuando encuentra el bote de vaselina que Forent había escondido. Abre la tapa y cubre tres de sus dedos con ella. Forent se siente algo ridículo, estirado con el pene, las bolas y el culo expuestos.
—Date prisa —hace un puchero.
El argentino ríe, reprendiéndolo con un pellizco en el pezón con su mano seca.
—Dame un segundo.
—Como si pudiera esperar un segundo —responde Forent.
Es un alivio cuando Greto finalmente coloca una almohada bajo su culo e introduce un dedo.
—¿Está bien?
—Sí. —Forent mueve las caderas, ajustándose—. Sí, se siente bien.
Un poco sensible. Debería haber usado un plug para mantenerse abierto. Respira hondo cuando Greto introduce otro dedo. Una mano en su muslo traza círculos suaves, recordándole a Forent la presencia de Greto mientras se adapta a la presión.
—¿Estás bien, mi amor?
—Sí —sonríe Forent—. Sigue...
Siempre atento, Greto introduce más sus dedos. El cuerpo de Forent los envuelve, reclamándolos o perteneciendo a ellos, no puede saberlo.
—Greto...
—¿Sí?
—¿Puedo... tocarme? Por favor.
Greto asiente.
—Sí, claro, es mejor no ser tóxico.
Con un suspiro agradecido, Forent se mete las manos en el bralette, acariciando sus pezones mientras Greto trabaja sus dedos. Su pene está rojo, palpitando entre sus piernas. Una nueva oleada de excitación lo inunda cuando el argentino encuentra su próstata, arrancándole una serie de gemidos al aire. Ahora, parece el momento adecuado para que Greto introduzca un tercer dedo, estirándolo lentamente.
—Toda mojada —murmura Greto—. Mi chica bonita, mi putita.
la pija de Forent libera una gruesa corriente de preseminal, que gotea por su piel. Ese maldito sabe cómo ponerlo a tono. Por primera vez en la noche —pero no la primera vez en su vida, ni la última— Forent está suplicando.
—Greto, por favor...
Greto suspira de manera melodramática, pero retira los dedos. Forent se incorpora junto a él, observando cómo Greto se cubre el pene con vaselina, el movimiento casi hipnotizante.
—Estás mirando —dice Greto.
—¿Y me culpas? No es mi culpa que seas... tan impresionante, tienes una verga de dioses.
Greto gruñe.
—Algo me dice que no te refieres a mis habilidades con la guitarra cuando toco en la calle.
—¿Cuál fue la nota?
Greto murmura, guardando la vaselina.
—¿Cómo lo quieres, amor?
—Como tú quieras.
Piensa un momento y luego dice:
—Ponte en cuatro entonces.
Forent obedece, arrojando las sábanas al suelo para darles un terreno firme. Debe parecer un desastre en ese momento: el pene mojado entre sus piernas, los pechos asomando bajo su top, su ano húmedo en plena exhibición. Pero no le importa, no cuando es para Greto.
El colchón se mueve cuando Greto se acomoda detrás de él. Forent lanza una mirada por encima del hombro. Greto parece etéreo, con las medias y el liguero, la erección completa entre sus piernas. Todo esto, todo para él.
—Vamos, dime quién eres —susurra Greto, pasando una mano por el cabello de Forent.
Forent traga saliva, sabiendo que esto marcará el tono de todo.
—Soy...
—Dímelo —insiste Greto.
—Soy tu... ah. —Forent gime, sintiendo cómo el grueso pene de Greto comienza a presionar su entrada—. Soy tu buena chica, tu puta.
Greto sonríe audiblemente, empujando más adentro.
—Y yo soy tan afortunado. Eres hermosa mi putita. —dice, dejando caer su cabeza para besar la espalda de Forent—. Eres impresionante mi amor.
Forent gruñe, restregándose contra el frente de Greto.
—Sólo cógeme ya.
—Por favor, señor Greto.
Greto sonríe triunfante y empuja por completo.
—Buena chica.
Siempre suya ¿no?.
Él se lo introduce antes de alejarse, dejando un brillo de saliva sobre la piel de Greto, mientras lo mira en busca de reacciones. Lo único que obtiene son largos y melancólicos gemidos. Lo está haciendo bien, entonces; no es que eso ayude a su propia excitación. Está más tenso que nunca, tanto que es casi doloroso, y el líquido preseminal ha florecido en una mancha más grande. Nunca deja de asombrarse de las cosas que pueden hacer el uno con el otro.
“Dios,” se ríe Greto, “Te encanta ser una puta, ¿verdad?”
Se aleja del pene de Greto por un momento, permitiendo que salte fuera de su boca. “Eso es porque soy tuyo,” dice, luego se desliza más abajo y vuelve a pasar la lengua sobre sus bolas. Siempre es un punto sensible para Greto; a Forent le encanta la pelusa que las rodea, la forma en que se tensan cuando lame un lugar específico. Tal vez sea un poco exagerado pensar así, pero —la forma en que están tan llenas, y todo eso es para él.
“Greto,” dice Forent, la voz tropezando con un gemido, “Voy a correrme.”
Querido dirigir esto a su propio ritmo, Forent acaricia la pantorrilla de Greto a través de sus medias, sus grandes ojos azules encontrándose con los marrones. “Solo un poco más,” promete.
Greto deja escapar otro gemido. Esta vez vacila un poco, como si no pudiera decidir entre el placer y la frustración. Sin embargo, Forent toma esa decisión por él. Envuelve sus labios alrededor de él nuevamente y lo atrae. Forent es un putito feliz cuando está de rodillas, con la boca llena. Chupa pijas como si su vida dependiera de ella. Nunca se detiene. Vuelve a meter a Greto por completo, pero despacio; no quiere que Greto se corra y luego se duerma mientras todavía está duro y necesitado.
“Tranquilo, no quiero que eso pase,” le dice. “Cógeme primero.”
Esa es la única invitación que Greto necesita. Forent apenas tiene tiempo para moverse, dejándose caer mientras Greto lo penetra. Las caderas de Forent lo llevan al borde del placer. Greto está implacable, cada golpe a su próstata hace que se contraiga.
—Mierda.
Es un sonido resonante y suave, pero lleno de desesperación.
—¿Por qué no fuiste tú el primero de mi virginidad?
Se rinde antes de que la marea de euforia pueda derribarlo, pero sus caderas continúan dando saltos, como si fueran responsables de esta delicadeza, la danza del placer que han compartido tantas veces.
Pero esta vez se siente diferente. Más fuerte. Su piel arde, el sudor se desliza por su frente mientras siente cómo Greto comienza a perder el control. Él no es el único, y esta vez la lucha para no correrse es inminente.
“Sí, Greto, más,” gime, y sus palabras tienen un efecto poderoso. Greto se mueve más rápido, más profundo, con un enfoque casi salvaje.
—Oh, puta mierda.
El cuello de Forent se estira hacia atrás, buscando la sonrisa de Greto. “Eso es. Por favor, hazlo.
Voy a correrme... voy a venirme.”
En ese momento, siente que las paredes de su ano comienzan a apretarse, y aunque no sabe cuándo ni cómo, de repente todo se siente increíblemente perfecto.
“Ven aquí, amor.”
Las caderas de Greto no se detienen.
—¿Lo quieres?”
Forent asiente. “Por favor, déjamelo, lo necesito.”
—Te necesito.
Greto muerde su labio, empujándose hacia adentro como si no tuviera otra opción, como si estuviera poseído por la misma música que les había hecho acercarse en un principio esas bandas callejeras.
Forent siente cómo su cuerpo se inunda de ese placer eterno, el único lugar donde puede estar completo.
“Lo estás sintiendo, ¿verdad?”
“Mierda, sí.”
“Putita,” dice Greto, sonriendo con picardía.
“Tu putita,” corrige Forent, mientras su agarre firme en las caderas de Greto lo atrae hacia su regazo. Con los pies de Forent sobre las rodillas de Greto. Pues Greto comienza a embestirlo con una furia inigualable, cada golpe hace que los músculos de Forent se tensen, sintiendo el clímax al acecho. La pija de Greto se endurece dentro de él, provocando gemidos profundos y salvajes.
“Abre los ojos,” susurra Greto, y Forent lo hace, dejando que el mundo se desvanezca ante él.
Greto los ha posicionado frente al espejo en la esquina de la habitación, ofreciendo a Forent una vista perfecta de su unión: ambos, adornados en sus medias, entrelazados, con la pija de Greto hundida profundamente en él. “Dios…” Forent jadea, perdido en el reflejo de su pasión.
“Vamos, sigue,” ordena Greto, con embestidas aún más contundentes. “Puedes hacerlo.”
Incluso sin ese “permiso,” Forent siente que está al borde del precipicio. Sus ojos se arrollan hacia atrás en su cabeza mientras un orgasmo tsunami lo atraviesa. Semen brota de su verga, salpicando su pecho y su estómago, mientras su cuerpo se siente desatado, elevado por el placer.
“¡Mierda, Forent, que rico ay que rico!” Greto empuja aún más profundo, asegurándose de dejar su marca, esparciendo sus rastros en él. “Sos mío, Forent. Sos todo mío.”
Con un chasquido reacio, Forent se retira, recostándose contra el pecho de Greto, escuchando el latido acelerado de su corazón. Los dedos de Greto recorren su costado, lentos y reconfortantes, mientras regresan a la tierra.
Finalmente, se arman de valor para levantarse de la cama para esa importante visita al baño postcoital.
“Adoro cómo tu semen se desborda de mí, pero odio la idea de despertarme con esperma seco por todo mi cuerpo y las sábanas.”
Se lavan rápidamente, dejando la lencería sucia para después, y se acomodan de nuevo en la cama.
“Mi chico guapo,” susurra Greto, plantándole un beso en el pelo húmedo de Forent. “Mi Forent.”
Forent sonríe, entrelazando nuevamente sus manos con las de Greto. La habitación está en penumbras, con un rayo de luz de la calle envolviendo a Greto en un halo de misterio. Forent lo acaricia con ternura y lo besa, un beso suave y prolongado. Su amor es tierno y apasionado, y Forent anhela mostrarle eso, tal como lo han hecho esta noche.
“Te amo, Greto,” murmura Forent, su voz apenas audible entre ellos.
Hay un momento de silencio, una pausa en la que el mundo se detiene.
“Yo también te amo, Forent,” responde Greto, con una sinceridad que llena la habitación.
Y en ese momento, Forent sabe que tiene todo lo que necesita.
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