Juan leyó en el diario sobre la detención de una secta por explotación y compartió sus preocupaciones con Dixie. "Mira, Dixie, detuvieron una secta por explotación", dijo, mostrando el artículo. "¿Crees que lo nuestro antes fue una secta?"
La alarma de Dixie ante la posibilidad fue evidente, comprendiendo la gravedad de la situación. "Juan, tenemos que actuar", respondió con urgencia. "Debemos informar a Alexis y a Morgana. Alexis podría ser el próximo líder si cumple los requisitos del juez superior. Debemos detenerlos, los hijos de Alexis podrían convertirse en esclavos o amos si no hacemos nada".
Juan expresó su temor a Dixie. "Pero, Dixie, ¿y si Alexis reacciona violentamente? Él está fuera de sí", dijo, visiblemente inquieto. "No sé si podré enfrentarlo si nos ataca".
Dixie tomó las manos de Juan con firmeza, buscando calmar sus temores. "Lo entiendo, Juan, pero debemos actuar. Si no lo hacemos, quién sabe qué atrocidades podrían cometer. Alexis debe ser informado, él es nuestra mejor opción", dijo con determinación.
Juan asintió lentamente, sintiendo la carga de la responsabilidad sobre sus hombros. "Tienes razón, Dixie. Debemos enfrentar esto juntos", respondió, reforzando su determinación.
Con el corazón latiendo con fuerza y la tensión en el aire, avanzaron hacia la mansión de Alexis. Cada paso resonaba con la determinación de detener el mal, pero también con el temor a lo desconocido.
Al llegar a la puerta principal, Morgana intentó gritar el nombre de Alexis, pero Juan actuó con rapidez, tapándole la boca con firmeza. "Es una orden, esclava Morgana", dijo en un susurro urgente. "Debemos ser cautelosos".
Morgana, sorprendida por la acción de Juan, asintió en comprensión. "Claro, amo Juan", dijo sumisa.
Con el corazón latiendo con fuerza y la determinación ardiendo en sus venas, continuaron hacia la mansión. "El amo Alexis no está disponible", anunció Morgana.
"¿Y cuánto tardará?" inquiere Dixie con preocupación. Morgana responde con un encogimiento de hombros, indicando que no sabe. "Lo siento, no puedo hablar, el amo Alexis me lo prohibió", explica.
Juan, furioso, se aproxima a Morgana. "Maldita sea, ¿por qué no me dices dónde está tu amo? Esto es urgente, es una cuestión de vida o muerte", exclama con enojo.
"Amo Juan, por favor, no se enfade conmigo", responde Morgana con una mirada sumisa. "Tengo la orden de que si el amo Alexis no está y un amo estuvo esperando, debe ser complacido", añade, agachándose y sacando su miembro.
Juan observa con sorpresa la acción de Morgana, sus ojos se agrandan ante la inesperada revelación.
"No me digas", murmura Juan con furia conteniendo, por un instante, la emoción en su voz. "¿Acaso la única forma de hacerte hablar es mediante la violencia sexual?", pregunta con severidad, su tono revelando la tensión que impregna la atmósfera.
La atmósfera se tensa, y en ese instante, Morgana se sumerge en un remolino de recuerdos. Revive el día en que Juan se entregó a Dixie con una pasión desenfrenada, un recuerdo que despierta en ella una mezcla de deseo y nostalgia. La imagen de Juan desatado, entregándose a su esclava con un fervor incontrolable, la hace temblar de excitación. Reconoce la tentación de estar en el lugar de Dixie en aquel momento, sometiéndose al deseo ardiente de Juan.
El corazón de Morgana late con fuerza mientras las palabras salen de sus labios, alimentadas por el recuerdo ardiente de la pasión desenfrenada entre Juan y Dixie. Con una mirada suplicante, implora a Juan que la domine con la misma intensidad, anhelando sentir el mismo castigo y placer que presenció aquel día. Su deseo es claro: entregarse por completo a Juan, sin piedad ni restricciones, y experimentar el éxtasis de su dominación.
"Hazlo, Juan. No importa, total, para que hable", insta Dixie, con una mezcla de determinación y resignación. "Está bien, Morgana. Aunque haya dejado de ser amo, trataré de ser el antiguo yo", responde Juan, su voz resonando con un tono de compromiso y nostalgia por lo que una vez fue.
"¿Dónde está la cama, esclava?", ordena Juan a Morgana con un tono autoritario y ancestral, desatando un eco de tiempos pasados en la habitación.
El deseo ardiente se refleja en los ojos de Juan mientras se dirige hacia la habitación, seguido de cerca por Dixie y Morgana. Cada paso es firme, cada movimiento cargado de una energía palpable. Al llegar a la cama, Juan emite una orden con autoridad, exigiendo sumisión y obediencia de Morgana.
Morgana, con los ojos brillando con anticipación, obedece sin titubear, sintiendo el pulso acelerado de la excitación recorriendo su cuerpo. La visión de Juan en todo su esplendor despierta un fuego ardiente en su interior, y sabe que está a punto de experimentar el éxtasis de la sumisión total.
Con una mezcla de temor y deseo, Morgana se recuesta en la cama, ofreciendo su cuerpo como un lienzo en blanco para que Juan lo marque con su dominio.
"Escucha bien. Ahora, ábrete para mí, y declara que eres la putita de tu amo Juan, que todos escuchen", ordena Juan con firmeza a Morgana.
Morgana, sintiendo la emoción y el deseo arder dentro de ella, obedece con sumisión y entrega. Con una voz suave pero firme, pronuncia las palabras que Juan le ha ordenado, declarando su sumisión total y su entrega como la putita de su amo Juan. Cada palabra que sale de sus labios está impregnada de devoción y deseo, alimentando la intensidad del momento y avivando el fuego del placer entre ellos.
"¡Con más fuerza, Morgana! ¡Quiero escucharte!" Exclama Juan con una sonrisa burlona en su rostro, desafiando a su sumisa con un tono juguetón pero dominante.
"¡Sí, mi amo! ¡Soy tu putita, tu esclava sumisa que anhela ser dominada por ti en cuerpo y alma!", exclama Morgana con fervor y entrega, sus palabras cargadas de deseo y sumisión.
Juan se abalanza sobre Morgana con una intensidad que la deja sin aliento, sus labios se encuentran en un beso cargado de furia y deseo. La pasión arde entre ellos, y Morgana se aferra a su cuello, ansiosa por sentirlo más cerca, más profundo.
Entregada por completo, Morgana se sumerge en un torbellino de sensaciones, mientras Juan la posee con una determinación implacable. Los gemidos de Morgana llenan la habitación, testigos de la pasión desenfrenada que los consume.
Juan se entrega por completo al ardor del momento, embistiendo a Morgana con una furia que desafía cualquier límite. Sus movimientos son rápidos y poderosos, sin dar tregua a su sumisa. La sujeta con fuerza, sintiendo el temblor de su cuerpo bajo el impacto de sus embates.
Morgana, perdida en un mar de placer, no puede contener sus gritos de éxtasis, mientras Juan la lleva al borde del placer una y otra vez. Sus ojos reflejan el frenesí del momento, su lengua entreabierta buscando aire mientras se entrega al placer que la consume por completo.
"Di que eres mía, que anhelas ser humillada por tu amo", ordena Juan con voz autoritaria, su dominio sobre Morgana palpable en cada palabra. "Y después, grita mi nombre, reconoce a tu nuevo señor que te posee en cuerpo y alma".
Morgana, sometida al poderoso dominio de Juan, asiente con sumisión. "Soy tuya, amo", murmura con devoción, sus palabras cargadas de entrega absoluta. "Anhelo ser humillada por ti, satisfacer tus deseos más oscuros".
Con un gemido contenido de excitación, Morgana obedece a la orden de Juan. "¡Juan!", grita con fervor, su voz resonando en la habitación como un tributo a su nuevo señor. "¡Eres mi amo, mi dueño supremo que me posee por completo!"
Con cada embestida de Juan, los gritos de Morgana se vuelven más intensos y desgarradores, como si estuviera siendo consumida por un placer salvaje. Su cabeza se arquea hacia atrás, revelando el éxtasis que la envuelve mientras sus chillidos resuenan, llenos de un placer. La intensidad del momento es palpable, con Juan continuando su penetración implacable mientras Morgana se entrega por completo a la vorágine de sensaciones que la consume.
Con una sonrisa maliciosa en el rostro, Juan continúa su embestida con aún más ferocidad, observando con satisfacción cómo Morgana se encuentra perdida en un torbellino de sensaciones. Juan se regodea en el control que tiene sobre ella en ese momento. Su sonrisa revela un placer retorcido mientras disfruta de la sumisión total de Morgana y la sensación de poder que le otorga.
Con una expresión de malicia en su rostro, Juan se abalanza sobre las tetas de Morgana con ferocidad, lamiéndolas con voracidad y devorándolas con pasión. Una de sus manos se aferra con fuerza a sus pechos, mientras Juan las acaricia y chupa con confianza y determinación. Su sonrisa se ensancha aún más al sentir cómo se retuerce Morgana bajo su dominio, disfrutando del control absoluto que tiene sobre ella en ese momento.
Morgana no trata de apartar a Juan de sus tetas, al contrario, parece disfrutar de la ferocidad con la que él las devora. Juan continúa aferrándose a ellas con determinación y pasión, explorando cada centímetro de su suave piel con sus labios y lengua, enviando oleadas de placer a través del cuerpo de Morgana. La ferocidad con la que Juan continúa chupando y lamiendo sus pezones la sumerge aún más en la lujuria y la sumisión. Dixie, observando la escena, percibe la felicidad en Morgana mientras es poseída de esa manera, una experiencia que no fue del agrado de Dixie cuando ella misma fue sometida de manera similar.
Con una sonrisa de satisfacción, Juan observa a Morgana caer exhausta en la cama como una muñeca de trapo, completamente rendida por la intensidad de la experiencia. Sus piernas permanecen abiertas, revelando su intimidad empapada de semen y sus pechos marcados por la saliva y los chupetones. Los pezones enrojecidos son testigos de la pasión desenfrenada que ha experimentado, mientras su cuerpo muestra los signos del sometimiento y la entrega total.
Mientras Morgana yace allí, vulnerable y agotada, Juan camina alrededor de ella con indiferencia, tratándola como poco más que un objeto descartado en el campo de batalla del placer. Sin embargo, su voz autoritaria corta el aire, recordándole a Morgana que su deber como esclava aún no ha terminado.
"Esclava, esto no ha terminado", ordena Juan con firmeza. "Ha llegado el momento de que tu trasero también sea sometido. ¡Levántate!".
Morgana, todavía aturdida por la intensidad del momento, obedece con sumisión, levantándose de la cama con lentitud. Cada movimiento es una expresión de su entrega total a Juan, su amo, quien ahora dirige la próxima fase de su encuentro.
Con pasos vacilantes pero obedientes, Morgana se posiciona frente a Juan, ofreciendo su trasero con sumisión. La excitación y el temor se entrelazan en su interior mientras espera la siguiente orden de su amo, sabiendo que lo que está por venir la llevará aún más lejos en el abismo del placer y la sumisión.
Juan, con una mezcla de deseo y dominación en sus ojos, se prepara para reclamar lo que es suyo. Con un gesto imperioso, indica a Morgana que se incline sobre la cama, exponiendo su trasero al escrutinio de su amo. Es un gesto de entrega total, un acto de sumisión que marca la culminación de su vínculo como amo y esclava.
Con manos firmes y determinadas, Juan comienza a acariciar el trasero de Morgana, preparándola para lo que está por venir. Cada caricia es una promesa de placer y dolor, un recordatorio de la autoridad y el dominio de Juan sobre ella. Morgana tiembla bajo su toque, una mezcla de anticipación y excitación recorriendo su cuerpo mientras se prepara para ser poseída una vez más por su amo.
El cuerpo de Morgana se tensa cuando siente la embestida implacable de Juan, su amo, penetrándola con ferocidad y determinación. Cada embestida es un recordatorio del poder y la dominación de Juan sobre ella, y Morgana se entrega por completo al torbellino de sensaciones que la consume.
Con cada embestida, los gemidos de Morgana se vuelven más intensos y desgarradores, llenando la habitación con el sonido del placer y el éxtasis. Su respiración se vuelve entrecortada, sus manos se aferran a las sábanas con fuerza mientras busca algo en lo que apoyarse en medio del torrente de sensaciones abrumadoras.
A lo lejos, Dixie observa la escena con ojos sorprendidos. Morgana, consciente de la mirada de Dixie sobre ella, le sonríe con complicidad.
Entre gemidos y susurros de éxtasis, Juan y Morgana continúan su danza de pasión y deseo, explorando los límites de su conexión mientras se sumergen en un mundo de placer y sumisión. Cada embestida es un recordatorio del poder y la autoridad de Juan sobre su esclava, mientras que para Morgana, cada gemido es una expresión de su devoción y entrega total a su amo.
"¡Más fuerte, amo Juan!", grita Morgana entre gemidos de placer. "¡Sí, así es como me gusta!" Su voz está llena de una mezcla de dolor y placer, una expresión del intenso éxtasis que la consume mientras se entrega por completo al placer que solo los amos puede dar.
Morgana se arquea con cada embestida de Juan. Con cada embestida, el sonido de la carne chocando contra la carne llena la habitación, mezclándose con los gemidos de placer y los suspiros de éxtasis que escapan de los labios de Morgana.
Con una mano aferrada a las sábanas y la otra agarrando su propio trasero. Su culo apretado se estira con cada embestida de Juan, su anillo anal cediendo ante la intrusión de su amo. Cada movimiento de Juan es preciso y calculado, cada embestida diseñada para llevar a Morgana al borde del éxtasis y más allá.
Las paredes de su recto se estiran y contraen con cada embestida, envolviendo la verga de Juan en un apretado abrazo que lo impulsa aún más hacia adelante. Cada penetración es más profunda que la anterior, cada embestida llevando a Morgana más cerca del abismo del placer.
Sus gemidos se vuelven más agudos, más desesperados, mientras se aferra a las sábanas con fuerza, buscando algo, cualquier cosa, que la ayude a sobrellevar el torrente de placer que la envuelve.
Con un gruñido de satisfacción, Juan se retira abruptamente de Morgana, dejando su culo abierto y expuesto, el ano aún palpitante por la intensidad de la penetración. Con una expresión seria en su rostro, se dirige hacia el lavabo y limpia su verga con determinación, eliminando cualquier rastro de la unión carnal.
Una vez que su miembro está limpio y seco, Juan se acerca a Morgana con pasos firmes y decididos. Sin previo aviso, agarra su cabello con fuerza, obligándola a mirarlo directamente a los ojos. Con un gesto brusco, empuja su verga en la boca de Morgana, sin darle tiempo para protestar o resistirse.
Morgana, sorprendida por la repentina acción de su amo, siente cómo su boca se llena de la dura carne de Juan. Su mandíbula se estira al límite para acomodar su erección, mientras lucha por contener un gemido de sorpresa y placer. Con cada embestida de Juan, Morgana siente cómo su garganta es invadida por la verga de su amo, obligándola a rendirse por completo a su dominio.
El agarre de Juan en su cabello es firme y dominante, manteniéndola en su lugar mientras la utiliza para su propio placer. Morgana con la boca llena de la dura carne de su amo, se entrega por completo a la experiencia, permitiendo que el placer y la sumisión la consuman por completo.
Con la verga firmemente en la boca de Morgana, Juan se queda inmóvil, sin darle espacio para respirar. Su agarre en el cabello de Morgana se intensifica, manteniéndola totalmente sometida a su voluntad. Morgana, con la boca llena y la respiración entrecortada, se siente abrumada por la sensación de ser completamente dominada por su amo. Morgana, sintiendo la presión en su garganta y el peso de la verga de Juan en su boca, se entrega por completo a la experiencia, aceptando su papel de sumisa como debe ser.
Con un movimiento brusco, Juan retira su verga de la boca de Morgana, dejándola momentáneamente sin aliento y ansiosa por más. Con una mirada intensa, espera que Morgana se abalance sobre su verga con desesperación, como si el tiempo se detuviera y el único objetivo fuera satisfacer sus deseos más profundos. La expresión de Morgana es una mezcla de ansiedad y anhelo, sus ojos suplicando por la oportunidad de complacer a su amo con devoción absoluta. Sin decir una palabra, Juan observa atentamente cada movimiento de Morgana, esperando sentir su lengua y labios envolviendo su verga con desesperación y pasión desenfrenada.
Con un ansia desbordante, Morgana se balancea hacia adelante como una zorra en celo, anhelando desesperadamente la verga de Juan en su boca. Sus movimientos son frenéticos, como si su deseo de saborear esa deliciosa verga fuera insaciable. Cada movimiento está cargado de deseo y pasión, como si su única obsesión en ese momento fuera experimentar el placer que solo Juan puede ofrecerle. Con cada balanceo, sus labios ansiosos se acercan más a su objetivo, buscando el sabor y la textura de la verga de su amo como si fuera el manjar más exquisito del mundo.
Con una mano firme, Juan acaricia la cabeza de Morgana mientras inclina la suya hacia atrás, entregándose al placer que le ofrece su sumisa. Morgana continúa con devoción su tarea, tomando la verga de Juan desde la raíz hasta la garganta con una determinación palpable. Su lengua se desliza con desesperación sobre la piel de Juan, buscando cada rincón y cada textura con una pasión incontenible. La sensación de su boca caliente y húmeda envuelve la verga de Juan, llevándolo al borde del éxtasis con cada movimiento.
Morgana se entrega por completo a la tarea, explorando cada centímetro de la verga de Juan con devoción y pasión desenfrenada. Su lengua recorre cada vena con precisión, mientras sus labios la besan con ardor, transmitiendo una sensación de placer indescriptible. El tronco de la verga es acariciado, lamido y chupado con una maestría que solo la entrega total puede brindar, mientras Morgana succiona la cabeza de la verga con un deseo voraz, llevando a Juan al límite del éxtasis. Cada succión es una invitación al placer, cada caricia de sus bolas un tributo a la lujuria desenfrenada. Morgana se deleita en cada gemido y susurro que escapa de los labios de Juan, saboreando el poder que tiene sobre él en ese momento de intimidad y entrega total.
Morgana continúa su exploración con devoción, deslizando su lengua por las bolas de Juan con delicadeza y destreza, sintiendo su suavidad y firmeza bajo su tacto. Luego, con una curiosidad irresistible, lleva la nariz hacia la verga de Juan, inhalando su aroma con ansia y dejándose embriagar por su esencia masculina.
Con la boca llena de semen, Morgana saborea cada gota con devoción, disfrutando del sabor salado y la textura viscosa que llena su boca. Con cada trago, siente cómo el calor se extiende por su garganta, dejando una sensación de satisfacción y plenitud. Una vez que ha consumido cada gota, Morgana mira a Juan con ojos llenos de admiración y gratitud.
Con un tono de voz serio y exigente, Juan interrumpe el momento de intimidad para confrontar a Morgana con determinación. "Basta de sonrisas y juegos, necesito respuestas claras. ¿Dónde está tu verdadero amo, Alexis?", pregunta con firmeza.
Morgana, aún recuperándose del encuentro, se esfuerza por responder con sinceridad. "Mi amo me dijo que estaría con el juez, el juez le llamó", revela con cautela, buscando satisfacer la demanda de Juan mientras lucha por mantener su compostura después del intenso acto sexual.
Después de dar su respuesta, Morgana extiende la mano para acariciar la verga de Juan, pero él la detiene con firmeza. "La diversión ha terminado", declara él, cortando abruptamente cualquier interacción íntima entre ellos.
La alarma de Dixie ante la posibilidad fue evidente, comprendiendo la gravedad de la situación. "Juan, tenemos que actuar", respondió con urgencia. "Debemos informar a Alexis y a Morgana. Alexis podría ser el próximo líder si cumple los requisitos del juez superior. Debemos detenerlos, los hijos de Alexis podrían convertirse en esclavos o amos si no hacemos nada".
Juan expresó su temor a Dixie. "Pero, Dixie, ¿y si Alexis reacciona violentamente? Él está fuera de sí", dijo, visiblemente inquieto. "No sé si podré enfrentarlo si nos ataca".
Dixie tomó las manos de Juan con firmeza, buscando calmar sus temores. "Lo entiendo, Juan, pero debemos actuar. Si no lo hacemos, quién sabe qué atrocidades podrían cometer. Alexis debe ser informado, él es nuestra mejor opción", dijo con determinación.
Juan asintió lentamente, sintiendo la carga de la responsabilidad sobre sus hombros. "Tienes razón, Dixie. Debemos enfrentar esto juntos", respondió, reforzando su determinación.
Con el corazón latiendo con fuerza y la tensión en el aire, avanzaron hacia la mansión de Alexis. Cada paso resonaba con la determinación de detener el mal, pero también con el temor a lo desconocido.
Al llegar a la puerta principal, Morgana intentó gritar el nombre de Alexis, pero Juan actuó con rapidez, tapándole la boca con firmeza. "Es una orden, esclava Morgana", dijo en un susurro urgente. "Debemos ser cautelosos".
Morgana, sorprendida por la acción de Juan, asintió en comprensión. "Claro, amo Juan", dijo sumisa.
Con el corazón latiendo con fuerza y la determinación ardiendo en sus venas, continuaron hacia la mansión. "El amo Alexis no está disponible", anunció Morgana.
"¿Y cuánto tardará?" inquiere Dixie con preocupación. Morgana responde con un encogimiento de hombros, indicando que no sabe. "Lo siento, no puedo hablar, el amo Alexis me lo prohibió", explica.
Juan, furioso, se aproxima a Morgana. "Maldita sea, ¿por qué no me dices dónde está tu amo? Esto es urgente, es una cuestión de vida o muerte", exclama con enojo.
"Amo Juan, por favor, no se enfade conmigo", responde Morgana con una mirada sumisa. "Tengo la orden de que si el amo Alexis no está y un amo estuvo esperando, debe ser complacido", añade, agachándose y sacando su miembro.
Juan observa con sorpresa la acción de Morgana, sus ojos se agrandan ante la inesperada revelación.
"No me digas", murmura Juan con furia conteniendo, por un instante, la emoción en su voz. "¿Acaso la única forma de hacerte hablar es mediante la violencia sexual?", pregunta con severidad, su tono revelando la tensión que impregna la atmósfera.
La atmósfera se tensa, y en ese instante, Morgana se sumerge en un remolino de recuerdos. Revive el día en que Juan se entregó a Dixie con una pasión desenfrenada, un recuerdo que despierta en ella una mezcla de deseo y nostalgia. La imagen de Juan desatado, entregándose a su esclava con un fervor incontrolable, la hace temblar de excitación. Reconoce la tentación de estar en el lugar de Dixie en aquel momento, sometiéndose al deseo ardiente de Juan.
El corazón de Morgana late con fuerza mientras las palabras salen de sus labios, alimentadas por el recuerdo ardiente de la pasión desenfrenada entre Juan y Dixie. Con una mirada suplicante, implora a Juan que la domine con la misma intensidad, anhelando sentir el mismo castigo y placer que presenció aquel día. Su deseo es claro: entregarse por completo a Juan, sin piedad ni restricciones, y experimentar el éxtasis de su dominación.
"Hazlo, Juan. No importa, total, para que hable", insta Dixie, con una mezcla de determinación y resignación. "Está bien, Morgana. Aunque haya dejado de ser amo, trataré de ser el antiguo yo", responde Juan, su voz resonando con un tono de compromiso y nostalgia por lo que una vez fue.
"¿Dónde está la cama, esclava?", ordena Juan a Morgana con un tono autoritario y ancestral, desatando un eco de tiempos pasados en la habitación.
El deseo ardiente se refleja en los ojos de Juan mientras se dirige hacia la habitación, seguido de cerca por Dixie y Morgana. Cada paso es firme, cada movimiento cargado de una energía palpable. Al llegar a la cama, Juan emite una orden con autoridad, exigiendo sumisión y obediencia de Morgana.
Morgana, con los ojos brillando con anticipación, obedece sin titubear, sintiendo el pulso acelerado de la excitación recorriendo su cuerpo. La visión de Juan en todo su esplendor despierta un fuego ardiente en su interior, y sabe que está a punto de experimentar el éxtasis de la sumisión total.
Con una mezcla de temor y deseo, Morgana se recuesta en la cama, ofreciendo su cuerpo como un lienzo en blanco para que Juan lo marque con su dominio.
"Escucha bien. Ahora, ábrete para mí, y declara que eres la putita de tu amo Juan, que todos escuchen", ordena Juan con firmeza a Morgana.
Morgana, sintiendo la emoción y el deseo arder dentro de ella, obedece con sumisión y entrega. Con una voz suave pero firme, pronuncia las palabras que Juan le ha ordenado, declarando su sumisión total y su entrega como la putita de su amo Juan. Cada palabra que sale de sus labios está impregnada de devoción y deseo, alimentando la intensidad del momento y avivando el fuego del placer entre ellos.
"¡Con más fuerza, Morgana! ¡Quiero escucharte!" Exclama Juan con una sonrisa burlona en su rostro, desafiando a su sumisa con un tono juguetón pero dominante.
"¡Sí, mi amo! ¡Soy tu putita, tu esclava sumisa que anhela ser dominada por ti en cuerpo y alma!", exclama Morgana con fervor y entrega, sus palabras cargadas de deseo y sumisión.
Juan se abalanza sobre Morgana con una intensidad que la deja sin aliento, sus labios se encuentran en un beso cargado de furia y deseo. La pasión arde entre ellos, y Morgana se aferra a su cuello, ansiosa por sentirlo más cerca, más profundo.
Entregada por completo, Morgana se sumerge en un torbellino de sensaciones, mientras Juan la posee con una determinación implacable. Los gemidos de Morgana llenan la habitación, testigos de la pasión desenfrenada que los consume.
Juan se entrega por completo al ardor del momento, embistiendo a Morgana con una furia que desafía cualquier límite. Sus movimientos son rápidos y poderosos, sin dar tregua a su sumisa. La sujeta con fuerza, sintiendo el temblor de su cuerpo bajo el impacto de sus embates.
Morgana, perdida en un mar de placer, no puede contener sus gritos de éxtasis, mientras Juan la lleva al borde del placer una y otra vez. Sus ojos reflejan el frenesí del momento, su lengua entreabierta buscando aire mientras se entrega al placer que la consume por completo.
"Di que eres mía, que anhelas ser humillada por tu amo", ordena Juan con voz autoritaria, su dominio sobre Morgana palpable en cada palabra. "Y después, grita mi nombre, reconoce a tu nuevo señor que te posee en cuerpo y alma".
Morgana, sometida al poderoso dominio de Juan, asiente con sumisión. "Soy tuya, amo", murmura con devoción, sus palabras cargadas de entrega absoluta. "Anhelo ser humillada por ti, satisfacer tus deseos más oscuros".
Con un gemido contenido de excitación, Morgana obedece a la orden de Juan. "¡Juan!", grita con fervor, su voz resonando en la habitación como un tributo a su nuevo señor. "¡Eres mi amo, mi dueño supremo que me posee por completo!"
Con cada embestida de Juan, los gritos de Morgana se vuelven más intensos y desgarradores, como si estuviera siendo consumida por un placer salvaje. Su cabeza se arquea hacia atrás, revelando el éxtasis que la envuelve mientras sus chillidos resuenan, llenos de un placer. La intensidad del momento es palpable, con Juan continuando su penetración implacable mientras Morgana se entrega por completo a la vorágine de sensaciones que la consume.
Con una sonrisa maliciosa en el rostro, Juan continúa su embestida con aún más ferocidad, observando con satisfacción cómo Morgana se encuentra perdida en un torbellino de sensaciones. Juan se regodea en el control que tiene sobre ella en ese momento. Su sonrisa revela un placer retorcido mientras disfruta de la sumisión total de Morgana y la sensación de poder que le otorga.
Con una expresión de malicia en su rostro, Juan se abalanza sobre las tetas de Morgana con ferocidad, lamiéndolas con voracidad y devorándolas con pasión. Una de sus manos se aferra con fuerza a sus pechos, mientras Juan las acaricia y chupa con confianza y determinación. Su sonrisa se ensancha aún más al sentir cómo se retuerce Morgana bajo su dominio, disfrutando del control absoluto que tiene sobre ella en ese momento.
Morgana no trata de apartar a Juan de sus tetas, al contrario, parece disfrutar de la ferocidad con la que él las devora. Juan continúa aferrándose a ellas con determinación y pasión, explorando cada centímetro de su suave piel con sus labios y lengua, enviando oleadas de placer a través del cuerpo de Morgana. La ferocidad con la que Juan continúa chupando y lamiendo sus pezones la sumerge aún más en la lujuria y la sumisión. Dixie, observando la escena, percibe la felicidad en Morgana mientras es poseída de esa manera, una experiencia que no fue del agrado de Dixie cuando ella misma fue sometida de manera similar.
Con una sonrisa de satisfacción, Juan observa a Morgana caer exhausta en la cama como una muñeca de trapo, completamente rendida por la intensidad de la experiencia. Sus piernas permanecen abiertas, revelando su intimidad empapada de semen y sus pechos marcados por la saliva y los chupetones. Los pezones enrojecidos son testigos de la pasión desenfrenada que ha experimentado, mientras su cuerpo muestra los signos del sometimiento y la entrega total.
Mientras Morgana yace allí, vulnerable y agotada, Juan camina alrededor de ella con indiferencia, tratándola como poco más que un objeto descartado en el campo de batalla del placer. Sin embargo, su voz autoritaria corta el aire, recordándole a Morgana que su deber como esclava aún no ha terminado.
"Esclava, esto no ha terminado", ordena Juan con firmeza. "Ha llegado el momento de que tu trasero también sea sometido. ¡Levántate!".
Morgana, todavía aturdida por la intensidad del momento, obedece con sumisión, levantándose de la cama con lentitud. Cada movimiento es una expresión de su entrega total a Juan, su amo, quien ahora dirige la próxima fase de su encuentro.
Con pasos vacilantes pero obedientes, Morgana se posiciona frente a Juan, ofreciendo su trasero con sumisión. La excitación y el temor se entrelazan en su interior mientras espera la siguiente orden de su amo, sabiendo que lo que está por venir la llevará aún más lejos en el abismo del placer y la sumisión.
Juan, con una mezcla de deseo y dominación en sus ojos, se prepara para reclamar lo que es suyo. Con un gesto imperioso, indica a Morgana que se incline sobre la cama, exponiendo su trasero al escrutinio de su amo. Es un gesto de entrega total, un acto de sumisión que marca la culminación de su vínculo como amo y esclava.
Con manos firmes y determinadas, Juan comienza a acariciar el trasero de Morgana, preparándola para lo que está por venir. Cada caricia es una promesa de placer y dolor, un recordatorio de la autoridad y el dominio de Juan sobre ella. Morgana tiembla bajo su toque, una mezcla de anticipación y excitación recorriendo su cuerpo mientras se prepara para ser poseída una vez más por su amo.
El cuerpo de Morgana se tensa cuando siente la embestida implacable de Juan, su amo, penetrándola con ferocidad y determinación. Cada embestida es un recordatorio del poder y la dominación de Juan sobre ella, y Morgana se entrega por completo al torbellino de sensaciones que la consume.
Con cada embestida, los gemidos de Morgana se vuelven más intensos y desgarradores, llenando la habitación con el sonido del placer y el éxtasis. Su respiración se vuelve entrecortada, sus manos se aferran a las sábanas con fuerza mientras busca algo en lo que apoyarse en medio del torrente de sensaciones abrumadoras.
A lo lejos, Dixie observa la escena con ojos sorprendidos. Morgana, consciente de la mirada de Dixie sobre ella, le sonríe con complicidad.
Entre gemidos y susurros de éxtasis, Juan y Morgana continúan su danza de pasión y deseo, explorando los límites de su conexión mientras se sumergen en un mundo de placer y sumisión. Cada embestida es un recordatorio del poder y la autoridad de Juan sobre su esclava, mientras que para Morgana, cada gemido es una expresión de su devoción y entrega total a su amo.
"¡Más fuerte, amo Juan!", grita Morgana entre gemidos de placer. "¡Sí, así es como me gusta!" Su voz está llena de una mezcla de dolor y placer, una expresión del intenso éxtasis que la consume mientras se entrega por completo al placer que solo los amos puede dar.
Morgana se arquea con cada embestida de Juan. Con cada embestida, el sonido de la carne chocando contra la carne llena la habitación, mezclándose con los gemidos de placer y los suspiros de éxtasis que escapan de los labios de Morgana.
Con una mano aferrada a las sábanas y la otra agarrando su propio trasero. Su culo apretado se estira con cada embestida de Juan, su anillo anal cediendo ante la intrusión de su amo. Cada movimiento de Juan es preciso y calculado, cada embestida diseñada para llevar a Morgana al borde del éxtasis y más allá.
Las paredes de su recto se estiran y contraen con cada embestida, envolviendo la verga de Juan en un apretado abrazo que lo impulsa aún más hacia adelante. Cada penetración es más profunda que la anterior, cada embestida llevando a Morgana más cerca del abismo del placer.
Sus gemidos se vuelven más agudos, más desesperados, mientras se aferra a las sábanas con fuerza, buscando algo, cualquier cosa, que la ayude a sobrellevar el torrente de placer que la envuelve.
Con un gruñido de satisfacción, Juan se retira abruptamente de Morgana, dejando su culo abierto y expuesto, el ano aún palpitante por la intensidad de la penetración. Con una expresión seria en su rostro, se dirige hacia el lavabo y limpia su verga con determinación, eliminando cualquier rastro de la unión carnal.
Una vez que su miembro está limpio y seco, Juan se acerca a Morgana con pasos firmes y decididos. Sin previo aviso, agarra su cabello con fuerza, obligándola a mirarlo directamente a los ojos. Con un gesto brusco, empuja su verga en la boca de Morgana, sin darle tiempo para protestar o resistirse.
Morgana, sorprendida por la repentina acción de su amo, siente cómo su boca se llena de la dura carne de Juan. Su mandíbula se estira al límite para acomodar su erección, mientras lucha por contener un gemido de sorpresa y placer. Con cada embestida de Juan, Morgana siente cómo su garganta es invadida por la verga de su amo, obligándola a rendirse por completo a su dominio.
El agarre de Juan en su cabello es firme y dominante, manteniéndola en su lugar mientras la utiliza para su propio placer. Morgana con la boca llena de la dura carne de su amo, se entrega por completo a la experiencia, permitiendo que el placer y la sumisión la consuman por completo.
Con la verga firmemente en la boca de Morgana, Juan se queda inmóvil, sin darle espacio para respirar. Su agarre en el cabello de Morgana se intensifica, manteniéndola totalmente sometida a su voluntad. Morgana, con la boca llena y la respiración entrecortada, se siente abrumada por la sensación de ser completamente dominada por su amo. Morgana, sintiendo la presión en su garganta y el peso de la verga de Juan en su boca, se entrega por completo a la experiencia, aceptando su papel de sumisa como debe ser.
Con un movimiento brusco, Juan retira su verga de la boca de Morgana, dejándola momentáneamente sin aliento y ansiosa por más. Con una mirada intensa, espera que Morgana se abalance sobre su verga con desesperación, como si el tiempo se detuviera y el único objetivo fuera satisfacer sus deseos más profundos. La expresión de Morgana es una mezcla de ansiedad y anhelo, sus ojos suplicando por la oportunidad de complacer a su amo con devoción absoluta. Sin decir una palabra, Juan observa atentamente cada movimiento de Morgana, esperando sentir su lengua y labios envolviendo su verga con desesperación y pasión desenfrenada.
Con un ansia desbordante, Morgana se balancea hacia adelante como una zorra en celo, anhelando desesperadamente la verga de Juan en su boca. Sus movimientos son frenéticos, como si su deseo de saborear esa deliciosa verga fuera insaciable. Cada movimiento está cargado de deseo y pasión, como si su única obsesión en ese momento fuera experimentar el placer que solo Juan puede ofrecerle. Con cada balanceo, sus labios ansiosos se acercan más a su objetivo, buscando el sabor y la textura de la verga de su amo como si fuera el manjar más exquisito del mundo.
Con una mano firme, Juan acaricia la cabeza de Morgana mientras inclina la suya hacia atrás, entregándose al placer que le ofrece su sumisa. Morgana continúa con devoción su tarea, tomando la verga de Juan desde la raíz hasta la garganta con una determinación palpable. Su lengua se desliza con desesperación sobre la piel de Juan, buscando cada rincón y cada textura con una pasión incontenible. La sensación de su boca caliente y húmeda envuelve la verga de Juan, llevándolo al borde del éxtasis con cada movimiento.
Morgana se entrega por completo a la tarea, explorando cada centímetro de la verga de Juan con devoción y pasión desenfrenada. Su lengua recorre cada vena con precisión, mientras sus labios la besan con ardor, transmitiendo una sensación de placer indescriptible. El tronco de la verga es acariciado, lamido y chupado con una maestría que solo la entrega total puede brindar, mientras Morgana succiona la cabeza de la verga con un deseo voraz, llevando a Juan al límite del éxtasis. Cada succión es una invitación al placer, cada caricia de sus bolas un tributo a la lujuria desenfrenada. Morgana se deleita en cada gemido y susurro que escapa de los labios de Juan, saboreando el poder que tiene sobre él en ese momento de intimidad y entrega total.
Morgana continúa su exploración con devoción, deslizando su lengua por las bolas de Juan con delicadeza y destreza, sintiendo su suavidad y firmeza bajo su tacto. Luego, con una curiosidad irresistible, lleva la nariz hacia la verga de Juan, inhalando su aroma con ansia y dejándose embriagar por su esencia masculina.
Con la boca llena de semen, Morgana saborea cada gota con devoción, disfrutando del sabor salado y la textura viscosa que llena su boca. Con cada trago, siente cómo el calor se extiende por su garganta, dejando una sensación de satisfacción y plenitud. Una vez que ha consumido cada gota, Morgana mira a Juan con ojos llenos de admiración y gratitud.
Con un tono de voz serio y exigente, Juan interrumpe el momento de intimidad para confrontar a Morgana con determinación. "Basta de sonrisas y juegos, necesito respuestas claras. ¿Dónde está tu verdadero amo, Alexis?", pregunta con firmeza.
Morgana, aún recuperándose del encuentro, se esfuerza por responder con sinceridad. "Mi amo me dijo que estaría con el juez, el juez le llamó", revela con cautela, buscando satisfacer la demanda de Juan mientras lucha por mantener su compostura después del intenso acto sexual.
Después de dar su respuesta, Morgana extiende la mano para acariciar la verga de Juan, pero él la detiene con firmeza. "La diversión ha terminado", declara él, cortando abruptamente cualquier interacción íntima entre ellos.
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