Morgana recordaba vívidamente el último encuentro con Dixie y Juan. Mientras Morgana era penetrada por su amo Alexis, no podía evitar notar las lágrimas en los ojos de Dixie. Aunque Morgana intentaba consolarla con palabras vacías sobre la sumisión de las esclavas...
"Así es, Dixie. Debemos permitir que nuestros amos nos penetren y nos humillen".
En su corazón sabía que Dixie estaba sufriendo profundamente.
El día en que Dixie golpeó a Juan y él la humilló públicamente había dejado una marca indeleble en la memoria de Morgana. Aunque había presenciado muchos actos de sumisión y humillación en su vida como esclava, la intensidad de la confrontación entre Dixie y Juan la había impactado profundamente. A pesar de todo, la pasión con la que se entregaban el uno al otro era evidente.
A medida que reflexionaba aunque la idea de una fuga cruzaba por su mente sobre el caso de Juan, Morgana no podía creer en ello completamente. Después de todo, el amo Juan parecía estar genuinamente feliz en esos momentos como para escapar.
"Amo Alexis, ¿por qué crees que el amo Juan y la sumisa Dixie desaparecieron una noche?" Preguntó Morgana, con la curiosidad y la incertidumbre palpables en su voz.
Alexis la miró con seriedad antes de responder: "Puede haber muchas razones, Morgana. Tal vez encontraron una oportunidad para escapar juntos y buscar una vida diferente. O quizás tuvieron un desacuerdo con sus roles como amo y sumisa, y decidieron tomar un camino diferente".
Morgana asintió, reflexionando sobre las palabras de Alexis.
Dixie dejó escapar gemidos de placer mientras sentía la cálida boca de Juan explorando su intimidad con habilidad y deseo. Cada roce de sus labios y lengua enviaba oleadas de placer a través de su cuerpo, haciéndola arquear la espalda y aferrarse a las sábanas con fuerza.
"Oh, Juan...", susurró entre gemidos, su voz cargada de pasión y anhelo. "Sí, sigue... no pares".
Juan levantó la mirada hacia ella con una mirada intensa y lujuriosa, sus ojos ardían con deseo mientras continuaba devorando su sexo con avidez. Sus manos expertas acariciaban sus muslos, deslizándose con suavidad por su piel mientras se entregaban al éxtasis del momento.
"Te deseo tanto, Dixie", murmuró Juan entre lamidas, su aliento cálido enviando escalofríos por la columna vertebral de Dixie. "Eres mi todo... mi pasión, mi deseo más profundo".
Dixie se retorcía bajo su toque, su cuerpo vibrando con cada caricia y beso. Cada vez más cerca del borde del placer, ansiaba la liberación que solo Juan podía darle.
Juan sonrió triunfante al sentir el aumento en la intensidad de los jadeos de Dixie, su respiración volviéndose más pesada y desesperada con cada movimiento. Sabía que se acercaba al clímax, y su sonrisa se ensanchó al verla retorcerse y arquear la espalda bajo su toque.
Con cada gemido y suspiro que escapaba de los labios de Dixie, Juan sentía cómo aumentaba su propia excitación. Se deleitaba en el placer que le brindaba a su esposa, sabiendo que pronto recibiría su merecido premio.
Finalmente, cuando Dixie llegó al borde del éxtasis, Juan la miró con ojos llenos de deseo y satisfacción. Con un movimiento experto, continuó estimulándola con precisión hasta que finalmente sintió el estallido de su placer.
Los jugos de Dixie se derramaron, inundando su boca con su dulce esencia. Juan saboreó el premio de su esposa con deleite, disfrutando cada gota.
"Oh amo lo siento por correrme" Dice Dixie, olvidando que Juan ya no es su amo.
Juan sonrió con ternura ante las disculpas de Dixie, recordando que ya no era su amo.
"No tienes que disculparte, mi querida Dixie", dijo con voz suave, acariciando con delicadeza su rostro. "Tu placer es mi placer, y siempre estaré aquí para ti, ya no como tu amo, sino como tu esposo y compañero".
"Así es, Dixie. Debemos permitir que nuestros amos nos penetren y nos humillen".
En su corazón sabía que Dixie estaba sufriendo profundamente.
El día en que Dixie golpeó a Juan y él la humilló públicamente había dejado una marca indeleble en la memoria de Morgana. Aunque había presenciado muchos actos de sumisión y humillación en su vida como esclava, la intensidad de la confrontación entre Dixie y Juan la había impactado profundamente. A pesar de todo, la pasión con la que se entregaban el uno al otro era evidente.
A medida que reflexionaba aunque la idea de una fuga cruzaba por su mente sobre el caso de Juan, Morgana no podía creer en ello completamente. Después de todo, el amo Juan parecía estar genuinamente feliz en esos momentos como para escapar.
"Amo Alexis, ¿por qué crees que el amo Juan y la sumisa Dixie desaparecieron una noche?" Preguntó Morgana, con la curiosidad y la incertidumbre palpables en su voz.
Alexis la miró con seriedad antes de responder: "Puede haber muchas razones, Morgana. Tal vez encontraron una oportunidad para escapar juntos y buscar una vida diferente. O quizás tuvieron un desacuerdo con sus roles como amo y sumisa, y decidieron tomar un camino diferente".
Morgana asintió, reflexionando sobre las palabras de Alexis.
Dixie dejó escapar gemidos de placer mientras sentía la cálida boca de Juan explorando su intimidad con habilidad y deseo. Cada roce de sus labios y lengua enviaba oleadas de placer a través de su cuerpo, haciéndola arquear la espalda y aferrarse a las sábanas con fuerza.
"Oh, Juan...", susurró entre gemidos, su voz cargada de pasión y anhelo. "Sí, sigue... no pares".
Juan levantó la mirada hacia ella con una mirada intensa y lujuriosa, sus ojos ardían con deseo mientras continuaba devorando su sexo con avidez. Sus manos expertas acariciaban sus muslos, deslizándose con suavidad por su piel mientras se entregaban al éxtasis del momento.
"Te deseo tanto, Dixie", murmuró Juan entre lamidas, su aliento cálido enviando escalofríos por la columna vertebral de Dixie. "Eres mi todo... mi pasión, mi deseo más profundo".
Dixie se retorcía bajo su toque, su cuerpo vibrando con cada caricia y beso. Cada vez más cerca del borde del placer, ansiaba la liberación que solo Juan podía darle.
Juan sonrió triunfante al sentir el aumento en la intensidad de los jadeos de Dixie, su respiración volviéndose más pesada y desesperada con cada movimiento. Sabía que se acercaba al clímax, y su sonrisa se ensanchó al verla retorcerse y arquear la espalda bajo su toque.
Con cada gemido y suspiro que escapaba de los labios de Dixie, Juan sentía cómo aumentaba su propia excitación. Se deleitaba en el placer que le brindaba a su esposa, sabiendo que pronto recibiría su merecido premio.
Finalmente, cuando Dixie llegó al borde del éxtasis, Juan la miró con ojos llenos de deseo y satisfacción. Con un movimiento experto, continuó estimulándola con precisión hasta que finalmente sintió el estallido de su placer.
Los jugos de Dixie se derramaron, inundando su boca con su dulce esencia. Juan saboreó el premio de su esposa con deleite, disfrutando cada gota.
"Oh amo lo siento por correrme" Dice Dixie, olvidando que Juan ya no es su amo.
Juan sonrió con ternura ante las disculpas de Dixie, recordando que ya no era su amo.
"No tienes que disculparte, mi querida Dixie", dijo con voz suave, acariciando con delicadeza su rostro. "Tu placer es mi placer, y siempre estaré aquí para ti, ya no como tu amo, sino como tu esposo y compañero".
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