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Pedazo fiesta y mejor final

Pedazo fiesta y mejor final

La fiesta estaba en su punto más alto, las luces parpadeaban al ritmo de la música electrónica que el DJ manejaba con precisión, como un maestro en control de su orquesta. En el centro de la pista, entre el calor de los cuerpos y la euforia del alcohol, estaba Carla. Ella llevaba un vestido negro ceñido, que resaltaba cada curva de su cuerpo y la hacía el centro de todas las miradas. Esa noche, algo en ella había cambiado, había una chispa de deseo que no podía ignorar.

Mientras se movía al ritmo de la música, los hombres a su alrededor no tardaron en notarlo. Algunos le sonreían, otros se acercaban con halagos y miradas insinuantes. Ella los disfrutaba, pero su mirada se desvió hacia la cabina del DJ. Desde allí, el hombre que controlaba la fiesta la miraba con una intensidad que la hacía sentir como si estuviera desnuda.

Carla, decidida a vivir la fantasía que había estado rondando su mente durante semanas, comenzó a acercarse lentamente a la cabina. Sabía que esa noche quería algo más que bailar, quería sentir el poder de su sensualidad, y quería que esos hombres la desearan tanto como ella deseaba ser deseada.

Cuando llegó a la cabina del DJ, él la recibió con una sonrisa de complicidad. Sin decir una palabra, la invitó a pasar. La música seguía vibrando, envolviéndolos en una burbuja que aislaba el mundo exterior. Carla se acercó a él, rozando su brazo con intención, y su mirada fue clara: esa noche, quería mucho más que una conversación.

El DJ no tardó en entender lo que ella deseaba. Con una mano en la mesa de mezclas y la otra deslizándose por su cintura, la atrajo hacia él. Carla dejó escapar un suspiro al sentir su cuerpo firme contra el suyo. Mientras la música seguía retumbando, su mano comenzó a explorar más allá de su espalda, acariciando su piel desnuda debajo del vestido.

Pero Carla no quería que todo quedara entre ellos dos. No, esa noche su fantasía era más ambiciosa. Mientras el DJ seguía acariciándola, ella desvió la mirada hacia dos hombres que estaban cerca, observando con interés. Con una sonrisa seductora, les hizo una seña para que se acercaran.

Los hombres no dudaron en responder a la invitación de Carla. Pronto, se unieron a ellos en la cabina, sus manos comenzando a explorar su cuerpo con la misma ansiosa curiosidad. Ella cerró los ojos, disfrutando de la atención, de las diferentes manos que la recorrían, cada una con su propio ritmo, cada una llevándola más cerca de ese placer que tanto anhelaba.

El DJ, mientras tanto, continuaba mezclando la música, pero su concentración estaba dividida. Su deseo por Carla crecía con cada segundo que pasaba, y cuando finalmente la tomó por la nuca y la besó profundamente, el mundo pareció detenerse a su alrededor. Los demás hombres la tocaban con avidez, cada caricia encendiendo más su piel, mientras la atmósfera se cargaba de tensión sexual.

Carla se entregó a ese momento, dejando que las manos de los hombres la envolvieran por completo. Sentía el roce de sus cuerpos, sus labios acariciando su cuello, sus dedos explorando sus secretos. Todo mientras el DJ, a quien había deseado desde el principio, la devoraba con cada beso, cada caricia más osada que la anterior.

La fiesta seguía afuera, pero en esa pequeña cabina, Carla era el centro de un juego de deseo compartido, de cuerpos que se encontraban en una danza de placer que no necesitaba palabras. Los hombres estaban allí para satisfacer cada uno de sus deseos, y ella, completamente rendida a la experiencia, se entregó a la lujuria de la noche.

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