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Mi esposa, la puta del edificio - Parte 9

Ese Sábado no hablamos del tema del blíster de anticonceptivos que encontré. Los dos estábamos tan cansados, por un motivo y otro, que dormimos y descansamos hasta la noche. Durante la cena saqué el tema pero Mariana se negaba a hablarlo. Me miraba raro, desviaba la conversación y me cambiaba de tema. Me enojé y discutimos un poco, no muy fuerte, pero lo suficiente como para que nos arruinemos el humor a los dos. Decidí salir solo a eso de las 11 e irme a caminar por el barrio, para despejarme y pensar. Ir a tomarme un café, o una cerveza a un bar del barrio. Cualquier cosa.

Cuando volví a eso de la una, el departamento estaba en silencio y Mariana estaba dormida plácidamente en la cama. Me acosté con ella y me dormí, aun sintiendo algo de cansancio por la noche alocada que había vivido ayer. Al despertarme a la mañana ella estaba abrazada a mi, durmiendo, lo cual me dio un poco de serenidad de alguna manera. Ese Domingo nos levantamos bien, de nuevo de buen humor, pero ella me siguió evadiendo el tema de los anticonceptivos hasta que al final, de tanto que le insistí, luego de almorzar se levantó de la mesa, se fue de la cocina y volvió al momento, mostrándome otro blíster que ella tenía en su poder. Uno que si estaba usado, cada huequito de cada dia religiosamente vacío. Me miró y me sonrió – había sido todo un juego y maquinación de ella para hacerme calentar aun mas.

Juro que en ese momento no sabía si pegarle o cogérmela. Pero cuando recordé el orgasmo impresionante que me provocó la desesperación de pensar y ver como el villero estaba embarazando a mi elegante mujer esa noche… la agarré. Ni llegamos al dormitorio. Hicimos el amor dulcemente en el sillón del living.

Unos días después tuve una buena idea. Se la comenté a Mariana y le encantó. Le dije de coordinar nuestras vacaciones para la próxima semana e irnos a algún lado los dos. Para bajar un poco de marcha y poder relajarnos y descansar. Tener aunque sea un par de semanas como siempre las habíamos tenido, de pareja, marido y mujer, como siempre lo habíamos hecho y olvidarnos un poco de ésta nueva dinámica, haciéndola a un lado temporalmente.

Mariana se lo comentó a Don Julio un dia y el le sugirió San Luis, su provincia. Nunca habíamos ido y nos encantó la idea a los dos. Organizamos las cosas en nuestros trabajos y fuimos con mi auto. No les puedo explicar lo bien que lo pasamos esas dos semanas. Entre los paisajes naturales bellísimos de la provincia y todas las excursiones y visitas que hicimos a parajes, salinas, museos… nuestras salidas a comer todas las noches y la atmósfera tranquila que nos rodeaba, nos entristeció tener que regresar eventualmente, pero volvimos fuertemente renovados, física y mentalmente, pero también como pareja.

Yo estaba tan agradecido que le compré a Don Julio una caja de vino de su tierra y se la regalé cuando volvimos. La cara de felicidad del viejo me emocionó, pero se lo merecía por su excelente consejo. Y Mariana se lo agradeció también, a su manera, una tardecita en el sótano del edificio, como en sus viejas épocas, un encuentro al cual yo decidí no concurrir. Preferí imaginármelo.


Mi esposa, la puta del edificio - Parte 9


Por supuesto que lo único que embarró nuestras vacaciones eran los constantes mensajes de Benja a Mariana. No le había gustado nada que ella se vaya de vacaciones con el cuerno, justo cuando se la había empezado a coger. Mariana se excusó con el, le dijo que lo tenía que hacer, pero Benja le insistía todos los días. Durante el dia que estábamos en alguna excursión el celu de Mariana al no tener señal tenía descanso, pero al regresar al hotel llegaban las cataratas de mensajes del villero, todos los días, cada vez mas desesperado. Fue ella misma quien me dijo un dia que ya estaba bien ésto y que la obsesión de Benja estaba pasando de castaño a oscuro, que comenzó a sentir un poco de peligro en la situación y que iba a encontrar la manera de cortar todo. Yo le dije que no se preocupe en ese momento, que disfrutemos de nuestras vacaciones y que veríamos eso al volver. Mariana estuvo de acuerdo, pero yo sabía que en el fondo de su cabecita ella estaría pensando y maquinando como hacerlo.

Al regresar a Buenos Aires, Mariana lo tuvo a Benja alejado por una semana mas, solamente contestándole los mensajes de vez en cuando, hasta que pudo formular su plan y me lo comentó una noche.
“Ya se como hacer”, me dijo, “Con Benja, amor.”
“A ver?”
“Pero… es bastante peligroso. Normalmente no lo haría, pero no se me ocurre otra cosa para solucionarlo rápido y con finalidad. Vas a tener que estar ahí.”
Lo primero que me vino a la cabeza, no se por que, era que ella se iba a organizar una situación en la que yo los descubriera pero la idea de por ahí llegar a un altercado físico con el villero no era de mi agrado. Se lo dije.
Se sonrió y me dijo “No, no creo que se desarrolle asi, amor”, yo le hice una mueca de desagrado y me dijo, “Te necesito ahí, mi vida. Nunca, pero nunca te pondría en peligro, nos pondría a los dos en verdadero peligro, pero te necesito ahí.”
“Bueno, contame a ver…”
Mariana pensó y largo un suspiro, “Es todo cuestión de timing… Va a estar finito, muy finito, pero si lo logro hacer va a salir dentro de todo bien. Y si la cosa se desmadra… para eso te necesito ahí.”
Lo pensé un momento y le dije, "Bueno, confío en vos..."
"Ok... a ver...", dijo y tomó su celular, "A ver cómo podemos hacer que encaje todo..."


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Yo estuve con los nervios de punta toda la semana y por primera vez en mucho tiempo, la noté a Mariana nerviosa también. Lo que íbamos a hacer era demasiado riesgoso. No nos gustaba a ninguno de los dos, pero según Mariana era la mejor forma de terminar con el asunto de Benja de una vez y para siempre, sino iba a ser algo constante que no iba a desaparecer nunca. Llegó el Viernes a la noche y nos preparamos. Yo, mentalmente, mientras que a ella la vi salir del baño ya lista. Se había puesto un vestidito a rayas, azules y blancas, muy ajustado que le marcaba todo el cuerpo y sus curvas divinas. No llevaba aros, curiosamente, pero si un collar llamativo, algunas pulseras y su reloj. Decidimos dejar el celular de ella en casa, junto con sus llaves, pero si tomó una de sus carteritas y la llenó con algunas cosas de maquillaje que ya no usaba y un poco de dinero suelto.

Salimos y caminamos las cinco cuadras hasta el galpón. Todavía había algo de luz muy tenue de un tardío atardecer, pero las luces de la calle ya estaban encendidas. Benja había citado a Mariana en el galpón a las 22, que era la hora que el llegaba, pero arribamos al lugar antes, a las 20:30, según el plan de Mariana. Tomamos un poco de coraje al llegar al lugar, miramos alrededor y tomé con mis manos el borde del panel publicitario, moviéndolo pesadamente para darnos acceso. Me aseguré de dejarlo bien abierto e ingresamos los dos al galpón.

Ya estaba oscuro adentro, como aquella primera vez que lo había visitado. Ni bien entramos la vi a Mariana caminar decididamente, aparentemente sin nada de temor, tranquila por el medio del playón, mientras que yo rápidamente me escabullí por el costado y trataba de seguirle el paso, a varios metros y pegado a la pared, buscando siempre objetos y lugares donde cubrirme para que nadie me vea, asegurándome que solo se la vea a ella, quien caminaba completamente a la vista. Ella se dirigió al fondo del galpón, donde ya estaban reunidos los otros cartoneros. Benja una vez le había comentado que se juntaban al fondo para que no se vea nada desde afuera y puedan estar tranquilos, sin que los vecinos o la policía se enteren que estaban ahí y los molesten.

En mi camino a escondidas vi la oportunidad de acercarme bien. Había una construcción hecha sobre la pared, pudo haber sido un baño o una oficina mientras el galpón estaba en uso, pero ahora estaba toda rota y abandonada. Aproveché para refugiarme ahí ya que tenía unas ventanitas por las cuales podía mirar. Estaba a unos pocos metros de donde estaban juntados el grupo de cartoneros, reunidos entre sus pocas cosas, mochilas, colchones desperdigados y varios carros llenos de bolsas y cartones.

No se para que me preocupé tanto, ya que naturalmente los ojos de todos los que estaban ahí se posaron en Mariana y en nada mas que ella cuando se acercó lo suficiente para que la vean bien. Pude ver a cuatro, sentados en banquitos y sillitas plegables de playa, mas o menos reunidos alrededor de un chulenguito que humeaba. Ya estaban alistándose para comer algo. La vi a Mariana acercarse y se me hundió el corazón en el pecho. Parecía una ovejita hermosa caminando a la cueva de los lobos, y lo estaba haciendo con tanta naturalidad. No era Mariana, mi esposa. Era Mariana la amiga, novia o futura mujer de Benja, según lo que el villero les haya contado a los demás.

Cuando se les acercó empezaron a charlar, los ojos de los cuatro que estaban ahí no se le salían de encima a esa hembra parada ahí frente a ellos. Como si hubiese salido de un cuento. Dos de los que estaban ahí sentados me parecían bastante normales, sin ningún rasgo distintivo aunque uno tenía mucha pinta de borracho full time. Estaban medio mugrientos, como todos, pero mas que eso eran tipos normales. Esos dos tenían mas o menos la altura de Mariana y se los veía también en forma, como a Benja. Trabajarían haciendo lo mismo. Otro era un gordo, con una barba corta y desprolija y una papada importante. Tenía una remera de Boca viejísima y gastada, con la publicidad de Fate. Cerca de el había un pendejito sentado, no me pareció que tuviera mas de 13 o 14 años. Era muy dientudo pero flaquísimo, con sus brazos y piernas bastante de nene. Salvo el gordo con la remera de Boca, todos los demás estaban con remeras roñosas y shorts o bermudas. Todos con zapatillas gastadas menos el gordo que estaba en su sillita playera con chancletas de goma.

Charlaron un minuto en los que Mariana seguramente se presentó y les dijo quien era, y noté que la recibieron bien, sonriéndole y dándole la bienvenida. Uno le acercó una sillita y Mariana se sentó con ellos. Enseguida le pasaron una botella de cerveza de la que estaban tomando todos y ésta vez si vi a Mariana aceptar gustosa, mandándose unos buenos tragos del pico.

Todos la miraban. Era el centro de su atención, naturalmente. Se la pasaron unos buenos minutos preguntándole cosas, que Mariana respondía y la estaban pasando visiblemente bien. Uno aprovechó y se le acercó la sillita, y se turnaban en ficharla fijo cuando se daba vuelta para contestarle a uno u otro. Siguieron tomando asi, charlando y riendo, por unos veinte minutos mas o menos. Miré mi celular y ya eran casi las 21.

Uno de los “normalitos”, por llamarlo de alguna manera, que parecía el mas con pinta de borracho finalmente se decidió y al pasarle otra botella de cerveza a Mariana, mientras ella tomaba acercó la sillita y le puso una mano en la pierna desnuda, acariciándosela levemente como para tantear que hacía ella. Mi mujer tan solo terminó de tomar, pasó la botella a otro y se puso a hablar con el que la tocaba, como si la mano del tipo ahí era lo mas natural del mundo. El otro flaco que tenía al otro lado vio eso y se le acercó también, agarrándola suavemente del brazo y la muñeca cada vez que quería hablarle y llamarle la atención para que ella se de vuelta. Cada vez que le hablaba a uno y giraba para mirarlo, el otro la fichaba con una cara de hambre impresionante. El gordo siempre mirando todo desde su sillita un poco mas lejos, pero también charlando y acotando cosas.

El de pinta de borracho que tenía la mano en la pierna de Mariana finalmente le dijo algo, los tres se rieron y sacó un celular del bolsillo. Lo toqueteó un poco y por el parlantito del celular empezó a sonar una cumbia. Todos se lo festejaron y el vago se paró y se puso a bailar frente a Mariana y a tomar, los tres pasándose la cerveza y disfrutando de la música. En un punto se animó y la tomó de la mano a Mariana, haciéndola levantar y que se ponga a bailar con el. Ella se cagó de la risa y se paró, poniéndose a bailar cumbia con el cartonero de buena gana, con una sonrisa de disfrute del momento. Todos la festejaron de nuevo entre risas y aplausitos.

Uno abrió otra cerveza y le siguieron dando. Todos la miraban babeándose, menos el pendejito que se había parado y puesto al lado del gordo barbudo, mirando todo con la vista algo perdida, sin terminar de entender. No se por que se me ocurrió que podía ser el hijo del gordo.

Yo no entiendo mucho de baile asi que no se, pero el flaco bailaba. Lo que si entiendo es que muy pronto, a medida que la música seguía y la cerveza corría, Mariana empezó a bailar distinto con el vago. Mas lento. Mas putita. En un momento se acercaron los dos y empezaron a bailar pegados. El vago la tomó de la cintura, casi del culo, y se la empezó a apoyar de frente mientras los dos bailaban al ritmo. Ella empezó a cimbronearse lento y profundo, arqueando la espalda y ondulando su cuerpo, sacando para afuera primero el culo y después las gomas que parecían a punto de escapársele sobre el borde de su vestidito tubular. No llevaba corpiño, por lo que esos melones deliciosos se mecían y bamboleaban libremente con la música, sólo detenidos por la tela ajustada de su vestidito. Se miraba con el flaco mientras bailaba, le daba vueltitas para que la admire y lo estaba volviendo absolutamente pelotudo al cartonero, quien seguro jamás había estado tan cerca de una hembra asi. Los demás seguían mirando y escabiando, disfrutando del show.

En un momento el vago que bailaba con ella no aguantó mas, dio vuelta a Mariana y se le pegó atrás, aferrándola alrededor de esa cinturita y apoyándole el bulto bien fuerte en el culo, para que lo sienta. Mariana se rió y los dos emparejaron el ritmo, subiendo, bajando y meneándose al mismo tiempo en sincronía mientras la cara del villero se hundió entre el pelo y el cuello de ella, frotándose la cara ahí y seguramente dándole algunos besos o lamidas que yo no llegué a apreciar desde donde estaba. Mariana sólo se sonrió y lo dejó hacer, tomando las manos del cartonero en las suyas y presionándolas contra su abdomen, dejando que el tipo la sienta bien y mas profundo, al mismo tiempo que empezó decididamente a frotarle el culo fuerte mientras seguían bailando, fuerte contra el bulto que había sentido.

Todos los demás se dieron cuenta inmediatamente. El pendejito seguía al lado del padre y lo vi llevarse el pulgar a la boca mientras miraba, lo que me pareció raro en un chico ya de esa edad.

El otro flaco que estaba sentado mirando se paró y se acercó, poniéndose frente a Mariana, bien pegado y mirándola fijo mientras le sonreía. Mariana lo miró también mientras le frotaba el culo al que tenía atrás, quien seguía con la cara enterrada en el cuello de mi esposa. El flaco de adelante empezó a bailar con ellos y le pasó la botella a Mariana, quien la agarró y empezó a tomar del pico, sin sacarle los ojos de encima al tipo, y luego de unos tragos se la devolvió. El flaco de adelante le presionó el cuerpo a Mariana y ya definitivamente la convirtieron en el delicioso jamón de ese sándwich. Algo le dijo a Mariana y ella se rió, contestándole algo.

El que tenía atrás deslizó sus manos por los costados de mi mujer hasta encontrar el final de su corto vestidito y lo levantó un poco, desnudando hasta la mitad del culo de Mariana, sus manos hambrientas ya directamente manoseando el tesoro que había revelado. El de adelante la apretó un poco mas en el sándwich y comenzó a sentirle los costados de esos pechos maravillosos. Nunca en ningún momento habían dejado de bailar o perdido el ritmo. Mariana se sonrió y le dijo algo al que tenía adelante, éste algo le contestó y ella colgó sus brazos suavemente alrededor de los hombros del tipo, sosteniendo aun la botella en una mano. Siguieron unos segundos bailando asi y el de adelante le susurró algo al oído que no estaba ocupado por el de atrás y sin esperar que Mariana le responda le dejó la cara enfrente de la de ella y abrió su boca, sacando la lengua y dejándola ahí.

Mariana no pareció dudarlo y se inclinó un poco, tomando la lengua expuesta del villero y comenzó a chuparla entre sus labios, como si estuviese chupando una pija.

Al ver ésto el que tenía atrás directamente le llevó una mano hacia delante de las caderas de Mariana y empezó a sentirle y frotarle la concha por encima de la tanguita que llevaba. Su otra mano aun disfrutando de una de esas nalgas firmes y preciosas. Mariana comenzó directamente a chuponearse con el de adelante mientras el le comenzó a estrujar las tetas y no aguantó mucho tiempo con sólo eso ya que enseguida enganchó los pulgares en el borde superior del vestido de Mariana y de un tirón se lo bajó, haciendo que esas tetas deliciosas y enormes den un rebote sensual y queden en las manos del tipo.

Al verle las tetas saltar a Mariana el gordo que estaba sentado lanzó una carcajada, mientras que el hijo se empezó a chupar el dedo con mas fuerza. El gordo sin decir mas nada, admirando la escena, alcanzó debajo de su panza, se estiró la bermuda y sacó su verga, comenzando a pajearse despacito mientras el hijo también lo miraba a el.

Mientras Mariana se besuqueaba con el de adelante y el de atrás le seguía frotando el culo con el bulto y la conchita con la mano, de repente el flaco de adelante se dio cuenta de lo que estaba haciendo el gordo y se rió. Le dijo a Mariana, ella miró y también se rió, mirándolo mientras se pajeaba. El vago que tenía atrás en un momento no aguantó mas y directamente se bajó las bermudas y le mandó la verga ya dura que llevaba directo contra el culo aun semi tapado de Mariana, frotando fuerte y tratando de encontrarle algún agujero. Cualquier agujero. Mi esposa cerró los ojos y echo la cabeza para atrás al sentir la punta de esa pija que la exploraba y arqueó la espalda, ofreciéndole al de atrás aun mas de su culo. El de atrás le terminó de levantar todo el vestido hasta la cintura, dejando esas nalgas firmes al aire y con unos dedos desesperados le agarró el hilo de la tanguita y se lo corrió al costado. Le alineó la punta de la verga a Mariana y le entró, profundo y fácil, de un buen empellón directo en la concha de mi amada esposa, quien ya debía estar por demás lubricada con todo el manoseo que venían llevando.

Yo no me animé a sacar la mia y empezar a pajearme, por mas que mi pija me lo estaba pidiendo a gritos desde hacía rato. Decidí aguantar y prestar atención ahora, la situación era delicada, el entorno podía ser hostil y tenía que estar listo para cualquier cosa. La memoria de esto iba a quedar, y las pajas podían venir después.

Cuando se sintió penetrada por el de atrás, Mariana largó un gritito lujurioso que yo llegué a oir desde donde estaba. Se aferró al vago que tenía adelante, quien le seguía chupando y lamiendo los labios y manoseándole las tetas. El de adelante también luego de un momento se bajó las bermudas y dejo ver al aire una gruesa verga, ya erecta y lista. El que Mariana tenía atrás la sujetó de la cintura con ambas manos y le empezó a dar entre gemidos, asi nomás de parado. Mariana se abrió un poco mas de piernas mientras disfrutaba y el de adelante aprovechó para tomarla de la cabeza y hacer que su torso descienda bien abajo, hasta que los labios hermosos de mi mujer encontraron la punta de su pija erecta y sin dudarlo un segundo lo comenzó a mamar, sosteniéndose con sus manos en la cintura del tipo.

Asi le empezaron a dar, de parado un rato, hasta que pronto parece que les resultó incómodo y todos descendieron, sin desprenderse. Mariana se puso en cuatro en el piso mientras los otros dos, de rodillas, le seguían dando en la concha y en la boca. La música seguía pero a nadie ya le importaba. Los empujones del de atrás al meterle la verga fuerte a Mariana la hacían tragar mas la pija del de adelante, y viceversa, los bombeos de las caderas del de adelante en la boca de ella hacían que sus caderas se muevan hacia las del tipo de atrás. Estaba siendo cogida como nunca antes. Ella siempre me dijo, y no tengo por que no creerle, que había hecho varios actos sexuales. Y en los tiempos de ésta historia como sabrán, algunos los presencié yo, o me enteré, pero nunca había estado con dos tipos a la vez. Nunca había sentido el tener dos vergas tiesas en su cuerpo o en su boca. Inclusive aquella vez en nuestro living, con Benja y el otro cartonero, estuvo muy cerca de que pase. Si esa situación seguía o quizás se desarrollaba distinto, quizás podría haber sucedido. Pero no ocurrió, y ahora si estaba pasando.

Las tetas de Mariana le colgaban y se sacudían en el aire como dos hermosas campanas ante los embates en su cuerpo de los dos villeros. Los tres estaban gozando y gimiendo. Uno enterrándole la verga en su concha divina y el otro cogíéndole la boca del otro lado mientras le retenía la cabeza. A Mariana yo podía escucharle sus gemiditos y gruñidos de placer, mezclados junto con los de los otros dos.

El gordo seguía en su sillita pajeándose ante la escena, con una mirada morbosa y una sonrisa en el rostro, con el hijo al lado también mirando. De pronto ocurrió algo que me descolocó y no me voy a olvidar nunca.

El gordo tomó de la muñeca al chico y sin obligarlo ni nada, el flaquito dejó de mirar y se le arrodilló adelante al gordo entre las piernas. Sin decir nada le empezó a chupar la verga mientras el gordo seguía mirando la escena. Me di cuenta con una sensación fea en el estómago que no era el hijo, era el putito. El putito del gordo, o del grupo entero, vaya uno a saber. Pensé por un momento que quizás estaba confundido yo y a la distancia lo malinterpreté, pensando que era un chico y en realidad era una nena, pero no. Era un hombrecito. Mientras lo mamaba al gordo de rodillas lo vi meter la mano bajo su pantaloncito y empezar a masturbarse el también su pijita.

No se que habría hecho Mariana si hubiese visto eso, pero no lo podía ver. Tenía la boca llena de verga y la cara llena del abdomen del flaco. Estuvieron asi unos minutos hasta que el que Mariana tenía aferrado atrás empezó a sacudirse y a empujarle las caderas a mi mujer profundamente con las suyas. Estaba claramente acabando y dejándole adentro a Mariana lo que me imaginé eran unos buenos lechazos. Finalmente se desabrochó y con bastante naturalidad agarró la botella de cerveza que habían dejado, se incorporó y se volvió a sentar en un banquito, tomando, mirando y recuperándose.

El gordo vio la oportunidad y se levantó, apartando al pendejito de su pija. Mientras el vago seguía cogiéndole la boca a Mariana entre gruñidos, el gordo se alejó unos pasos y trajo arrastrando un colchón sucio. Quizás era el suyo o el de otro. Lo tiró ahí al lado de Mariana y el otro. El flaco por fin la largó a Mariana, le sacó la verga de la boca y escuché a Mariana jadear, recuperando el aire. El flaco agarró a Mariana de una muñeca y se la llevó unos pasos tambaleantes hasta el colchón. Se acostó el boca arriba y la arrimó a Mariana encima de el, haciéndola montarlo. Mariana obedeció y se le sentó encima, llevó una de sus manos por detrás para encontrarle la verga al flaco, se incorporó un poquito alineándola con la entrada a su vagina y se dejó caer suavemente, empalándose con dulzura en la pija erecta y ensalivada del flaco. Empezaron a cogerse fuerte, sin dejar de mirarse, el flaco estrujándole las tetas y gimiendo, mientras Mariana se movía ella arriba y abajo, dándose placer a ella misma con esa deliciosa verga que le estaba abriendo y llenando entre las piernas.

El gordo se les acercó y se quedó ahi de pie, mirando un rato como Mariana se estaba cogiendo al flaco, mientras el se masajeaba suavemente la verga. Se aproximó un par de pasos y se les puso al costado, tomando del pelo a Mariana y acercándole la pija a la cara. Ella no lo dudó y mientras gemía y su cuerpo se balanceaba arriba y abajo, empezó a mamar al gordo dulce y profundamente, llenando su boca de la pija que hasta hacía unos minutos habia quedado ensalivada por el pendejito y ella ni enterada. Empezó a chupar, lamer y mamar esa verga con la pasión que yo le conocía cuando ella se entusiasmaba, mirándolo fijo desde abajo al gordo por encima de la curva de su panza, mientras que el tipo nada mas la miraba comérselo y gruñia por lo bajo.

No se si el flaco que Mariana tenía abajo no podía acabar o estaba conteniéndose para disfrutar lo mas posible del cuerpo divino de mi esposa, porque seguía ahi contento y gimiendo, a veces estrujándole las tetas, a veces incorporándose un poco para chupárselas un rato y volver a yacer en el colchón. Los tres estuvieron unos buenos minutos asi disfrutándose, hasta que el gordo se desprendió de la boca de Mariana y se movió para ponerse atrás de ella. Se arrodilló en el colchón, la inclinó sobre el otro flaco y le empezó a fregar la punta de la verga por la raya, buscándole el ano. Mariana cuando sintió ésto dejo de hacer rebotar las caderas sobre la pija del flaco que tenía abajo y se empezaron a besar. El gordo le encontró el culo a Mariana muy pronto y en un fuerte movimiento le encajó la pija por el culo, tomándola por uno de los hombros para ayudar su empuje.

No lo llegué a ver bien, ni en ese momento ni en otros anteriores, asi que no se si fue porque el gordo realmente tenía un tremendo pijón, si era muy brusco, si lo estaba haciendo mal o que es lo que fue, pero cuando sintió la pija entrarle por su estrechito agujero Mariana rompió el beso que tenía con el flaco y lanzó un chillido de dolor que nunca se lo había escuchado en la vida. Instintivamente, creo, intentó zafarse pero entre los dos la retuvieron fácil. El gordo no la dejó acomodarse ni dejó a su dulce ano acostumbrarse a la súbita llenada de su pija, porque con una mano todavía en el hombro y la otra en su cinturita le empezó a dar a Mariana bien fuerte. Parecía una máquina, un pistón. Siempre a la misma velocidad, siempre al mismo ritmo. Sus embetidas hacían que las nalgas de Mariana se aplasten y relajen rítmicamente.

La vi a ella chillar y gritar con los ojitos desorbitados, sujeta firme por cuatro pesadas manos y abrochada burdamente por pijas en su culo y su vagina. Protestaba y gruñia ante los embates de los dos cartoneros y siguió asi unos momentos hasta que pareció calmarse y empezó a disfrutar. Y cómo lo empezó a disfrutar... Jamás había tenido dos pijas dentro de ella al mismo tiempo y la sensación, me dijo después, la superó completamente.


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El gordo era claramente el que marcaba el ritmo con sus pistoneadas rápidas y burdas, mientras que el de abajo hacía lo que podía para seguir penetrándole la concha a mi mujer. Todavía recuerdo esa imagen y no se trataba del placer de Mariana, que era visiblemente enorme. Era simplemente dos machos cogiéndose una hembra al mismo tiempo. Lo único que ellos querían era su placer, no el de ella. Fue lo mas cercano a una violación que vi en mi vida pese a los dulces y fuertes gemidos de placer de Mariana. No me quise imaginar en ese momento lo que debía ser si el gordo a veces decidía satisfacerse con el pendejito. Estaba seguro que debía suceder, pero lo aparté de mi mente.

El flaco que Mariana tenía abajo finalmente pudo acabar, con largos gemidos y topetones hacia arriba, llenándole la concha a mi esposa con otro lechazo de otro hombre. Gemía y se tensaba mientras sus manos se aferraban a las enormes tetas de Mariana y sus huevos se vaciaban dentro de ella. El gordo no paraba de llenarle el culo, jamás cambió el ritmo, siempre a la misma velocidad e intensidad. La cara de Mariana me sugería que ella estaba, al menos por un rato, en otro mundo. Que seguramente no sentía otra cosa que los pistonazos del gordo en su estrecho culo y su verga deslizándose una y otra vez hasta el fondo.

El flaco luego de unos momentos de quedar ahi se desprendió y se rodó a un costado, fuera del colchón. Se reincorporó y se fue a recuperar a una de las sillitas, tomando cerveza y mirando. El gordo y Mariana quedaron ahi en el colchón, pero por suerte no duraron mucho mas. El finalmente paró sus embates un momento y con una mano le presionó la espalda a Mariana fuerte, haciéndola aplastar su torso, sus tetas y su cara contra el sucio colchón. Ella quedó asi de rodillas y con ese culazo al aire, aun lleno de la pija del gordo. Sin sacársela, el gordo se le puso en cuclillas atrás y se la empezó a bombear de nuevo, ésta vez tratando rápido de acabar. La sujetó de su cinturita de avispa y le entró a dar casi sin piedad. Duro y rápido. El era el que tenía que acabar. Mariana nada mas era el agujero que necesitaba.

A ella la empecé a escuchar gemir de una forma que jamás la había escuchado y me impresionó. No era dolor, era placer, pero un placer profundo. Sus usuales chilliditos y gemiditos dieron lugar a unas quejas toscas, largas y placenteras, como si su voz se hubiese puesto mucho mas gruesa, casi disfónica, y la intensidad de sus largos gemidos cambiaba y ondulaba con cada empellón brutal del gordo en su culo. Súbitamente vi su cuerpo angelical sacudirse fuertemente, espasmos la recorrieron de pies a cabeza mientras seguía gimiendo igual de grueso y largo. Estaba teniendo un orgasmo anal inolvidable.

El gordo lo notó y los gruesos quejidos de Mariana lo hicieron finalmente acabar. Lanzó un bramido fuerte y grueso y dejó de bombearla, solamente enterrándole la verga en el culo a mi esposa hasta el fondo y vaciándose el también ahi. Chorros de su leche calentita debían estar esparciéndose por el intestino de Mariana, ayudando también al orgasmo hermoso que estaba teniendo.

El gordo luego de vaciarle los huevos en el culo, se desprendió y se paró, dejando a Mariana ahi en el colchón. Ella no se movió, quedó asi con el culazo en el aire y su torso contra el colchón, jadeando y recuperando la respiración. El gordo se rió y se volvió a su sillita, manoseándose aun la pija semi erecta ya, y vi al borrachin que se había cogido a Mariana primero levantarse y acercarse al colchón. Se ve que quería mas. El otro que Mariana había tenido abajo también se levantó y acercó. El borrachin se le puso atrás y sin diplomacia también le introdujo la pija en el ano, ya la tenía dura de nuevo aparentemente. Mariana solo protestó vagamente y empezó a gemir de nuevo. El otro flaco se le arrodilló al lado y le acercó la verga a la boca a mi esposa para que se la empiece a chupar.

Mientras la tenían asi de repente, de la nada, se escuchó un grito fuerte y unas puteadas a mi izquierda. El grito sobresaltó a todos, incluído yo.
"EH! EH CHE LA CONCHITUMADRE PARA! LARGA!!!!"

Me giré y lo vi a Benja, que había llegado finalmente al galpón y al entrar y dirigirse al fondo vio como los vagos le estaban recontra violando a su futura mujer. A su futura mujer y, hasta donde el sabía, su futura mujer y madre de su hijo. Benja ni me vió escondido ahi. Se les abalanzó con furia los dos que estaban con Mariana y lo empujó al que se la estaba cogiendo, quien atinó a salirse de mi esposa pero no a detener el empujón. Cayó al suelo y Benja se le echó encima en un torbellino de trompadas que el vago intentaba bloquear. El flaco que había quedado con Mariana se olvidó de ella y se le abalanzó a Benja por detrás, mientras que el gordo gritó algo y se paró de la silla, yendo hacia la trifulca también.
Yo salí de mi escondite. Era el momento. Era ahora o nunca y no podía fallar. Empecé a correr hacia el colchón donde estaba Mariana, quien también estaba a duras penas tratando de arrastrarse lejos de ahi, cuando por el rabillo del ojo vi a un quinto villero que estaba un poco mas lejos, que con el barullo y el griterío se había despertado y ya se estaba incorporando.

No tenía nada de tiempo, pensé, pero nada.

Llegué hasta donde estaba Mariana, a unos metros de la pelea, la agarré de un brazo fuerte, como pude, la puse en pie y empecé a correr tratando de arrastrarla hacia la salida. Ella todavía no se podía mover bien. Parecía estar recuperándose, pero no podía correr como yo por lo que bajé la velocidad y la asistí lo mas que pude. Por suerte le habían dejado las zapatillas puestas. Por suerte, también, estaba todo el mundo en esos segundos mas interesados en meterse en la pelea que ver donde había quedado Mariana. Cuando habíamos hecho ya varios metros y me pareció que la oscuridad del galpón nos cubría bastante, frené unos segundos y ayudé a Mariana a vestirse de nuevo, bajándole y subiéndole el vestido para cubrirla antes de salir a la calle. Mientras hacía ésto mire a la pelea en la distancia.

Eran tres contra uno. Benja, pese a su furia, no iba a poder hacer nada. El flaco lo había sujetado de atrás mientras el gordo y el borrachín lo estaban cagando a trompadas. Lo tiraron al piso y le empezaron a dar de patadas por todo el cuerpo. Vi a Benja ponerse en posición fetal, pero le seguían dando. Vi al otro villero, el quinto que estaba durmiendo, ya acercarse con un palo que había agarrado en la mano. Dudé mucho que era para ponerse del lado de Benja y defenderlo.

Arrastré a Mariana y como pudimos salimos rápido del galpón, a la calle y apuramos el paso lo mas que pudimos hasta casa.

Cuando por fin llegamos a nuestro departamento, por fin pude ver detenidamente a Mariana y no la vi tan mal. O al menos, no lo mal que yo en mi paranoia y desesperación por querer salir de ahi pensé que podía estar. Me hablaba bien durante el camino a casa, la notaba asustada, pero al pasar las cuadras la noté retomando el control levemente. Caminaba con alguna dificultad, pero me dijo que no estaba lastimada. Que era nada mas por el dolor de la cogida que le dió el gordo, que ya se le iba a pasar.

Sin dejar que me rechiste o se niegue, le saqué la ropa, le preparé un baño caliente y me metí con ella en la bañera. Limpiándola suavemente por todas partes y acariciándola. Tenía razón, mas que algunas manchas de mugre y algunos leves arañazos que se le habían producido naturalmente por todo el cuerpo gracias a todo lo que pasó, no tenía ningún golpe o corte. Me miraba con una dulzura y un amor mientras la bañaba y la limpiaba que nos quedamos ahi en silencio, los dos en la bañera. Yo cuidando y recomponiendo a mi esposa divina y ella mirándome con dulzura y enamoramiento en los ojos. La misma mirada que le hacía a Benja, pero ésta yo ya sabía que era cierta.

Le insistí, pese a sus protestas, que me deje revisarle el ano para asegurarme que no lo tenga lastimado. Finalmente accedió y pude ver que mas que lo "normal" que uno se puede llegar a imaginar que puede quedar después de una cogida tan fuerte, no le vi sangre o ningún corte. Si lo vi hinchado y, por falta de una mejor palabra para usar, visiblemente usado. También le insistí que en cuanto se pueda y sepamos que iba a dar resultado, que la iba a llevar a hacerse todos los testeos que haya que hacerse para asegurarnos que no se haya pescado nada venéreo.

Mientras yo la secaba y la vestía con su ropa cómoda para dormir, ella tomó el celular y bloqueó a Benja. Iba a quedar como que naturalmente ella llegó mas temprano, sus amigos abusaron de ella, se asustó por la situación y no quiere saber mas nada con el. Yo, por dentro, me preguntaba si Benja aun estaba consciente. O quizás hasta aun si estaba vivo.

Me dormí abrazado a ella en nuestra cama, y le hice prometer que nunca mas haría algo asi. Asi cai dormido, abrazado a ella. El tiempo de complacerme sería mas tarde, ahora tenía que estar ahi por Mariana y para Mariana. Me dormí pensando que por fin la saga de Benja había terminado.

O al menos, eso creía.

2 comentarios - Mi esposa, la puta del edificio - Parte 9

yojamas
Cada vez más interesante la cosa..