1
Todo comenzó cuando en la escuela nos enseñaron que un japonés Hasekura Tsunenaga había visitado mi pueblo hacía cuatrocientos años en la primera la primera misión diplomática que el país nipón hizo a Occidente.
Así fue como descubrí que mi apellido “Japón” provenía nada más y nada menos que de los samuráis que acompañaron a Hasekura y que decidieron quedarse en mi pueblo para emprender una nueva vida.
Esto me llevó durante años a investigar mis orígenes así fue cómo contacté con una familia en el propio Japón de hoy en día para preguntarles si algún antepasado suyo viajó a Japón y hete aquí que sí, eran ellos mis antepasados.
Nos estuvimos escribiendo emails y llegamos a conocernos a través de videollamadas, pero mi japonés era muy básico aunque podía entenderme con ellas en inglés.
Se trataba de una pequeña familia compuesta por los padres y dos hijas, en la que la madre, Miyuki era descendiente de uno de aquellos samuráis que se quedaron en mi pueblo y que dejó atrás a uno de sus ancestros.
Ella conservaba una carta que hizo llegar su padre a sus ancestros contándoles cómo era mi pueblo, hace nada más y nada menos que: ¡cuatrocientos años! Allí estaban los apellidos de una chica a la que había conocido aquí y que era uno de mis antepasados.
De modo que de alguna manera Miyuki, sus hijas y yo, descendíamos de un linaje común, el samurái que se estableció en mi pueblo para emprender una nueva vida tras un año y medio de travesía allá por el año 1614.
¡Cuando las vi a través de la pantalla no podía creerlo! Miyuki, la madre era un bellezón japonés. Una MILF con unas enormes bolas que ocupaban la parte baja de la pantalla de mi ordenador.
¡Qué decir de sus hijas! Rio y Yui. La primera era la más risueña y comunicativa, mientras que la segunda era más tímida y recatada. Ambas habían heredado los atributos maternos, convirtiéndose en dos bellezones de chicas japonesas con las que yo quería entablar amistad en mi caliente juventud.
Confieso que les dediqué de mis calenturas primaverales desde que nos conocimos en aquellas primeras video llamadas. Así cada poco establecíamos comunicación y nos íbamos conociendo.
Les caía muy bien y entre ellas casi se peleaban por hablar conmigo a solas, aunque por desgracia esto nunca ocurrió.
Pero lo más sorprendente fue cuando me propusieron, ¡que pasara las vacaciones con ellas!
¡No podía creerlo! Pero así fue como ocurrió, esto me llevó a hacerme el pasaporte y a realizar todos los preparativos durante casi un año para: ¡Mi verano en Japón!
Durante esos meses avancé mucho en mis estudios de japonés, al menos hablado, para poder comunicarme tanto con ellas como con locales japoneses como su padre, quienes no hablaban ni papa de japonés.
Miyuki era la excepción, pues ella emprendió estudios universitarios y aprendió inglés, al igual que sus hijas Rio y Yui.
¡No podía creerlo, iba a viajar a Japón un país fascinante y no solo eso, iba a conocer a mis bellas parientes japonesas!
2
El aeropuerto estaba atestado de japoneses cuando aterricé tras largas horas de vuelos. Todos los rótulos escritos en japonés me resultaban extraños, pero por suerte, bajo ellos estaban sus correspondientes traducciones al inglés, así fui capaz de orientarme y recuperar mi maleta y llegar a la zona de llegadas del aeropuerto, donde si todo había ido bien me esperarían mis parientes, pero por más que busqué no las encontré en un primer momento…
Sólo al rato vi a un tipo japonés con un cartelito donde estaba mi nombre, al acercarme me saludó en perfecto japonés y por lo que entendí era el marido de Miyuki que se excusaba por no haber podido venir a recogerme y que él me llevaría a su casa antes de salir para su trabajo. Así que me acompañó a su coche y me llevó por la autovía hasta su casa en las afueras de la ciudad de Osaka.
No hablamos más durante todo el trayecto, a mí me pareció raro, pero estaba impactado mirando por la ventanilla, ¡viendo aquel extraño país donde había aterrizado!
Paró en la que parecía ser su casa y llamó al timbre. Mientras esperaba un escalofrío de emoción me recorrió cada centímetro cuadrado de mi piel, ¡ya estaba allí! ¡Ya las conocería a ellas!
Con el corazón a punto de escapar por mi boca Miyuki apareció en el portal y me mostró su gran sonrisa haciéndome una semiflexión en forma de saludo que fue correspondida por mí igualmente.
Yo sabía, por mi profesora de japonés, que era muy importante no acercarme a ellas y darles dos besos como era costumbre en mi país, ya que los japoneses no se sienten cómodos con el contacto físico, así que era lo que había…
–¡Hola Toni-chan! ¿Cómo estás? –dijo en perfecto inglés.
–¡Bien, bien! ¡Miyuki-san! ¡Cuánto me alegro de verte! –dije en perfecto japonés lo cual sorprendió no solo a ella sino también a su esposo.
–¡Hablas japonés, qué sorpresa! –dijo en prefecto japonés mostrando una amplia sonrisa y haciendo otra flexión.
–¡Un poco, solo un poco! –contesté correspondiendo su flexión y su sonrisa con la mía–. ¿Y Rio y Yui, no están? –pregunté nervioso.
–¡Sí, claro que están! ¡Rio, Yui, ya ha llegado! –dijo girándose hacia la casa y elevando un poco el tono de voz.
La primera en aparecer fue… una chica rubia que no recordaba para nada. ¡Quedé estupefacto! Cuando la miré a los ojos y esta me sonrió la reconocí.
–¿Rio, eres tú?
–¡Claro quien si no tonto! –dijo ella sonriéndome con su forma de hablar un tanto brusca.
–¿Te has teñido el pelo? ¡Te queda genial! –le pregunté en inglés.
–¡Ah si! –dijo sonriendo y poniéndose algo colorada, lo cual contrastaba con lo echada para adelante que fue antes en su contestación.
–¡Toni-kun! ¿Eres tú? –dijo una vocecilla detrás de ellas abriéndose paso.
–¿Yui? –dije yo aunque la había reconocido perfectamente.
Recatada y sensual, ¡hum! Hice la flexión correspondiente de saludo y ella la correspondió junto a su sonrisa.
–¡Debo irme o llegaré tarde! –interrumpió el marido.
–¡Ah, ok cariño ve a tu trabajo! –dijo la esposa.
Así quedé solo en la entrada de la casa, frente a Miyuki, Rio y Yui, ¡no podía creerlo! Discretamente miré sus bustos y me deleité con su belleza.
–Estarás cansado del viaje, ¡anda pasa! –dijo Miyuki invitándome a entrar.
–¡Si pasa te enseñaré toda la casa! –dijo Rio al instante.
–¿Tú Rio? ¿No llegas tarde a tus clases de recuperación? –dijo Yui.
–¡Oh, si! ¡Qué despiste! –contestó Rio.
–¡Ay Rio, tú siempre igual! Anda ve a clase, nosotras enseñaremos la casa a Toni-chan.
Así comencé mi pequeña aventura japonesa en aquella mañana en aquel extraño país…
3
Pasamos al salón de casa, este era pequeño, había una mesa baja y unos sofás, estilo occidental para relajarse mientras se veía la tele.
–¿No estás cansado? ¿Quieres echarte un rato? –dijo Miyuki.
–¡Oh, no, he dormido en el avión! Prefiero aguantar un poco y acostumbrarme a vuestro horario, ¡gracias! –dije yo servicialmente.
–¡Estupendo! Ven te enseñaré la casa –dijo Yui invitándome a seguirla.
Con gracia fue dando saltitos delante mío y me enseñó desde la cocina hasta los cuartos. La casa era pequeña, pequeñas habitaciones, pequeñas camas, ¡parecía la de un hobbit!
Finalmente llegamos a su habitación y allí nos sentamos.
–¿Quieres oírme tocar el piano? –dijo Yui.
–¡Oh, claro! ¡Me encantaría!
De modo que Yui tocó para mí, lo hacía bastante bien he de admitirlo. Cuando terminó aplaudí y ella se emocionó haciendo una flexión como si fuese su público.
–Me dijiste que te habían quedado las mates, ¿verdad?
–¡Oh si! Tengo que estudiar para septiembre –dije yo.
–¡Yo soy muy buena en mates! Si quieres puedo ayudarte por las mañanas.
–¿Ah sí? ¡Sería estupendo! –dije yo emocionado.
–¿Quieres que empecemos hoy?
–¿Hoy? –pregunté sin muchas ganas–. ¡Hum, vale! –dije pensando que no tenía nada mejor que hacer y así estaría junto a Yui.
Estuvimos estudiando un poco en una pequeña mesa, lo que no dejaba mucho espacio para los dos así noté el roce accidental de sus pechos en mis codos y fue… ¡uf! ¡Qué pasada! Nunca noté unos pechos tan suaves, bueno, en realidad, ¡nunca noté unos pechos en mis codos! –pensé para mis adentros.
Creo que ella se dio cuenta que miraba su escote, llevaba una camisa blanca con pliegues y cuello a la barca que dejaba ver su canalillo igualmente blanco nacarado. Sus pechos debían ser de porcelana y sus pezones los coronarían como fresas en una montaña de nata, ¡hum!
Cuando terminamos el estudio bajé y vi a Miyuki entrar a la cocina. Como quería agua fui tras ella y le pedí un poco de agua.
–¡Oh claro, aquí tienes Toni-chan! –dijo servicialmente.
Tomé el vaso y lo bebí de un trago. Luego respondí con una flexión para darle las gracias. Maldito protocolo japonés, ¡lo que me apetecía era darle dos besos y abrazarla!
–¿Vas a fregar los platos?
–¡Oh si, los del desayuno! –dijo Miyuki.
–¿Puedo ayudarte?
–¡Oh no tienes que molestarte!
–¡Insisto! –dije yo tratando de pasar tiempo con Miyuki.
Al final aceptó y estuvimos fregando juntos en una cocina tan estrecha que dos personas no cabían con amplitud al cruzarse, esto provocó que al pasar tras ella rozase su trasero con mi paquete y sintiera la suavidad de sus curvas en lo más íntimo. ¡Uf! ¡Qué culazo! –pensé al verla.
–Lo siento, está todo muy estrecho aquí, ¿verdad?
–¡No importa! –dije yo.
–Las casas en tu país son más grandes, ¿verdad?
–Bueno si, un poco más grandes –dije yo.
–Me muero de ganas de visitar tu país, el próximo año me gustaría ir a verte allí.
–¡Eso está hecho! –dije yo despertando su sonrisa.
Mientras yo fregaba ella secaba los platos, lo que unido a lo estrecho de la cocina me permitió observar su escote en pico donde su canalillo se hundía en unas tetitas tan blancas como las de Yui. ¡Uf! ¡Tendría que hacerme algo ese día o no pasaría del primero ante tanta belleza exuberante japonesa!
Al terminar fui al salón y estuve viendo un rato la tele con Yui mientras Miyuki preparaba el almuerzo.
Fregando platos con Miyuki me enteré de que su padre trabajaba todo el día y llegaba tarde a casa siempre así que, ¡comeríamos solos ellas y yo!
Llegó Rio de sus clases de recuperación y se unió a nosotros viendo la tele en japonés, no me enteraba mucho pero bueno, estar sentado en aquel saloncito junto a Yui y Rio era un sueño cumplido.
Comimos mientras no paraban de preguntarme por las costumbres de mi país o cómo era mi pueblo, las casas, la gente y quedaban maravilladas por mis descripciones, que aunque escuetas en inglés, las dejaban perplejas.
Así llegó la tarde y pensé en ir al baño mientras Yui y Miyuki dormitaban en el salón, al entrar oí el agua de la ducha…
¡Era Rio que se estaba duchando! Pero yo tenía ganas de hacer pis así que me senté y lo hice discretamente en la taza del váter pensando que no se enteraría.
Cuando hube terminado de repente vi sus bragas en el cesto de la ropa y fue algo casi inconsciente. Las cogí y las olí.
¡Hum! Rio, no podía pensar en otra cosa que su sexo acariciando la blanca tela de algodón. Aunque sea algo escatológico olían levemente a pipí de Rio y esto me excitó tanto que mi erección creció ineludiblemente allí abajo.
Pero, ¡oh sorpresa! Entonces la puerta corredera de la mampara de ducha se movió y salió Rio envuelta en una toalla.
De inmediato solté sus braguitas dejándolas caer al suelo y me incorporé subiéndome los calzoncillos y el pantalón al mismo tiempo.
–¡Oh Rio, es que no podía aguantar!
–¡Oh Toni-kun! ¡Tranquilo, no pasa nada! –dijo ella mientras salía de la ducha.
Pulsé el botón que dejaba salir el agua y esta corrió por el inodoro dejándolo de nuevo blanco y llevándose mi pis.
–Toni-kun, ¿son estas mis braguitas? ¿Las que tenías en tus manos hace tan solo un momento? –oí mientras quedaba petrificado.
–¡Yo, pues…! –dije muy alterado.
Rio se agachó y las recogió del suelo donde traté de ocultarlas.
–¡Vamos confiesa tonto! ¿Las oliste verdad?
–¡Rio, yo no quería hacerlo pero…! –dije sin encontrar una excusa que sonase convincente en mi cabeza.
–Tranquilo, sé que los chicos de tu edad se la pelan a diario, mis amigos también lo hacen. Si quieres me marcho y te dejo con ellas para que las disfrutes –dijo sonriente.
–¿Yo, y por qué no te quedas? –le dije sin poder creer que aquellas palabras saliesen de mi boca en japonés.
–¿Quedarme?
–¡No sé, a lo mejor puedes ayudarme con mi problema! –dije mostrándole mi erección hasta entonces disimulada con una mano en mi bolsillo.
–¡Hum Toni-kun! Esto suena insolente, pero solo te ayudaré a pelártela. Siento curiosidad por ver una verga extranjera… –añadió.
Así Rio me hizo pasar a la ducha y me obligó a ducharme mientras me miraba. Mi cuerpo era barbilampiño, pues soy muy blanco de piel y ella se deleitó viendo como el agua resbalaba por mi blanca piel.
Luego me hizo sentarme en el suelo y ella se colocó a mis espalda abriéndose la toalla sentí sus senos contra mi piel y temblé de emoción…
–¡Tranquilo no te vayas a correr aún! ¿Te gustan mis tetas?
–¡Sí, sí! –asentí a la vez con la cabeza.
Entonces su mano agarró mi pene por la base y tirando de él hacia abajo lo descapulló y maliciosamente se asomó por encima de mi hombro para verlo.
–¡Es bonita! –susurró en mi oído provocándome muchas cosquillas.
Acto seguido comenzó a masturbarme suavemente y poco a poco fue acelerando el ritmo para luego parar y mientras tanto restregarse contra mi espalda, sintiéndola yo gemir desde atrás.
–¡Ay Toni-kun! Te imaginas qué diría mi madre si entrase ahora y nos pillase, seguramente te mandaría de vuelta a tu país en el primer vuelo… –me confesó entre susurros.
–¡Uf, esperemos que eso no pase!
–¡Ay los chicos sois tan sencillos! –dijo a mi espalda–. Tan solo cogiéndonos la cosita y sacudiéndola os corréis y os quedáis relajaditos como corderitos.
–¿Si, has hecho más pajas?
–¡Si claro! Mis amigos tienen sus necesidades y me gusta complacer. Si quieres puedo masturbarte cuando lo necesites, pero siempre que seas discreto y mis padres no sospechen nada.
–¡Oh claro sí! –dije levantando la voz lleno de emoción hasta que Rio me la tapó con su mano y la bajé para no ser oídos.
Así aquella tarde Rio me masturbó y se divirtió cuando mi leche salió a borbotones en la ducha aclarando el desaguisado con el agua de ésta hasta que mi lechecita se marchó por el desagüe…
–¡Bye, bye cumshot! –susurró Rio a mi espalda.
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Así comienza Mi Verano en Japón, unas memorias muy especiales y calientes con una familia japonesa tan osada como pervertida, desde las hijas hasta la adorable madre. Si no te la quieres perder está publicada en Amazon y Kindle Unlimited!
0 comentarios - ¡A mis parientes japonesas les gustan bien tiesas!