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Mi esposa, la puta del edificio - Parte 7

Pasaron unos cuatro días desde la visita de los cartoneros y nada mas ocurrió. Tuvimos una semana tranquila. Quizás demasiado tranquila, por lo menos para el gusto de Mariana, ya que Don Julio estaba ocupado con su nueva noviecita y Mariana me había dicho que no le había surgido nada. Asi que nos dedicamos a trabajar y descansar, pero yo ya sabía que la notaba empezándose a aburrir, sobre todo mientras se acercaba el fin de semana en la que ella se había acostumbrado en éste último tiempo a salir por ahí con Soledad o verse don Don Julio de alguna manera.

Pero esas épocas parecían haberse terminado y si bien ella me decía que estaba todo bien, que no la molestaba, sabía que por lo menos la aburría.

Un Miércoles a la noche habíamos cenado tranquilos y ya estábamos los dos en la cama, era bastante temprano. Los dos estábamos sentados, apoyando nuestras espaldas en la cabecera. Yo estaba con mi laptop encima, terminando unas cosas para el trabajo y Mariana estaba al lado mio, hombro contra hombro, con el corpiño de noche que tenía puesto que apenas le sostenía los pechos, el que me encantaba.

Mientras yo trabajaba ella estaba en silencio. Tenía el celular en la mano, pero sin desbloquear. Estaba tocándolo rítmicamente con sus dedos, mientras tenía la mirada perdida en algún lugar. Los que no la conocen pensarían que estaría distraída, pero yo sabía que no era asi. Estaba pensando algo.

Luego de un largo silencio me dijo, “Querés jugar?”
Yo me saqué los lentes de leer y la miré, “Hmm? Jugar a que?”
“A pescar”, me dijo.
“A pescar?”, me extrañé y la miré mas detenidamente, ella también me miró.
“Si, papá nos llevaba cuando éramos chicos por Zárate, a pescar”, me dijo, “A mi hermano le gustaba, pero a mi me embolaba. Igual aprendí un montón.”
“Okey…”, le dije, sin entender mucho.

Mariana me sonrio dulcemente y se acurrucó un poco contra mi costado, cariñosamente. Yo le puse un brazo alrededor de los hombros y le acariciaba tranquilamente la piel de uno de sus pechos con la punta de mis dedos. Desbloqueó el celular y vi cómo lo empezó a mensajear a Benja, el cartonero. A mi me dio curiosidad que era lo que iba a decirle, por lo que miraba con atención. Por suerte ya me había acostumbrado a tener el celu muleto bien guardado y silenciado mientras estaba en casa con ella. No quería sorpresas desagradables con lo bien que nos estábamos llevando. Sabía que en algún momento eso tenía que terminar, pero casi como alguien que tiene que largar el cigarrillo o el alcohol, y sabe que lo tiene que hacer, nunca lo hace. Un rato después, por supuesto, saqué las capturas para tenerlas.


Mi esposa, la puta del edificio - Parte 7

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Mi esposa, la puta del edificio - Parte 7

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Yo me reìa y la miré con una mezcla de admiración, encanto y enamoramiento.
“Esa foto en el baño se va a dar cuenta que la sacó alguien mas…”, me cagué de la risa por lo bajo. Nos habíamos escapado al baño, ella se desnudó y me hizo sacarle esa foto para mandarle. Volvimos rapidito para la cama y nos tapamos de nuevo, cómplices.
“Que va a saber… “, se rió conmigo, “Vos te pensás que se va a estar fijando en eso.”
“Mirarla la miró… mirá como acabó”, le dije.
“Mmm. Siii.”, se sonrió mirando la foto de la verga enlechada del villero.

Estuvimos asi un ratito, revisando el chat ida y vuelta. De repente la miré y le pregunté directamente.
“No pensarás hacerlo, no?”
“Que cosa?”
“Ir ahí. A los galpones, donde te dijo.”, le contesté.
Mariana se sonrió y miró de nuevo el chat, “Puede ser… lo estoy pensando… creo que si.”
La miré fijo y seriamente, “Estás segura? Me parece que puede ser muy peligroso eso. No me convence la idea.”
Me dijo con calma, “Seguro es peligroso, pero es peligroso si no estás preparada.”
Me sonreí pese a mi preocupación y me giré un poco para mirarla en la cama, con mis brazos cruzados, “Ah, mirá vos. Y vos estás preparada? De repente te hiciste tumberita?”
Mariana se cagó de la risa, “No, amor, sabés que no.”
“Y entonces? Cuál es tu preparación?”, le pregunté.
Se sonrió con una muequita y bamboleó el celu en su mano, mostrándomelo, “Esto. Este chat. Bueno, y lo que hice el Sábado cuando vinieron.”

Pensé lo que me dijo, mirándola en silencio. Me giré en la cama y la seguí mirando. Las líneas de su cara preciosa, sus labios, sus ojos… pero que había detrás de ellos? Finalmente le dije.
“Explicame”
“Que cosa, amor?”, me preguntó
“Como hacés. Que pensás. Cómo pensás.”, le dije.
“De esto? De lo de Benja?”, yo le asentí, “Por? No confias en mi?”
La frené, “Por supuesto que confío. Creéme. Pero nada mas quiero entender. Como funcionas.”
Se rió finito, “Ay Juan Carlos, me estás haciendo sentir vergüenza…”
Le sonreí cálidamente y la animé, “Déle, Doctora, cuénteme. Inícieme en su mundito.”
Mariana se colgó unos segundos mirando el celular mientras pensaba, finalmente comenzó a hablar y a contarme.

“A éstos pibes… a ésta gente… no se les puede ir de frente. Hay que tratarlos con mucho cuidado, porque pueden ser peligrosos”, me dijo y le asentí, “Viven en un mundo muy difícil, muy duro, y eso los pone siempre a la defensiva. Todo el tiempo.”
“Entonces?"
“Entonces no puedo irles de frente, de puta.”, me dijo, “Si, obvio, si les voy de puta obvio que me cogen. Pero es peligroso porque les estoy dando el control a ellos, me entendés?”, yo lo asentí, “Yo tengo que estar con el control de la situación todo el tiempo. Si los dejo a ellos tenerlo, ahí es peligroso.”
“Okey…”
“Entonces hay que ir despacio. Tranquila. Hacer que ellos te quieran a vos, y no al revés. Convertirse en algo que ellos quieran y que quieran cuidar. O por lo menos, no lastimar. Tienen tan poco que en cuanto logran tener algo, lo van a cuidar.”, me dijo.
“Eso no lo termino de entender…”, le respondí.”
“Claro, amor”, me miró suavemente, “Yo me tengo que convertir, no en la puta, sino en la mina que ellos quieren y se creen que levantaron. Asi es como me cuido, me rodeo de eso como una armadura. Si fuese una puta, sería descartable. Viven rodeados de putas. Pero si soy la mina que no es puta y que se levantaron, y logro hacerles creer que ellos lo hicieron…”, me sonrió.
Yo le asentí con otra sonrisa, “Claro. Ahora entiendo.”

Mariana se sonrió un poco mas, “Pero bueno… una mina es sólo una mina. Yo tengo que ser LA mina, entendés? La especial. La que no se consigue nunca. La figurita difícil que les cae de repente en la mano y no saben que hacer. Entonces les hice el cuentito, el Sábado cuando estuvieron aca y ahora a Benja por chat.”
“Que cuentito?”, le pregunté.
“Cómo, no lo viste?”, se rió, “El cuentito de la mina inocente y tierna. Buenaza al punto de casi boluda. Que no se da cuenta de las cosas. La mina que ya se dieron cuenta que en cuanto la apuran aunque sea un poquito, le sacan lo que quieren”, me dijo, “Ah, y obviamente, la frutilla del postre… que la mina está forrada en guita, que está muy triste, abandonada por el marido… que está lista a punto caramelo de frustración para que venga el macho pistola adecuado y se la robe. Y la trata como el marido nunca la trató, y la hace feliz, la excita con cosas que la mina nunca sintió, y la mina se rinde a sus pies…”, se sonrió.

La miré azorado, con una sonrisa amplia. Pocas veces me había sentido mas enamorado de Mariana. Finalmente le dije “Que hija de puta que sos, no se cómo hacés…”
Mariana se rió alegremente, “Pero hay que tener cuidado igual. Por ejemplo, no les puedo decir que tengo guita. Si, ya lo saben, ya lo vieron, pero ni tengo que tocar el tema. Que sientan que tengo tanta guita que ya ni pienso en eso. No se la tengo que refregar en la cara, lo único que haría eso es ponerlos mal y agresivos. Como que los estuviera gastando. Lo tienen que ver ellos solos, ver cómo a mi no me importa la guita, que me importan ellos, y mientras tanto que piensen y repiensen como llegar a esa guita. La conclusión lógica es que para llegar a esa guita, me tienen que tratar bien. Sino me espantan y se la pierden.”
“Que lo parió…”… sólo atiné a decir.”
“Otra cosa también es que me tengo que mostrar enamoradita. Boludita y enamoradita.”, siguió Mariana, “Como que los veo a ellos… como un escape primero, de mi vida solitaria y aburrida. Un escape de mi abandono y mi frustración con mi vida. Y en cuanto les muestre, o lo noten ellos… si logro hacerles creer que me complacieron sexualmente como nunca nadie lo hizo antes…”, yo me reì bajito cuando dijo eso, “… y que yo ya caí perdidamente enamorada… bueno, eso sella todo ya. Sellado, firmado y yo ya estoy segura.”

Me reì y la besé dulcemente, “Que clase magistral. Sos increíble.”, le dije
“Gracias mi amor”, me sonrió y me derritió, “El problema viene al final. Cuando llega el momento que tenés que cortar y tirar abajo todo eso que construiste…”
“Claro…”
“Pero bueno, eso viene mas adelante. Veremos.”, dijo, “Entonces asi se juega a la pesca.”
“Asi?”
Me miró dulcemente, “Cuando el pez es grande o muy agresivo, cuando lo enganchás lo tenés que dejar que se canse primero. Y cuando está cansado lo sacás como querés, mas fácil.”
Me quedé un rato pensando, mirándola mientras usaba su celu con otras cosas hasta que le dije, “Y… si se llega a dar que no querés cortar? Que de tanto hacerte la enamorada, te enamoraste?”
Dio vuelta la cara y me puso un gesto silencioso, mirándome fijo y algo molesta. Ese gesto ya lo conocía, de tantos años con ella. Quería decir, básicamente, “Mirá la pelotudez que acabás de decir.”

Al dia siguiente Mariana le mandó un mensaje a Benja, que había decido ir a verlo al galpón ese Viernes. Que no se podía quedar mucho tiempo, que básicamente se estaba escapando de nuestra casa para verlo un rato. A Benja se lo notó muy feliz en los mensajes y le pidió mas fotos. Mariana sólo le mandó una mas. La muy hija de puta le mandó ésta:


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Llegada la noche del Viernes, yo ya estaba por demás excitado. Un poco preocupado y con miedo, si, de lo que podía haber en ese galpón, pero la excitación y el morbo lo podía mas. Mariana me había pedido naturalmente que la acompañe, al menos discretamente hasta el galpón y habíamos arreglado que una vez adentro me iba a mandar un mensaje diciéndome cómo estaba la cosa, si estaba segura o no, y si había visto alguna forma para mi de meterme y espiar sin ser visto. Quedamos seriamente en que si ella notaba algo raro o decididamente peligroso, o en cualquier momento no se sentía con el control de la situación, que se vaya como pueda y si, Dios no lo quisiera, no se podía ir, que iba a aparecer yo y sacarla. También le había pedido a Benja que la espere afuera del galpón, a las 11:30, para recibirla y que ella vea que el estaba ahí, que no se iba a meter a ciegas al galpón, a lo cual Benja accedió gustoso.

Mariana esa noche se había puesto zapatillas y su conjunto de aerobic – unas calzas y un top de lycra verdes flúo, por supuesto bien ajustados. Las calzas le marcaban las amplias nalgas y su increíble raya de una manera despampanante, mientras que el top le ceñia el busto y se lo mantenía firme. Arriba se había puesto solamente una camperita de aviador, inflada y blanca, pero de esas muy cortas, que apenas le cubría hasta el ombligo y no pasaba de ahí. Llegada mas o menos la hora fuimos bajando, nos besamos dulcemente en el ascensor y le di ánimo, por si lo necesitaba, a lo cual Mariana me sonrió y dijo que apreciaba mucho el gesto, que se sentía mas segura estando yo cerca, que sólo saberlo ya la hacía sentir asi.

Salimos del edificio y ella comenzó a caminar las cinco cuadras que nos separaban de los galpones. Ella por una vereda y yo, prudencial y discretamente, unos treinta metros atrás de ella por la vereda opuesta, mirándola fijamente y siempre atento por si pasaba algo. Ya la veía que se había puesto y caracterizado en su personaje, o por lo menos estaba usando éstas cinco cuadras para hacerlo. Luego de un par de cuadras cambió su forma de caminar un poco, no sabría cómo explicarlo pero era distinta, y caminaba con los brazos cruzados por sobre su pecho, dando una imagen de temerosa. Un par de veces la vi darse vuelta y verme, para asegurarse que yo estaba ahí, pero no me hizo ningún gesto o seña. Solamente quería la certeza de verme.

Para pasar el rato yo ya había tratado de ver los galpones en Google, pero no se podía ver mas que el edificio propiamente dicho, abandonado desde ya hacía muchos años, tapiado, vallado y obstruído con carteles publicitarios por todo su alrededor. Era un galpón enorme, realmente. Cuando funcionaba hacía muchos años supo ser un garaje de una empresa de transporte de camiones de carga. Estaba situado en un terreno muy amplio, su lado mas largo ocupaba casi toda una cuadra de esquina a esquina. Por encima de todos los vallados y tapiales que tenía a su alrededor se veían las paredes viejas y dañadas con partes aun de revoque y otras partes de ladrillo a la vista o cemento. Por encima de todo, un techo muy alto de chapas de zinc y el esqueleto de hierros y vigas ya hace tiempo oxidadas que lo sostenían. En algunos lugares faltaban algunas chapas, pero dentro de todo aun estaba bastante techado.

Al llegar al lugar, vi la figura de Benja en la vereda, en zapatillas, bermuda, remera y gorrita, esperando a Mariana como había prometido. No había entradas al galpón, al menos no que yo pudiera ver a simple vista y además estaba mas preocupado en prestarle atención a Mariana. La noche estaba muy oscura y las veredas alternaban luces y sombras. Al menos lo vi a Benja esperando en un sector mas o menos iluminado.

Mariana se acercó y vi que se saludaron con un beso en la mejilla, ella sin dejar en ningún momento de tener los brazos cruzados y mirando seguido a su alrededor. Yo me detuve a unos 20 metros en la otra vereda, ayudado por un parche oscuro de sombra de un frondoso árbol que tapaba la luz de la calle. No podía escuchar nada de lo que decían. Hablaban muy bajito y lo único que escuché un par de veces fueron las risas de uno o de otro. A Benja lo noté visualmente relajado y bien, mirándola a Mariana constantemente y sonriéndole mientras hablaban vaya a saber uno que, mientras que a ella no le vi cambiar la actitud nunca – temerosa, mirando a su alrededor, pero también no le molestaba estar muy cerca de Benja mientras hablaban.

Hablaron por unos diez minutos ahí en la vereda, que me parecieron una eternidad. En un momento veo que el villero se le acerca un poco, le pone sus dos manos en los hombros y le da un largo beso pero en la mejilla, luego de decirle algo. Mariana luego de un momento asintió y Benja se dio vuelta, tomando el borde de uno de los pesados y grandes paneles publicitarios que rodeaban todo el galpón, lo movìó con algo de esfuerzo y lo dejó con una abertura hacia el interior. El tipo tenía fuerza, pensé, por lo que debía pesar ese panel. Lo vi entrar, seguido de Mariana, y mi corazón empezó a latir fuerte cuando desaparecieron de mi vista. Por suerte para mi, o quizás porque el villero estaba mas preocupado por Mariana, dejó la abertura asi como estaba sin cerrarla de nuevo. En teoría, podía entrar cuando quisiera.

Yo esperaba y esperaba, las manos me empezaron a sudar. El mensaje de Mariana no llegaba. No llegaba nunca. Parecía el hombre que estaba mirando la pava hervir y no hervía nunca, me empecé a desesperar. No la veía a mi esposa, no escuchaba nada de adentro y no podía ver que estaba pasando. Pasaron mas de diez minutos que se me hicieron verdaderamente eternos y excruciantes. Hasta se me cruzó por la cabeza llamar a la policía, que entren ahí y que se acabe todo antes que imaginarme…
Por suerte ahì finalmente me vibró el celular y respiré, era el mensaje de Mariana:

“Podes entrar. Hay lugar para vos. Estamos tipo a tu derecha adentro. Hay chapas y cosas. Tene cuidado no se ve nada. No hagas ruido.”

Crucé la calle corriendo, llegué a la abertura, pispeé un poco a la oscuridad de adentro y me metí sigilosamente, inmediatamente agachándome un poco y buscando para donde rumbear. Cuando se me acostumbraron los ojos vi que el galpón por adentro parecía gigantesco. Era una gran playa de estacionamiento de cemento, con algunas construcciones que en su momento habrían funcionado como baños, casillas y oficinas, contra una de las paredes. Algunas luces de la calle se dejaban entrever entre los huecos de las chapas de zinc, permitiendo algo de iluminación en la gran penumbra. Los vi como a unos diez metros, contra la pared a mi derecha y también vi un rejuntado de cajas de madera y de cartón, y otras grandes chapas de zinc, entre las cuales me podría refugiar y acercarme sin ser visto. Al fondo del galpón, como a unos setenta metros que en la oscuridad parecía lejísimo, estaba el grupo de los otros cartoneros. Algunos tirados durmiendo y otros sentados en banquitos charlando alrededor de un chulengo humeante. Me pareció escuchar los leves tonos indistinguibles de un celular pasando música en la lejanía. El villero había dicho la verdad, se podían alejar y ninguno de los otros los iban a joder salvo que vengan para éste lado.

Me asenté en mi lugar de espía y comencé a mirar y a escuchar. Como había dicho Benja se habían parado atrás de una especie de recoveco y pared, fuera de la vista de la mayor parte del playón. El estaba apoyado con comodidad con la espalda contra la pared, tomando de una lata de cerveza que le había pedido a Mariana que le lleve, mientras mi mujer estaba frente a el, cerca, todavía de brazos cruzados aprisionándose con su camperita, mirando a todos lados. Lo que pude escuchar fue una conversación ya empezada.

“… es que no me siento bien, Benja”, dijo Mariana mirándolo
“Bueh pero contame que te pasa…”
“No me gusta éste lugar. Podemos ir a otro lado? Me da miedo, te dije.”
“Y yo te dije que no pasaba nada… por que no me creés?”, le contestò.
“No es que no te crea es que…”, Mariana suspiró, “No tendría que estar aca. Estoy muy nerviosa.”
“ 'toy yo aca, no te va a pasa’ nada, te juro.”, le sonrió Benja
“Y si viene alguien?”, preguntó Mariana
“Nah, lo’ vago’ ‘tan allá, tranqui. Ni nos ven.”, se rió el villero y tomó un sorbo de cerveza, ofreciéndole la lata a Mariana quien se negó, “Que le dijite al cuerno?”
Mariana suspiró, “Le dije que me iba a ver a una amiga que vive aca cerca. Pero no tengo mucho tiempo. No puedo volver muy tarde.”
El villero la miró y estiró los brazos, acercando a mi mujer contra el y dándole un estrecho abrazo por sobre los hombros. Escuché a Mariana suspirar de nuevo y luego sin dejar de tener los brazos cruzados, se acurrucó un poco contra Benja y le apoyó la cabecita entre el pecho y el mentón. Benja le dio un largo beso en el pelo y le acariciaba la espalda por sobre la camperita.


Luego de unos momentos en silencio, Mariana pareció relajarse un poco, quitando su cabeza del pecho del cartonero y mirándolo a los ojos desde abajo, ya que Benja era un poco mas alto, “Me hace bien que me abrazes… se siente bien…”, le sonrió un poco.
Benja le sonrió de vuelta y se quedaron mirándose a los ojos un rato que me pareció largo, hasta que finalmente Mariana dejó de cruzar sus brazos y los colgó alrededor de los anchos hombros y el cuello del cartonero, quedándose asi mirándolo, como admirándolo. Parecían dos adolescentes enamoraditos.

Pronto Benja deslizó sus manos para abajo y la tomó de la cinturita, entre su top y las calzas, apenas por encima del culo, frotando y sintiendo la piel sedosa de Mariana, “Dame un beso”, le dijo mirándola, “Pero no un beso como el que te di yo el otro dia… de calentura… no, dame un beso bien, mami.”
Mariana largó una risita, “Que es un beso bien?”
“Un beso bien. Un beso de amor.”
Mariana lo miró con una dulzura inusitada, como si perdida en los ojos del villero que la abrazaba, o al menos esa era la actuación, pensé. Se puso un poco en puntitas de pie y le dió un beso suave, dulce, largo y placentero, que Benja le respondió apasionadamente, su lengua disfrutando el amor que le brindaba la boca maravillosa de mi mujer. Sus brazos la estrecharon mas contra su cuerpo y comenzó a amasarla, mientras que el beso pronto se convirtió en uno mas profundo, ambos gimiéndose en sus bocas mientras que las lenguas jugaban unas contra otras.

De repente, sin dejar de besarlo, escuché a Mariana tomar aire largo y fuerte por la nariz, presionándose ella misma contra Benja y profundizando su beso, entregándose a el y empujándole inevitablemente las tetas contra el pecho. Una de sus rodillas desnudas comenzó a frotarlo a Benja contra su pierna, mientras que las manos del cartonero instintivamente bajaron hasta el culo precioso de Mariana, tocándolo por todos lados mientras ambos gemían y gruñían sin romper su delicioso beso.

Benja dejó de besarla y escuché a Mariana jadear, recuperando el aire, mientras el villero le hundió la cara en el cuello, besándoselo y lamiéndola bastante fuerte. Mariana se aferró a la nuca de el y le gimió… “Ay… ay… no me dejés marcas!”
El villero se rió y siguió amándole el cuellito suave y delicado a Mariana, que realmente le debía parecer un manjar, “… que rico perfume tene’… que buena que ‘tas….”, le dijo y llevó una mano hasta una de las tetas de Mariana, estrujándosela, “… me volve’ loco mi amor….”
Mariana tenía los ojitos cerrados, acariciando la nuca de Benja y disfrutando mucho como la besuqueaba y manoseaba, “Ay … diossss….”, susurró, “Pará por favor, Benja… aahhh.. me estás calentando mucho… no podemos…”
“Si podemo…”, murmuró Benja aun con el rostro hundido en el cuello de Mariana y vi como llevó una de sus manos de la nalga de Mariana hasta sobre la raya, deslizándoselo entre las nalgas groseramente y encontrándole el ano, lo que hizo chillar y sobresaltar a ella, aun aferrándose a el
“Ay! No! Pará Benjaaaa…. “, dijo en voz baja.
“Que pará! No te gusta?”, le dijo mientras siguió sintiéndole el ano con la punta del dedo, hundiéndole la tela de la calza bien dentro de la raya.
“Sssiii…. “, le suplicó Mariana, “Me encantaaaa… pero no podemosss… por favor…”

El villero la empezó a besar de nuevo, hambrientamente, y ella le respondía igual. Benja llevó sus dos manos ahora sobre los pechos enormes de Mariana, estrujándoselos fuerte lo que la hizo gemir profundo en su boca. Mariana cortó después de unos largos chupones y le dijo “… diosss…. Que lindo que besas… que lindo que me abrazas… que lindo que me tocás….”
“Viste mami…”, le dijo Benja, “Nunca vi una mina como vo’…”
“Nadie me toca como vos… mmmm….”, le dijo Mariana mientras lo acariciaba y lo besaba. Al villero debía estar por explotarle la pija, pensé, porque a mi ya me estaba explotando, pero no me quería arriesgar a masturbarme en éste momento y en éste lugar, me la tenía que aguantar.
“Y nadie te va a coge’ como yo, hermosa…”, le dijo Benja.
“Aaayy… como quisieraaaa… “, le susurró Mariana, los dos ya estaban manoseándose fuertemente por todos lados y pronto le vi a los dos tocarse el uno al otro entre las piernas, sintiendo sus sexos, “… pero no puedoooo….mmmm..”
Benja le gruño, uno de sus fuertes brazos la apretó por la cintura, aun mas contra el si eso era posible, “Sabe’ como te pongo contra la pare’ y te recontra cojo…. ‘toy que exploto mami….”
“No Benja no puedo… estoy casada….”, protestó Mariana frotándole la verga a Benja por sobre sus bermudas, “aparte… mmmm… es incómodo aca… nos van a oir….”
“Nadie nos oye”
“Es incómodo igual…”

Benja se cansó de las protestas de Mariana, la tomó y la puso de cara contra la pared, mientras mi mujer gemìa y protestaba bajito. La tomó de las caderas y la hizo inclinar el torso un poco, haciéndole arquear la espalda y sacar el culo. Se desabrochó las bermudas y vi como sacó esa verga larga y dura que tenía, mientras que se agachó y tomó las calzas flúo de Mariana y un un par de fuertes tirones se las bajó hasta las rodillas, enganchando en un solo movimiento también a la tanguita que Mariana llevaba. Mi mujer quedó con ese culo hermoso y paradito al aire. Pensé que Benja se iba a incorporar y directamente comenzar a cogérsela, pero cuando vio en la penumbra el culo y la conchita de Mariana ahí nomás a centímetros de su rostro al agacharse, con una mano se empezó a pajear fuerte y con la otra tomó una de las nalgas firmes de Mariana, la separó un poco y le hundió el rostro, presionándose fuerte contra ella, lamiéndole la concha y el ano.

Mariana largó un largo gemido y vi como los ojitos se le daban vuelta un poco para arriba detrás de sus párpados. Llevó una de sus manos a su otra nalga y también se la separó ella, para darle mejor acceso a su amante villero, quien se estaba haciendo un verdadero festín con las partes mas íntimas de mi mujer, “Ayyyy dioosssss… Benjaaaa… mmmmmm… no me chupes… ahí.. está sucioooo…..aaahhhh.”
Benja no le hizo caso. Soltó su verga también puso su mano en la otra nalga de Mariana, separando a las dos con mucha fuerza y enterrando su cara y su lengua contra la concha de Mariana, tan completamente ofrecida, besándola, lamiéndola y queriendo penetrarla con su lengua. Entre los puercos sonidos de su lambeteo y los gemidos de Mariana lo pude escuchar a el.
“Que rica que sos mami.. mmmmm… que rico flujo….”
“No digas eso… que asco.. mmmm..”, le dijo Mariana.

Benja siguió complaciendo vaginal y analmente a Mariana con su lengua y sus labios, hasta que pronto vi al cuerpo blanquito de mi mujer sacudirse con espasmitos en la penumbra del galpón, mientras que se mordía un orgasmo entre sus labios. El villero la dejó acabar, lamiéndola de vez en cuando y se puso de pie nuevamente, con esa verga larga y recta que ya le parecía explotar. Tomó a Mariana con una mano de su cinturita mientras ella todavía parecía estar recuperándose de su orgasmo y con la otra alineó la punta de su poronga contra la concha de Mariana, que ya estaría completamente lubricada para el. Ni bien la sintió, Mariana lo miró para atrás, alarmada “Para! Benja! No”
“Que pará…” le dijo el villero
“Para por favor… no… sin forro no… en serio…”, le suplicó Mariana. Yo me reí por dentro, observando la escena. Creo que la última vez que Mariana había visto un preservativo fue hacía cinco años que para festejar nuestro aniversario fuimos a un hotel. Estaban en la mesita de luz y ahí los dejó.
“Que?” se sorprendió un poco Benja, quien seguía frotándole la punta de su verga a Mariana, “Si no tengo nada, linda…”
“Ya se que no tenés nada…”, le contestó Mariana mirándolo por arriba de su hombro, “Pero sin forro no, Benja. No puedo quedar…”
“Uf… “, se quejó Benja, dando un pasito para atrás y quedándose con la pija en la mano, bombeándose despacito, “… yo te la saco… quedate tranqui…”
“Te dije que no!”, le dijo Mariana, “Llego a quedar embarazada de vos y es un desastre…”
Benja le acarició una de las hermosas nalgas a Mariana, “Bueh… dame el culito ‘tonce… quere’?”. Sentí ganas de pegarle, de repente, por atreverse a llamar nada mas ‘culito’ a ese verdadero monumento.

Mariana se había quedado en silencio. Benja preguntó de nuevo.
“Dale, quere’ o no quere’?”
“Me va a doler, Benja… no… “, le suplicó un poquito, “A mi marido no le gusta por ahí… no lo hacemos nunca, no estoy acostumbrada”, le mintió arteramente.
Benja se rió fuerte, “Tu marido es un pelotudo… dale dejame proba’…” le dijo y se le acercó de nuevo, frotándole la punta hinchada de su verga sobre el ano de Mariana. Por mas que parecía que habría estado lubricado gracias a todos los besos y lengüetazos de Benja, lo vi con mucha dificultar para entrarle al presionar, mientras Mariana se quejaba finito. Mariana después me dijo que estaba estrechando lo mas que podía su esfínter a propósito, sin relajarlo nada, para evitar que el villero le entre y ponerlo mas caliente aun.

Mariana se quejaba con grititos finitos y Benja seguía presionando y frotando, “Ay! Ay! Aaaay pará Benjaaaaa… por favor! No entra!”
“Si va a entra’….”, protestó Benja
“No entra!”
“La puta que lo parió che!”, gruño enojado el cartonero, “La puta madre no puedo ma’!”
Mariana ya notó que Benja se estaba poniendo bastante alterado y se ve que era algo que ella no quería. Sin decir palabra se giró y se puso en cuclillas frente a el, tomándole la verga erecta por la base y llevándosela a su dulce y caliente boquita, mamándolo y mirando al villero con esos ojazos desde abajo. Benja se calmó un poco y le empezó a acariciar la cabeza a mi mujer, mientras acompañaba un poco la succión de Mariana con su cadera. “uffff… si linda… como extrañaba esa boquita… mi amor….”

Mariana lo miraba fijo mientras se la chupaba, sus ojos buscando conectarse con su macho, cuando escuché a Benja decirle, “Chupala bien linda… con amor, como lo’ besito’..” le sonrió. Ella apaciguó su ritmo y comenzó a chuparle la verga marrón al villero mas lentamente, mas profundamente, gimiendo suave cada uno o dos de sus moviemientos, haciéndole sentir todo el calor, la humedad y el amor de su boca, sus labios y su lengua. Mientras no le sacaba los ojos de encima a Benja, mirándolo fijo. Era como si estuviese adorando a su macho, adorándole la verga, y haciéndole sentir todo lo que su macho quería.

Benja por su parte estaba en otro mundo. Tenía la vista perdida en los ojos de Mariana, le puso una mano en el pelo y se quedó admirando como el largo de su verga aparecía y desaparecía tras los labios de mi esposa, quien parecía verdaderamente estar amándole la verga, sin condiciones ni reservas. Finalmente no pudo aguantar mucho mas y, estabilizándose un poco con sus pies, tomó el pelo y el mentón de Mariana con sus dos manos firmes y le enterró la pija bien, pero bien hasta el fondo. Era larga, asi que sin duda debía estar atorándole el comienzo de la garganta a Mariana, ya que la nariz de mi esposa se veía completamente aplastada contra el vello púbico del villero. Lo escuche gemir fuerte, y lo vi echar la cabeza hacia atrás, mientras daba empujoncitos con sus caderas a la cara de mi mujer, seguramente vaciando completamente sus huevos y su delicioso néctar por la garganta de Mariana. Ella se aferró a las piernas de Benja y lo dejó hacer, sin querer zafarse. Yo estaba seguro que lo estaba disfrutando también, a mas no poder. El imaginarme otra vez los chorros y chorros de leche de ese villero depositándose en el estómago de Mariana me hizo casi explotar de excitación y morbo, pero no había mucho que pueda hacer.


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Cuando luego de un dulce ratito Benja extrajo su verga de la boca de Mariana, la vio como estaba y se debe haber impresionado un poco. Habìa quedado de rodillas ante el, con la boca aun muy abierta, jadeando y recuperando el aire. Un chorrito de semen mezclado con saliva le caia por la comisura de los labios y ella lo miraba. Satisfecha. Impresionada con su macho. Y en los ojos, que miraban a los del villero siempre fijamente, enamorada.

La admiró un momento asi y la ayudó a levantarse. Mariana se subió las calzas de nuevo y comenzó a besarse amorosamente con Benja cuando luego de un rato le dijo que debía irse. Estaban los dos abrazaditos y dándose piquitos y besitos, acariciándose, Benja presionando a Mariana contra la pared, ella con una pierna rodeando a su vez a una de las piernas del villero y los brazos colgados alrededor del cuello del cartonero, acariciando su pelo rapado. Diciéndose cositas, mirándose a los ojos y dándose piquitos.

“Me tengo que ir, Benja…”, suspiró Mariana y lo miró suave.
Benja rió, “Nah, quedate dale…”
Mariana también rió bajito, “No puedo, en serio… tengo que volver a mi casa. No puedo llegar tarde….”. El cartonero suspiró decepcionado pero asintió, ella lo miró dulcemente y le dijo, “… me hizo muy bien verte.”
“A mi también, mami…”, le dijo y la besó, “No pensé que me ibas a llama’, y menos depue’ de lo que hicimo’ en tu casa…”
Mariana miró un poco hacia otro lado, “Si… no se que me pasó, pero bueno… ya fue.”
Benja la miró y la apretó un poco mas, suavemente, contra la pared. Aun tenía la pija afuera, aunque ya no erecta, y se la hizo sentir a Mariana entre sus piernas, por sobre la calza, “Decime que te pasó…”, le preguntó.
“Ese dia?”
“Y si…”, le dijo mientras le acariciaba un poco el cuello y una de sus orejas
“No se, Benja”, dijo Mariana, “… te vi y … no se. Me gustaste. No lo puedo explicar. Ese dia me dejé llevar…”
“Ajá… y hoy?”, preguntó Benja, “Hoy que pasó?”
“Nada… estabas cerca y te quise ver. Ya sabés, ya te conté por chat… y no quería estar en casa.”, le contestó.
“Con el cuerno?”, pregunto Benja y Mariana asintío lentamente, “Bueh linda, no se que decirte… vo’ también me gusta’ “.
“Pero yo estoy casada, Benja. Y vos tenés novia.”, le dijo Mariana a lo que el villero sólo se rió fuerte.
“Sabe’ como la mando a la mierda a la lora esa….”, dijo Benja y Mariana no pudo evitar reir también.
“Bueno, entonces…”, dijo Mariana y dejó la frase sin terminar.
“ ‘Tonce que?”, preguntó Benja mientras se acariciaban.
“Entonces… esto fue sólo ésta vez?”, lo miró suavemente.
“No”, dijo Benja firmemente, “Yo te quiero ve’ de nuevo. Te quiero ve’ todo’ lo dia’…”
“Ay, pará Benja…”, sonrió Mariana pero Benja la apretó aun mas, haciéndole sentir su cuerpo macizo y su verga un poco mas. La miró a los ojos y le acarició una mejilla.
“Yo te quiero bien, mami... “, le dijo y le hundió los ojos con la mirada a Mariana. Ella sólo suspiró suavemente y siguió acariciándolo, “Vo’ me quere’ a mi?”.

Mariana pareció congelarse un segundo, mirándolo, tragó saliva visiblemente y miró hacia abajo, a un costado, “No me hagas decirte eso, Benja… por favor…”
Benja la tomó del mentón y le dio un largo beso, una de sus manos le empezó a acariciar a mi mujer una de sus bellas tetas por sobre la tela de su top de lycra, le repitió, “Yo te quiero bien, mami… largalo a ese gil… no te trata bien…”. Mariana no le decía nada, miraba hacia otro lado, “Contestame…”, le insistió, “Vo’ me quere’?”
Mariana lo miró y no dijo nada, le dio un suave beso y le acarició una mejilla, “Me tengo que ir, Benja, disculpame… si llego muy tarde voy a tener un problema… en serio te digo”

Esa era la frase clave que había arreglado con Mariana, si era que todo salía bien, para indicarme que se quería ir en serio y que yo vaya viendo la forma de desaparecer primero, para no correr el riesgo de quedar encerrado ahí. Me fui retirando lentamente de mi escondite, en la oscuridad, tratando de no hacer ruido hasta que sigilosamente me escurrí por donde había entrado y crucé raudo la vereda nuevamente, esperando a Mariana.

Por suerte no tuve que esperar mucho. La vi salir seguida de Benja, de vuelta a la vereda mas o menos iluminada, se quedaron ahí charlando solo un minuto mas, se abrazaron, besándose amorosamente de despedida. Mariana le insistió que Benja no lo acompañe, finalmente se dio vuelta y comenzó a caminar de vuelta casa. Yo me quedé donde estaba, cerciorándome que Benja no la siga, pero no lo hizo. Solamente la miró irse un ratito y se metió de nuevo al galpón.

Yo apuré el paso y luego de tres cuadras, para asegurarnos completamente que nadie nos seguía, crucé la calle y me le acerque a Mariana, quien ya me había visto y me sonreía, sin dejar de caminar. Me puse a la par de ella, nos abrazamos mientras caminábamos de vuelta a casa y la besé un par de veces cariñosamente.
“Todo bien?”, le pregunté
“Si, pero me tengo que bañar yaaaaa mismoooo… “, se rió.
Yo le sonreí, “Te puedo ayudar?”
Ella me sonrió de vuelta, “Me encantaría mi amor. Gracias.”

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