You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Mi esposa, la puta del edificio - Parte 4

Mariana y Don Julio se vieron, que yo sepa, una vez mas después de esa vez. Era un dia de semana, ya estabamos los dos en casa después del trabajo. Yo llegué y la vi aun vestida con su ropa elegante de su trabajo, no se había cambiado aun. Yo si me cambié y me puse a ver la tele, serían casi las 8 de la noche. Mariana estaba en la cocina y de repente me vibra el celular muleto. Discretamente lo vi y eran un par de mensajes de Whatsapp entre Mariana y Don Julio, nada mas unos emojis. Guardé el teléfono y vi como Mariana pasó al baño, salió y agarró su carterita.

"Amor voy al super a comprar unas cosas, cuando vengo cenamos si?", me dijo al pasar.
"Ok dale."

Cuando la escuché cerrar la puerta tuve un presentimiento. Estaba casi seguro que se iban a ver. Pero cómo? Dónde? Don Julio le había dicho varias veces que se la quería llevar a un hotel o algo asi alguna vez, pero ahora no tendría tiempo. Al departamento de Don Julio no irían, estaba su mujer. Se estaba yendo para un rapidín? Todo me indicaba eso. Pero adonde? No se que me impulsó en ese momento pero me puse las zapatillas y bajé yo también. A buscarlos, o a buscar no se que. Si me topaba con ella alguna excusa le inventaría.

Me puse a deambular por las áreas comunes del edificio, tranquilo y despacio, prestando atención a lo que podía ver o escuchar fuera de lo común. Me fijé en el SUM, en el área de la pileta, el pequeño gimnasio que tenía el edificio y en la pequeña salita donde estaban los lavarropas. No había nadie ni siquiera usando algo de eso a ésta hora. Nadie en el garage tampoco. Casi como último recurso me fui a fijar al sótano del edificio, ya que la entrada estaba ahi en el garage. Abrí la puerta de acceso al sótano y por supuesto lo primero que escuche fueron los ruidos y los fuertes zumbidos de las máquinas y las calderas que estaban ahi, pero prestando un poco de atención, por debajo de todo ese barullo, escuché claramente los inconfundibles gemidos de Mariana.

Yo conocía bien ese sótano, por lo que me adentré confiado y cerré la puerta detrás de mi. Bajé tentativamente unas escaleritas y, agachándome y pispeando hacia el interior del resto del sótano lo vi todo. Era un ambiente grande lleno de máquinas, algunas en uso y otras no. Desechos varios. Materiales de limpieza, latas de pintura, trapos y todo eso. Bastante mal iluminado todo. Don Julio tenía unas sillas y unas mesas ahi también, y sobre una de las mesas estaba Mariana.

Estaba en una de las posiciones mas sexys que le haya visto nunca. Sobre la mesa, apoyada en sus rodillas y sus codos, con sus rodillas bien separadas y doblando su espalda para sacar ese culo hermoso aun mas al aire, ofrecido dulcemente a su macho, Don Julio, quien la tenía aferrada de esa cinturita de ángel y le estaba dando fuerte desde atrás, el sencillamente parado detrás de ella. Mariana estaba semi vestida, solo se había levantado completamente la pollera para desnudar ese culo imponente, mientras que su bombachita estaba a la altura de sus rodillas, estirada a mas no poder por la separación de las rodillas. Don Julio sólo se había desabrochado los pantalones y los había dejado caer a sus pies. Estaba atrás de ella, aferrándola fuerte de la cintura y llenándole esa concha divina de nuevo con su pija, a topetones fuertes y rápidos. Ninguno de los dos hablaba, sólo protestaban y gemían mientras sus cuerpos y hasta la mesa a veces tambaleaba con cada embate. El ruido de carne golpeando con carne y los gemidos por debajo del ruido de las máquinas me causó una erección instantánea. Por fin estaba ahi. Por fin lo estaba presenciando y no había forma que me vean. Sin dudarlo me bajé un poco el pantalón yo también y comencé a masturbarme ahi mismo en la escalera mientras los miraba.

La imagen de mi refinada y dulce esposa siendo cogida tan burdamente (sin saber lo que yo se, cualquiera podría haber dicho correctamente casi violada) en ese lugar y por ese tipo, me causaba casi espasmos de placer. Vi que Mariana tenía marcas y manchas de suciedad en sus caderas y nalgas, donde seguramente las manos sucias de Don Julio la habría tocado o agarrado. Don Julio se la estaba cogiendo verdaderamente como a una puta barata, sin contemplaciones y rodeada de mugre. Mariana era la cerda mas hermosa y maravillosa del mundo y la mueca de éxtasis en su rostro era clara muestra que lo sabía y lo disfrutaba. Y yo también lo hacía.

Don Julio finalmente le dio un par de fuertes topetones a las caderas de Mariana, haciendo que esas nalgas firmes y hermosas se aplasten contra el y aferrándola con mas fuerza le encastró su pija hasta el fondo, hasta los huevos, dejándola insertada ahi y gruñiendo roncamente mientras le comenzó a llenar de nuevo la concha a mi esposa con su semen, bien profundo. Mariana bajó la cabeza y escondió su rostro entre su largo pelo, se estremeció un poco pero no me pareció que haya acabado. Yo, sin embargo, si acabé junto con Don Julio. Chorritos de mi leche salían de mi pija y se perdían en la oscuridad y en los mugrientos escalones donde estaba espiando. La leche de Don Julio se merecía la concha divina y celestial de Mariana. Mi leche sólo se merecía unos sucios escalones de sótano.

Los dejé ahi y me fui rápido de vuelta al departamento. Mariana volvió tiempo después con un par de bolsas del supermercado, cenamos, se duchó y nos acostamos. Esa noche volvimos a tener sexo después de tanto tiempo. Ella no había acabado con Don Julio, estaba seguro, ya que me buscaba durante el acto y necesitaba tener su orgasmo aunque sea conmigo. Yo acabé, debo reconocerlo, cuando se sentó sobre mi cara. Estiré las manos y comencé a manosearle esos pechos grandes y hermosos, mientras mi lengua y mi boca complacía y degustaba esa concha maravillosa. Si, esa vez mientras la complacía a mi mujer con mis lamidas y succiones, ésta vez si definitivamente sentí el raro gusto salado de la pija y quizás hasta algún rastro de la leche de Don Julio. Y ahi fue cuando acabamos los dos, yo masturbándome mientras la complacía oralmente y ella recibiendo mis dulces atenciones, o quizás a propósito haciendome saber que su cuerpo también era la plazita donde jugaba y se recreaba otro macho. Vaya uno a saber que. Quizás era nada, quizás era todo eso.

Digo "otro macho", en singular, porque hasta ese momento era lo que pensaba. Que Mariana tenía sus aventuras sexuales con Don Julio y la cosa no pasaba de ahi. Pero pronto me di cuenta que no era asi.

Unos dias mas tarde, yo estando en mi trabajo, me vibra el celular muleto y lo que vi al mismo tiempo casi que me destruye y casi que me provocó una excitación increíble.



Mi esposa, la puta del edificio - Parte 4



El corazón me latía. El pintor? Uno mas? No me parecía, o no lo quería creer, pero la evidencia casi que estaba ahi en ese chat y si iba a pasar algo necesitaba verlo. No me alcanzaba con poder escuchar desde el trabajo gracias a los micrófonos. Si iba a haber otro hombre, tenía que estar ahi, tenía que verlo si o si. Me excusé del trabajo y salí volando para casa, yéndome directo al departamento vació de Don Alberto y metíendome con cuidado para que no se oiga nada. Quería estar listo ahi. Mientras espiaba a Mariana, de paso.

La vi vestida normal, de jean y remera, mientras comía algo en la cocina. Por un lado me dio tranquilidad, por el otro un poco de decepción. Parecía comportarse normalmente y estar vestida normalmente, como si no anticipara hacer nada. Finalmente se hicieron alrededor de las tres de la tarde y me puse a escuchar y espiar tras la persiana. Sonó el timbre y escuché como Mariana le abría.

"Hola, que tal, buenas tardes....", dijo Mariana
"Hola señora buena' tarde' ", escuché al hombre con un acento que me pareció Paraguayo.
"Venga, pase que le muestro, adelante..."
"Permiso...", dijo el hombre y lo vi fugazmente cuando entraron. Tenía un overol manchado por todos lados y acarreaba una escalerita, una mochila y sus elementos de trabajo. Era muy petiso, Mariana le llevaba una cabeza o mas, fácil, gordo y muy morrudo. Parecía un tapón ancho que contrastaba con la figura esbelta de Mariana. Seguramente Mariana no iba a hacer nada con un tipo asi, pensé. Fueron hasta el cuartito que tenía los problemas de humedad, al cual no no tenía nada de acceso visual y los escuché.

"Ve ahi? Arriba ya arreglaron el caño pero nos quedó esa mancha", dijo Mariana.
"Ah, se... se... bueno hay que raquetea' y pasarle un par de mano' ", contestó el tipo mientras lo escuché descargar sus cosas y comenzar a instalarlas.
"Genial... Waldo, no?"
"Si señora"
"Bueno yo estoy por acá, me avisa cualquier cosa que necesite si? Lo dejo trabajar", dijo Mariana.
"Si dele, yo le aviso, gracia' ", contestó el tipo. Mariana volvió a la cocina, se puso para hacerse un café y agarró su celular mientras se escuchaban los ruidos de rasqueteo del pintor por el fondo. Enseguida me vibró el celu muleto de nuevo.



tetona



Me sonreí en silencio al ver eso. Parecía que Mariana le estaba pidendo permiso a Don Julio? Y además, lo iba a hacer con éste tipo? Tuve los principios de otra erección inmediatamente. Pasaron un par de horas sin que haya ocurrido nada, el pintor trabajando y Mariana mirando la TV o en nuestro cuarto con la computadora hasta que escuché al tipo llamarla desde el fondo.

"A ve' señora, ya ta', venga a ve'...", le dijo.
"Voy!", le contestó Mariana y la vi irse al fondo, "Ah... que bien. Quedó muy bien, se nota la diferencia."
"Si quedó bien, no era muy grande vió."
"Buenísimo, gracias. Ya le busco el pago...", dijo Mariana y se volvió a nuestra habitación.
"Dele, gracia' ", escuché al tipo y como empezaba a juntar sus cosas.

Al volver a nuestra habitación vi a Mariana dejar la puerta abierta y desvestirse. Se sacó la remera y el jean, se desnudó completamente, revolvió en uno de los cajones del ropero y sacó una tanguita negra, calzándosela rápido y un corpiño de encaje negro bien sexy que a veces usaba, con la transparencia en los lugares justos. Arriba se puso muy por encima y sin cerrarla la batita blanca que tenía, se acomodó un poco el pelo frente al espejo y se miró un ratito. Estaba hecha una verdadera bomba.

"Ah, Waldo? Venga que le quiero mostrar otra cosa, ya que lo tengo, acá en la pieza...", lo llamó.
"Ahi voy...", escuché al tipo desde el fondo y pronto lo vi entrar a nuestro dormitorio, "Permiso..." dijo, y cuando vió a Mariana asi se quedó helado, mirándola fijo.
Mariana le sonrió y se le acercó un poco, "Aca también hay otra manchita, no se si la quiere ver? Ya que vino, digo."
Al Paraguayo no se le iban los ojos de las tetas de Mariana, dado que su corpiño las hacía levantar y casi que se empezaban a desbordar por fuera de la prenda, "Uh... perdón... señora...."
"Que pasa?", preguntó Mariana.
"No... e' que... disculpe, se me van los ojos...", balbuceó el tipo.
Mariana le sonrió y se le acercó, casi pegándose a el. Pude ver bien la altura que le llevaba Mariana ya que la cara del pintor le quedó al nivel de esas tetas imponentes. Mariana le puso las dos manos en los hombros al tipo, "Ay, que dulce... no se preocupe, me iba a ir a duchar, por eso estoy asi.... No le había dicho Don Julio de la otra manchita que tengo aca?", le preguntó mientras le acariciaba los hombros sensualmente.
"No... no me dijo nada...", dijo el tipo mirándola un poco a los ojos.
"La quiere ver? Tiene tiempo?", sonrió Mariana
"Si... claro...", se rió el tipo y pude ver que le faltaban un par de dientes.
A Mariana no pareció afectarla eso, sonrió, se inclinó y le dió un suave piquito, "Que bueno, que servicial...", dijo y llevó sus manos atrás de su espalda, desabrochando el corpiño y sacándoselo, liberando esas tetas imponentes al aire, a centímetros de la cara del pintor que se reía y las miraba, "Que le parece? Se puede hacer algo?"
"Seguro, seh...", dijo el tipo y llevó una de sus manos toscas sobre uno de los pechos de Mariana, acariciando y estrujándoselo suavemente.
"Que bueno", dijo Mariana y se mordío un poquito el labio al sentir la mano del pintor sobre su pecho, "No quiere aprovechar ya que está aca y ducharse conmigo? Debe estar sucio después de tanto trabajo..."
"Uf... si... buena idea....", dijo y se comenzó a desabrochar el overol, desnudándose rápido.

Lo pude ver bien, era un gordo morrudo de piel marrón oscura, con una notable panza peluda. No se que podía verle Mariana a un tipo asi de horrible, mas que el morbo, pero pensé que si toda la situación me estaba volando la cabeza a mi, seguro que a ella también. Mariana lo acariciaba un poco mientras el tipo se desnudaba y los vi desaparecer rumbo al baño, fuera de mi vista. Pronto escuché el ruido de la ducha y conversar algo que no llegué a discernir. Si bajo la ducha escuchaba esporádicamente alguna risita y algún gemidito. No tenía idea que estarían haciendo, pero no sonaba para nada que estuvieran cogiendo bajo la ducha. Me lo imaginé al Paraguayo enjabonando la piel sedosa y blanca de mi mujer, haciéndola disfrutar por todo el cuerpo, mientras que ella también lo complacía, lavándole la pija con las manos o directamente con la boca bajo el chorro de la ducha. Pero eran sólo imagenes que me venían a la cabeza mientras me masturbaba, no podía saber que estaban haciendo en verdad.

Habrán estado unos quince minutos bajo la ducha y cuando escuché que cerraron el agua, se secaron un poco y salieron, me di cuenta definitivamente que bajo la ducha no habían cogido, ya que la vi a Mariana entrar de vuelta a nuestra habitación, completamente desnuda, con cierto apuro. Apuro de calentura. Unos pasos atrás de ella apareció Waldo, con su piel marrón oscura aun con destellos de humedad y su verga del mismo color, gruesa y bastante cabezona, bien erecta y bamboleando al aire mientras seguía a Mariana.

Mariana se dejó caer boca abajo en la cama, pero el pintor casi al mismo tiempo la tomó fuertemente de la cintura con sus manazas y la puso en cuatro con las rodillas al borde de la cama. Con una mano el pintor le palmeaba y le estrujaba una de sus bellas y firmes nalgas, mientras que a su otra mano la escupió un par de veces y se la llevó a su verga marrón, lubricándola. Se le acercó por detrás y sin decir mucho vi como le pasaba la punta cabezona de su gruesa verga arriba y abajo entre las nalgas de Mariana, mientras ella cambió de estar apoyada en sus codos y pasó a sus manos, irguiéndose y permitiéndome verle la cara por sobre el borde del ventanal. Era una cara de placer como bien se la conocía.

El tipo no parecía ser de muchas palabras y no se si igualmente le saldría mucho el hablar de la calentura que debería llevar. Luego de unos segundos de estar disfrutándole la raya a mi esposa con la punta de su verga, sin decir nada se la sujetó fuerte de la base y comenzó a empujar, tratando de abrirse paso a través del ano estrecho de Mariana, quien comenzó a gemir suavemente y morderse el labio fuerte en un rictus de placer. Le costó un poco de trabajo al pintor, pero finalmente la bulbosa cabeza de la verga hinchada que llevaba entró y vi como su cuerpo siguió un poco el camino, comenzándo a pegarse a las nalgas firmes de Mariana. Ella dejó salir un gritito mezcla de dolor y placer y colgó su cabeza, dejando que el pelo le cubra la cara

"Ay! Ayssssiii la puta madreeee... mmmm!", la escuché decir. Una vez que logró entrar la cabeza de su verga, casi sin ninguna palabra el Paraguayo comenzó a bombearse a mi mujer por el culo, tomándola de su estrechita cintura para retenerla y moviéndo sus gordas caderas, despacio y parejo, su cuerpo encontrando las nalgas de Mariana y enterrándole la verga a mi esposa por su estrechito agujero mientras el tipo gruñía de placer también, junto con ella.

No lo podía ver pero me lo podía imaginar. El ano precioso de Mariana, abierto y firmemente tomando la pija entera del Paraguayo, estirándose todo alrededor del grosor de su verga, aprisionándola dulcemente e invitándola a entrarle cada vez mas y mas, en ese lugar donde el dolor se mezcla con el placer. Comencé a masturbarme furiosamente mientras los veía gozar casi en silencio. El tipo era de pocas palabras y Mariana solamente protestaba su quejidos de hembra gozando, por lo que solo pude escuchar eso, que era mas que suficiente.

El pintor estuvo unos buenos diez minutos bombeando el culo exquisito de Mariana, mientras ella lo dejaba y lo tomaba tan gustosa. En un momento ella se incorporó de golpe y me dejó ver su cara. Estaba desencajada de placer, la boca abierta tratando de tomar aire y la lengua afuera con los ojos cerrados, jadeando y disfrutando a mas no poder tener el culo lleno de la pija renegrida del pintor. Ella acabó primero y yo junto a ella en mi masturbación. Su cuerpo se tensó y sacudió, dejando salir sus grititos de placer que tan bien le conocía. El pintor gruñió y acelero el ritmo al oirla orgasmear, tomándola con una mano del pelo y tirándole la cabeza hacia atrás mientras que con su otra mano seguía aferrado a la cintura de Mariana. Le empezó a dar mas rápido y mas duro, vi como sus enormes tetas bailaban y se mecían en aire con los empujones del pintor, mientras que el sonido de su panza golpeando contras las nalgas de mi mujer cada vez mas rápido me estaba volviendo loco.

Decididamente le estaba rompiendo el culo a esa terrible hembra, como jamás antes alguien se lo había roto.

"Puta de mierda! Aaaah... ", solo le escuché decir al pintor mientras se la cogía fuerte y la sujetaba de su largo pelo, buscando acabar.
Mariana se rió con la cabeza echada hacia atrás, "Siiii negrito... ay ssssi... rompeme el culoooo...", la escuche gemir.

De pronto el pintor le dió un par de buenos empellones y comenzó a gemir fuerte, sin aflojar el ritmo pero seguramente ya acabando, llenándole el culo a Mariana con su leche.
"Ayyy siii que ricooooo...mmmmm!!!", gimió ella al sentir los chorros de semen caliente del Paraguayo como una erupción profunda en su culo hermoso.

El pintor acabó y se quedó un rato con la pija adentro del culo de Mariana, acariciándole una nalga y recuperando la respiración. Cuando finalmente la sacó, me sobresalté al escuchar bien fuerte el claro sonido de un largo pedo líquido, seguramente el interior de Mariana tuvo que expulsar algo al reajustarse por la salida de la pija. El pintor miró y se rió, palmeándole la cola a Mariana, quien también se sonrojó un poco y pidió disculpas.

Waldo se vistió de nuevo con su overol y Mariana se quedó en su tanguita, corpiño y bata. Le dio unos besos profundos al pintor y le dijo que la espere en la cocina. Me moví yo también de ambiente para espiar la cocina y lo vi al tipo sentado a la mesa. Pronto apareció Mariana también, con el dinero para Waldo. Yo me reí por dentro, encima que le rompió el culo a mi mujer, le pagaban. Mariana se inclinó y se dieron unos besos mas, el pintor aprovechando para manosearle de nuevo las tetas que le colgaban mientras se besaban.

"Bueno", le dijo Mariana, "Cuánto era?"
"Dosciento' ", contestó Waldo.
Mariana sonrió y dejó dos fajos de cien mil pesos que habia sacado del banco, y luego de un segundo apoyó otro fajo mas como esos en la mesa, "Ahi hay doscientos por tu buen trabajo... y cien mas por tu buena atención", le sonrió dulcemente.
"Uh... mucha' gracia' señora..."
"No me digas señora, Waldo, ya tenemos confianza. Soy Mariana."
"Bueno, Mariana, gracia'..."
"Mariana. O, si querés, directamente puta.", le sonrió.
"Ah si? Asi nomá?", se rió Waldo mirándola.
Mariana le sonrió y le acarició la mejilla, parada junto a el, "Si, mis amigos asi con los que tengo confianza como vos me pueden decir directamente puta. No me molesta."
"Bueno...", le contestó Waldo, "Por ahi te digo Mariana, no se."
"Ay, por que?", le preguntó ella, "Cuando estabamos en la pieza no me dijiste "puta de mierda"? Me pareció escuchar..."
"Bueh, perdón, se me escapó ahi en el momento..", se disculpó Waldo.
"No te disculpes. Me encantó.", le sonrió Mariana
Waldo la miró un momento y sonrió, luego miró los fajos de plata en la mesa, finalmente le dijo, "Bueno, puta, lo puedo contar?"
Mariana sonrió, "Si, negrito, obvio. Vos contá tranquilo que yo mientras hago alguna otra cosa. Y me avisas cuando terminas."
"Dale... dale...", dijo Waldo y empezó a contar despacio cada billete.

Mariana solamente lo observó en silencio unos segundos, una sonrisa se le dibujó en el rostro y se arrodilló frente a la silla. "Vos contá tranqui, yo no te molesto...", le dijo mientras le desabrochaba el overol y sus deditos finos se deslizaron bajo la tela. Encontró la verga de Waldo y con un poco de dificultad la extrajo, prontamente llevándosela a la boca. No se si Mariana se olvidó de lo sucia que podía estar, o si directamente no le importó, pero comenzó a chuparle la pija al Paraguayo mientras el otro contaba la plata, sentado tranquilo casi sin inmutarse.

Yo sonreía y me masturbaba, ésta vez mas tranquilamente, al verlos desde el otro departamento. Una sensación extraña de paz y calma me invadía, al ver a la puta de mi esposa mamando la verga sucia del pintor. El tipo contó toda la plata, despacio y sin inmutarse, mientras Mariana lo complacía. Cuando terminó de contar los fajos, los guardó en un bolsillo interior del overol y se puso a mirar a mi mujer, poniéndole una de sus gruesas manos sobre la cabeza y acariciándole el pelo mientras ella disfrutaba de tener llena la boca de esa verga sucia y renegrida. Luego de unos pocos minutos, sin mucho trámite ni ruido, el acabó, haciéndole tragar a Mariana el resto de su leche calentita, lo que le habría quedado en algún lugar que no se lo pudo dejar en el culo antes. Yo, por supuesto, acabé junto a el con una sonrisa desde mi puesto de espía.

Terminaron, se dieron unos besos mas, Waldo juntó sus cosas y se fue. Yo decidí quedarme un rato mas en el departamento vacío. La tarde estaba soleada y tranquila. Me desnudé completamente y me tiré en el piso de baldosas frías, sonriendo y llevándome la mano a mi pija, masajeándola suavemente. Tenía tiempo. Tiempo de pensar que hacer, pero mas que nada, tiempo de imaginarme como le chupaba el culo a Mariana, sentada con esa cola impresionante en mi cara, y cómo mi lengua le entraba por su agujerito estrecho, buscando lo que sea que pueda haber quedado allí.

De ella, o de Waldo.

1 comentarios - Mi esposa, la puta del edificio - Parte 4

Nemocabezon
Excelente 👏👏👏👏 me encantó!!! Sígueme por favor