Mi nombre es Juan Carlos y tengo 45 años. Hasta hace no mucho tiempo les puedo decir que tenía el matrimonio y la vida perfecta. Me casé hace ya diez años con una de esas mujeres que la mayoría de los hombres se preguntan "que hace ésta mina conmigo?".
Mi mujer se llama Mariana y es un poco menor que yo, tiene 42. Es una morocha de esas despampanantes. Alta como yo, de 1.75, pelo castaño oscuro casi negro que le gusta usarlo siempre lacio y bien suelto, ojos color miel y una sonrisa encantadora.
Pese a los años, les juro que no perdió nada de su encanto físico. Tiene unas gomas increíbles, grandes y bastante pesadas, pero suaves y para nada duras. Cuando se mueve se le mecen con tanta gracia que hace que todas las miradas le vayan a ella, quieran los mirones o no. También tiene un culo de novela, grande, firme y muy bien formado ya que es de esas que disfrutan de ir al gimnasio y a sus clases de zumba y salsa. Esa cola hermosa está coronada por una cinturita aun, pese a los años, angosta y los primeros principios de una suave pancita que le queda de maravillas. Tiene un cuerpo de mujer con las curvas perfectas, en los lugares indicados y en la cantidad indicada para mi gusto - ni tan poco que no llama la atención, ni tanto que se transforma en algo por ahi desagradable para algunos.
Un amigo una vez me dijo (entre algunas copas) que era muy parecida de cuerpo y cara a la actriz porno Susana Alcalá, y luego al buscarla me di cuenta que mi amigo había dado en la tecla.
Ella es abogada y trabaja desde hace muchos años en un estudio jurídico muy grande, con clientes importantes de la industria en todo el pais y algunos del exterior. Al haber estado tantos años pudo escalar posiciones dentro del estudio y seguramente en algunos años mas le ofrezcan ascender nuevamente a alguna posición gerencial. Yo, por mi parte, luego de varios trabajos hace algunos años que estoy en la parte de negocios para una cadena de laboratorios y desarrollo farmacéutico, también en un puesto gerencial a cargo de varios departamentos. Por todo ésto, realmente por suerte siempre nos fue bien y pudimos llevar una vida sin privaciones. No somos millonarios ni mucho menos, pero tenemos nuestro amplio departamento en la zona mas residencial de Caballito y ambos podemos tener nuestros vehículos.
Pese a la descripción que les di de Mariana, lo curioso es que hasta no hace mucho tiempo, Mariana siempre fue muy recatada. No era tímida, de hecho es una mujer muy cariñosa con sus amigos y familia, para nada introvertida, pero en cuanto al sexo y otros temas siempre prefería no hablar, siempre cuidando sus palabras y sus formas. Tenía ciertos aires y comportamiento de tilinga o de chetita, pero eran los menos, no era nada terrible y yo sabía que nada mas era producto de como se había criado ya que provenía de una familia con dinero. No era una mujer de esas aburridas ni mucho menos, pero era rarísimo escucharla hablar alguna vez de sexo por mas en confianza que esté, y siempre se cuidaba en la forma de hablar y comportarse. Una mujer recta y apropiada por donde se la mire. Yo por mi parte quizás un poco menos, pero también era de ese estilo de vida y comportamiento por lo que siempre nos llevabamos muy bien. Desde el principio de la relación habíamos decidido no tener hijos, ella nunca quiso, y si bien por supuesto teníamos sexo normal como cualquier pareja, no pasaba nunca de eso: Normal, disfrutable, nada fuera de lo común, excesivo, salvaje ni nada de eso.
Teníamos el matrimonio y la vida casi perfecta, hasta que dejamos de tenerlo y yo se que fue mi culpa. O al menos, yo se que fui el detonante.
La debacle comenzó hará un par de años, no mas. Fue un Diciembre que tuve la cena de fin de año de mi empresa. Todos los años me acompañaba Mariana, y yo la acompañaba a ella a la de su empresa otro dia, pero ese año se dió la casualidad que ambas cenas las habían organizado para el mismo dia, por lo cual decidimos cambiar la rutina de siempre. Que ella vaya a su cena, yo a la mia y listo, no habría problema.
En mi cena la pasé muy bien y, debo reconocer, que me pasé un poco con los tragos y entre charla va y charla viene con compañeros de trabajo, me di cuenta que había tomado mucho. No estaba lo que se dice en pedo, podía funcionar lo mas bien, pero si me notaba a mi mismo mas alegre, distendido y deshinibido. Durante la cena me había sentado con una empleada que hacía unos pocos meses que estaba en nuestra empresa. Soledad, una rubia muy linda y muy joven, tenía 24 años, con la que de vez en cuando me cruzaba en la empresa, charlabamos un minuto y no pasaba mas que eso. Pero durante la cena nos pusimos a hablar y a tomar, salió una linda y larga charla y casi que Soledad monopolizó mi tiempo y mi atención. Por ahi era cierto, por ahi eran solo los tragos que me había tomado, pero la había notado a Soledad como interesada en mi. Hubo ciertos gestos, actitudes y cosas que me decía que me indicaron eso. Y yo por mi parte... si me preguntan hoy no se que le pude haber dicho en mi estado durante la cena.
Cuando terminó la cena y el grupo estaba fuera del restaurant mientras nos despedíamos todos, escuché a Soledad hablando con otra chica y me percaté que si bien Soledad no era vecina nuestra, vivía a unas pocas cuadras por lo que me ofrecí a llevarla en el auto para que no ande sola por ahi de noche. Es una zona bastante tranquila pero nunca se sabe.
Seguimos charlando durante el viaje de vuelta y noté que la onda seguía. Yo no tenía intenciones de hacer nada, pero me hizó sentir muy bien y muy cómodo, aunque sea el hecho de tener una charla apenas íntima con otra mujer. En otras épocas y en otro estado civil, seguramente le habría dicho de seguirla en su casa o en la mía.
Cuando llegamos a su dirección, una calle muy tranquila cerca de la mia, dejé el auto en doble fila y puse las balizas con intención de despedirla y asegurarme de quedarme hasta que la vea entrar a su edificio. Sin embargo, con el auto estacionado ahi, seguimos charlando un largo rato en la intimidad de mi auto. No había nadie en la calle, ni autos pasaban por esa calle. La charla siguió hasta que finalmente me sentí un poco mareado por lo que había tomado y le dije que bueno, que ya era tarde y me tenía que volver a casa.
"Bueno gracias, Juan Carlos, por traerme hasta aca. No hacía falta, sos un amor", me dijo y me sonrió.
Yo le devolví la sonrisa, "Ni se te ocurra, no hacen falta las gracias. Fue un placer. Y la pasé muy bien, debería agradecerte yo a vos."
"Si, bueno, que lástima que no... bueh.", se rió.
Yo sonreí y asentí, entendiendo a que se refería, " Si, bueno. Okey, nos vemos el lunes. Que descanses."
"Vos también", me dijo y nos inclinamos para despedirnos con un beso en la mejilla pero a mitad de camino los dos nos frenamos, nos miramos a los ojos y nos dimos un largo y profundo beso. Cerré los ojos, sentí su mano acariciándome la mejilla y llevé la mía hasta su nuca, presionándola mas en el beso. Nos besamos asi unos segundos y terminamos. Yo abrí los ojos y lo primero que vi fue la linda carita y la linda mirada de Soledad, a centímetros de mi cara.
Y lo segundo que vi fue a Mariana, parada en la vereda a un metro del auto, las dos manos hechas un puño y echando fuego por los ojos mirándome. La vi que largó una puteada por lo bajo y apuró el paso, casi al trote con rumbo a casa.
Sentí como un bajón de presión y no sabía como reaccionar. Estaba seguro que Soledad no la había visto por lo que no entendía como me cambió la cara, pero para zafar le dije que habían sido los tragos, que me disculpe pero me tenía que ir a casa. Me sonrió, entendiendo, se despidió y se bajó del auto. La esperé con una sonrisa forzada hasta que la vi entrar a su edificio y ahi metí primera y salí casi arando rumbo a mi casa que por suerte estaba cerca.
Cuando llegué a casa y entré al departamento vi que Mariana se había sacado la camperita que llevaba y la había tirado ahi en la entrada, de bronca. Me la encontré parada en el living, esperándome con una bronca que jamás le había visto y que no creí que podía llegar a tener. Intenté explicar algo pero me frenó en seco. Sin importarle que hora era y si los vecinos escuchaban o no me empezó a cagar a puteadas casi a grito pelado y al borde de las lágrimas de la pura bronca que llevaba. No me dejó meter bocado.
Me dijo que su auto se le había plantado al querer volver de su cena y no le arrancaba. Que estuvo mas de una hora mandandome mensajes y llamándome al celular para que la vaya a buscar y yo nunca le atendí. Que se tuvo que tomar un taxi de vuelta y que justo tuvo la puta casualidad de que había una calle cortada y le dijo al tachero que la deje donde la dejó, a pocas cuadras, con la suerte (mala suerte para mi) que era la calle donde vivía Soledad. Mientras me puteaba de arriba a abajo manoteé el celular que tenía en el bolsillo interno del saco y, dicho y hecho, tenía cantidad de mensajes de whatsapp y llamadas perdidas de Mariana.
"Pedazo de hijo de mil putas! Sorete!", me gritaba mientras yo miraba todos los mensajes en la pantalla del celu sin saber que hacer o que decirle, "Claro! Ahora entiendo por que no contestabas! La puta que te re mil parió, hijo de puta!"
"Mariana, pará por favor... no es asi....", le intenté decir pero me frenó.
"Hijo de puta me dejas abandonada ahi porque estás con una putita, no?! Quien es esa hija de puta!"
"Soledad... trabaja en la empresa... la alcancé hasta la casa, nada mas..."
"Que nada mas, imbécil!", me gritó, "Se estaban besuqueando ahi! Que me vas a decir que no?"
"No es asi, mi amor, no se..." atiné a decirle. Entre los tragos que llevaba encima y los nervios no sabía ni que decirle ni cómo explicarle nada. Fue peor. Mariana estalló mas fuerte.
"No me digas mi amor, hijo de mil putas!", me escupió con bronca y se me vino encima casi cara a cara, "Te la cogiste, eh? Te gustan las pendejas, hijo de puta, sorete! Te la chupó en el auto? Te gustó? Eh? Dale, contame, hijo de puta. Te gustan la rubiecitas putitas no?"
"Mariana pará un poco por favor!", le contesté, "No hicimos nada de eso! Nada de eso!"
Ella seguía, "Coge lindo Sole? Dale, contame. Quiero saber. La pasaste lindo con esa pendeja? Dale, hablá! Que te pasa no sos tan machito ahora?"
"Basta, Mariana! Pará de gritar y escuchame!", le corté, "La dejé en la casa y no se que me pasó, tomé de mas y le di un beso. Nada mas! No pasó nada mas."
Mariana se rió entre la bronca, "Aaaah, nada mas! Un besito, nada mas! Pero andate a la mierda, Juan Carlos. Te crees que soy pelotuda?!"
"Te juro que no pasó nada mas! Mariana, escuchame...", le dije y quise abrazarla o sostenerla, poner mis manos en sus hombros, algo como para lograr un contacto, pero ella se zafó y me apartó las manos bruscamente.
Pensó un segundo, me miró y me dijo, "No, escuchame las pelotas. Vos me vas a escuchar a mi.", me dijo mirándome fijo mientras veía el océano de bronca que tenía detrás de los ojos, "Te gustan las putitas, no? Te gustan? Bueno, ahora agarrate hijo de puta. Agarrate porque vas a ver lo que es una puta en serio."
Me empujó los hombros para sacarme de encima suyo y siguió, "Me voy a dormir, y ni se te ocurra... pero ni se te ocurra venir a la habitación. Dormí en el sillón. O mejor, sabes que? Andate con tu rubiecita a que te haga mimitos. Pedazo de hijo de puta.", me dijo y apuró el paso hacia nuestra habitación, dio un portazo y desapareció.
Yo me quedé parado ahi en el medio del living, mirando a la nada. Me dejé caer en el sillón y ahi me quedé, tratando de pensar en todo lo que había salido mal esa noche y cómo hacer para arreglar las cosas. Jamás, pero nunca, en todos los años que estuvimos casados había pasado por una situación asi ni discutido tan fuerte. Y lo que era peor, jamás había visto asi de sacada a Mariana. Nunca y por nada.
No sabía entonces que me había querido decir, pero pronto me iba a dar cuenta.
Mi mujer se llama Mariana y es un poco menor que yo, tiene 42. Es una morocha de esas despampanantes. Alta como yo, de 1.75, pelo castaño oscuro casi negro que le gusta usarlo siempre lacio y bien suelto, ojos color miel y una sonrisa encantadora.
Pese a los años, les juro que no perdió nada de su encanto físico. Tiene unas gomas increíbles, grandes y bastante pesadas, pero suaves y para nada duras. Cuando se mueve se le mecen con tanta gracia que hace que todas las miradas le vayan a ella, quieran los mirones o no. También tiene un culo de novela, grande, firme y muy bien formado ya que es de esas que disfrutan de ir al gimnasio y a sus clases de zumba y salsa. Esa cola hermosa está coronada por una cinturita aun, pese a los años, angosta y los primeros principios de una suave pancita que le queda de maravillas. Tiene un cuerpo de mujer con las curvas perfectas, en los lugares indicados y en la cantidad indicada para mi gusto - ni tan poco que no llama la atención, ni tanto que se transforma en algo por ahi desagradable para algunos.
Un amigo una vez me dijo (entre algunas copas) que era muy parecida de cuerpo y cara a la actriz porno Susana Alcalá, y luego al buscarla me di cuenta que mi amigo había dado en la tecla.
Ella es abogada y trabaja desde hace muchos años en un estudio jurídico muy grande, con clientes importantes de la industria en todo el pais y algunos del exterior. Al haber estado tantos años pudo escalar posiciones dentro del estudio y seguramente en algunos años mas le ofrezcan ascender nuevamente a alguna posición gerencial. Yo, por mi parte, luego de varios trabajos hace algunos años que estoy en la parte de negocios para una cadena de laboratorios y desarrollo farmacéutico, también en un puesto gerencial a cargo de varios departamentos. Por todo ésto, realmente por suerte siempre nos fue bien y pudimos llevar una vida sin privaciones. No somos millonarios ni mucho menos, pero tenemos nuestro amplio departamento en la zona mas residencial de Caballito y ambos podemos tener nuestros vehículos.
Pese a la descripción que les di de Mariana, lo curioso es que hasta no hace mucho tiempo, Mariana siempre fue muy recatada. No era tímida, de hecho es una mujer muy cariñosa con sus amigos y familia, para nada introvertida, pero en cuanto al sexo y otros temas siempre prefería no hablar, siempre cuidando sus palabras y sus formas. Tenía ciertos aires y comportamiento de tilinga o de chetita, pero eran los menos, no era nada terrible y yo sabía que nada mas era producto de como se había criado ya que provenía de una familia con dinero. No era una mujer de esas aburridas ni mucho menos, pero era rarísimo escucharla hablar alguna vez de sexo por mas en confianza que esté, y siempre se cuidaba en la forma de hablar y comportarse. Una mujer recta y apropiada por donde se la mire. Yo por mi parte quizás un poco menos, pero también era de ese estilo de vida y comportamiento por lo que siempre nos llevabamos muy bien. Desde el principio de la relación habíamos decidido no tener hijos, ella nunca quiso, y si bien por supuesto teníamos sexo normal como cualquier pareja, no pasaba nunca de eso: Normal, disfrutable, nada fuera de lo común, excesivo, salvaje ni nada de eso.
Teníamos el matrimonio y la vida casi perfecta, hasta que dejamos de tenerlo y yo se que fue mi culpa. O al menos, yo se que fui el detonante.
La debacle comenzó hará un par de años, no mas. Fue un Diciembre que tuve la cena de fin de año de mi empresa. Todos los años me acompañaba Mariana, y yo la acompañaba a ella a la de su empresa otro dia, pero ese año se dió la casualidad que ambas cenas las habían organizado para el mismo dia, por lo cual decidimos cambiar la rutina de siempre. Que ella vaya a su cena, yo a la mia y listo, no habría problema.
En mi cena la pasé muy bien y, debo reconocer, que me pasé un poco con los tragos y entre charla va y charla viene con compañeros de trabajo, me di cuenta que había tomado mucho. No estaba lo que se dice en pedo, podía funcionar lo mas bien, pero si me notaba a mi mismo mas alegre, distendido y deshinibido. Durante la cena me había sentado con una empleada que hacía unos pocos meses que estaba en nuestra empresa. Soledad, una rubia muy linda y muy joven, tenía 24 años, con la que de vez en cuando me cruzaba en la empresa, charlabamos un minuto y no pasaba mas que eso. Pero durante la cena nos pusimos a hablar y a tomar, salió una linda y larga charla y casi que Soledad monopolizó mi tiempo y mi atención. Por ahi era cierto, por ahi eran solo los tragos que me había tomado, pero la había notado a Soledad como interesada en mi. Hubo ciertos gestos, actitudes y cosas que me decía que me indicaron eso. Y yo por mi parte... si me preguntan hoy no se que le pude haber dicho en mi estado durante la cena.
Cuando terminó la cena y el grupo estaba fuera del restaurant mientras nos despedíamos todos, escuché a Soledad hablando con otra chica y me percaté que si bien Soledad no era vecina nuestra, vivía a unas pocas cuadras por lo que me ofrecí a llevarla en el auto para que no ande sola por ahi de noche. Es una zona bastante tranquila pero nunca se sabe.
Seguimos charlando durante el viaje de vuelta y noté que la onda seguía. Yo no tenía intenciones de hacer nada, pero me hizó sentir muy bien y muy cómodo, aunque sea el hecho de tener una charla apenas íntima con otra mujer. En otras épocas y en otro estado civil, seguramente le habría dicho de seguirla en su casa o en la mía.
Cuando llegamos a su dirección, una calle muy tranquila cerca de la mia, dejé el auto en doble fila y puse las balizas con intención de despedirla y asegurarme de quedarme hasta que la vea entrar a su edificio. Sin embargo, con el auto estacionado ahi, seguimos charlando un largo rato en la intimidad de mi auto. No había nadie en la calle, ni autos pasaban por esa calle. La charla siguió hasta que finalmente me sentí un poco mareado por lo que había tomado y le dije que bueno, que ya era tarde y me tenía que volver a casa.
"Bueno gracias, Juan Carlos, por traerme hasta aca. No hacía falta, sos un amor", me dijo y me sonrió.
Yo le devolví la sonrisa, "Ni se te ocurra, no hacen falta las gracias. Fue un placer. Y la pasé muy bien, debería agradecerte yo a vos."
"Si, bueno, que lástima que no... bueh.", se rió.
Yo sonreí y asentí, entendiendo a que se refería, " Si, bueno. Okey, nos vemos el lunes. Que descanses."
"Vos también", me dijo y nos inclinamos para despedirnos con un beso en la mejilla pero a mitad de camino los dos nos frenamos, nos miramos a los ojos y nos dimos un largo y profundo beso. Cerré los ojos, sentí su mano acariciándome la mejilla y llevé la mía hasta su nuca, presionándola mas en el beso. Nos besamos asi unos segundos y terminamos. Yo abrí los ojos y lo primero que vi fue la linda carita y la linda mirada de Soledad, a centímetros de mi cara.
Y lo segundo que vi fue a Mariana, parada en la vereda a un metro del auto, las dos manos hechas un puño y echando fuego por los ojos mirándome. La vi que largó una puteada por lo bajo y apuró el paso, casi al trote con rumbo a casa.
Sentí como un bajón de presión y no sabía como reaccionar. Estaba seguro que Soledad no la había visto por lo que no entendía como me cambió la cara, pero para zafar le dije que habían sido los tragos, que me disculpe pero me tenía que ir a casa. Me sonrió, entendiendo, se despidió y se bajó del auto. La esperé con una sonrisa forzada hasta que la vi entrar a su edificio y ahi metí primera y salí casi arando rumbo a mi casa que por suerte estaba cerca.
Cuando llegué a casa y entré al departamento vi que Mariana se había sacado la camperita que llevaba y la había tirado ahi en la entrada, de bronca. Me la encontré parada en el living, esperándome con una bronca que jamás le había visto y que no creí que podía llegar a tener. Intenté explicar algo pero me frenó en seco. Sin importarle que hora era y si los vecinos escuchaban o no me empezó a cagar a puteadas casi a grito pelado y al borde de las lágrimas de la pura bronca que llevaba. No me dejó meter bocado.
Me dijo que su auto se le había plantado al querer volver de su cena y no le arrancaba. Que estuvo mas de una hora mandandome mensajes y llamándome al celular para que la vaya a buscar y yo nunca le atendí. Que se tuvo que tomar un taxi de vuelta y que justo tuvo la puta casualidad de que había una calle cortada y le dijo al tachero que la deje donde la dejó, a pocas cuadras, con la suerte (mala suerte para mi) que era la calle donde vivía Soledad. Mientras me puteaba de arriba a abajo manoteé el celular que tenía en el bolsillo interno del saco y, dicho y hecho, tenía cantidad de mensajes de whatsapp y llamadas perdidas de Mariana.
"Pedazo de hijo de mil putas! Sorete!", me gritaba mientras yo miraba todos los mensajes en la pantalla del celu sin saber que hacer o que decirle, "Claro! Ahora entiendo por que no contestabas! La puta que te re mil parió, hijo de puta!"
"Mariana, pará por favor... no es asi....", le intenté decir pero me frenó.
"Hijo de puta me dejas abandonada ahi porque estás con una putita, no?! Quien es esa hija de puta!"
"Soledad... trabaja en la empresa... la alcancé hasta la casa, nada mas..."
"Que nada mas, imbécil!", me gritó, "Se estaban besuqueando ahi! Que me vas a decir que no?"
"No es asi, mi amor, no se..." atiné a decirle. Entre los tragos que llevaba encima y los nervios no sabía ni que decirle ni cómo explicarle nada. Fue peor. Mariana estalló mas fuerte.
"No me digas mi amor, hijo de mil putas!", me escupió con bronca y se me vino encima casi cara a cara, "Te la cogiste, eh? Te gustan las pendejas, hijo de puta, sorete! Te la chupó en el auto? Te gustó? Eh? Dale, contame, hijo de puta. Te gustan la rubiecitas putitas no?"
"Mariana pará un poco por favor!", le contesté, "No hicimos nada de eso! Nada de eso!"
Ella seguía, "Coge lindo Sole? Dale, contame. Quiero saber. La pasaste lindo con esa pendeja? Dale, hablá! Que te pasa no sos tan machito ahora?"
"Basta, Mariana! Pará de gritar y escuchame!", le corté, "La dejé en la casa y no se que me pasó, tomé de mas y le di un beso. Nada mas! No pasó nada mas."
Mariana se rió entre la bronca, "Aaaah, nada mas! Un besito, nada mas! Pero andate a la mierda, Juan Carlos. Te crees que soy pelotuda?!"
"Te juro que no pasó nada mas! Mariana, escuchame...", le dije y quise abrazarla o sostenerla, poner mis manos en sus hombros, algo como para lograr un contacto, pero ella se zafó y me apartó las manos bruscamente.
Pensó un segundo, me miró y me dijo, "No, escuchame las pelotas. Vos me vas a escuchar a mi.", me dijo mirándome fijo mientras veía el océano de bronca que tenía detrás de los ojos, "Te gustan las putitas, no? Te gustan? Bueno, ahora agarrate hijo de puta. Agarrate porque vas a ver lo que es una puta en serio."
Me empujó los hombros para sacarme de encima suyo y siguió, "Me voy a dormir, y ni se te ocurra... pero ni se te ocurra venir a la habitación. Dormí en el sillón. O mejor, sabes que? Andate con tu rubiecita a que te haga mimitos. Pedazo de hijo de puta.", me dijo y apuró el paso hacia nuestra habitación, dio un portazo y desapareció.
Yo me quedé parado ahi en el medio del living, mirando a la nada. Me dejé caer en el sillón y ahi me quedé, tratando de pensar en todo lo que había salido mal esa noche y cómo hacer para arreglar las cosas. Jamás, pero nunca, en todos los años que estuvimos casados había pasado por una situación asi ni discutido tan fuerte. Y lo que era peor, jamás había visto asi de sacada a Mariana. Nunca y por nada.
No sabía entonces que me había querido decir, pero pronto me iba a dar cuenta.
3 comentarios - Mi esposa, la puta del edificio - Parte 1