Debo admitir que tras el encontronazo con el papá de los gemelos, luego de la cena en casa, estuve algo asustada. Esa noche casi no pude dormir. Y no era para menos. Me había acabado adentro, y yo no me estaba cuidando, por lo que el riesgo de un embarazo estaba latente.
La verdad es que en esos momentos de calentura extrema, los hombres piensan más con la cabeza de abajo, que con la de arriba. Después somos nosotras las que tenemos que estar preocupadas y angustiadas. Pero no es un reclamo, eh, me gusta que me acaben adentro, y lo cierto es que yo tampoco había hecho demasiado para evitarlo. Así que también tenía mi cuota de responsabilidad.
Por eso fue un alivio cuando me vino el período. Soy un relojito suizo, así que estaba esperando la fecha entre ansiosa y preocupada. Por mi parte, el día del hecho, hice todo lo que estuvo a mi alcance. Me lavé a conciencia la concha, e incluso me quedé un buen rato sentada en el bidet, luego del sexo, pujando para expulsar hasta los últimos restos de semen.
Por la mañana tomé la pastilla del día después, y ya no mucho más, lo único que faltaba era que la Naturaleza me diera una mano. Y me la dió. Fui la mujer más feliz del mundo, cuando al vestirme, aquella mañana, noté el sangrado.
Dejé que el ciclo menstrual siguiera su curso, no más de cuatro días, como siempre, y a la semana me hice un test de embarazo, por las dudas. El resultado, negativo.
Ahí mismo volví a los anticonceptivos. Sabía que los encuentros con el papá de los gemelos se iban a seguir produciendo, y habiendo pasado ya al siguiente nivel, que es hacerlo sin protección, suponía que me seguiría acabando adentro. Así que antes que lamentar, mejor prevenir...
Unos años antes no me hubiera disgustado embarazarme de nuevo, pero ya no soy una pendeja, tengo 42 años, y Romi todavía es una beba, por lo que la idea ya no me resulta tan atractiva.
Estaba con todos estos divagues, preparándome un café en el kitchenette de la oficina, cuando casualmente entra Marcos, mi ex rival. Bueno, tan casual no fue el encuentro, ya que me vio entrar y vino tras de mí.
-Hoy te veo mejor, te veía preocupada éstos días...-
-Algo, es que creía que estaba embarazada, pero por suerte fue una falsa alarma...-
Se me queda mirando, sorprendido.
-No fuiste vos, tonto...- lo tranquilizo.
-Que bueno, porqué creí que estabas así por... bueno, lo que pasó- obviamente se refiere al polvo que nos echamos el día de la discusión.
-Nada que ver, eso estuvo espectacular, y además fui yo la que quiso- le aclaro.
-Gracias por lo de espectacular...-
-No tenés porqué dármelas, el crédito para quién se lo merece...-
-¿Te gustaría repetir?- me pregunta de pronto, acercándose casi hasta rozarme.
Dejo la taza en la cuál estaba batiendo el café instantáneo, y bajando la mano, se la paso por encima de la bragueta.
-Eso ni tendrías que preguntármelo...- le digo, apretándole ligeramente el bulto.
Luego de la discusión que tuvimos, en la oficina se había suscitado cierto debate respecto a como fue que arreglamos nuestras diferencias, que hasta entonces parecían insalvables. Sobre todo la intriga estaba en como fue que pasamos de odiarnos a ser, prácticamente, amigachos.
Sobrevolaba el ambiente cierto rumor de que algo tuvo que haber pasado. Yo, por mi parte, trataba de no fomentar tal teoría teniendo la menor interacción posible con él, aunque, claro, no podía evitarlo todo el tiempo.
-Tendríamos que salir por separado y con varios minutos de diferencia, para evitar el chusmerío- le digo.
-Dale, te espero en la esquina de...- repone, nombrando una intersección que está a un par de cuadras de la oficina.
-Te mando un mensaje cuando estoy saliendo- le digo.
Después de que se va, vuelvo a mi escritorio, y sigo con mi trabajo. Atiendo a un par de socios, hago una inspección, y casi una hora después, agarro mi cartera y aviso que salgo un momento.
Me subo a mi auto, que está estacionado a la vuelta, y le envío a Marcos el mensaje prometido. A los pocos minutos ya estoy en la esquina concertada. Paso junto a su coche tocándole bocina, para que me siga.
No me quiero arriesgar a ir de nuevo a un telo que está tan cerca de la oficina, así que lo guío hacia uno que está un poco más lejos, incluso en otro barrio.
Entramos en la cochera, yo por delante, él por detrás, y al bajarnos, luego de estacionar, nos abrazamos y besamos, liberando toda esa excitación que nos veníamos aguantando desde que nos encontramos en el kitchenette de la oficina.
Por el pasillo me va acariciando la cola, deslizando los dedos por toda mi zanja. Estoy de pantalón, no tan ceñido, pero aún así puedo sentir la intensidad de su tacto.
-Me parece ya haber venido alguna vez...- comenta mientras entramos a la habitación.
-¿Con Caro?- le pregunto, refiriéndome a Carolina, la chica que trabaja en el Broker, en RRHH, con la que está saliendo. La que no le gusta que le acabe en la cara.
-Sí, con ella...- asiente -De hecho estuvimos en está misma habitación- repone, abrazándome y reteniéndome contra su cuerpo.
Parece que mencionar a su pareja mientras está de trampa conmigo lo excita, me doy cuenta por la forma en que me besa y como ya me está metiendo mano en esas zonas de mi cuerpo que no necesitan demasiado estímulo para encenderse.
Yo también me enredo a su cuerpo, no les voy a mentir, después de haberlo odiado y aborrecido prácticamente desde que lo conozco, mis sentimientos se habían dado vuelta en una forma tan repentina e impensada, que todavía me sorprendía estar besándolo con la pasión con que lo hacía.
He estado con hombres que no me despertaban ninguna simpatía, es más, con algunos que ni siquiera me agradaban, por el simple hecho de sentir ese morbo de hacerlo con alguien que te produce rechazo.
Con Marcos era diferente, el rechazo había sido hasta el otro día, cuando hablamos, después fue todo calentura. Sentía lo mismo que con el papá de los gemelos, una excitación fuera de todo límite. Y eso que me considero amiga de Carolina, su pareja, pero bueno, sorry por hacerte cornuda...
Marcos se baja el pantalón y me ofrenda su poronga, ya enardecida, imponente. Me pongo de rodillas en el suelo, se la agarro con las dos manos, una para sostenerla, la otra para envolverle los huevos, y se la chupo con todo el entusiasmo que me incita tener algo así enfrente.
Aunque la tiene bastante portentosa, se la como entera, hasta llegar a frotar mi nariz contra su vientre. Me encanta como suspira cada vez que con la punta me raspa la garganta.
La erección que tiene es como para tirar una puerta abajo de un pijazo, me hace doler las comisuras de los labios comérsela toda, pero no puedo evitarlo, si su novia no se aguantaba un lechazo, no creía que fuera capaz de hacerle garganta profunda.
Me levanto, me limpio la boca con el dorso de la mano, y me empiezo a desvestir. Marcos se me queda mirando, meneándose la chota, atento a cada uno de mis movimientos.
-¡Que pedazo de hembra que sos, Mary!- me elogia, cuando ya estoy desnuda, la concha mojada, los pezones parados, ansiosa ya por entregarme.
Me pongo de rodillas de nuevo, y poniéndome la pija entre las tetas, le hago una turca. Eso sí que Carolina no le puede hacer, ya que de adelante es casi una tabla.
Cuando se la suelto, la pija se queda balanceando en el aire, potente, vigorosa, con la cabeza tan hinchada y enrojecida que pareciera fuera a explotarme en la cara.
Me levanto y me tiro de espalda en la cama, abro las piernas y me acaricio, incitante, sensual, la brecha de mi sexo.
Con un par de dedos unto un poco del juguito que me sale de adentro, y llevándomelos a la boca, me los chupo con avidez.
-!Wow, estás bien mojada...!- exclama.
Me sorprende que lo diga... ¿Qué? ¿Acaso su novia no se moja así?
-¡Estoy empapada...!- lo rectifico -¡Y estoy así por vos...!-
Se saca el resto de la ropa y viene hacia mí. Se echa entre mis piernas y se pone a chuparme toda la zanja, voraz, glotón, entusiasta.
Con la lengua me saborea bien profundo, mientras que con los labios me presiona el clítoris, provocándome unas reacciones por demás estimulantes.
Casi con desesperación, lo agarro de la cabeza y le froto la concha por toda la cara, dejándosela empapada con mi flujo.
Con la urgencia del momento, busca un preservativo, se lo pone, y echándose encima mío, me la clava toda, enterita, haciéndome soltar unos gemidos que no requieren traducción.
Él también exhala un suspiro de alivio, como si el estar dentro mío fuera lo que tanto había estado necesitando.
Le rodeo el cuerpo con las piernas y me muevo con él, agitándome, sacudiéndome, disfrutando cada puntazo, cada ensarte, cada mete y saca...
Sin dejar de cogernos, nos besamos, nos chuponeamos, enfatizando con cada gesto la calentura que el otro nos hace sentir.
Siempre moviéndose en mi interior, se pone mis piernas sobre los hombros y redobla el ritmo de la penetración, intensificando aún más el placer que me hace sentir, que ya me desborda los sentidos.
-¡¡¡Ahhhhhhhhhh... Siiiiiiiiiiii... Ahhhhhhhhhhh... Qué rico me cogés, Marcos... Siiiiiiiiiii... Ahhhhhhhhhhh... Dale... Seguí... No pares... Ahhhhhhhhh...!!!-
Me mojaba continuamente, sin pausa, por lo que el ruido húmedo de la cogida era casi tan fuerte como nuestros jadeos o el PLAP-PLAP de los cuerpos rebotando el uno contra el otro.
Cuando se toma un respiro, me pongo en cuatro, toda abierta y fragante, completamente entregada a ese vergazo que me hace delirar de placer.
Cuando se pone tras mío, preparándose para seguir dándome, me volteo y le digo:
-¿Me hacés la cola...?-
Los ojos se le iluminan como si hubiera recibido el mejor regalo del mundo.
Me chupo los dedos y me los meto en el culo para dilatarlo un poco, tampoco demasiado, ya que me gusta sentir la presión de la carne y el ensanche a medida que me va entrando.
Cuando ya estoy lista, le hago un gesto para que avance. Me la pone entonces ahí, entre las nalgas, al borde mismo de la abertura, y empieza a empujar, firme y vigoroso, sin retroceder ni frenarse pese a que al principio mis quejidos son de dolor.
Un empuje y un poco, otro empuje y un poco más, así hasta que la tengo toda metida adentro, bien orteada, algo de lo que seguramente no podrá presumir la novia de Marcos.
-¡¡¡Rompémelo... Rompeme el culo...!!!- le pido, metafóricamente, claro, ya que más que roto, lo tengo destrozado.
Marcos me bombea con todo lo que tiene, tirándome todo su cuerpo encima, aniquilándome a puro combazo.
-¡¡¡Dale... Dale... Daleeeeeeeeee...!!!- le reclamo, sintiendo ya el torbellino formándose en mi vientre.
Unos cuantos encules más, y el polvo me sacude con la misma energía e intensidad que una descarga eléctrica.
Marcos también acaba, es tan fuerte, tan potente mi orgasmo, que se viene conmigo, quedando los dos sumidos en un goce pleno y absoluto.
-¡Increíble Mary... cada vez me sorprendés más...!- me elogia, sin salirse todavía de adentro mío.
-¡Vos me sorprendés a mí culeándome de esa manera!- le replico.
Luego de estar un rato entre besos y mimos, volvemos a entrar en acción. Le chupo la pija, y tras ponérsela en modo XL, yo misma le pongo el forro y me le siento encima.
De cuclillas, empiezo a cabalgarlo, subiendo, bajando, ensartándome la chota hasta los huevos. Entre apasionados jadeos Marcos me aprieta los pechos, dejándome los dedos marcados en la piel.
El clímax nos alcanza mucho más rápido que antes, también mucho más intenso. Ésta vez no me pide nada, solo espera a que llegue el final, pero yo no me conformo solo con eso, quiero darle algo más, algo que vuelva a marcar la diferencia respecto a su novia.
Entonces de repente, cuando ya está a punto, al borde mismo del colapso, me levanto, le saco el forro, y metiéndome la pija en la boca, se la chupeteo hasta recibir en la garganta toda su acabada.
La leche sale con fuerza, pero aunque se me escapa un poco por las comisuras de los labios, no la suelto, se la sigo mamando, tragándome todo con la mayor avidez posible.
Cuando termina de eyacular, saco la lengua, mostrándole que me tomé toda la lechita...
Aunque todavía tengo un poco de semen en la boca, Marcos me besa, ávida y profundamente.
Nos damos una ducha rápida, y salimos del telo, cada uno en su auto, y tomando direcciones distintas, ya que luego del sexo, debíamos seguir con la rutina. Él iba a una inspección, y yo volvía a la oficina para continuar con mi jornada, bien cogida, eso sí...
La verdad es que en esos momentos de calentura extrema, los hombres piensan más con la cabeza de abajo, que con la de arriba. Después somos nosotras las que tenemos que estar preocupadas y angustiadas. Pero no es un reclamo, eh, me gusta que me acaben adentro, y lo cierto es que yo tampoco había hecho demasiado para evitarlo. Así que también tenía mi cuota de responsabilidad.
Por eso fue un alivio cuando me vino el período. Soy un relojito suizo, así que estaba esperando la fecha entre ansiosa y preocupada. Por mi parte, el día del hecho, hice todo lo que estuvo a mi alcance. Me lavé a conciencia la concha, e incluso me quedé un buen rato sentada en el bidet, luego del sexo, pujando para expulsar hasta los últimos restos de semen.
Por la mañana tomé la pastilla del día después, y ya no mucho más, lo único que faltaba era que la Naturaleza me diera una mano. Y me la dió. Fui la mujer más feliz del mundo, cuando al vestirme, aquella mañana, noté el sangrado.
Dejé que el ciclo menstrual siguiera su curso, no más de cuatro días, como siempre, y a la semana me hice un test de embarazo, por las dudas. El resultado, negativo.
Ahí mismo volví a los anticonceptivos. Sabía que los encuentros con el papá de los gemelos se iban a seguir produciendo, y habiendo pasado ya al siguiente nivel, que es hacerlo sin protección, suponía que me seguiría acabando adentro. Así que antes que lamentar, mejor prevenir...
Unos años antes no me hubiera disgustado embarazarme de nuevo, pero ya no soy una pendeja, tengo 42 años, y Romi todavía es una beba, por lo que la idea ya no me resulta tan atractiva.
Estaba con todos estos divagues, preparándome un café en el kitchenette de la oficina, cuando casualmente entra Marcos, mi ex rival. Bueno, tan casual no fue el encuentro, ya que me vio entrar y vino tras de mí.
-Hoy te veo mejor, te veía preocupada éstos días...-
-Algo, es que creía que estaba embarazada, pero por suerte fue una falsa alarma...-
Se me queda mirando, sorprendido.
-No fuiste vos, tonto...- lo tranquilizo.
-Que bueno, porqué creí que estabas así por... bueno, lo que pasó- obviamente se refiere al polvo que nos echamos el día de la discusión.
-Nada que ver, eso estuvo espectacular, y además fui yo la que quiso- le aclaro.
-Gracias por lo de espectacular...-
-No tenés porqué dármelas, el crédito para quién se lo merece...-
-¿Te gustaría repetir?- me pregunta de pronto, acercándose casi hasta rozarme.
Dejo la taza en la cuál estaba batiendo el café instantáneo, y bajando la mano, se la paso por encima de la bragueta.
-Eso ni tendrías que preguntármelo...- le digo, apretándole ligeramente el bulto.
Luego de la discusión que tuvimos, en la oficina se había suscitado cierto debate respecto a como fue que arreglamos nuestras diferencias, que hasta entonces parecían insalvables. Sobre todo la intriga estaba en como fue que pasamos de odiarnos a ser, prácticamente, amigachos.
Sobrevolaba el ambiente cierto rumor de que algo tuvo que haber pasado. Yo, por mi parte, trataba de no fomentar tal teoría teniendo la menor interacción posible con él, aunque, claro, no podía evitarlo todo el tiempo.
-Tendríamos que salir por separado y con varios minutos de diferencia, para evitar el chusmerío- le digo.
-Dale, te espero en la esquina de...- repone, nombrando una intersección que está a un par de cuadras de la oficina.
-Te mando un mensaje cuando estoy saliendo- le digo.
Después de que se va, vuelvo a mi escritorio, y sigo con mi trabajo. Atiendo a un par de socios, hago una inspección, y casi una hora después, agarro mi cartera y aviso que salgo un momento.
Me subo a mi auto, que está estacionado a la vuelta, y le envío a Marcos el mensaje prometido. A los pocos minutos ya estoy en la esquina concertada. Paso junto a su coche tocándole bocina, para que me siga.
No me quiero arriesgar a ir de nuevo a un telo que está tan cerca de la oficina, así que lo guío hacia uno que está un poco más lejos, incluso en otro barrio.
Entramos en la cochera, yo por delante, él por detrás, y al bajarnos, luego de estacionar, nos abrazamos y besamos, liberando toda esa excitación que nos veníamos aguantando desde que nos encontramos en el kitchenette de la oficina.
Por el pasillo me va acariciando la cola, deslizando los dedos por toda mi zanja. Estoy de pantalón, no tan ceñido, pero aún así puedo sentir la intensidad de su tacto.
-Me parece ya haber venido alguna vez...- comenta mientras entramos a la habitación.
-¿Con Caro?- le pregunto, refiriéndome a Carolina, la chica que trabaja en el Broker, en RRHH, con la que está saliendo. La que no le gusta que le acabe en la cara.
-Sí, con ella...- asiente -De hecho estuvimos en está misma habitación- repone, abrazándome y reteniéndome contra su cuerpo.
Parece que mencionar a su pareja mientras está de trampa conmigo lo excita, me doy cuenta por la forma en que me besa y como ya me está metiendo mano en esas zonas de mi cuerpo que no necesitan demasiado estímulo para encenderse.
Yo también me enredo a su cuerpo, no les voy a mentir, después de haberlo odiado y aborrecido prácticamente desde que lo conozco, mis sentimientos se habían dado vuelta en una forma tan repentina e impensada, que todavía me sorprendía estar besándolo con la pasión con que lo hacía.
He estado con hombres que no me despertaban ninguna simpatía, es más, con algunos que ni siquiera me agradaban, por el simple hecho de sentir ese morbo de hacerlo con alguien que te produce rechazo.
Con Marcos era diferente, el rechazo había sido hasta el otro día, cuando hablamos, después fue todo calentura. Sentía lo mismo que con el papá de los gemelos, una excitación fuera de todo límite. Y eso que me considero amiga de Carolina, su pareja, pero bueno, sorry por hacerte cornuda...
Marcos se baja el pantalón y me ofrenda su poronga, ya enardecida, imponente. Me pongo de rodillas en el suelo, se la agarro con las dos manos, una para sostenerla, la otra para envolverle los huevos, y se la chupo con todo el entusiasmo que me incita tener algo así enfrente.
Aunque la tiene bastante portentosa, se la como entera, hasta llegar a frotar mi nariz contra su vientre. Me encanta como suspira cada vez que con la punta me raspa la garganta.
La erección que tiene es como para tirar una puerta abajo de un pijazo, me hace doler las comisuras de los labios comérsela toda, pero no puedo evitarlo, si su novia no se aguantaba un lechazo, no creía que fuera capaz de hacerle garganta profunda.
Me levanto, me limpio la boca con el dorso de la mano, y me empiezo a desvestir. Marcos se me queda mirando, meneándose la chota, atento a cada uno de mis movimientos.
-¡Que pedazo de hembra que sos, Mary!- me elogia, cuando ya estoy desnuda, la concha mojada, los pezones parados, ansiosa ya por entregarme.
Me pongo de rodillas de nuevo, y poniéndome la pija entre las tetas, le hago una turca. Eso sí que Carolina no le puede hacer, ya que de adelante es casi una tabla.
Cuando se la suelto, la pija se queda balanceando en el aire, potente, vigorosa, con la cabeza tan hinchada y enrojecida que pareciera fuera a explotarme en la cara.
Me levanto y me tiro de espalda en la cama, abro las piernas y me acaricio, incitante, sensual, la brecha de mi sexo.
Con un par de dedos unto un poco del juguito que me sale de adentro, y llevándomelos a la boca, me los chupo con avidez.
-!Wow, estás bien mojada...!- exclama.
Me sorprende que lo diga... ¿Qué? ¿Acaso su novia no se moja así?
-¡Estoy empapada...!- lo rectifico -¡Y estoy así por vos...!-
Se saca el resto de la ropa y viene hacia mí. Se echa entre mis piernas y se pone a chuparme toda la zanja, voraz, glotón, entusiasta.
Con la lengua me saborea bien profundo, mientras que con los labios me presiona el clítoris, provocándome unas reacciones por demás estimulantes.
Casi con desesperación, lo agarro de la cabeza y le froto la concha por toda la cara, dejándosela empapada con mi flujo.
Con la urgencia del momento, busca un preservativo, se lo pone, y echándose encima mío, me la clava toda, enterita, haciéndome soltar unos gemidos que no requieren traducción.
Él también exhala un suspiro de alivio, como si el estar dentro mío fuera lo que tanto había estado necesitando.
Le rodeo el cuerpo con las piernas y me muevo con él, agitándome, sacudiéndome, disfrutando cada puntazo, cada ensarte, cada mete y saca...
Sin dejar de cogernos, nos besamos, nos chuponeamos, enfatizando con cada gesto la calentura que el otro nos hace sentir.
Siempre moviéndose en mi interior, se pone mis piernas sobre los hombros y redobla el ritmo de la penetración, intensificando aún más el placer que me hace sentir, que ya me desborda los sentidos.
-¡¡¡Ahhhhhhhhhh... Siiiiiiiiiiii... Ahhhhhhhhhhh... Qué rico me cogés, Marcos... Siiiiiiiiiii... Ahhhhhhhhhhh... Dale... Seguí... No pares... Ahhhhhhhhh...!!!-
Me mojaba continuamente, sin pausa, por lo que el ruido húmedo de la cogida era casi tan fuerte como nuestros jadeos o el PLAP-PLAP de los cuerpos rebotando el uno contra el otro.
Cuando se toma un respiro, me pongo en cuatro, toda abierta y fragante, completamente entregada a ese vergazo que me hace delirar de placer.
Cuando se pone tras mío, preparándose para seguir dándome, me volteo y le digo:
-¿Me hacés la cola...?-
Los ojos se le iluminan como si hubiera recibido el mejor regalo del mundo.
Me chupo los dedos y me los meto en el culo para dilatarlo un poco, tampoco demasiado, ya que me gusta sentir la presión de la carne y el ensanche a medida que me va entrando.
Cuando ya estoy lista, le hago un gesto para que avance. Me la pone entonces ahí, entre las nalgas, al borde mismo de la abertura, y empieza a empujar, firme y vigoroso, sin retroceder ni frenarse pese a que al principio mis quejidos son de dolor.
Un empuje y un poco, otro empuje y un poco más, así hasta que la tengo toda metida adentro, bien orteada, algo de lo que seguramente no podrá presumir la novia de Marcos.
-¡¡¡Rompémelo... Rompeme el culo...!!!- le pido, metafóricamente, claro, ya que más que roto, lo tengo destrozado.
Marcos me bombea con todo lo que tiene, tirándome todo su cuerpo encima, aniquilándome a puro combazo.
-¡¡¡Dale... Dale... Daleeeeeeeeee...!!!- le reclamo, sintiendo ya el torbellino formándose en mi vientre.
Unos cuantos encules más, y el polvo me sacude con la misma energía e intensidad que una descarga eléctrica.
Marcos también acaba, es tan fuerte, tan potente mi orgasmo, que se viene conmigo, quedando los dos sumidos en un goce pleno y absoluto.
-¡Increíble Mary... cada vez me sorprendés más...!- me elogia, sin salirse todavía de adentro mío.
-¡Vos me sorprendés a mí culeándome de esa manera!- le replico.
Luego de estar un rato entre besos y mimos, volvemos a entrar en acción. Le chupo la pija, y tras ponérsela en modo XL, yo misma le pongo el forro y me le siento encima.
De cuclillas, empiezo a cabalgarlo, subiendo, bajando, ensartándome la chota hasta los huevos. Entre apasionados jadeos Marcos me aprieta los pechos, dejándome los dedos marcados en la piel.
El clímax nos alcanza mucho más rápido que antes, también mucho más intenso. Ésta vez no me pide nada, solo espera a que llegue el final, pero yo no me conformo solo con eso, quiero darle algo más, algo que vuelva a marcar la diferencia respecto a su novia.
Entonces de repente, cuando ya está a punto, al borde mismo del colapso, me levanto, le saco el forro, y metiéndome la pija en la boca, se la chupeteo hasta recibir en la garganta toda su acabada.
La leche sale con fuerza, pero aunque se me escapa un poco por las comisuras de los labios, no la suelto, se la sigo mamando, tragándome todo con la mayor avidez posible.
Cuando termina de eyacular, saco la lengua, mostrándole que me tomé toda la lechita...
Aunque todavía tengo un poco de semen en la boca, Marcos me besa, ávida y profundamente.
Nos damos una ducha rápida, y salimos del telo, cada uno en su auto, y tomando direcciones distintas, ya que luego del sexo, debíamos seguir con la rutina. Él iba a una inspección, y yo volvía a la oficina para continuar con mi jornada, bien cogida, eso sí...
16 comentarios - Amantes y rivales...
Que lindo seria cojerte y que seas mi puta por una noche.
Van 10 pts @Maritainfiel.
Saludos de un coterraneo santiagueño, viviendo en la costa atlántica
La verdad q tu comentario habla claramente de que hay hombres mucho más elevados q los q todavía les cuesta salir de las cavernas q son la mayoría …