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El inicio de los cuernos - parte 5

Lucía se paró frente a la cama, su figura apenas iluminada por la luz tenue de la habitación. Julián la miraba con una mezcla de expectación y sumisión. No sabía lo que venía, pero estaba completamente entregado. Ella sonrió de lado, caminando con calma hasta el borde de la cama, y se levantó el vestido, dejándole ver todo.

—Acostate boca arriba, con la cabeza donde van los pies —ordenó, su tono firme y seguro.

Julián obedeció sin chistar. Se acomodó en la cama tal como ella le había pedido, su cuerpo ya preparado para lo que fuera que viniera. Lucía se levantó el vestido por completo, dejando su cuerpo desnudo ante él.

—Mirá… la primera sorpresa. —dijo con una risa maliciosa—. El hdp me robó la tanga. Dice que me va a robar todas, así que, cornudito, te toca comprarme lencería nueva cada vez que lo vaya a ver.

Julián la miraba fascinado, sin poder procesar todo lo que estaba sucediendo. Cada palabra lo hundía más en su fantasía, cada gesto de Lucía lo mantenía atrapado en ese nuevo mundo que ella había desatado.

—Y la segunda sorpresa… —continuó, mientras subía una pierna sobre la cama—. Quiero que sientas bien cómo me quedó la concha. No me bañé para traértela así.

Acto seguido, se sentó sobre la cara de Julián, presionando su sexo contra su boca. Julián pudo percibirlo al instante: el olor a sexo, el rastro de la pija de Juanchi, todo impregnado en la piel de Lucía. Era un olor intenso, un recordatorio vívido de lo que había pasado apenas unas horas antes.

Sin pensarlo, metió su lengua en ella, recorriendo toda esa concha que instantes antes había sido ocupada por otro. Lucía gemía suavemente, disfrutando el control total que ahora tenía sobre él.

—Sí, sí… así me gusta. Limpiamela bien… —murmuró, con una sonrisa de satisfacción—. Así que esta era tu fantasía, ¿no? Me encanta… le voy a sacar jugo, destapaste algo que no vas a poder frenar. —Su tono se volvió más firme, más dominante—. Vas a aceptar que me coja a quien yo quiera, cuando quiera, y vos te vas a quedar en casa esperando para limpiar el desastre que los otros dejen. ¿Te quedó claro?

Las palabras de Lucía eran duras, pero llenas de convicción. Julián, completamente sometido a ese nuevo poder que ella había descubierto, no pudo hacer otra cosa más que aceptar.

—Todo lo que vos quieras… acepto —respondió él, casi en un susurro, mientras seguía recorriendo su sexo con la lengua.

Lucía se levantó de encima suyo y se puso en cuatro patas, mirándolo con una sonrisa traviesa.

—Ahora es tu turno —dijo—. Cojeme. Fijate lo rota que le dejaron la concha a tu novia.

Julián se levantó de la cama lo más rápido que pudo, su pija completamente dura por la humillación y el deseo. Se puso detrás de Lucía y, sin pensarlo demasiado, se la metió de una. El calor y la humedad de su concha lo envolvieron al instante, era una sensación indescriptible. Comenzó a bombearla con fuerza, queriendo sentirla, queriendo hacerla suya.

Pero los gemidos de Lucía no eran de placer.

—No te siento la pija, amor… —dijo ella entre risas—. ¡Qué abierta me dejó el hdp! No puede haber tanta diferencia entre tu pija y la de él… Menos mal que me dejás coger con otros.

La humillación lo golpeó como un martillazo. Su propia novia, la mujer que amaba, lo estaba ridiculizando por el tamaño de su pija mientras hablaba de cómo otro la había llenado mejor. Y, sin embargo, esa misma humillación lo excitaba más de lo que jamás habría imaginado. En cuestión de segundos, Julián llegó al límite y terminó dentro de ella en no más de diez embestidas.

Lucía se rió suavemente, girando la cabeza para mirarlo.

—Menos mal que vine bien cogida, sino te mato… —dijo, sin dejar de reír.

Julián se dejó caer en la cama, agotado, su cuerpo rendido después de todo lo que había pasado. Estaba completamente acabado, su mente perdida entre la humillación y la satisfacción. Mientras él intentaba recuperar el aliento, Lucía se levantó y se fue a la ducha.

Volvió al cabo de un rato, fresca y rejuvenecida, y lo encontró a Julián tirado en la cama, con la mirada perdida. Lo abrazó por la espalda y le susurró al oído:

—Te amo mucho, gordo. Lo de la cama es un jueguito… Voy a ser la puta de otras pijas, pero siempre voy a ser tu novia, y nada va a cambiar eso.

Las palabras de Lucía le trajeron un poco de calma. Aunque su mundo había cambiado, aunque ahora sabía que ella estaría con otros, la seguridad de que ella seguía siendo suya lo reconfortó. Se miraron, se sonrieron, y se fundieron en un beso tierno.

Esa noche, después de todo lo que había pasado, se quedaron dormidos haciendo cucharita, como si todo hubiera sido un sueño, pero con la certeza de que algo había cambiado para siempre.

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