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El inicio de los cuernos - parte 2

Lucía y Julián estaban acostados en la cama, disfrutando del momento posterior a un buen polvo. El aire estaba cargado de un deseo nuevo, de esa electricidad que habían descubierto juntos desde que Julián le confesó su fantasía más íntima. Lucía, con la cabeza apoyada en el pecho de él, jugaba con sus dedos mientras lo miraba de reojo, mordiéndose el labio inferior.

—Juli… —dijo, su voz suave, como quien está a punto de confesar un pecado—. Estuve pensando en lo que me dijiste la otra vez… lo de estar con otro hombre mientras vos mirás.

Julián se tensó por un segundo, el corazón acelerándosele. Era la primera vez que ella lo mencionaba tan directamente desde aquella conversación inicial. Tragó saliva, intentando mantenerse calmado.

—Sí, amor… —respondió con la voz un poco temblorosa—. ¿Qué pensaste?

Lucía levantó la cabeza y lo miró directo a los ojos, con esa chispa traviesa que tanto lo volvía loco.

—Bueno… —empezó, con una sonrisa pícara—. Hay alguien en mi trabajo que me mira mucho, me saca charla cada vez que puede, y la verdad es que me intriga. Siempre que pasa por mi escritorio, me quedo mirándole el bulto… ¡y qué bulto! —dijo riéndose, mientras veía la cara de sorpresa y celos mezclados de Julián.

Él se quedó en silencio, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La imagen de Lucía mirándole el bulto a otro tipo lo llenó de una mezcla de celos y una excitación que lo confundía.

—¿En serio? ¿Y cómo se llama? —preguntó, tratando de sonar tranquilo, aunque por dentro su mente iba a mil.

—Juanchi, —dijo Lucía con una sonrisa—. Siempre me hace comentarios, que qué linda estoy, que qué bien me quedan los jeans… pero nunca pasa de eso, porque, bueno, vos sabés… —Se encogió de hombros, mirándolo con inocencia fingida—. Pero siempre pensé que tenía una mirada muy… interesante.

Julián sintió que se le secaba la boca. La idea de Lucía con otro hombre, de verla siendo deseada y tocada por otro, lo estaba poniendo al borde. Y la forma en que ella lo contaba, con tanta naturalidad, lo dejaba sin palabras.

—¿Y qué te gustaría hacer con él? —preguntó, intentando sonar casual, pero su voz traicionó la excitación que sentía.

Lucía se acercó más a él, sus labios rozando el lóbulo de su oreja.

—Me gustaría que me coja… —susurró, viendo cómo Julián cerraba los ojos y tragaba saliva—. Me gustaría que me posea, que me agarre de la cintura y me dé con todo, mientras vos mirás…

Él dejó escapar un gemido bajo, sintiendo cómo su pija se endurecía al instante. Lucía sonrió y bajó la mano, acariciándole lentamente por encima del calzoncillo.

—¿Eso es lo que querés, Juli? —preguntó con voz ronca—. ¿Querés verme con él acá, en esta misma cama donde dormimos todos los días?

Julián asintió, su respiración pesada. Ella se mordió el labio, disfrutando de la nueva dinámica que había descubierto entre ellos. Se sentía poderosa, dueña de la situación.

—¿Querés verlo cómo me coge, cómo me la mete bien adentro mientras vos te pajeas a un costado? —continuó, su voz goteando lujuria—. ¿Te gusta imaginarme gritando de placer mientras me hace suya?

—Sí… —murmuró él, casi sin aliento—. Sí, me calienta tanto, Lu…

—Bueno, bebé… —dijo ella, poniéndose seria—. Tengo malas noticias para vos. No vas a estar. —Se separó un poco, mirándolo directo a los ojos, disfrutando de la sorpresa en su rostro—. Me lo voy a llevar a un telo, y te voy a mandar fotos y videos. Quiero que veas cómo me lo cojo, cómo me hace gritar, pero vos no vas a estar ahí. ¿Aceptás, cornudo?

Julián sintió una mezcla de decepción y excitación. La idea de no estar presente, de solo ver desde la distancia, lo sacudió más de lo que esperaba. Pero el morbo era más fuerte.

—Sí, acepto… —susurró, mientras Lucía sonreía con triunfo.

—Perfecto —dijo ella, besándolo con intensidad—. Te voy a hacer un favor: en unos días voy a arreglar con Juanchi para que nos veamos. Cuando lo haga, te voy a mandar un mensajito para que sepas que me estoy entregando a otro… —Se alejó un poco, mirándolo con una sonrisa perversa—. Vas a ser un cornudo hecho y derecho, mi amor.

Los días pasaron, y la expectativa crecía. Julián no podía dejar de pensar en lo que se venía, en cómo sería verla con otro tipo. La imagen de Lucía siendo poseída por otro lo mantenía caliente constantemente.

Y entonces, llegó el momento. Era un miércoles a la noche cuando Lucía entró a la habitación con una sonrisa en los labios.

—Amor… —dijo, caminando hacia él—. Hablé con Juanchi. Vamos a vernos este sábado. Vamos a tomar algo, y después directo a que me coja. Le conté todo sobre vos, y me dijo que te va a hacer el mejor espectador, que me va a coger toda como a vos te gustaría y te va a mostrar cómo me hace suya. Me pidió que el sábado, cuando me esté cogiendo, te llame para decirte… cornudo.

Julián sintió que el corazón se le salía del pecho, la excitación y el miedo mezclándose en su interior.

—Así que amor… —continuó Lucía, sentándose  sobre él—. Este sábado vas a ser cornudo por primera vez. Y sabés qué, bebé… me vas a elegir la ropita y la tanguita que Juanchi me va a sacar después.

Julián sintió que su pija se endurecía al instante ante las palabras de ella. Estaba completamente entregado a su fantasía.

Llegó el sábado, y la ansiedad se apoderó de él. Lucía se metió en la ducha para prepararse, y cuando salió envuelta en una toalla, lo miró con una sonrisa burlona.

—Cornudito, ¿elegiste la ropa ya? —preguntó, con esa voz que lo volvía loco.

Julián tenía todo listo. Le había elegido una calza engomada negra que le marcaba el culo como nunca, una remerita pupera azul y un conjunto de lencería blanco, con una tanguita mínima.

Lucía empezó a vestirse lentamente, disfrutando de cómo Julián la miraba con los ojos llenos de deseo. Primero se puso la tanguita, ajustándosela mientras él observaba, hipnotizado. Luego, el corpiño que apenas cubría sus pechos, seguido de la calza que subió despacio, marcando cada curva de su cuerpo.

—Vení, cornudo… —le dijo, haciendo un gesto con el dedo—. Vení a ver cómo quedó tu novia.

Julián se acercó, su pija dura como una roca dentro del pantalón. Lucía le agarró la pija con fuerza, apretándoselo mientras le sonreía.

—Mirá cómo estás, todo duro… guardá leche para la noche —se rió, y luego se dio vuelta para mirarse en el espejo—. ¿Te gusta cómo quedé?

Julián asintió, sin palabras. Ella se veía increíble, puta y provocativa, como nunca la había visto antes.

—Bueno, amorcito… —dijo, acercándose a él para darle un beso en los labios—. Me voy. Cuando esté bien cogida, te voy a mandar fotitos. Portate bien, ¿eh?

Y con una sonrisa maliciosa, salió de la casa. Julián quedó solo, en silencio, tratando de entender lo que acababa de pasar. La fantasía que había alimentado durante tanto tiempo estaba a punto de volverse realidad, y ahora que estaba solo, el miedo y la duda empezaron a carcomerle la cabeza.

Las horas pasaban lentamente. Eran las nueve, las diez, las once, y nada. El silencio lo estaba matando. Se preguntaba si realmente quería esto, si era lo que en verdad deseaba. Y entonces, su celular vibró. Era un mensaje de Lucía.

“Mirá dónde estamos”.

Julián abrió la foto con manos temblorosas. Allí estaba ella, en una habitación de telo, luz tenue, de color azul.... 

Julián sintió una mezcla de celos y una excitación tan intensa que casi le dolía. Estaba por suceder, lo que había soñado durante tanto tiempo estaba a punto

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