A mis queridos 5 lectores:
Éste es un relato fuerte. Si tu objetivo es masturbarte leyendo un relato, no creo que éste sea adecuado. Pero historias como ésta pasaron.
En el barrio todos sabían que Daniel era marica, palabra fuerte para un chico. Pero claro, el pobre no lo podía disimular, sus gestos, sus meneos de cadera, su forma de sonreir, eran los de una mina. La madre, Rosa, una morocha laburadora como pocas, lo tenía asumido, su padre, buenazo pero perdido en el alcohol, reflejo justo de la canción de Gieco (...por eso te entiendo cuando en un vaso te vas....), en sus delirios de vino barato vociferaba "putooo!, me salió puto el nene, puto me salió!". Su hermanita Lucy era un solcito hermoso y alegre y la eterna compañera de juegos de Daniel. Sus dos hermanos, gemelos, dos tremendos mocetones grandotes, forzudos y con cara de malos. Familia oscura, una familia de "cabezas" en un barrio de clase media baja, bien baja, de blancos inmigrantes italianos, gallegos y polacos. Por eso, por su piel trigueña oscura, se habían ganado los apodos. Los gemelos, Mario y Jorge, eran "los mellizos berenjena" y Danielito, un poco más claro, había recibido el apelativo de "pan tostado", que como era muy largo había quedado en el sugestivo apócope de "Panty". Los cuatro hermanos eran muy queridos en el barrio y, salvo para algún imbécil de los que nunca faltan, Panty era uno más entre los pibes del barrio. Además, los mellizos habían siempre dejado bien claro que el que le ponía un dedo encima a Panty, se las iba a tener que ver con ellos, y la verdad, los berenjena daban miedo.
Cuando Panty llegó a la pubertad, como a todo putito le empezó a cosquillear el culito, sus amigos dejaron de ser simplemente nenes y, como todos nosotros, comenzó a mirar braguetas. Los mellizos discutieron el tema largamente. Lucy era intocable, y al que osara hacerse el loco con la hermana le rompían la jeta. Pero Panty, puto o no puto, era hombre y los hombres cogen. Entonces cuando notaron que Juan cada vez era más amigo de Panty y un tiempo después otro de los púberes de la barra también comenzó a acercarse más a Panty, se hicieron los boludos y dejaron que se cogieran al hermano. Panty era feliz y discretamente creció en su sexualidad, algunos o mejor dicho varios de sus amigos debutaron en su culito y hasta hubo alguna velada discusión entre un par de chicos que "enamorados" querían a Panty en exclusiva. Panty no era promiscuo, pero la libertad y protección en que se había desarrollado su sexualidad hacían que viera con naturalidad satisfacer el deseo de sus amigos y disfrutar con ello.
Pero el imbécil estaba. Ricardo, pedante, machista, idiota, resentido. Para Ricardo, Panty era un "marica de mierda" al que había que cagar a palo para sacarle el gusto por la pija, era un "degenerado". Desde la vez que los berenjena le llenaron la cara de dedos y le dijeron que se cuidara de tocar a su hermano, se había vuelto precavido, pero cada vez que se cruzaba con Panty murmuraba "ya te voy a agarrar, putito, ya vas a ver lo que se hace con los maricas como vos".
Ricardo, apenas llegó a la mayoría de edad, se metió en la cana. Andar con uniforme y pistola al cinto lo hacían sentir un macho, un tipo de cuidado, lo hacían sentir el hombre que no era. El padre de Ricardo, milico también, movió influencias y le consiguió vacante en la comisaría del barrio. Todo lo veían pasear, con su pedantería a flor de piel y su caminar de perdona vidas por el centro comercial del barrio, manos en el ancho y negro cinturón del que colgaba la cartuchera con la 9 milímetros y sonrisa sarcástica.
Ese sábado, cuando ya caía la noche, Panty, con un amigo de la universidad - cursaba primer año de psicología-, estaba caminando por el centro comercial. Como su amigo quería encender un cigarrillo y había viento, se arrimaron los dos en un rincón para protegerse del viento y lograr que no se apagara la llama del encendedor. Cuando se dieron vuelta para seguir caminando, se toparon con Ricardo que, brazos cruzados, les espetó
-Así te quería agarrar, puto de mierda!, dando espectáculo en la calle. Vos rajá pibe y no te dejes convencer de nuevo por este degenerado. Vos putito venís conmigo!
No valieron explicaciones, no valieron pedidos ni súplicas. Panty, esposado, terminó a los empujones en la comisaría en una celda llena de caras turbias. Dos o tres de los reclusos cuchicheaban entre ellos y lo miraban fijo tocándose el bulto. Panty, aterrado, apoyó su bello culito contra la pared, se puso a mirar el piso y cruzó los brazos sobre el pecho, como si ese ilusorio escudo y ese no ver lo pudieran proteger de algo. Los que lo miraban se le pusieron delante y uno de ellos con su dedo mugriento le levantó la cara desde el mentón.
- A mi me la chupás primero putito.
Panty, como si quisiera proteger de la violación la conchita que la naturaleza no le había dado, llevó las manos a su sexo y comenzó a temblar nerviosamente.
En la celda, por suerte, estaba Rafa, albañil, pendenciero, amigo de la caña y la ginebra, en cana no por chorro sino por cagar a palos a su jefe y mandarlo al hospital. Sus manos eran inmensas como palas y duras como papel de lija.
-El que toca al puto se las va a ver conmigo-, dijo con su vozarrón rasposo de tabaco negro y polvo de cal y cemento.
-Quedate tranquilo pibe, nadie te va a tocar un pelo.
Se hizo un vacío alrededor del nene. Panty, aún protegiéndose la conchita, apenas levantando la cabeza balbuceó un "gracias".
Al rato vino un agente a buscarlo. Lo llevó al cuarto del fondo de la comisaría, el más alejado de la entrada. Adentro sólo una silla, Ricardo y el oficial jefe de turno, cruzado de brazos.
- Así que vos sos el putito que anda haciendo chanchadas por la avenida? Ya te vamos a dar, degeneradito! Desvestite, todo.
-Pero yo no..., - callate puto-, pero..., -te dije que te calles, o querés que te surta?
Panty se quitó la camisa, se quitó las medias, y temblando como una hoja comenzó a sacarse el pantalón. Debajo apareció esa biquini rosa que se había comprado ahorrando sobre la poca guita que podían darle los gemelos para pagar el boleto y comprarse una coca en la facultad.
-Pero mirá que sos reputo! Sacate esa bombacha, marica de mierda!
Cuando la bombacha fue al piso los canas vieron la gruesa pija de Panty, nunca usada, pero de generosas dimensiones. La naturaleza, qué ironía, le había dado una cabecita de nena dentro de un magnífico cuerpo de macho.
-Qué pelotudo!, tremenda pija y la tenés al pedo, mirá no sé como no te la corto.
Ricardo se había mantenido al margen hasta el momento. Se arrimó entonces a Panty y comenzó a cruzarle la cara a bofetazos, una y otra vez.
-Viste puto que me la ibas a pagar? Acostate en el piso, rápido.
La cara de Panty era un mar de lágrimas, pero no profirió un solo quejido, un solo sollozo, se la bancó, se mordía los labios hasta casi hacerlos sangrar, pero no les iba a dar el gusto de oírlo llorar. Se puso boca abajo en el piso.
El oficial se sentó a mirar.
-Ya que te gusta por el culo, te voy a dar por el culo.
Sacó la 9 mm de la funda y se la clavó sin piedad en el ano. El grito de Panty se escuchó en toda la comisaría.
-Ésta es la última pistola que te vas a comer putito.
Le gatilló dos veces. La pistola no tenía balas, pero Panty no lo sabía. Luego de la primera y sorpresiva gatillada, se encomendó a la Virgencita y se puso a rezar un Ave María.
Los dos canas comenzaron a reírse.
-Andate puto de mierda. Y ni se te ocurra hablar porque sos boleta.
Ricardo le sacó la pistola ensangrentada del culo y se fue.
El oficial seguía ahí. Panty se incorporó de a poco. De su grácil culito le llegaba un dolor punzante, agudo. Se puso la bombachita y buscó sus medias
-Antes de irte me va a sacar la leche, puto. Chupá.
Panty se secó la cara con la camisa, se arrodilló frente a la bragueta abierta del oficial y se metió en la boca la babeante pija. El tipo estaba demasiado excitado, y en un minuto le acabó en la boca un semen amargo.
-Tragala, ordenó. Panty tragó.
Panty llegó a su casa a las 11 de la noche y se fue directo a la cama evitando todo contacto con la familia. Rezó, rezó y rezó hasta quedarse dormido. El estrés soportado lo había destruido más que la pistola en el culo y cayó en un sueño pesado, como de muerto.
A las 9, Rosa, la madre, fue a despertarlo para ir a la infaltable Misa del domingo. Como no se despertaba le sacó, como hacía siempre, los cobertores. Se llevó una mano a la boca para no gritar. La bombacha de Panty tenía un gran círculo rojo de sangre seca detrás y había abundantes manchas de sangre seca en las sábanas.
-Qué te pasó chiquito? Panty fue saliendo del sopor y con los ojos entornados apenas balbuceó.
-Nada ma, no sabés que soy puto?
-Pero, pero.., Rosa se aguantaba por no moquear, -¿qué te hicieron? -
Panty se sentó en la cama, de nuevo sintió cien agujas que le punzaban el esfínter. Se largó a llorar desconsoladamente, casi a los gritos, todo el llanto aguantado durante sus horas de martirio estalló allí, sus mejillas, esas mejillas de piel tan suave, amoratadas por los golpes, descansaban sobre el delantal de su madre.
En instantes el padre y los mellizos estaban en la pieza. Panty contó con detalle lo que Ricardo le había hecho. Las puteadas de los mellizos se debieron escuchar hasta de la vereda de enfrente, querían salir ahí mismo a reventar al Ricardito, pero el padre los contuvo: "la venganza se come fría, hijos, se come fría".
A Panty lo atendieron en la Guardia del Hospital. A los canas les pasó poca cosa, solamente los cambiaron de destino.
Pasaron tres meses. Ricardo ahora estaba en una Comisaría de Gorina y volvía todas las noches bien tarde a su casa, siempre con su uniforme y su paso de macho perdona vidas, cinturón negro grueso, pistola y bastón.
Una noche, mientras cruzaba el descampado de la vías, se encontró frente a frente con los mellizos berenjena, intentó sacar el arma pero un golpe a la mandíbula lo hizo tambalear y una patada en los huevos lo hizo caer retorciéndose al piso mientras Mario le sacaba el arma del cinturón. Se lo llevaron a la casilla abandonada del guardabarreras. Adentro había 5 amigos más, todos de la barra, todos conocidos de Ricardito, todos amigos de Panty, ninguno gay, ninguno se lo había cogido, amigos del corazón y no del culo, como debe ser.
-Qué van a hacer muchachos?, se animó a decir Ricardito, -miren que yo los conozco y yo...
No lo dejaron terminar. Le comenzaron a llover los bofetazos, iguales a los que él le había dado a Panty, pero partiendo de 7 pares de manos.
-Desvestite, hijo de puta!
-Que van a hacer?, no muchachos, cuidado lo que hacen, miren que yo..- Otros 7 pares de bofetazos.
Ricardo se comenzó a desvestir.
-No se por qué hacen esto, si es un puto!, se lo merecía, hay que enseñarle a...- El puñetazo de Jorge en el estómago le quitó las ganas de seguir hablando.
-Los calzones también. Ricardo obedeció. Seguro, -pensaba-, me van a rebenquear el culo y la espalda con el cinturón.
Los 7 muchachones lo rodearon, los 7 se bajaron el cierre, los 7 sacaron sus vergas por la bragueta. Ricardo abrió sus ojos como monedas. Los nenes habían sido bien seleccionados, en realidad toda la barra quería participar, pero los íntimos de Panty eran demasiado "sensibles" y algunos no tenían la herramienta más adecuada. Los mellizos habían elegido a los 5 más pijudos entre sus amigos. Entonces las 7 pijas que rodeaban a Ricardo eran todas de dar miedo, y entre ellas, las más grandes y cabezonas eran las de Mario y Jorge, evidentemente el apodo de "mellizos berenjena" no era solamente por el color de su piel, sino que calzaba perfectamente con el tremendo y oscuro chipote que les colgaba entre las piernas.
A Ricardo ya no lo quedaban dudas, sólo una cosa le podía pasar, lo iban a violar. Resistirse no iba a servir de nada.
Ricardo fue a parar boca abajo al piso, lo tomaron de los brazos y le separaron las piernas. Jorge, la pija más grande, se acomodó de rodillas detrás de su culo. Ni saliva, ni miramientos. La oscura y monstruosa cabeza de la verga de Jorge se clavó en el culo virgen y cerrado de Ricardo. El grito fue fuerte, pero a esa hora y en ese lugar, que gritara lo que se le diera la gana, nadie lo iba a escuchar.
-Estás cerrado hijo de puta, pero quedate tranquilo, después de esta noche, vas a ser el culo más roto del barrio.
Jorge le dio su segunda estocada y 15 cm de pija entraron de un solo golpe dentro del virginal culo del cana. Ricardo volvió a gritar, pero un nuevo par de bofetadas lo callaron. La tercera estocada hizo entrar el resto y Jorge comenzó inmediatamente un mete y saca furioso. Tomá hijo de puta, sentí lo que le hiciste sentir a mi hermano, basura! La pija entraba y salía casi entera del culo de Ricardo que intentaba gritar y recibía un par de bofetadas con cada grito.
-Basta por favor, no lo hago más, no lo hago más.
-Basta las pelotas!, te vas a comer las 7 hijo de puta.
15 minutos fue lo que tardó Jorge en acabar. Cuando se la sacó, su pija salió mojada de sangre y con abundante caca.
- Te cagás hijo de puta, no? Siempre fuiste un cagón escondido dentro de un uniforme. Andá a lavarte, sorete!
Por suerte el baño semi derruido de la casilla aún tenía agua. Lo llevaron y lo hicieron sentar en el inodoro. Le salió una mezcla de mierda, sangre y semen. Le hicieron lavar el culo y lo llevaron nuevamente adonde Mario, pajeándose despacito, lo esperaba.
De nuevo al piso y de una la pija entera de Mario dentro de su culo. Otros quince minutos de culiada brutal
Cuando se la metió el tercero ya Ricardo no gritaba, sólo gemía lastimosamente. En medio de la cogida, de pronto el chico se detuvo -Che, que la pasa a éste? Está frunciendo el culo. Noooo!, a que sí!
Lo dieron vuelta y descubrieron un abundante charco de semen debajo de su cuerpo.
- Te está empezando a gustar Ricardito? Vos también sos putito?
Ricardo no contestó, sentía mucha más vergüenza por ese orgasmo que no pudo evitar que por la violación múltiple que estaba sufriendo.
Pasó el cuarto, pasó el quinto, pasó el sexto, pasó el séptimo. 7 gruesas pijas le rompieron el culo a Ricardito, lo llenaron de leche, le destruyeron el orgullo y sobre todo le hicieron pagar las imbéciles maldades que le había hecho sufrir al pobre Panty.
Pero no terminaba allí el asunto. Jorge sacó una bolsita que tenía en el bolsillo, una medibacha nueva, una "panty media" color piel, que con no poco trabajo fue a vestir las piernas y el culo de Ricardito. Las esposas, tal vez las mismas que había usado para Panty, fueron a maniatar sus pies, unos precintos ataron sus manos detrás de su espalda y por último, el bastón negro fue introducido en su culo, con lo dilatado que estaba después de dos horas de violación de 7 pijas gordas, no costó trabajo meterle 20 cm dentro, y allí quedó el palito, como en cuadro del Bosco, bamboleándose. Lo levantaron, le pusieron el cinturón negro, con la correspondiente cartuchera y el arma, porque dicen que a un cana le puede pasar cualquier cosa, pero nunca debe perder el arma reglamentaria, y ellos no querían perjudicar la brillante carrera policial de Ricardito.
Lo agarraron entre todos y lo dejaron tirado en el pastizal cerca de las vías, con medibachas, arma al cinto y bastón clavado en el culo. No le pegaron mucho, querían que Ricardo siempre estuviera perfectamente consciente de lo que estaba pasando.
Y perfectamente consciente pasó varias horas en el pastizal, hasta que el guarda del tren de las 6:05 lo vio por la ventana y avisó en la siguiente estación.
3 puntos en el esfínter dados en el hospital policial fueron suficientes. Pero lo dieron de baja de la cana, la policía no acepta agentes con el culo roto entre sus filas. Nunca volvió al barrio y su familia se mudó en pocos meses.
Panty no pudo no enterarse, el barrio entero se enteró: "sabía señora que a Ricardo el policía que vivía en la otra cuadra lo encontraron en las vías así y así?, ay, qué horror doña Teresa, las cosas que pasan!! Todos imaginaban quienes habían sido pero sólo los amigos de la barra conocían toda la historia. Ricardo, por supuesto, nunca habló, no le convenía. Panty se enojó con los hermanos, ¡cómo podían ser tan brutos! El mal no se paga con mal, el ojo por ojo, diente por diente es cosa de bestias, pensaba Panty. Su culito sanó, su corazón noble perdonó, la sociedad en la que vivía era así y sabía que nunca estaría libre del todo de pasar por algún otro momento feo. Por suerte los tiempos han cambiado.
Panty se recibió de psicólogo. Ahora trabaja en una ONG que defiende los derechos de los que somos "distintos". Nunca se vistió de mujer, salvo las bombachitas, porque no le interesa, pero vive con un chico al que llama "mi marido" y que dulcemente en la intimidad la llama "mi mujercita hermosa". A veces se lo coge, pero lo de ella es estar con las piernitas abiertas.
Éste es un relato fuerte. Si tu objetivo es masturbarte leyendo un relato, no creo que éste sea adecuado. Pero historias como ésta pasaron.
En el barrio todos sabían que Daniel era marica, palabra fuerte para un chico. Pero claro, el pobre no lo podía disimular, sus gestos, sus meneos de cadera, su forma de sonreir, eran los de una mina. La madre, Rosa, una morocha laburadora como pocas, lo tenía asumido, su padre, buenazo pero perdido en el alcohol, reflejo justo de la canción de Gieco (...por eso te entiendo cuando en un vaso te vas....), en sus delirios de vino barato vociferaba "putooo!, me salió puto el nene, puto me salió!". Su hermanita Lucy era un solcito hermoso y alegre y la eterna compañera de juegos de Daniel. Sus dos hermanos, gemelos, dos tremendos mocetones grandotes, forzudos y con cara de malos. Familia oscura, una familia de "cabezas" en un barrio de clase media baja, bien baja, de blancos inmigrantes italianos, gallegos y polacos. Por eso, por su piel trigueña oscura, se habían ganado los apodos. Los gemelos, Mario y Jorge, eran "los mellizos berenjena" y Danielito, un poco más claro, había recibido el apelativo de "pan tostado", que como era muy largo había quedado en el sugestivo apócope de "Panty". Los cuatro hermanos eran muy queridos en el barrio y, salvo para algún imbécil de los que nunca faltan, Panty era uno más entre los pibes del barrio. Además, los mellizos habían siempre dejado bien claro que el que le ponía un dedo encima a Panty, se las iba a tener que ver con ellos, y la verdad, los berenjena daban miedo.
Cuando Panty llegó a la pubertad, como a todo putito le empezó a cosquillear el culito, sus amigos dejaron de ser simplemente nenes y, como todos nosotros, comenzó a mirar braguetas. Los mellizos discutieron el tema largamente. Lucy era intocable, y al que osara hacerse el loco con la hermana le rompían la jeta. Pero Panty, puto o no puto, era hombre y los hombres cogen. Entonces cuando notaron que Juan cada vez era más amigo de Panty y un tiempo después otro de los púberes de la barra también comenzó a acercarse más a Panty, se hicieron los boludos y dejaron que se cogieran al hermano. Panty era feliz y discretamente creció en su sexualidad, algunos o mejor dicho varios de sus amigos debutaron en su culito y hasta hubo alguna velada discusión entre un par de chicos que "enamorados" querían a Panty en exclusiva. Panty no era promiscuo, pero la libertad y protección en que se había desarrollado su sexualidad hacían que viera con naturalidad satisfacer el deseo de sus amigos y disfrutar con ello.
Pero el imbécil estaba. Ricardo, pedante, machista, idiota, resentido. Para Ricardo, Panty era un "marica de mierda" al que había que cagar a palo para sacarle el gusto por la pija, era un "degenerado". Desde la vez que los berenjena le llenaron la cara de dedos y le dijeron que se cuidara de tocar a su hermano, se había vuelto precavido, pero cada vez que se cruzaba con Panty murmuraba "ya te voy a agarrar, putito, ya vas a ver lo que se hace con los maricas como vos".
Ricardo, apenas llegó a la mayoría de edad, se metió en la cana. Andar con uniforme y pistola al cinto lo hacían sentir un macho, un tipo de cuidado, lo hacían sentir el hombre que no era. El padre de Ricardo, milico también, movió influencias y le consiguió vacante en la comisaría del barrio. Todo lo veían pasear, con su pedantería a flor de piel y su caminar de perdona vidas por el centro comercial del barrio, manos en el ancho y negro cinturón del que colgaba la cartuchera con la 9 milímetros y sonrisa sarcástica.
Ese sábado, cuando ya caía la noche, Panty, con un amigo de la universidad - cursaba primer año de psicología-, estaba caminando por el centro comercial. Como su amigo quería encender un cigarrillo y había viento, se arrimaron los dos en un rincón para protegerse del viento y lograr que no se apagara la llama del encendedor. Cuando se dieron vuelta para seguir caminando, se toparon con Ricardo que, brazos cruzados, les espetó
-Así te quería agarrar, puto de mierda!, dando espectáculo en la calle. Vos rajá pibe y no te dejes convencer de nuevo por este degenerado. Vos putito venís conmigo!
No valieron explicaciones, no valieron pedidos ni súplicas. Panty, esposado, terminó a los empujones en la comisaría en una celda llena de caras turbias. Dos o tres de los reclusos cuchicheaban entre ellos y lo miraban fijo tocándose el bulto. Panty, aterrado, apoyó su bello culito contra la pared, se puso a mirar el piso y cruzó los brazos sobre el pecho, como si ese ilusorio escudo y ese no ver lo pudieran proteger de algo. Los que lo miraban se le pusieron delante y uno de ellos con su dedo mugriento le levantó la cara desde el mentón.
- A mi me la chupás primero putito.
Panty, como si quisiera proteger de la violación la conchita que la naturaleza no le había dado, llevó las manos a su sexo y comenzó a temblar nerviosamente.
En la celda, por suerte, estaba Rafa, albañil, pendenciero, amigo de la caña y la ginebra, en cana no por chorro sino por cagar a palos a su jefe y mandarlo al hospital. Sus manos eran inmensas como palas y duras como papel de lija.
-El que toca al puto se las va a ver conmigo-, dijo con su vozarrón rasposo de tabaco negro y polvo de cal y cemento.
-Quedate tranquilo pibe, nadie te va a tocar un pelo.
Se hizo un vacío alrededor del nene. Panty, aún protegiéndose la conchita, apenas levantando la cabeza balbuceó un "gracias".
Al rato vino un agente a buscarlo. Lo llevó al cuarto del fondo de la comisaría, el más alejado de la entrada. Adentro sólo una silla, Ricardo y el oficial jefe de turno, cruzado de brazos.
- Así que vos sos el putito que anda haciendo chanchadas por la avenida? Ya te vamos a dar, degeneradito! Desvestite, todo.
-Pero yo no..., - callate puto-, pero..., -te dije que te calles, o querés que te surta?
Panty se quitó la camisa, se quitó las medias, y temblando como una hoja comenzó a sacarse el pantalón. Debajo apareció esa biquini rosa que se había comprado ahorrando sobre la poca guita que podían darle los gemelos para pagar el boleto y comprarse una coca en la facultad.
-Pero mirá que sos reputo! Sacate esa bombacha, marica de mierda!
Cuando la bombacha fue al piso los canas vieron la gruesa pija de Panty, nunca usada, pero de generosas dimensiones. La naturaleza, qué ironía, le había dado una cabecita de nena dentro de un magnífico cuerpo de macho.
-Qué pelotudo!, tremenda pija y la tenés al pedo, mirá no sé como no te la corto.
Ricardo se había mantenido al margen hasta el momento. Se arrimó entonces a Panty y comenzó a cruzarle la cara a bofetazos, una y otra vez.
-Viste puto que me la ibas a pagar? Acostate en el piso, rápido.
La cara de Panty era un mar de lágrimas, pero no profirió un solo quejido, un solo sollozo, se la bancó, se mordía los labios hasta casi hacerlos sangrar, pero no les iba a dar el gusto de oírlo llorar. Se puso boca abajo en el piso.
El oficial se sentó a mirar.
-Ya que te gusta por el culo, te voy a dar por el culo.
Sacó la 9 mm de la funda y se la clavó sin piedad en el ano. El grito de Panty se escuchó en toda la comisaría.
-Ésta es la última pistola que te vas a comer putito.
Le gatilló dos veces. La pistola no tenía balas, pero Panty no lo sabía. Luego de la primera y sorpresiva gatillada, se encomendó a la Virgencita y se puso a rezar un Ave María.
Los dos canas comenzaron a reírse.
-Andate puto de mierda. Y ni se te ocurra hablar porque sos boleta.
Ricardo le sacó la pistola ensangrentada del culo y se fue.
El oficial seguía ahí. Panty se incorporó de a poco. De su grácil culito le llegaba un dolor punzante, agudo. Se puso la bombachita y buscó sus medias
-Antes de irte me va a sacar la leche, puto. Chupá.
Panty se secó la cara con la camisa, se arrodilló frente a la bragueta abierta del oficial y se metió en la boca la babeante pija. El tipo estaba demasiado excitado, y en un minuto le acabó en la boca un semen amargo.
-Tragala, ordenó. Panty tragó.
Panty llegó a su casa a las 11 de la noche y se fue directo a la cama evitando todo contacto con la familia. Rezó, rezó y rezó hasta quedarse dormido. El estrés soportado lo había destruido más que la pistola en el culo y cayó en un sueño pesado, como de muerto.
A las 9, Rosa, la madre, fue a despertarlo para ir a la infaltable Misa del domingo. Como no se despertaba le sacó, como hacía siempre, los cobertores. Se llevó una mano a la boca para no gritar. La bombacha de Panty tenía un gran círculo rojo de sangre seca detrás y había abundantes manchas de sangre seca en las sábanas.
-Qué te pasó chiquito? Panty fue saliendo del sopor y con los ojos entornados apenas balbuceó.
-Nada ma, no sabés que soy puto?
-Pero, pero.., Rosa se aguantaba por no moquear, -¿qué te hicieron? -
Panty se sentó en la cama, de nuevo sintió cien agujas que le punzaban el esfínter. Se largó a llorar desconsoladamente, casi a los gritos, todo el llanto aguantado durante sus horas de martirio estalló allí, sus mejillas, esas mejillas de piel tan suave, amoratadas por los golpes, descansaban sobre el delantal de su madre.
En instantes el padre y los mellizos estaban en la pieza. Panty contó con detalle lo que Ricardo le había hecho. Las puteadas de los mellizos se debieron escuchar hasta de la vereda de enfrente, querían salir ahí mismo a reventar al Ricardito, pero el padre los contuvo: "la venganza se come fría, hijos, se come fría".
A Panty lo atendieron en la Guardia del Hospital. A los canas les pasó poca cosa, solamente los cambiaron de destino.
Pasaron tres meses. Ricardo ahora estaba en una Comisaría de Gorina y volvía todas las noches bien tarde a su casa, siempre con su uniforme y su paso de macho perdona vidas, cinturón negro grueso, pistola y bastón.
Una noche, mientras cruzaba el descampado de la vías, se encontró frente a frente con los mellizos berenjena, intentó sacar el arma pero un golpe a la mandíbula lo hizo tambalear y una patada en los huevos lo hizo caer retorciéndose al piso mientras Mario le sacaba el arma del cinturón. Se lo llevaron a la casilla abandonada del guardabarreras. Adentro había 5 amigos más, todos de la barra, todos conocidos de Ricardito, todos amigos de Panty, ninguno gay, ninguno se lo había cogido, amigos del corazón y no del culo, como debe ser.
-Qué van a hacer muchachos?, se animó a decir Ricardito, -miren que yo los conozco y yo...
No lo dejaron terminar. Le comenzaron a llover los bofetazos, iguales a los que él le había dado a Panty, pero partiendo de 7 pares de manos.
-Desvestite, hijo de puta!
-Que van a hacer?, no muchachos, cuidado lo que hacen, miren que yo..- Otros 7 pares de bofetazos.
Ricardo se comenzó a desvestir.
-No se por qué hacen esto, si es un puto!, se lo merecía, hay que enseñarle a...- El puñetazo de Jorge en el estómago le quitó las ganas de seguir hablando.
-Los calzones también. Ricardo obedeció. Seguro, -pensaba-, me van a rebenquear el culo y la espalda con el cinturón.
Los 7 muchachones lo rodearon, los 7 se bajaron el cierre, los 7 sacaron sus vergas por la bragueta. Ricardo abrió sus ojos como monedas. Los nenes habían sido bien seleccionados, en realidad toda la barra quería participar, pero los íntimos de Panty eran demasiado "sensibles" y algunos no tenían la herramienta más adecuada. Los mellizos habían elegido a los 5 más pijudos entre sus amigos. Entonces las 7 pijas que rodeaban a Ricardo eran todas de dar miedo, y entre ellas, las más grandes y cabezonas eran las de Mario y Jorge, evidentemente el apodo de "mellizos berenjena" no era solamente por el color de su piel, sino que calzaba perfectamente con el tremendo y oscuro chipote que les colgaba entre las piernas.
A Ricardo ya no lo quedaban dudas, sólo una cosa le podía pasar, lo iban a violar. Resistirse no iba a servir de nada.
Ricardo fue a parar boca abajo al piso, lo tomaron de los brazos y le separaron las piernas. Jorge, la pija más grande, se acomodó de rodillas detrás de su culo. Ni saliva, ni miramientos. La oscura y monstruosa cabeza de la verga de Jorge se clavó en el culo virgen y cerrado de Ricardo. El grito fue fuerte, pero a esa hora y en ese lugar, que gritara lo que se le diera la gana, nadie lo iba a escuchar.
-Estás cerrado hijo de puta, pero quedate tranquilo, después de esta noche, vas a ser el culo más roto del barrio.
Jorge le dio su segunda estocada y 15 cm de pija entraron de un solo golpe dentro del virginal culo del cana. Ricardo volvió a gritar, pero un nuevo par de bofetadas lo callaron. La tercera estocada hizo entrar el resto y Jorge comenzó inmediatamente un mete y saca furioso. Tomá hijo de puta, sentí lo que le hiciste sentir a mi hermano, basura! La pija entraba y salía casi entera del culo de Ricardo que intentaba gritar y recibía un par de bofetadas con cada grito.
-Basta por favor, no lo hago más, no lo hago más.
-Basta las pelotas!, te vas a comer las 7 hijo de puta.
15 minutos fue lo que tardó Jorge en acabar. Cuando se la sacó, su pija salió mojada de sangre y con abundante caca.
- Te cagás hijo de puta, no? Siempre fuiste un cagón escondido dentro de un uniforme. Andá a lavarte, sorete!
Por suerte el baño semi derruido de la casilla aún tenía agua. Lo llevaron y lo hicieron sentar en el inodoro. Le salió una mezcla de mierda, sangre y semen. Le hicieron lavar el culo y lo llevaron nuevamente adonde Mario, pajeándose despacito, lo esperaba.
De nuevo al piso y de una la pija entera de Mario dentro de su culo. Otros quince minutos de culiada brutal
Cuando se la metió el tercero ya Ricardo no gritaba, sólo gemía lastimosamente. En medio de la cogida, de pronto el chico se detuvo -Che, que la pasa a éste? Está frunciendo el culo. Noooo!, a que sí!
Lo dieron vuelta y descubrieron un abundante charco de semen debajo de su cuerpo.
- Te está empezando a gustar Ricardito? Vos también sos putito?
Ricardo no contestó, sentía mucha más vergüenza por ese orgasmo que no pudo evitar que por la violación múltiple que estaba sufriendo.
Pasó el cuarto, pasó el quinto, pasó el sexto, pasó el séptimo. 7 gruesas pijas le rompieron el culo a Ricardito, lo llenaron de leche, le destruyeron el orgullo y sobre todo le hicieron pagar las imbéciles maldades que le había hecho sufrir al pobre Panty.
Pero no terminaba allí el asunto. Jorge sacó una bolsita que tenía en el bolsillo, una medibacha nueva, una "panty media" color piel, que con no poco trabajo fue a vestir las piernas y el culo de Ricardito. Las esposas, tal vez las mismas que había usado para Panty, fueron a maniatar sus pies, unos precintos ataron sus manos detrás de su espalda y por último, el bastón negro fue introducido en su culo, con lo dilatado que estaba después de dos horas de violación de 7 pijas gordas, no costó trabajo meterle 20 cm dentro, y allí quedó el palito, como en cuadro del Bosco, bamboleándose. Lo levantaron, le pusieron el cinturón negro, con la correspondiente cartuchera y el arma, porque dicen que a un cana le puede pasar cualquier cosa, pero nunca debe perder el arma reglamentaria, y ellos no querían perjudicar la brillante carrera policial de Ricardito.
Lo agarraron entre todos y lo dejaron tirado en el pastizal cerca de las vías, con medibachas, arma al cinto y bastón clavado en el culo. No le pegaron mucho, querían que Ricardo siempre estuviera perfectamente consciente de lo que estaba pasando.
Y perfectamente consciente pasó varias horas en el pastizal, hasta que el guarda del tren de las 6:05 lo vio por la ventana y avisó en la siguiente estación.
3 puntos en el esfínter dados en el hospital policial fueron suficientes. Pero lo dieron de baja de la cana, la policía no acepta agentes con el culo roto entre sus filas. Nunca volvió al barrio y su familia se mudó en pocos meses.
Panty no pudo no enterarse, el barrio entero se enteró: "sabía señora que a Ricardo el policía que vivía en la otra cuadra lo encontraron en las vías así y así?, ay, qué horror doña Teresa, las cosas que pasan!! Todos imaginaban quienes habían sido pero sólo los amigos de la barra conocían toda la historia. Ricardo, por supuesto, nunca habló, no le convenía. Panty se enojó con los hermanos, ¡cómo podían ser tan brutos! El mal no se paga con mal, el ojo por ojo, diente por diente es cosa de bestias, pensaba Panty. Su culito sanó, su corazón noble perdonó, la sociedad en la que vivía era así y sabía que nunca estaría libre del todo de pasar por algún otro momento feo. Por suerte los tiempos han cambiado.
Panty se recibió de psicólogo. Ahora trabaja en una ONG que defiende los derechos de los que somos "distintos". Nunca se vistió de mujer, salvo las bombachitas, porque no le interesa, pero vive con un chico al que llama "mi marido" y que dulcemente en la intimidad la llama "mi mujercita hermosa". A veces se lo coge, pero lo de ella es estar con las piernitas abiertas.
7 comentarios - Pan tostado (relato gay)
Gracias compañero.