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El accidente en el telo

Ella me habia hablado para hacer algo “tranqui” a la noche. En esa época solía cortar mis tardes de estudio para coger con la excusa de cebarme mates. Era una cuarentona, morocha, caderona con mirada picara y voz bastante hot. Estaba casada y con hijos desde joven pero su cuerpo y su actitud eran digna de una adolescente en pleno apogeo hormonal. Esa noche me insinuó que iba a usar una micro tanga roja que le había reglado, pero que nunca había lucido en los tantos encuentros que teníamos por la tarde. Le dije que sí quería pasear en auto o tomar algo me prendía, tratando de evadir las invitaciones que me hacía para acompañarla al boliche. 
La pase a buscar en un lugar neutro, el punto de encuentro común que usábamos para que la gente de su barrio no hiciera correr el chisme de que la cuarentona se comía pendejos de veinte o esas cosas que suelen decir. Se subió al auto con su sonrisa típica, que dejaba entrever lujuria y desenfreno. Jean apretado, cola bien marcada, botas y campera negras. No me pregunto nada de a donde íbamos, la cosa era sin vueltas entre ella y yo. Sabia que yo era un pendejo calentón, y ella una cuarentona con ganas de lo que no tenía en la casa, viviendo una segunda adolescencia. 
Me dirigí directamente a uno de los telos que deseaba conocer hace tiempo mientras charlábamos de como había sido nuestro día. Al llegar simplemente me metí al estacionamiento, nos bajamos y pedimos una habitación común. Al entrar dejamos todo y ella se me abalanzó, comiéndome la boca con violencia como era su costumbre. Entre tanto franeleo, me tocaba la entrepierna por encima del pantalón. Le pregunté: “te viniste entangada como me prometiste, ¿no?”. A lo que ella se pone en 4 sobre la cama y me dice: “averígualo vos morocho”. Le saque primero las botas. Seguía el pantalón, no sin antes darle un par de nalgadas a ese culo hambriento y enorme que portaba. Al momento en que comienzo a bajárselo lentamente, siento que mi miembro empieza a ponerse erecto, solo de ver sus semejantes nalgas cubiertas de un delgado hilo dental rojo. Su microtanga contrastaba perfectamente con su piel morena. A este punto mi excitación era marcada, me sentía salvaje. Con una mano me sacudía el pene todo erecto, mientras que con la otra cacheteaba sus nalgas, hasta ponerlas de un tono colorado. 
No aguanté mas y me usé a ponerme un preservativo, con cierto apuro. Enseguida penetré esa vagina hambrienta, que con la primer ensartada largó un gemido de alivio y placer. Bombeaba con intensidad, tratando de introducir la totalidad de mi verga dentro suyo. En cada estocada me ganaba un insulto de su parte. Nuestros gemidos se tornaron en una serie de insultos mutuos, en los que nos culpábamos por desencadenar una calentura sin precedentes el uno al otro. Yo le preguntaba si era mi puta, si estaba contenta con lo que tenía, a lo que ella me respondía que si con algo de resignación, mientras se metía los dedos en la boca, como deseando otra poronga que la penetrara por sus otros agujeros. El grado de excitación era tal que la intensidad de la penetración subió abruptamente, para terminar en una acabada que duro unos largos minutos, con varios chorros a borbotones al ritmo de las contracciones de un pene en su máximo grado de éxtasis. Toda la lechita termino adentro de su caliente y húmeda vagina abierta.
 El haberme puesto el preservativo hizo que no me preocupara por eyacular dentro suyo. Sin embargo, cuando retire mi pija de su concha note que mi cabeza estaba al descubierto, y el forro estaba roto. Pensé que se produjo por la misma intensidad del acto, pero me di cuenta que la calentura había podido y en realidad fue el apuro propio de un descuido la causa del accidente. Habiamos estado cogiendo piel a piel, con toda mi verga penetrando su carnosa vagina sin nada que nos separara, como debe ser. Su cara al ver el incidente no se parecía en nada a mi preocupación por haber tenido sexo no seguro. Ella había querido sentir toda mi pija desnuda desde hace mucho tiempo y no guardó silencio cuando noto que el placer era infinitamente superior a lo que estábamos acostumbrados, haciéndomelo notar con comentarios al estilo de “que dura que la tenes hijo de puta” o “como se siente tu pija hoy”. Sin embargo, no me avisó de manera explícita, ya que estaba disfrutando de lo que tanto había anhelado. La pija de un pendejo toda dura e hinchada en su concha de madura alsada. De manera casual o inconsciente, había tenido lo que tanto había esperado, y yo había caido en mi propia trampa, una tanga de hilo roja…

2 comentarios - El accidente en el telo

sugercul +1
Excelente! Que bueno llenarla de leche!