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La invitación...

El del seguro automotor puede parecer un mundo perfecto, idílico, en el que todos nos apoyamos y marchamos juntos a la par, pero como en cualquier ambiente de trabajo, también existen mezquindades, rencores, traiciones. 
En mi experiencia personal, desde hace un tiempo estaba teniendo problemas con un colega, Marcos, con quién ya había tenido varios cruces de palabra. Simplemente a mí no me gustaba como él trabajaba, y a él le pasaba lo mismo conmigo. Por eso casi siempre estábamos chocando. 
La gota que rebalsó el vaso, fue cuando intentó sacarme algunos socios ofreciéndoles un seguro más barato que el que yo ofrezco, claro que tenía su trampa, no aclaraba que la póliza no incluía el servicio de remolque.
Ni bien me enteré de lo que estaba haciendo, fui y se lo dije en la cara. Discutimos, como siempre, pero al estar en la oficina no podíamos decirnos lo que hubiéramos querido, así que salimos a tomar un café. 
Estuvimos más de dos horas hablando, casi tres, y para mí sorpresa, llegamos más a conciliar que a discutir. 
Marcos reconoció que estuvo mal en algunas cosas, varias, yo reconocí que estuve mal en otras, ya que tampoco soy una carmelita descalza, y finalmente llegamos a una especie de acuerdo, tratar de llevarnos bien y no empantanar el trabajo del otro.
Quedamos tan conformes el uno con el otro, que... terminamos cogiendo... Si, me eché un polvo con, hasta entonces, mi más acérrimo enemigo.
Al final de la charla, cuando ya habíamos puesto todas las cartas sobre la mesa y hablado sin tapujos, arreglando, al menos de palabra, varias de nuestras diferencias, Marcos se levanta, ya para despedirse, y reconoce:
-Parece mentira, pero al final vamos a terminar siendo amigos...- agregando, a modo de broma -Lo único que nos faltaría es ir a un telo...- 
-No sería mala idea...- le digo al estrecharle la mano, manteniéndosela apretada mientras él asimila lo que acabo de decir.
Fue un buen polvo, no para enloquecerse, pero superó la media, lo que ya es mucho decir.
En el final, me preguntó si podía acabarme en la cara, algo que a su pareja, una administrativa del mismo broker, con la que está saliendo desde hace un par de meses, no le gusta.
Cuando se trata de acabar, no tengo remilgos, así que lo dejé pintarme la cara de leche...
De enemigos acérrimos, habíamos pasado a amigos con beneficios, casi sin escala.
Y éste hubiera sido mi relato, algo más extenso y detallado, claro, si no hubiera pasado lo que pasó después y que terminó dejando la aventura con mi colega en un segundo plano.
Del telo no vuelvo a la oficina, me voy directo a casa, bien cogidita, como tantas otras tardes. Sorpresivamente, mi marido ya había llegado, aunque suele volver del trabajo mucho más tarde. 
Me saluda con un beso en los labios, y me dice:
-Date una ducha y ponete linda que ésta noche tenemos invitados a cenar...-
Creí que se trataría de algún bodeguero al que quería sumar a su empresa, o gente de su trabajo, pero cuando le pregunté quiénes vendrían, me quedé de piedra.
-Los vecinos del noveno piso, los nuevos, los que tienen los gemelos...- me recalca como si me hiciera falta mayores referencias para identificarlos.
-¿Ah sí?- me hago como si recién me acordara de ellos.
-Me encontré con Fabián... el marido... nos quedamos charlando un rato, y lo terminé invitando a cenar con la esposa...- me explica el contexto de la invitación.
-Muy piola el flaco...- repone, ante lo cuál no puedo estar más que de acuerdo.
"Y sí, se está garchando a tu mujer...", pienso.
Ya no había vuelta atrás, la invitación estaba hecha, si me negaba o aludía algún impedimento, podía llegar a sospechar, así que lo único que quedaba era pasar esa velada lo mejor posible.
Me di una ducha, y me vestí de lo más formal, sin nada sugerente. Ni siquiera me maquillé.
A eso de las nueve y media, la hora pactada, tocan el timbre. "Son ellos...", pienso. 
No es posible que me ponga así por un hombre, soy una mujer que ha tenido infinidad de amantes, incluso unas horas estuve con uno en un telo, ¿cómo puede ser que parezca una adolescente que va a recibir por primera vez a su novio en casa de sus padres?
Mi marido abre la puerta, y ahí están ellos, Fabián y su esposa, Fernanda. Ella trae una bandeja con un postre, y él una botella de licor. Entran, nos saludamos, y el corazón que amenaza con salirse de mi pecho cuando me saluda con un beso.
No es la primera vez que estoy en una situación semejante, compartiendo el mismo espacio con un amante y su esposa, sin que ella sepa, claro, que cojemos a sus espaldas.
Cuando estaba embarazada del Ro, la esposa de Bruno, solía acariciarme la panza cada vez que nos encontrábamos, sin sospechar siquiera que el bebé que estaba esperando era de su marido.
Cuando dí a luz, fue a visitarme a la clínica, y mientras yo le daba el pecho a mi bebé recién nacido, ella decía que era igualito a su papá, por mi marido.
-Idéntico...- acotaba yo, aunque refiriéndome al suyo.
Mientras Fernanda me ayuda a poner la mesa, mi marido y Fabián revisan la cava que está en la cocina, un muestrario de las marcas más exclusivas. De reojo veo como hablan, tratando de ponerse de acuerdo sobre cuál elegir para la cena.
Aunque no sea un enólogo como mi marido, Fabián parece saber bastante de vinos, por lo que durante un rato mantienen una amena conversación al respecto.
Nos sentamos a la mesa, comemos, y al terminar me felicitan por la comida. No lo digo, pero es una lasaña comprada, descongelada para la ocasión. Igual me pongo roja como un tomate cuando Fabián dice que es la mejor lasaña que ha probado en mucho tiempo.
¿Pero qué me pasa? Espero que ni mi marido ni su mujer se den cuenta de lo que ése hombre provoca en mí. Las señales son claras, pero ninguno parece notarlas.
Cuando terminamos de comer, me levanto y recojo los platos, Fernanda quiere ayudarme pero le digo que no se moleste, que se quede ya que está sosteniendo con mi marido una interesante charla política.
-Perdón, ¿puedo pasar al baño?- pregunta Fabián.
Mi marido le indica dónde está, así que también se levanta. Dejo los platos sucios en la pileta de la cocina y preparo los de postre, aunque todavía no lo sirvo, ya que recién terminamos de cenar.
Vuelvo a la sala, estoy saliendo de la cocina, cuando el papá de los gemelos, que vuelve del baño, pasa y me pone tremenda mano en el culo. Casi instintivamente le doy un manazo. Estamos fuera de la vista de nuestras parejas, por lo que no hay riesgo de que nos vean, pero mi hijo, el Ro, podría despertarse, como tantas noches, porqué tiene sed y no me gustaría que viera como un perfecto extraño para él, le manosea el culo a su mamá.
-Me gusta como mostrás las uñas, gatita...- me dice en un susurro y sigue su camino hacia la sala.
Yo me quedo un momento en dónde estoy, alterada, conmocionada. Con solo una caricia hizo que se me pongan duros los pezones. ¿Cómo voy a seguir compartiendo con ellos la mesa actuando como si nada?
Vuelvo a sentarme, y a compartir el licor que Fabián trajo y ya está sirviendo. No la hago más larga, luego del postre, y de una amena sobremesa, llegó la hora de la despedida. Ya pasaba de la medianoche, cuando los acompañamos hasta la puerta, les agradecimos la compañía, y hasta la próxima. 
Y ahí termina la velada... ¿Termina? No, porqué al recoger los vasos y algunos cubiertos que habían quedado sobre la mesa, me doy cuenta que hay un celular que no es nuestro. Le digo a mi marido, que ya está acostado, y medio adormilado me dice:
-Mañana se lo devolvemos...-
-¿Y si tienen algún llamado urgente?-
-Lleváselo entonces...- simplifica.
Y yo que pensaba que ya me había librado de todo. Me pongo el desabillé, me calzo las pantuflas y subo al departamento de nuestros vecinos. No toco el timbre, ya que antes de despedirse Fernanda había recibido un mensaje de la chica que se quedó cuidando a los gemelos, para avisarle que ya se estaban despertando, por lo que suponía que al llegar les había dado el pecho y los había hecho dormir. Así que golpeo suave la puerta. 
Antes del último golpe, la puerta se abre, ¿y quién está del otro lado? Sí, Fabián...
-Se olvidaron un celular en la mesa...- le digo de lo más ingenua.
-Lo dejé a propósito, para volver a verte...- me confiesa, y agarrándome de la cintura, agrega -No podía dormirme sin besarte-
Y ahí mismo, en la puerta de su departamento, con su esposa y sus hijos adentro, me come la boca.
-¡Pará, ¿que hacés?, mirá si nos ve tu mujer...!- le recrimino mientras trato de soltarme.
-Ya está dormida...- me dice -Después de darle la teta a los gemelos cayó como desmayada...-
-Igual, se puede despertar...- le insisto.
-No se despierta ni con un terremoto, si cuando los gemelos se ponen a llorar, tengo que despertarla-
-Sí, pero...- trato de oponerme, de resistirme, pero ya me está arrastrando al interior.
Ahora, aparte de besarme, me está metiendo la mano por entre las piernas. Saca los dedos, mojados con el flujo de mi sexo, y se los chupa.
-¿Ves? Si estás tan caliente como yo- repone.
Y tiene razón. No se lo puedo negar ni ocultar. Estoy tan caliente, que por un momento no me importa que nos descubran. Me saco la bombacha, y dejo que me meta los dedos limpiamente, sin obstrucción alguna. 
Él está con un short deportivo y remera, así que solo tiene que bajarse el short para revelar, una vez más, esa pija suprema que tanto revuelo está armando en mi vida.
Me pongo de cuclillas y se la chupo, sintiendo con cada succión toda su potencia y vigor. Me encanta cuando se la agarra con una mano, y como si fuera un rebenque, me azota con esa carne maciza y venosa un lado y otro de la cara 
Cuando me la deja, vuelvo a chupársela con más entusiasmo todavía, tragándome toda la chota casi hasta ahogarme. 
Me levanta, me hace reclinar sobre el respaldo del sofá, y embistiéndome desde atrás, me penetra, sin protección esta vez.
-¡Uuuffffffffhhhh... Uuuffffffffhhhh... Uuuffffffffhhhh...!- mis gemidos son más que expresivos, aunque trato de contenerme por el contexto en el que estamos.
Mientras me coge, mantengo en todo momento mi atención hacia la puerta del dormitorio. Su departamento tiene la misma distribución que el nuestro, por lo que suponía que, detrás de aquella puerta, debería estar durmiendo su mujer.
Aunque es algo que no deseo en lo absoluto, me estimula la posibilidad de que su esposa se despierte de repente y nos encuentre garchando en la sala. Es como que le añade más morbo al momento.
Me saco las tetas fuera del camisón, le agarro la mano y hago que me las apriete y amase, mientras me bombea con desesperación, como si no pudiera aguantarse la urgencia que tiene de garcharme.
También juego con la idea de que mi marido se da cuenta que estoy tardando bastante en volver, y sube a buscarme, encontrándome deliciosamente ensartada por la verga de nuestro vecino.
"¿Y que querés? Vos lo invitaste a cenar, ahora le estoy dando el postre...", me imagino diciéndole a modo de excusa.
Pero no, ni mi marido, ni su esposa aparecen, manteniéndose ajenos a la trampa que estamos cometiendo.
Cuando acaba, me agarra bien de las caderas, y metiéndose hasta lo más profundo, me inyecta su simiente en una forma por demás caudalosa y desbordante.
¡Que manera de soltar leche...! Parece que no termina más de eyacular, lo que de alguna forma acredita lo que sentimos el uno por el otro, una excitación fuera de todo límite...
Pasado el momento de la calentura, aparecen los miedos, los temores. ¿Y si nos descubren? 
Levanto la bombacha del suelo y me la pongo, mientras él se sacude la pija, y se sube el short.
-¿Tenés papel o algo?- le pregunto casi con urgencia, poniéndome una mano en la concha, para que no se venga el derrame.
Después del polvo, la gravedad hace su trabajo, y todo lo que me había eyaculado, busca una vía de escape. No puedo irme así, manchando de semen el pasillo y el ascensor, así que agarro un manojo de papel tissue que me alcanza, y me lo pongo dentro de la bombacha a modo de paño. 
-Me tengo que ir...- le digo en un susurro, y tras darle un beso, miro por última vez hacia la puerta del dormitorio, para asegurarme de que sigue cerrada.
Vuelvo a mi casa en silencio, caminando casi en puntas de pie. Me meto en el baño, me siento en el bidet, y...
¡PLOP... PLOP... PLOP...! el semen que empieza a desbordar en pesados grumos.
Me lavo bien la concha, pujando para que salga todo y vuelvo a la cama. Mi marido ya está profundamente dormido, así que no tengo que dar explicaciones respecto a mi demora... Después de todo él mismo me mandó a devolver el celular...



La invitación...
puta

12 comentarios - La invitación...

gerardoriker +1
wes una tortura soñar cono conocerte e persona hermosa, quiero ser tu amante
CharlyNew2 +1
que hermosa mujer Marita!!! Segus siendo tan bella como aquel primer relato...
MIsko-Jones +1
que grande marita siempre trolita esa costumbre nadie te la quita

besos misko
eltrozo896
Te salvas por un porito
Ese atrevimiento tiene su morbo.
Excelente relato
Sute41
Que ganas de ser tu vecino.
Van 10 pts.
gust7387
Cómo siempre tus relatos increíbles. Ese polvo con todo el morbo de que esté la mujer tan cerca
AldinGomez
te hubiera mamado los senos p reconciliarme contigo
fabrimetal
Por un momento se me hizo la idea que iban a terminar garchando los 4 en la cena...
carapicha
Muy bueno me encanto, quisiera ser tu vecino.
omar2014981
Una puta en toda la letra Diosa orteable. Me gusta como sos usada