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La primera vez

Salvador trabajaba como gerente de ventas de una farmacéutica, pero después de su divorcio perdió muchas cosas, entre ellas su trabajo y su casa. Así que sólo le quedó su auto con el cual se dedicó a chambear de Uber. Vivía donde podía y a veces hasta en su auto. Pero quiso su buena suerte conocer a una señora a la que sus vecinos y clientes llamaban Yaya una madura rubia, chaparrita, de tetas no tan grandes pero deliciosas y unos muy bien torneados muslos. Se dedicaba a la venta de comida a domicilio y gracias a una amistad en común, ella le rentó un cuarto en su departamento para tener una entrada de dinero más. La señora nunca dormía ahí, sino en casa de su mamá con su hija, solo utilizaba la cocina del departamento para preparar la comida de su negocio o para recibir alguna amistad en su sala, pues aún estaba amueblado y de esa manera no le causaba molestias a su mamá. Por eso, Salvador casi siempre la veía en fachas, con el cabello amarrado y sin maquillar, por lo que casi no se notaba la voluptuosidad que escondía su suculento cuerpo. Hasta que un día quiso el destino que el uber conociera la ricura de la señora Yaya. Él llegó por la noche al departamento coincidiendo con que su casera iba saliendo del mismo, muy maquillada, con el cabello suelto, un rico perfume floral y dentro de un vestido sin tirantes, de tela semitransparente por cuyo escote dejaba adivinar un rico busto; muy entallado en la cadera y sobre todo corto porque dejaba ver un par de piernas cubiertas por unas sensuales pantimedias naturales y con un par de sandalias de plataforma, que se sujetaban muy sexis por el tobillo con una tirita de piel. Salvador sorprendido le lanzó un piropo, diciéndole que dónde había escondido a su casera. Ella algo molesta le dijo que saldría a bailar con su ex esposo, qué pasaría en su carro por ella, así que se apresuró a bajar las escaleras del edificio, llevando su bolso y un saco negro en una mano mientras que con la otra tomaba el barandal para no caer. Salvador solo miró como la señora Yaya bajaba las escaleras mostrando aquellas piernas tan suculentas, mientras sus tacones sonaban eróticamente sobre los escalones. El miembro del Uber se puso dura pero no le quedó de otra que irse a dormir a su cuarto sin imaginar que su suerte cambiaría en unas horas. Cómo a eso de las dos de la madrugada del día siguiente un ruido lo despertó, alguien trataba de entrar en el departamento pero no podía, así que se levantó y al ver por la mirilla se dio cuenta que era su casera que al parecer no podía meter la llave en la cerradura de la puerta, así que se apresuro a abrirle. Cuando entró se percató que la madura venía un poco tomada, con su saco negro puesto y además con los ojos llorosos. Ella le dio las gracias y le pidió que se fuera a dormir pues no quería molestarlo más.. Él le dijo que sí pero que antes pasaría al baño. Cuando Salvador salió, la señora Yaya se encontraba sentada en la mesa del pequeño comedor, ya sin el saco, mostrando unos hombros sensuales con pecas y dejando traslucir sus pechos voluptuosos por la tela del vestido. Estaba tratando de servirse un poco de vodka en un vaso de cristal, derramándolo por el estado inconveniente en que se hallaba, así que Salvador muy atentamente se apresuró a ayudarla, aprovechando para servirse él también un poco de vodka en otro vaso que estaba en la mesa. Ella no dijo nada por ese atrevimiento, por el contrario pidió que se sentará a la mesa y brindaran juntos. Salvador le preguntó sobre lo qué le había pasado, y ella por el efecto del alcohol le contó sin pudor que su ex la había estado manoseando en el antro, prometiéndole que después se irían a su casa a coger, pero que al final le dijo que no podría y la mandó en un taxi a casa de su mamá . Pero, como la madura no quería que su madre se enterara de sus aventuras, pasó a cambiarse al departamento. Ella empezó a llorar asegurando que seguramente su ex ya tenía otra. Salvador le dijo que su ex era un pendejo, que cómo podía dejar ir a ese monumento de mujer que tenía enfrente, sola y en ese estado, bromeando agregó que podían hasta robársela. Mientras decía eso, servía otro trago de vodka para cada uno. Ella apenada se limpió las lágrimas (no se imaginaba que en unos instantes le volverían a brotar más, pero por otra razón) y le dio las gracias. Al sentirse algo mareada, le dijo al uber que prendiera el estéreo de la sala y pusiera música para que bailara con ella. Así que, cuándo sonó la música, y empezó el baile, él la tomó por la cintura, viendo lo sensual que se veía contoneándose dentro de aquel vestido, con sus pantimedias y sus sandalias de plataforma. El aprovechaba cada giro del baile para tocar sus tetas sobre la tela transparente y pegar su miembro endurecido en sus nalgas y caderas. En eso estaban, cuando Salvador aprovechó el calor que le dio el alcohol y el baile para jalarla por la cintura y besarla en la boca. Ella sorprendida trató de separarse de él, diciéndole que eso no estaba bien, girándose para tratar de sentarse en uno de los sillones de la sala, lo qué Salvador aprovechó para tomarla por la espalda y poner sus manos toscas en sus senos y empezar a lamer su cuello y sus hombros, mientras le decía que, si así estaba mejor. Ella se resistió un poco más, tratando de quitar las manos de Salvador de sus pechos, logrando solamente que se le bajara el vestido, quedando al aire un par de senos voluptuosos con los pezones ya todos duros. Salvador entonces puso sus manos sobre la blanca piel de sus tetas y empezó a apretar suavemente una y otra vez los rubios pezones de la rubia, mientras lamía y daba pequeños mordiscos en los hombros y espalda llenos de pecas de la sabrosa madura. Ella trató de separse, tropezándose con los tacones y cayendo de nalgas sobre el sillón. Ella trató de cubrirse las tetas pero Salvador lo impidió abalanzándose sobre los senos de la señora y poniendo su boca sobre ellos, procediendo a chupar sus pezones, dándoles pequeños mordiscos en la punta, mientras ella le jalaba el cabello a Salvador, ya no para pedirle que se quitara de encima de ella, sino para exigirle que se los succionará más fuerte, metiéndose Salvador todo un seno de la señora Yaya en la boca mientras su lengua le acariciaba la punta de su pezón. Luego tomó ambos pechos con sus toscas manos y apretujándolos entre ellos, metió ambos pezones en su boca. La música continuaba sonando, por lo que los ricos gemidos de la madura no se escuchaban fuera del departamento, mientras seguía jalando el cabello de Salvador. Cuando la casera soltó el cabello de Salvador, este aprovechó para hincarse y bajar su boca hasta la cadera de la señora Yaya, subirle el vestido y descubrir que por en medio de las suculentas piernas de la madura, las pantimedias ya estaban mojadas de líquido vaginal. Ella pensó que se las bajaría pero Salvador que es amante de esos fetiches, prefirió besar y lamer la vagina de su casera por encima de las pantimedias, mientras colocaba los muslos de la mujer sobre sus hombros. Así mientras su boca masturbaba la vagina de Yaya, Salvador acariciaba una y otra vez con sus manos las piernas en pantimedias de la madura. Ella gemía un poco más fuerte, colocando sus delicadas manos en los pezones mojados por la saliva de Salvador, para después tomar las manotas de él y ponerlas sobre sus tetas para que los dos acariciaran al mismo tiempo sus voluptuosos pezones, mientras él seguía con el sexo oral. De pronto, Salvador bajó sus manos para hacer un agujero por en medio de las pantimedias de la señora Yaya, dejando al descubierto una tanga de color blanco que tuvo que romper con los dientes para poder lamer al natural su vagina. Se veía recién rasuradita, muy mojada y con un color rosita en su interior. Así que el Uber procedió a introducir su lengua y al mismo tiempo succionar su clítoris, mientras volvía a acariciar los pezones de su casera con las manos. Su lengua recorría desde el ano hasta el clítoris de la madura mientras ésta se tapaba la boca con una de sus manos para no dejar escapar un grito que escucharan los vecinos de los otros departamentos, a pesar de la música. De pronto, sin previo aviso Salvador se levantó, sacó su miembro del pantalón, alzando las piernas de la señora Yaya sobre su pecho para después introducir todo su grueso y babeante miembro en la pequeña vagina de la madura. Ella quiso gritar pero se contuvo, mientras el miembro de Salvador salía y entraba de su cuerpo rozando el interior de su vagina una y otra vez, mientras él con sus manos acariciaba sus piernas cubiertas con aquellas sensuales pantimedias, besando los sexis tobillos de su casera, mientras observaba como a través de la licra los pequeños dedos de sus pies pintados de barniz rojo, y que salían de la punta de las sandalias de plataforma se movían con placer al ritmo que les marcaba su miembro endurecido. En eso estaban cuando Salvador sacó su miembro, levantando de un tirón a la señora Yeye, para abrazarla, darle un beso profundo en la boca y decirle al oído que ahora a ella le tocaba chupársela. El se sentó sobre el sillón y la madura se arrodilló sobre el tapete de la sala, mientras tomaba el miembro de Salvador todo grueso y lleno de los jugos de ambos, sosteniéndolo con sus blancas y delicadas manos. Se veía que apenas le alcanzaban para poder sostener tamaño miembro. Empezó por chuparle cada uno de sus testículos, para después subir con la punta de su lengua por todo el grueso tronco de su miembro, hasta llegar a la punta y empezar a besarla con sus labios, como si de un bilé se tratara Después se lo introdujo en la boca mientras al mismo tiempo lo masturbaba con sus manos. Parecía que no le cabía todo en su boca pues sus cachetes se inflaban cada vez que la punta de su miembro chocaba en el interior de su boca. Luego sacándose el miembro de Salvador de la boca, empezó frotarlo por la punta hinchada en cada uno de sus duros pezones. Luego lo colocó entre su pechos para frotarlo una y otra vez. Parecía que el uber se vendría sobre la cara de su casera, pero en un arrebato, puso de pie a la rubia, abrazándola y besándola por la boca otra vez, mientras la arrastraba hacia la mesa, donde estaban los vasos y la botella de vodka. En eso, prácticamente le arrancó el vestido de un tirón, dejando ver el rubio y sensual cuerpo de su casera, solo cubierto por las pantimedias y los tacones, la inclinó boca abajo sobre la mesa, dejando ver un par de nalgotas blancas y apretadas por las pantimedias. De pronto introdujo todo el grueso de su miembro por en medio del agujero que había hecho antes en la lycra, pero ahora no buscaba la humedad de su vagina, sino intentaba entrar directo en el ano de Yaya. La madura al notar lo que intentaba hacer, le dijo que por ahí no, que su pequeño ano aún era virgen, al mismo tiempo que trataba de levantarse, lo que ya no logró pues Salvador ya había entrado hasta el fondo de su cuerpo, mientras sentía como su miembro se apretujaba dentro de aquel pequeño orificio. Luego tomó las caderas de la madura para poder entrar y salir a gusto de la mujer y sus pantimedias, mientras veía su blanca espalda llena de pecas y sus manos sujetando la mesa . Tan caliente era el momento que el Uber le dijo que allí mismo bautizaría su pequeño ano, por ser su primera vez, y levantando la botella de vodka le dió un trago y vació un poco de alcohol sobre las nalgas de la señora Yeye, quien gemía de dolor y placer. Luego empezó a nalguearla con una mano mientras que con la otra jalaba el cabello rubio de la madura. Que rico sentía el miembro del Uber dentro del ano caliente de su casera., tanto que llegó el momento de inflamarse y vaciar todo su deseo dentro de ella. El prefirió manchar las nalgas de la mujer con su semen así que intentó sacar su miembro, pero como no quedaba espacio entre el interior del ano de la madura y el tronco de su miembro, cuando quiso sacarlo para derramar su semen en las pantimedias de la señora Yaya, su miembro se atoró al salir de ella, lo que provocó más dolor y placer en ambos. Todas las nalgas quedaron cubiertas de semen y de los jugos de ella, mientras ambos jadeaban de cansancio. Ella aún se quedó unos momentos con el torso recostado sobre la mesa, mientras sus piernas en tacones temblaban. Salvador se sentó en una silla mientras su miembro se ponía flácido lleno de los líquido vaginal y anal de la rubia. Ella se levantó de la mesa y con algo de pena tomó su vestido. Su cara mostraba unas lágrimas de placer rodando por su mejilla. Rápidamente entró al baño para tomar una ducha, mientras Salvador se quedaba dormido. La madura al salir del baño se fue directo a casa de su mamá, sin despedirse. Él ni cuenta se dió que la madura se había ido, despertando una hora después para bañarse y comenzar el trabajo. Él siguió rentando un mes más la recámara del departamento, en las que aprovechó para comerse a su casera otras tantas veces, aunque seguramente que el ya no tan pequeño ano de la madura no volvió a sentir lo mismo que la primera vez en aquella memorable cogida.

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