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Entrenando con mi Madre

Mi mamá siempre ha tenido un cuerpo que destaca, flaquita pero con caderas y pechos grandes, al punto de que cualquier blusa le hace escote, aunque no tenga. Desde que se enteró de lo de mi papá, cambió mucho. Ahora es más cariñosa conmigo, me busca más y hasta se mete al gym de la casa conmigo, algo que antes ni le interesaba. Yo sigo entrenando fuerte y ella trata de seguirme a su ritmo, pero siempre con esas blusas que le marcan todo y que me hacen darme cuenta de lo raro que se ha vuelto todo entre nosotros.
 
 
Estábamos en el gym de la casa cuando mi mamá, con una blusa que le marcaba todo, me dijo:
 
 
—Oye, ¿me echas una mano con esta rutina? No estoy segura si la estoy haciendo bien.
 
 
Me acerqué para ayudarla.
 
 
—Mira, tienes que mantener la espalda recta, no así doblada —le expliqué.
 
 
—¿Así? ¿O así? —dijo, exagerando la postura y haciendo que su blusa se ajustara aún más. Me solté a reír.
 
 
—No exageres —le dije, todavía riendo—. Solo sigue la forma y relájate un poco.
 
 
Ella se rió también y me miró con una sonrisa que me pareció más cercana que antes.
 
 
—Está bien, maestro —me dijo con un guiño.
 
 
Mientras la observaba, me di cuenta de que, aunque no creo que lo haga con intención sexual, sí me está coqueteando de una manera que antes no hacía. Es raro, pero es como si estuviera tratando de conectarse conmigo de una forma más cercana, y yo lo noto.
 
 
Después de unas series, pasamos a las sentadillas. Mi mamá, con unas leggings ajustadas, me miró y dijo:
 
 
—Oye, ¿me enseñas cómo hacer bien las sentadillas? No quiero que me vean mal.
 
 
Me acerqué para ayudarla mientras ella empezaba el ejercicio.
 
 
—Claro, solo baja despacito y mantén la espalda recta.
 
 
Ella comenzó a hacer las sentadillas, y con cada bajada, su mirada se mantenía fija en mí, casi como si estuviera buscando algo más. Su tono y su forma de moverse tenían un toque coqueto.
 
 
—¿Así está bien? —preguntó, moviendo las caderas con una sonrisa juguetona.
 
 
—Sí, está perfecto. Aunque con ese estilo, seguro que atraes todas las miradas en el gimnasio —le respondí, bromeando.
 
 
Ella soltó una risa, pero luego se puso un poco más seria y dijo:
 
 
—Bueno, es bueno que tengamos el gym en casa. Así no tengo que ver cómo todas esas chicas y señoras te miran como si quisieran algo más.
 
 
Me sorprendió su comentario. Me miró con un toque celoso y dijo:
 
 
—Sí, en serio. A veces me dan ganas de ir a decirles que dejen de mirarte. Como si no pudieran apartar los ojos de ti. Pero aquí en casa, al menos, no tengo que preocuparme por esas miradas.
 
 
—Vaya, no sabía que te ponías tan celosa —dije, tratando de entender el tono de sus palabras.
 
 
—¿Celosa? Más bien, me molesta que no te dejen en paz —respondió, con una mirada que parecía más intensa—. Me gusta tenerte solo para mí. Y aquí en casa, al menos no tengo que competir con otras miradas curiosas.
 
Su comentario me dejó pensando. La tensión que había notado antes ahora me parecía más confusa. No estaba seguro si el coqueteo era solo una broma o si había algo más detrás de ello.
 
 
—Wow, no me había dado cuenta de que te molestaban tanto las miradas —le dije, medio en broma y medio en serio—. ¿Y qué, crees que todo esto es por algo más?
 
 
Ella sonrió, y su expresión se volvió aún más juguetona.
 
 
—No sé, tal vez —dijo—. Pero ahora que estamos aquí solos, podemos disfrutar sin preocupaciones.
 
 
Me reí, sintiendo cómo la atmósfera entre nosotros estaba llena de bromas.
 
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Después de terminar el entrenamiento, nos tumbamos en el suelo, relajados. Mi mamá se giró hacia mí con una sonrisa.
 
—Uf, esto se siente genial. Me encanta hacer ejercicio para sentirme más guapa. Después de lo que pasó con tu papá y la chica esa, necesitaba un cambio —dijo, acercándose un poco más.
 
—Mamá, ya eres guapísima. Tienes un cuerpazo —le respondí, con una sonrisa.
 
Ella se rió, moviendo las caderas un poco.
 
—¿Ah, sí? ¿Y estás tratando de seducirme con esos cumplidos? —preguntó, acercándose lentamente.
 
—Quizás solo estoy siendo sincero. Pero si necesitas un poco de cariño, aquí estoy —le dije, sonriendo mientras la distancia entre nosotros se acortaba.
 
Ella se inclinó como si fuera a darme un beso, pero justo cuando estábamos a punto de hacerlo, se detuvo y dijo:
 
—Oye, creo que voy a ir a ducharme antes de que me quede pegajosa.
 
—¿En serio? Justo cuando iba a disfrutar el momento —dije, riendo.
 
—Lo siento, lo siento —respondió con una sonrisa traviesa—. Pero no intentes seducirme demasiado. Habrá más oportunidades.
 
—Eso espero —le respondí, mientras la veía levantarse.
 
Ella se rió y se fue hacia la ducha, dejando una atmósfera de broma y complicidad entre nosotros.
 
Mientras ella caminaba, su silueta era difícil de ignorar, con esos leggings ajustados y su andar relajado. Me di cuenta de cómo se movía con una mezcla de confianza y coqueteo, y no pude evitar sonreír al pensar en lo que acababa de suceder.
 
Ella se detuvo a mitad de camino, se giró un poco y me lanzó una mirada sobre el hombro.
 
—No te olvides de lo prometido —dijo con una sonrisa traviesa—. Habrá más oportunidades para disfrutar estos momentos.
 
Me reí, asintiendo con una sonrisa.
 
—Lo recordaré —respondí, mientras ella seguía su camino hacia la ducha.







 

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