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Compendio III
Unas semanas atrás, mientras los niños salían de la escuela, Karen se acercó a mí, mirándome con sus preciosos e inocentes ojitos color avellana.
K:Disculpe, señor Marco. – Llamó mi atención, tomándome de la manga del brazo. – Quería preguntarle si le interesa ser mi papá.
Las chicas quedaron estáticas, pero a Emma se le paró el corazón.
Sé que Emma nunca me pediría algo así, a pesar de lo mucho que su hija necesita una figura masculina en su vida. Nos miraba atenta, aunque no le quitaba atención a su hija.
K:Verá usted. – prosiguió Karen con un poco de vergüenza. – Mi mamá es una buena mamá, pero nunca he conocido a mi papá. Bastián dice que usted es un buen papá… y que se preocupa mucho por él… así que yo me preguntaba… ¿Podría ser mi papá por un tiempo, también?
Las chicas estaban conmovidas, con Emma abiertamente llorando. No se había dado cuenta de cuánto su hija estaba consciente de la ausencia de un padre en su vida o de cuánto ella necesitaba esa conexión.
-¿Te digo un secreto? – Le pregunté, mirándola con respeto y sinceridad, como solía hablarle a mis pequeñas a esa edad y como ahora lo hago con Alicia y con Bastián. – Yo quería ser papá de hace mucho tiempo, incluso antes de que conociera a mi esposa. Desde siempre, he querido ser un papá.
Entendió mi mirada, sonriendo con la complicidad de otro niño más.
-Por supuesto, cariño. Te ayudaré en lo que pueda. – le respondí, tomando su pequeña manita.
Pero al igual que su madre…
L:¡Espere! ¿Puede ser mi papá también? – Lily aprovechó la oportunidad. – Mi papá no es un buen papá. Y usted le gusta mucho a mi mamá.
Como nunca, Isabella perdió toda su clase…
•Lily, ¿De qué estás hablando? – le reprendió su madre.
K:¡A mi mamá también le gusta el papá de Bastián! – agregó Karen, dejando a su madre boquiabierta.
Aisha casi se caía de la risa…
Pero era cierto. A pesar de que he interactuado poco con las niñas, mi dinámica con Bastián es completamente distinta al común de los padres que hay acá, en el sentido que al igual que con las gemelas, siento muchos remordimientos por no haber estado presente a lo largo de su vida, por lo que, en cada reunión o actividad académica, trato de estar presente y arreglármelas lo mejor que pueda para que ninguno de mis hijos, incluyendo por supuesto a Alicia, se sienta desplazado.
Sin embargo, Sophie, la hija menor de Aisha, fue la única en reconocer que su padre era un hombre bueno, aunque también le complicaba que sus viajes en el mar fuesen tan largos…
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El martes pasado, Emma se encontraba de nuevo en mis brazos.
Si tan solo pudiese quedarme con una sola mujer aparte de mi ruiseñor, Emma sería esa mujer. Y aunque hacer el amor con Cheryl es igual de exquisito, porque compartimos un amor genuino, la balanza se tuerce hacia Emma por estar más necesitada al ser una madre soltera.
Una vez más la embestía con fuerza, llenándola de una pasión que nunca había sentido antes.
En mi mente, Emma es la amante perfecta: No solo tiene una figura deliciosa y es sagaz en la cama, pero también es inteligente, encantadora y dulce, que la hace irresistible. Sus cabellos rubios, sus ojos color avellana y esa juventud deliciosa y picaresca, la hacen un manjar de mujer.
A ella, en cambio, le gusta que además de encontrarme dotado y habilidoso en la cama, encuentra que mi rostro es encantador, con la ternura de un gatito y que al igual que mi ruiseñor, piensa que mi mirada tiene una calidez que la hace sentirse realmente querida.
Nos besábamos fogosamente, en una danza de pasión que hablaba de nuestro amor y complicidad que nunca podría salir de un dormitorio. Pero, así y todo, no podíamos apartarnos el uno del otro. En lugar de aquello, saboreábamos cada segundo de nuestros momentos juntos.
El maravilloso cuerpo de Emma era un espectáculo de placer, viniéndose una y otra vez a medida que la iba llevando a nuevas alturas. Perdió cuenta de sus orgasmos alrededor del quinto, puesto que los que siguieron, llegaron en sucesión, y por lo mismo, estaba asombrada por mi destreza para hacerla sentir tan viva.
Entre risas y lágrimas, ella podía entender mucho mejor la generosidad de mi ruiseñor: si pudiese aguantar mi amor ella sola, quedaría exhausta, pero infinitamente feliz.
Finalmente, pude venirme, con mi pene sacudiéndose profundamente dentro de ella. Emma sintió su vientre hincharse con la calidez de mi semen y no pudo hacer mucho aparte de regocijarse con la sensación de estar verdaderamente conectada conmigo. En esos momentos, mientras estábamos enredados entre las sábanas, ella sabía que era tanto mía, como yo era de ella.
Aunque nuestra relación es un enredo complejo de emociones, deseos y obligaciones, en esos momentos, lo único que importaba era el amor que compartíamos, el cual había crecido de una mera atracción física a algo mucho más profundo.
-¿Puedo pedirte un favor? – le susurré al oído mientras reposaba sobre mí, a medida que acariciaba gentilmente sus cabellos.
Emma se tensó al escucharme, con el resplandor de nuestro placer todavía resonando por sus venas.
oNo me pedirás dinero, ¿Verdad? – me preguntó con un tono burlón, aunque con una sonrisa llena de afecto.
Aunque la idea en sí era tonta, porque Emma sabe que soy trabajador y me pagan bien, no pude evitar sorprenderme genuinamente.
-¡No! ¡Por supuesto que no! – respondí con un tono preocupado. - ¿Has estado con hombres así?
Los suaves ojos color avellana de Emma tomaron un tono de dolor y culpabilidad por su inocente broma. Ella sabía que, a pesar de todo, a pesar de acostarme tanto con Aisha, Isabella y Cheryl, nunca le he mostrado intención de codicia o malicia en mis acciones.
Pero, aun así, la entendía y le guardaba respeto: no he indagado más sobre sus relaciones tras su salida de la universidad, ni ella ha querido contarlas, puesto que podía darme cuenta de que tuvo algunas que la hicieron sentir usada y degradada.
Por lo mismo, Emma se siente cómoda conmigo, porque nunca la he forzado a hacer algo que ella no esté dispuesta a dar.
oLo siento. – se disculpó, acurrucándose en mi pecho. – Es solo… que me han lastimado antes.
La abracé y protegí, besando su frente y amándola.
-Quería saber si tienes algún contacto con los periodistas en tu trabajo. – le dije en un tono humilde. – Estoy recolectando información sobre el marido de Isabella.
Picada por la curiosidad, Emma se sentó para mirarme a los ojos, dejando que la sábana se deslizara y revelase sus maravillosos pechos desnudos, acción que me hizo perder la atención y a Emma, hizo sonreír orgullosa.
Aun así, mis motivos sorprendieron a Emma. La primera vez que nos hablamos por mensajes de texto, Emma me contó que trabajaba de columnista culinaria en un periódico, pero jamás pensó que yo sería tan osado para preguntarle que usara sus conexiones.
o¿Por qué quieres saber? ¿Estás celoso por ella? – preguntó Emma en un tono desafiante, reflejando parte de sus propios celos.
-No. No es nada de eso. – la tranquilicé, sonriendo con dulzura.
Le di “la versión corta”: que Victor estaba haciendo preguntas sobre la CEO de mi compañía y sospechaba que buscaba chantajearla o tenía conexiones peligrosas. Era un asunto serio y Emma podía ver la preocupación en mi rostro…
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LA VERSIÓN LARGA
Apenas Sonia leyó el posteo de mi experiencia con Madeleine, me llamó inmediatamente por teléfono. No solo eso, sino que aquel domingo, nos invitó a almorzar a su casa.
Mientras mis hijas jugaban con Bastián y nuestras parejas nos dejaban a solas, Sonia me explicó que la situación era mucho más grave de lo que yo pensaba.
Hombres como Victor mueven grandes cantidades de capital e influencias y nuestra minera, para tipos ambiciosos como él, la minera resulta un recurso valioso, por lo que era preocupante saber qué buscaba hacer con Edith. Lamentablemente, tendríamos que informarle para saber cuál era su ángulo.
La idea de informar a Edith me incomodaba, puesto que Madeleine me contó de Victor por temor de perder su trabajo.
Sin embargo, Sonia señaló que la mejor manera de proteger a Edith era informándole sobre la trama de Victor en su contra, por lo que luego de nuestra reunión de staff el lunes, Sonia pidió que Edith, Madeleine y yo nos quedásemos en la sala de conferencia.
La situación se tensó a medida que Sonia explicaba la situación, revelando las intenciones de Victor, haciendo que Maddie palideciera, sintiéndose traicionada, mientras que la expresión de Edith se endurecía al mirar a Madeleine.
Tuve que saltar en su defensa, haciéndome responsable de sus acciones. A Edith no le gustó que hiciera aquello, argumentando que fue ella la que decidió negociar con Victor a sus espaldas. Contraataqué diciendo que Maddie ya no es la misma mujer que me traicionó años atrás y el hecho que se acercara a mí daba testimonio de su lealtad y cambio de moralidad, palabras que conmovieron a Madeleine. Finalmente, tuve que amenazar a Edith diciendo de que si despedía a Maddie, yo presentaría mi carta de renuncia.
Las 3 quedaron impactadas al ver que llegaba a semejantes extremos, pero lo consideré como un riesgo calculado. Si hacía uso de los ahorros para la universidad de mis hijas, podía mantenerme a flote aproximadamente unos 3 años. Además, estaba seguro de que encontraría trabajo pronto.
A Edith no le quedó otra opción más que aceptar, puesto que sabe que, con perderme, la compañía recibiría un golpe severo. Sin embargo, me prohibió que volviera a usar aquello para chantajearla.
Sonrió cuando le dije que era un embuste y que realmente me gusta mi trabajo, aunque estaba dispuesto a sacrificarme si la situación con Maddie escalaba.
Fue entonces que Edith nos contó sus preocupaciones con la propuesta que le había hecho Victor sobre cambiar la compañía de transporte de bienes. Sus dudas vienen de la mano a que Edith ya tiene una alianza bien establecida y confiable con la compañía de transportes actual, la cual ha mantenido un registro comprobado de entregar bienes de forma eficiente y a precios competitivos, los cuales la misma Edith ha supervisado.
Sin embargo, la alternativa propuesta por Victor presenta una dudosa reputación. Según sus propias investigaciones y la existencia de algunos rumores sugieren que la compañía está envuelta en prácticas faltas de ética, tales como sobornos, lavado de activos, extravío de productos y condiciones de trabajo inseguras, por lo que aceptar su propuesta podría poner en peligro la reputación de nuestra compañía, sin mencionar los potenciales riesgos legales a los que nos podría arrastrar si las cosas no funcionan.
Destaqué entonces que, si Victor no emplea a Madeleine para volver las cosas a su favor, probablemente sobornaría a otros miembros de la junta, haciendo el problema mucho más complicado de lo que es. Por suerte, Edith entendió mi punto de vista y cambió su apreciación hacia Madeleine, admitiendo que ella es el menor de todos los males.
Tras esto, Sonia y yo le propusimos a Edith que podríamos detener los avances de Victor alimentándolo con información falsa, algo que pudiera usarlo para incriminarse de tal manera que Edith pudiese exponerlo a las autoridades. Tanto a Maddie como a Edith les impresionó nuestra propuesta, teniéndoles que explicar que tuvimos que hacer algo parecido para traer a Nelson a nuestro equipo.
Puesto que estamos en la fase de planificación, Sonia y yo decidimos recolectar información sobre Victor, para desarrollar estrategias sobre nuestro futuro proceder, sugiriéndole a Edith que proveyese información a Madeleine con la cual pueda ganarse la confianza de Victor.
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Era una conversación extraña tras hacer el amor. Pero tenía un ángulo intrigante: uno de los consejeros del alcalde, envuelto en negocios turbios y chantaje podía desenmarañar una gran noticia.
oPodría preguntar. – respondió Emma, sonriente. – Una buena historia empieza con un lindo rumor como este.
Miré a Emma avergonzado.
-Discúlpame por pedirte esto. - le dije, besando su mejilla. – Pero eres la única que puede darme una mano.
Al sentir mi tibia respiración en su cuello, Emma sintió un escalofrío, sonriéndome feliz y orgullosa.
o¡Está bien! Pero tú sabes… mi tarifa es un poco más de cariño. – respondió con una sonrisa.
Me reí un poco.
-No necesitas preguntarme dos veces. – Le respondí, empezando a besar su cuello.
Empezamos a hacer el amor, con nuestros cuerpos enlazados en una melodía de pasión trascendiendo el tiempo y el espacio.
Declarábamos nuestro amor secreto con cada caricia, cada beso y cada embestida. Y ella podía sentir cómo me iba endureciendo en su interior de a poco, haciéndole suspirar en regocijo.
Luego de besar su cuello, me moví a sus pechos, haciéndole sentir maravillosa. Aunque lo que compartimos es una mera sombra de lo que tengo con Marisol, para Emma es suficiente, un faro de luz en la oscuridad de su vida solitaria.
Poco a poco, la hice alcanzar un orgasmo tras otro. Mi amor por Emma es una cosa salvaje, indomable. Una llama que quemaba ardientemente, a pesar de mis restricciones matrimoniales.
El riesgo de hacerlo sin preservativos era tanto enviciante como terrible. Los 2 somos responsables y aunque nos amamos, trato de reducir al mínimo del riesgo de embarazo preocupándome por anticonceptivos. Pero a estas alturas, Emma sabe que me haría cargo de nuestro hijo.
A medida que la iba metiendo hasta el fondo, se sentía completa, como si encajásemos perfectamente. La forma en que la rellenaba era algo que nunca había experimentado y también sabía que no se cansaría fácilmente de tenerme dentro de ella.
La manera con la que impactaba su vientre era salvaje y poco común, haciéndole ver que hacer el amor era mucho más asombroso de lo que pensaba. Si los orgasmos llegaban de a poco, para esos momentos llegaban por montones y mucho más intensos.
Cuando las olas de placer la volvieron a embargar, ella me apretó más fuerte, con sus uñas enterrándose una vez más en mis hombros. Al igual que yo, buscaba fusionarse conmigo, tratando se parte de mí en cada manera posible.
Al sentir que mi pene se hinchaba más y más, Emma envolvió sus piernas en torno a las mías, cediéndome un mejor acceso a sus tesoros más profundos. Era mía en cuerpo y alma. Ya no podía resistirse, sabiendo que era diferente, comprendiendo que no la usaría. Que no me desharía de ella una vez que la diversión pasara y eso la hacía sentir en paz.
Estábamos intensamente conectados, conmigo embistiéndola animosamente. Le encantaba. La estaba estirando de nuevo. Mucho más que cualquier otro amante lo hubiese hecho antes y por lo mismo, estaba enganchada con el hombre que le daba un placer interminable.
Y en los momentos que mi orgasmo se acercaba, compartimos varias emociones, como amor, deseo, lujuria, temor, remordimientos y éxtasis. Pero, así y todo, sabíamos lo que teníamos y lo apreciábamos por cuanto durase.
Nos besamos amorosamente mientras bajábamos de nuestro éxtasis, como si fuéramos una verdadera pareja.
Y cuando pudimos despegarnos, acaricié su mejilla delicadamente como si mis dedos fueran una pluma. Le pregunté educadamente, como todo un caballero, si le incomodaba bañarse conmigo.
Seductora como siempre, Emma mordió su labio, sabiendo que mi lujuria por ella era deliciosamente insaciable…
Bajo la ducha, sucumbimos a nuestros deseos una vez más. El agua tibia, cayendo en torno a nuestros cuerpos no podía enfriar la pasión que fluía entre nosotros. Mi pene hinchado se cargaba sobre ella, demandando entrada y Emma obedecía ansiosa, llenándola y estirándola mientras el agua caía sobre nosotros.
Nuestras manos se movían alocadamente, explorando cada centímetro de nuestros cuerpos, buscando puntos de placer como si hiciéramos un mapa celestial. Una sinfonía de gemidos y suspiros contrastaban con el chapoteo de las aguas, marcando el ritmo en la que nuestras caricias y movimientos nos llevaban.
Mis manos se posaron en sus pechos, amasando y apretándolos con un apriete gentil que le enviaba ondas de placer. Parecía una diosa griega en esos momentos, una Artemisa generosa con la cosecha, cuyo cuerpo respondía con cada toque que buscaba adorarla.
Nuestros labios nunca se apartaron por mucho tiempo del cuerpo del otro, besando y mordiendo, saboreando la sal de nuestros cuerpos.
Mis embestidas eran tormentosas, haciéndole estremecerse por todo su cuerpo, aferrándose al mío como si fuera un salvavidas.
Y cuando alcanzamos el pináculo de nuestra pasión, nuestras miradas se enfocaron mutuamente, dándonos a conocer que sentíamos lo mismo, como si fuera una declaración silenciosa, una promesa de amor semejante a un juramento.
Nuestros cuerpos se estremecieron de una manera intoxicante, a medida que compartíamos nuestro orgasmo, haciéndola flotar en un sentimiento de éxtasis puro que en pocas oportunidades había experimentado.
Al salir de la ducha, me besó una vez más, saboreando el sabor de mis labios en los suyos.
Nos secamos con las suaves toallas del hotel, silenciosamente, aunque compartiendo miradas indiscretas, que se tornaba más triste a medida que nos íbamos vistiendo, nuestros cautivantes cuerpos desapareciendo bajo la cubierta de nuestras ropas.
Emma parecía cenicienta, no deseando que la magia terminase al salir del hotel y volver al mundo real. Había aceptado a investigar los asuntos de Victor, usando sus conexiones laborales para descubrir cualquier indiscreción del consejero del alcalde.
Pero mientras conducía de vuelta a la escuela, todavía nos dábamos miradas amorosas. Los sentimientos permanecían, a pesar de que teníamos que ocultarlos de nuestro círculo cercano.
De vuelta en la escuela, Aisha e Isabella nos recibieron con sonrisas cómplices, sabiendo lo transcurrido aquella mañana, con Emma sumándose al aire de excitación, al mantener un secreto que las tres compartían.
Los niños, felizmente ignorantes de las actividades clandestinas de los adultos, salieron corriendo de la escuela, con mi cachorro tomando mi mano para llevarle a sus lecciones de natación y Cheryl esperándome ansiosa.
Emma y yo nos miramos una vez más, para ser interrumpidos por el bocinazo de Isabella. Nos sonreímos mutuamente, sabiendo que nos volveríamos a ver la semana siguiente. Abrazó a Karen, tomándola en brazos y me dio un último guiño seductor, antes de caminar al vehículo de su amiga.
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