Mi mano izquierda, reposaba en su suave y perfectamente moldeada cadera. Mi mano derecha, permanecía alzada y entrelazada fuertemente con sus delicados dedos.
Como si de dos amantes se tratase, nuestros ojos eran cómplices, permanecían fijos, se presenciaban en simultáneo, sin mirar a nadie más. Sin querer mirar a nadie más.
Nuestros pies, que dibujan amor al son de una canción, por fin se detuvieron y nuestros ojos se separaron para dejarnos cometer una finalidad. Desaparecer.
En ese momento no me importaba lo que mi familia pensará, mis pies, no se detenían, se movían al compás con los de mi tía, y lo que nos unía era la conexión con nuestras manos, que se mantenían firmemente entrelazas, pero esta vez del lado contrario a la que habíamos bailamos.
Así fue hasta llegar al piso 5, donde el Interior era oscuro, y su balcón dejaba ver el infinito de las estrellas. Nadie nos podría interrumpir ahí, nadie llamaría a mi nombre ni al de ella ahí, nadie a quien lo que cometimos en ese momento los dos solos, le pareciera aberrante, nos buscaría ahí. Nadie nos molestaría.
Y con esa seguridad de no ser sorprendidos, nos besamos.
Sus labios eran pasión, sus jugos elixir de vida, y la suavidad con la que peleaban nuestras lenguas, nos mantenían ajeno a lo que pudiera en ese momento, pasar en nuestras vidas.
Habíamos cometido infidelidad! yo no estaba comprometido de manera romántica con nadie, pero la culpa que ella cargaba, decidí cargarla con ella. Pues desde luego ella le fue infiel a mi tío conmigo, y actuar indiferente como si nada hubiera pasado, no es lo mío.
Decidí culparme también a mí, porqué lo quería todo con ella, quería tener una esposa, unos hijos, una familia, con ella.
Y como mis culpas las olvidó de un de repente, estaba dispuesto a hacerla olvidar conmigo súbitamente. Y así fue... continuará.
Como si de dos amantes se tratase, nuestros ojos eran cómplices, permanecían fijos, se presenciaban en simultáneo, sin mirar a nadie más. Sin querer mirar a nadie más.
Nuestros pies, que dibujan amor al son de una canción, por fin se detuvieron y nuestros ojos se separaron para dejarnos cometer una finalidad. Desaparecer.
En ese momento no me importaba lo que mi familia pensará, mis pies, no se detenían, se movían al compás con los de mi tía, y lo que nos unía era la conexión con nuestras manos, que se mantenían firmemente entrelazas, pero esta vez del lado contrario a la que habíamos bailamos.
Así fue hasta llegar al piso 5, donde el Interior era oscuro, y su balcón dejaba ver el infinito de las estrellas. Nadie nos podría interrumpir ahí, nadie llamaría a mi nombre ni al de ella ahí, nadie a quien lo que cometimos en ese momento los dos solos, le pareciera aberrante, nos buscaría ahí. Nadie nos molestaría.
Y con esa seguridad de no ser sorprendidos, nos besamos.
Sus labios eran pasión, sus jugos elixir de vida, y la suavidad con la que peleaban nuestras lenguas, nos mantenían ajeno a lo que pudiera en ese momento, pasar en nuestras vidas.
Habíamos cometido infidelidad! yo no estaba comprometido de manera romántica con nadie, pero la culpa que ella cargaba, decidí cargarla con ella. Pues desde luego ella le fue infiel a mi tío conmigo, y actuar indiferente como si nada hubiera pasado, no es lo mío.
Decidí culparme también a mí, porqué lo quería todo con ella, quería tener una esposa, unos hijos, una familia, con ella.
Y como mis culpas las olvidó de un de repente, estaba dispuesto a hacerla olvidar conmigo súbitamente. Y así fue... continuará.
0 comentarios - Mariacha #4 "Mi tía y yo"