En el silencio del cuarto, solo se escuchaba el suave zumbido del ventilador de techo. Las cortinas, pesadas y gruesas, repelían cualquier rastro de luz exterior, sumergiendo la habitación en una penumbra cálida como una noche de verano. Yo estoy de pie, mis manos tiemblan nerviosas mientras él me observaba con una mezcla de ternura y sadismo.
Se acerca lentamente, de repente su presencia imponente llena el espacio entre nosotros. Con manos hábiles y seguras, comienza a desnudarme. No es sutil, tira de mis ropas y estoy a punto de pedirle que no las rompa, que no tengo otra muda, pero parece adivinar mis intenciones y pone su dedo en mi boca, callándome. Primero, desabotona mi camisa, dejando al descubierto mi torso cubierto por un top blanco, luego quita el cinturón de mi jean, el cual se desliza por mis piernas como un susurro, él se coloca mi cinturón sobre sus hombros y continua, en cada prenda que cae al suelo mis defensas retroceden un paso hacia la rendición. Finalmente, me levanta los brazos y quita mi top, baja su mano por el costado de mi cuerpo y desliza hacia abajo mi vedettina.
Cierro los ojos, Me siento vulnerable y expuesta, mi respiración se acelera con cada ligera caricia de sus dedos sobre mi piel. -"Siéntate"- me ordena con voz dura, grave y firme. Obedezco sin vacilar, acomodo mi cuerpo en una silla de madera justo en el centro de la habitación. Puedo sentir el roce de la rusticidad del asiento contra mi piel desnuda. No quiero quejarme, respiro profundo y permanezco en silencio.
Priot gira un momento y regresa con unas esposas de metal brillante. Sus ojos buscan los míos, siento que me interpela. Asiento y mis defensas retroceden aún más. El frío del metal atrapa mis muñecas contrastando con el calor de mi cuerpo. Con una suavidad sorprendente, me coloca un antifaz de seda negra, sumiéndome en una oscuridad total. Privada de la vista, pero no de mis otros sentidos, que se agudizan… Puedo oír el ritmo constante de su respiración, puedo sentir cada movimiento sutil en el aire a mí alrededor, los silencios tienen la electricidad de la incertidumbre, el latido de mi corazón se acelera, respiro profundo… - "Confía en mí"- me susurra al oído, con un aliento cálido que me estremece. Con los ojos cubiertos, cada palabra, cada toque, se vuelve una sensación nueva y amplificada. Ahora me toma de la oreja y dice: -“Sol, eres mía, mi pendeja puta y harás lo que te pida”- Cada sílaba vibra en mi interior y despierta aún más mi deseo. Yo solo atino a repetir siete veces esa frase y aunque no puedo verlo sé que sonríe, lo conozco bien.
Sus labios descienden hasta mi cuello, los besos y mordidas dejan una huella en mi piel. Sigue bajando… ahora besa, lame, chupa y muerde mis pechos. Se detiene saciado, mis tetas están mojadas por su salina y mis pezones erectos y sensibles. Pienso quién mierda me mandará a hacer estas cosas, estoy nerviosa, respiro profundo para calmarme, aprieto mis muslos eso me da una sensación placentera mi entrepierna está mojada, como si me hubiera hecho pis. Mis defensas cayeron. Ahora sólo escucho pasos a mi alrededor y el sonido de un fósforo prenderse, respiro profundo otra vez y hay una fragancia, intento saber a qué… es jazmin? Siento un leve calor cerca de mi brazo y entiendo es una vela perfumada, su fragancia es embriagadora. De repente un ardor extraño cercano al dolor pero sin ser dolor, algo que llega y desaparece rápido pero hace que mi cuerpo se tense en la silla, es Priot dejando caer la cera derretida entre mis tetas y después en mis pezones. Ruego un poco para que me de descanso. -“Sos una pendejita malcriada”- recibo como respuesta.
Ahora siento que algo me recorre el cuerpo, pasa por mis brazos, mis pechos, mi vientre… es mi cinturón, el que Priot me había quitado al denudarme… cada caricia es un estímulo queme lleva hacia adelante, al borde de la silla, buscando más. Se detiene frente a mí y separa mis muslos con fuerza y lleva sus dedos hasta mi concha. Doy un salto en la silla, a él poco le importa y continua recorriéndola, penetrándome con sus dedos a los que luego pone dentro de mi boca haciéndome probar mis fluidos. Me da con el cinturón un par de suaves azotes en los pechos y en la vulva. Inspiro profundo y cada respiración me lleva a un lugar de abandono, donde solo existía el presente y el placer.
Priot me recorre a su antojo con sus manos firmes y seguras, explora cada curva, cada pliegue, cada imperfección y cada rincón. Gimo de placer con las caricias, estoy perdida en un lugar de ensueños, extasiada de repente todo cambia y mi cuerpo se tensa sacándome de mi abandono, siento frío. Un cubo de hielo se desliza en mi cuerpo y traza un camino desde mi cuello hasta mi ombligo, y luego hasta más abajo, provocando que cierre mis piernas e intente alejarme de Priot, que lo impide con su fuerza, lo tiene fácil porque aún estoy esposada y cada vez que intento moverme el metal muerde un poco mi piel. Finalmente separa los labios de mi concha y mete el cubo de hielo dentro mío. Lo siento alejarse y cerrar la puerta. Allí me deja, restringida en movilidad, hipersensible, sin poder ver, penetrada por un hielo pero con el cuerpo en llamas, sintiéndome la más puta y sin culminar el acto.
Respiro profundo, intento calmarme y pensar, pensar en que Priot me llevó al borde del éxtasis una y otra vez, jugando con mi deseo, con mis sensaciones, Me llevo hasta el filo, hasta el borde pero no me dejó caer. Pedazo de hijo de puta. Cogeme cagon le grito con todas mis fuerzas,
En la otra habitación Priot comenzaba a tocar el tercer movimiento de la sonata en Si menor de kadály. Sonrio, porque sé que lo hace para mí y que cuando termine de tocar, comenzará nuestra mejor parte.
Se acerca lentamente, de repente su presencia imponente llena el espacio entre nosotros. Con manos hábiles y seguras, comienza a desnudarme. No es sutil, tira de mis ropas y estoy a punto de pedirle que no las rompa, que no tengo otra muda, pero parece adivinar mis intenciones y pone su dedo en mi boca, callándome. Primero, desabotona mi camisa, dejando al descubierto mi torso cubierto por un top blanco, luego quita el cinturón de mi jean, el cual se desliza por mis piernas como un susurro, él se coloca mi cinturón sobre sus hombros y continua, en cada prenda que cae al suelo mis defensas retroceden un paso hacia la rendición. Finalmente, me levanta los brazos y quita mi top, baja su mano por el costado de mi cuerpo y desliza hacia abajo mi vedettina.
Cierro los ojos, Me siento vulnerable y expuesta, mi respiración se acelera con cada ligera caricia de sus dedos sobre mi piel. -"Siéntate"- me ordena con voz dura, grave y firme. Obedezco sin vacilar, acomodo mi cuerpo en una silla de madera justo en el centro de la habitación. Puedo sentir el roce de la rusticidad del asiento contra mi piel desnuda. No quiero quejarme, respiro profundo y permanezco en silencio.
Priot gira un momento y regresa con unas esposas de metal brillante. Sus ojos buscan los míos, siento que me interpela. Asiento y mis defensas retroceden aún más. El frío del metal atrapa mis muñecas contrastando con el calor de mi cuerpo. Con una suavidad sorprendente, me coloca un antifaz de seda negra, sumiéndome en una oscuridad total. Privada de la vista, pero no de mis otros sentidos, que se agudizan… Puedo oír el ritmo constante de su respiración, puedo sentir cada movimiento sutil en el aire a mí alrededor, los silencios tienen la electricidad de la incertidumbre, el latido de mi corazón se acelera, respiro profundo… - "Confía en mí"- me susurra al oído, con un aliento cálido que me estremece. Con los ojos cubiertos, cada palabra, cada toque, se vuelve una sensación nueva y amplificada. Ahora me toma de la oreja y dice: -“Sol, eres mía, mi pendeja puta y harás lo que te pida”- Cada sílaba vibra en mi interior y despierta aún más mi deseo. Yo solo atino a repetir siete veces esa frase y aunque no puedo verlo sé que sonríe, lo conozco bien.
Sus labios descienden hasta mi cuello, los besos y mordidas dejan una huella en mi piel. Sigue bajando… ahora besa, lame, chupa y muerde mis pechos. Se detiene saciado, mis tetas están mojadas por su salina y mis pezones erectos y sensibles. Pienso quién mierda me mandará a hacer estas cosas, estoy nerviosa, respiro profundo para calmarme, aprieto mis muslos eso me da una sensación placentera mi entrepierna está mojada, como si me hubiera hecho pis. Mis defensas cayeron. Ahora sólo escucho pasos a mi alrededor y el sonido de un fósforo prenderse, respiro profundo otra vez y hay una fragancia, intento saber a qué… es jazmin? Siento un leve calor cerca de mi brazo y entiendo es una vela perfumada, su fragancia es embriagadora. De repente un ardor extraño cercano al dolor pero sin ser dolor, algo que llega y desaparece rápido pero hace que mi cuerpo se tense en la silla, es Priot dejando caer la cera derretida entre mis tetas y después en mis pezones. Ruego un poco para que me de descanso. -“Sos una pendejita malcriada”- recibo como respuesta.
Ahora siento que algo me recorre el cuerpo, pasa por mis brazos, mis pechos, mi vientre… es mi cinturón, el que Priot me había quitado al denudarme… cada caricia es un estímulo queme lleva hacia adelante, al borde de la silla, buscando más. Se detiene frente a mí y separa mis muslos con fuerza y lleva sus dedos hasta mi concha. Doy un salto en la silla, a él poco le importa y continua recorriéndola, penetrándome con sus dedos a los que luego pone dentro de mi boca haciéndome probar mis fluidos. Me da con el cinturón un par de suaves azotes en los pechos y en la vulva. Inspiro profundo y cada respiración me lleva a un lugar de abandono, donde solo existía el presente y el placer.
Priot me recorre a su antojo con sus manos firmes y seguras, explora cada curva, cada pliegue, cada imperfección y cada rincón. Gimo de placer con las caricias, estoy perdida en un lugar de ensueños, extasiada de repente todo cambia y mi cuerpo se tensa sacándome de mi abandono, siento frío. Un cubo de hielo se desliza en mi cuerpo y traza un camino desde mi cuello hasta mi ombligo, y luego hasta más abajo, provocando que cierre mis piernas e intente alejarme de Priot, que lo impide con su fuerza, lo tiene fácil porque aún estoy esposada y cada vez que intento moverme el metal muerde un poco mi piel. Finalmente separa los labios de mi concha y mete el cubo de hielo dentro mío. Lo siento alejarse y cerrar la puerta. Allí me deja, restringida en movilidad, hipersensible, sin poder ver, penetrada por un hielo pero con el cuerpo en llamas, sintiéndome la más puta y sin culminar el acto.
Respiro profundo, intento calmarme y pensar, pensar en que Priot me llevó al borde del éxtasis una y otra vez, jugando con mi deseo, con mis sensaciones, Me llevo hasta el filo, hasta el borde pero no me dejó caer. Pedazo de hijo de puta. Cogeme cagon le grito con todas mis fuerzas,
En la otra habitación Priot comenzaba a tocar el tercer movimiento de la sonata en Si menor de kadály. Sonrio, porque sé que lo hace para mí y que cuando termine de tocar, comenzará nuestra mejor parte.
7 comentarios - ¡Cogeme cagón!
Muy bien todo, muchas imagenes, muy visual muy sensorial. El punto de vista, como dejas claro la sensacion del rol.
Excita lo que contas y lo bien que lo contas
Y me gusto ver mas de estos dos "personajes"