Capítulo 26.
Recuperar el Control.
La minifalda le ajustaba y si se descuidaba se le podría ver la tanga, pero aún así marchaba con la frente en alto. Sus compañeros de trabajo la desnudaban con la mirada. Ella los ignoraba con aire de superioridad. Quizás se ganaría el desprecio de algunos, le daba igual. No estaba allí para hacer amigos, sino para cuidar su dignidad.
Sí, tuvo que pasarse un par de largas horas comiéndole la concha a Vanina Marchetti; pero hoy esa Cruella de cotillón descubrirá que esta gata tiene garras.
Vanina se olvida que llegó hasta allí sabiendo hacer su trabajo, conoce cada detalle de los contratos de inversión, porque ella misma redactó muchos y se encargó de que otros tantos sean firmados. Buscó a Rogelio DiLorenzo, no porque tuviera ganas de verlo, sino porque lo necesitaba. Se lo llevó hasta uno de los baños del fondo de la oficina, esos que no usa nadie. No le dijo ni una sola palabra, le bajó el pantalón y se tragó toda su verga flácida.
Quizás después podría contarle sobre esto a Renzo, si es que él quería absoluta sinceridad. Le diría que le chupó la pija a Rogelio para poder acceder a una oficina en particular: la de su jefe José Nahuelpán.
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Minutos más tarde Silvana estaba en su oficina tomando un café para sacarse el gusto a semen de la boca. Le resultaba fascinante como algunos hombres eran capaces de largar tanta cantidad de leche cuando a su novio le salían apenas unos chorritos tímidos. Rogelio le rebalsó la boca con su descarga y le hizo tragar todo.
La puerta de la oficina se abrió y Vanina Marchetti entró como un toro en una corrida. Sus ojos estaban inyectados de ira.
—¡Fuiste vos!
—¿Eh? ¿De qué hablás?
—¡El contrato! No te hagás la boluda, Silvana. Ya lo teníamos listo, solo quedaba firmarlo…
—Me imagino que eso ya está hecho. ¿Tengo que atender ahora a los europeos?
—No. —Hizo una pausa y miró con odio a Silvana que sorbía plácidamente su café—. Volvieron a Europa. No sé cuándo van a volver, se fueron muy enojados.
—Pero… ¿qué pasó?
—No te hagás la boluda. Sabés perfectamente qué pasó. —Silvana no se dio por aludida, siguió mirándola con cara de sorpresa—. Hay irregularidades en la redacción del contrato. Y no puede ser. Margarita lo redactó y aseguró que estaba todo en orden. Alguien lo modificó: fechas, cifras, nombres de empresas. Todo mal. Obviamente no quisieron firmar.
—Oh… qué lástima. Quizás Margarita deba prestar más atención cuando redacta contratos. Son temas sensibles. No pueden tener errores —sorbito de café.
Vanina Marchetti sabía que Silvana seguiría negando todo, a pesar de que ella debía ser la culpable. Entendió el mensaje y supo que seguir por esa vía era inútil.
—Esta vez te lo dejo pasar, porque sí, admito que te presioné mucho. Pero si me hacés perder dinero, Silvana… vas a terminar en la calle.
—Quizás sea lo mejor para las dos. Acepto el despido, si es que hay una buena indemnización… porque sería un despido sin motivo, ¿cierto? También podríamos resolverlo en la corte, podría contarle al juez la clase de servicios que tuve que prestarle a tus inversores.
—No tenés evidencias de eso. Es tu palabra contra la mía.
—Los europeos están enojados con vos. Les prometiste un contrato y no se llevaron nada. En cambio a mí me aman. ¿De qué lado se pondrán en la corte? Me pregunto si querrán celebrar conmigo si gano el juicio. La pasaríamos de maravilla en la suite de un lujoso hotel.
Vanina apretó los dientes, sus ojos casi explotan de pura acumulación de rabia.
—Vas a terminar muy mal, Silvana. Te lo aseguro. Conmigo no se jode. Te llevo mucha ventaja.
—¿Le ofreciste a los europeos pagarles el pasaje? Sería un buen gesto, por hacerles perder el tiempo.
Vanina Marchetti salió de la oficina dando un portazo.
Silvana sonrió y acabó su taza de café. Por primera vez en meses sintió que estaba recuperando el control de su vida.
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Durante las siguientes semanas pudo llevar una vida normal. Volvió a la rutina y en la oficina ya no tuvo demasiados inconvenientes. Solo tuvo que aguantar las insistencias de Rogelio para que ella “pague” lo que le debía. Porque dejarla entrar a la oficina del jefe vale mucho más que una mamada. Sin embargo, Silvana se las ingenió para posponer esto. Le acariciaba la verga y le decía: «Ya te voy a pagar como corresponde, paciencia». En realidad no tenía intenciones de “pagarle”. Estaba intentando ser completamente fiel a su novio… bueno, dentro de los parámetros de lo posible.
En su vida cotidiana tuvo que lidiar con otro inconveniente: Osvaldo. Debió suponer que algo así ocurriría.
Una tarde ella estaba en su casa con Renzo. Él se había pasado el día frente a la compu, enfrascado en ese maldito juego. Habían tenido una discusión que concluyó con la frase: «Si vamos a estar juntos, yo soy tu prioridad. No ese jueguito de mierda, ¿está claro?». Cabizbajo Renzo aceptó que tenía razón y que haría lo posible porque así sea. Hicieron las paces en la cama, con sexo poco apasionado. Silvana ni siquiera sintió subir su temperatura. Sería un noviazgo difícil si su pareja no es capaz de calmar sus fervientes deseos sexuales; pero ella también intentaba convencerse de que el sexo no era tan importante en su vida. «Lo que importa es el amor y la relación que construimos juntos».
Pero poco después de darse una ducha las dudas volvieron. Se quedó desnuda sin siquiera pensar en ello. Andar sin ropa por la casa ya formaba parte de su rutina, muchas veces incluso salía al pasillo del edificio completamente desnuda y conversaba con Malik o Sonia. Esos momentos le hacían vibrar todo el cuerpo.
El timbre sonó. No esperaban visitas. Renzo miró la puerta, pero ni siquiera hizo el ademán de mover el culo de la silla. Volvió a enfrascarse en la pantalla de la compu. Silvana espió por la mirilla, rezongando, y al ver quién era abrió sin dudarlo.
—Hola, Osvaldo. Pasá.
—Amor… ¿te parece bien recibir visitas estando…?
—No empieces con eso otra vez Renzo. Ya lo hablamos.
—Pero pensé que eso había cambiado ahora que volvimos a estar juntos.
—No. Ya te dije que necesitamos hacer cambios en nuestra relación, y a mí me gusta andar desnuda. Osvaldo me metió la poronga hasta el fondo del orto. Mirá si me va a importar que me vea la concha… o las tetas.
—¿Vengo en otro momento? —dijo el portero—. No quiero generar problemas.
—Pasá, Osvaldo. No estás molestando en absoluto. ¿Qué te trae por acá? —Ahí fue cuando notó que el portero tenía en sus manos un paquete envuelto en plástico negro—. ¡Ah! ¡Ya llegó! Qué rápido.
—Si es lo que me comentaste, imaginé que ibas a querer recibirlo lo antes posible.
—Imaginaste bien. —Renzo miró a su novia como si estuviera exigiendo explicaciones, ella se las dio por puro gusto—. Le comenté a Osvaldo que me compré un nuevo juguete sexual. Un dildo anal.
Renzo tuvo que tragarse sus palabras, no quería iniciar otra discusión. No sabía qué le molestaba más, que su novia insistiera con lo del sexo anal o que le contara al portero sobre el dildo y a su novio no. Lo hablaría después, por el momento prefería no hacer una escena.
—Lo trajiste justo a tiempo, Osvaldo. Estaba pensando hacerme una buena paja, porque mi novio prefiere quedarse jugando League of Legends en lugar de satisfacerme sexualmente.
Eso también le dolió a Renzo, él había hecho lo posible por satisfacerla, solo que últimamente no era capaz de llevarla al orgasmo. Lo que le sorprendió fue que la voz de Silvana no sonó como un reclamo, sino como una descripción de los hechos. Como si le estuviera comunicando al portero: «Mi novio ya no es capaz de satisfacerme».
—Hay que reconocer que usted tiene apetitos sexuales muy voraces, Silvana.
Renzo tuvo que contener una risita, sintió la mirada de su novia en la nuca. Silvana estuvo a punto de pedirle a Osvaldo que la tuteara, pero encontró cierto atractivo en que la tratase con tanta cortesía. Solo él le hablaba así.
Se acercó a la mesa redonda del comedor e intentó abrir el paquete. Osvaldo se le acercó por detrás. Sin moverse de su lugar, Renzo miraba toda la escena de reojo. Vio cómo el portero liberaba su gran miembro, no sabía en qué momento se le había puesto dura, pero allí estaba, imponente y venosa. Ni siquiera le pidió permiso a Silvana. Se la metió por la concha y ella, al sentirla entrando, suspiró y se puso en puntitas de pie.
—Uy, Osvaldo… uff… ¿a qué se debe esta atención?
—Pensé que necesitaría ayuda… ya sabe, para poder aplacar sus deseos sexuales.
Empezó a mover su miembro lentamente.
—¡Hey! ¿Qué está pasando ahí?
—Tranquilo, amor… no pasa nada. Osvaldo, te lo agradezco mucho, sé que lo hacés con buenas intenciones, pero ya no es necesario que me ayudes con esto.
Ella se apartó, la verga salió cubierta de flujos vaginales.
—¿Hice algo malo? ¿Le disgustó?
—No, no… para nada. Se sintió muy rico. Solo que ya no es necesario. No puedo abrir esto. ¿Dónde puse la trincheta?
Renzo quería explicar que a él sí le disgustó que el portero se tomara semejante atrevimiento, pero el equipo enemigo estaba atacando y su atención volvió a la pantalla.
Silvana se agachó frente a la cajonera del bajomesada, recordaba haber puesto la trincheta en uno de esos cajones. En ese momento se le acercó Osvaldo, la sujetó por el cabello y le hizo tragar toda la verga. A Renzo lo aniquiló un jugador enemigo en el instante en que desvió la atención hacia su novia.
—¡Hey! —Volvió a exclamar, mientras a Silvana le daban de comer pija.
Ella tragó y acompañó el movimiento de Osvaldo con su cabeza. Mientras chupaba, metió la mano en un cajón y sacó la trincheta. Como si nada, se puso de pie y volvió a la mesa. No se molestó en dar explicaciones. Ni siquiera miró a su novio.
En cuanto empezó a cortar el envoltorio del paquete, Osvaldo volvió a sus andanzas. Se le arrimó por atrás otra vez y le metió toda la pija en la concha. Silvana soltó un “Uf…” al sentirla entrando tan fuerte, pero siguió con su tarea de abrir el paquete como si Renzo y el portero no existieran.
—Che, me parece que ya te estás pasando… —protestó Renzo; pero fue ignorado.
Silvana abrió la caja y de allí sacó un objeto prácticamente idéntico al que Malik alguna vez le metió por el culo, en complicidad con Paulina. Lo analizó detenidamente mientras Osvaldo le daba pija para que tenga, guarde y archive. Lo que más le jodía a Renzo era la naturalidad con la que ella se tomaba el asunto.
—Osvaldo, ¿me traés el lubricante que está en la mesita de luz de mi pieza? Quiero probar el dildo ahora.
—Sí, cómo no…
En cuanto el portero se alejó, Silvana notó la bronca en la mirada de Renzo. Se acercó a él y lo abrazó apoyándole las tetas en la espalda.
—Sé que te molesta, pero no te olvides que Osvaldo es un poquito… especial. Él cree que me está haciendo un favor.
—Pero ahora…
—Sí, ya sé… ahora no hace falta que me “ayude”. Se lo voy a explicar en cuanto pueda. Lo voy a hacer en buenos términos. No le grites ni te enojes con él. ¿O acaso querés que el pobre hombre tenga un ataque acá mismo?
—¿Eso de los ataques es cierto?
—Según Sonia, sí. Muy cierto. Le pasa cuando la gente lo agrede. Solo te pido un poco de paciencia.
—Ufa… está bien. Pero explicale que ya no puede hacer eso.
—Sí, yo me encargo. Quedate tranquilo. ¿Me querés ayudar con el dildo que compré?
—Ahora no puedo… estoy por jugar la promo.
Silvana había escuchado esa frase tantas veces que ya la odiaba. No entendía mucho del sistema de calificación del juego, pero sabía que “jugar la promo” era un evento importante durante el cual Renzo y sus amigos parecían volverse autistas y solo podían mirar esa pantalla.
—Bueno, entonces tendré que pedirle ayuda a Osvaldo…
Le dio la espalda a su novio y volvió hasta la mesa de la cocina justo cuando el portero regresó con el pote de lubricante. Ella puso una pierna sobre la mesa y dijo:
—¿Me pasás un poco por la cola? Y meté los dedos, que hay que empezar a dilatar.
Renzo se tragó su queja porque no quería incomodar a Osvaldo y porque su partida ya estaba comenzando. Llegó a ver como los gruesos dedos de ese calvo panzón entraban en el hermoso culo de su novia mientras ella se masturbaba.
—Mmm… qué rica paja me voy a hacer con este juguetito nuevo —dijo, intentando provocar a Renzo—. Gracias por ayudarme, Osvaldo.
—De nada, Silvana… si te sirve, también te puedo ayudar con esto…
Y la penetró otra vez por la concha.
—Uf… sí, me sirve mucho. Gracias. —Ella se frotó el clítoris con una mano y con la otra le puso lubricante al juguete sexual. Luego se lo pasó a Osvaldo—. Metemelo por el culo, y dejá la verga en la concha… me ayuda a relajarme. Mmm… sí, qué rico… tenés linda pija, Osvaldo. Muy linda. Bien grande y venosa, como me gustan a mí.
Renzo entendió la indirecta, su novia estaba enojada y se lo haría saber. Él hacía click con el mouse tan fuerte que parecía que lo iba a romper. El teclado también se estaba llevando unos cuantos golpes muy duros.
Pero lo realmente duro era el miembro de Osvaldo, que se movía en el interior de la concha de Silvana. Al mismo tiempo, el juguete sexual con tres bolitas de distinto tamaño iba entrando en su culo. La primera bolita entró con bastante facilidad.
—Dale sin miedo, Osvaldo, me va a entrar todo.
—¿Está segura, Silvana? La última parte parece bastante grande.
—Estoy segura, ya usé uno como este… y entró todo. Se sintió muy rico, por eso me lo compré. Ay… qué rico tener a alguien que me ayude con esto. Si querés dilatarme el culo, podés hacerlo con tu verga que es bien ancha.
Renzo se descuidó y lo mataron de una forma estúpida por ver cómo la pija del portero entraba en el culo de su novia.
—¿Qué pasa, amor? ¿Querés venir a ayudarme con esto? ¿O preferís seguir con el jueguito?
Renzo no se movió del lugar, por los auriculares sus amigos le decían que prestara más atención, porque los haría perder.
Osvaldo volvió a meter el dildo por el culo de Silvana, a pedido de ella. Esta vez entró hasta la segunda pelotita. Ella suspiró sin dejar de masturbarse. Cada sonido que salía de su boca estremecía a Renzo.
—Ahora meteme la pija otra vez… dilatame más…
Y así fue. El dildo fue reemplazado por la verga del portero y los bombeos fueron más duros que antes. Renzo la estaba pasando muy mal, no podía concentrarse en la partida. Les estaban dando una paliza…
—¿Sabés qué? —dijo Silvana—. El dildo se siente muy rico… pero ahora prefiero una pija. Renzo, ¿por qué no venís y me la metés?
—Ahora no puedo, amor…
—Oh… qué lastima. Osvaldo ¿me ayudás? Dejemos el dildo… quiero que me des duro por el culo, hasta hacerme acabar.
—Hey, habíamos dicho que…
—Renzo —lo interrumpió—. Si tenés algún problema, levantá el culo de la silla y lo hablamos cara a cara. De lo contrario, me quedaré disfrutando de la rica pija de Osvaldo.
El portero la clavó fuerte y ella empezó a gemir. Bajó la pierna que tenía sobre la mesa y se aferró con ambas manos a los bordes de la misma. Las embestidas de Osvaldo eran tan potentes que Silvana temió que las patas de la mesa no resistieran. Sus tetas se aplastaban contra la madera cada vez que la verga llegaba al fondo de su culo. Cuando esto ocurría, soltaba un potente gemido, cargado de placer.
Renzo se debatió entre interrumpir su partida y seguir jugando. Al final decidió seguir… lo cual fue un gran error. Fue una de esas partidas largas, duró más de una hora… y durante todo ese tiempo, Osvaldo le dio tremenda culeada a Silvana. Ella gimió, pidió más pija y le recordó al portero en numerosas ocasiones lo mucho que le gustaba su verga.
El final terminó coronado con una potente descarga de semen dentro de la boca de Silvana. Ella se lo tragó todo.
Cuando el portero se fue, Silvana se acercó a Renzo y lo abrazó por detrás.
—¿Le contaste a tus amiguitos cómo le rompieron el culo a tu novia mientras vos jugabas al LoL?
—Eso que hiciste fue muy cruel… lo hiciste a propósito…
—No, amor. Ya sabés que tengo un problema. Soy adicta al sexo, cuando empiezo no me puedo contener. Pero vos también también tenés una adicción, por este jueguito de mierda. Solo un adicto se puede quedar jugando mientras a su novia le están reventando el orto a pijazos. Así que no me eches toda la culpa a mí. Yo me hago cargo de lo mío… soy re puta y me encanta la verga —dijo esto en un susurro al oído de Renzo, a él se le erizaron los pelos de los brazos—. Y vos tenés una adicción al League of Legends. ¿Ves? Entre los dos podemos ayudarnos a superar nuestras adicciones… como pareja. ¿No te parece romántico?
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Tres días más tarde Silvana se encontraba en la cama con Paulina, su amiga le estaba dando una buena chupada de concha mientras le metía el nuevo juguete sexual por el culo. Más temprano, ese mismo día, ocurrió algo importante que Silvana quería compartir con Renzo, por eso lo llamó por teléfono. Cuando él contestó, notó los gemidos de su novia. Ella no tuvo el menor reparo en explicarle que su mejor amiga la estaba haciendo gozar anal y vaginalmente. Renzo apretó los labios, sabía que no podía quejarse, el sexo lésbico formaba parte del nuevo “contrato nupcial”; aún así le molestaba.
—Te quería contar algo… uff… sí, hermosa… chupala… ¡ay, qué rico! Hoy tuve sexo con un compañero de trabajo…
—¿Qué? ¿Y así me lo decís?
—Esperá, Renzo… que todo tiene explicación. Te conté de los problemas que tengo, y de cómo mi jefa quiere que haga ciertos trabajitos para ella…
Habían tenido esa charla el mismo día que Osvaldo le dio por el culo a Silvana. Ella le contó cómo Vanina Marchetti la obligó a tener sexo con tres hombres a la vez. Renzo no se tiró por el balcón porque no creyó que eso solucionara nada. A Silvana le tomó tiempo calmarlo y le explicó por qué lo hizo. Ella no quería. La obligaron.
Esta vez, mientras Paulina le metía la lengua por la concha, le contó a Renzo cómo se las ingenió para cambiar el contrato de los europeos.
—El tema es que Rogelio me ayudó… ese mismo día le chupé la pija; pero lo hice como soborno, no porque quisiera. —Renzo se iba poniendo rojo de rabia del otro lado de la línea—. Pero eso no alcanzó, Rogelio quería más… yo hice todo lo posible para evitarlo. Y hoy… bueno, hoy ya no pude posponerlo más. Se me terminaron las excusas. Sin embargo…
—¿Dejaste que te cogiera?
—Sí, amor… pero… ya te dije, tuve que hacerlo… uff… sí, así… ay… dame fuerte por el culo… dioss… qué delicia. Rogelio me cogió en mi oficina… y no te voy a mentir, el tipo tiene muy buena pija. Después de unos minutos… uf… me olvidé de todo… empecé a gozarlo. Se la chupé por puro gusto… y él me la clavó duro en la concha…
—¿Te metieron mucha pija, putita? —Preguntó Paulina mientras le lamía el clítoris.
—Sí… uff… me dio bien duro. Hasta le permití grabarlo en video…
—¿Ah si? Quiero ese video…
—Ya te lo paso. —Renzo estaba por emitir una queja cuando vio aparecer un archivo de video en pantalla—. Uy, perdón amor… te lo mandé a vos, sin querer. Bueno, creo que no hay drama en que lo veas, si es que entendés cómo se dio esa situación…
Renzo reprodujo el video y vio como una gruesa y venosa verga (similar a la de Osvaldo) entraba y salía de la concha de Silvana. Ella gemía y gozaba como una puta. El tipo le dijo “Te vas a tomar toda la lechita”, y ella obedeció. Se la tragó toda, sin desperdiciar ni una gota. Después dijo: “No, esperá, no te vayas… dame por el orto… quiero que me rompas el orto”.
—¿Por qué le pediste que te diera por el culo? —Preguntó Renzo, indignado—. ¿Eso era parte del acuerdo?
—No, amor, no lo era. Me pediste que fuera sincera con vos y lo estoy siendo. El tipo coge bien, ya sabés que yo tengo este problemita, esta adicción... no pude controlarme.
Renzo vio cómo la Silvana del video chillaba de placer mientras le penetraban el culo. Pedía que le dieran duro y acompañaba el movimiento sacudiendo sus nalgas como una actriz porno experta. El color rojo de la cara de Renzo se esfumó, ahora estaba pálido.
—Me dejó re caliente, amor… me gustó mucho. Rogelio podrá parecer un tipo sin gracia, pero… dios… qué bien coge ¡Y qué buena verga que tiene! Sinceramente me encanta. No lo voy a negar. Creo que si no tuviera novio, dejaría que me coja todos los días en la oficina. Pero esto lo hice para que sea la última vez, te lo juro amor.
—¿Y cómo va a ser la última? —Preguntó Renzo, al borde de las lágrimas. A veces se preguntaba dónde estaría su límite, Silvana cada vez lo acercaba más a esa línea—. El tipo no parece lamentar lo que está haciendo.
—Esa parte no sale en el video. Tenía un plan, pero tuve que hacer tiempo… la idea era que Vanina Marchetti lo sorprendiera infraganti. Sin embargo, por una reunión que duró más de la cuenta, tardó en venir.
—¿Cuánto tiempo estuvieron cogiendo?
—Mmm… no sé, como una hora y media, quizás más. Tuve que petearlo varias veces, me la metió por todos los agujeros…
—Con razón estás tan abierta, putita —dijo Paulina, acto seguido, le metió la lengua hasta el fondo de la concha.
—Me la re dieron… pero ya pasó. Por suerte Vanina apareció, acompañada de José Nahuelpán. Se armó un quilombo bárbaro cuando le dije que si Rogelio me seguía cogiendo, yo demandaría a la empresa.
—¿Y qué pasó?
—Suspendieron a Rogelio, un mes sin goce de sueldo. No va a joder más, amor… te lo prometo. —Renzo se quedó viendo cómo esa enorme verga volvía a entrar en la vagina de su novia—. Lo hice por vos… por nosotros. Y ahora, para sacarme la calentura, la llamé a Paulina… mmmm ando con muchas ganas de comerme una rica concha. Vení, hermosa…
Desde ese momento a Renzo solo le llegaron gemidos. Podía imaginar a Paulina y Silvana haciendo un brutal 69. Él esperó unos minutos y cuando se dio cuenta que su novia se había olvidado completamente de él, cortó la llamada.
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Después de este incidente, pasaron unos días de paz en los que las discusiones fueron disminuyendo gradualmente. Para mantener la apariencia de “Pareja perfecta” cenaron varias veces con Silvio y Dalina. La embarazada ya tenía una panza enorme, a Silvana la tomó por sorpresa, llevaba semanas sin verla. Su vecina le dijo que el parto ya se estaba acercando, que estaba muy entusiasmada. El bebé nacería en los primeros días de febrero.
A Renzo no le gustaron mucho estas cenas, en especial aquellas que eran en comedores, ya que debía vestirse con ropa elegante. No se sentía cómodo así, aunque a Silvana le encantaba. Cuando ella entraba a un sitio con Renzo de la mano la gente volteaba para verlos. Realmente parecían la pareja ideal: un joven muy apuesto y una mujer despampanante. Nadie se hubiera imaginado que Silvana pensaba más en la gruesa verga de tipos panzones que distaban mucho de ser apuestos. Rogelio y Osvaldo sí eran capaces de hacerla vibrar de cuerpo completo. En cambio Renzo… bueno, amaba a Renzo. Eso es lo más importante ¿no?
Después del último intercambio sexual con Rogelio, Silvana logró que Vanina Marchetti le diera la jornada libre los días en que la selección argentina jugara el mundial. Tenía ganas de disfrutarlo con su novio. No se sentía culpable por haber entregado el culo para conseguir eso. Además lo blanqueó con Renzo. Él todavía seguía resentido por eso, pero Silvana le prometió que el sexo con Rogelio ya se había terminado, Vanina Marchetti no lo permitiría más.
Llegó el martes 22 de noviembre y por fin Argentina haría su primera presentación en el mundial. A Silvana no le fascinaba demasiado el fútbol, pero sentía una gran debilidad por la selección. Celebró a los saltos cuando el año pasado ganaron la Copa América y después de ganar la finalísima la confianza en el equipo era total.
Como el partido se jugaba a las diez de la mañana, compraron varias porciones de torta a Karina y a Rocío que estaban vendiendo más que nunca. Hasta parecían felices con su nueva etapa en el matrimonio. Osvaldo les hizo el favor de comprar todo, hizo la entrega directamente en el departamento de Malik y después fue al de Silvana.
—Rocío y Karina te mandan esto… es un regalo.
—Wow… ¡un cheesecake completo! No deberían estar regalando algo así, es mucha plata; pero bueno, lo acepto porque es muy rico.
Silvana tenía puesta la camiseta de argentina, edición violeta. Le había gustado mucho ese diseño y se la compró sin dudarlo. Por supuesto que también tenía la tradicional a franjas albiceleste. Esa fue la que le compró a Renzo y él la estaba luciendo en ese preciso momento. La preocupación del muchacho era porque debajo de la camiseta Silvana llevaba puesta solo una tanga de algodón negra… y nada más. Además tenía anudada la camiseta por encima del ombligo, lo que le daba un aspecto sumamente sensual.
Cuando Silvana se agachó para guardarlo en la heladera, Osvaldo aprovechó, le hizo la tanga a un lado y la penetró, ahí, ante la mirada atónita de Renzo.
—Ay, mil gracias, Osvaldo. Mmmm… ¡qué rico! Pero de verdad, ya no hace falta que me des estas… sorpresitas.
—De verdad que a mí no me molesta…
Renzo quiso decirle que a él sí le molestaba, y mucho. Sin embargo, aún tenía miedo de que el portero pudiera sufrir uno de sus ataques. No le quedó otra que morderse la lengua y esperar largos minutos en los que ese tipo se entretuvo con la concha de su novia. Silvana cerró la puerta de la heladera y apoyó sus manos sobre ella. Gimió suavemente y sacudió el culo, provocando que la verga entrara y saliera aún más rápido.
—¿Te fue difícil venir con todo lo que compraste? —Le preguntó al portero de forma sumamente casual.
—Un poco, sí… eran varias cosas. Pero me las ingenié para que no se cayera nada. ¿Se la meto por atrás?
—Mmm… un poquito, sí… puede ser. Hace un rato estuve jugando con uno de mis dildos, así que ya lo tengo dilatado.
—Estamos llegando tarde —dijo Renzo, en un patético intento por detener eso.
Tuvo que aguantarse las ganas de golpear a Osvaldo. No lo hizo por miedo a su reacción. En el mejor de los casos, el tipo sufriría un ataque… o bien podía enojarse y partirle la cara. Renzo estaba en amplia desventaja ante un tipo tan corpulento.
No le quedo otra que ver, una vez más, cómo el portero entraba en el culo de su novia… y ella gozaba y gemía, como una auténtica puta.
—Dios… qué rico arrancar el día así. Un poquito de sexo anal para alegrar la mañana. Me encanta.
Ese “poquito de sexo anal” duró al menos veinte minutos, durante los cuales Renzo caminó de un lugar a otro del departamento sin saber cómo hacer para aguantar la bronca. Por suerte Silvana se apiadó de él y le dijo al portero que ya había tenido suficiente.
En su ingenuidad, Renzo pensó que ese era el final de todo. Se olvidó de la enorme capacidad de Osvaldo para acabar cuando se le da la gana. Silvana no lo olvidó, se arrodilló frente al portero y recibió toda la leche en la cara. Tragó un poco; pero la mayor parte cayó fuera. Se despidió del portero y se sacó una foto con el celular, haciendo la “V” de la victoria con los dedos. Luego le mandó la foto a Paulina con el texto: «Desayuné lechita de portero». Al instante recibió como respuesta: «Sos una puta de mierda. ¡Me encanta! Me hubieras avisado antes, así te limpio la cara con la lengua».
Se lavó la cara en el baño y cuando salió Renzo se le acercó:
—Amor, se me ocurrió una idea muy buena…
Había mucha tensión en el tono de su voz. Silvana supo que estaba intentando sonar amable, a pesar de su enojo, porque necesitaba algo. Le resultó patético.
—Dejame adivinar: tengo que ayudarte con esa idea tan brillante.
—Sí… necesito tu ayuda.
—¿Ah sí? ¿Y de qué se trata?
—Estaba pensando que Malik debe ganar bien jugando al fútbol…
—Juega en un equipo de segunda división.
—Sí, pero aún así gana más que vos.
—Mmm… bueno, sí… seguramente gane más que yo.
—Entonces… para él cien dólares no será mucho dinero.
—¿Querés pedirle plata prestada?
—No, no… lo que quiero es apostar con él… con la selección argentina. Cada gol cien dólares. Si las cosas salen como yo creo, puedo ganar buena plata. Con eso me podría comprar una computadora decente y ya no necesitaría la tuya.
A Silvana le jodió un poco que la prioridad de Renzo fuera comprar una computadora, pero al mismo tiempo se apiadó de él. No debía ser fácil para alguien de su edad estar dependiendo de la compu de su novia.
—Parece una buena idea, pero… ¿qué pasa si perdés? Vos no tenés plata…
—Ahí es donde vos me tenés que ayudar. Si me prestás…
—No, Renzo. Definitivamente no. No te voy a dar plata para apostar.
—Vamos, amor… es una apuesta segura, por favor…
—Renzo, no lo hago de mala. Es que… cien dólares por gol… es mucha plata. ¿Y si la cosa no sale bien? ¿Cómo hago para pagarle a Malik? No puedo permitirme un gasto como ese.
—Mi amor, por favor… —En un acto de patetismo, Renzo se arrodilló en el suelo y suplicó con las manos en posición de rezo—. Por favor, por favor…
Una vez más el remordimiento y la piedad invadieron a Silvana. A pesar de que su novio había perdonado todas sus infidelidades, fueron muchas. Aún sentía que estaba en desventaja con él.
—Muy bien, te voy a ayudar… pero no puedo gastar ese dinero. De verdad no puedo. Se me ocurre otra idea, pero antes, las condiciones: quiero que me perdones por todas las infidelidades. Sé que estuve mal y con esto quiero redimirme.
—Sí, todo perdonado. Pero… ¿cómo me vas a ayudar?
—Tengo una idea, no creo que te guste; pero no se me ocurre otra cosa. Vamos a la casa de Malik, no tiene sentido contarte nada si él no está dispuesto a apostar.
—Ok…
—Bueno, vamos…
—¿Así vas a ir? ¿En tanga?
—Sí, ¿qué problema hay?
—¿Te parece?
—Sí, me parece. Agradecé que no voy completamente desnuda. Además… es Malik. Él es nudista. Sabe cómo comportarse, así que quedate tranquilo.
A Renzo se le comprimió el pecho al ver que la tanga era diminuta, dejaba ver gran parte del pubis de Silvana y se le metía entre las nalgas, apretándole los labios vaginales. Quizás estar desnuda hubiera sido menos obsceno.
Apenas unos segundos más tarde ya estaban entrando al departamento del senegalés, él tenía puesta la camiseta de la selección argentina y un gorrito piluso con los mismos colores. Todo el living estaba decorado con banderas celestes y blancas.
—¡Wow! —Exclamó Silvana—. No me imaginé tanto apoyo por Argentina. Creí que estaría lleno de banderas de Senegal, como también participan en el mundial… —vio que había una mesita ratona con el mate ya listo y varias porciones de cheesecake, chocotorta y lemon pie. Silvana se sentó en el sillón y comenzó a degustar esas delicias.
—Siendo sincero, no creo que Senegal llegue muy lejos en el mundial. Y esto… no es solo por el cariño que siento por Argentina. Es por Lionel Messi.
Ahí fue cuando Renzo y Silvana notaron que arriba del televisor había un gran cuadro de Messi levantando la Copa América.
Unos minutos antes de que empiece el partido, Silvana le hizo a Malik la pregunta que Renzo estaba esperando:
—¿Te gustaría apostar por el partido?
—Mmm… si la propuesta es interesante, puede ser.
—Renzo tiene una propuesta muy interesante para hacerte. Dale, decile…
—Emm… cien dólares por gol. Y quinientos dólares por partido ganado.
—Es una cifra importante.
—¿Podrías cubrirla? —Preguntó Renzo.
—Sí, claro —aseguró el senegalés—. Acepto la apuesta.
—No tan rápido —dijo Silvana—. Porque Renzo no puede cubrir ese monto, y ahí es donde entra mi parte de la propuesta: por cada gol a tu favor, yo te chupo la verga. Y si ganás el partido, me podés coger. ¿Qué te parece?
—Uy, eso es aún más interesante que ganar dinero —la sonrisa de Malik le iluminó la cara.
—Hey, no, pará… —protestó Renzo—. Yo no sabía esa parte. No quiero que…
—Amor, estoy intentando ayudarte. ¿Creés que me gusta ser usada como moneda de cambio para una apuesta? ¡Claro que no! Pero no tenés ni un centavo, querido. ¿Qué otra cosa tenés para apostar? Pensalo. Hago esto por vos y porque confío en la selección argentina.
—Ah, em… de eso quería hablar. Yo no quiero apostar a favor de Argentina, sino en contra.
—¿Qué? ¿Te volviste loco, Renzo? ¿Cómo vas a apostar en contra de tu país?
—Me parece bien —dijo Malik—. Desde el principio yo quería apostar a favor de Argentina. Esta selección puede ganar el mundial. Vienen de ganar la Copa América y la Finalísima. ¿Estás seguro de que querés hacer esto? Mirá que el partido de hoy es contra Arabia Saudita… un rival bastante pequeño. Las probabilidades están en tu contra.
—Creo que la gente sobreestima a la Scaloneta —comentó Renzo—. Y Messi ya no tiene la explosión de hace unos años. Estoy seguro, quiero apostar…
Renzo y Malik cerraron el trato con un apretón de manos. Inmediatamente después Silvana le dijo:
—Espero que entiendas lo que hiciste, porque si a la Scaloneta le va bien, la vas a pasar muy mal. Dios… qué bronca. ¿Cómo vas a apostar contra Argentina?
—Siendo sincero, hace más de treinta años que Argentina no gana un mundial. Las probabilidades están a mi favor.
A Silvana esto la irritó mucho, porque era cierto. Argentina es una de las mejores selecciones del mundo, todos lo saben; pero últimamente el mundial les está costando mucho… a pesar de haber jugado las finales de 1990 y de 2014. Aún así seguía molesta con su novio, por ir en contra de su propio país.
—Vamos a hacer una cosa, Renzo… —dijo Malik—. Si Argentina queda eliminada en fase de grupo, te pago cinco mil dólares.
—¡Wow! ¿En serio? —Sus ojos brillaron.
—Sí. Y si queda eliminada en fase eliminatoria, el precio baja a tres mil dólares.
—Sigue siendo una buena cifra. ¿Y qué pasa si Argentina gana el mundial?
La que respondió fue Silvana, totalmente ofuscada.
—Si ganamos el mundial, te prometo que la vas a pasar MUY mal. Por vendepatria.
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