Leticia, la madre y ama de casa, entró al estacionamiento de la iglesia a la cual asistía a misa los domingos con la falda enrollada en la cintura, luciendo una diminuta tanga de hilo dental que por enfrente se partía ferozmente en su vagina, dejando los gruesos labios colgando y abrazando la diminuta tela y que por detrás dejaba expuesto por completo sus gordas y pálidas nalgazas las cuales rebotaban de un lado a otro gracias a los taconazos de 14 cm de alto que llevaba puestos.
Se sentía humillada, pero al mismo tiempo emocionada y excitada por tener que hacer esto para apaciguar la morbosidad de su amante. Vio a su amante Mike, mirándola y esperándola, recargado sobre un automóvil el cual Leticia conocía muy bien. Cruzaron miradas para después acercarse a él contoneándose y cimbrando los tremendos muslazos blancos a cada taconeo que daba, sintió electricidad y un fuego impasible al llegar a su objetivo.
Mike le hizo una señal para que subiera al auto.
Tan pronto como estuvieron dentro, Mike comenzó a hablarle de una manera demasiado morbosa y con una familiaridad de años; le decía que no podía esperar para ver sus nalgotas abiertas de par en par por el espejo retrovisor. La idea excitó aún más a Leticia, y lo acercó más para darle un calientísimo y ensalivado beso de lengua.
Leticia sintió las manos de Mike vagar por su cuerpo, deteniéndose en sus amplias nalgas. Él las agarró con brusquedad y las apretó y azotó, arrebatando gemidos de la boca de la susodicha en pleno lengüeteo.
Ella se retorció en el asiento trasero.
Separándose de sus labios, respiró temblorosamente y lo miró con ojos llenos de lujuria.
"Culéame, Miky", susurró, con la voz ronca por el deseo.
"Quiero hagas lo que nadie ha hecho, que me encules, que me la metas en el culo por primera vez aquí en el auto de tu padre hijo".
Mientras continuaban su apasionado beso, la mano de Mike se deslizó entre las piernas de Leticia, sintiendo la humedad de su excitación. Le acarició suavemente el clítoris, haciéndola gemir. Con un movimiento rápido tiró de su tanga hacia un lado, exponiendo su orificio anal, lucía apretado, fruncido, pero se notaba una ligera capa de humedad. No podía creer su suerte; estaba a punto de encular a su exuberante madre en el asiento trasero del auto de su padre y ella venía más que lista para domar su verga y huevos con tremendas nalgas y el anillo de carne entre ellas.
La cita apenas comenzaba...
**** un pequeño regalo, la historia no tiene antecedente ni continuacion o tal vez si.
Se sentía humillada, pero al mismo tiempo emocionada y excitada por tener que hacer esto para apaciguar la morbosidad de su amante. Vio a su amante Mike, mirándola y esperándola, recargado sobre un automóvil el cual Leticia conocía muy bien. Cruzaron miradas para después acercarse a él contoneándose y cimbrando los tremendos muslazos blancos a cada taconeo que daba, sintió electricidad y un fuego impasible al llegar a su objetivo.
Mike le hizo una señal para que subiera al auto.
Tan pronto como estuvieron dentro, Mike comenzó a hablarle de una manera demasiado morbosa y con una familiaridad de años; le decía que no podía esperar para ver sus nalgotas abiertas de par en par por el espejo retrovisor. La idea excitó aún más a Leticia, y lo acercó más para darle un calientísimo y ensalivado beso de lengua.
Leticia sintió las manos de Mike vagar por su cuerpo, deteniéndose en sus amplias nalgas. Él las agarró con brusquedad y las apretó y azotó, arrebatando gemidos de la boca de la susodicha en pleno lengüeteo.
Ella se retorció en el asiento trasero.
Separándose de sus labios, respiró temblorosamente y lo miró con ojos llenos de lujuria.
"Culéame, Miky", susurró, con la voz ronca por el deseo.
"Quiero hagas lo que nadie ha hecho, que me encules, que me la metas en el culo por primera vez aquí en el auto de tu padre hijo".
Mientras continuaban su apasionado beso, la mano de Mike se deslizó entre las piernas de Leticia, sintiendo la humedad de su excitación. Le acarició suavemente el clítoris, haciéndola gemir. Con un movimiento rápido tiró de su tanga hacia un lado, exponiendo su orificio anal, lucía apretado, fruncido, pero se notaba una ligera capa de humedad. No podía creer su suerte; estaba a punto de encular a su exuberante madre en el asiento trasero del auto de su padre y ella venía más que lista para domar su verga y huevos con tremendas nalgas y el anillo de carne entre ellas.
La cita apenas comenzaba...
**** un pequeño regalo, la historia no tiene antecedente ni continuacion o tal vez si.
1 comentarios - Aventuras prohibidas en el estacionamieto.
Excelente comienzo. Sin más.
Esta historia del estacionamiento y sus antecedentes del romance, promete mucho..
Saludos.