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Segundo encuentro con el amigo de mi novio

La “secuela” de mi primer relato. El trío desarticulado que formamos mi novio, su amigo y yo, había vuelto a juntarse unas semanas después, los tres muy ansiosos por repetir (o, más bien, mejorar) la experiencia
Voy a sincerarme con ustedes, lectores y también autores: no esperaba tan cálido recibimiento de su parte tras haberse tomado el tiempo de leer mi primer relato publicado hace algunos días. En serio, fue muy satisfactorio para mí sentarme a escribirlo (aunque debo confesarles que, si bien el grueso de la historia es un hecho verídico ocurrido hace poco menos de medio año, algunos diálogos debieron ser ensamblados con detalles dramatizados tanto para su deleite como para reforzar una escena o momento que, admito, no recordaba con minuciosa exactitud), pero no imaginé que recibiría tan lindos comentarios en tan poco tiempo. De hecho, aun me siento anonadada por la cantidad de accesos que se van sumando, es decir, que tanta gente entre a leer mi pequeña confesión. Y es por todo eso que decidí continuar desnudando mis experiencias (las que yo considere que valen la pena contarse, claramente) para que puedan conocerme cada vez un poquito más. En esta ocasión, narraré lo que ocurrió poco después de la primera sesión de… ¿infidelidad consentida, podríamos decir? Ciertamente no consigo verlo como una infidelidad per se, ya que no hubo un engaño, sino que fue el “cornudo” en cuestión quien planeó todo e incluso supervisó el acto.


Ustedes serán jueces y determinarán si es una forma de infidelidad o una fantasía puesta en práctica donde nadie sale afectado.


Durante los primeros días que le siguieron a esa tarde ardiente en que Iván, el amigo de mi novio Lucas, entró en nuestra vida íntima no como un personaje secundario sino compartiendo protagonismo conmigo, no habíamos hablado demasiado del tema por diferentes motivos: Lucas empezaba una semana de mucho trabajo y no tenía tanto tiempo libre como para descansar la cabeza y conversar al respecto, y durante ese tiempo libre suyo, la que estaba ocupada era yo, buscando empleo precisamente. Por su parte, Iván se había recibido recientemente como profesor de Educación Física, consiguiendo trabajo en tres escuelas primarias. Nadie surfeaba en la tangente, claro estaba.


Lucas y yo nos dábamos un tiempo para nosotros cuando llegaba la hora de la cena. Comíamos juntos en nuestra mesa redonda del comedor y, aunque la televisión estaba encendida, poca atención le poníamos pues estábamos inmersos en nuestros asuntos cotidianos, como la compra de la semana, el arreglo del auto, el hecho de que yo todavía no había recibido una sola llamada para una entrevista laboral, cosa que me tenía de capa caída aunque trataba de no manifestarlo para evitar que el clima se ensombreciera. Pero sí, en algún momento habíamos sacado el tema de Iván y yo.


Lucas parecía entusiasmarse por traer el asunto a la mesa. No voy a mentir diciendo que conmigo no ocurría nada parecido, pero no lo quería demostrar mucho. Conozco a mi novio y sé bien que es un hombre muy seguro de sí mismo y que tiene plena confianza en mí. Pero aun así yo sentía que le estaría faltando el respeto si le reconocía que el suceso no había dejado de darme vueltas a la cabeza desde entonces. Creo que en ese momento sí me sentí un poco infiel.


Porque lo estaba engañando de alguna forma. Le hacía creer que el asunto me importaba poco, cuando en realidad tenía mucho interés en que pudiéramos repetir la experiencia al menos una vez.


Llegó a preguntarme cómo me había sentido al día siguiente, cómo lo habían procesado tanto mi cabeza como el resto de mi cuerpo. Le respondí que me sentía distinta, rara, que había sido parte de algo nuevo en mi vida y que, siéndole honesta, me había gustado, tanto haberlo hecho como brindarle un grato momento a él. Nada fue realizado en favor de uno solo, todo fue llevado a cabo para el beneficio mutuo, la satisfacción de todas las partes involucradas. Una nueva experiencia para los tres. No puedo opinar de las travesuras de Iván, pero en el caso de Lucas y yo, era algo totalmente nuevo. El pensar morbosamente en que había probado un cuerpo distinto habiendo estado con la misma persona desde hace tantos años, me excitaba. Y mucho.


Transcurrió esa aparatosa semana y Lucas ahora estaba un poco más relajado, pudiéndose dar el gusto de distenderse del trabajo para atender las cuestiones personales. Llegamos a la mitad de esa segunda semana y nos dedicamos a darnos amor mutuamente. Hicimos el amor en la ducha, enjabonados, lubricados. Pajearlo bajo la intensa lluvia caliente después de que me haya penetrado de espaldas contra los azulejos de la pared era algo que a él le encantaba, no esperando mucho para pedirme que se la chupara. Gustosa de complacerlo, me puse de cuclillas y los satisfice, lamiéndole el glande y el tronco mientras lo miraba desde abajo directo a los ojos. Lucas ahogaba los gemidos de placer y echaba la cabeza hacia atrás, totalmente enardecido.


-Imaginame como si fuera Iván, amor -me había pedido.


No me había esperado que saliera con algo así, menos en un momento que nos reservamos para nosotros. Pero hice caso, sin mucho problema. Imaginé que entre mis labios, entre mi paladar y mi lengua, casi tocando la úvula, tenía el grueso miembro de su amigo entrando y saliendo, llenándome la boca con su sabor característico (algo salado pero muy sabroso). Me aferré con ambas manos de su cintura y empecé a chupársela más fuerte, cabeceando más rápido, apretándosela cada vez más. Acaricié y arañé su abdomen (que en mi imaginación estaba abultado de abdominales y firmes pectorales), y luego le comí el pene hasta besarle la ingle, afianzándome de sus nalgas duras (que en realidad, Lucas no tenía) hasta que tuve arcadas en la garganta. Fue en el momento en que aulló un gemido liberador que sentí que me derramaba su agrio semen en la boca. Hice lo que hacía siempre: lo contuve, lo disfruté unos momentos, lo tragué, y después le limpié el pene con la lengua. Tenga el sabor que tenga, dulce o amargo, amo dar sexo oral. Sexo sin pete para mí es como una hamburguesa sin queso o aderezo.


Me puse de pie y nos abrazamos, nos dimos unos besos cariñosos, unas caricias, y finalmente lo solté:


-Llamalo a Iván para el sábado, amor.


Lucas se rio.


-De una, hermosa.


El sábado había llegado al fin, pero en lugar de invitarlo a nuestro departamento, fuimos nosotros quienes asistimos al suyo: un edificio de cinco pisos cerca de la Avenida 9 de julio, tan bonito como el nuestro. Iván bajó a recibirnos en musculosa blanca y pantalones cortos (empezaba a sospechar que no tenía otra variedad de ropa en su ropero), exhibiendo sus músculos tonificados, y con una sonrisa de oreja a oreja. Saludó a su amigo y, en cuanto se detuvo a verme, sonrió con picardía. Fui con un vestido negro y corto, ajustado y con un escote en V cruzado, muy sexy para la ocasión gracias a su capacidad para hacer resaltar tanto mis curvas como mis atributos.


Recuerdo que, después de saludarme con un beso intencionadamente en la comisura de mis labios, suspiró y me dijo:


-Es lo que amo de la primavera y el verano: la poca ropa que pueden usar las mujeres y lo fácil que nos resulta a nosotros sacársela.


Abrí grande la boca y, entre risas, Lucas y yo nos miramos.


-Un atrevido tu amigo -le dije.


-Y puede ser peor este hijo de su madre -respondió con una carcajada.


Entramos y subimos por el ascensor. Iván vivía en el piso más alto, por lo que aprovechamos la brevedad del trayecto para ir calentando motores ahí mismo, besándonos con gran fogosidad, tocarnos los cuerpos, tantear nuestras partes. Me tocaba los pechos y me agarraba con firmeza las nalgas por encima del vestido. Era una tela tan fina que podía sentir el calor de sus manos atravesándola. Yo le tocaba los hombros firmes, los brazos abultados, el pecho reforzado, los abdominales por debajo de la musculosa. Una armadura natural.


Todo esto a ojos impasibles de mi novio, que en su silencio yo sabía que ya estaba gozando.


-Esta cola me vuelve loco -me decía Iván.


-Es tuya hoy -le respondí al oído.


Y justo cuando estaba empezando a manosear el endurecido bulto de su pantalón, el ascensor frenó en seco, señal de que habíamos alcanzado el quinto piso. Nos desprendimos, nos sacudimos las prendas acaloradas y salimos los tres al pasillo.


Entramos al departamento y no pude evitar reparar en que era bastante amplio: se accedía por un pasillo angosto que conectaba con la cocina a la izquierda y derecho al living-comedor. Había una mesa rectangular en el centro, seguramente para visitas, un sofá color beige y, detrás, los ventanales que separaban el interior del amplio balcón con vista al resto de la manzana. La televisión yacía sobre un mueble y debajo de una escalera de madera que conducía a su habitación, el baño y, según dijo, un cuarto que servía de gimnasio personal así como también de oficina para su trabajo. Lo primero que pensé fue en que me gustaría algún día que Lucas y yo podamos tener un espacio así. Sería ideal para cuando pudiéramos darnos el gusto de pensar en tener un bebé. O dos.


Iván se había ido a la cocina, abrió la heladera y nos preguntó:


-¿Quieren tomar algo antes? Tengo una gaseosa y un par de birras, pero más que nada agua.


Lucas se dio vuelta casi al instante.


-Traé para acá esas birras, amigo. Bien fresca para disfrutar el momento.


-Dale. ¿Y vos, Lali?


Debo hacer una aclaración importante antes de continuar: Lali no es mi nombre verdadero aunque casi todo el mundo (con excepción de mis padres y mi hermana) me llame así. Mi nombre real es Victoria, “Vicky” para algunos. Lali es un apodo que tiene su origen desde mi infancia y todas las personas que fui conociendo, incluido mi novio, se acostumbraron a llamarme así. Sobre qué significa o cómo surgió, quedó en el olvido. Francamente no lo recuerdo, ni tiene relevancia alguna. Es solo un apodo y ya.


-¿Hace falta que te diga lo que quiero en este momento?


Lucas me miró y esbozó una sonrisa socarrona.


-Tranquila, amor. Todo a su tiempo.


Iván salió de la cocina y vino al living con las dos cervezas en mano. Venía sonriendo el desgraciado.


-No, obvio que no hace falta, belleza. Y tranquila, que tenemos toda la tarde para sacarnos las ganas.


Le dio la bebida a mi novio y ambos al mismo tiempo abrieron las latas. Hicieron un brindis dándose aires de “socios” y bebieron.


-¿No era que te cuidabas y tomabas solo agua? -le cuestioné.


Luego de tragar un sorbo, me miró y me respondió:


-No es necesario tampoco dejar de hacer lo que a uno le gusta por mantener el cuerpo saludable. Te podés dar un gustito de vez en cuando, un sábado por ejemplo. Una fresca, pizza.


-O la novia de un amigo -añadió Lucas.


Los dos se rieron ruidosamente. Ni siquiera yo me esperaba ese remate. Si no me había hecho gracia no fue porque lo haya encontrado ofensivo o de mal gusto. Fue porque estaba impaciente, porque la calentura del ascensor no se me había ido y seguía envuelta en brasas. No quería otra cosa en ese momento más que abalanzarme hacia su short, bajárselo y hacer lo que más me gusta.


Me di la vuelta y me fui a sentar en el sofá.


Saqué mi teléfono de la cartera y busqué, entre los chats del WhatsApp, el de mi amiga Yamila (la que tiempo después me recomendaría subir estos relatos).


“Amiga, estoy en casa del flaco este con Lucas.”


Unos momentos después, me contestó:


“Bien ahí. ¿Te fuiste hot para la ocasión?”


“Obvio. Empezamos apretando en el ascensor pero ahora se pusieron a chupar.”


“Jajaja hombres. Tranqui, ni bien terminen te va a atender a vos.”


“Sí ya sé, pero estoy que no doy más.”


“Tranqui, tranqui, pillina. Después me contás todo con lujo de detalles. Y, si es tan así de potente como vos decís, un día me lo podrías prestar un ratito no? Jajaja”


“Jajajaja te va a hacer ver las estrellas. Te va a dejar re loca.”


“Me imagino. Con todo lo que me contaste que te hizo.”


“Mal. Bueno te dejo. A ver si los puedo ir apurando.”


Guardé el teléfono de nuevo y me incliné hacia adelante con intención de levantarme.


-¿Vamos subiendo? -les dije, con un tono un poco irritado.


Iván le dio un último sorbo a la lata y la dejó sobre la mesa.


-O lo podemos hacer ahí mismo, donde estás vos.


Sonreí picaronamente.


-También podríamos.


Lucas bebió su cerveza, se sentó en una de las sillas arrimadas a la mesa, y le dijo a él:


-Ve por ella, tigre.


Iván se quitó la musculosa y la revoleó hacia el respaldo de otra silla, quedándose en cuero, trabando los brazos y el torso para que se le marcaran aún más los músculos.


-¿Quérés que te la ponga ahí?


Asentí con la cabeza.


-Ajam.


Avanzó y se dejó caer sobre mí. Acercó su entrepierna a centímetros de mi cara y meneó la pelvis, provocándome.


-Toda tuya.


Me mordí el labio inferior, lo miré de arriba abajo y le bajé el short. Acaricié y apreté el bulto que se formaba en su bóxer azul. Un bulto prominente y…


-Se puso re duro. Parece una piedra.


Iván asintió con la mirada. Me acarició una mejilla e introdujo su pulgar en mi boca. Se lo chupé como si se tratara de su miembro.


-Qué mujer tan atrevida sos.


-Los hombres bien machos me ponen así.


Le bajé el bóxer y saqué su verga. Sospecho que tendrá unas medidas de veinte centímetros o un poco más. En cuanto a su circunferencia… Mmm, creo que unos quince centímetros (midiendo a ojo); a duras penas alcanzo a juntar el pulgar con el resto de los dedos cuando lo tengo agarrado.


Lo masturbé un poco y le sorbí el tronco de arriba abajo.


-Cómo me gusta que hagas eso -dijo él en un tono gustoso.


-No puedo evitarlo -respondí.


-¿Te la vas a volver a tomar toda hoy?


Respondí que sí con un movimiento de la cabeza. Pero iba a ser diferente esta vez.


-Primero bajate y metémela.


Iván hizo caso, me tomó de los cantos y me llevó hacia su pelvis. Giró sobre sí mismo conmigo en sus brazos y se sentó en el sofá. Manoseó mis muslos y mi cintura por debajo del vestido, luego me agarró del ángulo del escote y me acercó a su cara para besar y sorber entre mis pechos. Con el otro brazo me rodeó la cintura y se puso a morder suavemente mis senos. Le pedí que me fuera desvistiendo, y entonces me bajó el vestido desde mis hombros, desnudando mi torso. Chupó mis tetas, mis pezones, mientras yo me aferraba a su cabello.


Empecé a gemir con un tono agudo y a mover frenéticamente la cintura sobre su entrepierna.


-Metémela, dale. No doy más.


Me incliné un poco hacia delante, permitiendo que él tomara su pene erecto y lo hiciera. Hizo a un lado mi tanga y lo fue introduciendo de a poco, describiendo un círculo en la vulva con el glande, intercambiando sus fluidos con los míos. Mi vagina empezó a palpitar y a humedecerse. Entre jadeos y respiración agitada, me acerqué a su oído y le susurré “vos sí que sabés”.


Me tomó del mentón y me comió la boca. Me agarró de la cintura y la llevó hacia abajo, hasta que sentí que me rellenaba con su grueso pedazo de carne.


Me erguí y suspiré profundo. Me eché el cabello hacia atrás, empecé a montarlo como a un caballo y, mientras hacía esto, le tomé la mano y le volví a chupar el pulgar.


-Toda una perrita sos.


-Tú perrita soy -le contesté, con el dedo en la boca.


Luego giré la cabeza y miré a mi novio. Casi que me olvidaba de que él también estaba ahí con nosotros, jalándose el miembro.


-¿No te querés sumar vos también, amor? -le pregunté, con voz sensual-. Vení, te la chupo.


-No, preciosa. Es un momento para ustedes. Disfrútenlo.


-Bueno.


Volví la atención a mi amante permitido, me incliné hacia delante y comencé a mover las caderas arriba y abajo a más velocidad, gimiéndole más agudo en el oído.


-¡Cómo me pone tu pija! Me pone re loca.


Me nalgueó un par de veces y gimoteé de placer. Eso hacía que me moviera más y más rápido, como si estuviera arreando una yegua enardecida. Me rodeó fuerte la cintura y me apretó contra él, haciendo que su pene entrara hasta el fondo de mi sexo, desapareciendo de la vista. Eché la cabeza hacia atrás y ahogué un grito, solo pudiendo liberar un gemido débil y entrecortado.


-¡Ay, así! ¡Más adentro!


Iván apretó más a la vez que inclinaba la pelvis hacia arriba, ayudándose con las piernas. Sentí que se me cortaba el aire tanto para respirar como para emitir cualquier sonido, asfixiándome con mi propia excitación.


-Ponela en cuatro y hacela mierda -ordenó Lucas detrás de mí.


Iván y yo no pudimos evitar reírnos, lo que interrumpió de momento el éxtasis en ambos. Volvió a levantarse conmigo a cuestas, giró y me dejó caer sobre el sofá. Los cojines estaban calientes y humedecidos por el sudor de mi amante.


Se bajó los pantalones y los hizo a un lado con el pie. Me agarró el vestido y me lo quitó bruscamente deslizándolo por mis piernas. Hizo lo mismo con mi tanga. Me tomó de los muslos y me dio vuelta, posicionándome de rodillas en el sofá. Arqueé la cintura y le ofrecí mi vagina con movimientos provocadores de mis nalgas. Lo miré por encima de mi hombro y vi que se la estaba jalando para prepararla nuevamente. La lubricó con su saliva y luego se me echó encima, enterrándome la verga, clavándome hasta el fondo.


Prorrumpí un alarido tanto de dolor como de placer. Empezó a cogerme duro, me agarró de los pelos con una mano, echándome la cabeza hacia atrás, y me propinó fuertes nalgadas con la otra. El ardor en la piel empezó a sentirse, pero lo gozaba.


Quería decirle más cosas para estimularlo, pero no podía dejar de gritar. Quería suplicarle que no se detuviera nunca, nunca. Que me cogiera tan fuerte que no tuviera después energías para ponerme en pie. Deseaba con todo mi ser que esto no terminara jamás.


Ni siquiera me detuve a imaginar lo que fueran a pensar o decir los vecinos. Pero en ese momento, hubiera deseado que tanto ellos como el resto del vecindario fueran testigos oyentes de esta locura sexual que se estaba desatando.


En cuanto se calmó y bajó la velocidad para darse un falso descanso, le pedí que me cambiara de posición. Se recostó en el sofá, boca arriba. Me subí para cabalgarlo un rato, apoyando mis manos sobre su pecho fornido.


-No podés estar tan bueno.


En ese momento, Lucas agarró las servilletas de papel que ya se había preparado y cubrió con ellas su pene, emitiendo un siseo. Se levantó de la silla y subió por las escaleras rumbo al baño, con el miembro en la mano y amortiguando el escape de su semen con las servilletas.


Quise reírme de la situación pero estaba inmersa en mi propio éxtasis. Los sentones que le propinaba a Iván eran de muerte.


De repente, me pidió que me levantara rápido, que ya estaba por acabar. Lo hice y le agarré la pija, recostándola sobre su abdomen. El semen, una vez más, salió en mucha cantidad, derramándose sobre él. Iván me miró con el ceño fruncido, confundido.


Sonreí y le dije:


-Mirá lo que hago.


Me acerqué a su vientre y sorbí todo su espeso líquido embadurnado sobre su piel. Lamí limpiando su abdomen, todo esto mirándolo directo a los ojos.


Sonrió y me dijo:


-Cada vez me sorprendés más, hermosa.


Me relamí los labios como una gatita y le respondí:


-Me hubiera encantado hacerte más cositas. Tengo más truquitos para mostrarte.


-¿Ah, sí?


-Ajam. Si volvemos a hacerlo, quiero que sea en tu cama, en la cocina o sobre la mesa. O en el balcón, para que todo el mundo nos vea y escuche.


-Te calienta que te miren ¿no?


-No lo sabía hasta que empezamos con esto. Saber que mi novio, tú amigo, estaba presente, mirándonos, me calentaba todavía más.


-Ahí está el morbo, entonces.


-Obvio. Y esto no termina acá para mí.


Iván frunció el ceño.


-¿Cómo?


Me acerqué a su cara y le dije:


-Yo llego a casa con tu amigo y nos ponemos a coger con más ganas que de costumbre. Esto nos sirve también para mantener viva la llama.


-Ah, entiendo. ¿Y lo hacen mejor?


-Mucho mejor. Me agarra y me revolea por toda la cama. Me usa para descargarse hasta que terminamos exhaustos tratando de recobrar el aliento.


Después de unos momentos, bajó Lucas, totalmente relajado. Iván y yo fuimos a asearnos. Me permitió usar la ducha y me di un baño relajante. Cuando bajé, ya vestida, los amigos se encontraban mirando la tele y charlando de fútbol, como si nada hubiera pasado.


Nos quedamos a cenar, pidieron unas pizzas y, mientras ellos seguían inmersos en su conversación, yo me aparté al balcón a tomar un poco de fresco. Llamé a mi amiga por teléfono y le conté todo lo que habíamos hecho. Me felicitó y me reiteró la petición de “prestarle” al amigo de mi novio para que ella también lo pudiera probar.


Y así sucedió una semana después. Su veredicto fue que era un animal en la cama. Dicho sea de paso, Yamila es, de por sí, más calentona que yo y, aunque ha tenido un par de novios, sus mejores encuentros sexuales los había experimentado de forma casual, sea con amigos, conocidos o chicos a quienes conocía en boliches.


Y tal como le había dicho a Iván, esa noche tras volver ya cenados de su departamento, me acosté con mi novio en nuestro nicho y tuvimos sexo feroz. Las diferencias corporales o las maneras distintas que tenían ambos para satisfacerme fue siempre un asunto sin relevancia para mí. Yo siempre supe y siempre sabré qué lugar le corresponde a cada uno en mi vida. Sea mejor uno u otro, no cambiaría jamás las cosas. Mi novio es y seguirá siendo mi única opción de pareja, incambiable e inmejorable tanto en lo sexual como en lo sentimental.


Aunque cada cierto tiempo sigamos repitiendo estos encuentros, estas fantasías. Son episodios que se disfrutan y se seguirán disfrutando en el momento. Y el día en que mi novio o yo decidamos que ya fue suficiente, allí culminarán. Lo hemos hablado con Iván y, por suerte, él lo entendió perfectamente.


Gracias por leerme. Seguiré escribiendo ya que ustedes tuvieron una muy positiva reacción al anterior relato, además de que me place hacerlo. No puedo dar fe de que Lucas o Iván no hayan contado nada a otras personas porque no lo sé, ni les pregunté jamás. Pero de mi parte, esto solo lo sabemos nosotros, mi amiga Yamila y, por supuesto, ustedes. Dudo que en el próximo relato integre otro episodio con Iván, ya que con estos dos me parece que es suficiente y sería relatarles más de lo mismo. Tal vez en el tercero me remonte a mi adolescencia, contándoles mis experiencias anteriores a conocerlo a Lucas. O quizás opte por escribir uno ficticio, no lo sé aún.


Pero estén atentos, de seguro los voy a sorprender.

4 comentarios - Segundo encuentro con el amigo de mi novio

BrianMills
conta si estuviste con mujeres 😎
juanrozabal
excelente relato . y contestando tu pregunta, no es una infidelidad. no hay mentiras ni traicion . es solo un juego erotico de los 3 . aceptado y disfrutado por todos desde su lugar. aguardo mar historias como esta. gracias
oto_ton2024
no te gustaría solo con Iván sin la presencia de Lucas