C y M disfrutan de una relación sexual activa y satisfactoria. Pero últimamente, M quería algo más, algo diferente. M tenía fantasías, quería explorar la sumisión de C.
Una noche, después de una cena íntima en casa, M decidió que era el momento perfecto para comenzar. Acariciando suavemente el cabello negro de C le entregó una pequeña caja. C se sorprendió al ver que contenía un plug anal metálico. C lo observó con curiosidad y una pizca de ansiedad.
—Este es un plug anal pequeño —explicó M—. Es perfecto para comenzar. Quiero que te sientas cómoda y que empieces a dilatar tu ano de a poco.
C tomó el plug en sus manos, sintiendo el frío del metal. M la ayudó a ponerse de pie y la guió hasta el dormitorio.
—Desnúdate lentamente para mí —ordenó M con voz firme.
C obedeció, desabrochando su blusa y deslizando su calza ajustada, quedando solo en su pequeña tanga. M la observó con admiración y deseo.
—Ahora, acuéstate boca abajo en la cama —instruyó M.
C se acostó, sintiendo el latido acelerado de su corazón. M aplicó lubricante en el plug anal y en su ano, masajeándola suavemente.
—Respira hondo y relájate —dijo M, mientras comenzaba a insertarle el plug lentamente.
C sintió una presión extraña pero placentera. Se concentró en respirar y relajarse, confiando en las manos expertas de M. El frío del metal comenzó a disiparse, mezclándose con el calor de su cuerpo, intensificando la sensación.
Con el plug anal en su lugar, M se sentó a su lado y comenzó a acariciar sus nalgas firmes y redondas.
—¿Cómo te sientes? —le susurró al oído.
—Es... diferente, pero me gusta —respondió C, con su voz temblando ligeramente de excitación.
M sonrió y comenzó a besar su cuello, sus manos explorando su cuerpo. Lentamente, giró a C y la acostó boca arriba y comenzó a acariciar su clítoris, aumentando su excitación.
—Eres tan hermosa cuando te entregas a mí —murmuró M, viendo cómo C se retorcía de placer.
—Dime que eres mi perra —ordenó M, apretando suavemente su cuello.
—Soy tuya..., soy tu perra amo —gimió C, su cuerpo estremeciéndose con cada palabra.
A M lo excitó escuchar que se dirijan a él como Amo y aumentó la intensidad de sus caricias, llevando a C al borde del orgasmo. Con una mano, presionó suavemente su cuello, aplicando una asfixia controlada.
—Gime para mí, perra —ordenó M.
C, perdida en una ola de placer, gimió fuerte, su cuerpo estremeciéndose mientras alcanzaba un intenso orgasmo. La combinación de la presión en su cuello, el plug anal y las caricias de M le provocaron un orgasmo como ningún otro.
—Eso es, perra. Déjate llevar —susurró M, disfrutando del control que ejercía sobre ella.
M le indicó que se arrodillara. C obedeció.
La pija de M quedaba a la altura de la boca de C. (algún día le cogería la boca, hoy no).
C agarró la pija firme de M y comenzó a masturbarlo con movimientos lentos y firmes, siguiendo el ritmo que M marcaba.
—Así, perra... no te detengas —gemía M, sintiendo cómo su placer aumentaba con cada caricia.
C sintió la dureza de su pija en sus manos y, en un impulso de deseo, le suplicó.
—Amo, por favor... cogeme.
M sonrió con una mezcla de ternura y firmeza.
—Hoy no, perra. Hoy aprenderás a controlar tu deseo —dijo, manteniendo su rol dominante.
M continuó disfrutando de la masturbación mientras C lo atendía. Finalmente, con un gemido profundo, eyaculó. El semen salpicó por todos lados, C quedó con semen en su cara, su pelo hasta en sus tetas.
C tomó el semen de su cuerpo y lo puso sobre la pija de M.
—Buen trabajo, perra —dijo M, respirando con dificultad—. Ahora, límpiame la pija con tu boca. Quiero que pruebes mi semen.
Después de limpiar la pija de M, C le pidió permiso a M para enjuagarse.
—Ve a limpiar tu cuerpo, perra —dijo M—. Yo te estaré esperando aquí.
C se levantó lentamente y fue al baño para lavarse. Se veía el plug entre sus nalgas. Mientras tanto, M se recostó en la cama, disfrutando del momento y esperando a que ella regresara.
—Lo hiciste increíble, amor. ¿Cómo te sientes? —preguntó M.
—Me siento... increíble. Nunca había experimentado algo así —respondió C, todavía respirando con dificultad—. Quiero seguir explorando esto contigo.
M sonrió y la besó tiernamente.
—Y lo haremos. Quiero que seas mi perra.
Cuando C volvió, M le retiró el plug anal a C, con cuidado y suavidad. La sensación de alivio hizo que C suspirara. M la envolvió en un abrazo cálido, lleno de ternura y cuidado, mostrando la dualidad de su rol: dominante durante el acto, pero siempre protector y cariñoso después.
Una noche, después de una cena íntima en casa, M decidió que era el momento perfecto para comenzar. Acariciando suavemente el cabello negro de C le entregó una pequeña caja. C se sorprendió al ver que contenía un plug anal metálico. C lo observó con curiosidad y una pizca de ansiedad.
—Este es un plug anal pequeño —explicó M—. Es perfecto para comenzar. Quiero que te sientas cómoda y que empieces a dilatar tu ano de a poco.
C tomó el plug en sus manos, sintiendo el frío del metal. M la ayudó a ponerse de pie y la guió hasta el dormitorio.
—Desnúdate lentamente para mí —ordenó M con voz firme.
C obedeció, desabrochando su blusa y deslizando su calza ajustada, quedando solo en su pequeña tanga. M la observó con admiración y deseo.
—Ahora, acuéstate boca abajo en la cama —instruyó M.
C se acostó, sintiendo el latido acelerado de su corazón. M aplicó lubricante en el plug anal y en su ano, masajeándola suavemente.
—Respira hondo y relájate —dijo M, mientras comenzaba a insertarle el plug lentamente.
C sintió una presión extraña pero placentera. Se concentró en respirar y relajarse, confiando en las manos expertas de M. El frío del metal comenzó a disiparse, mezclándose con el calor de su cuerpo, intensificando la sensación.
Con el plug anal en su lugar, M se sentó a su lado y comenzó a acariciar sus nalgas firmes y redondas.
—¿Cómo te sientes? —le susurró al oído.
—Es... diferente, pero me gusta —respondió C, con su voz temblando ligeramente de excitación.
M sonrió y comenzó a besar su cuello, sus manos explorando su cuerpo. Lentamente, giró a C y la acostó boca arriba y comenzó a acariciar su clítoris, aumentando su excitación.
—Eres tan hermosa cuando te entregas a mí —murmuró M, viendo cómo C se retorcía de placer.
—Dime que eres mi perra —ordenó M, apretando suavemente su cuello.
—Soy tuya..., soy tu perra amo —gimió C, su cuerpo estremeciéndose con cada palabra.
A M lo excitó escuchar que se dirijan a él como Amo y aumentó la intensidad de sus caricias, llevando a C al borde del orgasmo. Con una mano, presionó suavemente su cuello, aplicando una asfixia controlada.
—Gime para mí, perra —ordenó M.
C, perdida en una ola de placer, gimió fuerte, su cuerpo estremeciéndose mientras alcanzaba un intenso orgasmo. La combinación de la presión en su cuello, el plug anal y las caricias de M le provocaron un orgasmo como ningún otro.
—Eso es, perra. Déjate llevar —susurró M, disfrutando del control que ejercía sobre ella.
M le indicó que se arrodillara. C obedeció.
La pija de M quedaba a la altura de la boca de C. (algún día le cogería la boca, hoy no).
C agarró la pija firme de M y comenzó a masturbarlo con movimientos lentos y firmes, siguiendo el ritmo que M marcaba.
—Así, perra... no te detengas —gemía M, sintiendo cómo su placer aumentaba con cada caricia.
C sintió la dureza de su pija en sus manos y, en un impulso de deseo, le suplicó.
—Amo, por favor... cogeme.
M sonrió con una mezcla de ternura y firmeza.
—Hoy no, perra. Hoy aprenderás a controlar tu deseo —dijo, manteniendo su rol dominante.
M continuó disfrutando de la masturbación mientras C lo atendía. Finalmente, con un gemido profundo, eyaculó. El semen salpicó por todos lados, C quedó con semen en su cara, su pelo hasta en sus tetas.
C tomó el semen de su cuerpo y lo puso sobre la pija de M.
—Buen trabajo, perra —dijo M, respirando con dificultad—. Ahora, límpiame la pija con tu boca. Quiero que pruebes mi semen.
Después de limpiar la pija de M, C le pidió permiso a M para enjuagarse.
—Ve a limpiar tu cuerpo, perra —dijo M—. Yo te estaré esperando aquí.
C se levantó lentamente y fue al baño para lavarse. Se veía el plug entre sus nalgas. Mientras tanto, M se recostó en la cama, disfrutando del momento y esperando a que ella regresara.
—Lo hiciste increíble, amor. ¿Cómo te sientes? —preguntó M.
—Me siento... increíble. Nunca había experimentado algo así —respondió C, todavía respirando con dificultad—. Quiero seguir explorando esto contigo.
M sonrió y la besó tiernamente.
—Y lo haremos. Quiero que seas mi perra.
Cuando C volvió, M le retiró el plug anal a C, con cuidado y suavidad. La sensación de alivio hizo que C suspirara. M la envolvió en un abrazo cálido, lleno de ternura y cuidado, mostrando la dualidad de su rol: dominante durante el acto, pero siempre protector y cariñoso después.
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