Domingo por la tarde, estamos en casa, los chicos duermen la siesta, mi marido revisa unos documentos de la bodega en la laptop, y yo hago tiempo mirando una película en Netflix, ansiosa por que sean las cuatro.
Por la mañana habíamos salido a pasear, y al volver, nos cruzamos en la entrada con los nuevos vecinos del noveno piso, que salían con los gemelos en sus cochecitos.
Mi marido todavía no los conocía, así que se presentan... ahí supe que mi vecino se llama Fabián y él supo que yo me llamo Mariela... nos saludamos, les damos oficialmente la bienvenida al edificio, y al momento de despedirnos, cuando ÉL se acerca para darme un beso, muy disimuladamente, me susurra al oído:
"En la terraza a las cuatro..."
Mi marido y su esposa se están saludando, así que la situación pasa totalmente desapercibida para ellos, no para mí, que ya empiezo a sentir cosquillas en la panza. Recién pasa del mediodía, ¿cómo voy a hacer para aguantar hasta entonces?
Unos minutos antes de las cuatro, apago la tele, me levanto y le digo a mi marido:
-Amor, voy a comprar facturas-
No sé si me escuchó, ya que está concentrado en su trabajo. Algo referente a una diferencia de costos que debía resolver cuanto antes.
Me pongo una campera, agarro las llaves y salgo. Obvio que no voy a la calle, sino que subo en el ascensor hasta el último piso, de ahí un piso más por escalera, y ya estoy frente a la puerta que da a la terraza. Claro que a lo que se refería mi vecino no era a la terraza misma, sino a ese espacio que está antes, un lugar estrecho, casi un pasillo, en el que apenas caben dos personas.
Llego antes, así que me toca esperarlo, pero es tanta la calentura que tengo, que no me aguanto, y metiendo una mano dentro del pantalón jogging, me empiezo a consolar a mí misma.
Cuando él llega, unos minutos después, me encuentra ahí parada, de espalda contra la pared, masturbándome...
-Hola... Mariela- me saluda.
-Hola... Fabián- alcanzo a susurrar.
Se acerca, me besa y reemplaza su mano por la mía. No decimos más nada, en un momento así sobran las palabras.
Mientras él me mete los dedos casi hasta los nudillos, le toco y acaricio el bulto de la entrepierna, que ya está deliciosamente inflamado.
No tiene que pedírmelo, yo misma le desabrocho el pantalón, le saco la pija, me agacho y le hago una mamada que le arranca unos jadeos por demás expresivos...
Me excita estar chupándosela así, de forma clandestina y urgente, casi arrinconados, mientras mi marido hace trabajo contable y su esposa cuida a los gemelos unos pisos más abajo.
Me la saco de la boca, y me golpeo en la cara con esa masa endurecida, caliente, vigorosa, que ya está mojada no solo de mis babas, sino también de su propio fluido seminal.
Desde arriba, el papá de los gemelos me mira posesivo, dominante. Se levanta la pija y me ofrece el banquete que tiene debajo. Le como los huevos con avidez, por separado primero, los dos juntos después, masticándoselos, tragándome gustosa el juguito que produce la chupada.
Con la lengua subo por el troncazo, lamiendo todo lo que le chorrea desde la punta, y se la vuelvo a comer hasta quedar con mi frente pegada a su vientre.
Me encanta llenarme la boca de pija, sentir la carne hinchada y caliente presionando contra mi paladar, aplastándome la lengua, sofocándome con su deliciosa magnitud.
Hace que me levante, y de un tirón me baja el pantalón. Debajo no tengo nada, ya que, previsora, me había sacado la bombacha antes de acudir a la cita.
Se agacha y me chupa la concha con una pericia absoluta, metiéndome prácticamente toda la lengua. Cierro los ojos, y me dedico a disfrutar del tratamiento, escuchando como sorbetea ahí abajo, ondulando el cuerpo para sentir con mayor intensidad cada una de sus lamidas. Decir que me hace delirar de placer es poco...
Se levanta, y con la cara empapada de mis fluidos, me besa, haciéndome sentir mi propio sabor en su boca. Luego se aparta, saca un preservativo del bolsillo, rasga el sobre y se lo pone, exhibiendo una erección que revela el grado de su calentura.
Libero una pierna del jogging y enlazándola en torno a su cintura, le ofrezco el ángulo preciso para que me penetre. Lo hace con un empujón fuerte y profundo, clavándome toda la verga de una sola vez. Me abrazo a él, rodeándole el cuello con los brazos, suspirándole en el oído cuando me empieza a coger.
PUM... PUM... PUM... PUM... PUM...PUM...!!!
Me la mete toda, comprimiendo su cuerpo contra el mío, llenándome de una satisfacción plena y absoluta.
-¡¡¡Así... Dale... Qué rico me cogés... Siiiiii... Siiiii... Ahhhhhhhhh...!!!-
Obviamente no disponemos de demasiado tiempo, suponía que, al igual que yo, él también estaría contrarreloj, por lo que nos apuramos en acabar, moviéndonos los dos al unísono, golpe tras golpe, asegurándonos con cada empuje, la penetración más íntima y profunda.
Nos besamos con ganas, con tanta intensidad que hasta nos falta el aire, y al mirarnos a los ojos, pactamos lo que ambos deseamos, llegar juntos al final.
En pos de tal objetivo, nos movemos con mayor entusiasmo, remontando juntos la última cuesta hacia el placer...
-¡¡¡Siiiiii... Siiiiii... Siiiiiiiiiiii...!!!- jadeo yo.
-¡¡¡Va... Va... Vaaaaaaaa...!!!- arenga él, acompañando cada expresión con un fuerte y acelerado empujón, hasta ése último, el fatal, que me arranca un aluvión de gemidos y jadeos, tan expresivos que tiene que taparme la boca con una mano para que no me escuchen gritar en todo el edificio.
Se queda adentro, profundamente incrustado, mientras nuestros cuerpos se prenden fuego y volatilizan...
Sale de adentro mío, se saca el forro repleto de leche y lo anuda, cuidando que no se derrame. Lo deja en el piso, a un costado, y se sube el pantalón, que hasta entonces tenía enrollado en los tobillos. Al quedar liberada, me limpio la humedad de la concha con un pañuelo que él me cede, y me levanto el jogging.
-Bajo yo primero así me deshago de la evidencia...- me dice con un guiño cómplice, en alusión al forro.
Nos despedimos con un beso en lo alto de la escalera, y entonces baja, seguramente hasta el sótano, que es dónde están los tachos de basura. Al rato bajo yo, yendo directamente hasta la panadería a comprar las facturas prometidas.
Cuando vuelvo a casa, bien cogidita, los chicos todavía duermen y mi marido sigue inmerso en cuestiones contables.
Aprovecho la distracción y voy al baño a lavarme, encubriendo con jabón y perfume, cualquier posible resabio a sexo que me haya quedado.
Recién entonces me acerco al escritorio de mi marido, le doy un beso y le digo que voy a preparar el mate. Me responde con un "Ajá", sin apartar la mirada de la laptop.
Mientras caliento el agua, aun puedo sentir la resaca del orgasmo reciente, las deliciosas estridencias de un placer furtivo que, hasta mucho después, no deja de conmoverme...
Por la mañana habíamos salido a pasear, y al volver, nos cruzamos en la entrada con los nuevos vecinos del noveno piso, que salían con los gemelos en sus cochecitos.
Mi marido todavía no los conocía, así que se presentan... ahí supe que mi vecino se llama Fabián y él supo que yo me llamo Mariela... nos saludamos, les damos oficialmente la bienvenida al edificio, y al momento de despedirnos, cuando ÉL se acerca para darme un beso, muy disimuladamente, me susurra al oído:
"En la terraza a las cuatro..."
Mi marido y su esposa se están saludando, así que la situación pasa totalmente desapercibida para ellos, no para mí, que ya empiezo a sentir cosquillas en la panza. Recién pasa del mediodía, ¿cómo voy a hacer para aguantar hasta entonces?
Unos minutos antes de las cuatro, apago la tele, me levanto y le digo a mi marido:
-Amor, voy a comprar facturas-
No sé si me escuchó, ya que está concentrado en su trabajo. Algo referente a una diferencia de costos que debía resolver cuanto antes.
Me pongo una campera, agarro las llaves y salgo. Obvio que no voy a la calle, sino que subo en el ascensor hasta el último piso, de ahí un piso más por escalera, y ya estoy frente a la puerta que da a la terraza. Claro que a lo que se refería mi vecino no era a la terraza misma, sino a ese espacio que está antes, un lugar estrecho, casi un pasillo, en el que apenas caben dos personas.
Llego antes, así que me toca esperarlo, pero es tanta la calentura que tengo, que no me aguanto, y metiendo una mano dentro del pantalón jogging, me empiezo a consolar a mí misma.
Cuando él llega, unos minutos después, me encuentra ahí parada, de espalda contra la pared, masturbándome...
-Hola... Mariela- me saluda.
-Hola... Fabián- alcanzo a susurrar.
Se acerca, me besa y reemplaza su mano por la mía. No decimos más nada, en un momento así sobran las palabras.
Mientras él me mete los dedos casi hasta los nudillos, le toco y acaricio el bulto de la entrepierna, que ya está deliciosamente inflamado.
No tiene que pedírmelo, yo misma le desabrocho el pantalón, le saco la pija, me agacho y le hago una mamada que le arranca unos jadeos por demás expresivos...
Me excita estar chupándosela así, de forma clandestina y urgente, casi arrinconados, mientras mi marido hace trabajo contable y su esposa cuida a los gemelos unos pisos más abajo.
Me la saco de la boca, y me golpeo en la cara con esa masa endurecida, caliente, vigorosa, que ya está mojada no solo de mis babas, sino también de su propio fluido seminal.
Desde arriba, el papá de los gemelos me mira posesivo, dominante. Se levanta la pija y me ofrece el banquete que tiene debajo. Le como los huevos con avidez, por separado primero, los dos juntos después, masticándoselos, tragándome gustosa el juguito que produce la chupada.
Con la lengua subo por el troncazo, lamiendo todo lo que le chorrea desde la punta, y se la vuelvo a comer hasta quedar con mi frente pegada a su vientre.
Me encanta llenarme la boca de pija, sentir la carne hinchada y caliente presionando contra mi paladar, aplastándome la lengua, sofocándome con su deliciosa magnitud.
Hace que me levante, y de un tirón me baja el pantalón. Debajo no tengo nada, ya que, previsora, me había sacado la bombacha antes de acudir a la cita.
Se agacha y me chupa la concha con una pericia absoluta, metiéndome prácticamente toda la lengua. Cierro los ojos, y me dedico a disfrutar del tratamiento, escuchando como sorbetea ahí abajo, ondulando el cuerpo para sentir con mayor intensidad cada una de sus lamidas. Decir que me hace delirar de placer es poco...
Se levanta, y con la cara empapada de mis fluidos, me besa, haciéndome sentir mi propio sabor en su boca. Luego se aparta, saca un preservativo del bolsillo, rasga el sobre y se lo pone, exhibiendo una erección que revela el grado de su calentura.
Libero una pierna del jogging y enlazándola en torno a su cintura, le ofrezco el ángulo preciso para que me penetre. Lo hace con un empujón fuerte y profundo, clavándome toda la verga de una sola vez. Me abrazo a él, rodeándole el cuello con los brazos, suspirándole en el oído cuando me empieza a coger.
PUM... PUM... PUM... PUM... PUM...PUM...!!!
Me la mete toda, comprimiendo su cuerpo contra el mío, llenándome de una satisfacción plena y absoluta.
-¡¡¡Así... Dale... Qué rico me cogés... Siiiiii... Siiiii... Ahhhhhhhhh...!!!-
Obviamente no disponemos de demasiado tiempo, suponía que, al igual que yo, él también estaría contrarreloj, por lo que nos apuramos en acabar, moviéndonos los dos al unísono, golpe tras golpe, asegurándonos con cada empuje, la penetración más íntima y profunda.
Nos besamos con ganas, con tanta intensidad que hasta nos falta el aire, y al mirarnos a los ojos, pactamos lo que ambos deseamos, llegar juntos al final.
En pos de tal objetivo, nos movemos con mayor entusiasmo, remontando juntos la última cuesta hacia el placer...
-¡¡¡Siiiiii... Siiiiii... Siiiiiiiiiiii...!!!- jadeo yo.
-¡¡¡Va... Va... Vaaaaaaaa...!!!- arenga él, acompañando cada expresión con un fuerte y acelerado empujón, hasta ése último, el fatal, que me arranca un aluvión de gemidos y jadeos, tan expresivos que tiene que taparme la boca con una mano para que no me escuchen gritar en todo el edificio.
Se queda adentro, profundamente incrustado, mientras nuestros cuerpos se prenden fuego y volatilizan...
Sale de adentro mío, se saca el forro repleto de leche y lo anuda, cuidando que no se derrame. Lo deja en el piso, a un costado, y se sube el pantalón, que hasta entonces tenía enrollado en los tobillos. Al quedar liberada, me limpio la humedad de la concha con un pañuelo que él me cede, y me levanto el jogging.
-Bajo yo primero así me deshago de la evidencia...- me dice con un guiño cómplice, en alusión al forro.
Nos despedimos con un beso en lo alto de la escalera, y entonces baja, seguramente hasta el sótano, que es dónde están los tachos de basura. Al rato bajo yo, yendo directamente hasta la panadería a comprar las facturas prometidas.
Cuando vuelvo a casa, bien cogidita, los chicos todavía duermen y mi marido sigue inmerso en cuestiones contables.
Aprovecho la distracción y voy al baño a lavarme, encubriendo con jabón y perfume, cualquier posible resabio a sexo que me haya quedado.
Recién entonces me acerco al escritorio de mi marido, le doy un beso y le digo que voy a preparar el mate. Me responde con un "Ajá", sin apartar la mirada de la laptop.
Mientras caliento el agua, aun puedo sentir la resaca del orgasmo reciente, las deliciosas estridencias de un placer furtivo que, hasta mucho después, no deja de conmoverme...
19 comentarios - Furtivos...
No te hagas problema, no te va hacer mellizos, la cantidad lo determina la hembra.
Encima acompañado de unas hermosas fotos
Como me ponen tus relatos .
Siempre digo lo mismo, me transportan a ese lugar y te veo cojiendo con tu amante de turno.
Van 10 pts.
como siempre, 10 puntos,
Un abrazo