Hola!!! El capítulo de hoy es muy especial como les dije, le pedí a un amigo que me hice en esta página al que admiro enormemente por su forma de escribir, si me hacía el favor de escribirlo por mí contándole la experiencia y dándoles la oportunidad de admirar su forma de contar los hechos.
Afortunadamente accedió y estoy muy feliz. Completamente agradecida a @Pervberto (vayan a su perfil a encontrar relatos propios de él que son una maravilla).
Los dejo con la continuación de mi historia:
Sucia, hembra, diosa y animal
Miro las olas de verano y me imagino, detrás del océano, el vértigo de tu lujuria, los juegos con tu amiga frente a la pantalla cómplice destinados a él, al que te calienta, al que te hace sentir sucia, hembra, diosa y animal.
El ardor distante pero presente es la moneda en la alcancía que se multiplicará mañana en riqueza de la carne, de su carne, de la carne de ése al que le entregarás tu piel, tu humedad y tu arte amatorio.
Llegarás al encuentro marcado corriendo con la ansiedad de que tu boca le de otro placer además de tus palabras, allí, sin más demoras, en el auto que él llevará con empeño profesional luchando contra la distracción de tus chupadas de mujer poseída por fuegos incontrolables. Calor en el clima y en tus entrañas lascivas, en tu lengua y tus labios que cumplirán las promesas proferidas durante tus juegos previos remotos de exhibición lesbiana.
Te dará completamente igual el recorrido del vehículo, por avenidas transitadas o callejuelas solitarias. Como si tu vida dependiese de tu pasión oral, sólo querrás atragantarte, con desesperación y torpeza, en el intento de meterte todo su pedazo de carne en la boca, agarrárselo con las dos manos, masajearle las bolas, llevarlo a la enajenación…
Se detendrá finalmente el coche en el garaje de la habitación que compartirán. Unos besos serán los pasos de baile hasta la puerta que te llevará a ese transitorio templo de los placeres. Volverás a caer de rodillas para continuar saboreando su verga, ahora con lascivos cuidados. Le dedicarás chupones en el glande, escupidas viciosas, golosos lengüetazos al tiempo que las miradas que se cruzarán irán dejando claro que esta será una memorable fiesta de los sentidos.
Sentirás su fuerte mano en tu pelo, poseyendo tu cabeza para clavarte hasta la garganta. Te habrás convertido en un mero accesorio para su pija y contribuirás a esa entrega aferrándote a sus nalgas para completar ese ahogo. En el mar de sensaciones, te asomará el pensamiento “El hijo de puta me está cogiendo la boca con terribles ganas” y esa sumisión te dará el poder de subir a más alturas de gozo. En medio de los bruscos sonidos, de las lágrimas que saldrán de los ojos, de las mezcladas babas que no podrán contener tus labios, te sentirás feliz de emputecerte tanto.
En inevitable consecuencia, sentirás la hinchazón de su pedazo, sus espasmos, su derrame de semen a chorros que rebasarán tu comisura y caerán, sublime inmundicia que no podrás tragar completa, en tu cara, tu mentón, tu escote y hasta en tu vestido, que no habrás tenido oportunidad de quitarte.
Con los ojos todavía llorosos, terminarás de limpiar su instrumento, pero él, abrumado por el deseo, no te dejará terminar; te levantará, te tirará sobre la cama, te quitará el vestido y se regocijará de no encontrarte ropa interior.
¿Qué pasará entonces? El mar de miel de tu entrepierna lo invitará a que te devuelva las atenciones, a devorarte como enfermo de calentura. Retorciéndote, le pedirás que te penetre, pero tus súplicas crecientes y vulgares (“¡Cogeme, cogeme ahora!”) serán ignoradas hasta que estés en la puerta de la insania, de la dulce demencia, del abandono total al alud de emociones que te arrastrarán al paraíso. “Dame esa pija, la necesito” serán tus balbuceos entre gemidos mientras su lengua paladeará tus sabores de yegua alzada.
Hasta que el frenesí se interrumpirá y, en un eterno instante, su punta se plantará en el portal volcánico de tu entrepierna. Agarrarás la base de su palo y te lo meterás sin más esperas. Él, salvaje y perverso, subirá tus pies a sus hombros y bombeará tu cálido interior con furia atroz. Tus tetas, ay, tus bellas, suculentas tetas no serán más que un soporte, una agarradera para afirmarse clavando sus dedos sin piedad.
Saludarás con gemidos y más gemidos la facilidad con que su pija penetrará tu concha, tan abierta y mojada que querrá abarcar el universo. Él retribuirá esa pretensión con feroz empeño, violento en dejar caer su cuerpo sobre el tuyo. El condimento del dolor adornará tu deleite, morderás el acolchado, dejarás las marcas de tus uñas sobre su piel, gritarás por una ayuda que no querrás que llegue…
Te dará una súbita cachetada, premio que merecen las putas entregadas, y ese gesto de dominación te hará acabar bestialmente, pero él no interrumpirá el uso y abuso de tu cuerpo incandescente. Tu seguidilla orgásmica borrará el límite de la realidad y la alucinación.
De pronto, te girará, dejándote boca abajo con tu colita apenas empinada y no demorará en volver a serrucharte, despótico en el sometimiento. Casi no podrás moverte, apenas sentirás tu respiración agitada contra las sábanas y su pija te convertirá cada vez más en su juguete de placer. Soñarás que, aun si cayeses en el peor desfallecimiento, tus entrañas insaciables seguirán siendo escenario de su posesión.
Casi sin aire, tus orgasmos sucesivos se mezclarán con tus ruegos de que concluya la grata tortura de esa cogida espectacular. Anunciarás tus nuevos éxtasis, pero sólo lograrás que sus dedos invadan tu ano deseoso. En la frontera misma de la irrealidad, empezarás a sentir que, finalmente, te llena de leche. Como un relámpago en tu interior, los últimos diques de tu disfrute estremecerán tu cuerpo vibrante, tu último alarido dará paso a la beatitud, el movimiento frenético se convertirá en su salida de tu interior. Sus fluidos se derramarán desde tus sacrificados tejidos, se echará a tu lado y, en esa mística calma que se apoderará de ambos, habrás alcanzado tu anhelo de sentirte sucia, hembra, diosa y animal.
Hasta la próxima vez…
Afortunadamente accedió y estoy muy feliz. Completamente agradecida a @Pervberto (vayan a su perfil a encontrar relatos propios de él que son una maravilla).
Los dejo con la continuación de mi historia:
Sucia, hembra, diosa y animal
Miro las olas de verano y me imagino, detrás del océano, el vértigo de tu lujuria, los juegos con tu amiga frente a la pantalla cómplice destinados a él, al que te calienta, al que te hace sentir sucia, hembra, diosa y animal.
El ardor distante pero presente es la moneda en la alcancía que se multiplicará mañana en riqueza de la carne, de su carne, de la carne de ése al que le entregarás tu piel, tu humedad y tu arte amatorio.
Llegarás al encuentro marcado corriendo con la ansiedad de que tu boca le de otro placer además de tus palabras, allí, sin más demoras, en el auto que él llevará con empeño profesional luchando contra la distracción de tus chupadas de mujer poseída por fuegos incontrolables. Calor en el clima y en tus entrañas lascivas, en tu lengua y tus labios que cumplirán las promesas proferidas durante tus juegos previos remotos de exhibición lesbiana.
Te dará completamente igual el recorrido del vehículo, por avenidas transitadas o callejuelas solitarias. Como si tu vida dependiese de tu pasión oral, sólo querrás atragantarte, con desesperación y torpeza, en el intento de meterte todo su pedazo de carne en la boca, agarrárselo con las dos manos, masajearle las bolas, llevarlo a la enajenación…
Se detendrá finalmente el coche en el garaje de la habitación que compartirán. Unos besos serán los pasos de baile hasta la puerta que te llevará a ese transitorio templo de los placeres. Volverás a caer de rodillas para continuar saboreando su verga, ahora con lascivos cuidados. Le dedicarás chupones en el glande, escupidas viciosas, golosos lengüetazos al tiempo que las miradas que se cruzarán irán dejando claro que esta será una memorable fiesta de los sentidos.
Sentirás su fuerte mano en tu pelo, poseyendo tu cabeza para clavarte hasta la garganta. Te habrás convertido en un mero accesorio para su pija y contribuirás a esa entrega aferrándote a sus nalgas para completar ese ahogo. En el mar de sensaciones, te asomará el pensamiento “El hijo de puta me está cogiendo la boca con terribles ganas” y esa sumisión te dará el poder de subir a más alturas de gozo. En medio de los bruscos sonidos, de las lágrimas que saldrán de los ojos, de las mezcladas babas que no podrán contener tus labios, te sentirás feliz de emputecerte tanto.
En inevitable consecuencia, sentirás la hinchazón de su pedazo, sus espasmos, su derrame de semen a chorros que rebasarán tu comisura y caerán, sublime inmundicia que no podrás tragar completa, en tu cara, tu mentón, tu escote y hasta en tu vestido, que no habrás tenido oportunidad de quitarte.
Con los ojos todavía llorosos, terminarás de limpiar su instrumento, pero él, abrumado por el deseo, no te dejará terminar; te levantará, te tirará sobre la cama, te quitará el vestido y se regocijará de no encontrarte ropa interior.
¿Qué pasará entonces? El mar de miel de tu entrepierna lo invitará a que te devuelva las atenciones, a devorarte como enfermo de calentura. Retorciéndote, le pedirás que te penetre, pero tus súplicas crecientes y vulgares (“¡Cogeme, cogeme ahora!”) serán ignoradas hasta que estés en la puerta de la insania, de la dulce demencia, del abandono total al alud de emociones que te arrastrarán al paraíso. “Dame esa pija, la necesito” serán tus balbuceos entre gemidos mientras su lengua paladeará tus sabores de yegua alzada.
Hasta que el frenesí se interrumpirá y, en un eterno instante, su punta se plantará en el portal volcánico de tu entrepierna. Agarrarás la base de su palo y te lo meterás sin más esperas. Él, salvaje y perverso, subirá tus pies a sus hombros y bombeará tu cálido interior con furia atroz. Tus tetas, ay, tus bellas, suculentas tetas no serán más que un soporte, una agarradera para afirmarse clavando sus dedos sin piedad.
Saludarás con gemidos y más gemidos la facilidad con que su pija penetrará tu concha, tan abierta y mojada que querrá abarcar el universo. Él retribuirá esa pretensión con feroz empeño, violento en dejar caer su cuerpo sobre el tuyo. El condimento del dolor adornará tu deleite, morderás el acolchado, dejarás las marcas de tus uñas sobre su piel, gritarás por una ayuda que no querrás que llegue…
Te dará una súbita cachetada, premio que merecen las putas entregadas, y ese gesto de dominación te hará acabar bestialmente, pero él no interrumpirá el uso y abuso de tu cuerpo incandescente. Tu seguidilla orgásmica borrará el límite de la realidad y la alucinación.
De pronto, te girará, dejándote boca abajo con tu colita apenas empinada y no demorará en volver a serrucharte, despótico en el sometimiento. Casi no podrás moverte, apenas sentirás tu respiración agitada contra las sábanas y su pija te convertirá cada vez más en su juguete de placer. Soñarás que, aun si cayeses en el peor desfallecimiento, tus entrañas insaciables seguirán siendo escenario de su posesión.
Casi sin aire, tus orgasmos sucesivos se mezclarán con tus ruegos de que concluya la grata tortura de esa cogida espectacular. Anunciarás tus nuevos éxtasis, pero sólo lograrás que sus dedos invadan tu ano deseoso. En la frontera misma de la irrealidad, empezarás a sentir que, finalmente, te llena de leche. Como un relámpago en tu interior, los últimos diques de tu disfrute estremecerán tu cuerpo vibrante, tu último alarido dará paso a la beatitud, el movimiento frenético se convertirá en su salida de tu interior. Sus fluidos se derramarán desde tus sacrificados tejidos, se echará a tu lado y, en esa mística calma que se apoderará de ambos, habrás alcanzado tu anhelo de sentirte sucia, hembra, diosa y animal.
Hasta la próxima vez…
2 comentarios - Una chica sencilla (20)