Lu era una influencer muy conocida, famosa por su cuerpo espectacular y su culo que dejaba a todos sin aliento. Aunque nunca mostraba su rostro en redes sociales, sus seguidores la adoraban por su misteriosa belleza y sensualidad. Esa noche, le había dicho que íbamos a una fiesta de disfraces con amigos, así que ella se puso una máscara elegante que cubría su identidad.
Al llegar al salón de fiestas, Lu se sorprendió al ver tantas sillas dispuestas en círculo, rodeando un pequeño escenario en el centro del salón. Nos sentamos en una de las sillas y poco a poco, el lugar comenzó a llenarse solo de hombres. La tensión en el ambiente crecía y podía ver la curiosidad y nerviosismo en los ojos de Lu, que no tenía ni idea de lo que iba a pasar.
De repente, un hombre alto y musculoso, con un enorme bulto que se marcaba a través de sus pantalones ajustados, se acercó a Lu. "Vení conmigo", susurró con una sonrisa perversa. Antes de que pudiera decir algo, la tomó de la mano y la llevó al centro del escenario. Los hombres alrededor comenzaron a vitorear y a gritar cosas groseras. "¡Dale, putita, mostranos lo que podés hacer!", "¡Queremos verte garchada, puta!". Mi corazón latía con fuerza por la excitación y el nerviosismo. Ver a Lu en esa situación, tan expuesta y vulnerable, me hizo sentir una mezcla de celos y lujuria.
El hombre la besó apasionadamente, sus manos recorriendo su cuerpo con avidez. Luego, comenzó a desnudarse y pronto su enorme pene quedó expuesto. Lu se arrodilló frente a él, su boca regodeándose con su tamaño. Empezó a chuparlo, disfrutando cada centímetro mientras él empujaba con fuerza, haciéndola atragantar. "¡Tragátela toda, puta!", le gritaban los hombres alrededor, sus voces llenas de lujuria. Yo no podía apartar la vista, cada movimiento de Lu me dejaba más excitado. Sentía una erección creciente mientras observaba cómo se la tragaba toda, sus arcadas provocando que sus ojos se llenaran de lágrimas.
Después de un rato, la levantó y la hizo girar, mostrando su culo al público. Lu llevaba una tanguita diminuta, apenas una fina tira de tela que se perdía entre sus nalgas. "¡Miren este culo, muchachos!", gritó el hombre mientras tironeaba la tanguita, dejándola expuesta. "¡Qué culo más rico, putita!", "¡Dale, mostrales cómo te mojás!", gritaban desde las sillas, sus ojos clavados en ella. Algunos hombres del público se acercaban a sacarse selfies con su culo y con su conchita húmeda, aunque todos respetaban no tocarla, solo ver. Yo los miraba, sintiendo una mezcla de orgullo y lujuria al ver cómo adoraban el cuerpo de mi mujer.
El hombre comenzó a masturbarla, sus dedos moviéndose rítmicamente sobre su conchita. Sentía cómo se iba humedeciendo más y más, sus flujos corriendo por sus muslos. "Miren cómo se moja esta puta", decía mientras sus dedos jugaban dentro de ella, sacándolos para mostrarle al público lo húmeda que estaba. "¡Qué conchita más mojada, seguí así, putita!", vitoreaban, enloquecidos. Cada gemido de Lu resonaba en mis oídos, y no podía dejar de imaginar lo que vendría después.
Fue entonces cuando los hombres del público, que no habían pagado entrada para verla, comenzaron a tirar dinero al escenario, gritándole que se lo merecía por puta. "¡Tomá el dinero, putita, te lo ganaste!", "¡Más fuerte, Lu, demostrá que sos la mejor puta!", "¡Queremos ver más, esto vale cada centavo!" El dinero llovía sobre ella mientras los gritos se volvían más vulgares y excitantes. El hombre la levantó y la colocó sobre una silla, con sus piernas abiertas para que todos pudieran ver cómo la cogía. "Sos una puta increíble", murmuraba al oído mientras sus manos apretaban sus caderas y su pene se movía dentro de ella con fuerza. Sus gemidos resonaban por todo el salón y podía ver cómo su conchita mojada se contraía alrededor de él. Los hombres seguían gritando, vitoreando cada embestida. "¡Más fuerte, putita, queremos verte sufrir!", gritaban los espectadores y el hombre obedecía, dándosela con todo. Yo miraba, sintiendo que el deseo y la lujuria me consumían.
Sin previo aviso, la giró y empezó a penetrarla el culo con fuerza. "¡Me hacés el culo, forro!", gritó mientras él empujaba más y más profundo. El dolor inicial se mezcló rápidamente con el placer y sus gemidos se volvieron más altos y desesperados. "¡Más fuerte, putita, queremos verte sufrir!", gritaban los espectadores y el hombre obedecía, dándosela con todo. Yo miraba, sintiendo que el deseo y la lujuria me consumían.
Finalmente, la tomó en sus brazos y la llevó al borde del escenario, donde la hizo montarlo. Sentía su pene llenándola una vez más mientras ella se movía arriba y abajo, gimiendo de placer. "¡Vas a hacerme acabar, forro!", gritaba, entregándose por completo a la situación.
Cuando estaba a punto de llegar al clímax, él se retiró y se puso de pie frente a ella. La levantó y comenzó a masturbarse con su enorme pene entre sus pechos. Los hombres alrededor gritaban las peores cosas que podían decir, enloquecidos por la escena. "¡Vas a tragarte toda mi leche!", dijo con una sonrisa perversa. Se masturbó rápido, y cuando estuvo listo, una cantina monstruosa de leche saltó por toda su cara y cuerpo. La tragué toda, disfrutando cada gota mientras los espectadores aplaudían y vitoreaban.
Terminamos agotados pero satisfechos. Lu se quedó tirada en el escenario, exhausta y cubierta de leche, mientras los hombres alrededor seguían gritando y vitoreando. "¡Puta de mierda, te encanta la leche!", "¡Sos la mejor, Lu!", "¡Más leche para esa putita!", "¡Qué rica te ves cubierta de leche, puta!", "¡Sos nuestra reina, Lu!". La sala se llenó de insultos y gritos vulgares mientras ella se quedaba allí, tirada y satisfecha, disfrutando de la atención y la humillación.
Lo más sorprendente es que el hombre parecía estar como nuevo, su pene aún erecto y listo para más. Se notaba que era un profesional del sexo. Mientras tanto, Lu se quedó tirada en el escenario, exhausta y cubierta de leche, disfrutando de cada momento de esa noche inolvidable.
Al llegar al salón de fiestas, Lu se sorprendió al ver tantas sillas dispuestas en círculo, rodeando un pequeño escenario en el centro del salón. Nos sentamos en una de las sillas y poco a poco, el lugar comenzó a llenarse solo de hombres. La tensión en el ambiente crecía y podía ver la curiosidad y nerviosismo en los ojos de Lu, que no tenía ni idea de lo que iba a pasar.
De repente, un hombre alto y musculoso, con un enorme bulto que se marcaba a través de sus pantalones ajustados, se acercó a Lu. "Vení conmigo", susurró con una sonrisa perversa. Antes de que pudiera decir algo, la tomó de la mano y la llevó al centro del escenario. Los hombres alrededor comenzaron a vitorear y a gritar cosas groseras. "¡Dale, putita, mostranos lo que podés hacer!", "¡Queremos verte garchada, puta!". Mi corazón latía con fuerza por la excitación y el nerviosismo. Ver a Lu en esa situación, tan expuesta y vulnerable, me hizo sentir una mezcla de celos y lujuria.
El hombre la besó apasionadamente, sus manos recorriendo su cuerpo con avidez. Luego, comenzó a desnudarse y pronto su enorme pene quedó expuesto. Lu se arrodilló frente a él, su boca regodeándose con su tamaño. Empezó a chuparlo, disfrutando cada centímetro mientras él empujaba con fuerza, haciéndola atragantar. "¡Tragátela toda, puta!", le gritaban los hombres alrededor, sus voces llenas de lujuria. Yo no podía apartar la vista, cada movimiento de Lu me dejaba más excitado. Sentía una erección creciente mientras observaba cómo se la tragaba toda, sus arcadas provocando que sus ojos se llenaran de lágrimas.
Después de un rato, la levantó y la hizo girar, mostrando su culo al público. Lu llevaba una tanguita diminuta, apenas una fina tira de tela que se perdía entre sus nalgas. "¡Miren este culo, muchachos!", gritó el hombre mientras tironeaba la tanguita, dejándola expuesta. "¡Qué culo más rico, putita!", "¡Dale, mostrales cómo te mojás!", gritaban desde las sillas, sus ojos clavados en ella. Algunos hombres del público se acercaban a sacarse selfies con su culo y con su conchita húmeda, aunque todos respetaban no tocarla, solo ver. Yo los miraba, sintiendo una mezcla de orgullo y lujuria al ver cómo adoraban el cuerpo de mi mujer.
El hombre comenzó a masturbarla, sus dedos moviéndose rítmicamente sobre su conchita. Sentía cómo se iba humedeciendo más y más, sus flujos corriendo por sus muslos. "Miren cómo se moja esta puta", decía mientras sus dedos jugaban dentro de ella, sacándolos para mostrarle al público lo húmeda que estaba. "¡Qué conchita más mojada, seguí así, putita!", vitoreaban, enloquecidos. Cada gemido de Lu resonaba en mis oídos, y no podía dejar de imaginar lo que vendría después.
Fue entonces cuando los hombres del público, que no habían pagado entrada para verla, comenzaron a tirar dinero al escenario, gritándole que se lo merecía por puta. "¡Tomá el dinero, putita, te lo ganaste!", "¡Más fuerte, Lu, demostrá que sos la mejor puta!", "¡Queremos ver más, esto vale cada centavo!" El dinero llovía sobre ella mientras los gritos se volvían más vulgares y excitantes. El hombre la levantó y la colocó sobre una silla, con sus piernas abiertas para que todos pudieran ver cómo la cogía. "Sos una puta increíble", murmuraba al oído mientras sus manos apretaban sus caderas y su pene se movía dentro de ella con fuerza. Sus gemidos resonaban por todo el salón y podía ver cómo su conchita mojada se contraía alrededor de él. Los hombres seguían gritando, vitoreando cada embestida. "¡Más fuerte, putita, queremos verte sufrir!", gritaban los espectadores y el hombre obedecía, dándosela con todo. Yo miraba, sintiendo que el deseo y la lujuria me consumían.
Sin previo aviso, la giró y empezó a penetrarla el culo con fuerza. "¡Me hacés el culo, forro!", gritó mientras él empujaba más y más profundo. El dolor inicial se mezcló rápidamente con el placer y sus gemidos se volvieron más altos y desesperados. "¡Más fuerte, putita, queremos verte sufrir!", gritaban los espectadores y el hombre obedecía, dándosela con todo. Yo miraba, sintiendo que el deseo y la lujuria me consumían.
Finalmente, la tomó en sus brazos y la llevó al borde del escenario, donde la hizo montarlo. Sentía su pene llenándola una vez más mientras ella se movía arriba y abajo, gimiendo de placer. "¡Vas a hacerme acabar, forro!", gritaba, entregándose por completo a la situación.
Cuando estaba a punto de llegar al clímax, él se retiró y se puso de pie frente a ella. La levantó y comenzó a masturbarse con su enorme pene entre sus pechos. Los hombres alrededor gritaban las peores cosas que podían decir, enloquecidos por la escena. "¡Vas a tragarte toda mi leche!", dijo con una sonrisa perversa. Se masturbó rápido, y cuando estuvo listo, una cantina monstruosa de leche saltó por toda su cara y cuerpo. La tragué toda, disfrutando cada gota mientras los espectadores aplaudían y vitoreaban.
Terminamos agotados pero satisfechos. Lu se quedó tirada en el escenario, exhausta y cubierta de leche, mientras los hombres alrededor seguían gritando y vitoreando. "¡Puta de mierda, te encanta la leche!", "¡Sos la mejor, Lu!", "¡Más leche para esa putita!", "¡Qué rica te ves cubierta de leche, puta!", "¡Sos nuestra reina, Lu!". La sala se llenó de insultos y gritos vulgares mientras ella se quedaba allí, tirada y satisfecha, disfrutando de la atención y la humillación.
Lo más sorprendente es que el hombre parecía estar como nuevo, su pene aún erecto y listo para más. Se notaba que era un profesional del sexo. Mientras tanto, Lu se quedó tirada en el escenario, exhausta y cubierta de leche, disfrutando de cada momento de esa noche inolvidable.
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