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Relato de una esposa escort (Parte 1)

Relato de una esposa escort (Parte 1)
La convivencia con Francisco terminaría siendo un fiasco, yo sabía que era una mala idea pero preferí mentirme a mi misma, tal vez porque fuera una jovencita inexperta, tal vez porque quisiera escapar de mi hogar y ser independiente, o tal vez porque solo quisiera a mi lado un hombre que me cogiera noche y día.
Pasé por alto los consejos de mis amigas que me decían que era una locura casarme con solo veinte, que tenía mucho por vivir, y que en la calle había muchos muchachos guapos dispuestos a satisfacerme, que solo me fuera a vivir sola, y probara una y otra vez hasta encontrar el indicado.
Pero Francisco parecía ser todo y tener todo lo que estaba buscando.
Y las cosas fueron de mal en peor, yo solo quería que me cogiera a la mañana, a la tarde y a la noche, pero mi esposo no tenía el aguante, o el interés que yo tenia, muchas veces me evadía y me decía que era una ninfómana y a veces discutí en mi mente si era realmente así, si yo era una enferma que me gustaba demasiado la pija.
Pero el tema no pasaba tan solo por lo sexual, Francisco era un tipo extremadamente celoso y manipulador, si bien es cierto que soy una mujer de buenas curvas y que cualquier ropa resalta mi culo y mis tetas, él intentaba que yo usara todo lo que decidiera que usara, se molestaba por una falda corta, por un pantalón o blusa ajustada, o unas simples calzas de gimnasio, y poco a poco fue arrinconándome, y solo esa mujer en la que me había transformado no era yo.
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El final fue previsible, no se como aguantamos casi diez años de convivencia, pero con treinta cumplidos, decidimos seguir cada quien por su lado.
No tardaría en conocer a Claudio, quien parecía ser el otro extremo de mi ex, Claudio me permitió ser quien yo deseaba ser, y en mi plenitud física y sexual me sentí libre de decidir, y Claudio era esa clase de hombres que disfrutaba exhibiendo a su mujer. Entonces volvieron los pantalones adheridos a la piel, las calzas, las ropas ajustadas, y algo que me encantaba, las faldas bien cortitas para lucir mis torneados muslos.
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Me sentí bien, libre, y a pesar de tener pareja me sabia una mujer atractiva y deseada, me gustaba el juego de la seducción y la provocación con desconocidos y todo fue muy bien en nuestra relación de pareja.
En esos días yo trabajaba en una aseguradora y mi trabajo era ser inspectora de siniestros, me tocaba las veces de ir a ver coches dañados en litigios y poner precios a los reclamos, así que siempre andaba vestida en forma tan correcta como sexi y sabia jugar el juego, la imagen interesante de una mujer podía nublar la vista a los hombres, y eran cartas en la manga que siempre tenía para ganar una discusión. Claudio por su parte, trabajaba en una empresa de la zona, una importante aceitera, y siempre lo hacía en turnos rotativos semanales de ocho horas, una semana estaba de mañana, la siguiente de tarde, y la próxima de noche.
Como era yo quien estaba todo el día trabajando en la calle y necesitaba el coche para moverme, y como a él no le gustaba conducir, era yo quien siempre tenía el auto y la única condición era que lo llevara y lo trajera de su empleo, como un niño caprichoso que había que llevarlo y buscarlo del colegio.
Nuestros horarios daban, o los arreglábamos para que siempre pasara por su empleo como un remisse pago, y así era una de las pocas mujeres producidas en los cambios de turnos, cuando muchos obreros entran y salen y cierto, la situación daba para que muchos hablaran de la mujer de Claudio, y el obviamente, se mostraba contento con esa situación tan peculiar.
Entre tantos, los mas allegados fueron Germán y Adriano, casualmente los relevos de mi esposo en los otros turnos, así que era habitual que nos cruzáramos a la entrada o a la salida, donde ellos se transmitían las novedades y donde yo poco a poco me fui colando en esa rutina.
Germán era un hombre mayor, estaba esperando los ansiados días de retiro para disfrutar a sus queridos nietos, porque solo hablaba conmigo de sus nietos, pero Adriano era otra cosa, él tenía veintiséis, soltero, corpulento, esos seductores por naturaleza que en cada mujer ven una oportunidad de meterla y esos que son conquistadores natos, que saben meter la palabra justa en el memento justo y esos que venderían hasta la madre con tal de llevarse a una mujer a la cama.
Y obviamente yo estaba en su centro de mira, por la forma en que me hablaba, me sonreía y las palabras indirectas o directas que usaba conmigo, y era obvio que no le importaría cogerse a la mujer de su compañero de turno
En algún tiempo cercano surgirían algunos roces con mi esposo, a pesar que me daba buen sexo, volví a sentir que no era suficiente, y al igual que mi ex empezó a tratarme como una adicta al sexo, que por mas que el me cogiera las veinticuatro horas del día seguidas sin parar, para mi, no sería suficiente.
Claudio empezó a jugar un juego peligroso, a insinuar entre bromas, que si tanto me gustaba la verga, que bueno, que me eligiera a algún candidato para que me diera una buena cogida, y por cierto, que aprovechara a sacarle a cambio unos buenos pesos, que no fuera tonta y que no regalara el tesoro que tenía entre las piernas.
En esas palabras veladas de las cuales nunca sabía cuanto de verdad y cuanto de broma había, se fueron en algún momento hacia Adriano su compañero de turno, Adriano le hablaba de lo afortunado que era, de la bella esposa que tenía y yo le respondía que Adriano no dudaría en cogerme apenas yo le diera la oportunidad.
Y todo se fue dando, mi marido siempre tomaba el relevo de Adriano, es decir, Claudio entraba a trabajar siempre cuando Adriano salía, en esos últimos días la situación de coqueteos y provocaciones se habían tornado insostenibles.
Lo había llevado a mi esposo a su ingreso, recién empezaba la tarde, Adriano salió de la empresa recién bañado y perfumado, con sus cabellos aun húmedos, y una remera blanca adherida a su pecho, marcando sus formas en una manera muy sugerente, noté como con descaro mientras le pasaba las novedades a mi esposo me miraba la concha que se marcaba en un pantalón engomado negro que había llevado ese día, y cuando quedamos a solas el fue directo al punto, quería cogerme, y yo también fui con una respuesta directa, cuanto tenía para ofrecerme, y en un rápido intercambio de palabras terminamos los dos en mi casa.
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Adriano dejó un puñado de billetes sobre la mesa, que fue mas simbólico que otra cosa, puesto que en ese momento fue como un juego de prostitución, lo tomé de la mano y lo llevé al dormitorio matrimonial.
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Fuimos a ese cuarto donde tantas veces nos habíamos amado con Claudio, mi esposo, rodeamos la cama, yo fui por la derecha y Adriano por a izquierda, el se tomó apenas un minuto para dar un pantallazo visual a la habitación y se detuvo con gran excitación a contemplar el enorme espejo colgado en la pared que hacía las veces de cabecera de la cama, me miró con picardía, dejándome notar su obvio pensamiento, la idea era robada de algún hotelucho de trampas, siguió adelante, empezó a desnudarse sin quitarme la mirada de encima, y me pidió que hiciera lo propio, muy lentamente, muy sugerente.
Solo lo fuimos haciendo, hasta que él solo se quedó en slip y se recostó en el sitio donde naturalmente siempre se recostaba mi marido, no me resultó incómodo que el me observara con ojos de lobo, ansioso por lo que yo estaba haciendo, ya estaba apenas con mi conjunto de ropa interior, solté el sostén desnudando mis ricos pechos, apenas me quedaba la diminuta cola lees negra con bordados en tonos de verdes cuando me dijo que me detuviera, que me recostara a su lado.
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Lo hice, boca arriba mirando al techo, me quedé inmóvil mientras el deslizaba sus manos por mi piel, observándome, me besó el cuello, luego los pechos, mis pezones estaban duros y sus manos inquietas no dejaban de recorrer todo el paisaje de mi cuerpo, a lo ancho, a lo largo, sus dedos pasaron entonces bordeando toda la tanga, me hacía suspirar y me sentía mojada, me mordía los labios, entonces me giró, repitiendo sus caricias por mi espalda, cerré los ojos, y se detuvo para jugar con mis nalgas, el gustaba mucho mi culo redondo y pulposo, era evidente cuanto lo excitaba y me tiraba la cola less insistentemente hacia arriba, una y otra vez, logrando que poco a poco se enterrara en mi conchita, entonces buscó con sus labios los míos, nos enfrentamos acostamos de lado, y fue todo muy calmo, muy tenue, hasta caricias y besos que me resultaban desabridos.
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Fue obvio que sentía lo mismo, entonces se acostó boca arriba mientras se sacaba el slip y dejaba su hermosa verga expuesta a mis ojos, me tomó con un brazo y me arrastró sobre él, a cabalgarlo y dijo.
Basta de perder el tiempo! quiero cogerte puta!
Me aferró los glúteos con fiereza, para después hacer la tanga apenas a un lado, y en par de movimientos de acomodarnos, la sentí entrar por completo y me dejé caer con todas mis ganas hasta que mi cuerpo se pegó al suyo, y de la calma pasamos al repentino tornado, lo cabalgaba como si estuviera domando a un potro salvaje, moviendo mis ancas con vehemencia, buscando una penetración profunda, Adriano me ayudaba en los movimientos con sus manos prendidas en mis glúteos, yo jadeaba, y el cada tanto me metía sus dedos en la boca, o me lamía los pezones que se bamboleaban libremente en mis idas y venidas, o me decía palabra sucias, como que era una puta en la cama, o si me excitaba meterle los cuernos a Claudio, o si me gustaba su verga, o si era rico estar cogiéndose al amigo de su marido.
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Era todo muy de puta, me miraba a mi misma al espejo y no podía creer que estaba haciendo lo que estaba haciendo.
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De pronto, sin verlo venir, Adriano abusando de su fuerza masculina me volteó y me dejó de espaldas contra la cama, pasó los dedos por los elásticos de la tanga y me la retiró con sumo cuidado, me miró y se la metió en la boca para chupar mis jugos, algo que me pareció tan asqueroso como caliente, luego la tiró de lado, al piso, tomó mis piernas y las levantó hacia atrás, por debajo de mis rodillas, llevándolas casi al lado de mis orejas, estaba toda abierta, y me mantuvo así dejando caer el peso de su cuerpo sobre mi.
Relato de una esposa escort (Parte 1)
Solo empezó a cogerme muy rico, muy rudo, y en esa posición me llegaba hasta el fondo, me hacía gemir de placer, me besaba las tetas, me besaba los labios, empecé a apretar mi clítoris, a refregarlo con fuerza, me sentí venir y exploté atrapada entre sus brazos.
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Lejos de detenerse, Adriano siguió dándome y dándome, como si nada hubiera pasado y yo volví a tocarme y sentí que seguía encendida, y no pensaba detenerse, me vine nuevamente y mi amante parecía enloquecido con eso, y me dijo sin dejar de moverse
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Si salieron dos, saldrán tres…
Le dije que no, que era suficiente, pero me lo hacía tan rico y con tanta vehemencia que mis dedos fueron a seguir jugando, creí que moriría, me latía el corazón y respiraba agitada, cuando tuve el tercer orgasmo consecutivo necesitaba mas aire del que podía aspirar, él intentó seguir pero fue notorio que estaba al limite de su resistencia física y honestamente yo ya había tenido demasiado premio.
Se dejó caer de lado, mirando al techo, entonces me dijo
Que puta que sos, como te gusta la pija!
Solo me reí, entonces agregó
Ahora, me vas a chupar bien la verga, y cuando te canses, quiero que te pongas la tanga, te acomodes en cuatro y me pidas que te rompa bien el culo.
Fui entre sus piernas, empecé a chupársela muy rico, de lado, pero el me detuvo para hacerme cambiar de posición, quería ver mi rostro, quería ver como se lo hacía, como jugaba con mi lengua sobre su glande, como me la metía toda hasta casi llegar a su pubis, como le chupaba las bolas, él quería que lo mirara mientras se lo hacía y me supo muy caliente.
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Su pija estaba muy dura y tenía ese sabor tan exquisito del primer semen que se escapa, ese traslúcido y tan sabroso, y sabía que si seguía haciendo lo que estaba haciendo pronto todo terminaría, Adriano se contorsionaba y a veces no podía mantenerme la mirada, estaba naufragando en placer.
Lo dejé de lado, fui al costado de la cama, tomé la tanga del piso y me la puse hasta sentirla calzar en lo profundo.
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Fui en cuatro a su lado, como me había pedido y le dije
Dale, rompeme el culo hijo de puta!
Adriano se acomodó detrás de mi, a nuestro frente estaba el espejo que nos devolvía una imagen muy porno, muy de hotel, hizo la tanga a aun lado y dejó caer saliva en mi esfinter, jugó un poco con su glande en la entrada y me acomodé para recibirlo, el maldito me hizo desear demasiado amagando con hacerlo hasta que me la metió toda, solo se dedicó a dilatarme el culo y me encantaba que lo hiciera, quería verlo a través del espejo pero el placer me obligaba a cerrar los ojos y tirar mis nalgas hacia su lado para buscar tenerla toda a dentro. Adriano se movía con furia aferrándome por la cintura, llenándose la vista con las curvas de mi trasero que tanto le gustaban, era muy rico, me sentí muy puta y amaba eso.
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Fue rápido, es que hacía tiempo el lo venía resistiendo y el sexo anal le resultó un disparador difícil de evadir, incluso me dejaría con ganas de mas, pero el la sacó y sentí como me llenaba toda la espalda de leche, incluso mis cabellos.
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Empecé a reírme por la loca situación, incluso al levantar la vista noté en el espejo algunas chorreaduras que lo termine limpiando con la boca.
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