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Confesión

Me gusta vestirme con prendas que rocen lo indecente, salir a la calle y sentir las miradas hambrientas sobre mi piel. Adoro la sensación de llevar puestas unas prendas que delineen cada curva de mi cuerpo, unas prendas que inviten a la lujuria y al deseo más profundo. Y lo confieso, me encanta provocar a cada hombre que se cruza en mi camino, incitarlo con mi mirada y mi sonrisa traviesa.
¿Y sabes qué me excita aún más? Escuchar obscenidades, esas palabras sucias y atrevidas que me erizan la piel y me hacen sentir viva. Cuanto más subidas de tono, más me excitan, más deseo despiertan en mí. ¿Será que tengo un lado oscuro, una parte de mí que ansía lo prohibido? Quizás, pero ¿Qué importa cuando el placer nos consume?
Me gusta especialmente subirme al transporte público en horas punta, sentir el roce de los cuerpos, la tensión en el aire cargado de deseo. Mis pechos, erguidos y provocativos, desafían a la gravedad gracias a mis sujetadores ajustados, y siento cómo las miradas codiciosas se clavan en ellos. Y no puedo evitarlo, mi instinto me lleva a empujar hacia atrás, a buscar más contacto, más roce, más deseo.
¿Y qué decir de mis traseros? Mis nalgas, firmes y tentadoras, se ofrecen a cualquier hombre que se atreva a mirar. Me encanta sentir cómo sus miradas se clavan en mí, cómo sus deseos se manifiestan en gestos atrevidos, en roces furtivos. Es como una droga, una adicción que no puedo controlar.
Y sí, lo admito, muchas veces no puedo resistir las ganas y me veo obligada a buscar un lugar apartado para satisfacer mis deseos más íntimos. Me masturbo con la urgencia de quien sabe que no puede resistirse por mucho tiempo más, con la necesidad de liberar la tensión que me consume.
Pero apenas salgo de ese refugio clandestino, vuelvo a sentirme ansiosa, excitada, lista para más. La calle se convierte en mi escenario, en mi santuario de placer, y cada encuentro, cada mirada, cada gesto, aviva la llama que arde en mi interior.
¿Qué pensarían esos hombres si supieran lo que despiertan en mí, si supieran cuánto me excitan, cuánto me provocan? Quizás se atreverían a invitarme a satisfacer mis deseos más profundos, a entregarme al placer sin restricciones. Y yo, ¿acaso me resistiría? No lo creo, porque soy una mujer que sabe lo que quiere, que ansía el placer en todas sus formas, que no teme explorar sus límites y sus deseos más oscuros.



Confesión



infiel

3 comentarios - Confesión

Royito49 +1
Mmm mami que lindo culo que tenes para agarrarte así correrte un poquito la tanga y darte una buena chupada de orto hija de puta
taxilibre +1
Gracias por compartir +10